(New York. En la convención.)

Vomité en el baño, me miré en el espejo y sonreí estúpidamente. En el camino a la convención, le pedí a Asbeel evidencias de que no estaba alucinando, así que debatimos sobre mis hipótesis y proyectos. Por muy alucinante que parezca, fui abofeteado intelectualmente sobre mis propias ideas, Asbeel me dio todas las luces y caminos para obtener el mejor resultado posible para mi investigación. Cómo era posible que respondiera mis hipótesis investigativas de forma tan perfecta. Me había dado tantas ideas y atajos que me había ahorrado décadas de trabajo y no exagero en decirlo. Era insostenible pensar que yo era el autor de tales teoremas.

Mi autoestima y excitación estaba por los cielos. Salí del baño con aires de estrella de Rock, sonreía orgullosamente, incluso le guiñé el ojo a una hermosa mujer que pasaba por mi lado.

Sentí que estaba caminando sobre las nubes.

Cuando llegué al frente del público para presentar algunos alcances de mi investigación, una persona de entre los presentes sacó un arma y me disparó directo al corazón.