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Three


Idea gracias a: yuzuchaning

Una pequeña niña, de cabello rizado color castaño oscuro llegando al negro que le llegaba a la mitad de su espalda y de ojos marrones, se sentó en el césped increíblemente verde mientras miraba su reflejo en el río.

Pasó su lengua lentamente por sus dientes, admirando sus pequeños colmillos levemente afilados al igual que sus pupilas dilatadas como las de un felino; siguiendo sin entender porqué su padre no tenía lo que ella.

Volteó al escuchar pasos acercarse, sonriendo feliz y levantándose para correr a sus fuertes brazos, los cuales la cargaron con facilidad.

-¡Papi!

-Hola, pequeña-dijo el hombre de aspecto robusto, pasando una de sus manos por el largo cabello de la niña-¿Estás jugando con tus ojos y dientes otra vez?

-Es muy divertido, papá. ¿Por qué tú no lo tienes?-preguntó curiosa, jugando con el extraño traje que su padre llevaba puesto.

Amenadiel sonrió con ternura, aunque recordando todo lo que su pequeña hija adoptiva tuvo que pasar en los brazos de su verdadero padre antes de tener valor de desaparecer con ella.

Davina vió esa reacción, pero no le hizo caso y comenzó a reír cuando él le dió vueltas en el aire.

-eres mi pequeño ángel, ¿Verdad?

-Si, papi...

Davina permaneció quieta en las puertas de metal con dos guardias a cada lado mientras la tomaban de los brazos, viendo la puerta abrirse y dejando un largo pasillo que terminaba en una sala de juntas.

Sonrió a medias al ser el centro de atención, sentándose en una de las sillas vacías y siendo encadenada de pies y manos en la misma; rodando los ojos y viendo directamente los de Steve Rogers y Tony Stark.

—¿Tengo algo en el rostro?—preguntó burlona.

—Es que trato de entender con quién estoy trabajando, perdón si te incomodé, hija del Diablo—la respuesta de Tony la hizo sonreír abiertamente, dejando caer las cadenas antes puestas en sus manos y pies sobre la mesa, sorprendiendo a la mayoría.

—bien, pues empecemos.

—¿Cómo sabemos que no vas a escaparte?—la chica sonrió ante la pregunta de el Coronel Rhodes, guiñandole de paso un ojo a Natasha Romanoff.

—Yo siempre cumplo con mi trabajo.

—Y que lo digas, la mitad del mundo busca tu cabeza...y entre otras cosas—Davina solo se encogió de hombros fijando su mirada en la pantalla frente a ella que mostraba el rostro de un hombre sereno y de aspecto calculador como sombrío, y algo le decía que lo había visto en alguna parte.

En el momento en el que todos los demás comenzaron a discutir sobre la participación de la misteriosa chica con su caso de secuestro infantil la pelirroja se dedicó a observarla con la mirada de reojo de Banner sobre ella.
Era un maldito monumento, de tez levemente morena como la canela y un cabello brillando y repleto de rizos hasta la cintura de un color caoba como al igual que con leves toques de negro azabache, unos labios rosas y finos que estaban en una línea recta mientras se los relamía pensativa y ni hablar de sus ojos...unos profundos he intensos ojos marrones demasiado oscuros como para confundirlos con el negro pero que destellaban brillos de un naranja intenso que no lo hubiera notado de un haberse volteado a encararla, escaneandola con la mirada.

Bruce sintió algo removerse dentro de su estómago, y no le prestó atención al ver cómo Clint cambiaba la imagen de la pantalla y se sentaba a una distancia prudente de la recién llegada, solamente por precaución.

Ésta vez mostraba la foto de un hombre más joven que el anterior, con pequeños bellos saliendo de su barbilla y de cabello castaño claro como la nuez y unos ojos azules profundos que asemejaban el azul del mar; una mandíbula marcada y todo su rostro parecía hablar con solamente ese gesto, oscuridad, templanza, serenidad, frialdad...sinceridad.

—¿Quién se supone que es él?—preguntó Steve viendo lo mismo que los demás, dirigiéndose hacia Tony.

—Se hace llamar...-

—El justo—interrumpió la castaña con una sonrisa creciendo en su rostro, acostándose en la silla con una mirada divertida—Ese maldito hijo de perra...-

—Lenguaje.

—Pudrete, anciano.

—¿Lo conoces?—indagó Stark ésta vez colocando un vídeo de una grabación de las cámaras de vigilancia de hacía siete meses, donde se mostraba al mismo sujeto caminando tranquilamente por la ciudad de 'Los Ángeles' con capucha para cinco segundos después entrar a un banco y salir con dos bolsas enormes repletas de dinero en tan solo cuatro minutos—Y ese vídeo no es el peor, ¿Lo conoces?

—Claro que conozco a ese bastardo, llevo años sin hablar con él—rodó los ojos al verlo en otro video salir de un bar stripper con una mujer siguiéndole por detrás.

—Pues de alguna manera está vinculado con los secuestro, ¿Quieres decirnos quién es o dónde está ahora?

La Cobra fingió meditarlo unos segundos tamborileando sus dedos en la mesa, siendo vista por todos.

