Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5. Agrega tus intereses

Dos semanas habían pasado desde que comenzaron las clases y tuve que aguantarme a Bautista como ayudante alumno... El peor ayudante alumno que una cátedra podría haber tenido. Susana aprobó la equivalencia entre el programa de la Universidad Nacional de Buenos Aires y el nuestro. Pero cuando lo leímos detenidamente entre tres, nos dimos cuenta que el objetivo de aquella materia podía ser medianamente similar al nuestro, pero la ruta que había trazado su titular estaba lejos de parecerse al que había diseñado René.

—Lo vi muy completo, creí que le iría bien —se justificó Susana antes de salir del aula para fumar un cigarrillo. Estaba seguro que se daba cuenta de su error, pero antes de que ella lo reconociera, se extinguiría la raza humana.

—Te dije que no lo aceptaras. —Le eché la culpa al Bruno, quien indignado se alejó de nosotros para ir a tomar algunos apuntes en el pizarrón sobre Collen y el concepto de teoría.

—Bueno, bueno, ya está, no sean tan malos con él —nos pidió René cerrando la carpeta de Bautista.

—Pero encima todos le van a preguntar a él —me quejé cruzándome de brazos, creo que hasta hice un pequeño pucherito con mis labios.

—Es que aprovechan de tirarle los perros —respondió otro de nuestros ayudantes alumnos, Enzo. Aunque a diferencia de Bautista, era él mejor de todos, y eso que también cursaba el tercer año de la carrera.

—Viste cómo son, solo les importan los cara bonita. —Lo codeé y él se rió algo nervioso. ¿Le incomodaba?

A veces me preguntaba si él no sería mi señor misterioso, pero me parecía muy joven para conocer todos los programas y bandas de principios de los 2000 que a veces mencionábamos al azar en nuestras conversaciones de madrugada. Sin embargo, no iba a negar que tenía cierto interés en él; me parecía un muchacho muy centrado, de un atractivo natural y de unos gustos muy parecidos a los míos. Era con quien mejor me llevaba de los nuevos integrantes de la cátedra.

Al rato llegó Bautista con una cajita blanca entre sus manos que se me hacía conocida, pero no le di demasiada importancia, hasta que se acercó a mi pupitre y dejó la cajita sobre él.

—Tu novia me lo dio para que te lo diera —me informó sin mirarme a los ojos.

—¿Qué novia? Soy re puto. —A Enzo se le escapó una corta carcajada y Bruno se dió la vuelta.

—Debe ser la mía, Eli.

«Eli», Bautista ya tenía apodo nuevo .

—Tiziana a veces me da besos en la boca por joder, nada más —aclaré al recordar cómo me había saludado la semana pasada en Casa Verde. Bautista se notaba confundido, pero asintió como dándose por entendido, aunque seguro que tenía más de una pregunta dándole vueltas por la cabeza.

—¿Y qué te mandó, che? —preguntó el profesor René sin dejar de ver la cajita que aún descansaba sobre mi pupitre. Como no quería hacerlo esperar, la abrí frente a él para que pudiera curiosear el contenido por sí mismo. Pero terminó por quitarla de entre mis manos al descubrir que era una colección de hierbas serranas frescas para el mate—. ¡Decile que gracias! —agregó llevando el termo y las hierbas a su escritorio sobre la plataforma del salón.

—Y hay que decirle que necesito otra. Esa cajita no volverá a mí. —Bruno se rió y sacó su teléfono para avisarle lo sucedido a la Tiziana. Bautista tan solo se sonrió sin olvidar su papel de pibe reservado, otra vez.

—Che, esperen, quiero decirles algo—nos pidió Enzo antes de que cada uno volviera a lo suyo—, ¿les pinta ir esta noche a una cervecería en Nueva Córdoba? Tengo una pequeña banda indie con unos amigos del barrio y vamos a tocar ahí esta noche. O sea, mientras no tengan planes para hoy, sería de mucha ayuda que hagan un poco de bulto en nuestro nombre.

—Eu, sí, de una, voy a ir con la Tizi —respondió primero Bruno y luego yo: —Sí, de una. Hay que apoyar el talento local.

Solo faltaba Bautista, quien nos miró a ambos como si lo hubiéramos puesto en un compromiso, como si no tuviera posibilidad alguna de declinar la invitación. Me aguanté algún tipo de comentario sarcástico y él terminó por asentir e irse a un pupitre frente a René y, a su vez, lejos de nosotros.

