03
• RESIDENCIA WEST •
DEAN
Hora: 8:30 a.m.
—¿Dean?
Rodé en la cama dándole la espalda a la puerta. Grave error. Su voz y la desesperada forma en la que tocaba me transportaron hasta ese momento.
—Joder, primo, abre la puerta.
Abrí los ojos, sin variar mi posición.
—¡Maldita sea, Dean! Abre la puerta de una vez joder. ¡Es urgente!
—Ya voy, dramático.
Me levanté de la cama hasta quedar sentado, mis pies tocando el suelo. Mis manos sobre el colchón y mi mirada perdida en alguna parte.
—¿Dean?
Desordené mi cabello como si de esa forma su voz desaparecería de mi cabeza, pero no lo hizo.
—Abre la puerta de una vez joder.
Mi mano se detuvo sobre el picaporte.
—¡Es urgente!
Pero terminé abriéndola, pasando por encima de la imagen de su cuerpo, evitando ver la sangre sobre el mismo, para dirigirme al baño y lavar mi rostro.
—Pensé que dormirías hasta tarde.
Fui recibido en la cocina por mi tía. Estaba calentando algo de agua, así que de seguro iba a preparar su té habitual.
—¿Qué haces levantado tan temprano?
—Me dio pereza. —Abrí la nevera y saqué una botella de agua.
—¿De dormir? —desconcertada.
Asentí y ella miró todavía más confusa.
—Cariño, definitivamente eres muy difícil de entender.
Me encogí de hombros, tomando un sorbo de agua de la botella.
—¿Y bien?
—Y bien...¿qué? —pregunté al ver la forma en la que se me quedó mirando.
—¿No hay ninguna de tus "respuestas especiales" para lo que acabo de decir?
—¿Qué?
—No sueles quedarte callado o aceptar todo tan fácil, Dean —explica—. ¿Sucedió algo? ¿Hablaste con mi hermano acaso?
Genial, lo que necesitaba para terminar de fastidiar mi día, escuchar mentar a mi tan "preocupado" y "presente" padre.
—Tía, dejaré que usted sola se responda a esa pregunta.
—Definitivamente hablaste con él. —Me sigue a la sala—. Lo hiciste ¿no es cierto?
—Tía... —Me detuve en el primer escalón. Siendo sincero y pensándolo un poco, ojalá estar así por ese hombre y no por lo que en realidad sucedió.
—No, Dean, tía nada. Mi hermano y tú tienen que aprender a entenderse de una vez y por todas.
—Claro, como si eso fuera posible —con marcado sarcasmo.
—Lo es —firme—. Y como alguno de los dos no ceda y proponga una tregua, no podrán hacerlo.
—¿Insinúas que debo ser yo quien proponga el alto al fuego?
—Dean...
—No, tía. Ni lo pienses —molesto—. Yo no inicié esta estúpida guerra. Oh, espera, sí lo hice.
—Dean. —Recibí una advertencia, no sólo en el tono, sino también en la forma en la que me miró cuando pronunció mi nombre.
—Sé lo que vas a decir, tía. —Me abstuve de decirlo, dejando ir un suspiro algo harto de toda esta mierda—. Y sabes perfectamente que no escucharé. Así como tampoco él. ¿Y sabes qué?
La tristeza era evidente en sus ojos, pero necesitaba que dejara de insistir.
—Lo prefiero de esa forma y él también. Así que míralo por el lado bueno, al menos en eso estamos de acuerdo.
Ella no dijo nada al respecto. Quizás no sabía qué decir, quizás no había nada qué decir o simplemente creyó que no era el momento. De todas formas, tomé su silencio como aceptación de mis palabras y seguí mi camino escaleras arriba.
• RESIDENCIA WOLF •
—¿Dónde las puse? —Revisando sus bolsillos mientras baja las escaleras—. No las habré perdido ¿o sí? Genial, lo último sería que la tontería de Owen se me pegara.
—La "tontería de Owen" puede escucharte, primito.
—¡Oh! ¿Estabas aquí? —Reparando en su presencia. Estaba tranquilamente sentado en el sofá como quien no quiere la cosa—. Verte un sábado un casa sí que es raro. ¿Y tus hermanos?
—El amargado de Asher anda de presumido haciendo ejercicio en el jardín trasero y el irritable de Félix está en su habitación, con la nariz metida en los libros.
—La forma en la que expresas tu amor por ellos es increíble.
—Lo sé. —Sonrió con descaro.
—Y me hace querer no saber lo que piensas sobre mí.
—Por eso eres el más inteligente.
Le dio un guiño a lo que Ezra levantó una ceja, pero no le quedó de otra que negar con la cabeza y dejarlo estar. Owen nunca perdería e intentar ganarle era un desperdicio de tiempo bastante agotador.
—Vaya, veo que ya lo encontraste. —Mirando sobre su regazo—. ¿De verdad lo dejaste en el cesto de la ropa sucia?
—Por supuesto que no. ¿Por qué clase de irresponsable me tomas?
Ezra le dio una mirada de "¿En serio?", a lo que Owen llevó una de sus manos a su pecho, "dolido".
—Me hieres, primo.
—¿Puedes dejar tu dramatización para luego y responderme? Vaya, a veces me pregunto cómo es que le gustas tanto a las chicas.