—No, no quiero hacerlo, pero gracias por preguntar...en cambio me gustaría ver la foto del otro hombre.

—¿Él?—Rodhes señaló a dicho sujeto en una tableta que tenía en sus manos, mostrándolo a todos los presentes.

—Exacto...me resulta familiar.

—¿De dónde lo conoces?

—El que hace tratos con el Diablo los hace conmigo, linda—le lanzó un a Natasha con su mano, y este solo pudo reírse de la escena.

Sin entender su apenas notorio sonrrojo.

»Varias personas alrededor de los años llegaban de todas partes del mundo solamente para pedirme sus deseos y planes de los cuales yo era la encargada de cumplirlos al pie de la letra, tenían que firmar un contrato para ello. Sin embargo, todo esto a pesar de ser una completa locura y a la par que bueno por su parte, tenía, y tengo, la condición puesta por mi querido padre de no poder recordar los rostros ni los nombres de las personas que me contratan; a pesar de ellos puedo recordar el contrato con precisión.

—¿Eso de qué nos sirve?

—Que si encontramos los contratos que firmé de las personas de hace cuatro o cinco años atrás, quizás más, podría llegar a la conclusión de saber quién es su secuestrador en sí, pero hay dos detalles.

—Escúpelo—lanzó una sonrisa sarcástica al multimillonario antes de carraspear su garganta.

—El primero es que no son complicados de encontrar, pero digamos que están en un lugar que nadie pisa desde quizás el principio de la creación humana...el Jardín del Edén.

—¿Tu fumas o te golpeas de vez en cuando en tu celda?—Barton habló dirigiéndose a la ojimarrón, quién solo se levantó a caminar por la habitación con todos atentos a sus movimientos.

—El Jardín del Edén se encuentra por debajo de lo que hoy es el río Tigris en Asia, seguramente sigan ahí...y por otro lado está el segundo detalle...todos deben firmar un contrato y apegarse a él.

—¿Nos estás jugando una broma de mal gusto o algo por el estilo, niña?—Stark se acercó amenazante a Davina, algo desesperado por no recibir una respuesta sólida y concreta de parte de la chica que, se suponía, debía ayudarlos a llegar al secuestrador.

—Si jugara con ustedes créanme que yo estaría libre mientras que ustedes estarían bajo un juicio con la pena de muerte...en fin, si firman el contrato y aceptan las condiciones qué yo les otorgaré en la hoja y se comprometen a seguir todo ese procedimiento escrito, lograré encontrar a la persona que buscan...

—Vuelvo a repetir, ¿Cómo sabemos que no te vas a escapar?

—Un contrato para mí vale más que todo lo he hecho a través de los años, si ese contrato se rompe por mí o por quien me contrata las consecuencias serían inevitables he irían directamente al infierno, sin siquiera poder pasar las pruebas de los nueve círculos.

El grupo de hombres, más atontados por toda la extensa explicación que les dió la chica, se reunieron en una sala aparte para charlar entre ellos sobre su propuesta, dejándola sola con la única compañía de la Viuda Negra.
Esta se acercó hasta sentarse al lado de ella, viendo su perfil al tenerla observando la ventana al lado de la enorme mesa en forma de semicírculo.

—¿No crees que deberías cambiarte?—preguntó notando la vestimenta de prisionera que llevaba, ocasionado una leve sonrisa en la Morningstar.

—Si tienes ropa de mi talla se lo agradecería, Srta. Romanoff, yo a cambio le debería un favor—inconcientemente llevó una de sus manos a la cruz que llevaba en su pecho, acariciándola .

—De alguna manera me recuerdas a mi en el pasado.

—Pues no pareces de las que les gustan pasar años en prisión molestando a los guardias—la ojiverde sonrió divertida, no comprendiendo su comportamiento ante una prisionera que hacía nada había sido "liberada".

—¿Por qué te tomas éste papel de la hija de Lucifer en serio? Nadie te cree y creo que eso lo sabes.

—En todos mis lamentables años de vida en la tierra aprendí que la mejor manera de demostrarle a los demás de lo que estás hecha es recordarles quien eres, quizás sí le lo estoy tomando literalmente pero algo le dice que si les digo quien soy en verdad me verán por...por lo que soy realmente.

—¿Y entonces quién eres realmente?

—Una demente no claramente, Una creyente del ocultismo y amante del satanismo tampoco, soy simplemente una chica con más años que la creación de la humanidad he hija del rey del Infierno, creo que soy lo más normal que vas a ver en toda tu vida, agente Romanoff.

Las puertas volvieron a abrirse, y el castaño con la mandíbula tensa y apunto de golpear la pared quedó al lado de Davina.

—Aceptamos tu...contrato.

—Pues primero necesito ropa, y papel y tinta si es posible concederme esa petición por parte de Natasha Romanoff.

La nombrada asintió aún en su mundo, levantándose y caminando hasta cruzar la puerta y perderlos a todos de vista.

Pensando en las palabras que Davina Morningstar le había dado.

Y pensando que tendrían que convivir por quién sabe cuánto tiempo.

La hija de Lucifer entre humanos, mentiras absurdas...




¿Verdad?

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