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Blood and Desire

Sentía a momentos el peso de mi pie, los intervalos de tiempo en que mi tobillo se partía sin dolor marcado por el ritmo de la canción sonando a todo volumen en mis audífonos... Bueno, más exacto es decir en los audífonos.

Las ganas de sonreír estiraron las comisuras de mis labios como cuerdas a un títere. Abrí lentamente los ojos dejándolos en dirección al techo, perdido en mis propias divagaciones, tan protagonistas en mi día a día. El cual, desprovisto de responsabilidades o necesidad, es como el letargo que prolonga mi paz/aburrimiento.

Al no tener que preocuparme por pasar hambre, por tener quehaceres o tareas y limitarme a existir; mi entretenimiento lo debo buscar por mis propios métodos.

(...) Please forgive me I got demons in my head.

Ah... Amo esta canción.

Apenas pude disfrutar seis minutos de buena música antes de ser encontrado por el dueño de los audífonos. Contengo la sonrisa y su movimiento me hace arquear la espalda.

El cable de los audífonos está cuidadosamente enrollando mi cuello,  el delgado material negro se entrelaza sobre mi piel y mi sonrisa aumenta su tamaño cuando Seokjin, con la mandíbula más endurecida de lo que su indiferencia puede disfrazar, mete un dedo entre una capa de los cables y mi cuello, y tira. Apoyo las palmas en mi mayor y única posesión para sostenerme y evitar la asfixia.

—Tú... ¿Cómo mierda lo hiciste?

Lamo mis labios inclinando la cabeza hacia la derecha, tan ligeramente que apuesto a que solo yo, por lo que apretó el cable, pude sentir la diferencia.

—¿Cómo hice qué?

Una vena en su limpia frente resalta y veo sus manos temblar al contenerse de asfixiarme él mismo. La música no para de resonar, esta vez de fondo en lugar de ser depositada directamente a mis oídos.

(...) Burning in the lava...

—Te dije que cortaría tus jodidas manos si volvías a tocar mis cosas. Nunca, repito, nunca me quito mis audífonos ¿Cómo mierda pudiste...?

—Cuando estás conmigo los olvidas —sonrío de lado y me hundo más en mis hombros, incómodo por la posición a la que me rige—. Anoche, fue muy fácil tomarlos; además, te gustan demasiado mis manos como para cortarlas.

—Min Yoongi...

Mi expresión se tiñe de victoria y con gusto me saco su mano de encima para quedar libre de la restricción de movimiento. Muevo mi cabeza en círculos para destensar mi cuello y regreso a recostarme en el sofá, coloco mi pierna de vuelta a la rodilla contraria y el golpe de tobillos regresa. Pero mi atención no vuelve a la canción, continúa en el sujeto a mi lado, esperando alerta su movimiento.

En un santiamén acabo en sus brazos y rápidamente me agarro de sus hombros por miedo a que me deje caer, no sería la primera vez y mierda que duele el huesito de la fortuna. Pero no es lo que hace, murmura.

—... maldito enano plano te voy a dar la lección de tu puta vida.

Muerdo mi labio inferior y sonrío mirándolo desde abajo, muevo la cabeza al ritmo de sus pasos.

—Me encanta cuando dices vulgaridades, Seokjin, van tan poco contigo.

Él arruga el entrecejo, sumiendo su rostro a una tensión aún mayor.

—Maldita la hora que llegaste a mi vida...

Me tenso entre sus brazos y él lo nota, su sensibilidad es superior a cualquier ser que conozca, o que imagine. Es como si su piel fuese el mayor y más confiable sensor de movimiento. Por eso, me obligo a relajarme y fijo mi vista en las paredes que vamos pasando según avanza por los pasillos de la mansión

—Siempre te puedes ir.

—Si alguien se tiene que ir serías tú, yo estuve aquí primero y...

—Oh, perdón, ¿hablamos de justicia ahora? —regreso la mirada a sus ojos, el choque entre cielo despejado y mar de tormenta fijos en mí— ¿Crees que me importa eso? Estoy muy cómodo y bien aquí, si eres el que no puedes soportarme, salte de mi alcance.

Regreso la mirada al frente pero alcanzo a ver por el rabillo del ojo a su boca encogiéndose a un lado.

—Eres un perro al que le encanta regar pulgas.

Esbozo una sonrisa sarcástica.

—Lo más acertado es decir que eres un perro que ama tener pulgas ¿No crees?

—Yoongi.

Atiendo a su llamado y parpadeo confuso por hallarnos en su habitación.

—¿Mhm?

—Espera aquí.

Y desaparece, típico, todavía desconozco sus truquitos. Camino dudoso a la cama y me siento lo más esquinado posible. Alzo mi mano a mi cuello, mi tacto chocando con el cable de los audífonos, firme contra mi piel. A pesar de la leve presión, suspiro gustoso de no tener que esbozar ninguna mueca de dolor.

