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Capítulo 3


En aquellas últimas semanas, Levi había tenido la sensación de que pronto cerraría su local por última vez. No le tomó por sorpresa saber que se vería obligado a despedir a sus empleados y a dejar definitivamente algo que tanto esfuerzo y empeño le había costado lograr. El día que recibió la confirmación de sus temores, se fijó de una manera diferente en aquellos detalles a los que su vista ya estaba acostumbrada. Las maquinas de la cocina, el horno de Nanaba, las perchas donde solían colgar sus uniformes al terminar la jornada laboral, la vajilla que él había seleccionado cuidadosamente hacía años...Por alguna razón, era difícil despedirse de aquella rutina.

Pero también era inevitable, y de nada servía lamentarse. Levi quería concederse una noche para descansar, y quizá también estar con sus amigos. No tenía ganas de quedarse solo, pensando y recordando. Hange siempre encontraba la manera de animarle, aunque él lo negara, disfrazándolo siempre con una expresión de indiferencia o molestia. Y Erwin siempre tenía las palabras correctas...Apretó el paso, ansioso de llegar a casa, para poder sentarse y estar a su lado...

No había nadie en el portal, y las luces estaban apagadas cuando entró.

-¿Hange?-preguntó, cerrando la puerta tras de sí-¿Erwin...?

No hubo respuesta. Levi miró la hora; era más pronto que otras veces, por lo que probablemente Hange aún no habría vuelto del museo. En cuanto a Erwin, ya no trabajaba de forma presencial, así que era más raro que no estuviera en casa a aquellas horas. Quizá había salido a hacer algún recado, pensó, sin darle demasiada importancia. Se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa y tal vez prepararse un baño. Cualquier cosa que le distrajera de otro tipo de pensamientos, como el hecho de que todavía tenía que comunicarles a Eren, a Nanaba y a los demás el cierre de la tetería. Era estúpido que se sintiera culpable por algo que, para empezar, ni siquiera era culpa suya. Pero hubiera sido más fácil asimilarlo si tan solo le afectara a él, si al caer no tuviese que arrastrar consigo a Nanaba y a aquellos mocosos a los que, muy a su pesar, había cogido cariño.

Estaba quitándose las botas, sentado sobre la cama, cuando lo escuchó. No estaba solo en la casa. Pudo oír a Erwin, y también otras voces familiares, pero no supo reconocerlas, su mente repentinamente nublada. No estaban hablando. Levi no quería saber lo que estaba pasando allí dentro, en la habitación contigua a la suya, pero tampoco podía evitar imaginarlo. Se sintió como si el corazón se le cayera a los pies, pesándole tanto que era incapaz de levantarse. Y se quedó allí, en lugar de buscar cualquier otro rincón de la casa desde dónde no pudiera oír ni un eco de lo que fuera que estuviese sucediendo en el cuarto de Erwin. No se movió, ni siquiera para terminar de cambiarse o meterse en la cama y tratar de dormir. De todos modos, siempre le llevaba horas conciliar el sueño, y se despertaba más cansado que antes. Y había tantas cosas que rondaban por su cabeza en aquel momento...

No lo entendía, o quizá se negaba a entenderlo. Erwin tenía su vida. Era alguien atractivo, tanto por su físico como por su personalidad, su voz, sus palabras...Era perfectamente natural que a la gente le gustara, y Levi era perfectamente consciente de que ya se había acostado con gente antes. Con Mike, por ejemplo. Y eso estaba bien. Él no quería saber los detalles, pero estaba bien. Estaba mejor que imaginar a Erwin desvelado, en su cama, anhelando algo desconocido, sintiendo la misma melancolía inevitable e inexplicable que él sentía muchas noches. Podía lidiar con esa soledad, estaba acostumbrado a ella, pero hubiera odiado saber que Erwin o Hange se sentían así, y que no había nada que él pudiera decir o hacer para aliviar aquel sentimiento. Y estaba resignado a que nunca sucediera nada entre ellos, a que no había posibilidad alguna de que Erwin pudiese verle con los mismos ojos con los que él veía a Erwin...

Entonces...¿por qué tenía ganas de llorar?

Se secó los ojos con el dorso de la mano, a pesar de que estaban secos. Le costaba mucho llorar, incluso cuando estaba a solas y se sentía tan mal como en aquel momento. Mejor, pensó. Lo último que quería era que Erwin lo oyera desde la habitación de al lado. Se quedó mirando un punto fijo sobre el colchón blanco, sin pensar en nada, pero con el peso de todos los acontecimientos del día todavía oprimiéndole el pecho.

