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Capítulo 30

Adelyne

Era el tercer día de clases y no tenía pensado ir a la escuela, ni mañana, ni pasado, ni al día siguiente. Lo que restaba de semana lo pasaría en casa. No sólo quería recuperarme del colapso, sino también emocionalmente.

  Me pasé el día en la cama. No quería hacer nada más. Tampoco quería llorar, pero me fue inevitable. Había pasado la tormenta y mi cerebro no había reaccionado, eso es a lo que llaman estado de shock. Ahora que todo estaba más calmado fue que mi mente empezó a reproducir cada cosa que había ocurrido, fue entonces que el miedo se apoderó de mí.

  Las lágrimas empezaron a brotar sin siquiera pedir permiso. Brotaron rompiéndose, rompiéndome. Sin tocar el suelo se desbaratan mientras descienden por mis mejillas.

[...]

  Al caer la tarde recibí una visita, aunque no muy grata para mí.

—Hola Gatita —me saludó Bastian entrando a mi habitación.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres? —mi voz salió gélida y dura como una roca.

—Eres maleducada. Vengo a verte y es así como me tratas.

  A Bastian pareció no afectarle que lo tarara mal. Aunque no le respondí, él siguió hablando.

—Tengo que cobrarte el segundo favor —me dijo y alcé la vista para verlo a los ojos.

—¿Por qué eres así? ¿Por qué me molestas tanto? —me quejé.

—No te enojes gatita. Hicimos un trato y tú lo aceptaste. No puedes negarte —dijo obviando cada palabra.

—¿Y si me niego? —seguí resistiéndome.

—Esa no es una opción —dijo sereno. —Irás conmigo a un lugar y no puedes ir vestida así.

  Me miró de arriba a abajo negando y haciendo una mueca con la cual se le arrugaba un poco la nariz.

—¿Buscas en tu percha algo bonito o te compro algo nuevo? —preguntó el rey de la elegancia.

—Pero, ¿qué te sucede Bastian?

  No me respondió y se dirigió hacia mi closet. Empezó a registrar mi ropa y a hacer una mueca de disgusto al ver cada pieza.

—No tienes derecho a revisar mi ropa —dije levantándome de la cama para acercame a él.

—¡Tch! —chasqueó la lengua silenciándome.

  Siguió revisando hasta que encontró algo de su agrado.

—Te pondrás este.

  Me enseñó un vestido color rosa pastel, sin mangas y por encima de las rodillas con corte de princesa.

  ¿Yo tenía un vestido así en mi ropa? Ni siquiera me acordaba de que eso existía. Hace rato que no lo uso.

  A regañadientes me lo puse. No sé por qué, tal vez todavía en el fondo quería confiar en él, quería darle la oportunidad y sembrar en mi interior el beneficio de la duda.

  Me miré al espejo del baño y pensé que este conjunto quedaría genial si tuviera mis cabellos blancos. No es que me disgustara mi físico. Con lo que nunca he estado conforme es con el hecho de que todos se burlen de mí.

—¡Perfecto! —exclamó con cara de aprobación. —Ahora me tengo que cambiar yo. También tengo que estar elegante.

  Diciendo esto me tomó del brazo y prácticamente me arrastró escaleras abajo.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—No hables tanto y sólo sígueme.

  Me llevó en la bicicleta hasta su casa. Prácticamente me había dejado arrastrar por él. Mientras me agarraba de él fuertemente me puse a pensar si lo que estábamos a punto de tener era una cita. Ese pensamiento me agradó pero mi cerebro no quería dejarse engañar, así que sacudí la cabeza para que cada neurona se volviera a colocar en su lugar.

  Entré a casa de Bastian y un señor muy apuesto salió a recibirme amablemente. Bastian me dejó allí y entró a una habitación.

—Hola, soy el padre de Bastian, Alphonse Muller —extendió su mano y yo la agarré. —Este chico ni siquiera nos presentó.

—Mucho gusto señor Muller, yo soy Adelyne —hablé un poco tímida.

  Mirándolo bien, tienen ciertos parecidos.

—Eres la primera novia que mi hijo trae a casa, me alegra. Eres muy bonita —dijo sonriendo y yo negando con la cabeza 

—¡Papá! —desde lejos Bastian gritó. —¡No es mi novia!

—No señor, no somos novios —dije sintiéndome la cara caliente.

  Estaba cien porciento segura de que estaba colorada y mi color de piel no me ayudaba a esconderlo.

—No sean tímidos chicos, ¿saben?  Yo también tuve su edad —dijo casi a carcajadas.

  En ese momento salió Bastian de la habitación. Traía un pulóver rojo y un pitusa de mezclilla oscuro. Sus zapatillas blancas de marca estaban extremadamente pulcras. No pude evitar pensar que se veía apuesto.

—Ya estamos listos para irnos —dijo. —Nos vemos papá.

  Después de decir esto me agarró la mano y salimos de la casa.

—Bastian, ¿a dónde vamos? —pregunté una vez que estábamos fuera.

—No preguntes tanto y sólo sígueme.
  Ya es la segunda vez en el día que me dice lo mismo: "Sígueme". Creo que me estaba acostumbrando.

  Nos montamos en un taxi que Bastian llamó y cuando nos bajamos de él nos encontrábamos en un restaurante con vistas al mar. Entramos y nos sentamos en la mesa.

—La vista es hermosa desde aquí —comenté.

—Me alegra que te guste —dijo Bastian mirando el menú. —¿Qué quieres comer?

—¿Yo?

—¿Quién más Gatita? —me miró y sonrió. 

—Salmón estaría bien —dije al azar.

—¿Cómo sabes que había salmón si ni siquiera has mirado el menú? —me preguntó Bastian riéndose.

—Es que, ya sabes, eso aquí es tan tradicional que no podría faltar —me avergoncé un poco.

  A pesar de que sentía desconfianza, no puedo negar que este momento me pone nerviosa.

  ¿Una cena con Bastian? Debe ser un sueño.

  Cuando se acercó el camarero Bastian pidió lo mismo que yo. Cenamos sin decir nada. Luego, comimos el postre y Bastian pagó la cuenta.

—Gracias por la comida.

—No tienes que agradecer —dijo restándole importancia. —Apresúrate, antes de que se esconda el sol para que veas un atardecer en la playa.

  Nos levantamos y fuimos caminando hasta la orilla de la playa que estaba cerca.

  Aunque el agua en general me trae malos recuerdos, tengo que aceptar, que este ambiente es perfecto. Estando con Bastian ya no sentía tanto miedo. Por primera vez disfruté del aroma oceánico.

  Nos sentamos en la arena y después de unos segundos de haber contemplado el mar, Bastian rompió el silencio.

—¿Has escuchado la canción Secrets de OneRepublic? —me preguntó de la nada.

—No, ni siquiera sé quiénes son. ¿Es una banda?

—Sí, ¿cómo sabías?

—OneRepublic suena a un nombre de banda —obvié mi comentario.

—Pues, sí tienes razón. Ellos son una banda estadounidense de pop rock. —Explicó.

—¿Por qué la mencionas? 

—En parte dice...

  Cantó en voz baja lo que parecía ser el estribillo de la canción:

Dime lo que quieres oír
Algo que sea como música para tus oídos
Estoy cansado de todas las mentiras
Así que voy a contarte todos mis secretos.

—No entiendo. ¿Solo estás cantando la canción? ¿O...?

—Quiero decirte con esto, que todos tenemos secretos Adelyne —interrumpió. —Pero quiero que puedas confiar en mí, por eso, hoy te mostraré uno de mis secretos.

N/A

Canción en multimedia que tararea Bastian.

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