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Capítulo 2


 Pasados algunos días, Levi creía haberse hecho a la idea de que Erwin se iría del apartamento. Se comportaba con normalidad, aunque no podía evitar que se le encogiera un poco el corazón cada vez que pasaba por el salón y se lo encontraba mirando pisos por internet.

Pero la vida seguía, aunque los contagios se dispararan cada vez más, y su tetería tuviese cada vez menos clientes. Aquella mañana, el lugar estaba casi desierto, a excepción de uno de los amigos de Eren, Armin, que estaba estudiando con su novia, Annie, en una de las mesas. Eren había llegado al trabajo casi media hora tarde, con ojeras y un olor extrañamente familiar. Levi lo roció con desinfectante y le dejó claro que la próxima vez que viniese apestando a marihuana lo despediría. El chico no rechistó, aunque más tarde le oyó comentarle a Mikasa que "no le importaba, porque de todos modos no tardarían en cerrar su estúpida tetería". Cualquier otro día, Levi hubiera puesto en su sitio a aquel mocoso impertinente, pero se limitó a fingir que no había escuchado nada. En el fondo, sabía que era muy probable que Eren estuviera en lo cierto...

No quería atormentarse pensando en ello. Había trabajado duro para conseguir convertir la tetería de sus sueños en una realidad, después de haberse criado en la pobreza. Era un trabajador bastante eficiente y centrado y prueba de ello era que hubiese erigido y mantenido el negocio a flote durante tanto tiempo, a pesar de los retrasos constantes de Eren y su tendencia a pelearse con los clientes, o de la afición de Sasha por comerse los cupcakes recién salidos del horno de Nanaba.

Sin embargo, en días como aquel, por ninguna razón en particular, no podía esperar a que la jornada terminase. Sentía que no aguantaba más, quería irse a su casa. No quería tener que amenazar a Zeke Yeager con el palo de la fregona para que no entrara en su preciado local, descalzo y con su odiosa mascota al hombro. Las hierbas que vendía Levi, después de todo, no eran las mismas a las que su casero era tan aficionado. Otros días, poco le habría faltado para convertir al bicho en sopa de macaco allí mismo, pero estaba emocionalmente exhausto, a pesar de que rara era la vez que demostraba sus emociones.

Antes de mediodía, Erwin en persona se pasó por allí, seguramente en su pausa del trabajo, para cruzar unas palabras con Nanaba. Levi tampoco alcanzó a escuchar lo que decía en aquella ocasión, pero la manera en que su amigo se inclinó sobre ella para hablarle al oído, y las sonrisas de ambos, hicieron que sintiera un nudo en la garganta. También le pareció oír que mencionaban su nombre, pero tal vez solo había sido su imaginación. Siguió pensando en ello incluso cuando Erwin pasó por su lado para saludarle y se agachó para arreglarle el cuello de la camisa y revolverle el pelo. Por más que quisiera a sus amigos, a veces le hubiera gustado no vivir con ellos, o tener un lugar al que retirarse cuando su corazón amenazara con salirse de su pecho y estallar, porque jamás se hubiera permitido ser vulnerable a propósito delante de alguien más.

Como broche de oro a la mañana (porque todavía le quedaba la tarde entera), la parejita perfecta formada por sus vecinos de arriba, Jean y Marco, hizo acto de presencia. Entraron por la puerta tomados de la mano, y no se soltaron ni siquiera cuando se sentaron en la mesa. No le caían mal, aunque al principio sí se había llevado una mala impresión de Jean, porque le gustaba demasiado presumir y sonreía como si estuviese tratando de seducir a todo el mundo. Pero realmente lo único molesto de ellos era que estaban tan enamorados que podían despertar envidia incluso a alguien completamente convencido de que no necesitaba ni quería una relación. Hacían que el amor pareciera fácil, y Levi sabía que el amor era cualquier cosa menos eso.

Incluso Mikasa, que se pasaba el día detrás de Eren, y que parecía amarle de una manera tristemente unilateral, se atrevía a soñar un poco cuando los dos chicos estaban delante. Y para ellos dos, el resto del universo simplemente desaparecía cuando se miraban a los ojos. Quizá por eso no tenían demasiado reparo en besarse en público como si no hubiera un mañana. A Levi se le subían los colores cada vez que tenía que atenderles, porque no estaba acostumbrado a todo aquello. Y de veras tenía la impresión de que poco le faltaba a Jean para quitarle la ropa allí mismo a su novio y besarle lentamente, deteniéndose en cada pequeña peca sobre su piel.

