30.
Luego de interrogantes por parte de su madre y su hermana tratando de hacerla callar, conociendo el carácter de su hermano, Jimin logró salir de su casa e ir en camino a entregar el pendiente.
En su mente pensaba cómo dárselo. Básicamente debía existir una comunicación entre ellos y no simplemente entregarle el arete e irse.
Quizás Jiyu tenía razón. Ella lo conocía más que nadie, pues tenían una relación de hermanos envidiable. Normalmente dos hermanos no saben cómo tratarse bien, pero para el mayor, la pequeña es como una hija.
No era mal chico, no le gustaba maltratar a las personas. Pero al ser solitario, le costaba socializar. En una etapa de su vida dejó de sonreír, justo cuando terminó con la chica que creyó que era para él. Se sintió tan mal consigo mismo que creyó que cambiar de instituto sería su mejor opción, no soportaba compartir el mismo aire con la persona que lo hizo verse diferente, porque además de jugar con sus sentimientos, también arruinó su autoestima, desde entonces comenzó a ser complejista y perfeccionista. Importándole demasiado la opinión de los demás sobre él, sabiendo que está mal, pero necesitaba a alguien que no lo hiciera sentir poca cosa. La hermana siempre estuvo ahí para él, aunque no se desahogaba con ella porque le parecía un tema que sólo podía preocuparla y prefería que ocupara su tiempo en ella misma y no en sus problemas.
Su madre también notó un cambio en él, era más sonriente, confiado, alegre. Solían hablar más entre ellos, aunque Jimin era tímido y no hablaba mucho de él, hablaba siempre con su madre, cuidaba de su salud, debatían sobre temas que al varón no le importaban mucho, pero si esto hacía feliz a su madre lo hacía.
También el cambio físico comenzó a preocuparla, y es que el chico no soportó las palabras de su exnovia, quien siempre se empeñó en hacerlo sentir mal luego de meses de relación.
Flashback:
—Jiminie— llama ella y abre la puerta levemente.
Jimin se encontraba acostado, con su mirada puesta en el techo. Su mente era invadida por las hirientes palabras de su exnovia, tanto que no le importaba la presencia de su madre.
—He hecho la cena, ¿bajas?— informa en un tono suave.
Éste aún con su mirada perdida responde:
—No tengo hambre, mamá— aunque estaba roto, no podía ser cortante con su madre, así que utilizó el mismo tono de regreso.
La madre cierra la puerta tras ella y camina hacia la cama, tomando asiento a su lado.
—Jimin— acaricia su rostro, pero él se mantiene estático— no has comido nada en todo el día. Llevas días así— su tono era de total preocupación, le dolía ver a su hijo de esa manera— dime, ¿hay algo que pueda hacer para ayudarte?
—¿Puedo estar sólo?— finalmente conecta sus ojos— lo siento, no quiero echarte, pero necesito..— traga intentando bajar el nudo que se forma en su garganta— necesito estar sólo.
Ésta chasquea su lengua al sentirse frustrada por no saber qué hacer y se levanta de la cama para caminar hacia la puerta.
—Lo que sea que necesites, yo estaré ahí— dice antes de comenzar a caminar, pero la voz de su hijo la detiene.
—Mamá..
Ella lo observa de regreso.
—Por favor, no dejes a Jiyu subir— pide.
La madre comprendiendo el porqué de su petición, suspiró dolida y asintió levemente.
—Gracias— agradece.
—Sé que no te servirá de consuelo, pero esa chica no vale la pena. Tú eres mejor que ella, en todos los sentidos. No te derrumbes nunca por una chica, nunca, Jimin— aconseja y finalmente cierra la puerta tras ella. Sintiendo cómo sus lágrimas estaban a punto de salir, la situación de su hijo le recuerda a una similar que vivió cuando ella tenía más menos su edad, entiende el sufrimiento.
Aún así secó sus lágrimas para no preocupar a la pequeña, que estaría abajo dibujando en el living, respiró hondo y bajó las escaleras.
Y como si estuvieran conectados por telepatía, ambos habían esperado a que la puerta se cerrara para finalmente derrumbarse libremente como deseaban.
Fin del Flashback.
Ese recuerdo hizo que Jimin sacudiera levemente su cabeza, alejándolo. Regresando a la realidad, dándose cuenta de que se encontraba casi llegando a casa de Semi.
Estaba seguro que quien lo recibiría sería su madre, como de costumbre, aún así, existía la posibilidad de que abriera la puerta la chica o la doctora, quien parecía formar parte de aquella familia igual, por la magnífica relación de amistad con ambas féminas.
Encontrándose frente a la puerta de su casa, tomó una bocanada de aire antes de hacer sonar el timbre.
Adentró su mano en su bolsillo buscando el pendiente, hasta dar con él. Dejó su mano ahí al sentir cómo abrían la puerta.
