Especial 7: Salta, conejito, salta
[JungKook]
Vergüenza. Era la palabra perfecta para describir como me sentía en éste mismo instante, las manos me sudaban, mis mejillas estaban teñidas de un rojo vivo y mi pie izquierdo no dejaba de dar golpecitos en el suelo por los nervios que cargaba. Jimin, por su parte, parecía de lo más tranquilo, sus mejillas seguían igual de regordetas pero nada tintadas, sus manos seguían suaves y secas e incluso sus pies estaban quietos. Además, cargaba una sonrisa estúpida en el rostro desde que dejamos a Rollie en mi casa.
No había que ser muy inteligente para saber cuál era la respuesta de semejante sonrisa, o el porqué se encontraba tan tranquilo y en las nubes, sabía que una vez terminara de pagar al recepcionista, no tendría marcha atrás, entraríamos en la habitación rendada y ahí jugaríamos a su juego favorito, porque sí, sabía que dentro de esa bolsa color azul que llevaba en su mano había algo de lo que muy pronto me sentiría aún peor que ahora.
Tampoco hay que engañar, no estaba yendo obligado ni nada por el estilo, tan sólo me avergonzaba ir a un hotel donde las miradas de la gente querían saber más de la cuenta. También temía que alguien pudiera vernos y luego correr la voz hasta que alguno de nuestros padres se enterara. Si algo así sucediera, comenzaría a cavar mi propia tumba.
— Aquí tienen, que la disfruten.
— Gracias —agarró la llave de la habitación y luego mi mano para dirigirnos hasta el ascensor. Una pareja que iba antes que nosotros seguían esperando el dichoso ascensor que por lo visto iba a una velocidad de 2km/h. La chica se quedó mirando primero a Jimin, pero éste la ignoró por completo, aún seguía en su mundo, luego corrió la mirada hacia mí y nuestros ojos se encontraron. La chica rió tímida y yo tuve que esconderme en el costado contrario a Jimin para no tener que salir corriendo de la vergüenza.
Una vez dimos con el número de la habitación, corrí hasta ella arrebatándole las llaves a Jimin y entrando lo más rápido posible.
— ¿Kookie?
— ¡¿Has visto cómo nos miraba esa chica?!
— ¿Qué chica?
— ¡La que ha subido con nosotros! —alzó una ceja y luego se encogió de hombros como si nada; no le importaba y no se había dado ni cuenta, por lo que no tenía sentido seguir con eso— ¿Qué llevas en esa bolsa azul? —rió dejándola sobre la cama y comenzando a sacarse la ropa.
— Me daré una ducha primero —asentí sentándome enfrente de un escritorio que había, allí saqué mi portátil de la mochila y lo encendí—. Viciado, ¿no puedes dejar de jugar incluso en un día especial como hoy?
— ¿Qué celebramos? —pregunté con un tono algo bromista.
— Idiota... ¡Puedes jugar, pero cuando salga lo quiero apagado!
— Sí, mi general —bufó y terminó por meterse en el baño.
El tiempo que estuvo dentro lo aproveché en jugar una partida online que me salió de lujo, tuve una puntuación bastante alta y quedé más que satisfecho. Jimin salió del baño con una toalla rodeada en su cintura y una más pequeña con la cual secaba su pelo, se acercó hasta mi posición y vio lo que estaba haciendo ahora. Tan sólo jugaba con la cámara del portátil, ya que no podía meterme en otra partida porque tendría que abandonarla en cuanto saliera él. Grabé algunos vídeos y tonterías que hicimos, tenía pensado guardarlos y quizás hacer algunos edits para molestar a Jimin luego.
— Ve a ducharte, Kookie.
— ¡Señor, sí, señor! —hice un saludo militar y antes de que consiguiera golpearme, lo esquivé y me metí al baño a toda prisa.
[...]
Media hora pasó desde que salí del baño y desde que me quedé mirando fijamente el interior de la misteriosa bolsa azul. No podía creer lo que había dentro. Por supuesto que recordaba haber dicho que sí a este tipo de... ¿disfraz?, no, no podría llamarlo disfraz, ya que sólo eran piezas de ropa. En cualquier caso, no esperé que de verdad fuera a comprar esto y que me estuviera presionando para que me lo pusiera.
Era vergonzoso...
Definitivamente hoy era el día de la vergüenza. O quizás sólo estaba yo sufriéndola.
