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𝐗𝐗𝐗 ; eren jaeger

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CAPÍTULO TREINTA
· • ❝〔 eren jaeger 〕❞ • ·
revelación ; parte IV

Distrito Stohess. Muralla Sina. Año 850.

EN MUCHAS OCASIONES, CUANDO NADIE LO miraba, Erick aprovechaba su soledad para fantasear con los lujos que tenía presentes en una misma habitación. Como aquella ocasión cuando Izaro lo invitó a su hogar; su primera impresión era una necesidad por huir de ahí y buscar refugio, pero en cuanto miró las joyas que antes pertenecían a Theodore Xion junto a un cuadro conmemorativo de Zachary Xion, se sintió como un niño entrado a una dulcería. Fueron unas horas de gozo para el rubio estar rodeado de lo que él consideraba que merecía por encima de todo.

Su relación con Phoebe no era una excepción. Disfrutaba la ausencia de su novia para fingir ser el capitán de la sede de Stohess, a veces sentándose en su escritorio y otras veces agarrando sus pertenencias para usarlas como si fueran suyas. Eran, en su opinión, los mejores minutos de su vida hasta que alguien llegaba y le arruinaba el momento, pero por lo menos tenía una excepción a la palabra y se trataba de Timothy, un soldado de menor rango que de vez en cuando lo perseguía.

—Señor, ¿es apropiado sentarse y poner los pies en el escritorio de la capitana? —preguntó Timothy—. Si ella lo ve...

—Nada pasará, pequeño Tim, lo peor que podría pasar sería que me viera el señor Barbrow —respondió Erick—. Si quieres tener éxito en la vida, te tienes que rodear de todo esto. Solo así conseguirás lo que quieres. Así fue como tuve bailando en la palma de mi mano a Izaro. Hasta que la termine, pero eso es otra historia.

—¿A la capitana Phoebe no le molesta que hables de ella?

—Phoebe está acostumbrada a que siempre la comparen con una Xion —dijo Erick, la indiferencia en su tono de voz era notoria—. Puedo decirle todas las cosas mínimas que verdaderamente me gustaban de esa perra y ella solo se queda callada. El crédito es de mi suegro. Ese hombre siempre le dejó claro a su esposa e hija que su verdadero amor era Izadora Xion.

Y eso resultó ser una ventaja que le había sacado provecho hasta la actualidad. La primera vez que lo vio fue en una cena familiar a la cual Phoebe le invitó (siempre se enteraba de lo mejor durante las reuniones familiares). Thomas Barbrow no pudo dejar de comparar a su esposa con su fallecida prometida, aquella que había muerto tras una caída supuestamente accidental, y a Phoebe le señalaba a cada momento lo grandiosa que hubiera sido su vida si su apellido hubiera sido Xion.

Aquello fue música para los oídos de Erick, y supo que debía sacar de ahí una herramienta que le garantizara mantenerse al lado de Phoebe hasta el matrimonio. Tal vez el apellido Barbrow no le daría los lujos que el apellido Xion le habría dado, pero al menos le permitía mantener la buena vida que estaba teniendo tras unirse a la Policía Militar.

—¿A veces piensas qué hubiera sido de ti si te hubieras casado con la capitana Xion?

Probablemente ya tendría sus bonitos labios partidos a la mitad otra vez. Pensó con rabia, la simple pregunta hizo resurgir su odio hacia la azabache. Pero... era una buena pregunta.

—Sí, estaría viviendo el sueño de cualquier habitante de estas murallas..., pero viviría estresado de pensar que a mi lado está la peor mujer que he conocido —dijo con molestia, mirando directamente al techo—. No le hubiera sido infiel, tengo una moral con respecto a la infidelidad, pero creo que fantasearía mucho con recibir la noticia de que la mató un titán.

Siempre deseaba eso cuando se anunciaba una expedición de la Legión de Reconocimiento.

—Entonces, ¿estás esperando que se cumpla en estos momentos?

Erick se rió.

—Cierto..., hoy es día de expedición —sonrió con ironía—. Espero que esa maldita esté pasando el peor momento de su vida mientras estoy disfrutando de la comodidad del interior. Donde siempre debí estar. Lejos de los titanes y todo lo relacionado a la Legión de Reconocimiento.

Porque de no haber elegido la Legión, tal vez las cosas hubieran sido diferentes... Pensó.

Pero pronto algo interrumpiría los pensamientos del rubio, obligándolo a levantarse de la silla para sacar su cabeza por la ventana y ver lo que pasaba. Gritos de pánico inundaron las calles de Stohess repentinamente, con miles de civiles corrieron hacia el norte mientras rogaban a los soldados que cerrarán inmediatamente la entrada a la muralla Rose. Eran personas de dicha muralla, era fácil de identificar por las prendas que revelaban la clase social de ellos.

Erick no daba crédito al pánico colectivo que estaba presenciando, incluso miró confundido a su compañero, esperando que Tim tuviera la respuesta al drama que había presente. Pero Tim alzó los hombros sorprendido por lo mismo, Erick maldijo en su mente ante la falta de una respuesta inmediata. Se sintió en la necesidad de gritar para preguntar, pero todos lo ignoraban por la rápida acción de los miembros de la Policía Militar para proteger a los recién llegados y a los habitantes de Stohess.

Sin pensarlo, ambos hombres bajaron hasta llegar a la puerta que conectaba los cuarteles con la plaza central, sintiendo la presión del momento con la gente corriendo y sollozando; las madres sostenían con fuerzas a sus hijos mientras los maridos los cubrían con sus brazos, los oficiales trataban de calmar a las masas, pero era inútil, ni siquiera Phoebe podía controlar sus propios nervios cuando se acercó a su pareja.

—Erick, necesitamos mover tropas al interior de Rose para sacar a las suficientes personas —dijo ella.

—¿Y... por qué me lo dices a mi? —preguntó Erick, dando unos pasos atrás.

—Hay... —Phoebe tomó un aire para poder contestar—. El titán colosal destrozó la entrada a Trost, están tratando de controlar la situación, pero ocupan evacuar. La Legión de Reconocimiento no está, así que debemos...

—Espera... ¿dijiste Titán Colosal? —Erick se rió con nerviosismo—. Ah no, no, no, no, no... Lleve a otros soldados, pero no cuentes conmigo para ir allá.

Phoebe lo miró sorprendida.

—Erick, necesito tu ayuda. Esto es grave, la vida de muchos...

—¿Sabes lo que viene después del Titán Colosal? El Titán Acorazado —la interrumpió, moviendo las puntas de su cabello para atrás con su mano—. Y disculpa, pero no quiero formar parte de los oficiales que mueren por el derrumbe que ese titán hace, la última vez mató a treinta de los nuestros.

Sin pensarlo, tomó el hombro del soldado Tim y ambos caminaron lejos de Phoebe, quien les rogaba que se quedaran y la apoyaran en eso. Pero la rubia tuvo que ver cómo su supuesto amante la dejaba sola en el caos; su ya de por sí agitada respiración se tornó más inestable y solo se podía permitir el mirar a su alrededor para encontrar a alguien que se ofreciera a ayudarla, o un milagro.

Distrito Trost. Muralla Rose. Año 850.

Todo lo que podía salir mal, sucedió. Armin ni siquiera sabía lo que le estaba provocando más terror de la cuenta: el titán de Eren descontrolado y causando más destrozos, la continua entrada de más titanes al distrito que aniquilaban a los graduados y a los soldados de las Tropas de Guarnición, o la sonrisa amenazante de Izaro sobre él y en Eren. Aunque Armin no sabía que detrás de esa perfecta curva que formaban sus labios, se encontraba una mujer que contaba hasta cualquier número que pudiera traerle la paz que necesitaba en esos momentos.

El plan, en teoría, era sencillo: Eren debía usar su habilidad para recoger la enorme estructura que usarían para sellar la entrada destruida, los demás serían sus guardaespaldas que asesinarían a los titanes que se acercarán a él. Pan comido, o eso pensaban hasta que Eren, en su forma de titán, no dudó en atacar a Mikasa como si no la conociera y ella se las tuviera que arreglar para evadir todos los ataques. Al principio, Izaro se le paró en frente y lo retó, para su sorpresa, Eren no le hizo nada a ella más que alejarla para seguir atacando a Mikasa.

Lo curioso era que la irritación que sentía Izaro no surgió por eso, aún cuando le había advertido a Eren sobre no hacer ningún espectáculo. La causa había sido Rico, quien no esperó para disparar una bengala roja, la señal que Pixis había ordenado que fuera mensaje sobre el fracaso del plan.

—Deberías sentir gratitud, Capitana —dijo Rico, mirándola a unos escasos centímetros de distancia—. Te estoy salvando de una posible muerte que te pueda ocasionar ese muchacho.

Izaro no pudo evitar poner los ojos en blanco, perdiendo por unos segundos la compostura.

—Hazme un favor, Rico y vete a la boca de un titán —respondió, tensando la mandíbula—. Eres más útil ahí. ¡Oye, niño! ¡Creí que había dejado en claro a tu amigo que nada de escenas!

—¡Ya lo estoy solucionando, capitana! —respondió Armin tratando de ocultar su evidente nerviosismo— ¡Necesito sólo unos minutos!