Como era de esperarse, la madre abrió la puerta. Ésto alivió un poco al varón, quien no iba a saber cómo reaccionar si se encontraba con Semi a la primera.
—Jimin, extrañaba verte— sonríe la madre.
—Admito que el sentimiento es mutuo, señora— sonríe levemente y desvía su mirada hacia dentro antes de preguntar por la chica.
—Semi..— suspira— Semi salió con Ara, últimamente está desanimada y creyó que lo mejor era distraerla.
El varón bajó la mirada.
—Jimin..— vuelve a conectar su mirada ante su llamado— sé que algo está pasando entre ustedes dos, ¿podemos hablar?— su tono no era para nada amenazante.
Éste traga en seco, pero asiente segundos después.
—Pasa dentro.
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—Soy un tonto— finaliza.
La madre, comprendiendo qué había pasado asiente.
—No, no lo eres. Quizás no debiste haberle ocultado aquello.
—Ahora fue que me dí cuenta de eso. No sé qué hacer.
—Semi está muy triste últimamente, pensé que habían roto.
—Debe odiarme, ¿verdad?— indaga él, desviando su mirada.
Ella sonríe y posiciona una mano sobre su hombro.
—Jimin, yo tengo un instinto animal que no falla— explica.
Éste alza ambas cejas, en señal de que continúe.
—Cuando Semi me presentó a sus amigas del colegio, inmediatamente me desagradaron. Siempre se lo hice saber, siempre. Y le advertía, diciéndole que no valían la pena y que no estarían con ella en las malas— aprieta sus labios— y ahí estuvo el accidente para comprobarlo. Aún así creí que estarían aquí aunque sea para verla un día— ríe amargamente— mierdas de chicas que son, las tres.
Jimin asiente, prestando atención.
—Pero en cambio, contigo fue diferente. Siempre me dije que sería fuerte con el primer amor de mi hija, evitando encariñarme con alguien que pudiera romper su corazón— sonríe levemente— pero no sé qué tienes tú por dentro, que me agradaste, ví algo bueno en tí y aún lo sigo viendo. Sé que eres bueno para mi hija y quiero que mis nietos sean de apellido Park— bromea, haciendo sonrojar al menor.
—Eso es un poco apresurado.
—Jimin, son jóvenes, los entiendo— ríe— Semi, ella te extraña mucho, y no es orgullosa, es que.. quizás tenga miedo de que la estés engañando.
Suspira pesadamente.
—Usted la conoce mejor que yo, ¿qué debo hacer?
La madre desvía la mirada hacia el suelo.
—Dale tiempo.
Éste chasquea la lengua frustrado.
—Con el debido respeto..— comienza a decir.
—Habla, no me enojaré.
—Estoy harto del tiempo, no sé cuánto tenga que esperar, ¿y si conoce a alguien nuevo? Y si–
—Tranquilo, Jimin..— pide ella— no conocerá a alguien nuevo, Semi no se olvidará tan rapido de tí. Entrará en razón, pero lo más prudente es esperar un poco, ¿vale?— soba su hombro.
Éste respira profundamente y asiente.
—Bien.
Sintiendo la puerta abrirse ambos llevan su mirada hacia ésta, viendo adentrarse a la doctora y a la chica. Ésta última se detuvo paralizada.
—Jimin..¿qué haces aquí?— habla bajo, pero éste la escucha.
Se levanta del mueble y camina hacia ella. Adentró su mano en su bolsillo, observando su oreja derecha, donde sólo estaba su perforación.
—Ten— indica y ésta alza su mano izquierda, esperando que el varón le entregue lo que tanto busca, creando intriga.
Encontrando el pequeño pendiente lo extiende y deja sobre su mano. Una expresión sorprendida apareció en el rostro de la chica e inmediatamente tocó su oreja, percatándose de que se le había caído el pendiente, pero al estar todo el día con el cabello suelto no se había dado cuenta. Luego observó a Jimin, sin saber qué decir o hacer, quería agradecerle, pero las palabras no salían de su boca, y se preguntaba porqué su cuerpo se negaba a reaccionar.
—A eso vine— responde y se gira hacia la madre, quien está sentada junto a Ara en el sofá— bueno, señora, gracias por todo— hace una leve reverencia— nos vemos después— se despide y ambas asienten. Vuelve a mirar a Semi— adiós, Semi— pasa por su lado sin esperar una respuesta por su parte.
Ella lo persigue con la mirada hasta que se retira completamente cuando cierra la puerta principal y suspira. Lleva nuevamente sus ojos hacia el pendiente y no puede evitar sonreír levemente.
Recordó los pendientes que usaba, demostrando que aunque estuvieran distanciados, él aún pensaba en ella.
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