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Capítulo 10

Adelyne

Era sábado y mis padres me dejaron sola para "darme una sorpresa". Salieron a algún lugar y me dijeron que volvían rápido.

  Mientras los esperaba, me quedé oyendo un poco de música. Esto me relaja y me hace pensar que todo estará bien. Es que no me gusta mucho quedarme sola, por eso busqué algo con lo cual distraer mi mente.

  La canción que iba a escuchar siempre me ha ayudado a sentirme bien y a levantar mis ánimos. El estribillo dice:

"No sé qué es lo que te han contado

Pero esta chica de aquí va a dominar el mundo.

Ahí es donde yo estaré porque es donde yo quiero estar.

No quiero quedarme sentada, luciendo bonita".

  La letra y la manera de interpretar de la cantante me hace sentir con el autoestima al cien por ciento.

  Me hace pensar que soy esa chica que puede lograr sus sueños sin necesitar un chico, ni ser rica, ni tener anillos o diamantes.

  Me puse a cantar y dar brincos encima de la cama imaginándome que era la super estrella de la noche.

  Perdí la noción del tiempo entre una canción y otra, entonces llegaron mis padres.

—Pequeña, tenemos algo para tí —me dijo mi padre sonriendo.

—¿Qué es? —pregunté ansiosa.

  Entonces sacaron de una bolsa, una pequeña cajita. Le desaté las envolturas y luego la abrí.

—¡Mamá! ¡Papá! —chillé emocionada —Gracias.

  Son un par de lentes de contacto a mi medida. Ellos llevaban un tiempo buscándolos sin decirme nada y todo para darme la sorpresa.

—Hija, no tienes que agradecernos nada, sabes que lo hacemos por tu bien. Tu eres nuestra vida —habló mi papá acariciándome el hombro.

—Sí, Ady, ahora no tienes que llevar las gafas oscuras —me dijo contenta mi mamá.

  Les agradezco tanto a mis padres. Ellos siempre hacen todo por verme feliz. Nunca podría desepcionarlos. Los amo.

  Me puso muy contenta la noticia. Lo que me preocupaba era la nueva adaptación. No puedo hacer deporte, ni cosas que impliquen mucha actividad física.

  Aún tengo que llevar gafas, pero solo por el sol. Aunque, pensándolo bien, no tengo un par.

  Al día siguiente me levanté con la idea en la cabeza de tener un par de gafas nuevas. Por eso,  sin dudarlo más avisé a mis padres que iba a comprarlas.

  Al llegar al centro comercial no sabía por dónde empezar.

  Me vino una ola de tristeza de repente. Hubo un tiempo en los que no estaba sola en un lugar como este, sino, con mi mejor amiga o, la que llamaba amiga. Ella siempre me acompañaba por todos los lugares. Aunque no comprábamos nada, sí nos divertíamos mucho.

  Mi mamá se había ofrecido para acompañarme pero le dije que no. No quería romperle su día con mi papá, prefiero que estén solos y disfruten de su momento juntos.

  No sé qué hacer ahora que estoy enfrente de un centro comercial tan grande.

  Después de pensarlo un poco decidí entrar. Empecé a caminar y a caminar hasta que llegué a un lugar donde había sombreros de todos modelos y colores. Tenía un poco de vergüenza preguntar dónde habían gafas de sol, así que sólo seguí caminando.

  De repente sentí que mi espalda chocó con algo, o mejor dicho, con alguien. Muerta de la vergüenza giré mi rostro. El chico con el que había chocado estaba de costado, frente al mostrador donde se pagan los artículos. Cuando el chico se volteó, me quedé perpleja al ver quién era.

—¡¿Tú?!  —dijimos al unísono.

—Siempre andas chocando con todo —me miró haciendo un gesto de negación y luego suspiró.  —¿Qué haces por aquí Gatita? ¿Estás sola?  —me preguntó.

—Sí, estoy sola y vine a buscar algo. —Respondí esquivando su mirada. —¿Tú qué haces aquí?

—Vine a buscar esto —señaló un par de zapatillas de una marca bastante costosa. —Dame un par de este —le dijo a la tendera. —Dime qué buscas, tal vez te pueda ayudar —se dirigió a mí otra vez.

—No es nada, estaba mirando un poco antes de ir a comprarlo —disimulé.
  Bastian pagó los zapatos y los echó en una bolsa de tienda.

—Bueno, seguro sabes dónde queda la salida y "eso" que buscas. Un gusto haberte encontrado. Nos vemos mañana —dijo dándome la espalda para irse.

  No pude dejarlo ir, es que realmente estaba perdida y no conocía a nadie más que a él.

—¡Espera! —le grité halándolo por el pulóver.

  Era la primera vez que lo veía sin mangas largas. Lucía bien.

—¿Quieres que me quede y te acompañe? —sonrió suavemente.

—Sí —balbuceé con la cabeza gacha.

—¿Qué dijiste? ¿No te escuché? —interrogó poniendo una mano en su oreja.

  Estaba jugando conmigo, él sabe que lo único que yo sé es que estoy parada sobre el suelo, nada más.

—Sí, necesito tu ayuda —dije con voz clara y alta.

—Pero me deberás un favor —dijo astutamente.

—¿Qué favor? —pregunté intrigada.

—Eso me lo pensaré bien después. ¿Te parece? —dijo levantando un poco las cejas y las comisuras, pero sin enseñar los dientes, esa sonrisa que lo caracteriza.

  No tuve más opción que aceptar.

N/A/
En multimedia la canción que escuchó Adelyne. Still look Pretty de Daya.

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