«¡Qué odioso que es ese vago!», murmuró Bruno para mi sorpresa; él era quien había estado insistiendo con que no debía llevarle el apunte al ex Marcos Ponce. «Ah, no me mires así, culiado, una cosa es lamentarse por el pasado y otra muy distinta es que ahora mismo sea un pelotudo», se justificó antes de que yo le dijera algo. Aunque al final, no dije nada, simplemente me crucé de brazos y lo juzgué con la mirada para hacerlo enrabiar.


Revolví mi cabello y deshice varios bucles pequeños que había hecho con una buclera de mano. Luego, delineé con un delineador negro líquido sobre la línea de mis pestañas superiores, apliqué un toque de sombra de un azul eléctrico sobre mis párpados móviles y cubrí mis labios con un brillo labial sutil con aroma a frutilla. Por último, me puse un poco de iluminador líquido con efecto glitter en mis pómulos y en la punta de mi nariz. En cuanto a mi outfit, opté por prendas algo más bien sencillas: una remera negra lisa, un pantalón ajustado del mismo color, un cinturón de hebilla plateada, unos borcegos también negros y, como toque final, una camisa kimono de un vibrante azul neón para que hiciera juego con mi maquillaje. Además, me encantaban las ilustraciones de peces koi y grullas que tenía la camisa. Ya estaba listo para mi salida de viernes en la noche, una que no me daba hacía mucho tiempo.

Viajé en Uber para no perderme, y al bajar verifiqué con el celular si había llegado al lugar correcto, especialmente cuando me encontré con la fachada de una casona antigua. Pero por los carteles en la vereda de dos pintas por trescientos pesos de 18:00 a 20:00 horas, efectivamente debía ser la cervecería: «Dos almas: un corazón». «Que nombre más pelotudo», pensé antes de entrar a la aplicación Blindmatch!, quería dejarle un mensaje a mi Señor anónimo antes de encontrarme adentro con los demás.


«¿Qué haces? Yo hoy salgo con amigos así que esta noche no voy a poder ver los capítulos de Sobrenatural que me dijiste. Dejamos el debate para el sábado a la tarde. ¿Te parece?».

«No hay drama, che, tranqui. ¿A dónde salen? Si se puede saber, obvio».

«Un chico del trabajo nos invitó a un concierto de su banda indie en uno de los antros de Güemes. ¿Conoces?».

«La verdad que no, solo he tomado algunas veces en Atares y en Barbeer».

«Entonces te tengo que traer».

«Cuando quieras, yo siempre estoy disponible para vos».

«Pero qué weón más entregado».

«Siempre entregado a mi musa».

Ahí estaba otra vez sonriéndome como un idiota por culpa de este aweonao que me tenía enganchado con sus chamuyos de enamoralzado.

«¿Se puede saber cómo estás vestido?».

Me preguntó luego, justo antes de que guardase el celular en el bolsillo de mi pantalón. ¿Por qué quería saber lo que llevaba puesto? ¿Estaría haciendo cosas sucias? ¿Y por qué me estoy emocionando de pensar en eso si ni siquiera sé cómo es su rostro? Ah, Zeus, tengo que controlarme.

«Queti».

«Lo intenté...».

«Jajaja. El que más insistía. No llevo gran cosa. Estoy todo vestido de negro como si estuviese seguro que me va a salir un velorio de emergencia a la madrugada. Y arriba tengo una camisa kimono azul que amo mucho porque es super bonita y cómoda».

«Se lee que estás hermoso».

«Estaré más lindo para nuestra primera cita. Ahora tengo que dejarte porque llegaron mis amigos. Nos hablamos luego».


—¿Con quién hablabas? ¿Con tu chongo sin rostro? —inquirió Tiziana curiosa apenas llegó a mi lado. Guardé mi teléfono y le piqué la punta de la nariz para que me diera algo de espacio personal—. Ah, no seas malo. Decime qué te dijo. Cuándo lo vas a ver, cómo podes aguantar este jueguito de anónimos tanto tiempo; y por qué estás acá afuera, nos hubieras buscado mesa y...

—Dios, Tizi, callate. —Bruno la abrazó por la espalda con un solo brazo y con su mano libre le tapó la boca. Me hizo un gesto con la cabeza para que huyera de ella hacia el interior la cervecería y él, como un valiente soldado, se quedó a recibir la muerte en manos de su novia.