No marcas.

Nadie.

Ni humano, ni vampiro, ni unicornio.

Esa es mi convicción y Seokjin me dejó claramente lo poco que le importa. Pero bueno, no es que yo respete las suyas tampoco.

A excepción de entrar a su habitación, porque la misma es como un contenedor lleno de su energía... Como la botellita que lo absorbe hasta formar parte de cada pared. Y lo siento cuando me pica la nariz y tengo que cerrar fuertemente las piernas, cuando la imagen de sus colmillos clavándose en mi cuello no deja de repetirse como película en consecuencia.

No es tentador... Da miedo.

Suspiro y el sonido rebota hasta resonar en mi propia cabeza. La ventana de cristal se abre a mis espaldas y por ella entran Seokjin y...

—¿Qué mierda haces con mi precioso Chucky?

—Deja de gruñir, pareces perro.

—No gruño, es mi tono de voz, y ese no es el tema.

Recorro todo el camino de la cama hasta llegar a donde el amor de mi vida yace en una incómoda posición, a manos de un vampiro al que juro lanzar un jarrón algún día.

—Ya, ya, tu princesa está bien, no dramatices.

—Que sepas que tu voz perezosa también es horrible.

Arrastro con cuidado el sofá hasta un extremo de la habitación y procedo a mirarlo con mis manos a cada lado de mi cintura.

—Explícate.

—Ya que no dejas de meterte en mi habitación, decidí tomar de rehén a tu sofá.

Retrocedo un paso a la vez que llevo mi mano a mi boca.

»Im-pak-tado que estoy«

—Mentira, lo traje por otras razones —caigo, no, corrección, me dejo caer en mi bello Chucky color marrón con patrones negros arrastrado por la mano de Jin, quien ya está sentado—, quiero hacer algo, y para convencerte mejor pues lo haremos aquí.

Me limito a arquear la ceja y evocar un buen

—¿Eh?

—Mhm... Sabes que nunca pido permiso, ¿cierto?

—Justo como yo, ¿y eso qué?

A veces, cuando sus manos me cargan, siento que floto. Sin romanticismo ni nada, simplemente me siento suspendido a una distancia imprudente del suelo —aún sin estarlo—, y ello acaba con las uñas de mi gato interior clavadas en sus hombros. Así paso de estar sentado en el sofá a quedar sobre sus piernas y su sonrisa incómoda me señala que ah, cuando lo arañan duele.

Y mi sonrisa señala que ah, no me importa.

—Yoongi —una de sus manos asegura mi posición encima de su regazo al asentarse en mi cintura y la otra toma mi barbilla y gira un poco mi cabeza—, quiero morderte.

—Ya, pero en esta vida no todo se logra, ¿cierto?

No confío en él.

La confianza es estúpida.

Lamo mi labio inferior y lo observo de reojo con avidez, sus ojos brillan y su mano no retrocede incluso cuando los míos congelarían a cualquiera.

Pero él no es cualquiera, y claramente yo tampoco. Por eso aprieta el agarre preocupado de algún movimiento que acabe con él retorciéndose de dolor, no lo podría matar, pero precisamente por eso no tengo razones para retenerme, le puedo dar con ganas, de quererlo. Sus dedos descienden por mi garganta y se detienen cercano al cuello pero en la base de las clavículas.

—¿Sabes por qué me contengo contigo?

—No.

Las ventanas se cierran de una por el empuje del viento y Seokjin aprovecha mi estremecimiento para acabar rodeando mi cuello con sus dedos, sin aplicar presión; al menos no una física.

—No hay mejor sangre que la de un ser humano queriendo ser mordido —lleva la mano de mi cintura al bajo de mi espalda—, uno excitado —uno de sus colmillos aún pequeños acaricia el borde de mi labio hasta romperlo sin esfuerzo; la herida es tan leve que no se siente más que un ligero escozor—, una persona especial que se rinda y se entregue.

—Lo cual...

—Lo cual no harás —Jin me suelta y quito mis manos de su pecho para colocarlas a ambos lados de su cabeza, dándole esa sensación de encierre que a él no le importa pero yo necesito hacerle pasar, como si tuviese en mi poder una mínima pizca de control—, por eso estudié y tengo la solución. En uno de los libros del estudio de mi padre, en el otro castillo, había un diario. Uno... Interesante. Claramente no se le había dado atención porque para nosotros, el que lo escribió no era más que un vampiro insensato que le había dado la espalda a su especie para, en su lugar, preocuparse por los humanos —los ojos de Seokjin brillaron y poco a poco me relajé sobre sus muslos, atrapado por la historia—. Lo que relata el dueño del diario es su relación con una humana, describe muchas cursilerías pero saltándonos esa mierda; los estudios del sujeto se basaban en una fórmula que ayudase a la convivencia de vampiros y humanos. No obstante, no se centró en encontrar una forma de matar su deseo carnal por la mujer, las ansias de su sangre; explicó que no quería quitarse esa parte de sí, de ellos. Por eso, en lugar de exterminar el hambre, hizo a la mujer capaz de soportarla.