Marco, que siempre lo iluminaba todo con su sonrisa, y era la única persona sobre la faz de la tierra que podía calmar a Jean cuando le daba por hacer locuras, era unos veinte centímetros más alto que Levi. Levi no consideraba que su estatura le causara especial complejo, aunque tampoco se tomaba a bien las burlas a su costa. Se encontró a sí mismo distraído, imaginando cuánto tiempo le llevaría a alguien besar su menudo cuerpo. A Erwin, en concreto...Pero ni siquiera tenía sentido planteárselo, porque no iba a suceder jamás. Ya tenía más de treinta años y creía haberse hecho a la idea de que no le importaba no haber dado siquiera su primer beso. Y era verdad; no le había importado en absoluto hasta que, casi dos años atrás, había conocido a Erwin y por primera vez había sentido ganas de besar a alguien hasta que se le desgastaran los labios, incluso a pesar del (poco higiénico) intercambio de fluidos que eso conllevaba...

Dejó de soñar despierto y se acercó a tomarles el pedido a los dos chicos. Jean intentó entablar conversación con Levi, pero él le cortó respondiendo apenas con monosílabos, y regresó detrás del mostrador para ordenar a Nanaba que preparase unos dulces, y a Eren que se encargara de atenderles y servirles el té.

Cuando volvió a levantar la mirada, la situación. había cambiado completamente, y Marco estaba arrodillado delante de su chico, con un sencillo anillo dorado en la palma de su mano.

-Joder, no me lo puedo creer-dijo, para sí, llevándose las manos a la cabeza.

-Ssh...-Mikasa tenía los codos apoyados en la barra y los ojos brillantes, completamente inmersa en la escena; el resto de empleados también habían salido de la cocina, e incluso Armin y Annie habían movido sus asientos para no perderse detalle. Jean todavía no reaccionaba, completamente en shock.

-¿No va a decir nada o qué?-se impacientó Eren.

Finalmente, Jean se dejó de caer delante de su novio, también de rodillas, sacó una cajita de su bolsillo y la abrió, con manos temblorosas, revelando un anillo muy parecido. Al parecer, también él había escogido aquella fecha para proponer matrimonio, pero su novio (ahora prometido) se le había adelantado.

-De verdad que eres mi otra mitad, Marco...-dijo Jean, emocionado, sosteniendo el rostro del chico entre sus manos para besarlo tiernamente en los labios.

-De todos los putos sitios del mundo, tenían que elegir este para pedirse matrimonio...-se quejó Levi, ganándose otra mala mirada de Mikasa-...De todas formas, van a encerrarnos a todos en casa...No tiene ningún sentido, y son demasiado jóvenes para saber si...

Se interrumpió, dándose cuenta de que probablemente, por jóvenes que fueran, a esas alturas ya sabían mucho más que él lo que era el amor. O al menos el amor recíproco, el que podía sentirse en la piel, y no solo doler en el corazón. Así que tenían todo el derecho del mundo a querer pasar el resto de su vida juntos, y a intentarlo a pesar de todos los virus existentes, a pesar de lo que pensara cierto propietario de tetería amargado.

Jean estuvo un buen rato llorando sobre la camisa de su novio, hasta que por fin se terminaron su té y fueron al mostrador. Levi les cobró la bebida, pero no los cupcakes, y les felicitó en voz muy baja. Nanaba salió de la cocina para ofrecer sus habilidades de cocinera cuando encargaran el pastel nupcial, y Sasha preguntó insistentemente si la invitarían. Era la mejor amiga de Jean pero se emocionó bastante más con la perspectiva de la boda al recordar que habría tarta y un extenso menú.

Marco les aseguró que estaban todos invitados, incluso Eren, con quién Jean siempre había tenido sus más y sus menos. Les pidió a Levi y a Nanaba que extendieran la invitación a Hange, Mike y Erwin, aunque todavía les quedaba una eternidad de preparativos hasta que el día llegara. Levi, desganado, le aseguró que se lo diría. Los dos chicos se tomaron de la mano de nuevo y salieron de allí apresuradamente, seguramente deseosos de estar a solas de nuevo. En cuanto la puerta se cerró tras de ellos, Levi soltó un suspiro que había estado reprimiendo.

Subió a casa a mediodía para comer y darles la noticia a sus compañeros. Hange mostró un gran entusiasmo y Erwin, sonriente, aunque más calmado, propuso llevarles a comprar algo para la boda, sin reparar en gastos ahora que le habían subido tanto el sueldo.

-Después de todo, es algo excepcional, ¿no?-dijo- No sabemos cuando va a ser la próxima. Aquí estamos todos solteros y yo llevo meses sin salir con nadie...

-Siempre podrías casarte con Mike-dijo Levi, encogiéndose de hombros.

Su tono de voz cuando bromeaba era completamente serio, de modo que Erwin no captó la amargura contenida en su sarcasmo. Levi sabía que la amistad de Mike y Erwin tenía ciertos... beneficios, aunque no fuera más que eso, una amistad. Y sí, no tenía ninguna razón para estar celoso cuando Erwin no era más que su compañero de piso. Pero Mike era todo lo que él no era y, en ese sentido, tenía casi todo lo que él anhelaba. No se trataba solo de que deseara a Erwin, sino también de la confianza y la intimidad que él suponía que tenía que existir entre dos personas que mantenían ese tipo de relación. Y por muy bien que Mike le cayera, y por muy asumido que tuviera que Erwin nunca iba a corresponder a sus sentimientos, tampoco podía evitar que se le apretara el pecho cada vez que pensaba en ello...

-Es una tontería-dijo, después de unos momentos-. Ni siquiera creo que la boda se celebre este año...Se os olvida que estamos en medio de una jodida pandemia, y nos van a confinar en cualquier momento. Claro, son jóvenes y están enamorados...pero no es el momento.

-Pero Levi...

-Se van a gastar un montón de tiempo y dinero en...¿en qué...? No creo que necesiten unos papeles y una ceremonia aburrida para demostrar lo mucho que se quieren-rodó los ojos, exasperado-...creo que todo el vecindario lo sabe demasiado bien...

-¿Por qué tienes qué estar tan amargado todo el tiempo, Levi?-dijo Hange, tratando en vano de rodearle con los brazos- ¿No será que les tienes envidia...?

Levi soltó un bufido por toda respuesta.

-Si eres el primero de nosotros en casarte, voy a recordar todo esto en mi discurso.

-No te preocupes, tampoco es como si fuese a invitar a personas que no se duchan-replicó él.

-Oh, por supuesto que va a invitarnos-bromeó Erwin-¿verdad, Levi? No me lo perdería por nada del mundo.

-Estoy seguro-dijo Levi, sintiendo un nudo en la garganta-, y apuesto lo que sea a que además te ofrecerías a cubrir los gastos. Desde que te dieron el ascenso tienes un complejo de sugar daddy terrible. Es una suerte que no vaya a casarme nunca, porque os pondríais todavía más insoportables que de costumbre...En fin, no puedo perder el tiempo, tengo que volver al trabajo en menos de dos horas...Voy a ducharme. Toma nota, cuatro ojos.

Volvió a su cuarto a recoger su uniforme y toallas limpias, y pasó de nuevo por delante de sus amigos, sin mirarles y con el ceño fruncido.

-Creo que no está de muy buen humor hoy- Erwin sonrió débilmente, inclinándose sobre Hange para hablarle al oído.

-Es Levi: nunca lo está-repuso Hange, encogiéndose de hombros.

En el fondo, intuía las razones por las que su compañero parecía especialmente irritado aquel mediodía. Pero también entendía que a veces debía dejarle su espacio, por mucho que a menudo no pudiese evitar entrometerse, buscando que se abriera y se desahogara en su compañía. Era inútil, de todos modos, porque Hange sabía que Levi veía la vulnerabilidad como una debilidad, en especial si se trataba de la suya propia.

Porque si Levi de verdad hubiese empezado a hablar de todo lo que le dolía, no habría parado en horas. No se trataba únicamente de su estúpido crush en Erwin, a quién consideraba tan fuera de su liga, sino también de su infancia, de las pérdidas que había sufrido entonces (su madre, y unos amigos del instituto de quienes en una ocasión había hablado vagamente a Erwin, respondiendo después con evasivas y un gesto melancólico) o la relación complicada con su tío, a quién no veía desde hacía años...

Levi era la persona más resiliente que Hange había conocido nunca, pero aún así, cargaba con demasiado bagaje emocional para su corta estatura, y habría estado bien que les permitiese compartirlo, porque para eso estaban los amigos.

Levi les quería; confiaba en ellos y les respetaba; no era algo que sus amigos se atreviesen a poner en duda, a pesar de sus modales rudos, su irritabilidad o su costumbre de volcarse en su trabajo para evadirse y ahogar las voces de sus fantasmas (En ese sentido, no era tan diferente de Erwin). Desafortunadamente, no había mucho que hacer en la tetería aquella tarde. Permitió que Eren pusiese algo de música, ya que incluso a él había empezado a incomodarle el silencio que se había instalado en su pequeño local. Apenas dos o tres clientes se pasaron por allí.

Jean llegó más tarde y pasó horas hablando con Mikasa sobre lo que ambos se pondrían en la boda, mientras Sasha asentía, distraída, masticando un pedazo de tarta. Eren, que estaba en su esquina de la barra, con los codos apoyados en el mostrador y gesto aburrido, se acercó finalmente a sus compañeros y le dio su opinión a Mikasa sobre uno de los vestidos que estaba mirando en internet.

-Este te sentaría bien, Mika-dijo, apartando a Jean de un codazo para acomodarse junto a ella y señalar la pantalla-...Y podrías ponerte algún adorno en el pelo, aunque está muy bonito así...

Le retiró un mechón de la frente y, por un momento, los dos se quedaron callados, mirándose. Hasta que Eren, casi tan sonrojado como ella, apartó los ojos.

-Solo...procura no hacerle sombra a Jean. No será fácil, con esa cara de caballo que tiene, pero es su día especial, y se lo debemos...-bromeó.

Jean se molestó y los dos chicos empezaron a discutir, subiendo la voz. Levi mandó a Eren a limpiar la cocina y lavar los platos, porque no estaba de humor para aguantar peleas. Incluso después de que Eren abandonase la estancia, el rubor permaneció en las mejillas de Mikasa. De repente, era tan obvio que los dos se gustaban, y además tenían tiempo de sobra para darse cuenta. Levi tal vez era más perspicaz que ellos, pero también más mayor. Demasiado mayor para sufrir por un primer amor que ni siquiera podía considerar como tal. Y le hacía sentir tan estúpido el envidiar a unos adolescentes...Tanto que le daba rabia...

Dejó a Mikasa y Nanaba a cargo y salió por la puerta trasera de su negocio, con algunos restos de comida del día anterior en una bandeja. La puerta daba a un callejón sucio, que le recordaba en cierta manera al barrio donde había nacido y se había criado cuando su madre aún vivía. El pequeño Levi no debía haber sido muy distinto a los gatos callejeros que ahora alimentaba con las sobras de su tetería en aquel mismo callejón. Suaves, escurridizos y de mirada afilada, muchos de ellos desnutridos, pero también supervivientes natos. Y sobre todo, adorables. A Levi le gustaban las plantas y los animales y era mucho más afectuoso con ellos que con cualquier persona cercana. Le gustaba alimentar a los gatitos de la puerta trasera, hacerles mimos y caricias y rascarles la cabecita y la tripa. Le resultaba sorprendentemente fácil ganarse su cariño. Sonrió levemente, satisfecho.

Uno de los gatos apoyó las patitas delanteras en su rodilla, mirándolo expectante. Tenía el pelaje claro y los ojos de un azul intenso. Azul como el océano que tanto fascinaba al mejor amigo de Eren...

No, azul como los ojos de Erwin.

Erwin...

Ese día en particular, se había sentido apenado al mirarlo, al hablar con él. La costumbre debería haberlo hecho más fácil, así como el convencimiento de que nada iba a ocurrir nunca entre ellos. Al principio, Levi solo había oído hablar de Marie, una ex novia de Erwin que había terminado por casarse con uno de sus mejores amigos de la universidad. Se había enterado de que sus preferencias no se limitaban a las mujeres de la peor manera posible, cuando Hange hizo una referencia descuidada a la naturaleza de su relación con Mike. Y eso debía de haber despertado alguna esperanza amarga en él, porque cuando lo supo, todo empezó a afectarle más, para bien o para mal. ¿Por qué Erwin tenía que ser tan amable con él? Era así con todo el mundo, pero él quería engañarse, ver algo distinto en sus sonrisas, en el contacto físico casual, en los pequeños actos de servicio, en sus palabras, en su tono de voz...Quería que Erwin le mirase como lo hacía el gatito de ojos azules, como si él tuviera las respuestas a todos los misterios del universo...El estoicismo de su propio rostro era lo único que le protegía de salir verdaderamente herido, y por eso estaba empeñado en callar, incluso si eso le iba matando por dentro. Se le pasaría, o eso seguía repitiéndose él...

No entendía por qué la noticia de la boda había encendido ese pequeño interruptor en él. Por qué la felicidad de personas a quienes apreciaba lo hacía sentir tan vacío, nostálgico de algo que no conocía... Algo que ni siquiera había sido capaz de imaginar hasta que Erwin entró en su vida, arrasando con todas las convicciones que Levi tenía sobre sí mismo. 

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