Especial 3: Temperatura alta
[JungKook]
— JungKook, ¿has visto mi corbata? —terminé por abotonar el último botón de mi camisa blanca y eché un rápido vistazo por la habitación.
— Quizás está en ese montón de ropa.
— Ya he mirado. —soltó un sonoro suspiro.
— Relájate. —dije acercándome a él y acomodando el cuello de su camisa mientras que sus ojos no dejaban de viajar por cada rincón de la habitación—. Sin corbata estás bien. Estás guapo de todas las formas.
— ¿Hasta con un saco de patatas? —sonrió de medio lado olvidando la dichosa corbata y centrándose en mí.
— Hasta con un saco de patatas. —sonreímos a la par y lo besé antes de apartarme para recoger mis cosas y guardarlas en los bolsillos del pantalón. Lo vi dar un último vistazo y rendido decidió guardar sus cosas para salir, cuando abrió la puerta para salir corrí hasta el baño para echarme un poco de perfume y al salir vi la maldita corbata bajo la cama— Vaya. —reí y la alcé ante él; bufó y reí por segunda vez al notar sus ganas de coger la corbata y tirarla por la ventana.
Habíamos pasado un día muy divertido en las piscinas, jugamos a muchos juegos, nos hicimos muchas fotos y vídeos e incluso conseguimos tener un poco de intimidad, bueno, con YoonGi hyung por allí, pero como si no estuviera.
Al recogernos todos, Jimin y yo decidimos salir a cenar a un restaurante que nos recomendó Jin que estaba a buen precio y la carne que ponían era de buena calidad, así que nos duchamos, arreglamos y fuimos a cenar.
Se podría decir que el día estaba quedando más que perfecto y, para completarlo, al volver al hotel fuimos a una terraza cubierta en la que había una sauna y un jacuzzi. Para nuestra suerte no había nadie, y siendo el primero en entrar al baño para cambiarme, salí con la misma ropa que había usado en las piscinas.
— Kookie... —noté como contuvo una carcajada—. Por favor, quítate eso.
— ¿Cómo quieres que me bañe?
— ¿Con el bañador sólo? —dijo resaltando lo evidente—. Va, venga. —se acercó y me ayudó a quitar la ropa, o al menos la superior, en cuanto noté sus ojos más pendiente de mí que en su labor, lo empujé y me tapé con un albornoz blanco, me dejé los bóxer debajo y me acerqué al jacuzzi para tocar el agua.
— Nunca me he bañado en un jacuzzi. —dije con la emoción clavada en mi voz y, mordiendo mi labio por la sensación de la alta temperatura, fui metiéndome.
— Hazme hueco. —me giré para ver a Jimin salir sólo con los bóxer y entrar despacio en el agua—. Está calentita, eh. —asentí con mis mejillas ya rojas por el calor... o eso creía ya que tenía mis dudas. Jimin se veía incluso más caliente que el agua, su acercamiento, a pesar de que había espacio de sobra, me ponía nervioso y podía leer en sus ojos la clara intención.
— J-Jimin, aquí no. —musité mirando en todas direcciones. Jimin, quien me ignoró, dejó posada una mano en el saliente del jacuzzi y se acercó de rodillas.
— Sólo quiero besarte. —no podría decir si me hubo o no convencido pues no tardó ni dos segundos en cumplir su propio deseo.
Y para qué engañar, el mío también.
Nuestros labios estaban calientes, nuestras salivas se mezclaban con el agua y los chasquidos de ambas lenguas eran ahogados por el ruido de las burbujas. Mis manos acabaron en su nuca y eso hizo que nuestros labios quedaran más apresados entre ellos, su lengua jugaba con la mía provocando algunas sonrisas divertidas, así como me castigaba con sus dientes cuando no podía besarme bien por estar riendo por lo bajo.
Pero el pequeño ataque de risa fue cortado cuando una de sus manos viajó bajo mi albornoz y acarició mis muslos, subiendo poco a poco y peligrosamente a mi entrepierna.
— Aquí no... —volví a advertir y él rodó sus ojos, pero no sacó la mano.
— Kookie, no hay nadie. Es tarde y todos deben de estar durmiendo, relájate, ¿vale? —besó mi frente y me sonrió con dulzura, y como no, caí.
Me quedé observando su perfecto rostro adornado por una bella sonrisa mientras que su mano izquierda jugueteaba bajo mi albornoz. Era curioso porque, y puede que hasta gracioso, su cara podía pasar de ser dulce a la lujuria plasmada en un rostro. La sonrisa en sus labios se curvó más de la cuenta, más por una comisura que la otra, sus dientes mordían con desespero su labio inferior y sus ojos, rasgados e intensos, me absorbieron el alma por completo.