Izaro cruzó los brazos, mirando el panorama en el que estaban. La mayoría de las casas en el distrito ya estaban destruidas, algunas incluso siendo consumidas por el fuego que se llegó a producir por los cañones; los titanes seguían vagando y mientras algunos soldados peleaban contra los enemigos, otros optaban por esconderse o proteger la base principal que almacenaba el gas para los equipos de maniobras. No era un panorama alentador. La azabache se preguntaba en silencio que hubiera hecho su padre o su bisabuelo en aquella situación.

Zachary probablemente se quedaría allí parado para defender lo más importante en ese momento, leo cual sería Eren, pero no bajaría la guardia para aquellos que él consideraba importantes. En circunstancias específicas, Zachary abandonaría la misión por proteger a quienes le dan un significado a su vida (Theodore e Izadora probablemente serían dos de esas personas, pero para Izaro, ella consideraba que su padre la dejaría para ser devorada por bestias). Isaac, o al menos eso pensaba la capitana en base a las leyendas que protagonizaba su bisabuelo, si se mantendría al margen de la misión; dejaría morir a sus colegas con tal de asegurar el éxito, no por nada le daba mucho valor el significado del sacrificio y entregar su corazón.

Era claro a quién debía seguir de ejemplo. No le generaba ningún conflicto. Después de todo, Levi no estaba ahí poniendo su vida en riesgo.

—¡Oye, cabecilla de hongo! —Izaro llamó a Armin, quien la miró asustado— ¡Haga lo que sea necesario para que tu amigo recuerde su tarea en la misión! ¡Yo me encargaré del resto!

—Capitana...

—¡Ahora!

Izaro saltó desde el techo mientras sacaba sus hojas metálicas. Los ganchos de su equipo destrozaron los ladrillos de una casa, ayudando a la mujer a impulsarse para atacar a los titanes que se habían aproximado en la cuadra. Sus espadas cortaron con profesionalismo la parte de atrás de sus cuellos, oyendo el golpe mortal que realizaban al caer. Saltó hacía una estructura más alta, tomando un respiro rápido mientras analizaba el caos a su alrededor. Los titanes seguían entrando al distrito sin cesar por el agujero provocado por el Titán Colosal; el ruido de sus pisadas, los gemidos que soltaban sin sentido y el sonido de lo que destrozaban a su paso hacían eco por el diseño ocaso como de un óvalo se hiciera cada vez más fuertes.

Pero Izaro no tenía tiempo que gastar. Desde su posición elevada, divisó a un grupo de titanes avanzando hacia la base de almacenamiento de gas.

—Maldición —murmuró.

Con una precisión calculada, disparó los ganchos hacia un edificio cercano, lanzándose en picada hacia los titanes. La velocidad con la que se movía le permitió atacar antes de que los titanes pudieran reaccionar. La primera criatura giró su cabeza lentamente, pero fue demasiado tarde: Izaro ya había trazado un arco perfecto con sus cuchillas, cortándole la nuca.

Aterrizó con elegancia sobre el hombro de otro titán, hundiendo ambas hojas en el punto débil de su cuello. Sentía la vibración del metal cortando la carne, un sonido que, aunque macabro, le daba una extraña sensación de control en medio de la locura. Y ni hablar de la cantidad de sangre que salía, la suficiente como para mancharla toda en su paso.

Y mientras asesinaba al tercero, escuchó más pasos detrás de ella. Al voltear, Izaro vio a un titán excéntrico saltando sobre un edificio hacia ella. Su tamaño era mayor al promedio, y sus movimientos impredecibles hicieron que Izaro apenas tuviera tiempo de esquivar.

—Ya se me hacía raro no verlos por aquí —dijo en voz alta, disparando los ganchos hacia un muro cercano para alejarse.

El impacto del titán excentrico destruyó el techo donde Izaro había estado segundos antes, enviando escombros en todas direcciones. Desde su nueva posición, observó cómo el titán excéntrico se levantaba con una sonrisa inquietante, como si disfrutara de la persecución.

—De acuerdo, con un corte caerá... Con un corte cared... Solo tengo que atravesarle el cuello... —murmuraba mientras afilaba su mirada, lanzándose en dirección a la bestia.

El titán intentó atraparla con un movimiento rápido, pero ella se deslizó entre sus dedos, utilizando los ganchos para maniobrar con una agilidad que desafiaba la gravedad, los cuales ya había vuelto a su lugar para evitar que el enemigo los agarraba y la azabache perdiera el control. Mientras lo rodeaba, buscaba una oportunidad para atacar su punto débil.

Finalmente, sus ojos se fijaron en la parte de atrás de su nuca. Con un movimiento giratorio, hundió ambas cuchillas en su nuca, usando toda su fuerza para apuñalarlo. El cuerpo del titán se desplomó, levantando una nube de polvo al chocar contra el suelo.

El cabello azabache de Izaro estaba manchado de sangre, pero los intereses de la mujer eran otros apenas vio que habían más titanes atacando a los reclutas que bajaban para ayudar en la pelea.

—Es como si se multiplicaran por cada uno que muere... —dijo ella, disparando los ganchos hacia el suelo para ganar velocidad. La cual fue una buena decisión para decapitar sin piedad a un titán que apenas se podía divisar por su pequeño tamaño, el cual estaba a punto de masticar a un soldado de las Tropas de Guarnición.

—¡Gracias, capitana! —gritó el soldado, llorando por el terror que había experimentado.

Izaro no le respondió ni lo miró. Cualquiera que haya conocido a su padre diría sin titubear que ella actuaba como él en el campo de batalla.

Pronto vió que el sol comenzaba su camino para desaparecer en el horizonte. Aunque eso podía garantizarles ventaja, era evidente que aquellos titanes no estaban perdiendo energía mientras los humanos perdían sus vidas por tratar de superarlos en algo. Y hasta donde podía apreciar Izaro, el pelear y matar no les estaba garantizando algo.

—Soy una Xion, tienes prohibido rendirte... No puedes rendirte, no lo puedes hacer, papá no lo...

Sus pensamientos se despejaron ante un sonido inusual, el rugido de un titán que hacía esfuerzo en algo llamó su atención como para voltear hacia atrás y apreciar bien qué sucedía. Eren Jaeger, todavía como un titán, cargaba la enorme piedra que bloquearía la entrada. Algunos soldados del reclutamiento, probablemente conocidos del chico, asesinando a los titanes que estaban en su camino a la entrada.

—¡Capitana! —Armin bajó hasta el suelo, exaltado—. Ya conseguí que Eren haga la misión.

El rostro de la mujer no mentía, estaba impresionada de lo que sus ojos captaron.

—Manténgalo así, falta poco... —dijo Izaro, alzándose en el aire una vez más para asesinar a los titanes.

Cambió sus hojas metálicas por un par nuevas, más letales, atravesando sin piedad la piel del enemigo que caía. Si veía algún soldado a punto de morir, iba a realizar el intento de salvarlo si estaba en su área, algo que para suerte de los demás si podía y el camino de Eren estaba liberado. Ahora, solo quedaba admirar cómo bloqueaba la entrada con la enorme piedra que tenía en sus manos, lanzando un rugido que dictaba la victoria de la humanidad por encima de los titanes.

Por primera vez, alguien había otorgado una ventaja significativa para los humanos. Y ese alguien no portaba ojos carmesí ni el apellido Xion.

En el interior, Izaro estaba feliz que la mitad de su familia ya estuviera muerta. Se estaba ahorrando más de un comentario humillándola por eso.

—¡Capitana! —Armin gritaba.

Izaro corrió a su llamado con ayuda de su equipo, evaluando el panorama. Eren estaba medianamente inconsciente por el esfuerzo que hizo con la piedra, apenas podía mantener el equilibrio de no ser por Mikasa. Pronto la azabache vio en el peligro que estaban. Los titanes que se mantenían vivos dentro del distrito se aproximaban a ellos, ignorando a otros soldados que había a su alrededor. Solo estaban interesados en Eren.

—Mierda..., se acercan dos hacia nosotros —Y para mayor desgracia de Izaro, su equipo se había quedado sin gas— ¡Rápido, detrás mío!

Los adolescentes obedecieron mientras la capitana miraba a su alrededor en busca de algún equipo de refuerzos. Pero nadie parecía correr hacia ellos para un rescate. Tan solo una mancha negra que tomó forma de un hombre de estatura baja, lanzándose con velocidad hacia los dos titanes para destrozar sus cuellos antes de caer de pie, analizando la situación que había tras su regreso al distrito.

Izaro sonrió.

—Llegaste... —susurró para sí misma.

Levi volteó con seriedad, mirándola para después trasladar sus ojos al trío de reclutas.

—¿Estás bien? —preguntó el capitán.

—Siempre lo estoy, más cuando estás cerca —respondió Izaro, guiñandole el ojo.

—Oigan, ustedes —Levi alzó más la voz para que los jóvenes detrás de su compañera lo escucharan— ¿Qué está pasando aquí?

Mitras. Distrito Sina.

Explicarle al equipo sobre la crisis del Distrito Trost y las medidas que tuvieron que ser tomadas de manera riesgosa fue la parte más fácil de la conversación, hablar de Eren Jaeger era un caso aparte. No podía descifrar las expresiones faciales de Levi por culpa de su característica seriedad, mientras que Hange temblaba de la emoción que sentía por cada palabra que su compañera soltaba al tratar de explicar sobre el recluta, y ni hablar de Erwin, que se mantuvo callado mientras su vista estaba fija al suelo, pero cubriendo sus labios con las manos en una posición de estar analizando algo, aunque en realidad ocultaba la sonrisa de fascinación que tenía.

Había pasado tres días de la situación, la Legión de Reconocimiento tuvo la exhaustiva tarea de eliminar a los titanes restantes dentro del distrito mientras las Tropas de Guarnición disparaban con sus cañones a los enemigos que vagaban por los alrededores del muro, aunque se podría decir que quienes llevaron la peor tarea fueron las Tropas de Reclutamiento y la Policía Militar en descontaminar la zona e identificar a los soldados sin vida para incinerarlos los más pronto posible. Definitivamente una imagen que los de nuevo ingreso no olvidarían en un futuro próximo. Así que, una vez terminada las labores correspondientes, Izaro se tomó el tiempo para hablar de esos asuntos con ellos.

—¿Y dónde está ese chico? ¿Dónde lo puedo buscar para empezar a estudiarlo? —preguntó Hange exaltada.

—Sargento, es una vida humana, tenga compasión —murmuró Moblit, frunciendo el ceño ante el comentario de ella.

—Para tu mala suerte, Hange, Eren no está libre —respondió Izaro, cruzando una de sus piernas para apoyarla encima de la otra—. Apenas terminó su tarea, quedó medio inconsciente, la Policía Militar lo encerró en una celda hasta saber qué hacer con él.

Erwin se levantó del sillón mientras la azabache hablaba, caminando hacia la ventana para mirar la actividad que había dentro de la capital.

—Conozco esa mirada, Erwin —dijo Levi, tratando de disimular la mueca de disgusto que estaba reflejando—. Quieres a ese mocoso en la Legión de Reconocimiento.

—Debemos exponer buenos argumentos para que nos den la custodia del muchacho, de lo contrario, es probable que la Policía Militar lo asesine en lugar de usarlo como un arma que otorgue como ventaja para la humanidad sobre los titanes —dijo Erwin.

Aunque es solo un niño... Pensó Izaro, aunque no quiso darle mucho rodeo a eso, después de todo había amenazado a Eren con asesinarlo durante la misión.

—Dudó que quiera entrar después de lo sucedido en Trost; de todos modos, si la Policía Militar decide asesinarlo, no hay nada que los detenga —dijo Levi.

—No si demostramos un buen objetivo para usar al muchacho como algo favorable para la humanidad —respondió Erwin, volteando a verlos con una pequeña sonrisa marcada en sus labios—. Izaro, ¿tienes algo que sepas del chico que nos pueda brindar información?

Para sorpresa de la propia Izaro, sí había algo.

Cuando la misión llegó a su fin y la Legión de Reconocimiento apareció para unirse a la batalla, Eren había caído sin fuerzas para tan siquiera mantener los ojos abiertos. La Policía Militar apareció junto con algunos soldados de las Tropas de Guarnición, incluida la capitana Irina, para comenzar con el proceso de encarcelar a Eren y determinar el siguiente paso para él, aunque todo apuntaba a que la prestigiosa facción militar optaría por eliminarlo.

Armin pudo milagrosamente detener a Mikasa de amenazar con pelear por el bienestar de Eren, pero sabía que la celda y una posible ejecución era la peor idea para su mejor amigo. Su cabeza de inmediato le otorgó una idea fugaz, y no dudó en tomarla. Le arrancó con rapidez el collar con la llave que colgaba del cuello de Eren y asustado se lo entregó a Izaro, quien aceptó con duda y sin entender bien el por qué le entregaban a ella algo como eso.

Capitana, si hay posibilidad, ayuda a Eren... Izaro repitió las palabras del chico en su cabeza, suspirando mientras sacaba del bolsillo de su pantalón la llave.

—¿Una llave? —preguntó Erwin.

—Es una llave que él tenía guardada, a lo que entendí esta llave abrirá la puerta de su sótano donde está seguro que encontrará algo ahí que responda su pregunta de por qué se puede convertir en titán —comentó Izaro—. La casa está en Shingashina.

El nombre fue suficiente para poner tensos a los presentes, incluso Levi dejó mostrar una mirada de asombro cuando Izaro dijo eso. ¿La ubicación daba alguna relevancia? No, pero el simple recuerdo de lo sucedido fue perturbador. Ni siquiera Izaro Xion se sintió en la capacidad de digerir bien la palabra sin recordar la desesperación que vivió cuando quiso correr al rescate por sus hermanos y sobrinos.

—¿Y el mocoso tiene pruebas de lo que podemos encontrar ahí? —preguntó Levi, cruzando los brazos.

—Dijo que su padre no lo dejaba ni tocar la llave y misteriosamente apareció en su cuello —mencionó la azabache—. Eso y que su padre estaba lejos de Shingashina cuando fue invadida, pero que desapareció y la Policía Militar no ha podido encontrar ni siquiera un cuerpo con sus características.

Y gracias a su propio comentario, el recuerdo de Lyon Hayworth golpeó en su cabeza como una avalancha. Un cuerpo desaparecido buscado en vano, porque Izaro estaba segura que ya no había rastro ni siquiera de las propias cenizas de aquel noble. Todavía lloraba en medio de la noche cuando soñaba con él y su sonrisa. Ni hablar del sentimiento de culpa que la invadía; lo último que había recibido de actualización del caso es que la antigua prometida de Lyon había sido internada en un hospital después de empezar a gastar su fortuna en supuestos brujos que le decían dónde estaba su amado, además de gritar a oficiales de la Policía Militar que los brujos habían dado con la respuesta, exigiendo el encarcelamiento de Izaro Xion por su complicidad en esconder el cadáver.

Aún recordaba las disculpas que la familia Lexington por las acusaciones de Camila, asegurándole que la joven estaría encerrada hasta que dejará de señalar a la familia Xion como los responsables.

—Es toda la información que tengo de esa llave.

—Entonces, ¿la única prueba que tiene ese mocoso es una llave de un sótano que puede que ya no exista por los escombros que hay en Shingashina, con posibilidades de que encontremos un simple sitio donde un hombre guardaba cosas? —dijo Levi con sarcasmo—. Vaya prueba.

—Por supuesto que es una buena prueba, Levi —respondió Erwin, caminando hacía Izaro para tomar la llave y mirarla con sus propios ojos—. Es un muchacho que puede convertirse en un titán con consciencia propia. Puede que ese sótano tenga más información que todo lo que ha tratado de recolectar la Legión de Reconocimiento en los últimos cincuenta años. Además, vivimos en un mundo donde existe una familia con ojos rojos; un joven que puede transformarse en titán no me suena algo imposible.

La sonrisa de complicidad de Erwin sólo causó una sonrisa en Izaro, quien miró a Levi sabiendo que este último no estaría dispuesto a entablar una discusión con ninguno de los dos.

—¡Está decidido! Iré a conocer a ese muchacho, lo convenceré de que nos ayudé y tal vez... —empezó a hablar Hange exaltada, pero la mano de Erwin posando en su hombro la calmó al instante.

—En realidad, tengo una tarea diferente para ti, Hange —dijo el rubio—. Quiero que vayas a donde está bloqueada la entrada a Trost y traiga cualquier cosa que nos sirva de pista. Lleva al escuadrón de Izaro como refuerzo si hace falta.

—Eh, ¿pistas de qué?

—Quiero aprovechar que la humanidad ahora tuvo una victoria deteniendo la invasión para saber qué es realmente el Titán Colosal.

Nadie dijo algo al respecto, el silencio que todos invocaron fue suficiente respuesta para el comandante.

—De acuerdo, Hange hará eso por mientras. Levi. Izaro. Nosotros iremos a visitar a Eren Jaeger.

Eren despertó de golpe, como si una pesadilla hubiera interrumpido la escasa paz que podía tener tras sellar la entrada de Trost al "exterior". Su respiración era irregular y su cuerpo, aún débil por el esfuerzo reciente, estaba postrado en una cama. El frío del metal que rodeaba sus dos muñecas fue lo primero que sintió, dejándolo confundido. El mínimo movimiento era suficiente para que sonaran y crearan eco por el vacío lugar, era una mazmorra, probablemente ubicada en lo profundo de la base central militar donde se encontraba la prisión.

No estaba solo, Eren pudo notar la sombra de dos soldados, probablemente miembros de la Policía Militar que tenían la orden de vigilarlo mientras portaban en sus espaldas rifles cargados en sus manos, listos para actuar en caso de algún signo de amenaza que Eren podía manifestar. Al menos no se sentía ahogado en el miedo gracias a la tenue luz de dos antorchas clavadas en la pared de piedra, que proyectaba todo el espacio para que su vista siguiera acostumbrada a la luz, y claro, la presencia de una tercera persona que estaba afuera y que Eren logró distinguir por la silueta que formaba la persona, la cual lo miraba con una calma casi inquietante.

Era Izaro Xion. Su rostro, aún cuando le daba la espalda al fuego vacilante, se mostraba con una sonrisa enigmática que podía interpretarse de dos formas: o un gesto tranquilizador para el chico o una advertencia silenciosa. Aún así, para Eren, su presencia le daba una curiosa sensación de paz, como si verla ahí le garantizaba alguna seguridad contra los extraños que estaban ahí con él también.

Eren parpadeó, esforzándose por enfocar su vista. Su expresión cambió al instante, tensa y sorprendida, cuando se dio cuenta de que Izaro no estaba sola.

A un lado, sentado con una postura relajada pero con una autoridad implícita en cada movimiento, estaba el comandante Erwin Smith. Su mirada era serena, calculadora, casi impenetrable, probablemente estudiando cada cosa que Eren. A su derecha, apoyado en la pared con los brazos cruzados y una expresión desinteresada que no lograba ocultar del todo su vigilancia, estaba el capitán Levi.

Eren tragó saliva, intentando comprender lo que sucedía. Tenía frente a él a tres de las figuras más prominentes de la Legión de Reconocimiento. El eco de las cadenas al moverse rompía el tenso silencio, haciéndolo sentir más pequeño bajo las miradas de aquellos que, claramente, estaban allí con un propósito.

—Hola, Eren, te traje compañía —dijo Izaro, su tono juguetón contrastando con el ambiente opresivo de la mazmorra.

Su voz fue como un rayo que atravesó el caos en la mente del joven, pero no logró disipar sus dudas.

—¿Tienes alguna pregunta? —intervino Erwin, con una calma tan meticulosa que parecía diseñada para desconcertar. Sus ojos azules lo observaban con una intensidad que casi obligaba a Eren a hablar.

Eren entreabrió los labios, intentando ordenar sus pensamientos. El tono casual de Izaro, la autoridad intimidante de Erwin y la actitud fría de Levi creaban un ambiente asfixiante. Finalmente, murmuró con voz entrecortada:

—Comandante Erwin... el máximo dirigente de la Legión de Reconocimiento... —Eren hizo una pausa, su mirada temblorosa moviéndose hacia la figura de Levi—. Y el capitán Levi... —tartamudeó, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta—. ¿Dónde... estoy?

Su pregunta quedó suspendida en el aire, mientras las miradas de los tres líderes lo invadían en cada segundo. Izaro entrelazó los dedos alrededor de la celda, antes de soltarse para caminar hacía sus dos compañeros, acostando su cabeza en el hombro de Levi con tanta confianza, quién no mostró incomodidad ante el contacto físico con la capitana. Erwin se inclinó apenas hacia adelante, como si considerara qué decirle al joven que estaba ante ellos. Y Levi, sin moverse de su lugar, lo observó con el ceño ligeramente fruncido, como si ya tuviera su propio juicio sobre el muchacho.

—Como puedes ver, estás en un calabozo subterráneo —respondió Erwin—. Actualmente, te encuentras bajo la custodia de la Policía Militar, pero hace poco finalmente nos dieron permiso para verte.

Era una verdad a medias. Los altos mandos de la Policía Militar habían negado rotundamente cualquier permiso para visitas a la celda, pero aquella negativa no fue un obstáculo para Izaro Xion. Con su encanto característico y un talento innato para desarmar defensas ajenas –mejor dicho masculinas–, había logrado coquetear con los soldados que custodiaban la entrada, dejándolos nerviosos, sonrojados y, finalmente, persuadidos de permitirles el acceso. La condición, claro, era mantener aquello en el más absoluto secreto. Levi, quien había estado de pie a su lado, observó todo con una mezcla de fastidio y resignación, su mirada glacial bastó para intimidar a los oficiales aún más, dejándolos rígidos bajo la presión de su presencia.

Izaro apenas esbozó una sonrisa traviesa mientras Levi suspiraba, cruzándose de brazos como si intentara ignorar los métodos poco ortodoxos de su compañera.

Por su parte, Erwin fue directo al grano. Con un gesto lento y deliberado, levantó su mano, revelando una pequeña llave que pendía de un cordón de cuero, llamando de inmediato la atención de Eren, quien la reconoció al instante.

—Esa llave... —murmuró Eren, con los ojos muy abiertos.

—Sí, es tuya —confirmó Erwin, su tono cargado de seriedad mientras observaba detenidamente al joven—. Te la devolveré luego.

El comandante hizo una pausa antes de continuar, su voz resonando con autoridad en el silencio de la mazmorra:

—En el sótano de tu casa, la casa del Dr. Jaeger en Shingashina, guarda el secreto de los titanes. ¿Estoy en lo cierto?

Eren asintió con cierta vacilación, sus recuerdos todavía seguían fragmentados.

—Sí... probablemente —respondió, su voz baja, como si aún procesara el peso de sus palabras—. Eso fue lo que dijo mi padre.

Levi, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, decidió intervenir con su habitual brusquedad:

—Tienes amnesia y tu padre está desaparecido. Es terriblemente inconveniente, ¿no crees?

El comentario, tan cortante como siempre, provocó que Izaro le diera un empujón en el hombro, su expresión claramente molesta.

—¿Es necesario ser tan desconfiado? —le reprochó con un tono de exasperación, aunque susurrante, mientras cruzaba los brazos—. Erwin dijo que los convencemos de que venga con nosotros

Levi apenas la miró de reojo, parecido a una disculpa a medias en su expresión, y suavizó su ceño casi de forma automática al encontrarse con los ojos carmesí de su compañera. Erwin, imperturbable, retomó el control de la conversación.

