2 - Magnus Bane
—El caldero chorreante —susurró el pelinegro y después de dar un vistazo a su alrededor y comprobar que no había nadie cerca se desapareció.
Volvió a aparecer en un callejón, muy parecido al anterior, salió de allí y busco por los alrededores la entrada a aquel antiguo bar, pero no lo encontró, estaba seguro que esa era la calle correcta. Camino un poco más y encontró lo que parecía un bar, junto a la puerta había un cartel con unos símbolos que se le hacía familiares, estaba seguro que los había visto en algún libro, pero en ese momento no recordaba su significado. El interior del lugar lucia como un bar, sus clientes no parecían del todo normales, pero eso era lo que menos le importaba en ese momento. Se acercó a la barra y lo atendió una mujer de piel verde.
—¿Qué te sirvo guapo? —preguntó esta con un tono coqueto.
—En verdad tengo algunas preguntas ¿Dónde estoy y que año es este? —la mujer lo miró con algo de curiosidad.
—Estas en el año 1880 en Londres, más específicamente la calle Charing Cross, en el club Pandemonium...
—Es la calle correcta —dijo más para sí mismo que para la mujer— ¿Conoce el caldero chorreante? —Theo no dudo en preguntar, pues sabía que para esa fecha el bar ya tenía siglos de existir.
—Nunca escuché de ese lugar ¿eres nuevo por aquí?
—Puede decirse que si —dudo un momento y luego simplemente preguntó— ¿Sabe de algún mago? —la mujer lo miró como si él se estuviera burlando de ella, pero la expresión seria de Theo le hizo ver que no era así.
—¿Nuevo hombre lobo, nuevo vampiro... que eres?
—Solo busco a un mago que pueda ayudarme —Theo noto que un hombre se acercó a ellos. Alto y delgado, de ojos amarillos y rasgos asiáticos, usando un llamativo traje color vino.
—Tú no eres de aquí, ¿Por qué necesitas un "mago"? —preguntó el hombre sin despegar sus amarillos ojos del pelinegro.
—Soy un mago y me sucedió algo bastante extraño, en verdad necesito ayuda para comprender algunas cosas.
—Magnus Bane —se presentó el hombre sin despegar sus ojos de Theo, era como si lo estuviera inspeccionando.
—Theodore Nott —respondió el pelinegro como su nada.
—¿No sabes quién soy? —Theo lo miró algo extrañado y simplemente negó con la cabeza—. Bien creo que tengo que escuchar tu historia. Acabas de encontrar a un brujo —agregó el hombre al ver la mirada un tanto confundida del joven.
Theo decidió seguir a aquel hombre, después de todo no conocía a nadie allí y si intentaba hacerle algo sabia más que bien como defenderse. Él hombre lo llevó hasta una casa muy elegante y recién allí volvieron a hablar.
—Bien eres un mago ¿Cuál es tu marca? —preguntó el hombre entrando a lo que parecía una biblioteca.
—¿Qué?
—Tu marca garras, cola, cuernos, ojos de gato —al mencionar esas últimas palabras señaló sus ojos y Theo podo ver claramente que estos eran como los de un gato— todos los magos tienen alguna "marca".
—Es imposible, de donde vengo no es así —agregó Theo antes de sacar su varita y encender un grupo de velas que el dueño de casa todavía no había encendido.
—Increíble ¿haces magia con varita? —exclamó con evidente emoción el hombre.
—También la hago sin ella, pero eso es un tanto más complicado, no todos pueden hacerlo sin varita.
—Por favor tienes que contarme como llegaste aquí, es más que obvio que no perteneces a este mundo —dijo el hombre sirviendo un vaso de wiski—... ¿Tomas o eres muy pequeño para eso? —Theo solo levantó una ceja y tomó el vaso que el hombre ya había servido, Magnus sonrió y sirvió otro vaso para él.
Theo le contó todo lo sucedido y respondió alguna que otra pregunta sobre su mundo, por lo visto los magos o brujos, en este lugar son inmortales y tienen alguna especie de deformación que los identifica como tales.
—Bueno por lo que me cuentas no me queda más que creer que esta chica Luna puede ver a los demonios, ahora es raro que si tú tienes magia no puedas verlos también... además pudiste ver los símbolos y a los clientes de Pandemónium eso lo hace más raro todavía.
—Me da igual poder verlos o no, lo único que me importa ahora es poder encontrarla —contestó el pelinegro vaciando aquel vaso de wiski por tercera vez.
—Entiendo. Bien lo más probable es que también haya caído aquí aunque si se separaron y ella era arrastrada por un demonio seguramente llego antes que tú, eso puede ser un día, dos, tres una semana antes quizás dos nadie puede especificar eso...
—Pues alguien tiene que saber algo.
—Eso es seguro. Te ayudare a buscar información, pero quiero que tengas algo en mente, es probable que ya no esté viva, los demonios generalmente hacen las cosas por órdenes...
—No digas más no me interesa, ella tiene que estar viva —dijo Theo poniéndose de pie y acercándose a la ventana por la que ahora se veía el sol que comenzaba a iluminar aquel oscuro cielo.
—¿Y si no lo está?
—Pobre de ese demonio y de todo el que este cerca de él —dijo entre dientes Theo soltando todo el enojo posible.
..........
El cuerpo le dolía y la cabeza le daba vueltas, se sentía débil y los parpados le pesaban demasiado. Lentamente abrió los ojos, solo para descubrir que seguía en aquella oscura y pequeña habitación. Trataba de convencerse de que todo era un mal sueño, pero cada despertar era entrar en una verdadera pesadilla.
