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Capítulo 4

Jonathan los siguió a través de un pasillo, hasta que llegaron a la parte trasera del restaurante, la cual resultó siendo un gran y hermoso jardín. Sintió como su corazón se despedazaba al recordar los jardines del monasterio, a su vez, la nostalgia lo invadió por rememorar todas las vivencias que tuvo en ellos.

Recordó las mañanas con Mado-san, recogiendo duraznos de los árboles, o cuando entrenaba con Lee al atardecer, cuando el Gran Maestro Lao le enseñaba lo que un verdadero guerrero debía ser. Miró hacia un estanque lleno de flores, Mei azotó su mente, sus mejores recuerdos eran con ella, como cuando conversaban todas las noches a la luz de la luna, o cuando terminaban de entrenar para bromear o jugar hasta que los ancianos los mandaban a sus habitaciones por reír tanto. Apretó los labios y cerró sus puños con impotencia, frente a ellos; estaba una mujer, una señora algo mayor, sentada, bebiendo té mientras un gato siames residía a sus pies.

—Ante ustedes, Kazumi-san, guardián de el Loto Blanco —la mujer asintió con la cabeza.
Al instante Lee hizo una reverencia, Jonathan tardó en hacer la suya.

—Lee Fujimoto, ha pasado tiempo —reconoció la mujer, bebió de su té.

—Lo sé, mi señora, lamentamos importunarla, pero... necesitamos de su ayuda.

—Tranquilo, el gran Lee Fujimoto siempre será bienvenido en los dominios del Loto Blanco —sonrió y él nuevamente hizo una reverencia, la mujer observó detenidamente a Jonathan, bebió de su té y le apuntó—. ¿Quién es el cachorro?

—Jonathan Mayers, mi aprendiz —respondió propiamente. Al instante la mujer volvió a asentir.

—¿Eres el forastero que portó el manto del Blazer, eh? Tienes agallas —dejó su taza, le hizo una seña con la mano para que se acercara. Lee lo aproximó, se agachó un poco hasta estar frente a ella, la mujer apresó su rostro con sus avejentadas manos y lo escaneó detenidamente.

—¿Lee? —lo miró de reojo, la mujer apretó sus mejillas y lo hizo mirar hacia sus ojos.

—Tú, tú guardas muchos sentimientos en tu interior, llevas un peso que no te deja tranquilo y te atormenta —le arrancó un cabello y lo analizó, como si buscara algo en él—. Puedo ver mucho en ti, eres valiente y no te das por vencido con facilidad, llevas el alma de un combatiente, sin ninguna duda, pero... —abrió los ojos con sorpresa— una sombra te persigue, un fantasma del pasado, estás destinado a...

—Kazumi-san —Lee la detuvo—. Lamento interrumpir, pero creo que mi pupilo está bastante abrumado con todo lo que ha pasado.

La mujer miró seriamente a Lee, suspiró.

—Tienes razón, el chico ha sufrido bastante, Midori, dale al chico una habitación, también consíguele algo de ropa y zapatos.

—Sí, mi señora, por aquí —el hombre comenzó a avanzar, Jonathan miró a su maestro, aún no tenía las respuestas que tanto necesitaba, y eso lo estaba volviendo loco.

—Ve con él, una vez que estés listo, baja y podremos conversar en paz —le sonrió, finalmente se marchó siguiendo a Midori.
Lee bajó su mirada hacia la mujer, quien lo fulminaba sin la necesidad de decir algo.

—Ese chico es el causante de la destrucción de K'un Dai —aseveró seriamente, tomó a su gato—. Damon volvió, y está aquí por él, sabes mejor que nadie que no se detendrá hasta llevárselo.

—Lo sé, lo sé, por eso necesito tu ayuda, consíguenos un par de pasaportes falsos, sácanos de Japón y llevános a un lugar seguro, por favor, te lo pido.

—Los pasaportes y el paso puedo concedértelo sin problemas, Lee, pero ese chico lleva una gran sombra tras de sí, si Damon fue capaz de acabar con K'un Dai en menos de una noche, ¿cuánto crees que se demorará en traer la perdición a nosotros? No puedo involucrar a mi gente en una guerra que no iniciamos.