Se sobresaltó cuando oyó la puerta abrirse, y se dio la vuelta en la cama, cruzando su mirada con la de Hange, que acababa de volver del museo. Levi era inexpresivo, estaba acostumbrado a reprimir su emociones. Pero Hange también había adquirido la costumbre de leer el rostro y las acciones de su amigo, y al oír el sonido procedente de la habitación de Erwin, sumó dos y dos y llegó a una conclusión bastante acertada. Sus labios formaron una "o" y entró en el cuarto, dejando sus cosas por el suelo, en su afán por tirarse a abrazarlo. En cualquier otro momento, Levi le hubiera apartado, molesto por el desorden. Pero se dejó abrazar, porque nada le importaba. Y estaba bien tener a alguien que te abrazara, que te hacía darte cuenta de que estabas allí, incluso cuando te sentías enterrado en vida.

-¿Estás bien?

Levi negó levemente con la cabeza; un movimiento apenas perceptible. No podía mentirle a Hange, o contraatacar con sarcasmo ante su preocupación genuina.

-Tengo que cerrar la tetería-dijo, simplemente.

Hange estrechó el abrazo.

-Lo siento. Yo no...

-Está bien. Mentiría si dijera que no me lo esperaba. Son tiempos difíciles para todo el mundo-dijo Levi, bajando los ojos.

-Pero tenía que haberte llamado...No quería que te encontraras con esto nada más llegar a casa...Lo siento, Levi...Erwin me pidió que no te lo dijera. Es solo...Estuvo hablando con Mike y Nanaba el otro día, y quisieron experimentar así que...No, lo siento...No te gusta oír hablar de estas cosas y además...Pero precisamente hoy...

-Eso no me importa-mintió Levi, chasqueando la lengua-. Puede hacer lo que quiera, mientras luego sea él quién limpie las sabanas...

-Levi...

Por su tono de voz, Levi adivinó que Hange iba a tratar de sonsacarle de nuevo la verdadera naturaleza de sus sentimientos por Erwin. Y él mismo no lo sabía demasiado bien, pero tampoco quería divagar o pensar en ello siquiera. Se apartó de Hange, despacio.

-Voy a cambiarme. Me tomará un minuto-dijo Hange-. Puedo prepararte un té, traerte una manta, lo que necesites. ¿Quieres que me quede contigo?

Levi se encogió de hombros.

-De acuerdo-Hange sonrió-Ahora vuelvo...Sin azúcar, ¿verdad?

Levi asintió.

Cuando Hange hubo abandonado la estancia, terminó de descalzarse y se puso el pijama. Volvió a oír algo de trajín en la habitación de al lado. Después escuchó a Erwin hablando en voz alta, y esta vez sí reconoció las voces de Mike y de Nanaba, sonando en la entrada de la sala y, finalmente, la puerta de entrada cerrándose tras de ellos. Poco después oyó como alguien encendía la ducha en el cuarto de baño. Parecía que había pasado una eternidad desde que Hange se había ido a la cocina a prepararle una taza de té.

Otra vez se sentía inexplicablemente vacío y desamparado. En momentos como aquel, su memoria se esforzaba infructuosamente en hacerle recordar el rostro de su madre. Era muy pequeño cuando la perdió, así que Levi solía pensar que no tenía sentido decirse que "la echaba de menos". Simplemente se preguntaba si ella lo hubiera abrazado en momentos como aquel, si lo hubiera hecho sentir mejor con palabras, o con su mera presencia. Si se sentiría menos solo en el mundo...Pero esos pensamientos también eran inútiles, porque la realidad es que su madre llevaba muerta ya más de dos décadas...

Levi también estaba enfadado. No tenía razones para estarlo, se repetía. Pero estaba enfadado (con Erwin, con el mundo, y sobre todo consigo mismo) aunque solo se dio cuenta cuando Erwin entró en su habitación unos momentos más tarde.

Levi estaba de espaldas en la cama, tomando el té sobre la mesita de noche, por si acaso derramaba algo. Hange estaba a su lado. Erwin solo llevaba una toalla alrededor de la cintura, con la piel todavía húmeda y el cabello despeinado, viéndose casi salvaje. Levi dejó la taza sobre la mesa, sintiendo como el corazón le daba un vuelco, mientras sus ojos trataban de no delatarle, de no detenerse en ninguna parte del cuerpo de su amigo.