— A ver, sólo son unas orejas de conejo —sacó una diadema con unas largas y negras orejas de conejo—, también una correa del mismo color, ya sabes, para ir a juego —mi rostro se arrugó aún más al ver lo que supuestamente deberá ir en el cuello, y continuó—. Unas medias. Las escogí negras porque hacía juego también y porque se verían demasiado bien con el contraste de tu piel. Y..., nada más. Tampoco es tanto, ¿no crees?
— ¿Y esto? —saqué un bote de color verde que ponía: lubricante con sabor a kiwi— ¿Kiwi?
— ¿No te gusta?
— Oye..., vale, el lubricante es genial..., pero todo esto... —me quejé recogiéndolo todo y echándolo a un lado; un lado muy lejos de mí.
— Esto —lo volvió a traer hacia mí—. Es para ti, para que te lo pongas. Así que entra al baño y no salgas hasta que lleves todo puesto —besó mi frente y me levantó para arrastrarme hasta el baño, me empujó dentro y cerró la puerta.
Pasaron algunos minutos, no sé si unos cinco o diez, pero me decanté por la segunda opción ya que Jimin comenzó a desquiciarse y a no parar de llamar para que saliera de una vez. ¿Que si tenía la ropa puesta?, ¡claro que la tenía!, y por eso mismo me negaba a salir. Las oscuras y largas orejas estaban sobre mi cabeza, viéndome estúpidamente como un conejo en el reflejo del espejo, las medias eran más largas de lo que imaginé, pues éstas me llegaban sobre las rodillas, la correa me negué a ponérmela, ya me sentía lo bastante humillado como para tener eso en el cuello y parecer, no un conejo, sino un perro que está a punto de salir a la calle de paseo. Y con respecto a lo que cubría mi cuerpo, sólo era una camiseta negra ancha que, prácticamente, me obligó a traerla.
Si hubiera sabido el porqué, jamás la habría traído.
— Koooookie... —su voz sonaba cada vez más cansada y aburrida, y bueno, supongo que tenía motivos, pero yo también tenía los míos para permanecer tanto tiempo dentro del baño. La mente no es fácil de convencer y la mía, de hecho, era de las más complicadas— Por favor, ¿podrías salir de una vez...?
— Me veo... ridículo.
— Eso es imposible, Kookie. Además, sólo te veré yo, nadie más. ¿Acaso no confías en mí?
— Eso es lo que me preocupa... Confíar tanto en ti —suspiré abatido—. Está bien, pero aléjate de la puerta —oí sus pasos alejarse y giré el pomo aún dudoso. Primero saqué la cabeza y vi a Jimin sentado en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, inmediatamente sonrió y un poco tardé me di cuenta que fue por las malditas orejas.
— Al fin el conejo sale de su madriguera.
— ¡Basta o el conejo volverá a meterse!
— Así que aceptas que eres un lindo conejito.
— ¡No lo soy!
— Al menos sí aceptas que eres lindo —rió y lo único que hice fue gruñir, si decía algo más el juego jamás terminaría—. ¿Qué tal si me muestras el resto?
— Que remedio... —solté todo el aire de mis pulmones y terminé por abrir la puerta. Salí despacio y tímido con ambas manos tirando de la comisura de la camiseta hacia abajo.
— Wow... —Jimin quedó completamente de piedra con sus ojos abiertos de par en par y recorriéndome de abajo arriba con la mirada. Sentía mi cabeza explotar de la vergüenza— Estás... para comerte —fruncí el ceño desconcertado—. Ven aquí, conejito, hoy me apetece comer conejo.
— Que humillación —musité dando los primeros pasos hasta la cama, pero su voz me detuvo.
— ¡Eh, no! Debes venir dando saltos, ¿qué eres un conejo o una persona? —aquello fue lo que colmó el vaso, por lo que ni fui saltando ni tampoco caminando, sino dando un par de zancadas para acabar sobre su cuerpo y ahogar su cabeza bajo una de las almohadas que había— ¡¡Hmm, hm-hm..., ok, ok!! ¡¡Vale, vale, hm-hmm, para!! —retiré la almohada y me quedé sentado sobre Jimin con el ceño aún fruncido.
— ¿Por qué eres tan violento? Los conej-
— ¡Vuelve a decir algo de los conejos y te juro que me quito todo esto!
