-𝑳𝒚𝒔 𝒅𝒂𝒏𝒔 𝒍𝒆 𝑱𝒂𝒓𝒅𝒊𝒏-
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Luego de varios días, el joven partió de vuelta a su pais de origen, Corea del Sur y su emoción era tan radiante como sus deseos de entrar cuanto antes al museo que fue su niñez.
Más parecido a un palacio de marmol, el hermoso edificio frente a él le hacía sonreír casi como un enamorado. Casi.
—Ha venido después de tanto tiempo, a de ser por la nueva exhibición. ¿No es así, muchacho?
El castaño sólo río asintiendo al adulto, mientras esté le entregaba un carnet al menor.
—Aquí tienes, que disfrutes.
—Eso haré, muchas gracias señor Lee.
El castaño se despidió por última vez del hombre con una sonrisa, tomó el aire que le quedaba en sus pulmones y entró por completo al museo.
Caminó a paso lento, saludando con un gesto amable a quienes pasaban a su lado. Las obras en las paredes lograban hacerle sentir en casa.
Soltó un suspiro, su emoción le pasaba una corriente eléctrica por el cuerpo, la sensación divina del arte siempre podía enocionarlo. Por eso lo amaba.
—“La exhibición de arte Mon Cri, Ma Mémoire será exhibida a continuación”
Llegó al lugar en el momento exacto, al voltear lo primero que vieron sus ojos, fue aquel enorme cuadro en la blanca pared.
Las emociones que antes trataba con todo su cuerpo de ocultar, aquel suave óleo tenía voz y la melodía llegaba a sus oídos como una brisa de invierno.
Un cuadro de tonalidades suaves, azul, dorado, distintos tonos de blanco. Unas alas pintadas con tanta delicadeza que el castaño juraba si se acercaba podría sentir.
“Scenery”. Asi la obra fue titulada por el artista.
Una lagrima bajó de su mejilla, cuadros había tantos en el mundo pero este logró lo que muchos no.
ese cuadro logró que él menor se sintiera descolocado a morir.
—Oh, estoy llorando.
Lentamente limpió sus mejillas, todas las lágrimas cayeron sin éste notarlo hasta ese momento. Limpió sus dedos con un pañuelo que traía en el bolsillo trasero de tela que portaba y volvió a observar la obra.
Está vez sintió curiosidad, una capaz de tragarlo entero. Quería conocer a quién pintó aquella obra maestra. No quería, debía.
Vio las demás obras después, sintiendo en su corazón un tintineo. Cada una de las pinturas tenía algo distinto y bello.
Pero en su mente sólo podía desear ver al artista cuanto antes, expresarle su admiración absoluta. —Incluso si era posible pedirle un autógrafo.—
Más fue una sorpresa para él, cuando el pintor jamás apareció. Los comentarios no se hicieron esperar, personas qué al igual que el castaño esperaron para así conocer al autor de las obras se fueron.
Algunos molestos, otros tristes y unos como él. . . Aún hechizados.
Y al museo dar un anuncio de que este iba a cerrar, Jeongguk sólo se sentó en la banca frente a la obra que robó toda su atención y sus lágrimas.
—Muchacho, ¿que haces aún aquí? Es muy tarde, ya vamos a-. . .
—Lo sé, pero deseo observarla un poco más antes de irme.
Sus ojos un poco rojos delataban que el joven había llorado pero no de felicidad a los sabios ojos del hombre.
—¿Te entristeció no conocer al artista, chico?
Y el menor sonrió un poco, sin mirarle.—Como no tienes idea.
—Y es imposible rastrearlo, porqué sus cuadros así como bibliográfia fueron firmados con su nombre artístico.
El castaño aún mirando al cuadro asintió.
—Pero que mal, si tan sólo hubiera una persona que lo hubiera visto antes. Que haya cruzado palabras con el y sepa su nombre.
Y el adulto sonrió al notar como ahora si captaba la atención del joven de ojos oscuros que ahora–el juraba–tenían brillo.
—¿Usted lo sabe, señor? Por favor por lo que más quiera dígame. Juro que no le diré a nadie, lo prometo.
—Pero que parlanchin te volviste, niño, de todos modos te diré. Cálmate.
—Por favor.
—Ya, ya. Te diré pero no me metas en un problema, ¿entendido? Su nombre es. .
[. . .]
El castaño tomó su chaqueta de cuero y la dejó metida en los asientos traseros de su auto.
Caminó con confianza, aún si por dentro se sintiera fuera de su cuerpo. A pocos metros había un elegante edificio y este no dudó en entrar por las puertas corredizas de cristal para aparecer en la recepción donde un chico atendía.
