Único.
Las personas aglomeradas en el lugar reían y bebían de sus finas copas charlando entre ellas como si nada estuviera pasando, sin vergüenza alguna de la verdadera razón por la que se encontraban ahí.
Las Magnolias blancas se habían reunido, y cada vez que eso pasaba solo una cosa significaba, una nueva adquisición había llegado a sus avariciosas manos. Fuera de esas cuatro paredes solo eran personas comunes y fieles devotos de la religión que en las magnolias que se impartían, creyéndose seres puros dignos de llevar el nombre de aquella flor como representación, pero cuando aquellas puertas se cerraban y los cánticos y bullicio subían se desmantelaba la mentira que fácilmente crearon.
Las pupilas de los y las alfas presentes se dilataron y sus bocas babearon al llegar a sus fosas nasales un sutil y dulzón aroma que no había antes, era un Omega, al fin había llegado.
Al instante los gruñidos y algarabías de palabras vulgares y miradas lascivas se hicieron presente para alabar de manera morbosa al pequeño Omega de apenas 5 años de edad que era llevado hacia el centro de la sala en una especie de palanquín sin estructuras a los lados, como si fuera una exposición. De su delgado y menudo cuerpo caían largas prendas transparentes de colores pasteles, sus cabellos castaños claros adornados por flores y algunas mechas rebeldes cayendo sobre su frente en un toque infantil que iba en contraste con la ropa tan reveladora que le habían puesto; sus labios bañados con un suave color rosa y pestañas revoloteando de manera inocente sobre sus mejillas tintadas de suave carmín, color que también había en su nariz.
—Señoras y señores, alfas y betas —habló una señora con una sonrisa tan falsa como el oro de tontos, marcando más las arrugas de su rostro, elevando el tono de su voz fuerte y claro para que todos escuchen una vez que el infante fue dejado en una plataforma a la vista de todos —Lo prometido es deuda, ¿verdad? Pues aquí está... Un omega y puro virgen para ustedes, tal y como dije, soy una mujer de palabra —una risa perversa salió de sus labios siendo coreada por otras más que se extendían por la sala.
—¡¿Cómo estaremos seguro que es virgen?! —preguntó una voz de entre la multitud.
—Señores, ofende que piensen eso de mí, ¿acaso alguna vez les he mentido? —un silencio reinó en el lugar un par de minutos antes que la voz rasposa de la mujer vuelva a hacer acto de presencia —Es un virgen, satisfacción garantizada. Ahora que esa duda está clara, ¿cuánto dan por él?
Los murmullos entre alfas y betas iniciaron aún dubitativos a las palabras de la anciana, quien frunció el ceño levemente al no escuchar ofertas por su nueva mina de oro.
—Si gustan, pueden acercarse y ver todo lo que quieran, pero no lastimen la mercancía —ofreció ella.
Prontamente los pasos de aquellos hombres y mujeres avanzaron hasta cerca del pobre niño, tocando y deleitándose con la suavidad de su tersa y nívea piel, ignorando la asustada mirada del infante y lo que hacía para evitar que aquellas personas desconocidas tocaran su cuerpo.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué aquellos extraños lo miraban de esa forma? ¿Por qué lo tocaban? ¿Qué hacía ahí?
Sus ojos parpadeantes buscaron dentro del salón un rostro conocido que lo pudiera ayudar, más se encontró solo entre esos hombres y mujeres.
¿Mamá? ¿Dónde estás, mamá? ¿Por qué me dejaste solo, mamá? ¿Acaso ya no me quieres? Prometo portarme bien, por favor, regresa.
Sus mejillas de porcelana eran bañadas por lágrimas de desesperación al intentar huir, pero encontrándose rodeado por todas esas personas que no le gustaban nada, de sus rosados labios comenzaron a salir sollozos mientras en su mente prometía no volver a ser un niño malo.
Pronto las ofertas con altas sumas de dinero se hicieron escuchar con cada cantidad más exuberante que la anterior. Hoseok no entendía qué estaba pasando, no entendía nada de aquel lugar ni porqué esa señora con la que lo había dejado su mamá lo había llevado ahí, en su pequeña cabeza infantil no captaba el significado de la palabra "vendido" ni mucho menos porqué aquel alfa lo llevaba a rastras atrás de él.
No quería estar ahí, se quería ir, quería ir con su mamá y sus amigos de la escuela.
Intento forcejear con la poca fuerza que su cuerpo tenía en comparación al robusto hombre que los encerró a ambos en una habitación.
—¿Q-qué estamos h-haciendo aquí, señor? ¿Dónde está m-mi mamá?