— Ok, eso no —volvió a quedar sentado y dejó posadas sus manos sobre mis muslos—. Sólo es un juego, para divertirnos. Sé perfectamente que no eres un conejo. Eres Jeon JungKook, mi novio, y te amo tanto que ni en una vida podrías llegar a saber cuánto.
— Jimin... —¿cómo podría enfadarme con él? Sí, era un gran bromista y le encantaba sacarme de mis casillas pero..., pero aún así, era la persona que amo y la cual le permitiría hasta..., bueno, hasta vestirme de conejo.
— ¿Puedo besarte o me vas a volver a ahogar con la almohada? —negué acortando la distancia e iniciando un dulce beso lleno de caricias y sentimientos puros. Era algo así como decir un te amo, pero con un sello de labios—. ¿Dónde dejaste la correa?
— Creo que en el baño —sonrió de medio lado y con una simple mirada me mandó a ir a por ella—. Te ves muy sexy con esa simple camiseta, hasta se te ve un poco el trasero. No me había dado cuenta de que no llevabas nada debajo —bajé con mis manos la camiseta y me apresuré para coger la correa.
— Aquí tienes.
— Ven, siéntate de nuevo —hice el amago de sentarme sobre el colchón—. En mis piernas, como antes —sin decir nada, me subí nuevamente sobre él y quedé como antes; sobre sus piernas y... su entrepierna—. Ahora voy a ponerte esto —rodeó mi cuello con la correa y la abrochó, tirando un poco de la cuerda para acercarme a su rostro—. Esto me pone demasiado —susurró en mi oreja y me encogí en el sitio.
Pronto nuestras bocas volvieron a juntarse, pero esta vez para dar un mensaje un poco diferente al anterior, algo más lujurioso y más apasionado, pero con el mismo trasfondo y sentimientos.
Mis piernas eran recorridas sin parar por las pequeñas manos de Jimin, su tacto y caricia me ponían los vellos de puntas. Le gustaba jugar con el extremo de las medias, bajándolas un poco y tirando de ellas para soltarlas y darme con el elástico. Cada vez que lo hacía pegaba un brinco en su regazo que provocaba que un gemido saliera de su boca al dar justo en su erecto miembro. Podía notar lo apretado que estaba bajo esa toalla, así que me encargué de ayudarlo a liberarse, tirando de un extremo y deshaciéndome de ella por algún costado de cama.
— ¿Vas a saltar para mí, lindo conejito? —susurró sobre nuestros labios cuando descansábamos entre besos y besos, yo simplemente asentí dejado llevar por la excitación y la morbosidad del juego.
Supongo que poco a poco le vi el lado bueno y divertido.
Comencé a refregarme contra su miembro y sus manos quedaron en mi cintura para ayudarme con la labor, incluso cumplió con mi petición de retirar la camiseta por mí. Hoy sentía que yo llevaba el ritmo, y eso, de alguna forma, no me disgustaba. Hasta entonces fue él quien llevó las riendas y el ritmo, ahora era mi turno.
— E-espera —Jimin se detuvo ante mi pequeña orden, dejó de lamer mis pezones y se quedó mirándome fijamente esperando lo que fuera a hacer o pedir. Cogí el bote de lubricante y se lo dejé en la mano, luego me giré y quedé de espaldas hacia él—. ¿M-me... lubricas?
— Pellízcame y dime que esto no es un sueño. ¿Quién eres y qué hiciste con mi novio?
— ¡Está bien, no lo hagas! —rojo hasta las orejas, medio giré mi cuerpo y le arrebaté el lubricante, tirándolo a los pies de la cama. Ante mi infantil gesto, Jimin me dio una nalgada que no tuve en cuenta y me cogió completamente desprevenido, soltando un fuerte grito.
— ¡¿Quién dijo que no lo haría?! —Jimin se incorporó quedando de rodillas y alcanzó el lubricante, luego empujó mi espalda hacia abajo y me dejó en cuatro— Pórtate bien.
— ¿Cuándo me he portado mal?
— Ahora mismo, por ejemplo.
— ¡A eso no se le llama portars-..., au! ¡Deja de darme cachetadas!
— Es que mi mano queda perfectamente impresa en tu piel —sonrió y luego mordió una de mis nalgas—. Relájate —con aquellas palabras no me quedó más remedio que suspirar y permanecer en esa posición hasta sentir un dedo resbaloso entrar en mi orificio.
— Qu-que bien huele eso.