—Un mago nunca revela sus trucos. —Sonrisa amplia y orgullosa. Ezra negó con la cabeza—. Y no, no estaba con la ropa sucia. Estaba debajo de la cama.
—Menos mal. Veamos qué tal está hoy. —Acercándose.
—Ey, ey, ey. —Owen lo detuvo. La sonrisa de Ezra se le borró automáticamente del rostro—. Manos fuera, doc. Es mi responsabilidad hoy, así que yo me encargo. Además, está dormido. No lo molestes.
—De acuerdo, señor responsable. —Levantando las manos en son de paz—. Te dejaré con tu ardua tarea.
—¿Vas a salir?
—Sí, en cuanto encuentre las llaves del auto.
—Las dejaste en tu abrigo cuando llegaste ayer.
—¿Y recién ahora me lo dices? —Arqueó una ceja, yendo hacia el perchero de pie justo a la entrada.
Owen se encogió de hombros.
—Iré al taller para ver si al auto de Asher está listo —informó, tomando las llaves—. Si alguno de tus hermanos va a salir, que no regrese tan tarde ¿de acuerdo?
—¿O sea que yo sí puedo regresar tarde?
—Tú tienes otras responsabilidades —le recordó, señalando su regazo.
Owen bufó, cruzando los brazos sobre su pecho. Una sonrisa adornó los labios de Ezra mientras tomaba su abrigo para ponérselo.
—Me voy. —Abriendo la puerta—. Por favor no vayan a incendiar la casa.
—Tus deseos son órdenes, primito. Vete tranquilo.
Ezra se lo pensó dos veces antes de dejar la casa, pero al final terminó haciéndolo.
—Ya puedes dejar de fingir —dijo una voz detrás de él luego de un rato.
—Menos mal porque en serio es un fastidio. —Haciendo a un lado el peluche envuelto en aquella manta sobre su regazo.
—¿Eso te parece un fastidio? —Acercándose—. Creo que deberías reconsiderar tu idea sobre lo que es un fastidio, porque esto sí que lo es.
Owen estalló en risas apenas verlo. Estaba cubierto de fango de pies a cabeza.
—¿Qué demonios te pasó, hermanito? Hueles fatal. —Cubriéndose la nariz.
—¿Huelo fatal? —Arqueó una ceja—. Esto me pasa por querer ayudarte y cubrir tus estupideces.
—Por lo que te estoy muy agradecido. —Sonrió—. Entonces... —ansioso—, ¿dónde está?
—¿Dónde está qué? —Asqueado de su propio aspecto.
—¿Cómo que qué? El renacuajo —con obviedad—. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo sino?
Félix le fulminó con la mirada. Owen rodó los ojos.
—¿Podrías dejar tu mal carácter para luego y responderme?
—No lo encontré.
—¿Cómo?
—Que no lo encontré ¿vale? —repitió Félix—. Revisé todo el maldito perímetro, los lugares que suele frecuentar, sus escondites favoritos y nada.
—¿Qué? —Cubrió su rostro con ambas manos en señal de preocupación, para luego pasarlas por su cabello—. Estamos jodidos.
—¿Estamos?
—No vas a dejarme en esto solo ¿o sí, hermano? —Le lanzó una mirada algo desesperada. Félix dejó ir un suspiro.
—Por supuesto que no. Pero creo que deberíamos contarle a Ezra la verdad antes de que esto se complique.
—Te volviste loco ¿no? —incrédulo—. ¿Se te metió algo de barro en el cerebro o algo? Como Ezra se entere estaré ayunando de por vida.
—Bueno, eso es mejor a que suceda algo peor.
—Peor será cuando Asher se entere.
—¿Enterarme de qué? —Se quitó los audífonos para luego darle un sorbo a la botella de agua que traía en sus manos. Su respiración estaba un poco acelerada y gotas de sudor corrían por su torso bien trabajado—. ¿Les comió la lengua el gato o algo?
Compartió una mirada con ambos. Owen la apartó y Félix prefirió no devolvérsela.
—Bien. —Ash tomó asiento, acomodándose en la butaca junto al sofá—. Owen Colt —le llamó y este último cerró los ojos antes de voltear a verlo.
—¿Sí, hermano mayor?
—Empieza a hablar, hermanito, y empieza explicándome por qué Félix parece un muñeco de navidad fuera de tiempo.
—¡Oye! —Félix le fulminó con la mirada mientras que Owen se aguantó las ganas de reír.
—Y hazlo de manera breve. —Lo atravesó con la mirada, dejando bastante claro que se ahorrara cualquier broma.
—De acuerdo. —Owen se encogió de hombros—. Te lo resumiré en tres palabras.
Asher arqueó una ceja, escuchando atentamente.
—Perdimos. Al. Enano.
Félix cerró los ojos esperando su reacción. Asher llevó una de sus manos a su rostro, masajeando su frente y luego sosteniendo el puente de su nariz.
—¿H-Hermano? —Félix volteó a verlo, con cautela—. ¿T-Todo bien?
—¿Crees que pueda estarlo?
Félix tragó pesado luego de la mirada fría que recibió.
—Entonces.... —Owen intervino, rascando su mejilla—. ¿Haremos algo para arreglar esto o qué?
Cerró la boca apenas la mirada de Ash fue en su dirección. El silencio entre los tres estaba más allá de lo incómodo o una simple tensión.