—Lo sé, escucha, permite que nos quedemos un par de días, al menos hasta que logre encontrar un lugar seguro, después, nos marchamos y nunca sabrás de nosotros nunca más.

—Eres mi amigo, Lee, ''la sangre no se olvida''.

—"La sangre no se olvida'' —repitió juntando palma y puño.

—Pueden quedarse, pero una vez que tengan todo lo que necesitan, se irán.

—Claro —agachó la cabeza y comenzó a retirarse.

—Lee —él volteó al instante—. ¿El chico lo sabe?

—Aún no —admitió con pesadez.

—Sabes que tarde o temprano deberás contarle la verdad, de lo contrario él se enterará y será mucho más difícil para ti poder recuperar su confianza.

—Lo sé, ya-ya veré como solucionarlo —abandonó el jardín.

Mientras ellos dos conversaban, Midori llevó a Jonathan al segundo piso del local, el cual resultó siendo mucho más que un simple restaurante. Al subir las escaleras y escudriñar en algunos pasillos, Jonathan observó como habían varias habitaciones, incluso algunas acondicionadas como un Dojo de artes marciales.

—¿Qué rayos es este lugar? —preguntó, rogando por obtener finalmente una respuesta.

—¿Tus maestros alguna vez te contaron la historia del clan Kage no Senshi? —dudó Midori, mirándolo por encima del hombro.

—Obviamente lo hicieron, más de una vez, es la razón por la cual formo parte del clan, o bueno... formaba.

—Pues por lo visto no te contaron a detalle la situación del clan —aquello acaparó toda su atención, Midori sonrió—. El clan, como una organización, tiene ''facciones''.

—¿Facciones? ¿A qué te refieres?

—Déjame simplificarlo un poco, el clan de guerreros no solo se reduce a los miembros del monasterio K'un Dai, si bien la mayoría y miembros más importantes formaban parte de dicha facción, existen algunas otras. Imagina esto, digamos que la doctrina del clan es un árbol, bueno, pues las distintas personas que forman parte de ese árbol extienden su filosofía como ramas, creando así facciones del clan.

—¿Algo así como subclanes?

—Vas entendiendo —llegaron hasta un cuarto al final del pasillo—. El Loto Blanco es una facción del clan, encargada de proveer ayuda a los guerreros y miembros. Existen muchas facciones del clan, pero en Tokio solo sé de dos, nosotros; el Loto Blanco, los Guerreros Sombra, los Kage no Senshi originales, y... bueno otra facción que ya no existe.

—¿Quiénes eran, qué les pasó?

Midori abrió la puerta, mostrando una sencilla pero acogedora habitación.

—Este es tu cuarto. Adentro encontrarás ropa, puedes darte un baño si gustas, bien, me retiro —hizo una reverencia y comenzó a alejarse.

—Midori —le llamó y el atendió.

—¿Si?

—¿Dónde están los demás miembros del Loto Blanco?

—Oh, bueno, hemos tenido una escasez de miembros en los últimos años, tú mejor que nadie sabrás que no es cosa sencilla reclutar gente nueva, pero los miembros actuales residen en la ciudad, protegen a los inocentes desde las sombras, como dicta la ley del clan. Los únicos miembros que aún permanecemos al resguardo del Loto somos yo y la nieta de Kazumi-san.

—¿Nieta?

—Sí, Nahia, te agradará, también tiene aires de héroe, como tú —acabó por marcharse.

—¿Aires de héroe? —se preguntó a sí mismo, entró en la habitación y se encaminó al baño, se despojó de su maloliente y desecha ropa y dejó que el agua caliente limpiara todo. Luego de unos minutos, salió, completamente limpio y renovado. Se acercó al armario del lugar y buscó hasta encontrar ropa de su talla, sintió un alivio inexplicable al cubrir sus pies desnudos con un buen par de zapatos y por fin tener ropa que no estuviera cubierta con pólvora y sangre.
Salió de la habitación, los rayos del solo iluminaban los pasillos de madera, dándoles un especial brillo reflectante. Bajó al restaurante, donde encontró a Lee y a la mujer conversando en voz baja, una vez lo vieron bajar, la conversación se detuvo.

—Hey —saludó su maestro con algo de disimulo—. Te ves bien.