— ¡Ahh! —gemí al tener su mano apresando mi miembro sobre la tela del bóxer, comenzó a hacer movimientos de arriba abajo y a apretar con más fervor. Sentí deshacerme y disolverme con el propio agua, cerré con fuerza mis ojos y me dejé llevar por el estímulo.
— Me tienes tan caliente, Kookie. —susurró pero no abrí mis ojos, estaba demasiado concentrado en el movimiento de su mano y en lo que provocaba en mí. Lo noté moverse un poco pero su mano seguía en el mismo lugar y posición así que no le eché demasiada cuenta, pero cuando noté un destello bajo mis párpados, abrí mis ojos alarmado, viendo a Jimin con el móvil en la mano y sonriendo divertido.
— ¡¿Qué haces?!
— Sólo es una foto.
— Per-... —me besó interrumpiendo mis palabras.
— Hagámoslo aquí.
— ¡¿Qué, estás loco?! —negó divertido desatando el nudo de mi albornoz y tirándolo fuera bajo mis quejas, agarró la comisura de mi ropa interior y tiró un poco—. Jimin...
— Shh. —siseó sobre mis labios y acabó por bajar un poco mi bóxer, lo suficiente para que su mano entrara libremente y con comodidad—. Estás muy duro. —rio y escondí mi rostro en su hombro, descansando mis manos sobre su espalda.
El ambiente estaba pasando de caliente a hirviendo y tanto mi cuerpo como el suyo ya no resistían más. Necesitaba algo más que su mano estimulándome y mis manos acariciando su cuerpo y a veces acabando en su entrepierna. La misma pregunta fue formulada, Jimin estaba más que decidido a tener relaciones en medio del jacuzzi sin importar qué, pero si no había dado un paso más era claramente por mí y para qué mentir, no me sentía nada cómodo haciéndolo aquí, así que le rogué para que fuéramos a la habitación.
Mi albornoz estaba empapado así que Jimin me dio el suyo y él fue con ropa interior y una camiseta puesta. Di gracias por no encontrarnos a nadie por el camino y nada más llegar a la habitación, corrió al baño para secarse un poco.
— ¿Listo? —me sorprendió cuando salió completamente desnudo. Nada ocultaba su anatomía y me preocupé por si mi boca quedó demasiado tiempo abierta y la baba corriera por la comisura de mis labios. Simplemente asentí y me deshice del albornoz, quedando con el bóxer aún húmedo—. Ven, acércate.
Se había subido a la cama de rodillas, quedando justo en la orilla de mi lado, me acerqué y bajó mi bóxer del todo, quedando sin nada ocultando mi cuerpo. Sus dedos se enredaron por mi cabello mojado y acercó mi rostro al suyo para comenzar un fogoso beso.
— Eres tan sexy. —me susurró al oído y tiró de mí para que quedara junto a él en la cama, me tumbé por mí mismo y se subió encima para continuar con nuestro beso—. Eres tan adorable. —mordió uno de mis labios tirando hacia él y gemí—. Tan comestible.
— Y tú muy impulsivo. —comenté entre besos, Jimin se me quedó mirando algo perplejo, quizás pensando si mi comentario fue con buena intensión o no—. ¿Por qué te detienes? Te necesito. —una sonrisa adornó su rostro y sus dudas desaparecieron por completo. Tanto sus manos como las mías recorrieron el cuerpo del otro con caricias suaves y otras intensas cuando nuestras pelvis se rozaban o mordíamos en algún punto sensible.
— Quiero que esta vez lleves el ritmo, Kookie. No quiero volver a hacerte daño.
— Jimin..., deja de sentirte mal por eso, estuvo bien, me gustó.
— Pero podría haber sido mejor, ¿no? —me mantuve en silencio y negué restando importancia. Sí, en mi primera vez había sido algo rudo, pero estaba más que desesperado y aunque no pensó demasiado en el cuidado, no podía echarle nada en cara porque estuvo y sigue tan arrepentido como el mismo día que lo hicimos.
— Tan sólo hazme sentir bien y olvídate de esa vez, ¿sí? —la yema de sus dedos acariciaron mi mejilla y asintió con lentitud sin despegar sus ojos de mí.
Nuestros cuerpos volvieron a hacer fricción y se encendieron en una viva llama. Rodamos por petición mía, escalé su cuerpo de abajo hacia arriba, besando y acariciando allá donde tocaba, hasta yo mismo me sorprendí de mis actos, los cuales eran guiados por el deseo, la excitación y, por supuesto, el cariño. La piel blanca de su piel se tornó roja a medida que mis labios y dientes marcaban su piel, sus manos estaban en mis glúteos, las cuales apresaban mi carne cada vez que un gemido escapada de su boca.