El tipo sonrió ladino con la más pura lujuria reflejada en sus orbes acuclillándose para estar a la altura del niño tomando entre sus dedos de manera brusca los claros cabellos del omega, y tirando de estos. Relamiendo sus labios quedó fascinado al ver el menudo cuerpo temblar, pasando su lengua de manera vulgar por el cuello de Hoseok delineando con su sin hueso toda la extensión del mismo.
—N-no... Po-por favor, a-aléjese, no m-me gusta —suplicó, con un intento vano de alejar al alfa de su cuerpo poniendo sus manos en medio.
El hombre rio de forma seca atrayendo con su mano al Omega y susurrando con voz grave en su oído: —No te preocupes, nos vamos a divertir mucho, pequeño.
Con una mano en su pantalón y otra escudriñando entre las prendas que cubrían el frágil cuerpo, comenzó la peor pesadilla para el pequeño.
Hoseok aún era muy pequeño para entender por qué su madre lo vendió por dulces, demasiado joven para comprender por qué todas las noches alguien nuevo iba a su habitación a hacerle daño y obligarlo a hacer cosas que no quería.
Todos crecieron y su cuerpo decayó por todos los juegos promiscuos que tuvo que jugar, mientras sus amigos iban a la escuela él pasaba en manos de alfa en alfa, encerrado en el sótano sin salir muchas veces hasta que aquellos hombres y mujeres se cansara de estar con él.
Mientras todos sus amigos crecían y se divertían fuera, él se encontraba encerrado en esa casona con muchos otros y otras omegas donde debía soportar ser el juguete favorito de las personas que cada fin de semana se reunían sin falta.
A su corta edad se enfrentó a cosas que no debía, probó de aquellos dulces por los que su madre lo vendió, lo lastimaron en lugares que ni conocía y ahora lo tenían como un perro con cadena a la espera de su dueño... cada noche un dueño nuevo, una tortura nueva, nuevos golpes y magulladuras en su cuerpo...
El tiempo a veces puede ser nuestro peor enemigo y en otras nuestro mejor aliado, a veces pasa tan rápido que parece agua escapando de entre los dedos y en otras tan pesado como subir una montaña con una carreta a cuestas...
Ya no recordaba siquiera si era de día o de noche, qué día era o incluso si solo habían pasado horas o minutos, solo estaba consciente que el rechinar de las puertas al momento de cerrarse y el murmullo que se formaba en la Sala por el tumulto de personas, eran su señal para prepararse y untar su cuerpo con miles de cremas, arreglarse y rogar que esta vez no fuera tan doloroso como la anterior, pero era imposible, cada vez era peor.
Las sábanas blancas cubrían su desnudez y la de la mujer profundamente dormida a su lado, sus muñecas ardían, su espalda baja se encontraba adolorida, todo su pecho, abdomen y piernas llenos de chupetones y mordidas, en su cintura y cadera los dedos de la alfa se marcaban como rojos tatuajes sobre su piel, y de su cuello colgaba una gargantilla con piedras incrustadas.
Cinco años... cinco años eran los que habían pasado desde que comenzó todo, desde que los juegos bizarros, palabras vulgares, golpes, escenas obscenas en los pasillos, y viejos morbosos tomando su cuerpo sin descanso ni consideración, iniciaron. Muchas veces tuvo ganas de gritarles que no, que no lo toquen, que era alguien frágil, que ya había sufrido demasiado para solo tener diez años, que ya había estado condenado desde que nació, pero sus palabras morían en su garganta asfixiadas por las lágrimas, el asco y el rencor que sentía su amargado corazón.
Ellos lo fragmentaron hasta volverlo millones de piezas, siempre intentaba escapar de su vil y cruda realidad tratando de ver las cosas positivas, hasta que al fin logro ver aquella luz brillante al final del túnel, en sus manos apretaba aquella jeringa tan conocida que había sentido más veces de la que podía contar incrustarse en su piel, era su boleto de salida. Al final, aquel dulce que tanto había sido obligado a probar sería un arma de doble filo.
Descubriendo su cuerpo se puso de pie como pudo sintiendo sus piernas temblar, de manera lenta y silenciosa cubrió su cuerpo magullado del frío y se dirigió a la puerta de la habitación.
Era el momento, por fin sería libre, por fin podría escapar.
Siendo lo más sigiloso posible se aseguró de que nadie estuviera en los pasillos para después dirigirse a la entrada principal de la casona, era de tarde, muy pocas personas entraban y pocas salían, era algo que se había percatado en medio de esas tantas veces en la que lo llevaban a una habitación en específico donde había muchos vestidos, lencería y maquillaje para que se arregle.
Era un niño, sí, pero también astuto. Estaba consciente de que esa era su mejor oportunidad para escapar, una gran sonrisa y como un soplo de vida lo que sintió al abrir aquella puerta y que los rayos de sol cayeran sobre su rostro, cada vez más cerca de la tan ansiada libertad.
Con el corazón acelerado y la emoción recorriendo cada parte de su cuerpo aceleró sus pasos hasta correr a través del patio de aquella casona y poder llegar al cercado, cuando al fin las puntas de sus dedos tocaron el imperturbable y frío metal de su prisión, casi pudiendo saborear la libertad, todo se detuvo.
—¡¿Qué crees que haces?! —tomando fuertemente el brazo de Hoseok le dio vuelta, incrustando sus uñas en su tierna piel, un siseo de dolor salió de los labios del Omega, pero a la mujer no parecía importarle.
Pero, vamos, ¿qué se podía esperar de la señora que lo vendía con un postor diferente cada que podía?
—Y-yo... Y-yo...
—¡Tú, tú! ¡Qué te crees, maldita escoria! Tú me perteneces, tu madre me sacó demasiada droga por ti ¿acaso creíste que te podrías escapar tan fácilmente? Estás muy equivocado, niñato. Me costaste mucho, aún me debes.
—B-basta, por favor, s-suélteme. Me l-lastima —rogó al borde de las lágrimas intentando zafarse de su agarre.
—Ay, pobrecito. Al niño piel de porcelana le duele esto —dijo con un tono burlón y sonrisa altiva —Entonces prepárate para lo que te voy a hacer para que aprendas a quien le perteneces —todo soslayo de sonrisa desapareció del rostro de la mujer mientras lo zarandeaba para llevarlo a rastras dentro de la casona.
Él tan solo pudo suplicar por piedad, y sí es que existía aquella diosa Luna le suplicaba que parara, que lo ayude a salir, y también le reprochaba por todo lo que le había tocado vivir.
¿¡Por qué yo!? ¿¡Por qué no a alguien más!? ¡Ya para, por favor!
Eran sus gritos silenciosos, más supo que sus peticiones no fueron oídas cuando aquella mujer los encerró a los dos en una misma habitación, soltándolo de forma brusca mientras truncaba la puerta.
—Desvístete.
Los ojos de Hoseok se abrieron con terror al escuchar la orden.
—Por favor, n-no me haga esto. P-prometo portarme bi-bien y no volver a int-tentar irme —cayendo de rodillas a los pies de su dueña suplico porque no le hiciera nada, pero solo recibió una patada en respuesta.
—Te dije que te desvistas, y ponte de rodillas.
—P-por favor... no —sus ojos cristalizados se cruzaron con los orbes irradiantes de ira de la mujer que lo había "criado" los últimos años, en ellos no se reflejaban ni una sola pizca de piedad.
—Es una orden.
Las manos y pies del niño fueron amarradas fuertemente con una soga fina que lo lastimaba una vez que su ropa fue quitada. En el lugar resonó la fusta rompiendo en el aire hasta caer sobre la nívea piel al descubierto, una y otra vez sin descanso aquella vara se tatuó en su cuerpo coreado por los gritos desgarradores llenos de dolor.
—Cállate, cállate ¡cállate!
La mujer hecha furia agarró el cabello de Hoseok sin cuidado terminando por darle una cachetada que le hizo escupir sangre para luego sentir las largas y puntiagudas uñas enterrándose en sus mejillas.
—Tú te buscaste esto, no te quejes. Solo recibes lo que mereces, fuiste un mal niño, Hoseokie —su lengua paso por sus labios con morbo, mordiendo los belfos del niño frente a ella.
Un escalofrío recorrió el cuerpo del Omega y las lágrimas se intensificaron al saber lo que vendría cuando las manos arrugadas y callosas de la mujer recorrieron lascivas su anatomía.
—Sabes que los niños malos reciben un castigo, ¿verdad, Hoseokie? —susurró en su oído, su cálido aliento golpeando contra el lóbulo de su oreja de manera desagradable.
—N-no, por fa-favor no... Gol-golpéeme, pero eso no... Por fa-favor —imploró estremeciéndose desesperado por desatarse.
No quería, no quería eso. No le gustaba, no le gustaba ni un poco los dedos de aquella mujer desabrochando su gargantilla para luego pasar su lengua lascivamente mientras con su otra mano empujarlo hacia su cuerpo.
Mamá, ¿por qué me vendiste a esos señores malos?