-Levi-dijo.

Levi se volvió a mirarle, sin decir palabra.

-¿Sabes dónde está el gel que uso para el pelo?-preguntó.

-El tercer cajón a la izquierda-respondió Levi, con tono amargo-. Deberías saberlo. Son tus cosas, no las mías...

-Levi va a tener que cerrar la tetería-anunció Hange.

-Oh-Erwin miró a su amigo con tristeza, e hizo ademán de sentarse a su lado, apretando su hombro afectuosamente.

-No te sientes ahí-advirtió Levi-Tienes el culo mojado, y yo no estoy de humor para andar secando sábanas a las diez de la noche.

Erwin acercó una silla a la cama para mantenerse cerca de él y de Hange, sin replicar.

Levi suspiró, molesto. Le fastidiaba que Erwin le mirase así, con esa mezcla de ternura y lástima. Lo odiaba. En aquel momento, odiaba aquella sonrisa triste que, a su pesar, siempre solía conmoverle...

-Es algo que pasa...No se puede hacer nada, ya está-dijo, y se volvió de nuevo a mirar a Erwin- Me alegro de que por lo menos uno de nosotros se lo haya pasado bien hoy...

-Levi, yo no quería...Si lo hubiera sabido, yo no...

Precisamente porque Levi sabía que Erwin tenía esa tendencia a culpabilizarse, a sentirse egoísta incluso respecto a cosas que escapaban a su control, no entendía por qué él mismo se sentía así, percibiendo a sus mejores amigos como personas que, en aquel momento, no eran capaces de aportarle nada que él pudiera necesitar. Estaba bien. Solo necesitaba estar solo, y dejar de culparles por algo que solo era problema suyo. No podía culpar a Erwin, sentirse irritado porque no conociera la verdadera naturaleza y extensión de sus sentimientos. No podía odiarle por eso, porque precisamente era él quién más temía que lo supiera. A menudo los sentimientos humanos son ridículamente contradictorios, pensó. Pero Levi no quería darle vueltas a esa noción, ni a ninguna otra cosa. Era demasiado complicado, y él solo quería descansar, ahora que ya no debía trabajar, ahora que ya no le era permitido hacerlo. No quería pensar en cosas que no entendía, pero que le hacían odiarse todavía más.

...

El día siguiente fue el último día que abrió la tetería. Acudieron bastantes clientes habituales, y los empleados estuvieron casi demasiado ocupados como para pensar en la inevitable despedida. Hange y Erwin también se tomaron un descanso para tomar el té. Levi estaba de un humor pésimo, y acabó pagándolo sobre todo con Nanaba, a la que cargó con tareas innecesarias hasta después de terminar la jornada. Se sentía fatal, sobre todo porque ella le respondía con una mirada interrogante, sin entender su actitud. Levi era serio y no tenía los mejores modales del mundo, pero quienes trabajaban con él también le consideraban justo y le tenían aprecio. Él quería ser así, quería despedirse bien de sus compañeros, pero en lugar de eso, les gritaba por cada mínimo error que cometían, o se irritaba con ellos cuando tardaban más de lo necesario en hacer algo.

Siempre le había caído bien Nanaba, porque era eficiente, hacía los mejores pasteles del mundo, se podía contar con ella y, además, olía bien. Pero se la imaginaba tocando a Erwin en maneras con las que él tan solo podía soñar, y eso le nublaba el juicio por completo. Estaba furioso consigo mismo, por unos sentimientos que eran tan inútiles como inevitables, y se lo estaba haciendo pagar a la gente que quería. Mikasa estuvo a punto de encararse con él por su actitud casi tiránica, pero Eren la detuvo. Se lo merecía, pensó, incluso si nadie iba a poder decirle nada peor de lo que él ya se reprochaba a sí mismo.

Erwin no dijo nada cuando Levi ignoró sus preguntas y le trató con más frialdad que a cualquier otro cliente. Lo conocía demasiado bien como para echárselo en cara, incluso si no conocía la razón exacta de su enfado. Y aún así, Levi volvió a sentir que era una persona horrible. Erwin era prácticamente su mejor amigo, el único que conocía partes de su pasado con las que Levi no había logrado hacer las paces del todo. Confiaba en él más que en nadie, por mucho que entre los dos pesara aquel secreto insignificante. Erwin era su mejor amigo, sí, pero él quería tenerlo todavía más cerca. Le gustaba. No se supone que debas portarte como un imbécil maleducado con la persona que te gusta. Y el hecho de que Erwin ni siquiera se molestara por ello casi lo hacía peor.