— ¿Lo hago bien? —pregunté divertido al detenerme y verlo directamente a los ojos.
— Perfecto, cielo. —me besó y pegó más su cuerpo al mío. Una de sus manos se enfriaba por la humedad de mi cabello mientras que la otra creaba un camino hacia abajo; erizando mi piel allí por donde tocaba, la dejó sobre una de mis nalgas y pegó más nuestras erecciones—. Más que perfecto. —musitó sobre mi oreja y me encogí ante su tenue tono de voz. La mano sobre mi nalga acabó entre las dos, abriéndose paso con su dedo índice. Jugó y acarició la superficie de mi orificio sin prisas, tentándome y siendo delicado, tal y como había dicho.
— Hazlo, Jimin. —supliqué sobre sus labios, agarrando el inferior en un desespero por aceptar mi invitación.
— Hacer qué.
— Y-ya sabes.
— No, no lo sé. ¿Me dices, por favor? —la picardía y rebeldía bailaban en sus ojos, los cuales no dejaban de recorrer cada gesto de mi rostro en busca de alguna debilidad.
— Meterlo... —solté un sonoro gemido cuando metió la punta del dedo.
— ¿Qué debo meter, y dónde? —gruñí, ya me estaba hartando su juego pues ni el puchero más suplicante le hizo doblegarse, se mantuvo ante su idea de escucharme suplicarle desesperadamente.
— Tu dedo... dentro de mí. —la leve sonrisa, que no se hubo borrado en ningún momento, se pronunció más y besó mi nariz—. ¿Por favor?
— Claro que sí, Kookie. —su índice se fue abriendo paso dentro de mí, siendo delicado y lento en el proceso. Era como una mezcla de molestia con un leve toque de placer que fue agravándose y la molestia convirtiéndose en dolor.
— Mete otro. —el segundo no se hizo esperar, acompañando al otro en los movimientos verticales—. O-otro.
Siéndole un poco más incómodo meter tres dedo en esa posición, los casó y me tumbó abriendo mis piernas, al meterlos nuevamente reanudó sus movimientos y con la mano libre estimuló mis testículos.
— ¿Algún día te veré con orejitas de conejo? —preguntó para desestabilizarme un poco, pero apenas le eché cuenta y eso hizo que sacara sus dedos y dejara de trabajar en mis testículos y miembro—. Conejito malo que no quiere cumplirme esa fantasía. —besó mis labios de forma ruda, mordiendo incluso mi lengua.
— ¡Au! —rio por lo bajo y abrió más mis piernas—. ¿Listo?
— Sí. —me aferré a las sábanas y sentí la cabeza de su miembro entrar. Mi rostro se arrugó en todo el proceso así como ahogué mis gemidos de dolor.
— Tú mandas. —asentí soltando todo el aire retenido en mis pulmones y me dejé acostumbrar a su longitud y grosor. Pasaron algunos minutos, quizás dos o tres, pero no más para que le diera permiso a moverse—. Y-ya puedes, pero despacio.
Sus dedos pellizcaron mis pezones para aliviar sus movimientos que un principio fueron lentos y delicados cambiando a unos un poco más rápidos pero sin perder la esencia de la delicadeza. Definitivamente no se comparaba con la primera vez.
La habitación pronto se ahogó entre gemidos y el sonido de nuestros muslos chocar, sus movimientos ahora eran fuertes y profundos, tocando ese punto que me hacía enloquecer de placer. Me masturbaba para avivar esa exquisita sensación mientras Jimin golpeaba en mi interior y besaba mis labios y piel.
— M-me vengo. —le avisé cuando sentí ese cosquilleo subir por mi miembro, soltándolo todo entre mi mano y su abdomen. Jimin continuó sus embestidas un poco más y terminó viniéndose en mi interior, un último beso sobre mis labios acabó con todo y se dejó caer a mi lado.
— Uff. —secó el sudor de su frente y nos miramos de costado—. ¿Cumplí con mi palabra?
— Lo hiciste. —le sonreí y besé su mejilla abrazándolo, él jugaba con mi pelo aún mojado mientras observaba el techo.
— JungKook.
— ¿Hmm?
— Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. —al levantar mi cabeza, la cual descansaba en uno de sus hombros, y cruzar miradas, sentí la seriedad de sus palabras, lo cual hizo que mi corazón diera un vuelco.
— Te amo, Jiminie, para mí también eres lo mejor. Gracias por no desistir conmigo cuando fui un idiota. —su dedo índice golpeó suavemente mi frente y ambos reímos.
— Yo también te amo, Kookie.
Y casi lo ahogué entre mis brazos, pero la culpa solo era suya; por hacerme sentir tan único y amado a la misma vez.
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