—¿De qué charlaban? —caminó hasta llegar frente a ellos.

—Nada importante, le preguntaba a Kazumi-san cuál sería la mejor forma de huir del país sin llamar la atención.

—¿Nos iremos?

—Claro que sí, creí que ya te lo había dicho.

—Sí, pero... no pensé que en verdad lo íbamos a hacer, es decir, ¿no pretendemos contraatacar?

—¿Contraatacar, Jonathan? Tú lo viste, estas personas no son matones comunes, no podemos enfrentarlos.

—¿Y nos iremos así sin más? ¿Dejaremos que todos los que alguna vez conocimos mueran en vano? —refutó con molestia.

—Jonathan...

—No, no podemos permitirlo. Debemos hacer algo.

—No hay nada que podamos hacer, más que desaparecer.

—Es la primera vez que puedo ver en ti un verdadero temor —los ojos de su maestro ilustraron al instante sus suposiciones—. Desde que ocurrió, no me has dicho nada —se sentó en la misma mesa que ellos—, así que dime, ¿quiénes son estás personas, quién asesinó al Gran Maestro?

Apretó los labios, Lee se rascó la cabeza y miró una última vez a la mujer, suspiró finalmente.

—Quien atacó el monasterio no fue ningún extraño, su nombre es Damon. Un antiguo discípulo del Gran Maestro Lao.

—¿El Gran Maestro tuvo alguna vez discípulos personales?

—Damon fue el último, era un niño muy noble y de buen corazón, era un excelente guerrero, posiblemente de los mejores que el clan hubiera visto jamás, pero... al igual que todos, se interesó en el manto de Blazer, con lo poderoso que se había vuelto, cada vez cabía más la posibilidad de que se convirtiera en un potencial peligro para el clan, así que los maestros le negaron la posibilidad de llegar a portar el manto del Guerrero Legendario. Damon no pudo con ello, su decepción, su soberbia e ira fueron tan grandes, que en respuesta atentó contra la vida del Gran Maestro y de los demás habitantes del monasterio, incluyendo la mía. En ese momento todos supimos que la cosa no podía seguir así —se detuvo, cada palabra, era como si lo transportara nuevamente a aquellas épocas.

—¿Y qué hicieron? —de igual manera Jonathan se vio inmerso en sus narraciones, intrigado por conocer más.

—El Gran Maestro lo derrotó, después fue desterrado. Lo creímos muerto, pero ahora ha regresado, y no viene solo, por lo visto guía una legión, por esa y más razones debemos huir.

—Esto aún no tiene sentido —declaró, esperando más de su maestro—. Debemos...

—No, Jonathan, no haremos nada —zanjó fulminante.

—Pero, Lee...

—Es la última palabra, ahora, ve a tu habitación, debemos descansar mucho para cuando sea tiempo de irnos.

—Esto es una estupidez —pronunció en voz baja.

—¿Qué dijiste? —replicó molesto.

—¡Esto es una estupidez! —rugió enfadado—. ¡Los asesinos del clan siguen afuera, y tú prefieres ocultarte como una rata! —en ese momento, Jonathan contempló un rostro que nunca antes le había visto a su maestro, el anciano hombre se puso de pie.

—Ahora veo que entregarte ese traje en primer lugar fue un error, no estás listo, eres impulsivo y a la vez estúpido, no comprendes la situación. Ahora, haré como que no escuché lo anterior y te ordenaré, como tu maestro que soy: ¡que vayas a tu habitación en este instante! —azotó fuertemente su mano contra la mesa, Jonathan tembló.

No dijo nada más, subió a toda prisa al segundo piso y se detuvo frente a la habitación que funcionaba como un Dojo de entrenamiento, entró y llegó hasta una repisa llena de cuchillos.
Nuevamente el recuerdo de todos los muertos lo atormentó, tomó un afilado puñal de mango de madera tallada y se miró en el reflejo de la hoja, su ira era inconmensurable.

—Si Lee no hará nada al respecto, entonces lo haré yo —apretó el cuchillo—. Voy a matarlo.

Guardó el cuchillo en una funda que alojó en su bolsillo, llegó hasta una ventana y la abrió. El día estaba a punto de terminar, miró el atardecer rojizo y la ciudad, entonces finalmente saltó.


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