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I would go anywhere you are
Nowhere is too far
Anywhere you are
La mañana esta fría.
Jimin lo sabe sin siquiera abrir los ojos, su cuerpo por completo erizándose al momento en que medio asoma la cabeza de su acolchada cama.
Sus padres no están, han tenido que salir de emergencia porque su tía YooJun ha tenido una recaída y al ser sus familiares más cercanos, era su deber.
Estaba bien, para Jimin no era del todo descabellado tener que hacer cosas por sí mismo, ya que era un adulto de 20 años y estudiante universitario.
Suspira, imaginando el vaho que posiblemente sale de su boca al exhalar aire caliente y se recrimina como siempre por dejar la ventana medio abierta durante la noche, aun cuando es una costumbre que tiene desde pequeño y que además sabe que es perjudicial para su salud, pero de todos modos no puede negar que le gusta la sensación de frío en la noche, como si eso le recordara algo.
Así que se levanta con un poco de rigidez aún en sus extremidades y cierra con seguro, tanteando con los dedos que el pestillo está en su lugar para evitar que alguna ventisca vuelva a abrir la ventana.
La ausencia de frío rápidamente siendo gratamente recibida por su escuálido cuerpo.
Se dirige a donde sabe de memoria que queda el baño y sacude su rubia melena ante un reflejo que no puede ver, peinando sus cabellos castamente para introducirse en una ducha rápida que no tiene mayor intención que de quitarle el frío.
Sale con cuidado, consciente que debe secar su cabello antes de que el clima le haga tener un resfriado. Y sin preverlo mucho, su cuerpo se sacude en una reprimenda que funciona como aviso de que no sea descuidado, pues no puede permitirse enfermar, ni mucho menos perder el sentido que ha sido su guía durante toda su vida.
Corre rápidamente al lado izquierdo de su cama y presiona el botón, activando el secador para extraer el agua de su cabello y no sabe porqué pero el contraste de temperatura le pone ansioso.
Siente algo, un algo muy extraño que lo pone incómodo y trata de prestar atención a su alrededor, intentando captar un cambio de olor o de un sonido que le indique que es lo que está mal.
Pero no hay nada, ni un solo indicio.
Y se reprocha, de las pocas veces que le pasa, pero que le descolocan. Aquellas en las que desearía poder ver... porque Jimin es ciego de nacimiento.
Hace pucheros al viento y la saliva se le atora en la garganta cuando percibe pisadas fuertes pero extrañas en el porche de su casa, sabe que no son sus padres o algún compañero de la universidad porque Jimin lo sabe, él sabe reconocer el sonido que hacen sus familiares y sus manías más extrañas al caminar.
"De pronto es alguien que está perdido" piensa, tratando de encontrarle razón a que alguien tan temprano este en un lugar tan alejado como en el que se ubica la casa de su familia adoptiva, el vecino más cercano está a casi un kilómetro y solo hay una vía de acceso que se mantiene cerrada por ser propiedad privada, sin embargo, los golpes en su puerta son inconfundibles y antes de que se pueda sostener correctamente el olor le golpea.
Es un aroma extraño, que le revuelve el estómago y le produce ganas de vomitar. No lo resiste y quiere ocultarse de aquello que le hace sentir miedo y peligro, pero los golpes incrementan al igual que una voz que exige atención.
—Alguien, por favor —Algo tiene el tono de desesperación al igual que todo el ambiente que le hace sostenerse como puede y se guía de su tacto, aún cuando conoce de memoria su propio hogar no se puede confiar por completo de sus piernas tambaleantes o de sus otros sentidos, ya que parecen estar atrapados en aquel que implora tras la puerta.
—Sé que estás ahí, abre —Le ruge el desconocido y aunque Jimin tiene miedo, sus manos tiemblan cuando está a pocos centímetros de la puerta y las arcadas que ha estado tratando de mantener a raya le atacan, casi haciendo que ensucie su propio pórtico. Se controla, por poco, antes de sentir de nuevo esa oleada de aroma metálico, similar al hierro de la sangre.
Es sangre, Jimin logra reconocer, pero no es poca, es mucha, muchísima.
—Por favor —Suplican otra vez, ya sin aliento y el ruido sordo del cuerpo cayendo hace que Jimin pierda el equilibrio y quede sostenido apenas por el barandal que apuntaba como una guía hacia los seguros superiores y que su madre puso cuando tenía 8, pues un pequeño Jimin rogaba por ser él quien le diera la bienvenida a su padre.
Le duelen las entrañas y se retuerce lentamente en el piso, confundido por lo que no puede controlar y que nunca antes le pasó.
Y aun en contra de su voluntad racional, logra alcanzar el pórtico y se deshace de las guardas principales, quedando solo la más alta, que es capaz de alcanzar con mucho esfuerzo y las arcadas regresan con más intensidad al sentir la mezcla de olores casi de la fuente.
Sangre, suciedad, fango y algo más que no sabe identificar, pero que es muy empalagoso para su sensible nariz.
—¿E-eres mi omega? —le pregunta el hombre en un susurro, con la cara sucia y el sudor empapándole la ropa, al igual que la sangre y desechos que cubren sus heridas abiertas.
—No sé de que habla— Jimin intenta no ponerse ansioso al no reconocer la voz de quien está a solo una poca distancia, sabiendo que está demostrando una actitud demasiado vulnerable a un desconocido y a pesar de que sabe que no tiene muchas salidas, con toda su voluntad trata de cerrar de nuevo.
—¿Eres Park Jimin? —Continuó aquel, ya con menos aliento, como si cada frase le arrancara la vida.
—Si lo soy, pero no...
—Entonces si eres mi omega —El tono le sale rasposo, casi ahogado en la última parte. Jimin siente en cada parte de su ser aquella exclamación, casi obligándose a decirle que era cierto.
Y aquella parte de sí mismo, esa salvaje que se niega a admitir en voz alta de su existencia, se manifiesta de una forma tan brutal que le derriba y le deja temblando, cada célula de su cuerpo se siente como fuego y comienza a llorar porque sus ojos duelen más que todo lo demás.
No es consciente de que es diferente, sobre todo esa parte, porque alguien que está acostumbrado a la oscuridad, es más, que no conoce la luz , le es imposible reconocer que aquello que se refleja en el borde de las decoraciones de la escalera son sus ojos en escarlata.
Park Jimin el omega está, por primera vez, respondiendo al llamado de su alfa.
Y como si tal cosa no fuera sorprendente por sí misma, Jimin se atraganta con sus propios fluidos al comprender que lo que está viendo no es producto de su imaginación, porque si, Jimin está viendo.
Solo que la experiencia no puede ser más bizarra, porque lo que tiene enfrente es a un joven no mucho mayor que él, cubierto en pieles rasgadas sucias, en condiciones similares a los relatos de quienes sobrevivían a la guerra, el cabello negro cubriéndole por completo el rostro que no esta mejor que su ropa y en una posición que claramente no es intencional.
El alfa Min Yoongi está completamente inconsciente y a punto de morir de hipotermia.
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