—Buenos días, bienvenido al hotel Grand piece, ¿en que puedo ayudarle?
—Buenos días, ¿aquí vive un señor con apellido Kim?—Al notar como el chico le alzó la ceja ya que ese apellido era de lo más común el castaño dio un poco más de información.—Es un artista.
Los ojos del joven recepcionista dieron un tono más blanco. Bingo.
—M-me temo que no, señor. No hay en este hotel nadie con esa vocación tan particular.
Aún sabiendo que mentía se atrevió a preguntar de nuevo.—¿Seguro?—Con mucha rapidez el chico asintió.—Está bien entonces.
—Si eso es todo-. .
—Tengo una pregunta, ¿podrías si no es mucha molestia responder?
El recepcionista un poco confundido se puso a asentir con la cabeza.
—Por supuesto, dígame.
—¿Eres bueno corriendo, ya sabes, eres rápido?
—No mucho joven, ¿Porqué la pregunta exactamente?
El castaño sonrió con todas las ganas y calentando sus piernas de forma disimulada.
—Para saber si podrías atraparme o no.
Y con aquello salió corriendo, teniendo de fondo los gritos del recepcionista y por lo último que escucho llamaba a la seguridad.
Aún así no paró, siguió y siguió, aunque no tenía idea de dónde residía el pintor ni como era corría en su búsqueda.
O al menos hasta que sus piernas no le dieron para más. Se agachó un poco y tocó sus muslos que empezaban a doler por la distancia tan larga.
—Dios, corrí demasiado.
Alzó la vista, perdido. No se había dado cuenta que llegó a lo más recóndito del edificio.
Y que en esa precisa zona, se hallaba el más hermoso jardín que haya visto en su vida.
Se adentró más, curioso, las imágenes que el lugar le proporcionaba le daban inspiración instantánea.
No sólo por la vista, sus oídos sentían el cantar de pájaros, el viento suave en su dirección. Aquel lugar era un cuadro de Monet hecho realidad.
Caminaba mirando las flores, feliz con los vivos colores que con sus manos se acercaba para tocar delicadamente. Y de pronto sintió un ruido diferente a los anteriores con el olor característico de toda su vida.
Óleo y pinceles, dijo su subconsciente.
Vio en todas direcciones y cuando lo vio incluso se sintió en chock.
Era un joven, con tanta belleza que si no lo veía el castaño de cerca juraría se trataba de uno de los cuadros en aquel museo de París con arte realista.
Su melena rizada negra parecía hecha a mano, su cuerpo, tapado por un traje azul pastel con camisa blanca que se acomodaba perfectamente a su cuerpo, los dedos de sus manos ágiles y que se desenvolvían sobre el óleo como si supieran desde el primer trazo que harían algo precioso.
No podía dejar de mirarlo.
Y cuando este volteo un poco, sintió su respiración fallarle. Su rostro parecía haber sido hecho a base de pinceladas delicadas, una obra de arte hecha por los cielos. Era un ángel.
El corazón del chico latió desembocado cuando vio al pelinegro observar en su dirección–o más bien cerca de ella.–
—¿Quién está ahí?
De repente despertó del trance, dio un pequeño careaspeo y se golpeó fuerte en la mejilla para recordar como era que se hablaba. Pero parecía imposible al escuchar aquella melodiosa y suave pero grave voz.
—D-disculpe, de verdad lo siento. Yo me encontraba buscando a alguien y ahora estoy perdido.
El joven después de varios segundos, en donde se mantuvo aún en su lugar, dio un suave suspiro para proceder a darle indicaciones al castaño.
—La salida está al lado de los canastos de reciclaje, sigues y das seis pasos, al ya darlos seguro encuentras la entrada del ascensor y puedes oprimir el botón para recepción aunque no se como es, disculpa.
En toda la explicación el castaño estuvo perdido en la oscura mirada del joven, era tan profunda que podría nadar en su mirar horas y horas sin cansarse.
Y no le tomó mucho para entender que se había enamorado a primera vista de él.
Ciertamente el destino podía ser mágico si se lo proponía.
—¿Podrías decirme por favor como te llamas?
El pelinegro se quedó callado un largo tiempo, incluso rindiendose a la idea de escuchar el nombre de aquél joven.
—Kim Taehyung.
Ahí lo entendió todo, la pintura, porqué sintió tanto en su alma y corazón. Todo lo comprendió al escuchar ese nombre.
El Joven de ojos oscuros sonrió, con las manos en su pecho, anonadado, lleno de emociones. Se sentía enamorado.
—Yo soy Jeon Jeongguk, y es un placer al fin haberte conocido "V."
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