Hacia una semana que estaba allí. Despertó en una extraña habitación repleta de velas que rodeaban un círculo dibujado en el piso con unos cuantos símbolos extraños. Dentro de aquel círculo se encontraba esa extraña criatura que la había atrapado desde el vórtice mágico, su cabeza era chata y estirada, su piel de color violeta era escamosa con la espalda llena de púas, su boca estaba repleta de afilados colmillos, su cola era realmente larga y sus ojos rojos la seguían mirando, y Luna no pudo evitar pensar que esa cosa era como una lagartija súper crecida. También había dos hombres en ese lugar, pero la rubia no les prestó demasiada atención, la presencia de esa criatura la inquietaba mucho.
—¿Qué se supone que es esto? Debías traer lo que necesitamos para el hechizo —vociferó uno de los hombres, y Luna pudo ver unos afilados colmillos en su boca.
—Querían sangre mágica... ella me vio —respondió la criatura con una voz seseante.
El otro hombre se acercó a Luna y la agarró del brazo izquierdo. La rubia noto que las manos de aquel hombre parecían garras y sus uñas parecían muy afiladas. El hombre clavo una de sus uñas en la palma de Luna, sintió el corte y como rápidamente la sangre comenzó a brotar por allí. El hombre se llevó la uña ensangrentada a la boca y luego de probar aquel liquido rojo una sonrisa maliciosa apareció en su rostro.
—Tiene razón es sangre mágica y muy buena —dijo casi en un susurró para el otro hombre que rápidamente se acercó a la rubia, tomó la mano que todavía sangraba un poco, la olfateó y luego le paso la lengua limpiando la sangre que se había acumulado en la palma de la rubia.
—Deliciosa... creo que nunca probé una sangre tan deliciosa —susurró el hombre mientras se saboreaba, antes de volver a lamer con más ganas la palma de Luna.
—Arthur tranquilo, la necesitamos viva y no la puedes convertir —el hombre se alejó de Luna con pocas ganas. La rubia podía ver el deseo en los ojos de aquel hombre. Su sorpresa era tal que no podía formar una frase, las palabras se enredaban en su cabeza y solo podía pensar en Theo ¿Dónde estaba? ¿Estaría bien?
—Malditos brujos le quitan la diversión a las cosas —se quejó el hombre de los colmillos que había lamido la mano de la chica.
—Arthur De Quincey, creí que querías hacer este hechizo más que nada —agregó algo molesto el hombre de las garras.
—Claro que si la noche eterna es el sueño de cada vampiro y demonio que existe... primero la noche eterna, luego la venganza. Enciérrala y continua con la búsqueda —concluyó el hombre antes de abandonar aquella oscura habitación.
Ya hacia una semana desde aquel día y solo la mantenían encerrada en aquella pequeña habitación, cada tanto le sacaban algo de sangre, eso era lo que la mantenía débil.
Lo único en lo que podía pensar era en Theo. Sabía que había entrado por aquel vórtice con ella, pero no entendía dónde estaba, en algún punto se habían separado y estaba segura de que él tenía la manga que le faltaba a su camisa. Su mano derecha volvió a atrapar la piedra azul que colgaba de su cuello, aquella que su amado ojiazul le había regalado.
—Sé que vienes por mí, ten cuidado amor, aquí todo es diferente —susurró apretando aquella piedra con todas sus fuerzas.
.............
«Sé que vienes por mí, ten cuidado amor, aquí todo es diferente». Esas palabras resonaron en la mente de Theo. Sus ojos se abrieron y se encontró rodeado por varias torres de libros mientras su mano derecha apretaba la piedra azul que colgaba de su cuello, hermana de la que le había regalado a su amada Luna. Aquella voz era la de su rubia de eso no tenía duda.
—Valla, ya despertaste —esa voz seguro no era de Luna, miró a su alrededor y se encontró con Magnus entrando en la biblioteca.
—Lo siento me quede dormido, espero no haber perdido mucho tiempo.
—Deja de decir tonterías y descansa, no dormiste más de una hora, si no descansas no podrás hacer nada por ella —lo regaño Magnus dejándole una taza de té sobre una de aquellas torres de libros—. No soy un niñero así que compórtate como un adulto.
—Lo sé, creo que ya podre dormir, acabo de confirmar que está viva —el brujo lo miró intrigado— ella tiene un colgante igual a este, las piedras tienen una conexión mágica y si una se rompe significa que el propietario de la otra murió.
—Eso es genial, ¿por qué no me lo dijiste antes?
—Lo olvide —confeso algo avergonzado el pelinegro provocando una mirada incrédula del brujo.
—Bien, ve a dormir, descansa y luego iremos a visitar a unos amigos que tal vez puedan ayudarnos un poco más, creo que ya han de estar en el tema.
—¿Más Brujos?
—Más o menos... no me gusta enredarme mucho con ellos, pero no nos quedan muchas opciones... Nefilims, solo espero que Tessa y Will sigan aquí.
Theo quería hacerle más preguntas a Magnus, pero en verdad estaba agotado, pues mientras el brujo indagaba por los lugares que conocía él se había pasado casi todo ese tiempo investigando en los libros sobre el portal que los trajo, después de todo si encontraba a Luna, y lo haría, tendrían que volver a su mundo de algún modo.
Llegó a la habitación que Magnus le había designado, se tiró en la cama y se entregó a los brazos de Morfeo, con una sola imagen en su mente, el rostro de Luna sonriendo solo para él.
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