—Muevan sus traseros —indicó Asher levantándose de su asiento—. Tenemos mucho terreno que cubrir.
Owen y Félix compartieron una mirada. Ambos asintieron yendo detrás de su hermano.
—Pero quizás debas tomar una ducha antes —sugirió Owen de la nada, mirando a Félix—. Apestas.
—¿En serio? —Félix volteó a ver a Ash. Este último apartó la mirada, fingiendo rascar su nariz, cuando realmente intentaba cubrirla. Luego regresó a ver a Owen y este asintió, haciéndole un gesto con sus manos de que fuera sin problemas al baño—. Pero.... —Félix se olfateó a sí mismo, casi vomitando—. ¡Joder!
—¿Estás seguro de que eso es solo barro? —Félix lo fulminó con la mirada. Owen levantó ambas manos en señal de paz—. Vale. Te esperaremos en el jardín trasero.
• RESIDENCIA WEST •
—Terminé de acomodar las cajas que me pediste, tía. —Saliendo al jardín delantero—. ¿Necesitas algo más?
—Gracias, cariño. —Dejando de regar las flores para voltear a verlo—. Por favor, revisa las cajas que dejó Kristian ayer en el salón. Si hay algo que ya no sirva, sepáralo del resto.
—De acuerdo.
—¡Oh! Buenos días, vecino. —Saludando el auto de Ezra que recién llegaba. Este último no tardó en detenerse frente a la casa de los West y bajarse para saludarlos.
—Buenos días, señora West. —Acercándose, con una sonrisa—. Hola, Dean.
—Hola... —Apartando la mirada—. Bien, tía, iré a hacer lo que... lo que me pediste.
—De acuerdo, cariño. —Asintió esta. Dean entró rápidamente, dejándolos solos a ambos—. ¿Viene del trabajo?
—No, hoy es mi día libre. Fui al taller por el auto de uno de mis primos, pero al parecer aun no está listo.
—¿Me aceptaría entonces un café esta vez?
Ezra volteó a ver al interior de la casa. Una idea dando vueltas en su cabeza. Hasta que regresó a ver a la señora West, con una sonrisa.
—Por qué no.
Esta le devolvió la sonrisa, invitándole a pasar.
• MERCADO DEL PUEBLO •
NEREZZA
—¡¿Hermana?!
La voz Cameron parecía escucharse tan lejos...
—¿Qué le sucedió?
—Yo... —La de Mino igual—. La verdad no lo sé. Llegué y ella...
—¿Ella qué? ¡Habla!
—¡No lo sé, Cam! Joder que no lo sé. Se puso así de repente.
—Pulga.
Mi cabeza comenzó a palpitar.
—Pulga, mírame, háblame, por favor. ¿Qué sucedió?
Negué con la cabeza, pero eso exacerbó el dolor. Mi hermano me abrazó mientras mis lágrimas se desataron.
—¡Ash!, esto en serio me tiene harto.
—¿Qué? —Levanté la mirada, obligándolo a apartarse.
A partir de entonces fui bombardeada por los comentarios de Minho, uno detrás del otro. Imágenes sin un orden aparente descargándose en mi cabeza, jugando con mis sentidos.
—Piensas en todo, hermosa.
El gesto que me regaló luego de esas palabras me obligó a ver a mi hermano. Entonces el rompecabezas tuvo sentido, armándose y mostrándose claramente frente a mí.
—Me moría de ganas por volver a verte. —Aquel susurro repentino chocó contra mi oreja desde atrás, robándome el aliento—. ¿Tú no?
Me di la vuelta con rapidez. No había nada detrás de mí, solo una pared que apenas alcanzaba a ver por la oscuridad.
—¿Qué...? —confusa.
Al voltear hacia delante y colocar mis manos sobre el suelo o lo que creía era el suelo, este se sintió suave.
Mi hermano y Minho ya no se encontraban.
—Nunca antes me había divertido tanto con alguien.
Seguí el sonido de su voz, pero no pude dar con ella. Era frustrante porque se escuchaba tan cerca, pero mis ojos no eran capaces de verlo. Parecía provenir de todas las direcciones.
Escaneando el lugar con mucha más atención, o al menos lo que alcanzaba a ver, pude reconocerlo como mi habitación. Mi nueva habitación en la nueva casa. ¿Cómo demonios había llegado aquí?
—¿Por qué no me respondes?
Retrocedí rápidamente apenas apareció frente a mí, ahogando un grito y golpeando mi espalda contra la cabecera. Prácticamente salió de la oscuridad.
—Shh, Nerezza. —Sus manos se apresuraron a mi rostro, jugando con los mechones de mi cabello que caían sobre este—. No necesitas reaccionar de esta forma.
Aparté el rostro, aterrada. Siquiera alcanzaba a ver el suyo. Era solo oscuridad. Oscuridad sin forma aparente, pero que despedía una ola de terror que consumía mis nervios de manera subliminal.
—Dime, ¿tienes miedo de mí?
Cerré mis ojos. Mis lágrimas cayendo de ellos. Internamente repitiendo la frase de mi último especialista: "Esto no es real", una y otra vez en mi cabeza.
—Mírame, Nerezza.
Negué son la cabeza. Ni muerta lo haría.
—Mírame por las buenas, por favor.