Ya dentro del lugar, descubrí que no era tan malo como parecía desde afuera. Tenía una parte interna con mesas de estilo industrial, y en el patio se disponía un pequeño escenario para la presentación de bandas, así que me dirigí hacia allí para buscar una mesa. Al principio no vi ninguna libre; Tiziana tenía razón, debí haber entrado apenas llegué. Pero un segundo antes de caer en la desesperación, me encontré con esa mirada verde primavera que reconocería en cualquier parte. Bautista estaba solo en una mesa para cinco.

—Viniste temprano —comenté tomando asiento en frente de él.

Al principio no me respondió, sus ojos me escanearon de arriba a abajo y lo noté nervioso, inquieto. ¿Y ahora qué le pasaba? ¿Esto también era parte de su nueva personalidad de chico tímido y asocial? Me dije a mi mismo que debía calmarme y volví a intentar entablar una conversación entre nosotros, pero esta vez saludando adecuadamente:

—Hola, gracias por apartar una mesa.

—Hola, de nada supongo —respondió finalmente, mirando la grancilla blanca entre sus pies. El patio, casi en su totalidad, había sido cubierto por ella y las mesas ya no eran de aspecto industrial, sino que eran plásticas con estructura de caño. Algunas eran rojas y otras azules, algunas decían Pepsi y otras Coca-Cola. Nosotros estábamos en una de Pepsi, aunque sentados en sillas de Coca-cola.

—¿Qué pasó? —pregunté con cuidado, más de lo que debería cuando en realidad no me importaba demasiado. Bautista levantó su rostro, posó esa mirada que todavía me hacía sentir cosquillas (y que lo odiaba por eso) y negó suavemente con su cabeza. Sentí que tenía algo para decirme, tal vez quejarse por como lo había estado tratando en las últimas semanas, o tal vez preguntarme a qué se debía tanto desprecio que a veces recibía de mi parte sin haber hecho demasiado para merecerlo. Pero se lo calló, tal vez temiendo represalias por mi posición. Que cobarde.

—¡Bauti! —exclamó Tizi al encontrarnos.

—Yo le digo Eli —le informó Bruno.

—Me chupa un huevo como le digas. Y no me hables que con vos estoy enojada.

—Ah, dale, boluda. Solo estaba salvando al Juli de tu interrogatorio.

—¡¿De mi interrogatorio?! —repitió indignada—. ¡Ahora menos te quiero escuchar! Si seguís te echo a buscarte otra mesa.

Me sonreí, sus peleas me parecían adorables.

—¿Y vos de qué te reís? Sos parte de este drama, eh. —Pero no eran muy adorables cuando de alguna manera me involucraban a mí.

—¿Pero yo qué mierda hice?

—Hacete el boludo que te conviene, ¿no? —Tizi estaba a punto de matarme, por suerte, llegó Enzo a nuestra mesa junto a sus amigos. Se veía muy bien lockeado, con un su cabello negro recortado, habiendo dejado más volumen en la parte superior y rapado en la inferior. Además tenía un arito en su lóbulo derecho con un cruz invertida colgando de él, y unos cuantos piercings sobre la hélix del mismo lado.

Nos saludó a los cuatro cálidamente y nos presentó a los demás integrantes de la banda. Todos eran atractivos a su manera, aunque Enzo destacaba por encima de todos ellos. Casi sin quererlo (o queriéndolo), coqueteé un poco con él mientras los demás pedían algo para tomar y picar. Sin embargo, fui interrumpido en más de una ocasión por el ex jugador de River desterrado del mundo futbolístico. ¿Por qué no podíamos desterrarlo nosotros también? Traté de ignorarlo y me concentré en el concierto cuando Enzo se retiró para tocar junto a los demás, aunque pronto preferí volver mi atención hacia criticar todo lo que hacía y decía Bautista; la música era espantosa. Enzo no mencionó el hecho de que su banda no era de rock, ni de pop, ni de tropical, sino que pertenecía a un subgénero de música experimental que tal vez algún grupo coercitivo podría usar de fondo para extravagantes sesiones de contacto con diosas alienígenas.

—Y cómo te va en las materias que estás cursando —le preguntó Bruno a Bautista en un intento de distraerse del desastre que estábamos escuchando.

—Supongo que bien, estoy redactando el primer tp de Sociología del Discurso.

—¿Marx y Weber?

—Si, me gustaron mucho los conceptos de Weber.

