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▪︎Alborotador de hormonas▪︎

Aisha:

Me he pasado los últimos dos años tratando de encontrar el por qué de mi ceguera.

Lo sé.

De seguro van a pensar: ay pobre de ella. ¿Qué se sentirá ser tan infeliz?

Blah, blah, blah.

No voy a mentir, tener una pantalla negra frente a mí todos los días me hace exasperarme. En ocasiones me da el bajón y termino deprimiéndome. Pero yo tengo la fe de que mi visión regresará, aunque eso no me devuelva a mis abuelos.

Hoy es un día totalmente diferente al resto. Anoche me habían comprometido con el hijo del ministro Jeon Jonghyun. Y lejos de estar triste, estoy que salto en un solo pie de pura felicidad.

Jungkook, el chico de mis sueños de fantasía.

Gracias a la vida lo conocí antes del accidente y me enamoré, sí. No puedo decir lo mismo de él, anoche no estaba muy contento que digamos con la pedida de mano. Soy consciente que él se casará conmigo por pura conveniencia. Pero quién sabe si en el proceso termina enamorado tanto como yo.

He esperado por éste momento desde que le vi por primera vez.

Mamá dice que debo ser una chica buena y obedecer a mi padre, para que el convenio que tiene con el ministro no se vaya a pique. Sinceramente no me importan los negocios de mi progenitor. ¿Pero quién soy yo para refutarle? Exacto. Nadie. Sólo soy su hija menor, la que no tiene ninguna voz ni voto.

Nuestra familia es marroquí y es inevitable conocer que las mujeres de nuestro país solo sirven de florero, literalmente hablando. Debemos ser sumisas, amas de casa, madres y no sé qué más. Yo, la verdad he deseado salirme de esos estándares hace mucho.

Por eso adoraba la compañía de mis abuelos maternos, principalmente la abuela. Ella decía que no debía atarme a nada para ser feliz y mucho menos a un hombre. Que las mujeres nacimos para mucho más, que nosotras valemos tanto como el sexo masculino. Y le creía, siempre lo hice. Nana era soñadora, nunca se quedaba callada y perseguía sus sueños.

Quiero ser como ella.

Mi padre, Kareem Chijany, embajador de Marruecos aquí en Seúl, Corea del Sur, es alguien respetado y hasta un poco temible. No lo negaré, en ocasiones me da miedo, es prepotente y muy mandón. Sin embargo, mi madre - Leila - es el ejemplo de mujer, el que me rehuso ser.

Solo espero que éste bendito matrimonio me permita abrir completamente mis alas y me saque del encierro al que me han confinado desde que perdí la visión.

- ¡Asli! - entro abruptamente a la habitación de mi hermana mayor, ella chilla de puro espanto, sonrío por eso.

- ¡Aisha! - grita la susodicha - ¡Toca antes de entrar! ¿Cuántas veces debo decírtelo?

Otra amargada más de la familia.

- Ya, pero es que...

Callo abruptamente. Que yo estoy ciega, pero mis otros sentidos están en perfecto estado y aquí se encuentra alguien más. Y puedo distinguir entre los perfumes de mi hermana y la esencia que huelo no es la de ella.

Asli me toma de un brazo sacándome de su habitación y cierra la puerta tras ella.

- Hay alguien más allí dentro. ¿Cierto?

- ¿Qué quieres? - espeta.

- Solo - ¿Por qué está actuando tan extraño? Yo soy la menos que la juzgará, pero da igual, nuestra relación está deshecha desde hace mucho. Suspiro sonoramente - Olvídalo, le pediré ayuda a Yeji.

No tengo que decir nada más para que ella me deje sola en el corredor y aviente la puerta en mi rostro prácticamente.

Detective Aisha ha llegado. Este misterio tendré que resolverlo, pero no ahora.

Bueno, perdí a mi hermana mayor y no me pregunten el por qué, ni yo lo sé, eso solo lo conoce ella. Pero la vida me regaló otra hermana pero de diferentes padres, Yeji y ahora también mi cuñada.

Yeji es la hermana menor de Jungkook y mi mejor amiga desde que llegué a éste país. Ella siempre ha sido simpática y cuando tuve el accidente no se alejó de mí como otros lo hicieron. Ella se ha mantenido estoica a mi lado, como mi fiel escudero. Y hasta el momento puedo afirmar que puedo confiar en ella hasta con los ojos cerrados, aunque ya no tengo que cerrarlos para no ver.

Ja, ese chiste no estuvo gracioso.

Un poco de humor negro no le hace daño a nadie.

Anotado.

▪︎ ▪︎ ▪︎

- ¡A la orden para el desorden!

Escucho la voz de felicidad de mi mejor amiga entrando a mi habitación como Pedro por su casa, luego se deja caer a mi lado en la cama plantándome un beso en la mejilla. Sonrío.

- Hola, lindura - dice risueña.

- ¿Lista?

- Nací lista, belleza.

Ruedo los ojos por sus constantes apodos.

Desde que conozco a Yeji siempre ha sido igual. Extrovertida y demasiado agradable para la humanidad. Amo a ésta chica en serio.

- Vale. Entonces si tus padres preguntan, el plan es el siguiente, tú y yo vamos donde mi madre a encontrarte un hermoso vestido de novia.

- ¿Crees que mi padre se tragará ese cuento? - me muerdo el labio tamborileando los dedos en mi regazo, hablar con mi padre siempre me pone nerviosa. Ni que fuera el gran Sultán.

