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— ¿Hay alguien aquí?
— Holaaaaaaaaaaaa, ¿hay alguien?
Entra con una banderita blaca.
— siento tanto, tanto la demora, pero creo que valió la pena, este capítulo me ha costado y me ha encantado. Espero que lo disfruten.
Sobre todo mi amada Bestie hermosa, mi dulce An y la maravillosa Seph
***
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Dolor.
Las maldiciones y las palizas de mi madre no me prepararon para tal agonía. La infección que recorría cada célula de mi cuerpo es el dolor más grande que pueda recordar. La mordida de un hombre lobo y posterior transformación en uno es lo más horrible que uno pueda imaginar, cada hueso arde, cada órgano se siente estallar, el corazón palpita desenfrenado, los pulmones se contraen, los músculos se desgarran, la piel se rompe. Aun me deja perplejo el como un niño puede superar tal agonía.
***
La animagia es una rama de la transfiguración sumamente compleja, debes pensar en cada cambio para efectuarlo, la intención y la magia son cruciales para ello. Un adolescente que aún está desarrollando su núcleo mágico sin paciencia NO es el mejor candidato para ello.
Después de ese beso abrazador, de mi primer beso con Remus el mundo al fin tomo sentido. Yo nací para besar esos labios, para amar esos ojos.
Yo nací para ser de Remus.
El mundo cambio, mi mundo cambio.
Accedí a ser el perfecto hijo sangre pura al tomar el control de las salas familiares. Sin embargo a pesar de dos años de arduo trabajo, madre aún no estaba satisfecha. La vieja nunca lo estaba.
***
En la navidad de mi sexto año Wallburga Black ofreció una untuosa fiesta en la Mansión Black del centro de Londres para anunciar el compromiso de su primogénito ¬— el ser más guapo, valiente, carismático — Sirius Orión Black con una bruja de linaje impecable.
Cabe resaltar que el primogénito más guapo de la tierra no estaba enterado de su compromiso hasta el momento en que la chimenea ardió con los primeros invitados. Una hora, varias copas de vino y muchos sorbos de whiskey de fuego, después se presentó la esperada prometida con su familia.
Cinco personas se presentaron en el salón. En todos se podía ver el porte, la frialdad y esa aura de superioridad desarrollada desde la infancia en las clases altas, buena educación, cero calor de hogar. Un hombre y cuatro mujeres, todas de una belleza única en sí misma. La madre de cabello claro y mirada aguda, sus hijas, una castaña de mirada ausente, una rubia y delicada como una muñeca de aparador y la mayor, mi prometida, una bruja despampanante, de curvas pronunciadas, cabellos y ojos tan negros como su alma.
Bellatrix Black
Nadie se sorprendió, nadie se disgustó — al menos no lo demostraron — con el hecho de ser parientes cercanos. Los Black ya habían demostrado su locura al casar parientes en el afán de conservar el linaje lo más puro posible.
Es curioso lo que hace la endogamia en el cerebro de la gente. ¿Cómo puede ser que una familia poderosa, con contactos en medio planeta no pueda encontrar personas de otros países para casar a sus vástagos?
Yo definitivamente no pude con ello, el alcohol en mi sangre tampoco.
Yo no veía a una bruja formidable. Yo veía a la niña odiosa que me golpeaba para que le diera mis galletas. La adolecente que me ponía en ridículo. La loca que cortaba las cabezas de los elfos, muertos o no.
No me casaría con ella.
¿Y qué diría Remus?
Pánico
NO, DEFINITIVAMENTE NO
El escándalo que monte es legendario. Imagina el peor insulto, la peor pataleta, la peor grosería que sepas y multiplícala por la fuerza de un dragón cayendo del cielo justo en el salón de tu casa.
Si, así fue.
Grite, maldije, rompí vajilla costosísima y me agarre a puño limpio con mi adorada prometida. El escándalo aún resuena en cada círculo social del mundo mágico.
Wallburga no perdió el aplomo, despidió a los invitados excusando mis acciones, alegando nerviosismo, locura momentánea por el alcohol y simple estupidez adolescente. Un silencio tan ruidoso como la muerte se apodero de la mansión cuando ella se despidió enviando a mi hermano a su habitación y a mí me ordeno tomar una poción contra la resaca inmediatamente.
Por un segundo, uno, creí que tal vez que las cosas estarían bien. Pero años de castigos regresaron a mi mente.
Estaba jodido.
***
Esa noche no pude dormir, ni la siguiente. Regulus estaba aterrorizado y furioso por mi estupidez. Las comidas en el comedor siempre fueron terriblemente incomodas pero ahora eran opresivas.
Además, como podría comer cuando era Kreacher quien cocinaba. Era muy capaz de envenenarme en honor a su ama o simplemente escupir y sinceramente, prefería el veneno.
La noche antes de partir a Hogwarts en la cena Wallburga ordenó al viejo elfo preparar un baño para ella y a nosotros nos envió a la cama. Sentía que iba a enloquecer. Las manos me temblaban, me costaba respirar, hoy sería el día, mi castigo, cualquiera que fuese se me aplicaría el día de hoy. Regulus estaba pálido. La mansión se sentía cada vez más sofocante.