—Son muy reciclables, los verás de aquí hasta el final de la carrera.

—Como a Verón —aporté para no quedarme afuera de la conversación.

—A ese lo verás en el segundo cuatrimestre y lo amarás, te lo prometo. Pero bueno, ¿tienes el tp en la nube para leerlo? —Bautista casi se ahogó con su cerveza. Yo me uní al pedido, estaba curioso por descubrir la ensayística de un tipo que en la secundaria no podía escribir ni el proceso de un experimento en Química (siendo que no era más que observar y tomar notas).


«Hagan grupos de cuatro, y yo después paso por las mesas para dejarles los materiales que necesitaremos para la cristalización de sustancias en frío», anunció la profesora Fukuhara antes de irse a la preceptoría a buscar las llaves de los gabinetes del laboratorio. Química debía ser mi materia menos favorita, detestaba los trabajos en grupo. Pero tampoco podía odiarla, porque la profe le ponía toda la onda y los experimentos en clase no eran para nada aburridos. Además, el laboratorio tenía decenas de estantes repletos de frascos con partes de animales disecados en formol. Se contaba incluso que la profe había disecado un perro mediano entero que había sido atropellado en la puerta de la escuela.

Por mucho tiempo creí que era mentira, una leyenda escolar, pero no necesité más que acercarme a la profe después de clases mientras corregía unos parciales y consultarme sobre aquel rumor. Ella, orgullosa, se levantó del escritorio y me llevó hacia los estantes para mostrarme los órganos del cachorro. Me impresioné, pero también me fasciné por la pasión de la profe Fukuhara. Creo que Bautista justo ese día entró al laboratorio para rogarle a la profe que le deje tomar el parcial de nuevo. Pero se le olvidó todo al vernos con los frascos donde andaban suspendidos los ojos del can.


—¿Puedo hacer grupo con ustedes? —le pregunté a unas niñas que tomaron la mesa justo en frente de Marcos Ponce.

La pelirroja me dijo que sí casi por obligación, y enseguida me designó a mí como el integrante del grupo que tomaría notas del experimento. No me quejé porque realmente no me molestaba, escribir cosas técnicas siempre se me había dado bien. Quien parecía tener problemas, era Marcos. Se quejó por más de quince minutos que no quería ser él el encargado de escribir, pero los amigos se negaron a dejársela pasar. «Vos mucha pelotita, mucha pelotita, pero siempre somos nosotros los que te bancamos todo. Dale, escribí, conchudo, que no va a retar la profe». En ese momento me sentí mal por él, quería ayudarlo, yo con gusto habría hecho su trabajo.


«A ver, Ponce, está en tercer año, esto no puede estar tan mal hecho. ¿Usted sabe siquiera cómo se usa un punto y seguido o un punto y aparte?», le preguntó la profe Fukuhara consternada. Yo todavía estaba en el laboratorio porque me había ofrecido lavar los tubos de ensayo. «Mire, sé que usted está siempre entrenando, que tiene una vida deportiva por delante, pero algún día las cosas pueden cambiar. Le puede pasar algo o tal vez descubrir cosas de sí mismo que ahora ni siquiera se imagina. Para todo ese abanico de posibilidades, usted necesita estar preparado, y saber escribir de forma clara es lo básico».

«¿Algo más que el fútbol?», murmuró sin darse cuenta. La profe volvió a llamar su atención y él pidió perdón; se lo notaba arrepentido y bastante avergonzado. Nunca lo había visto así antes. El corazón se me hizo pequeño y tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no correr a encerrarlo entre mis brazos, y decirle que yo le enseñaría a escribir y que en cualquier camino que decidiera seguir, yo estaría ahí para apoyarlo.

Qué pensamientos tontos de niño enamorado.


—¿Pero qué es esto? Estás en tercer año de Letras Modernas, no podes entregar un trabajo tan mediocre —declaró Bruno de forma contundente, me sorprendió la frialdad de sus palabras.

—Es que todavía no termino de entender cómo es eso de redactar un ensayo. —En ese instante, bajó la mirada severa de mi mejor amigo y colega, Bautista había vuelto a ser el pequeño Marcos Ponce, el adolescente avergonzado de su escasos talentos académicos. Aunque esta vez yo no quería salvarlo de las críticas, solo quería ser un espectador silencioso de su lapidación verbal.