Una parte de Levi ansiaba que le gritara a la cara, qué le preguntara por qué actuaba así, y no aceptara respuestas vagas ni mentiras por respuesta. Tener que admitírselo todo a gritos y que Erwin le interrumpiera besándolo mientras lo empujaba contra la pared. Estaba soñando despierto, claro. Esas cosas solo pasaban en las películas. Y también en sus sueños, de vez en cuando. Esas raras veces que lograba dormir del tirón y luego se lamentaba de haberse despertado, pero repetía las escenas en su cabeza, y se mordía los labios, avergonzado de su propia imaginación.

Después de cerrar su local por última vez, Levi se despidió escuetamente de sus empleados. Le dio a Sasha algunos pasteles que habían sobrado, y guardó en su mochila todas las reservas de té, así como las plantas y algunos otros utensilios de cocina. Se quedó solo en el espacio vacío, en silencio. Visitó también el callejón trasero, para despedirse de los gatos. Allí, sintió una sombra enorme a sus espaldas. Cuando se dio la vuelta, Erwin estaba de rodillas junto a él, posando una mano sobre su hombro. Levi estuvo a punto de sonreír por un segundo, aunque se sentía miserable. Pero no pudo mantener el ceño fruncido y el gesto serio por mucho tiempo, porque Erwin estaba acariciando a uno de los gatitos mientras este ronroneaba satisfecho, con los ojos cerrados.

-¿Qué haces aquí?-preguntó Levi, evitando su mirada.

-Vine a acompañarte a casa.

-Vivimos como a cinco minutos de aquí, Erwin, ni que fuera a aburrirme por el camino-replicó Levi.

-Lo sé-dijo Erwin, sonriendo-pero quiero acompañarte a casa.

Levi asintió y tomó la mano que su amigo le tendía, para tomar impulso y levantarse del suelo. Quería disculparse por su actitud, pero sabía que Erwin le habría quitado importancia. Después de todo, estaba allí por él. Había venido a esperarle y a acompañarle porque no le importaba que Levi lo tratara con frialdad. Entendía que había un malestar detrás de eso, y eso era lo que más parecía importarle. Era un buen amigo, alguien perceptivo, confiable, con quién se podía contar...Y ni siquiera en ese sentido Levi parecía estar a su altura. Proyectaba sus inseguridades y volvía su rabia contra quién no la merecía. En el fondo, siempre había tenido suerte de estar rodeado de personas que entendían sus defectos y le querían bien a pesar de ellos.

Estaba lloviendo fuera, y ninguno de los llevaba un paraguas encima. A Erwin le gustaba la lluvia, algo que Levi (que la odiaba) consideraba una de sus peculiaridades.

Había llovido en la carretera la tarde en que dos de los mejores amigos que Levi había tenido nunca, Isabel y Furlan sufrieron un accidente mortal. Levi hubiera debido acompañarlos en aquel viaje, pero algunas circunstancias le obligaron a retrasar su presencia, y ya no volvió a verlos con vida nunca más. También diluvió en su funeral, mientras él no cesaba de repetirse que debería haber estado con ellos. Se sentía culpable por algo que no era culpa suya, y que tampoco tenía ya remedio.

Un tiempo después conoció a Erwin y a Hange, y ellos le ayudaron en gran parte a salir del hoyo en que su dolor y su propia mente le habían hundido.

Nunca les había hablado directamente de ello. A veces mencionaba a Isabel o a Furlan, o se mostraba más melancólico que de costumbre cuando algo le recordaba a ellos. Era una de esas ocasiones, y Erwin adivinaba que Levi no detestaba la lluvia por capricho, sino debido algo más profundo e hiriente. Se quitó el abrigo y cubrió delicadamente los hombros y la cabeza de su amigo, que lo sostuvo para protegerse, y le miró por un segundo, asintiendo para reconocer y agradecer su gesto. Tal vez se estaba ahogando en autocompasión aquel día, pero lo cierto era que no se veía capaz de decir "gracias" o "lo siento"; temía que su voz se quebrara, traicionándolo.

Estaba bien. Llegó a pensar que, tal vez, un día, la lluvia ya no le trajera recuerdos amargos, sino otros más cotidianos y casi dulces, como aquel momento. Tenía calor en las orejas, a causa de lo abrigado de la prenda, pero se sentía casi como si estuviera envuelto por el propio Erwin, y eso era algo bueno. A pesar de la lluvia, de lo incierto del presente, de lo ocurrido el día anterior...Levi era un hombre de más de treinta años, desempleado, virgen y probablemente depresivo, pero aquel gesto tan simple le brindaba una sensación de confort que no habría cambiado por nada del mundo...

...

A medida que pasaron los días y las semanas, y todo el mundo se vio obligado a confinarse. la irritación de Levi se fue disipando. Hange salía algunos días para hacer trabajo de mantenimiento en el museo, y él se encargaba de las compras. Erwin apenas se había asomado a la ventana desde que anunciaron el confinamiento. Muchas veces no bajaba a comer con los demás, y solo se mostraba funcional en las reuniones online que su nuevo puesto requería. Tampoco se había lavado el pelo ni se había afeitado en varios días. Estaba pasando por uno de sus episodios depresivos, pero este parecía agravado por la situación en la que se hallaban.

Levi hacía lo que podía por él en ausencia de Hange. Le preparaba la cama, aunque sabía que Erwin no tardaría mucho en volver a deshacerla y meterse en ella para dormir o clavar su mirada vacía en la pared de su cuarto. Le subía la comida que Hange preparaba para los tres, y volvía a bajarla a la cocina, casi intacta, unas horas después. Incluso le preguntó si quería hablar, aunque sabía cual sería su respuesta. Se sentía tan impotente...Lo único que realmente podía hacer era esperar a que mejorase, gradualmente. Quería que Erwin volviese a ser el de siempre, pero le estaba tomando más tiempo del habitual.

Una tarde, después de bajar la basura, pasó por el piso de arriba para pedirle a Marco, que tenía estudios de psicología y psiquiatría, que le recomendara algún medicamento adecuado. Salió a comprarlos a la farmacia y también llamó a la puerta de al lado para preguntarle a Mike que intentara hablar con Erwin, con tal de animarle y distraerle. Después de todo, debía conocerlo más que él y saber qué era lo que le convenía, porque habían convivido durante bastante tiempo en su etapa universitaria. Había muchas cosas de las que Erwin hablaba habitualmente que Levi no llegaba a entender, porque su nivel académico no era el mismo. Estaba bien, porque era agradable escuchar la convicción en su tono de voz cuando hablaba de temas que le apasionaban, pero Levi no podía iniciar conversaciones de esa clase con él, y eso le generaba otra frustración más.

Golpeó levemente la puerta del cuarto de Erwin, pese a que este siempre solía dejarla entornada. Dejó las pastillas encima de la mesa y se acercó a la cama, colocándole las sabanas por encima, como Erwin había hecho con su abrigo, bajo la lluvia, hacía ya algunas semanas.

-Erwin-dijo, en voz baja.

Erwin no respondió, pero abrió los ojos para devolverle la mirada.

-Tienes que tomar una al día. Es bueno para ti, ¿de acuerdo? No tengo ni idea de cómo te sientes ahora mismo; lo siento...-suspiró-pero sé que no va a durar para siempre.

Erwin trató de sonreír, aunque su gesto apenas cambió.

-Cuando estés un poco mejor...Te darás un baño. No es una sugerencia... Se te puede oler desde fuera. Apestas. Y la barba no te sienta nada bien...Te ayudaré si lo necesitas, pero tienes que bañarte, afeitarte y lavarte el pelo. Te romperé las piernas y te llevaré yo mismo si hace falta...-Levi rio sin ganas-No, pero...Haz un esfuerzo, por favor. Quiero...queremos que estés bien.

Cerró la puerta lentamente tras de sí.

-Levi.

El aludido abrió la puerta de nuevo, mirando en dirección a la cama. Erwin se incorporó con algo de esfuerzo e hizo un nuevo amago de sonrisa, más perceptible que el anterior.

-Gracias- dijo, por fin.

Levi le devolvió la sonrisa, sin saber muy bien qué decir. Solo sabía que la mirada de Erwin en aquel preciso momento le había dado la certeza de que estarían bien. Sabía que, mientras hubiera un poco de luz en el fondo de aquellos ojos azules, estaría bien.

Los dos estarían bien. 



...

Por si acaso queda un poco confusa la primera parte del capítulo, aclaro que casi toda esta historia está escrita desde el punto de vista de Levi, y lo que sucede dentro de la habitación de Erwin (participa en un trío con Mike y Nanaba) forma parte de otra historia Mikenana, complementaria a esta. 

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