Quería solamente cerrar los ojos e imaginarse lejos de ese lugar, lejos de su tacto de su aroma de su aliento de su voz... Pero por más que lo intentaba no era posible, ella estaba ahí tocándolo de forma indecente donde no debería, su presencia era tan real como la del resto de alfas que habían pasado por su cuerpo.
¡No me toques!
¡Soy frágil!
Por favor, deja de fragmentarme...
Pero, de nuevo, todos aquellos gritos desesperados por ayuda nunca se escucharon y lo que parecía el final de su pesadilla solo se había convertido en su infierno personal y exclusivo.
Basta.
Basta, por favor.
¡Basta ya!
Deja de hacerlo, devuélveme lo que me robaste.
No soy más que un juguete para ti.
Detente.
¡Detente!
Dos rayitas.
Positivo.
No podía ser cierto.
Su espalda chocó contra la pared del baño resbalando hasta caer sentado en el suelo. Sus ojos se mantenían bien abiertos atentos al pequeño objeto entre sus manos, totalmente quieto y en shock.
Sí antes ya estaba jodido ahora había sellado su sentencia de muerte. Inevitablemente lágrimas comenzaron a opacar su visión.
No podía ser real. No podía serlo... No podía.
Sus manos trémulas cubrieron su vientre mientras lloraba en silencio.
Al final, después de todo, se había cumplido uno de sus más grandes temores. Estaba en cinta.
Con movimientos torpes se levantó de su lugar para ver su plano vientre de costado.
Aún no lo podía creer, él realmente estaba en cinta, 3 de 4 pruebas salieron positivas... No había duda, vida estaba creciendo dentro de él.
Sabía que no sería fácil aquello, su cuerpo estaba desnutrido por la mala alimentación y sus huesos frágiles por la falta de calcio.
Ahí frente al espejo recorrió cada una de las cicatrices y marcas que aquellos años había acumulado, cada una guardaba una historia, pero todas eran igual o más de bizarra y retorcida que la anterior. Entonces se hizo una promesa.
—Bebé... —susurró, su voz temblante en un hilo casi imperceptible —Bebé, sé que aún es muy pronto para esto, pero... Sabes, no necesito mucho para empezar a quererte. Prometo cuidarte, prometo que te mantendré seguro hasta que nazcas y te alejare de esas personas malas... P-prometo que tú no vas a t-tener que cargar con las mismas heridas que carga papá —habló a su vientre que aún no se abultaba ni un poco, pero, aunque no todos lo pudieran ver, él podía sentir a su cachorro.
Con tan solo 17 años él se volvería padre.
Claro, si lograba ocultar su condición a su dueña y aquellos alfas y betas que iban a verlo. Debía tener mucho cuidado si no quería que...
Cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza, no debía pensar en eso su bebé estaría bien, él lo cuidaría.
—Hoseok —llamó una voz detrás de la puerta acompañado de unos golpecitos en la madera.
Rápidamente el Omega limpió sus lágrimas y salió del pequeño cuarto de baño encontrándose con Jiyu, otra de las chicas que se encontraban allí y de la que se había vuelto amigo, después de la paliza que le había dado aquella mujer hace 7 años, Jiyu se había encargado de cuidarlo hasta que se sintiera mejor.
La omega lo miró expectante a una respuesta mientras sostenía sus manos entre las suyas, él solo pudo agachar la cabeza y asentir levemente. Un jadeo salió de los labios de la chica seguida de un corto y lastimero:
—Lo siento...
—No... No lo hagas, no lo digas. Por favor, lo mantendré en secreto los primeros meses hasta que me dé tiempo suficiente para que no puedan hacer nada, y luego... Me iré.
Jiyu lo miró con pena, sabía que nada de eso saldría bien, pero no podía robarle la única esperanza que volvía a brillar para aquel niño que se convertiría en padre, simplemente no podía, a pesar de poner su cabeza en juego al incumplir una de las reglas.
"Ninguno de los y las omegas puede quedar en cinta, si eso sucede deben avisar de inmediato para practicarle un aborto. Quien lo oculte tendrá un castigo del que no se va a poder salvar."
—Está bien, Hobi. Lo mantendré en secreto —sonrió.
El gesto fue devuelto y con ello sellaron aquel pacto de silencio.
Y todo habría salido bien sino fuera por aquel día en el que la dueña del lugar irrumpió con varios alfas a la habitación donde Hoseok se arreglaba para aquella noche.
Aquellos hombres llevaban a Jiyu tan golpeada que apenas podía mantenerse en pie, de su labio escurría un hilo de sangre que pasaba por su mentón antes de caer al suelo.
Ahí supo que no tenía salida.
—Tú, miserable escoria. Te di techo, cama y comida, ¿y así es como me pagas? —vocifero fuertemente la mujer, acercándose peligrosamente al Omega con apoyo de un bastón —¿En serio creíste que no me iba a enterar? ¿Eh?
Tomando con fuerza de su muñeca zarandeó a Hoseok como pudo, sus orbes irradiantes de la furia en su más altiva presencia.
—Nadie se burla de mí, pedazo de mierda. Te perdoné la vida cuando tenías 10, y aun así eres un puto mal agradecido.
—Por favor, no me lastimes —fue lo único que salió de sus labios mientras con su mano libre intentaba cubrirse de manera instintiva el lugar donde crecía su cachorro —No lo lastimes, déjame tenerlo... Quiero tener a mi bebé.
—Tienes el descaro de preñarte de cualquiera, y aun así crees que tienes derecho a opinar sobre ese engendro que tienes dentro. No, bonito, tú me perteneces, te lo he dicho ya, aprende donde es tu lugar. Yo decido sobre ti, yo decido con cuantos te acuestas y de cuál te embarazas y de cuál no.
En un intento vano de escapar se zafó del agarre de la vieja en su muñeca y corrió hacia la puerta, pero fue derribado de un solo golpe por parte de uno de los alfas.
—Patético —escupió ella con desprecio —¡Llévenselo!
Hoseok comenzó a llorar, gritar y patalear todo lo que su desnutrido cuerpo le permitía al oír aquella orden, pero nada detuvo a esos hombres que lo cargaron como saco de papa hasta fuera de la residencia donde un par de autos negros lo esperaban.
Sabía lo que vendría, sabía lo que pasaría, pero se negaba a aceptar.
Aquella tarde de abril Hoseok sintió uno de los peores dolores que pudo haber experimentado en su vida al despertar y verse vestido con una simple bata blanca en un cuarto encerrado. Le habían arrebatado parte de él... Le habían arrebatado a aquella criatura que ni siquiera había nacido aún, le arrebataron sin compasión a su pequeño cachorro sin darle oportunidad a tan siquiera verlo, sentir su aroma, ver sus ojitos, cargarlo... Le habían arrebatado lo único que se había vuelto su esperanza en aquel laberinto de desgracias.
Solo en aquel frío cuarto lloró junto a aquel bote de basura, aquellas personas ni siquiera tuvieron corazón como para dejar conservar parte de su cuerpecito, sino que lo habían tirado a la basura como si no valiera absolutamente nada. Lloró y gritó de impotencia hasta ya no sentir su garganta.
Al final, ella había vuelto a ganar.
A Hoseok ya no le importaba nada.
Se dio por vencido, pues ya no tenía nada más porqué luchar.
Su inocencia fue arrebatada por ellos a los 5 años, lastimándolo sin importarles nada, le arrebataron su oportunidad de ser libre, y le arrebataron la felicidad con tan solo un chasquido de sus dedos.
Fue amarrado y dejado en el sótano como parte de su castigo y él no había puesto resistencia alguna, lo único que quería en ese momento era morir.
Los pasos y el crujir de la madera lo alertaron a la llegado de más personas, por su aroma detectó que eran alfas, algo bastante esperado.
Ya ni siquiera le importaba cómo usarían su cuerpo para divertirse, ya no podía estar más roto.
No era la primera vez que estaba en medio de una orgía y estaba seguro de que no sería la última; aún tenía el recuerdo vívido de cuando lo encarcelaron en aquel mismo sótano por primera vez con 7 personas más, la sensación de ahogo, la desesperación y las arcadas incontrolables que sentía cuando fue obligado a hacerle una felación a uno de los hombres que estaban ahí, el líquido viscoso que rodaba entre sus muslos y marchaban más parte de su cuerpo, las risas y asquerosos gemidos de aquellos alfas que salían y entraban en su cuerpo uno tras otro, sin descanso... Tan solo tenía 8 años cuando eso paso.
Sus ojos se explayaron de sobremanera al escuchar el seguro de la puerta ser puesto y ver cuántas personas habían ahí, eran casi 20 alfas los que estaban en aquel sótano y todos lo miraban con morbo y ya notables erecciones entre sus pantalones.
El Omega intentó deshacerse de las cuerdas que lo mantenían prisionero con el miedo recorriendo cada célula de su anatomía.
—Shh, precioso. Tranquilo, ya te vamos a atender y darte todo lo que una puta necesitada como tú le gusta —habló ronco uno de los tantos alfas en su oído, lamiendo su mejilla en el proceso.
No tardó mucho para que manos por aquí y por allá se sintieran hasta que lo vio, de un maletín sacaron una jeringa con un líquido que rápidamente reconoció.
Lo iban a drogar.
Por más que pidió a gritos que no lo hicieran, nadie lo escucho.
Esa noche su sistema había recibido tanto de aquella sustancia que solo recuerdos borrosos era lo que había en su cabeza, el limbo entre la consciencia y la consciencia.
Su piel de porcelana bañado en sudor, mordidas y semen. Su mandíbula dolía por todas las relaciones que había sido obligado a hacer, pero estaba lo suficientemente drogado para no sentir.
Su cuerpo se sentía demasiado pesado que ni siquiera podía sostenerse siendo las manos del hombre que sujetaba sus caderas con fuerza lo único que evitaba que cayera, moviéndose al ritmo de las brutales estocadas que aquel alfa le proporcionaba.
Sus párpados comenzaban a caer cuando logró escuchar:
—¡Manos en alto, es la policía!
Antes de que todo se volviera negro y no recordará más.
Finalmente, la luz se acerca, sin dar marcha atrás. Los ángeles descienden y me llevan...
...
"¡No confíes!"
Era lo que la voz en su cabeza le repetía, advirtiendo del peligro que corría, pero aquellos profundos ojos negros entrañables y exquisito aroma a pino y bayas silvestre hacían que todas sus guardias cayeran hasta que en el algún punto sus labios hablaron por sí solos y por sus mejillas cataratas bajaban.
Al principio aún era reacio tan solo verlo, le causaba tanto pavor estar encerrados a solas con él durante aquellos minutos que parecían siglos, pero ahora no quería irse, no quería dejar aquel lugar seguro que había creado en aquel lugar.
Era el único alfa con el que podía estar sin ponerse a la defensiva al sentirse en peligro, era lo contrario, se sentía bien, cómodo y querido.
Confía, es él.
Había dicho su lobo contradiciendo a su conciencia que les exclamaba a gritos salir de ahí y buscar a Jiyu, pero lo había ignorado.
—Ellos no tuvieron compasión alguna... Ella no le importó ni un poco q-que apenas unas ho-horas antes hayan arrancado a mi hijo de mi vientre —un sollozo interrumpió su relato, recordando los restos de su hijo llenos de sangre dentro de aquel bote de basura, aún era algo que le dolía mucho y que quizás nunca iba a dejar de hacerlo —Me dejó a la merced de aquellos hombres que me golpearon, gritaron, humillaron y drogaron hasta que al fin la policía llegó... Fueron como mis ángeles en aquel momento... Y-yo solo me iba a dejar morir si no hubiera sido por ellos.
El bolígrafo en su mano temblaba por la presión que su puño hacía, su entrecejo fuertemente fruncido con su vista puesta en el papel, los hombros tensos y la mandíbula apretada con fuerza mientras un gruñido apresado en su garganta amenazaba con salir.
Hijos de puta.
Hoseok iba a seguir con su relato, pero la alarma que avisaba el fin de la sesión hizo acto de presencia. Taehyung le dio gracias al cielo que ya hubiera terminado.
—Bien, eso es todo por la sesión hoy —dijo, dejando el soporte con hojas donde hacia sus apuntes y acomodando sus lentes que se resbalaban por su nariz, mirando fijamente al Omega que terminaba de secarse el rostro con un pañuelo que siempre tenía en su consultorio —Puedes retirarte, Hoseok. Sigue practicando lo que te dije, seguir mis consejos y no olvides de tomar tu medicación —añadió con voz calma, lo más calma que su ansioso estado le permitía.
—Sí, lo haré. Nos vemos la próxima semana, doctor Kim —sus labios se curvaron en una débil sonrisa de despedida, antes de ser cubierta por un tapabocas.
Cuando la puerta finalmente se cerró y se encontró solo en ese consultorio dejó salir aquel gruñido de impotencia que sentía. Dejó caer su peso en el respaldar de la silla y revolvió sus cabellos con frustración.
—¿Qué estás haciendo, Taehyung?
Se reprochó a sí mismo con un suspiro cansado. Toda aquella situación se estaba saliendo de control, cuando aceptó tomar el caso del "Omega y el millón de alfas" nunca creyó que el destino le hiciera una jugarreta tan sucia.
Sabes lo que debo hacer.
No quiero.
Es lo mejor para los dos.
¡No!
—Basta. Debo hacerlo, es mi trabajo.
Decidido volvió a tomar la pluma para comenzar a escribir sin titubeos lo que tuvo que haber hecho desde el principio, pasando por alto los rugidos de su lobo quien se negaba a dejarlo ir.
Era lo correcto, sabía que de su decisión era crucial en ese momento, pero era tan dolorosa la realidad, aunque quisiera ocultarla.