- Oh, créeme que se lo tragará si no quiere que se lo empuje con una cuchara.

- ¡Yejina!

Mi chillido le hace pegarme una palmada en la espalda.

- ¡Qué es Yeji! ¡YE.JI!

- Deja de gritar.

- Pero si tú... - la escucho refunfuñar - Venga, vámonos antes de que se me reviente una vena de la frente.

Me incorporo alisando la tela del chilaba que llevo puesto, me acomodo el velo sobre el cabello para cubrirmelo y luego bufo hastiada. No me gusta ésta ropa, la detesto. Creo que soy una deshonra para mi país. Si me escucharan renegar de mi cultura de cuna, de seguro ya me habrían tirado al Mar Mediterráneo.

Cualquier cosa para que dejes de usar estos trapos.

Amén.

Al final sí hemos podido escapar de mi cárcel, llamada hogar. Y mi amiga prácticamente me ha hecho correr hacia su coche antes de que mis padres se arrepintieran de dejarme salir.

El aire fresco me pega en la cara, cierro los ojos para poder disfrutarlo. Me encantaría poder ver la carretera ahora mismo. Aprovecho para quitarme toda la vestimenta esa que debo ponerme siempre. Lástima que a mí me importe un pepino, ja.

- ¡Eso, eso, rompe las reglas! - alienta Yeji aullando como si fuera una loba - Odio esa ropa de tu país.

- Se llama Chilaba.

- ¡Tú me has entendido! - me reclama.

Juro que debe de tener el ceño fruncido, cada vez que grita hace lo mismo. Recuerdo perfectamente sus gestos. Ella es demasiado expresiva.

Me quito "la ropa de mi país" - como dice ella - quedándome en un vestido de verano con estampados de florecitas rosas, fue un regalo suyo el año pasado y creo que fue ayer cuando me lo describió para que me sintiera a gusto. Aunque creo que nunca se atrevería a sabotear mi imagen, confío en ella.

- Aún estoy flipando con eso de la boda - dice luego de unos segundos de estar callada, típico, siempre será una cotorra, la palabra silencio no está en su diccionario personal.

- ¿Estás molesta?

Un frenazo me hace cubrirme el rostro con las manos de forma automática.

- ¡Dime que no mataste a un perrito, loca!

- ¿Un... un perrito? Creo que me está dando un tic en el ojo - resopla poniendo el auto en marcha.

- No me respondiste, Yeji.

- Porque no respondo preguntas estúpidas, Aisha.

Uh, alguien está molesta.

¿Sí? Fíjate que no me había dado cuenta.

Será que sí eres estúpida.

Oye, mejor cállate.

Genial, ahora hablo conmigo misma.

- No estoy molesta - responde con lo que me atrevo a decir, mala leche.

- No fuiste a la cena anoche.

- Porque el mierda de mi padre sabría que me opondría.

- ¡Habla bien! - protesto, aunque la palabrota no es lo que me ha hecho hundirme en el asiento del auto.

- ¡A mí no me digas cómo debo decirle a mi padre! La verdad, es un mierda.

- No deja de ser tu padre.

- Créeme que no ha sabido ser un padre durante mucho tiempo. ¿Ahora defenderás a tu suegro?

- No, pero...

- Ni peros ni nada, a la próxima que intentes decir algo bueno sobre él, a ti es a la que voy a atropellar.

Pongo una mueca al escucharla, no me gusta que se exalte de esa manera. Sé que la relación que ella y su hermano llevan con el señor Jeon no es la mejor del mundo, pero no deja de ser su padre como dije antes y la familia es la familia. Creo que la traición a la familia debería considerarse como un pecado capital. Y no es que yo lleve la mejor relación con los de mi sangre, pero les quiero.

Mentirosa, tú solo quieres a Ahmed.

¡Porque es mi hermano gemelo!

Vaya, lógica.

El silencio se vuelve tenso, me muerdo los labios y me retuerzo los dedos con nerviosismo. No me agrada que peleemos. Se me hace incómodo y hasta sofocante, como si en algún momento podría darme un ataque de ansiedad. Casi puedo escuchar los engranajes en mi cerebro trabajando a toda máquina.

¡A la mierda!

Mira quién dice lo de hablar bien.

Estoy comenzando a detestar a la voz de mi conciencia, me volverá loca.

Tú solita te vuelves loca, Aishita.

Fantástico. Era lo último que necesitaba.

Escucho a Yeji suspirar sonoramente y se aclara la garganta antes de soltar lo que seguramente será su diarrea verbal.

Aquí vamos, otra vez.

- Oye que sí me agrada eso de que seamos cuñadas - respiro aliviada al escucharla - Pero ¿Estás bien con eso del matrimonio por conveniencia?

- Tú hermano en verdad me gusta.

- Pero él...

- Sé que no siente lo mismo por mi.

- Tú abuela de seguro estaría muy molesta contigo por aceptar tal locura.

- Lo sé.

- ¿Entonces? ¿Es un plan lo que tienes? Para enamorar al cabezota de Kook, digo.

Cada vez que suelta uno de esos apodos me dan ganas de reír, y no lo hago porque esta conversación parece ser sería.

- Tal vez - me encojo de hombros, claro que es un plan, uno descabellado, pero es lo que es.

- Por eso me pediste ir a la universidad - afirma.

- Sí - digo simple.

- Vale, vamos a por el alborotador de hormonas.

- ¿Alborotador de hormonas? - me río.

- Oh, eso es lo que es y a ti te trae loquita.

- Bueno, eso sí es cierto.

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