Con apenas fuerzas en sus manos entumecidas por el frío de la lluvia, la chica de cabello oscuro y ojos tristes lograba sostener el pequeño bulto que llevaba en sus manos envueltos en una sucia cobija.  Dormía por fin, no había parado de llorar. Por lo cual aún no habían podido salir de su escondite.

Eran poco menos de las diez de la noche, la chica tiritaba de frío, tenía hambre y carecía de fuerzas... Ya no podía esconderse más.

Había agotado sus últimos recursos hace más de dos meses, justo antes de que la niña naciera.

Habían pasado por muchas cosas, tenía la esperanza de que todo se resolvería pronto y el padre de su hija volvería por ella. Pero él la había abandonado, no volvió a tener noticias suyas desde que la dejó en aquella casa y le dijo que pronto volvería.

Pero no fue así.

Esperó, espero... Hasta que su panza creció y el embarazo se hizo evidente.

Y aún así, ella no perdió las esperanzas de que él volvería.

Hasta aquel día donde aquellos hombres entraron a su refugio. Aún no sabe cómo ocurrió el milagro, pero logró escapar con vida, teniendo que huir a partir de entonces, sola.

Quería que su hija viviera, pero ella no podía más.

Así que con sus últimas fuerzas, caminó hasta la iglesia más cercana y depositó su preciosa carga. No sin antes besarla por última vez, pedirle perdón y decirle lo mucho que la amaba.

Dos días después, el cadáver de la joven fue hallado en un callejón, mutilado y maltratado.

Si esto fuera un cuento de hadas, la niña sería encontrada por el cura de la iglesia, llevada a un orfanato y puesta en adopción, dónde una maravillosa familia le daría una vida feliz. Pero unos metros detrás de la joven, habia una prostituta adicta que encontró a la niña y la registró como suya, para recibir los beneficios del gobierno.

La vida de Sophie White no fue un cuento de hadas. Pero eso solo la haría más fuerte para lo que vendría.