Suspiré por lo bajo entregándome despacio a las caricias de sus labios en mi cuello, sus voluptuosos labios en mi delgado y desnudo cuello.

»Mierda«

—Lo hice y lo probé, una vez colocas la pomada y los cuidados pertinentes se van el dolor y la marca. Solo queda el placer y el recuerdo del momento, déjame... —sus ojos azules desaparecen bajo los párpados y claras pestañas cuando cierra los ojos e inhala con profundidad— tomar por completo tu deseo.

—¿Y si no quiero hacerlo otra vez?

—No te volvería a buscar, tu sangre es lo único que me interesa.

»He is only here for one thing but...«

—Está bien.

»so am I«

El miedo tiene algo seductor que nadie puede calcular, que pocos pueden enfrentar y menos aún podemos aprovechar.

Sentía tanto miedo, porque todo era tan fuerte, tan peligroso..

Unas manos que solo saben destruir rasgaron mis ropas e inmovilizaron mi cuerpo como si yo no fuera más que un maniquí, un muñeco. Un muñeco que es más lindo si llora y no puede respirar.

Me gusta ser su muñeco.

Mordía su hombro cada vez que se le pasaba la mano al buscar placer en mi interior, yo también lo desgarraba a él. Aunque no me interesase el sabor de su sangre me gustaba verla correr por su piel y manchar la mía.

Y hoy tal vez se unan las de ambos.

Me gustaba que le doliera casi tanto como a mí, quizás por eso me dejo maltratar.

Porque es el precio a pagar para poder maltratarlo a él.

Mis ojos rojos se centraron en los suyos y mi pulso rebotaba contra su mano que fuerte se aferraba a mi cuello, preparándolo.

—Yoongi...

Su pequeño muñeco con el que solo puede jugar si este se lo permite.

Su mirada me avisó que había llegado el momento y mis piernas cerrándose alrededor de su cintura sirvieron para responderle.

Dolió, como la mierda dolió.

Dolió tanto que gocé de escuchar a mi voz excediendo sus límites. Cazó la vena que quería asegurar y la tomó sin dudar, finos y deliciosos colmillos devorándome y llevándose consigo a cada chupón, mi fuerza.

—Jin...

No paró hasta que llevárselo todo.

Todo, todo, todo.

Incluídas mis ganas de luchar contra él.

Masoquista, ¿yo?

No.

Sádico, ¿yo?

No.

Sadomasoquista, ¿yo?

Solo su muñeco.

¿Y él?

Niño aburrido y exigente.

Fuego, fuego, a los niños les gusta jugar con fuego y él me tiene a mí; un muñeco que enciende llamas a su paso.

Peligroso, jugamos de forma peligrosa.

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Secret Desire
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—Tienes que comerte lo que queda de carne, no seas tan...

—Tengo sed.

Seokjin resopla desde lo más profundo de su ser y se estira para alcanzar el vaso con agua y llevarlo hasta mis labios.

Trago sintiendo mi cuello expandirse un poco siendo retenido por la venda a su alrededor.

No es incómoda, es suave, lo incómodo es la asquerosa pomada que se pegaba de forma tan ugh.

—Listo, abre la boca.

Conteniendo la sonrisa atrapo el bocado en la cuchara de plata que me extiende.

—La medicina ayuda con las marcas y permite que desde la herida tu organismo absorba sustancias vitales que pierdes en la sangre, pero también es necesario que comas.

—Eres un médico tan parlanchín que me cansas. Has hablado los últimos veinte minutos más que en los meses que nos conocemos.

Jin rueda los ojos y deja el plato vacío en la mesa al lado de la cama, procede a cubrir mejor mis hombros con la manta y acomodar la almohada situada por él mismo en la parte baja de mi espalda.

—Soy responsable de ti ahora.

—¿Sí? ¿Por qué?

—Porque eres mío.

Muestro las encías al sonreír.

—No me digas ¿Y qué te hace creer eso, vampiro?

—El deseo en tu sangre.

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End

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No me importa nadie, no me importa nada. Si aún así quieres estar conmigo, ofréceme tu vida. Me tomaré por completo ese deseo, que es más dulce que tu sangre... Asume la responsabilidad, fuiste tú quien me despertó.

—Shuu.

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