26
16 de noviembre
Jaeden y Mia caminaban por las calles de Dallas mientras comían un helado, en estos últimos meses ambos habían pasado demasiado tiempo juntos, y hasta podría decirse que eran buenos amigos.
—¿Y que harás en vacaciones?—pregunto Jaeden a la rubia
—no lo sé, quieren salir de la ciudad aun no hay un destino seguro, pero probablemente sea a California—contesto Mia terminándose su helado—¿Y tú?
—no lo sé, con eso de que mi hermana se metió en quien sabe dónde, no creo que salgamos de aquí—Jaeden alzo los hombros—añadiendo que mi madre no me dice exactamente donde esta, solo que está bien y que era algo que ella necesitaba
—te entiendo, perder a alguien que amas demasiado de un día a otro—dijo Mia—pero al menos sabes que esta segura y muy pronto la veras otra vez
Ambos pasaron a un lado de un puesto de periódicos y Jaeden se detuvo haciendo que Mia también lo hiciera.
—¿Podríamos esperar un poco? Mi madre es fan de estas revistas de cocina y me pidió que comprara el numero que le faltaba si encontraba un puesto—comento Jaeden y eso hizo sonreír a Mia
—quien soy yo para detener a una madre con la repostería—contesto haciendo que Jaeden también sonriera
Por lo mientras Mia tomo uno de los periódicos que había enfrente para echarle un vistazo, ya que ahora todo estaba enfocado al presidente Kennedy y su visita en unos días aquí en Dallas, pero al llegar a la sección de avisos, sintió como si le faltara el aire.
—Diego—susurro ella mientras pasaba su dedo por la foto de uno de sus hermanos, tenia que saber que hacia una foto de él en un periódico de 1963—Jaeden tengo que irme
—¿Todo esta bien?—pregunto el chico preocupado al ver a Mia pálida
—si, solo que recordé algo que tengo que hacer, te llamo después—Mia salió corriendo en dirección a su casa
Jaeden no entendía que pasaba con Mia, tal vez se sintió mal o algo por el estilo, así que decidió no tomarle importancia e ir de regreso a su casa.
Cuando Mia llego a la suya, subió rápidamente a su cuarto cerrando la puerta con seguro para que nadie la interrumpiera.
—¿Qué pasa?—Pan salió de su chaqueta—parecía que tenias cohetes en los pies
—encontré esto en uno de los periódicos—Mia lo extendió y lo paso a la página donde había visto la foto
Tanto Pan como ella no creían aun lo que había en ese periódico, era una foto de Diego, pero no lucia como la ultima vez que lo vieron, ahora tenia el cabello más largo al igual que su barba.
—¿Cómo es posible que él este aquí?—dijo Mia leyendo el artículo que decía que se habían escapado 25 personas de un hospital psiquiátrico, entre ellos estaba Diego—¿Cómo es que Diego termino en ese lugar?
—esto es extraño, demasiado extraño—dijo Pan asombrado
—tenemos que encontrarlo Pan, y saber como llego aquí—comento Mia—después de diez meses, tal vez podamos regresar con la familia
—pero no sabemos donde esta, escapo ayer, podría estar en cualquier lado o incluso ya este en camino a otro estado—Pan tenía razón, no sería nada fácil encontrar a Diego
—empecemos por algo sencillo, ir a la policía a buscarlo, quizá y este ahí—Mia se levanto dispuesta a ir a la estación de policía a buscar a su hermano
Ambos salieron de la casa para ir lo más rápido posible a la estación, cuando llego, vio a un oficial en la recepción así que trato de verse tierna y adorable para que no hubiera problemas.
—disculpe oficial—Mia llamo la atención del policía—¿Podría decirme si llegaron a traer a este hombre aquí?—saco la foto de Diego del periódico y se la enseño
—no, no hay nadie con esa descripción aquí—comento el hombre y Mia agradeció para salir de la estación—¿Y ahora que hacemos Pan? No se dónde más podemos buscarlo
—el profeta esta aquí, listo para purificarnos y brindarnos su sabiduría—un hombre extraño empezó a dar una especie de discurso o algo similar
Mia volteo a ver al hombre, pero al ver lo que traía en sus manos, la chica se acercó a él.
—disculpe ¿Dónde consiguió eso?—señalo sus manos
—todos los hijos del profeta tienen uno—el hombre estiro las manos para enseñarle mejor—es nuestro sello
—¿El profeta?—contesto la rubia confundida—¿Cómo se llama su profeta? Klaus—dijo a manera de broma, ya que Klaus era quien tenia los tatuajes así en su mano
—exacto, Klaus el profeta—contesto con emoción—¿Tú también lo conoces?
Y en eso la sonrisa de Mia se desvaneció por completo, ¿Klaus también estaba aquí? Eso ya era demasiada coincidencia, ¿Acaso habría la posibilidad de que todos sus hermanos estén en el mismo lugar que ella?
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