—Dos años vas haciendo de Letras, ¿cómo no vas a entender el esquema básico de un ensayo de humanidades? ¿Cuál es tu promedio general en la carrera hasta ahora?

—Hago lo que puedo... —Volví mi mirada hacia la Tiziana, al parecer había leído el ensayo desde el hombro de su pareja y no parecía dispuesta a intervenir por Bautista. ¿Estaba tan mal redactado?

—A veces hacer lo que podes no es suficiente, tenes que esforzarte un poco más, presionarte para sacar lo mejor de vos. En especial cuando no se te da naturalmente. —Comencé a inquietarme, no había necesidad de atacarlo de esa manera. Sin embargo, Bruno también había sido así conmigo cuando me negaba a cambiar mi actitud frente a la vida. Un día se cansó de ser paciente, y me cantó las cuarenta. Me dolió, me dolió muchísimo, pero me sirvió; tal vez Bautista necesitaba escuchar estas cosas, tal vez así se preocuparía más por ser un buen ayudante alumno y un mejor estudiante de Letras en general.

Pero, para nuestra sorpresa, Bautista sonrió.

—Es verdad, no soy bueno en esto, pero me encanta. Tomaré en cuenta tus sugerencias y me iré a redactar de nuevo el tp para sociología. —Se levantó de la mesa, tomó lo que quedaba de su cerveza negra de un solo trago y salió de la cervecería. Bruno se encogió de hombros, estaba tranquilo, su juicio había sido sensato. Al fin y al cabo él era otro profesor de la cátedra. Pero yo no podía compartir su tranquilidad, Tiziana me apretó suavemente el hombro, me dió esa señal que necesitaba para levantarme e ir detrás de él.

—¿Por qué te vas? —le pregunté algo incómodo de tener que ver esa mirada verde primavera triste, como cuando estábamos en el laboratorio de la escuela.

Grupos de jóvenes universitarios se agolpaban a las afueras del lugar; la música de los autos estacionados apenas permitía mantener una conversación. Y más de una persona nos llevó por delante, pero Bautista parecía negado a moverse y se rehusaba a dejar de mirarme a los ojos, incluso cuando yo intentaba esquivarlo mirando al suelo o a las cervezas que pasaban en manos de estresados meseros.

—Me voy a seguir con el trabajo práctico. Quiero leer algunos autores de nuevo y corregir lo que mencionó Bruno.

—Podes seguir después.

—Dijo que tengo que esforzarme más.

¿Así que Bautista no estaba enojado ni avergonzado? Cada día conocía menos a este nuevo Marcos Ponce. ¿Qué le habían hecho en Europa o en Buenos Aires?

—La verdad es que no me sorprende que les haya caído mal. Le caigo mal a muchísima gente, más de la que te imaginas. Pero voy a esforzarme para no caerte mal a vos también. —Al escuchar aquello, levanté mi mirada y dejé que su primavera marchita se posara en mi tierra estéril—. Voy a volver a mi depa a estudiar para no ser tan nabo y ser un buen ayudante alumno para vos y tus estudiantes.

—Tenes que ser un buen ayudante por vos mismo, no por mí. Además, no es lo más importante; podes ignorar la ayudantía y concentrarte en estudiar para las materias que estás cursando, ¿cachai? —Estaba nervioso y se me escapó el acento chileno que trataba de evitar con gente que no me conocía. No quería estar explicando sobre mi madre y mi vida como argenchileno. Pero él no hizo ningún comentario sobre ello, se limitó a sonreír y, antes de darse la vuelta, me guiñó un ojo. ¡¿Pero qué chucha acaba de suceder?! ¿Marcos Bautista Ponce, ahora convertido en Elián Bautista Denšar, me había coqueteado?

(3431)

Glosario

▶︎ Tirar los perros: coquetear.

▶︎ Pintas: Medida de cerveza (son vasos de medio litro.

▶︎ Enamoralzado: Que te quiere para ya sabes que... visteh.

▶︎ Chongo: Novio informal o no oficial.

▶︎ Lockeado: Bien vestido.

▶︎ Tp: Trabajo práctico.

▶︎ Cantar las cuarenta: Decirle a la otra persona todo lo que necesita escuchar.


Nota:

Les super agradezco el amor que le están dando a mis hijos y no puedo creer que esta novela ganó la segunda ronda del ONC2024, muchas gracias por todo!

(La profe Fukuhara existe pero con otro apellido japonés. Recordé la anécdota del perro y quería meterla en algún lado).

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro