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𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈 ; violence against nature

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CAPÍTULO VEINTISIETE
· • ❝〔 violencia contra la naturaleza 〕❞ • ·
revelación ; parte I
⚠️¡!: violencia explícita, leve subido de tono

Año 850.

DESPUÉS DE LA MISTERIOSA DESAPARICIÓN Y asesinato de Lyon Hayworth, así como el inesperado suicidio de Danilo Xion, la joven adulta se esforzó por aparentar que estaba bien y que seguiría adelante aún con las tragedias golpeándola sin oportunidad de respirar, pero en lo más profundo de su corazón, un duelo insoportable la consumía poco a poco. Nunca se iba a perdonar a sí misma por lo que tuvo que pasar Lyon en sus últimos momentos de vida, y no le gustaba para nada la sensación de que su tío había tomado la decisión que tomó para obligarla a cargar con un peso sobre su espalda... como si no hubiera tanta responsabilidad que cargar.

A pesar de su determinación por mantenerse firme, cada día se veía atrapada en un torbellino de emociones. La tristeza y la ira bailaban alrededor de ella, formando un nudo en su pecho del cual no había posibilidad de desatarse. Y aunque intentaba fingir que todo estaba bien y que la perfección nuevamente ganaba por encima de la tragedia, lo cierto era que Izaro Xion estaba en la necesidad de suavizar la verdad con piadosas mentiras.

Y su familia sería cómplice que cargaría hasta el final de sus días, pero, ¿cómo alguien podía predecir cuánto tiempo faltaba para la caída de un legado como el de aquella familia?

Ruinas de la Muralla María.

Una vez que llegaron a la primera base de descanso de la expedición, Levi observó a su compañera acostarse en el césped, permitiendo que la luz del sol la abrazara con su calidez. Una extraña sensación recorrió por su pecho, obligando al hombre a frotar repetidamente su mano sobre la zona, pero no había indicios de que aquel malestar se fuera pronto y maldijo en voz baja por eso. Aunque no era un dolor intenso que lo hiciera pensar que se tratara de un infarto, era algo más profundo, pero que provocaba un sentimiento de que su corazón quería salir disparado de su pecho.

E Izaro tenía que ver con ello.

Cada movimiento que ella realizaba, subiendo y bajando su pecho al respirar, y cada instante que el sol se proyectaba sobre su rostro eran suficientes para que se quedaran grabados en la memoria de Levi. Claro, el capitán fingía que todo estaba bien y movía su camisa para actuar como si se la estuviera acomodando, pero en cuanto miraba el rostro de la mujer sentía como si el aire desaparecía de su cuerpo y nada existía en su alrededor, solamente ella, lo cual le hacía bajar un poco la guardia ya que se encontraban en el territorio invadido por los titanes. Al menos había más soldados a su alrededor.

En sí, la expedición no era de gran importancia; el objetivo de su presencia era sencillamente para diseñar nuevas rutas y definir algunos puntos de descanso estratégicos, donde podrían almacenar recursos vitales para los soldados y los caballos. Donde se encontraban era un punto de simple descanso para que Erwin pudiera reunirse con los estrategas y definir los caminos de las nuevas rutas, el ahora comandante no daba ninguna indicación más allá de recargar tanques de gas y vigilar el área, lo cual permitió que algunos como Izaro descansaran un rato sin preocupaciones. No había preocupación. Sobraba la cantidad de soldados que estaban vigilando y tener a Levi montado en su caballo era suficiente para muchos de estar tranquilos.

El azabache dio un pequeño golpe a su animal para que se acercara a la capitana, cubriendo su rostro con la sombra del caballo para que no recibiera más sol.

—El sol es bueno para mí... —murmuró ella, disfrutando del calor.

—Es mediodía, el sol puede hacerte daño —respondió Levi, frotándose el pecho una vez más—. Y más si abres los ojos y lo miras directamente.

La mujer abrió sus ojos y miró a su compañero con ternura. El paso de los años hizo que se acostumbrara a ese lado protector de él, aunque a veces pensaba que exageraba en algunas cosas como esa. La actitud de Levi siempre era firme y seria, enfocado en sus obligaciones como capitán de la Legión, pero en aquellos momentos donde la Xion estaba presente, había una pequeña grieta que exponía la preocupación por su bienestar.

—Levi, estoy bien —dijo ella con una sonrisa tranquila—. Pero agradezco tu preocupación.

Su sonrisa provocó que su corazón latiera aún más rápido.

Mientras tanto, los subordinados llenaban sus tanques de gas, pero también escuchaban de manera indiscreta la conversación –o mejor dicho, el acalorado debate– que Hange estaba teniendo con Erwin. La molestia de Hange era evidente. Había esperado por mucho tiempo encontrar a alguien dentro de las fuerzas líderes de la Legión que compartiera sus deseos por conocer más de lo que ya sabían, alguien en quien pudiera confiar para compartir sus ideas y llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre los titanes. Erwin Smith parecía ser esa persona, hasta ahora. Hange Zoe no había logrado con éxito convencer al comandante de otorgarle el presupuesto y la autorización necesarios para capturar titanes o al menos iniciar un grupo dedicado al estudio de estas criaturas.

Elián, fingiendo que simplemente estaba llenando su tanque, apenas podía concentrarse debido a un grupo de chicas que admiraban su notorio cambio físico desde su transición a la adultez. Lo ponía nervioso, intentando adoptar un papel de casanova, pero apenas perdía la concentración de la conversación "privada" entre sus superiores, se preocupaba y llenaba el ambiente de preguntas a sus compañeros.

—¿Q-Qué dijo la sargento después de decirle a Moblit que se callara? —preguntó, ansioso por obtener más información.

Deva y Petra lo silenciaron con un enérgico "Shhh", mirándolo con desaprobación. Frustrado, Elián dirigió su mirada a Keira y Damián, pero ninguno de ellos parecía prestar atención a la discusión entre los líderes. Resignado, se dirigió a Auruo, quien lo miró con aire de superioridad.

—Dijo que la última vez que la Legión capturó a un titán fue hace quince años, que costó la vida de veinte soldados y que los estudios realizados con ese titán han sido los únicos avances significativos de nuestra facción —respondió Auruo con tono presumido, provocando el aburrimiento de Elián, quien no pudo evitar un suspiro—. El comandante Erwin le dijo que no insistiera, que no hay presupuesto para eso y que, en el trayecto de aquí, ya hemos perdido diez soldados.

—¡Ish! Dejen de hablar, quiero escuchar el chisme —reclamó Deva, visiblemente irritada.

Elián hizo una mueca de incomodidad.

—Ocho de esos soldados eran novatos —dijo, recordando las edades de aquellos chicos, iguales a la de Nicholas Rymer antes de fallecer a manos de un titán—. Increíble, ya pasaron seis años desde su muerte y todavía se siente como si fuera ayer. A veces olvido que ya estamos en nuestros veinte y él se quedó en sus dieciséis años.

—Oye, no pongas el ambiente nostálgico para llorar —señaló Auruo con impaciencia.

Elián lo miró seriamente—. No ando de nostálgico, simplemente estoy sorprendido de que los fallecidos tenían nuestras edades cuando nos unimos aquí. Y hablando en serio, ya podemos ser considerados veteranos en esta facción del ejército..., hemos superado el promedio de vida de los soldados de la Legión...

Nicholas debe estar feliz por nosotros...

—Eso es cierto, somos afortunados y valientes por ingresar aquí, pero también por vivir para contarlo —comentó Petra, uniéndose a la conversación.

El grupo cayó en un breve silencio, cada uno reflexionando sobre el sacrificio y la realidad de su situación. La discusión entre la sargento y el comandante seguía, pero ya no prestaban mucha atención. En esos momentos de introspección, los jóvenes soldados se dieron cuenta de lo lejos que habían llegado y de las cicatrices, tanto físicas como emocionales, que habían acumulado en su lucha contra los titanes.

—Oye, Elián —habló Auruo— ¿Qué te inspiró a dejar de ser un cobarde inepto para unirte a la Legión de Reconocimiento?

—¿¡Cómo me llamaste!? —el azabache estaba claramente ofendido— ¿Por qué el repentino interés?

—Idiota, todos tenemos motivos personales por las que estamos aquí, incluido tú, ¿o me dirás que entraste aquí por una mujer?

—Pues...

—Yo entré porque me interesa demostrarles a mi familia de lo que soy capaz —respondió Auruo sin dudarlo, cruzando los brazos mientras presentaba una sonrisa de orgullo—. Listo, no es tan difícil. Ahora, cuéntame...

Elián dudó unos segundos, rascando suavemente la nuca, hasta que decidió responder.

—Está bien, pero no te burles —habló en un tono como si intentara sonar serio—. Me uní...

—¡Ay, por favor, Elián! No finjas dramatismo —respondió Deva con irritación porque no la dejaban escuchar la conversación entre Erwin y Hange—. Este idiota entró a la Legión única y exclusivamente porque le gusta la capitana Izaro. Desde que usa pañales, sueña con ser su novio, por eso es que vino aquí.

—¡Cállate, Deva, nadie te dio permiso de hablar de mis asuntos!

Izaro levantó su cabeza al escuchar el grito de su subordinado, viendo con total tranquilidad cómo se detenían cuando escucharon los reclamos de Hange, después la vio levantar a Auruo del cuello de su camisa luego de unos comentarios desafortunados. Suspiró. Sabía que su querida amiga estaba al borde del colapso por querer estudiar más sobre los titanes, y la verdad es que no podía culparla, por algo trabajaban en la legión, pero tampoco podía culpar a Erwin y su determinación por mantener su decisión en pie.

Tan solo en el último año, Izaro tuvo que rescatar a Hange de una posible muerte un mínimo de cuarenta veces. No tenía interés en saber cuántas veces le salvó de titanes asesinos en los últimos once años que llevaban conociéndose. Espera..., ¿ya habían pasado once años? La capitana no pudo evitar sentirse vieja ante ese golpe de realidad, aunque su apariencia le impedía verse como una mujer en los inicios de sus treinta, había quienes pensaban que seguía teniendo veinticinco o veintisiete.

Y ni hablar de cuántos años ya habían pasado desde que los vio a ellos por última vez...

Su abuelo Byron, su querido subordinado Nicholas, sus hermanos mayores, sus dos amorosos sobrinos, su entrañable Lyon..., incluso había recordado a los jóvenes Oscar y Ruby, sus dos supuestos amigos que eran uña y mugre con Erick.

Ya habían pasado once años desde que dejó morir su sueño de casarse con Erick...

Al menos ya dejó de doler...

Sus ojos carmesí se enfocaron en la figura oscura que apareció para cubrirla nuevamente de los rayos del sol. Una sonrisa delicada apareció en sus labios mientras notaba que Levi trataba de disimular su interés en cuidarla de una mala jugada del sol, tanto que el corazón de la azabache latió de manera continua. Levi la miró y esta vez no apartó la mirada, ninguno de los dos deseaba apartar su mirada o sentirían que perderían una oportunidad única que nunca más volverían a tener.

—Ya te dije que el sol no me hará daño, no tienes que cuidarme en eso...

Tch...

Izaro le sonrió.

—Ya qué..., igual adoro cuando me cuidas —comentó—. Que afortunada será la persona que logré conquistar tu corazón.

—Dudo que eso llegue a suceder... —mencionó Levi, haciendo un leve repaso por sus hermosos ojos que resaltaban por su color único gracias a la iluminación del cielo.

—Entonces muchos se van a perder de la oportunidad que es tenerte en sus vidas —dijo Izaro, tratando de disimular que su mirada no estaba fija en los labios del soldado, notando que estos se abrían suavemente, listos para responder a sus palabras.

Estaba deseosa por conocer la respuesta, pero los gritos de Mike y un disparo en el aire con un humo de color rojizo cortaron el momento. El soldado había visualizado un titán a la distancia gracias a su sentido del olfato y de vista. Los demás soldados comenzaron a moverse, incluída la capitana que no dudó en levantarse y tomar las riendas de Mikaela para subirse en su lomo.

Mierda, ¿no me pueden dar un momento de paz?

Su frustración se vio interrumpida cuando escuchó a Erwin tratando de detener a Hange, quien sin pensarlo inteligentemente, tomó un caballo para ir hacía donde estaba el enemigo de los humanos. Lo único que pensó Izaro fue una y otra vez en la palabra "idiota", y sin protestar, obedeció a la orden de su comandante para tratar de salvarla con Levi, siendo seguidos por sus respectivos subordinados de escuadrón.

Exterior. Año 790.

Aquel titán que perseguían con el objetivo de salvar a su compañera de una muerte violenta era el mismo que su bisabuelo había visto en una expedición. El soldado lo miraba con tranquilidad, sin intenciones de asesinarlo, solo deseaba ver qué cualidades tenía que lo diferenciaba del resto de monstruos que vagaban por aquellas tierras.

Ymir... Ymir... Ymir...

El gasto tan repentino de los suministros obligó a la Legión a tomar una pausa para que los caballos descansaran y continuar con su expedición, por lo que algunos soldados habían recorrido las cuadras para proteger a sus compañeros. Isaac fue uno de ellos, aunque no lo hacía para mantener alerta al equipo, sino porque deseaba un respiro de cada uno, de lo contrario, iba a considerar dejar que los titanes los devoraran a todos. Ahora estaba frente a una de esas bestias, pero no sentía miedo ni superioridad, en realidad, mostraba indiferencia con su presencia y más ante las actitudes de la criatura que no corresponden a las de uno promedio.

Ymir... Diosa Ymir... Ymir...

—Así que puedes hablar... —dijo el hombre, dando unos pasos cerca del titán—. Por lo general, los titanes son tan estúpidos que no son capaces ni de balbucear, pero tú, eres especial... Dime, ¿puedes decirme algo que sí sea relevante en lugar de repetir ese maldito nombre?

El titán se limitaba a balbucear, rogando por la presencia de aquella supuesta entidad con dichoso nombre. El sonido del metal siendo acariciado por una materia sólida se hizo presente cuando Isaac sacó su espada, dejando caer la punta contra la tierra para caminar hacia la bestia; su filo cortaba la tierra, marcando una línea fina que se dirigía al titán. Ymir... Ymir... Ymir... No paraba de repetir ese nombre, ¿qué trataba de decirle?

En su experiencia con titanes había visto diferentes tipos, pero nunca uno que hablara. Tenía curiosidad por conocer qué otras palabras podía pronunciar el titán, quién sabía, algo que le diera alguna respuesta que le generará algún interés siempre era una posibilidad que deseaba recibir con los brazos abiertos.

—Te dije que me dieras algo que sí sea relevante, ¿a quién le importa ese nombre?

La... gente... de... Ymir...

—Ymir no me dará una clave útil para vengar a mi Jane...

—¿¡Isaac, qué estás haciendo!?

El soldado hizo un gruñido bajo. Su compañero de equipo, Ron, miraba atónito la escena frente a sus ojos. Era un hombre claramente cobarde, su lenguaje corporal dejaba en evidencia que no deseaba estar ahí y que no podía definir quién le daba más miedo: el titán o Isaac Xion mostrando indiferencia por la anomalía del monstruo.

—¿Qué crees que estoy haciendo? Voy a matar al titán, es parte del trabajo.

—N-No, ¡estabas pidiendo al titán que hablara!

—Mmmm no, estoy seguro que si lo estuviera pidiendo estaría demente... —La voz de Isaac era suave, un poco desgarrada, pero transmitía una inquietante paz. El hombre de ojos carmesí dio media vuelta para caminar hacía su compañero. Ron daba pequeños pasos hacía atrás, sacando su espada como un extraño método de protegerse luego de que la voz de su consciencia le advirtiera de un perturbador peligro—. Dime Ron, ¿escuchaste al titán hablar o qué?

Ymir... La gente de... Ymir...

Ron señaló temblando.

—¿Quién es Ymir? ¡Isaac, ¿por qué ese titán está diciendo eso de "La gente de Ymir"!?

El soldado no tuvo una respuesta, de su boca empezó a escupir sangre que brotaba desde su interior, producto de la puñalada que le dió Isaac, enterrando su espada en su piel sin importarle la profundidad de la perforación que le provocó. En cuestión de segundos, el soldado Ron cayó al suelo sin vida.

Isaac simplemente se le quedó mirando, antes de trasladar su mirada a la espada para proceder a limpiarla, escuchando nuevamente las palabras repetitivas del titán.

—No podía dejarlo vivo, le habría informado a la Legión sobre tu existencia...

Abandonó el lugar, sin intenciones de matar al titán que siguió repitiendo aquel dichoso nombre.

Ruinas de la Muralla María.

Aquel titán que Isaac Xion le perdonó la vida era ahora el que parecía dictar la sentencia de muerte de Izaro Xion. La mujer de ojos carmesí se había lanzado al aire para atacar, pero la imprudencia del soldado Auruo permitió que el titán los inmovilizara con sus poderosas manos. Por un instante, la desesperación comenzó a ganarle a Izaro cuando sintió sus órganos retorcerse de dolor bajo la implacable presión que ejercía el titán. Su descomunal fuerza le aplastaba el cuerpo, y su único medio para expresar su tormentoso momento era mediante un grito de agonía. He ahí Izaro Xion, la soldado más letal de la humanidad, ahora atrapaba en una de las manos del enemigo natural de su especie.

Afortunadamente, sus intestinos no explotaron hasta matarla, ya que las espadas de Levi se hundieron en lo más profundo del cuello del titán, arrancándole un trozo de carne significativo como para arrebatarle la vida. Tanto Izaro como Auruo cayeron en el suelo, pero salieron ilesos puesto que cayeron sobre las manos del titán, que también fueron cortadas por Levi. El dolor pronto desapareció del cuerpo de Izaro, sin señales de alguna herida de la cual preocuparse. Al menos el dolor físico dejó de presentarse, pero el emocional seguía, ya que el sentimiento de inutilidad se apoderó de Izaro en cuestión de un instante.

—Izaro... —Levi se acercó hacía su compañera, inspeccionando cada parte de su cuerpo para asegurarse de que no había nada grave. Suspiró cuando sólo notó una pequeña cortada en su mejilla, pero que se podía solucionar con pasarle su pañuelo blanco— ¿Estás bien?

El azabache podía notar su cuerpo temblar, aunque no sabía si de nervios o por su extraña expresión que reflejaba que estaba consumida en sus pensamientos.

—Sí..., estoy bien —Ella mintió. En realidad, no lo estaba. Una soldado formidable y caracterizada por ser el terror de los titanes no debería pasar por esas cosas, un momento así no predicaba nada de la imagen que deseaba mostrar a los demás. Los sentimientos de inutilidad y decepción simplemente seguían creciendo más y más.

Tan sólo podía agradecer a la divinidad que existiera en su mundo que ni Danilo ni Byron seguían con vida, pues de lo contrario, la humillación que le haría pasar iba a ser peor que estar atrapada en la mano de un titán, colgando entre la vida y la muerte.

Levi luego dirigió su mirada hacia Auruo, ya sin la suavidad que mostró al mirar a su compañera de trabajo. Ahora, de sus ojos solo había una expresión fría y hasta molesta.

—¿Y tú? —preguntó con sequedad en su voz, aunque había una pequeña pizca de interés genuino por saber el estado de su subordinado, quien estaba en un momento emocional que hasta le hacía llorar por el acto de valentía de su capitán.

—¡Capitán! —Fue lo único que Levi le comprendió a Auruo antes de entrar en un llanto que le impedía ser comunicativo, hecho que hizo reír a Elián por lo ridículo que se veía su compañero.

Aunque no todos estaban riéndose o tranquilos, Hange miró con tristeza el cuerpo sin vida del titán que había perseguido y que la dejó asombrada por su capacidad de formular palabras como si de un humano que apenas aprendía a hablar se tratara.

—Mi sujeto de prueba... —lamentó la sargento, cayendo de rodillas mientras sollozaba— ¡Pobrecito, me lo mataron!

Dichas palabras encendieron la furia del capitán, mirándola enojado mientras guardaba su espada y apretaba tanto su mandíbula como sus puños, y claro, ignorando por completo la súplica de Izaro para que esté no fuera a darle una patada a la que le gustaba llamar por "Loca por los titanes".

—Levi... ¡Levi! Oye, cálmate, no te tomes tan mal un simple comentario inofensivo... —reclamaba la azabache, aunque fue ignorada rotundamente por el hombre, quien agarró del cuello a su compañera, dejándola como única testigo de su mirada casi asesina.

—¡Idiota, cuatro ojos! Si quieres convertirte en excremento de titán, no me importa, muérete si quieres —escupió Levi—. Pero no permitiré que la vida de Izaro corra peligro por tu estupidez.

La última frase fue interesante a los oídos de los presentes. Tanto el escuadrón de la Xion como de Levi se miraron con curiosidad tratando de analizar a profundidad el significado de esas palabras, mientras que Izaro solamente pudo tapar su rostro con su mano, avergonzada de ser protegida por Levi como si ella fuera una pequeña niña de cinco años incapaz de defenderse por sí misma, aunque ya había aceptado que cuando Levi se disponía a maldecir a alguien en nombre de ella, no había nadie que pudiera detenerlo. Y ni hablar de la reacción de Hange. Confirman mi hipótesis, Levi claramente está enamorado de ella, solo que no lo dice verbalmente. Su sonrisa fue tan grande por eso –y por un error de conocimiento sobre los titanes– que dejó al azabache pasmado por su respuesta.

—Bueno, pero los titanes no defecan, no tienen órganos digestivos —dijo Hange—. Y oye, creo que expusiste tu miedo por perder a tu chica.

Agregó a sus palabras una risa nerviosa, lo que irritó a su compañero que solo la empujo mientras susurraba un insulto hiriente. No quiso prestarle más atención, la integridad y el estado de Izaro Xion era más importante para él, por lo que caminó hacía ella y volvió a revisar a la mujer a pesar de las protestas de Izaro respecto a su buen estado. A él no le importaba, quería confirmar por sí mismo que no había nada de qué preocuparse, aunque mirarle los labios a cada segundo provocaba un pequeño latido bombardeado con fuerza.

—Me tranquiliza de que estás bien...

—Capitán... —llamó Petra aterrada, dando pasos hacía atrás para aferrarse al brazo de Keira— ¿Eso es... algo que hizo el titán? No, ¿verdad?

Nadie comprendía sus palabras hasta que vieron lo que señaló: el cadáver decapitado de una persona que portaba un uniforme similar al de ellos. Las chicas subordinadas se aterraron tanto por la imagen que se escondieron detrás de Elián, quien no dudó en esconderse detrás de Damián suplicando por protección, algo que su compañero se negó dándole un golpe en su cabeza. Tanto Izaro como Hange tuvieron la iniciativa de acercarse, siendo la primera quien tocará el cuerpo frío, estremeciéndose, pero motivándola a seguir indagando el motivo de su aparición tan repentina.

—Un soldado de los nuestros... —susurró.

—Un brazalete de la expedición treinta y cuatro... —observó Hange con cuidado, notando una leve confusión en su compañera por su comentario.

—Esa expedición fue hace un año, pero no fue por estos lugares sino en otra ruta... —Izaro miró con cuidado el estado del cadáver. Apenas tenía el mal olor por la descomposición increíblemente lenta, había uno que otro gusano tratando de hacer un hoyo entre sus uñas y las manchas de sangre estaban a nada de desaparecer—. No se ha descompuesto como una persona normal, ¿por qué?

—Tal vez el árbol le dio buenos nutrientes para su conservación —comentó Hange, aunque dudosa de su teoría.

Izaro negó con la cabeza.

—Imposible —respondió—. Esta madera es la misma que se usó para los ataúdes de mis padres; créame, no brinda nutrientes para una buena conservación.

Alguien le dio un buen cuidado...

—Mira, encontré su nombre —Hange trató de leer—. Se llamaba... I-Ilse Lagnar... Sí, Ilse Lagnar.

Izaro reconoció ese nombre. Era una soldado con cierta experiencia, aunque no igualada a la de un veterano de tantos años; admiraba tanto a la Xion al punto de unirse a la Legión, por simple admiración y deseos de ser como la legendaria familia admirada por la gente habitante de las murallas. La expedición #34 había sido un desastre, o al menos así lo recordaba, ya que la estrategia no había evaluado la posibilidad de tanta presencia de titanes que se reportaron varios desaparecidos.

Para Izaro, era imposible olvidar una expedición como esa. Fue incluso de las primeras veces que escuchó a terceros hablar sobre tener dudas de su posición como capitana y como una digna Xion. Todavía recordaba los ataques de ansiedad que tuvo esa misma noche que había retornado a las murallas, incluso vomitó como manera de castigarse a sí misma por su mal desempeño como líder.

Isaac nunca hubiera permitido tantas desapariciones, mucho menos alguien como Zachary Xion, eso causaba más conflicto en la mujer.

—Levi, ¿qué es eso? —la pregunta de Hange llamó la atención de Izaro, mirando de pronto a su compañero portando un pequeño cuaderno manchado de sangre seca e inflamada por la humedad.

Los dedos de Levi pasaban entre las páginas, leyendo poco a poco los pequeños comentarios eufóricos de la fallecida Ilse antes de llegar a una página, que, a diferencia de los escritos anteriores llenos de humor y diversión, había tomando un rumbo oscuro y hasta perturbador por la habilidad de escribir de la joven.

—Estos son los apuntes de Ilse Ragnar..., su diario...

Izaro dejó el diario de Ilse Ragnar sobre la mesa con las páginas que contenían su última frase escrita abierta, cubierta de una atroz mancha de sangre, y a partir de eso comenzó a sentir una oleada de desolación y perturbación apoderándose de su ser. Las palabras de Ilse, impregnadas de desesperación y angustia, resonaban en su mente como si de un eco se tratara, con cada rincón de ella invadida por imágenes que le visualizaban un posible y terrorífico final de la soldado. La impotencia se hizo presente, era una auténtica brutalidad la manera en cómo había finalizado la vida de Ilse; ella solo trataba de correr de vuelta a las murallas, con la vaga esperanza de regresar con vida, haciendo que la azabache de ojos carmesí cuestionara el nivel de maldad que existía en el mundo. ¿Los padres de ella seguirán con la intriga de qué le sucedió? ¿Hicimos un reporte de su estado como desaparecida en acción? Eran preguntas que se hacía Izaro sin decirlo en voz alta, mientras la sensación de una evidente desesperanza para la vida de la humanidad aparecía de golpe en el interior de la capitana, dándose cuenta que era un destino escrito en piedra y ni ella como la más letal de todo el ejército habría podido hacer algo por la joven.

Hasta ganas de vomitar obtuvo después de su agridulce lectura.

Era una muerte tan injusta y tan atroz que no podía ni siquiera describir. Cada letra escrita era un testimonio de una chica con miedo en su interior, pero que demostraba un deseo por vivir para contar su travesía en un lugar de pura muerte, solo para que al final se convirtiera en un triste recordatorio de que la crueldad de los titanes no tenía límite alguno y que debían buscar una pronta solución para garantizar la supervivencia de la humanidad. No debería permitirme sentir odio, pero los titanes... merecen que mueran de las peores maneras. Izaro solo podía limitarse a suspirar y esperar que no tuviera pesadillas esa misma noche sobre la imagen del cadáver de Ilse.

—¿Terminaste de leer?

Su mirada se dirigió a la figura de Levi, apoyado en el marco de la puerta.

—Solo espero que su muerte y su testimonio sean una evidencia valiosa para el resto del ejército —comentó Izaro, sin mirarlo a los ojos—. Creo que Erwin debería aprobar un permiso para que Hange ejerza una investigación sobre los titanes.

—¿Y que te ponga en riesgo tu vida con tal de capturar titanes? —Levi alzó una ceja.

—Levi, que un titán hablara y haya registro de ello junto con el testimonio de Hange es un gran avance para la humanidad —respondió—. Hange es quien tiene más pasión y menos temor en cómo pueden resultar los experimentos, es perfecta para el puesto. —También se puso pensativa por unos segundos—. Y esto sería muy bueno para mi historial como soldado.

—¿Por qué lo dices? ¿Por tu familia? Tu tío está muerto, ya no tienes que cargar la presión que te impuso —comentó el hombre.

—Yo misma me lo impuse, Levi, y no veo nada de malo que quiera destacar entre mi familia, menos cuando la gente tiene tanta fe en mí por lo que implica mi presencia como una de las dos sobrevivientes de los Xion —Aquello fue difícil para Izaro de hablar—. Mis hermanos, mis sobrinos, mi abuelo y mi tío murieron en un lapso de tiempo muy corto... Todo es un caos y yo ahora tengo una responsabilidad importante de dejar un gran legado.

Levi prefirió no responder o no llegarían a nada en alguna discusión que se hiciera presente. Izaro se sintió tranquila mentalmente hablando por la decisión de su compañero, levantándose de la silla mientras se quitaba la chaqueta y la blusa.

—Hoy fue un largo día y no me he duchado, ¿me ayudas con mi sostén? —La mujer comenzó a desabrochar su blusa de tonos blancos frente a los ojos grises de su compañero, quien disimulaba a la perfección el pensamiento que le invadía cuando Izaro le pedía ese tipo de cosas.

Levi se acercó sin vacilar, aunque dentro de su cuerpo el corazón latía con tanta fuerza como aquella mañana. Desabrochó el sostén con bastante habilidad, rozando con sus dedos la piel de Izaro, lo que hizo que ella contuviera la respiración por un instante mientras sus mejillas apenas se tiñeron de otro tono a su color natural.

—Gracias, Levi —le sonrió, sosteniendo su sostén suelto con una mano para evitar que cayera y expusiera sus pechos, aunque bueno, su compañero ya la había visto desnuda en una ocasión accidentalmente divertida. Los ojos rojos de Izaro brillaban con una mezcla de vulnerabilidad y un pequeño deseo de que los ojos del capitán se fijaran en su cuerpo, pero sabía a la perfección el respeto que Levi siempre le daba— ¿Ya te duchaste?

—Después de volver de la expedición, no soportaba el olor a sangre de titán... —Levi se aclaró la garganta, apartando un poco su mirada o la tentación sería mayor.

—Oh... Es que te iba a pedir que si me ayudabas con la espalda —Izaro sonrió levemente, agachando su mirada.

Levi la miró a los ojos.

—Te puedo ayudar si lo deseas...

La respuesta flotó en el aire, cargada de una tensión inexplicable. Izaro asintió, caminando delante de Levi para guiarlo al baño que tenía instalado en su habitación. El hombre se quedó esperando afuera, apoyado en la pared mientras veía que la ducha se llenaba rápidamente de vapor, creando un ambiente cálido para ambos. El agua caliente caía sobre la figura corporal de la Xion, oculta tras una delicada tela blanca, provocando una creciente tensión interna en el azabache, como si tuviera un pequeño deseo creciendo que le decía que entrara a esa ducha y no tuviera una pena en dejarle en claro a la mujer sobre las cosas que le gustaría hacer.

A través de la cortina, Izaro acariciaba su piel con sus manos, a veces sacando un leve suspiro que solo ella podía escuchar cuando sus dedos pasaban por sus zonas más íntimas y más vulnerables con el contacto. Se avergonzó al instante cuando recordó la presencia de su amigo, pero a la vez sentía que no debía tenerlo; no era la primera vez que compartían un mismo espacio como el baño, había suficiente confianza y respeto a los límites que el sentimiento de seguridad gobernaba el pequeño rincón.

—Levi —llamó Izaro, su voz apenas era un susurro por encima del sonido del agua cayendo—. Ya me puedes ayudar.

El nombrado se acercó a la cortina, su mano empujó suavemente el tejido, permitiendo que su brazo pasara al otro lado. Tomó el jabón de la mano de Izaro y lo frotó en sus propias manos, creando una espuma suave. Luego, con una mezcla delicada y firme, comenzó a pasar el objeto por la espalda de la mujer. Cada toque era irresistible para Izaro, como si deseara más de Levi. Y no solamente que le tocara la espalda y ya. Su mente comenzó a ser invadida por pequeñas fantasías donde el calor del baño aumentaría y habría una exquisita armonía de gemidos, rogando por más. Levi está aquí, ten mínimo respeto por él, pensó ella, pero la verdad es que era algo difícil la tentación de guiarle la mano a otras zonas donde deseaba sentir ese tacto.

Levi sentía la suavidad de su piel bajo sus dedos, y cada movimiento de su mano era una lucha interna por controlar los deseos que querían consumirlo. Podía sentir también la tensión que el cuerpo desnudo de Izaro ejercía, una que reflejaba la suya propia.

—¿Estás bien?

—Sí, solo estoy pensando en la larga pila de documentos que tendré que hacer después de esto con motivo de la expedición de hoy —mintió Izaro, tratando de sonar indiferente.

La verdad era que cada caricia de Levi la llenaba de un anhelo que trataba con desesperación por ignorar, pero era inútil. Ni siquiera el calor del agua podía competir con el calor que emergió dentro de ella. Los movimientos de Levi se volvían lentos y delicados, como si se tratara de una manera de decirle algo –o de concederle algo– a la mujer que tenía frente a él. El hombre continuó frotando suavemente la espalda de Izaro, sintiendo cómo sus propios deseos se volvían casi insoportables. Su corazón se estaba volviendo loco por tantos latidos por segundo, y cada segundo que pasaba en ese momento tan íntimo aumentaba la tortura para la tensión que experimentaba.

—Izaro... —murmuró Levi, su voz estaba siendo traicionada por un leve temblor en el tono. Quería decirle tantas cosas, pero estaba seguro que las palabras serían bastante inadecuadas.

—Gracias, Levi —dijo ella, forzando una sonrisa que dejó un poco perplejo a su compañero—. Con eso es suficiente.

El capitán retiró su mano lentamente, sintiendo al instante un vacío interno por la pérdida de contacto. Izaro se dio media vuelta y ambos se quedaron mirando mientras estaban de pie, permaneciendo en silencio por su momento, ni siquiera importaba el cuerpo de Izaro estaba expuesto, ya que cada uno estaba atrapado en sus pensamientos, sabiendo que hubo ciertos sentimientos encontrados, pero que ninguno quería reconocerlo abiertamente.

Finalmente, Levi dio un paso atrás, tomando una profunda respiración—. Si necesitas algo más, estaré afuera —dijo él, intentando mantener la compostura.

—Está bien —respondió Izaro, tratando de sonar tranquila—. Gracias, Levi.

Cuando la puerta del baño se cerró tras su partida, Izaro dejó escapar un pesado suspiro, pasando su cabello húmedo hacía atrás mientras asimilaba todos sus sentimientos. Sabía que aquel juego de negación en la que se encontraba era peligroso, más con todos los recuerdos de aquel mal amor que la lastimó profundamente, y se preguntaba cuánto tiempo más podría soportar antes de que se quebrara nuevamente y dejará que una vez más el amor la consumiera.

INFORMACIÓN ACTUALMENTE DISPONIBLE PARA EL PÚBLICO

Información básica sobre los miembros de la familia:






to be continued...

N/A:

debo decir que me gusto mucho este capítulo porque ya quería entrar a la línea canónica, también porque di mini vistazo de isaac que como ya saben es muy importante para la historia.

bueno, aumente un poco la meta de votos, pero yo sé que ustedes pueden llegar ahí, somos puros campeones y llegamos a los objetivos que queremos. por cierto! si me ven inactiva en mi perfil, es porque estoy más activa en el canal de whatsapp que dedico para wattpad, el link se encuentra en mi último mensaje del tablero. ahí doy adelantos y memes y curiosidades y hablo de tonteras! 🥴

no olviden comentar y votar, recuerden que solo así desbloquean futuros capítulos, nos vemos en el próximo, chau

con cariño, nicky🌙

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