—Levi, concluimos que no tiene motivos para mentirnos —dijo con calma, antes de girarse hacia Eren, quien ahora parecía más tenso—. Pero hay cosas que aún no sabemos. Por eso, quiero que respondas una pregunta crucial.

Eren parpadeó, confundido y a la vez preocupado por el tono que empleaba el comandante.

—¿Mis intenciones?

—Exacto —intervino Izaro—. Si eres aliado, enemigo, o alguien neutral en este conflicto entre humanos y titanes. No te pongas tan nervioso, Eren —dijo con un tono tranquilizador, aunque su mirada seguía vacilante—. Mi amigo solo quiere saber qué tan leal eres a la humanidad.

Erwin continuó sin perder el hilo.

—Para regresar a tu casa, primero debemos recuperar el distrito de Shingashina en la Muralla María. Las entradas destruidas tendrán que ser selladas, y para ello necesitamos tu poder de titán.

Su tono se endureció al mencionar lo inevitable:

—El Titán Colosal... el Titán Acorazado... Probablemente son como tú. Sus intenciones, al igual que las tuyas, están conectadas a esta llave. En tus manos está la posibilidad de liberar a la humanidad de esta desesperación.

Las palabras del comandante resonaron en la mente de Eren como un eco pesado. Su mirada se perdió en recuerdos, los días felices en los que su padre llevaba tranquilamente aquella llave colgada en su cuello sin mucha importancia, el terror de la catástrofe en Shingashina y la promesa que había hecho ante la memoria de la muerte de su madre: matar a todos los titanes.

Levi, al notar el silencio prolongado, frunció el ceño con impaciencia.

—Oye, responde de una vez, maldita escoria —dijo bruscamente, ignorando deliberadamente la mirada reprobatoria de Izaro— ¿Qué es lo que quieres?

Eren apretó la mandíbula, y una sonrisa ligeramente siniestra se dibujó en su rostro, enviando un escalofrío involuntario por la columna del capitán.

—Quiero unirme a la Legión de Reconocimiento y matar a tantos titanes como pueda.

La declaración, cargada de rabia y determinación, captó la atención de Levi. No era la primera vez que veía a un joven lleno de adrenalina y deseos de enfrentarse a los titanes, pero había algo diferente en Eren. Un odio visceral que le resultaba... familiar.

—Oh, nada mal —murmuró Levi, antes de dirigir su mirada hacia Izaro, quien había vuelto a recostarse despreocupadamente en su hombro.

—Tú mandas. ¿Qué te gustaría hacer?

Izaro levantó la cabeza y lo miró directamente a los ojos. Sus rostros estaban tan cerca que sus respiraciones se entremezclaban.

—El soldado más fuerte y la soldado más letal de la humanidad pueden encargarse de un niño como él —dijo, su tono impregnado de sarcasmo—. ¿Jugamos a la familia feliz, Levi?

—No confío en él.

—Entonces confía en mí —susurró Izaro con firmeza—. No es una amenaza. Ya me habría atacado en Trost si ese fuera el caso.

—Te juro que si este mocoso fenómeno intenta lastimarte...

—Si lo hace, hay dos opciones: o yo le corto la garganta, o tú le cortas la cabeza —murmuró Izaro al oído de Levi, con una sonrisa ladeada—. Que Erwin les diga a los de arriba que lo tendremos bajo custodia. Vamos, Levi... por la humanidad.

Lo hago por ti... pensó Levi, mientras se acercaba a la celda.

—Erwin, diles a los de arriba que Izaro y yo lo pondremos bajo nuestra custodia —anunció, deteniéndose frente a Eren para mirarlo directamente—. No me malentiendas, no confío en ti. Si nos traicionas o pierdes el control, te mataré sin dudarlo.

Eren, aún nervioso, asintió con firmeza.

—Acepto tu solicitud para unirte a la Legión de Reconocimiento —dijo Levi sin entusiasmo, pero decidido.

Nadie sabía que ese pacto cambiaría el rumbo para bien o para mal.

INFORMACIÓN ACTUALMENTE DISPONIBLE PARA EL PÚBLICO

Información básica sobre los miembros de la familia:






to be continued...

N/A:
los lectores de bleeding out cuando empezaron a leer el capítulo y vieron que la primera escena lo protagonizó erick:

bUENO, PRIMER CAPÍTULO DEL AÑO, si me pongo pilas este año podremos comenzar con el tercer acto aH

tuve un conflicto: 1. no me gusta escribir acción y 2. no me gusta tampoco depender de las escenas canon. me costó mucho por esa parte, no me gusta, trabajo mejor sin depender del canon. anyways, no tengo mucho que decir así que disfruten el capítulo y si llegan a la meta rápido me pongo pila para traer el nuevo.

no olviden votar y comentar para alcanzar la meta establecida, los quiero mucho y muchas gracias por llegar al final. 🤍

con cariño, nicky🪼

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