Aquellas palabras me hicieron estremecer. Su voz se escuchó tan dulce y aterciopelada, pero la amenaza era tan explícita que podía cortarse con un cuchillo. Era una mezcla hermosa y aterradora a la vez que no tenía el menor de los sentidos pero, ¿acaso algo lo tiene?
—Mírame, Nerezza. No va conmigo pedir las cosas dos veces, pero por ti hago la excepción. Merezco una retribución por eso ¿no lo crees?
Volteé a verlo.
La sonrisa que ahora podía ver en sus labios estaba cargada de satisfacción y me resultaba repulsiva y escalofriante.
—Una vez más. —Se acercó hasta que sus labios rozaron mi oreja—. ¿Me tienes miedo?
Negué con la cabeza. Sus labios me rozaron una vez más, ensanchándose contra mi piel.
—Mentir es un pecado. —Se apartó, algo burlón. Su rostro se alineó perfectamente con el mío—. Pero te daré una verdad a cambio, como castigo.
Esta vez no lo aguanté. Esta vez grité. Grité hasta quedarme sin voz. Hasta que mi garganta rogó, ardiendo, que me detuviera. El horror que presencié sería un trauma del que quizás nunca me recuperaría.
Dentro de aquella oscuridad sin forma aparente surgió un rostro. El rostro de la persona más importante en mi vida.
Sus cuencas estaban vacías y sangre corría de ellas como lágrimas incapaces de ser contenidas y su cuello. Su hermoso y frágil cuello. Había sido profanado con una herida que lo recorría de lado a lado, convirtiéndose en una cascada espantosa de aquel líquido rojizo.
Introduje prácticamente mis dedos, casi mi puño por completo, en mi boca. Mordiéndolo con fuerza. Intentando parar mis gritos. Contener mis lamentos, pero lo único que conseguiría sería ahogarme con ellos.
—Y aquí va la verdad que te prometí. —Su voz apareció justo a mi lado, chocando contra mi mejilla, pero yo no dejé de ver a mi hermano.
—B-Basta... —Sollozo—. Ba-basta... P-Para, por favor. ¿P-Por qué le haces esto?
Quise tocarle. Quise acariciar su rostro con una de mis manos, pero aquella oscuridad se enroscó en mi muñeca, deteniéndome, haciéndome soltar un quejido por el apretón algo fuerte.
—Mentir trae consecuencias, ¿no hermosa? —Aumentó la presión hasta sacarme otro gemido—. Pero no es esto lo que busco contigo.
—¿E-Entonces qué?
—Vengo a mostrarte la verdad.
—¿Q-Qué verdad?
—Sobre por qué tu adorado Cameron te mintió —divertido—. ¿No quieres saberlo? ¿O acaso te creíste el "dormimos juntos y no pasó nada"?
—¿Qué? —Volteé a ver el rostro vacío de mi hermano, incrédula, pero a la vez dudando de todo.
—Eres más inteligente que eso, Nerezza. —Su voz se escucha más cerca que nunca, pero no despegué la mirada de Cam ni por un segundo—. No me decepciones, solo necesitas mirar un poco más de cerca.
Su oscuridad tomó forma de mano, justamente la que apretaba mi muñeca y la deslizó hasta entrelazar sus dedos con los míos. Sentí algo pesar en esa mano y cuando volteé a verla ya no había oscuridad, solo dos ojos azules y una tijera.
—Hermano... —Lágrimas cayeron de mis ojos, traumatizada por la escena—. Eres un mentiroso.
• RESIDENCIA WEST •
DEAN
—Tía, ¿qué crees de esto? —Rebuscando en la caja para sacarlo, ya que por el ruido de sus tacones sabía que venía acercándose—. ¿Crees que debamos conservarlo? —Los levanté para mostrárselos mientras continué indagando en la caja.
Eran unos adornos bastante viejos, que si mal no recuerdo, ella nos dijo una vez que la abuela se los había regalado.
—Fueron un regalo de mi madre cuando me casé —responde. Por lo que veo no tengo tan mala memoria después de todo—. Por supuesto que se quedan con nosotros.
—Pero son horrendos. —Hago un mohín. En serio eran horribles, o quizás son las mujeres que tienen tan mal gusto.
—Dean... —Ya podía escuchar venir el regaño, pero soy tan jodido que no lo recibí de ella.
—Los jóvenes no entienden de esas cosas.
Por primera vez en mi vida sentí lo horrible que era cuando alguien decía que le habían sacudido hasta el alma; en el peor de los sentidos.
Volteé a verlo automáticamente, preguntándome qué demonios hacía aquí.
—Mucho menos el valor de un juego tan antiguo como ese —continuó—. Tanto material, como sentimental.
—Tiene usted toda la razón, Ezra. —Asintió mi tía, haciéndome sentir mucho peor, pero eso no me detendría de lanzar mi pregunta.
—Y... ¿por qué está aquí el vecino? —inquirí, bastante incómodo pero sin demostrarlo—. Su casa es la de al lado.
—¡Dean! —Claro que me llevaría una advertencia de mi tía—. Esa no es manera de tratar a Ezra. Por favor, discúlpate.
—Solo hacía una aclaración —"inocente". A mi tía no le hizo la menor gracia, fulminándome con la mirada—. De acuerdo... —No me quedó de otra que ceder—. Lo siento, Ezra. —Apenas volteando a verlo.
—No te preocupes, Dean.
Rodé los ojos. No sé qué era peor, si su presencia o lo bien que disimulaba.
—Toma asiento, Ezra. Iré a preparar el café.
No, por dios... Solo échale de una vez
¿Qué acaso no tiene casa propia y café propio?
Claramente no lo tenía cuando le vi tomar asiento tan tranquilamente en el sofá. O eso o venía a fastidiar. Apuesto lo que sea por la segunda opción.
—Dean, asegúrate de tratar bien a Ezra ¿de acuerdo?
En tus sueños...
—De acuerdo. —Pero no podía decirle eso o el que saldría mal parado sería yo. Bueno, yo y Cameron, y Nerezza también de paso.
—No tardaré, Ezra.
Ezra asintió y mi tía se marchó a la cocina dejándonos solos.
Volteé a verle de reojo pero apenas percatarme de que me estaba mirando, aparté la mirada, prácticamente enterrándola en la caja.
—No necesitas estar nervioso, Dean.
Nervioso es poco. Me irrita además
—¿Nervioso yo? —Me hago el desentendido, pero eso solo hizo que una sonrisa se instaurara en sus labios.
Lo ven, por esas cosas es que me resulta irritante.
—No estoy nervioso —aclaré, algo molesto—. No tengo por qué estarlo.
—Soy médico, Dean. No necesitas mentir.
Creo que ahora entiendo por qué mi prima los odia
—Usted lo ha dicho. —Sin voltear verlo mientras reviso, o mejor, finjo revisar las cosas de la caja para no tener que hacerlo—. Médico. —Me aseguré de pronunciarlo lo suficientemente bien como para que le quedara bastante claro—. Y de los que tratan con muertos, no psicólogo. Y dudo que exista un psicólogo de cadáveres. Además, no creo que ellos tengan mucho que decir después de todo.
Ezra estalló en risas, dejándome bastante desconcertado. Al punto que tuve que voltear a verlo con la confusión evidente en mi rostro.
—Perdón, ¿dije algo gracioso?
—Tienen mucho que decir, Dean —me respondió de la nada—. Incluso sin un "psicólogo de cadáveres" que los atienda, pero dicen más de lo que crees. Los secretos del cuerpo... —Sonrió, conectando miradas—. Tengo total acceso a ellos.
Le sostuve la mirada, pero admito que no fue agradable en lo absoluto. Era como si quisiera que se me quedaran grabadas esas palabras.
Demonios... eso se sentía espeluznante.
—OK... —Aparté la mirada luego de un rato, incómodo—. Eso sí que es raro —admití—. De igual forma, ¿no pudo seguir de largo para su casa?
—Entiendo que estés a la defensiva.
—¿En serio? —sarcástico.
—Lo digo en serio, Dean.
—¿Y eso quiere decir que no le dirá nada a mi tía o a Kristian?
—No lo haré.
Volteé a verlo, evaluando la veracidad de esas palabras.
—Hablo en serio, Dean. No diré nada. Soy médico, como bien has dicho. Mi confidencialidad no me lo permite —me aseguró—. Puedes creer en mí.
—Aquí está el café. —No sé si decir que llegó en buen momento la verdad—. ¿Cómo le gusta de azúcar? —Dejando la bandeja sobre la mesita de té frente al sofá.
—Con dos está bien.
—De acuerdo.
—Tía, tu móvil está sonando —dije casi que por inercia, ya que era normal que ella no lo escuchara cuando atendía a una visita y yo siempre era quien le avisaba. Aunque no pude ser en peor momento.
—¡Oh! Debe de ser del trabajo. Si me disculpa...
Ezra asintió y ella abandonó la habitación.
¡Otra vez solos, hermosa bendición! (Nótese el sarcasmo, por favor...)
—Dean, ¿cómo está tu primo? —preguntó de la nada terminando de preparar su café.
—¿Le importaría bajar la voz? —susurré con obviedad, señalando al final del pasillo—. Mi tía podría escucharlo y ahí se armaría la tercera guerra mundial.
—Inventarte alguna excusa o simplemente decir que pregunté por el resto de tu familia no te sería difícil. Te ves bastante inteligente en ese sentido.
Lo fulminé con la mirada, pero había que admitir que era bueno para esas cosas. Él simplemente bebió de su café, sin prestarme la más mínima atención.
—Está delicioso. Mis felicitaciones para tu tía. Ahora, en cuanto a lo de anoche, me gustaría conocer toda la historia.
—Ya se lo dijimos. —Rodé los ojos, algo harto—. Estábamos jugando, discutimos y se nos fue de las manos.
—Y supongo que tu prima también estaba incluida en ese juego ¿no es así?
—¿De qué habla?
—No soy tonto, Dean. —Dejando la taza sobre la mesa—. Puedo ver que algo sucede con ella. Se nota con solo ver su mirada cansada.
OK, me obligó a tragar en seco.
—¿Desde cuándo no duerme bien?
—Mire... —Aparté la mirada, incómodo, otra vez rebuscando en la caja—. Lo lamento de verdad, pero no puedo decirle.
—Entonces sí sucede algo.
¿Acaso no es obvio?
—Pero es algo de ella y no le gusta compartirlo —aclaré, intentando hacerle entender—. No le gusta y no pienso decirle nada. Simplemente olvide lo que sucedió hoy en la madrugada. Fue muy descarado de nuestra parte acudir a usted a esa hora, pero no teníamos a dónde más ir —sincero—. Pero de verdad le ruego que lo deje estar. No recorrimos tantos kilómetros para nada.
—Puedo ser de ayuda, Dean.
Sí, claro. Perdí la cuenta de la cantidad de idiotas con bata blanca que dijeron lo mismo
—Sin ofender, Ezra. —Dejé ir un suspiro—. Pero usted atiende a los muertos y mi prima está viva; solo déjelo estar. Aplique su "confidencialidad" —Haciendo las comillas— o como le llame y guarde silencio.
—Dean...
—Ya estoy aquí. —Definitivamente mi tía sabe cuando aparecer—. Lamento la tardanza.
—No se preocupe... —Ezra forzó una sonrisa, viéndome de reojo.
Decidí concentrarme en las cosas de la caja.
—Me dijo que vivía con sus primos.
Si no era yo, mi tía de seguro lo ahuyentaba con sus preguntas. Ella adoraba llevarse bien con los vecinos y hacer esas cosas de parrilladas y cenas en conjunto. Quizás esta vez tenga la oportunidad; aunque espero de todo corazón que no sea así.
—¿Cómo son? ¿Son pequeños?
—En realidad no. Son de la edad de sus hijos.
—¡Maravilloso!
Horroroso...
—De seguro se llevarán muy bien —contenta.
—Eso espero. —Le devolvió la sonrisa—. Muy rico el café por cierto. Tendrá que decirme cómo lo hace.
—Claro, recuérdemelo más tarde.
Rodé los ojos, harto. ¿En serio no se iría a su casa?
—¡Oh! —Di con algo al fondo de la caja. Prácticamente lo había sacado todo sin prestarle atención a lo que hacía. Genial, tendría que empezar de cero—. Estos son...
—¡Déjame en paz!
—¿Cariño? —Mamá se levantó automáticamente al verla entrar a toda velocidad e ir directo escaleras arriba.
—¡Pulguita, espera! —Cam fue justo detrás pero mamá le detuvo.
—¿Qué sucedió? —le preguntó, pero este negó con la cabeza.
—Mierda... —murmuré apenas darme cuenta. Automáticamente recibí una mirada cautelosa de Ezra. Lo más seguro era que gracias a esto su rompecabezas adquiriera una nueva pieza.
—Te estoy hablando, Cameron West. ¿Qué sucedió?
—Nada —contestó este último. Tía le presionó con la mirada, pero él se soltó de su agarre y fue escaleras arriba.
—¿Qué sucedió? —Tía se volteó hacia Kristian automáticamente, quien recién entraba. Pero él simplemente negó con la cabeza, igual de desconcertado.
—Los dejé a ambos para que hicieran la compra, pero Nerezza me llamó de la nada pidiendo regresar a casa —respondió él—. Al parecer discutieron pero ninguno de los dos me quiso decir nada.
—Subiré de inmediato a hablar con ella.
Palidecí. Eso solo empeoraría las cosas.
—Tía...
—Señora West —intervino Ezra—, lamento involucrarme en sus problemas de familia, pero en estos momentos eso no es lo mejor.
—¿Y qué hago entonces? ¿Quedarme de brazos cruzados?
—Para nada, señora. —Negó con la cabeza—. Dele tiempo a ambos. Ahora mismo están demasiado alterados y todo fue muy reciente. Están sensibles. Cualquier intervención solo empeorará las cosas. Cuando estén más calmados y ellos así lo decidan, permitánles hablar y solucionar el problema y luego podrán preguntar qué sucedió.
—¿Y usted qué puede saber? —Kristian arqueó una ceja.
Ezra sonrió.
—Tengo tres adolescentes con las hormonas revolucionadas en casa. Se la pasan discutiendo y buscando problemas entre sí, pero eso no los hace menos hermanos. Al contrario, sin importar qué tan grande sea el problema, se dan el tiempo suficiente y luego lo hablan y lo resuelven. Es entonces donde yo intervengo, dando el problema por terminado. A veces, los chicos solo necesitan algo de espacio y confianza.
Por alguna razón volteó a verme cuando dijo eso. Debo admitirlo, este doc puede que no sea tan malo.
—Con su permiso, voy a retirarme. Espero que tomen mi consejo. Gracias por el café, señora West.
—Cuando quiera. —Le sonrió como pudo.
—Lo acompaño a la puerta —Kristian fue con él.
Yo volteé a ver a la caja, mirando lo que había encontrado antes. Una idea llegó hasta mi cabeza.
—Yo hablaré con Cam mientras tanto —le informé a tía—. Sabes que me escuchará. Nerezza, por el contrario, necesita más tiempo. Hagamos lo que dijo Ezra.
—Está bien. —Asintió. Se notaba que estaba muy preocupada—. Haz eso y luego dime cómo te fue.
Asentí, para luego apresurarme escaleras arriba. Me encontré a Cam armando un escándalo mientras golpeaba repetidamente su puerta.
—¡Nerezza! ¡Hermana, ábreme la puerta! ¡Pulguita por favor, ábreme y déjame explicarte! ¡Nerezza!
—Basta. —Le detuve, pero se soltó de mi agarre y continuó—. Que pares te digo ¡idiota!
Lo hizo, volteando a verme.
Cerré los ojos y dejé ir un suspiro al verlo tan destrozado. Sus ojos rojos, hinchados, derramando lágrimas casi que por inercia.
La mayor debilidad de Cameron era su hermana y viceversa. Si algo le ocurriera a alguno, sería catastrófico para el otro, así como también una discusión de tal magnitud. Había convivido lo suficiente con ellos como para darme cuenta de la relación especial de hermanos que tenían. Serían capaces de dar la vida por el otro, sin importar qué tan drástico sonara eso.
—Para, idiota. —Intenté sonar lo más comprensivo posible—. Solo te haces más daño. A ella también.
—D-Dean... —Verlo así me parte al alma; a los dos—. T-Tú... T-Tú...
—Lo sé. —Lo abracé con mi mano libre, mientras sostenía la caja con la otra, dándole par de palmadas en la espalda. Lloraba como un niño pequeño. La verdad, esta es una de las pocas veces que le he visto llorar de esta forma.
—Sé que tenía razón. No necesitas decirlo. Así que por favor, hazme caso esta vez y ve a tu habitación.
Creí que se resistiría más, pero me obedeció tan pronto se lo pedí y agradecí por eso. Entonces dejé ir un suspiro y toqué a la puerta de Nerezza, aún sabiendo que ella no me respondería.
—Oye, garrapata. —Sé cuánto odia que la llame así, así que lo hice con toda intención, porque sé que en el fondo siempre le saca una sonrisa—. No busco hablar. Sé que ahora mismo no lo deseas. Solo te dejaré algo aquí y me iré, por favor dale un vistazo. Te animará, lo prometo.
Por supuesto, no recibí respuesta. Todo adentro parecía sumamente silencioso, como si nadie lo habitara. Simplemente dejé la caja en el suelo y me marché a mi habitación, confiando en que mi idea funcionaría.
• NEREZZA •
"Me moría de ganas por volver a verte."
"Nunca antes me había divertido tanto con alguien."
"Dime, ¿tienes miedo de mí?"
"Mentir trae consecuencias, ¿no hermosa?"
"Vengo a mostrarte la verdad."
—B-Basta... —Sollozo, cubriendo mis oídos con ambas manos. Su condenada voz no dejaba de repetirse una y otra vez en mi cabeza—. B-Basta... Basta.
Me hice pequeña en el lugar. Recluida en una esquina de mi habitación. Cubriendo mi cabeza con ambas manos, protegiéndola, por así decirlo, de su voz.
"Eres más inteligente que eso, Nerezza."
Pero estaba claro que no funcionaría.
—Por favor, basta —supliqué—. Basta.
"No me decepciones, solo necesitas mirar un poco más de cerca."
Entonces se detuvo.
Su voz se detuvo y comenzaron esos sonidos. Esos pasos que escuché antes, que parecían provenir del ático. Otra vez se detuvieron sobre el espejo. Entonces recordé la imagen que había visto esta mañana en él, la razón por la cual actué de manera tan extraña con Cam en el auto. La imagen de él, justo como lo de hace un rato, sin ojos y con la garganta abierta. Y yo sosteniendo la tijera ensangrentada detrás.
• CAMERON •
¿Por qué simplemente no le dije la verdad? ¿Por qué no escuché a Dean? Podría haberme evitado todo esto y ahora no estaríamos así.
—Darle vueltas, culparte e imaginar cómo hubiera sido de haberle dicho no te ayudará en nada.
Hablando del rey de Roma...
—¿Puedo pasar?
—Ya estás dentro ¿no?
Dejé de verlo para darme la vuelta en el lugar, dándole la espalda. Escuché sus pasos hasta detenerse junto a la cama. El colchón detrás de mí se hundió.
—No quiero hablar, Dean.
—Yo tampoco, Cam.
—¿Entonces para qué viniste?
—Porque esta conversación no es cuestión de querer.
Lo sé...
—Igual no pienso hablar.
—Perfecto, te tocará escucharme entonces.
—Agh, Dean, por favor... —Me incorporé, girándome hacia él—. ¿Hablas en serio?
—¿Qué parte de que tú escuchas y yo hablo no entendiste?
Rodé los ojos. Puede ser tan mandón a veces... pero para bien o para mal siempre tiene razón.
—No voy a andarme con rodeos.
Como si alguna vez lo hicieras...
—Iré directo al grano. Hablarás con Nerezza y le dirás la verdad.
—¡Estás loco!
—¡No, tú estás loco! —Me calló—. Estás bien loco si piensas que dejaré que esta mierda se vaya por la borda. No viajamos kilómetros y dejamos toda una vida en Kandland City solo para que me vengas con una de tus pendejadas y lo eches todo a perder.
Me le quedé viendo, perplejo. Ni papá era tan preciso con sus regaños.
—Escúchame bien, Cameron West, ¿dónde demonios se metió el hermano tan decidido de esta mañana, que haría lo que fuera por ver a su hermana feliz, al punto de enfrentarme a mí y contradecirme?
—Y-Yo... —Aparté la mirada, impotente, sin nada qué decir a eso—. Soy un...
—Un idiota, lo sé —me interrumpió—. Yo también puedo serlo a veces. Todos de hecho. Pero eso no hace menos el amor que sientes por tu hermana.
—Mierda... —Mordí mi labio inferior. Mis ojos cristalizaron—. La cagué ¿no es cierto? La cagué hasta el fondo, Dean.
—Idiota. —Me tomó de la nuca, atrayéndome hacia él hasta abrazarme—. Nerezza es la mejor hermana que puedas desear. Acabará perdonándote dentro de poco.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque no pueden vivir el uno sin el otro. —Se encogió de hombros mientras que yo me incorporé—. Además, me dijiste que nada malo pasó. ¿Eso es cierto?
—Ella no me hizo daño. —Limpiando mis ojos con la palma de mis manos—. No sé qué recuerda o qué cree haber hecho, pero no me hizo daño.
—¿Entonces qué sucedió?
Las imágenes se apresuraron a mis recuerdos. Mis lágrimas brotaron nuevamente de mis ojos.
—Dean... —Me aferré con fuerza a uno de sus hombros—. Ella no puede dormir sola de ahora en adelante.
• OWEN •
—Por favor, recuérdame nuevamente por qué demonios hacemos esto.
Rodé los ojos.
Félix en serio era demasiado aburrido y le encantaba cargarse mi buen humor. Debí reconsiderar el hecho de venir con él; al menos si hubiera tenido una mejor opción y Ahser claramente no lo es.
—Porque somos buenos vecinos —respondí, retomando mi energía habitual—. Así que hermanito, déjate de malas vibras y apoya al prójimo.
—Eres un prójimo que da demasiados problemas. —Me fulmina con la mirada.
—Así no irás al cielo, pecas —comenté divertido, recibiendo otra de sus miradas mortales. Odia que le llame de esa forma pero es que no hay mejor palabra que lo describa—. Solo sé el agradable hermanito de siempre. Todos caen por esa mirada inocente. Será pan comido, ya verás. Entraremos y saldremos de allí y no te darás cuenta.
—Más te vale....
Saltamos la cerca que divide ambos territorios y llamamos a la puerta.
—¿No crees que debimos ir por delante mejor? —me susurra, algo nervioso.
—Pecas, deja de complicarlo todo.
Estuvo a punto de soltarme alguna maldición, pero la puerta se abrió justo en ese momento. Una amable y hermosa mujer de rasgos asiáticos nos recibió con una encantadora pero desconcertada sonrisa.
—Buenas tardes...
—Buenas tardes, señora West. —Sonreí, mostrándome todo lo encantador que puedo ser—. Somos sus vecinos, los primos de Ezra. Solo pasamos a saludar. Lamentamos no haberlo hecho antes.
—Oh, no te preocupes cariño, me alegra que vinieran. —Su sonrisa se suavizó, esta vez genuina y sin una gota de confusión.
Félix rodó los ojos. Mi ego solo creció, brillando aún más en mis labios.
—Si no le importa —continué—, nos encantaría conocer a la familia. Escuché que sus hijos son de nuestra edad y me encanta hacer amigos.
—¡Oh! Claro, por supuesto. Pero justo ahora no es un buen momento...
—¿Quién es, cariño?
—Los primos de Ezra. Han venido a saludar.
—Encantado, señor West. —Le extendí mi encanto.
—Lo mismo digo. —Pero con este sería algo difícil porque la seriedad siguió igual—. ¿Necesitan algo?
Volteé a ver a Felix que parecía que le habían comido la lengua los ratones. Me incliné sutilmente sobre él para susurrarle algo.
—Más te vale que digas algo, ojos de bambi.
Le pegué disimuladamente en las costillas para que reaccionara pero la verdad no fue necesario. El grito desgarrador de aquella chica llegó a nuestros oídos antes de que pecas pudiera decir algo.
—O quizás no. — Volteé a ver a Félix, ambos entramos disparados en la casa y corrimos escaleras arriba, dejando atrás a los señores West y pasando la puerta de la habitación donde estaban otros dos chicos.
Fuimos directamente al ático, el lugar del que provino aquel grito; la estructura de esta casa era igual que la nuestra. Allí los encontramos a ambos. Félix avanzó detrás de mí, con cautela. Yo avancé hasta dejar atrás el cuerpo de la chica.
—Más te vale que te quedes quieto —amenacé antes de ir por él. Luego volteé a ver a Félix—. ¿Está bien?
Mi hermano levantó la mirada luego de comprobar su pulso.
—Solo está inconsciente.
—Genial —bufé, mirando al amiguito en mis manos—. Por tu culpa Ezra va a matarnos.
—¡Nerezza! —La señora West corrió hacia ella, seguida del señor. Los otros dos chicos vinieron después. Félix se apartó, deteniéndose a mi lado. Todos se veían muy preocupados.
—O quizás lo hagan sus padres... —murmuró Félix por lo bajo.
Yo cerré mis ojos, pidiendo paciencia.
—Mierda... este día no podría complicarse más ¿o sí?
—Yo creo que sí... —murmuró mi hermano, señalando el antebrazo de la chica que la señora West recién sacó debajo de aquella sábana.
Estaba sangrando. Llevé mi mano libre a mi frente.
—Joder... —Volteé a ver a Félix—. ¿Por esto se presentan cargos?
—¿En serio, Owen? —Me miró incrédulo.
Yo solo me encogí de hombros. Por Dios, ¿qué podía ser peor?
• 🌙 •
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