Hace más de dos meses Hoseok había comenzado a ir a su consultorio por orden del juez a cargo del caso, y apenas lo vio cruzar la puerta lo supo, supo que no iba a ser fácil más se aferró a la idea de poder tratarlo que se olvidó que no solo ponía en juego la salud mental del omega, sino que también su propio corazón.
Eran pareja destinada.
Cuando era pequeño creía ciegamente en esos cuentos que su padre le contaba, pero que luego se dio cuenta que eran simple ilusión y que aquellas cosas no existían, hasta que lo conoció.
Lástima que no fuera en las circunstancias correctas.
Hoseok necesitaba ayuda, necesitaba terapia real y, por más que le costara admitirlo, sabía que él no podría ser capaz de brindarle aquello, no cuando hay sentimientos de por medio.
Y no, no era algo unilateral, en aquel lapso de tiempo tanto Hoseok como él habían desarrollados sentimientos el uno por el otro siendo guiados por sus lobos.
Cada vez que el omega hablaba de lo que le habían hecho aquellas personas su sangre hervía y gran asco le invadía, tan solo querría desgarrar la garganta de todos aquellos quienes se atrevieron a hacerle tales barbaridades a tan solo ¡un niño!, un frágil niño que apenas entendía lo que pasaba a su alrededor.
Y por aquella razón sabía que no podría seguir siendo quien atendiera al omega, no podía. Aquel tema lo comenzaba afectar de manera personal también.
Releyó lo que había escrito en la hoja y una vez más se convenció de que hacía lo correcto.
Sus pasos eran rápidos y su corazón martillaba desenfrenado, debía ser un error, tenía que ser un error, Taehyung no podía hacerle esto, él no podía fallarle.
—Es mentira, usted me está mintiendo. T-Taehyung no haría eso —, pero vivir en una mentira a veces es la mejor vía que encuentran las personas para escapar —¡Me está mintiendo! ¿Dónde está? Necesito que me lo diga él.
—Joven, le pido que se calme, por favor. El doctor Kim no está disponible en este momento.
Hoseok entró en un estado de negación total, armando todo un escándalo en el lugar.
Nos mintió...
Cállate.
No nos quiere...
¡Cállate!
—Hoseok, para —Taehyung había salido del consultorio, no estaba muy ocupado, pero no se sentía listo para afrontarlo, mas debía actuar al escuchar los gritos del omega.
—Taehyung...
—No hagas esto —con un ademan de su mano detuvo a los guardias que se acercaban a ellos.
Sus labios temblaron y antes de tan siquiera conectar lo que estaba pasando se abalanzó hacia el alfa, aferrándose con fuerza a su cuerpo. Parecía que todo se repetía, el miedo, la soledad, el sufrimiento y que tan solo en sus brazos estaría bien.
—Dime que es mentira...
Un nudo se instaló en su garganta y una pesadez en su estómago ante su pedido lastimero, pero no podía hacer nada. Envolviendo al delgado cuerpo permitió que una lágrima bajara por su mejilla.
—Lo siento... De verdad —presionó sus labios en un prolongado y sutil beso en la cabellera castaña, susurrando bajo —Es lo mejor para ambos...
—¿Lo mejor para ambos? ¿C-cómo sabes qué es lo mejor para mí? —atacó de forma filosa, alejándose.
—Hoseok, no voy a poder ayudarte, entiéndelo.
—Lo haces, l-lo haces ahora... tú eres lo mejor para mí, ¿acaso n-no lo ves?
—Para. Ya está hecho, no podremos vernos más.
—N-no puedes hacerme esto... no pu-puedes...
Y una vez más la vida le arrebataba a Jung Hoseok lo único que comenzaba a cobrar sentido en esta.
—Vete. El juez te designará un nuevo terapeuta —y con ello lo soltó.
¿Acaso alguna vez aquella condena que llevaba desde su nacimiento lo dejaría en paz?
—No... Taehyung, no... ¡No puedes hacerlo! ¡No!
—Por favor, vete ahora. No quiero usar la fuerza.
—No lo haré, dame una razón para hacerlo... Y-yo te amo...
—Hoseok, para. Soy tu psicólogo, te llevo diez años y ya tengo una familia, tengo esposo e hijos que amo. La única relación que puede existir entre nosotros es paciente-doctor, vete —volvió a pedir, volviendo a su papel de profesional —Sabes dónde queda la puerta.
Dio media vuelta y se encerró en su consultaría, no siendo capaz de enfrentarse a los gritos mezclados con su nombre. Sentía pena, lastima y un revoltijo de emociones, pero no había paso atrás.
—¡Taehyung! ¡Taehyung! ¡Vuelve! ¡Taehyung! —llamó a todo pulmón, luchando contra la seguridad del lugar.
Por favor, no me dejes caer, no de nuevo... regresa...
...
El timbre de la casa hizo acto de presencia por lo que dejó de lado su mandil de cocina para dirigirse a la puerta, su tranquilo fin de semana se vio interrumpido cuando dos agentes policiales fueron quienes aparecieron en su entrada.
—Señor, Kim Taehyung ¿verdad?
—S-sí, ¿en qué les puedo ayudar? ¿desean pasar? —los cables en su cabeza no terminaban de conectar y un mal presentimiento recorrió su espalda al escuchar su respuesta.
—No, gracias. Venimos para darle algo y que nos ayude testificando, si no estoy mal, usted fue el psicólogo quien trató el caso del omega Jung Hoseok, ¿no es así?
Hoseok.
—Así es, ¿qué paso con él? ¿dónde está? ¿qué hizo? —sus dedos se cerraron con fuerza sobre la madera de la fuerza y saliva paso forzada por su garganta.
—Lo sentimos mucho, hoy encontramos el cuerpo del omega Jung sin vida en su departamento colgando de una viga del techo, junto a él un frasco de pastillas y esta carta, tiene su nombre.
Taehyung con manos trepidas tomó el papel que se extendía frente a él, el peso de la culpa y el chillido plañidero de su lobo se hicieron escuchar cuando vio la letra poco entendible escrita con tinta negra.
Era de él, sin duda.
Sus ojos empezaron a picar y su pecho se oprimió al leer el contenido de esa carta, una despedida, una promesa y un anhelo eran lo que sus letras guardaban.
"Hola, Tae.
No sé cómo iniciar esto realmente, es decir, ¿quién sabe qué decirle a la persona que ama antes de morir?
Sabes, es algo irónico que lo diga, ya que a través de mi vida nunca supe el significado de esa palabra. Mi mamá me vendió a cambio de drogas, muchas personas me tocaron en busca de su placer y nunca se preocuparon por mí, y también me arrebataron a mi pequeño bebé como si de un simple parásito se tratara... estoy maldito desde que nací, Taehyung.
Por un momento llegué a pensar que no era así, realmente creí que mi bebé era mi pequeño ángel y salida del infierno, pero lo perdí... luego te conocí, y comencé a creer nuevamente en una oportunidad para mí, para mi fragmentada alma que solo busca consuelo... un consuelo que lograste darme, solo tú, nadie más.
Sin ti no tengo nada que me até a esta vida, lo perdí todo, solo soy alguien sucio y sin arreglo, llevo conmigo un pasado que se marca en mi piel como heridas de una batalla que perdí...
No tengo nada para ofrecerte, esa es la verdad, una que me costó aceptar... no puedo obligarte a quererme de la forma en que yo lo hago, mucho menos cuando ya tienes a alguien quien ocupa ese lugar.
Soy como una magnolia de blanco color que fue arrancada sin misericordia para arrancarle uno a uno todos sus pétalos, hasta dejarla morir marchita y seca, sin ninguna belleza que apreciar ni sueño que brindar, totalmente destruida e inútil en esta vida...
No te puedo culpar por no escogerme, al final, solo eso soy, una flor marchita que no sirve para nada.
Debo irme, debo ir con mi bebé... con nuestro cachorro, prometo cuidarlo donde sea que se encuentre hasta que nos volvamos a encontrar.
Espérame en tu otra vida que yo lo haré también.
Te esperare en el rojizo atardecer donde finalmente pueda ser feliz, cuando por fin estemos lejos de aquel millón de alfas que me criaron...
No te lamentes por mi muerte, al fin cumpliré mi sueño de ser libre y sonriere cada vez que te recuerde. Aguardare por ti, espero que hagas lo mismo.
Te veré en otra vida, amor.
Atte.: Jung Hoseok, el omega con una historia de un millón de alfas."
𝕱𝖎𝖓.
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Hellowa!
¿Qué tal les pareció este shot?
Es la segundo vez que intento escribir algo drama/angst, y esta vez para un concurso.
Me siento feliz porque siento que no quedó tan mal para estar fuera de mi zona de confort jsksjsks.
El final está un poco meh, pero hay que leer entre líneas para descubrir lo esconde u.u
En fin, espero les haya gustado.
¡Gracias por leer! ^^
→⛓️ 𝙳𝚊𝚝𝚘 ¡!
Las magnolias pueden tener distintos significados dependiendo su color; en China las magnolias blancas son símbolo de un espíritu limpio y puro debido a su belleza delicada e inefable que cautiva a quien la ve.
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