Dos horas más tarde los pies me ardían por caminar una y otra y otra y otra vez por la habitación. Me ardían los ojos. Cuando al fin me senté la puerta se abrió suavemente rebelando en el umbral a Regulus bañado en sangre y la mirada perdida. Tenía un cuchillo en su mano apuntando hacia su corazón. Tras él se encontraba Wallburga Black vestida igual que la noche de la fiesta de compromiso, varita en mano y Kreacher saltando, sus ojos ávidos como un ave de rapiña volando sobre un moribundo.
Rápidamente me puse en pie antes de perder el conocimiento.
Desperté en el salón del árbol Black. Un cuarto con piso de madera y paredes cubiertas por una gruesa alfombra en la que se podía ver los nombres de cada miembro de esta honorable familia.
Wallburga se encontraba sentada en una silla primorosamente adornada con cabezas de elfos y cráneos pequeños, algunos de ellos un poco deformes, con grietas o piezas faltantes. Con un horrible escalofrió supe que eran de bebes, bebes que no cumplían con las exigencias de mi familia; bebía te al parecer mientras mi hermano Regulus lloraba hincado a su lado como un perro.
No podía moverme, no podía hablar.
Un ruido a mi izquierda. No estábamos solos. Bellatrix se encontraba allí sentada en otra silla horrible. Hablaban de los preparativos de la boda.
Cuando terminaron su té ambas posaron sus ojos en mí, lo sentí, no podía verlas, solo tenía ojos para mi pobre hermano, al fijarme mejor tenia cortadas por todo su cuerpo y el piso estaba bañado con sal. Sus ojos perdidos.
Imperius
— Erraste Sirius y pagarás por ello.
— Aprenderás quien tiene el poder en esta familia querido.
Fueron las últimas palabras que oí de ambas.
Esa noche mí piel fue lacerada, mi cuerpo golpeado, fui quemado, todo a manos de mi pequeño hermano, nada me dolió más que aquello, verlas apoderarse de la voluntad de Reg. Ver sus heridas. Y ellas lo sabían. Por eso ellas le golpearon, mientras me golpeaba, le hirieron, mientras me hería.
En la mañana me dejaron ir a mi habitación. Todo el cuerpo me temblaba sin embargo no era de dolor, era el miedo, la angustia. Reg fue liberado frente a mí, sus ojos llenos de terror al ver en sus manos mi sangre sin ver sus heridas.
No dejo de llorar mientras lo ayudaba a bañarse, no hablaba. Solo lloraba.
Me encargue de curarlo, de arreglarlo y empacar lo necesario, tal vez un poco más, para Hogwarts, después de todo el tren partía a las 11 de la estación 9 y ¾.
No volveríamos, nunca.
***
Remus se puso furioso conmigo cuando me negué a contarle lo sucedido. Prefería que me odiara pensando en mí como un tonto idiota, a que me despreciara por ser tan débil. Al final solo dijo que ya se enteraría y todo estuvo bien entre nosotros, a pesar de que me sobresaltaba si me tomaba un poco fuerte o algo me rosaba repentinamente.
Regulus no hablo los siguientes días. Me costó mucho sacarlo de ese mundo de culpa y miedo en el que se había sumergido. Cuando estuvo mejor Reg no considero mi punto, le dijo todo a Remus esperando ser castigado por el joven hombre lobo.
— Ustedes no pondrán un pie en esa casa nunca más. Es una orden. Regulus te entrenaras con Severus en Occlumancia, es muy bueno en ello, podrá ayudarte. — sin una palabra más se fue, no me dio una mirada, nada.
Esa tarde, mientras miraba el vacío desde la torre de astronomía solo podía pensar en cómo demostrar que valía la pena, que era valiente. Cuando vi a Remus cruzar los terrenos, había cada vez menos luz.
No pensé más, solo corrí.
***
El túnel a la casa de los gritos era sucio, pequeño y opresivo. Pero no me había sentido tan vivo en días.
La respuesta a todo estaba al cruzar la trampilla. Espere a que la noche se alzara, la luna aun tardaría un poco.
No lo soporte, la paciencia no es mi mayor virtud, entre por la trampilla y subí buscando a Remus. Lo encontré sentado frente a una ventana, los ojos cerrados, el ceño fruncido como cuando está planeando algo muy gordo, por ultimo pero no menos importante, estaba completamente desnudo.
Lo imite rápidamente.
— ¿Qué haces aquí? — dijo sin mirarme.
— Vine a contemplar las estrellas, ¿Sabías que tienes pecas la columna? parecen un rio que baja por tu espalda. Y a todas estas abra un rio cerca, como que me dio sed.
— Sirius
— pero el agua del rio seguro esta cochina, podríamos…
— ¡Sirius!
— y luego corretear conejos…
— ¡SIRIUS YA BASTA! Te hice una pregunta. Responde ahora mismo. — se me encogió el alma.
— Vine por ti. Quiero que veas que no soy débil, ya no quiero ser débil, quiero proteger a Reg y estar contigo, solo quiero eso, nada más. Puedo quedarme aquí si quieres, que nadie me vea. Pero Reg. Por favor… por favor — no se en que momento empecé a llorar, ni cuando Remus me puso en su regazo.
Me fue imposible no recordar nuestro primer encuentro.
Remus me mordió cuando se empezó a transformar. No estaba preparado para tal agonía, sin embargo al transformarme completamente, Remus me reclamo, ahora yo era fuerte, yo era una creatura, yo era suyo.
***
Bestiecillas de mi alma, que tal quedaron después de 1696 palabras?
Espero las disfrutaran
Beso
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