— ¿Sí? ¿Te gustaría probarlo? —negué sin moverme y dejé que continuara metiendo y sacando sus dedos para dilatarme lo máximo posible. De un momento a otro, cuando sus dedos llegaban a lo más profundo posible, mis gemidos eran imposibles de acallar; lo estaba disfrutando, por eso, cuando se detuvo y la sensación de estar lleno cesó, me quejé girando mi cabeza.
— No te detengas.
— ¿No creerás que te divertirás tú solo, no? —dio un tirón a la cuerda enganchada a la correa de mi cuello y me tiró hacia atrás, golpeando mi espalda contra su pecho.
— ¡No seas bruto! ¡Eso duele!
— Lo sieeeento —de nuevo esa vocesita tan irritante y burlona—. Ven aquí, conejito, ya es hora de saltar.
— ¿De verdad... quieres que salte? —Jimin asintió con la lujuria pintada en sus pupilas, nadie, ni siquiera la persona más autoritaria de La Tierra, haría que se detuviera. Jimin quería a un pseudo conejo llamado JungKook brincar entre sus piernas y no pararía hasta conseguirlo.
¿Quién era yo para negarle su fantasía?
— En realidad te pone, también. A mí no me engañas —comentó mientras yo me posicionaba sobre sus piernas, con mis rodillas a sus costados y nuestros miembros pegados. No contesté, igual era peor si le decía algo, porque, aunque lo estaba disfrutando, era demasiado orgullo para admitirlo.
Me levanté un poco para que él agarrara su miembro y lo posicionara justo en mi agujero. Poco a poco fui bajando y llenándome de su grosor, para nada igual que sus dedos. Al estar sentado nuevamente, sentí toda su extensión en mi interior, era la primera vez que se sentía tan lleno, pues todo mi peso empujaba hacia abajo y no dejaba ni un solo milímetro fuera. Acostumbrarme fue rápido, con ello no sólo ayudó el lubricante, sino lo excitado que estaba, y a pesar de la vergüenza que me producía brincar sobre él, no dudé en hacerlo cuando me sentí completamente preparado.
— Así, Kookie, así...
Salté sobre su regazo con mis manos apoyadas en sus hombros y las suyas en mis caderas, guiando mis saltos. La sensación de empujar hacia abajo y golpear hasta encontrar mi propio punto dulce era algo que nunca pensé que disfrutaría tanto. Y no fui el único que lo hizo, Jimin se vino primero sin soportar más presión y se liberó dentro de mí, ayudando a mi corrida cuando sentí su esencia caliente en mi interior. Un fuerte grito acompañó cuando me vine en su abdomen y Jimin ayudó a vaciarme con algunas masturbaciones, dejándome sin una gota que poder liberar.
— ¡Ahh, Jimin! Jimin... Jimin... Jimin... Jiminie... —susurré una tras otra su nombre mientras el orgasmo se iba apagando y mi cuerpo iba perdiendo fuerza y me quedaba sobre su pecho y mi cabeza enterrada en su cuello.
— Has estado increíble, Kookie —dijo cerca de mi oído y no pude evitar sonreír.
— ¿Aún... aún puedo probar el kiwi? —pregunté cerca de su rostro y vi sus ojos perdidos en los míos, terminando por regalarme una dulce sonrisa y asentir ante mi pregunta.
Me deslicé hacia atrás saliendo de él y acerqué mi boca a su miembro aún empapado con su semen y el lubricante, sin pensarlo lo metí a la boca y chupé hasta dejarlo limpio y sin rastro de nada.
— Estaba bueno —sonreí mostrando mis dientes de conejo y Jimin sin dudarlo me atrajo con un leve tirón de la cuerda y juntó nuestros labios.
— ¿Vamos por una segunda ronda? —sonreí acomodando mis orejas y asintiendo con ánimo ante él.
— ¡Vamos!
--------------------------------------------
Bueno venga, casi 3000 palabras xDDDD El especial más largo de la historia(?) ¡Y mira que sigo diciéndome: "no hagas los especiales tan largos, sólo son especiales, la gente se va a aburrir..." Pues nada xD
¿Qué tal este especial? Muy morboso creo yo jajaja, ¿os gustó al Kookencio de conejito? jijiji.
Ya sólo queda uno, el NamJin, el cual va a ser el único que tenga un poco de historia después del final :3 Pronto lo subiré, muchas gracias por leerme y muchos besitos para todos/as <333
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro