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046.

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Pasaron días en Polis Massa. Rotaciones enteras en una de las bases médicas de la colonia. Los poli massanos eran amigos de los Jedi, y habían aceptado resguardar al maestro Yoda y a sus aliados supervivientes.

Padmé Amidala era la principal preocupación de todos. Con el embarazo tan avanzado, se pasó las rotaciones entrando y saliendo del sueño, columpiándose en la frontera con la vigilia. Dhejah la visitaba a menudo junto a su hermana. Jira y Axton habían pedido asilo también hasta que encontraran un lugar donde rehacer sus vidas. Jira había dejado el Senado y la política, y ella y su marido acabarían exiliándose a algún lugar lejano y seguro.

Como todos los demás.

Dhejah no había hablado mucho con Axton. No le guardaba rencor, pero no podía evitar pensar en Brandar cada vez que le miraba a la cara. Necesitaba espacio. Espacio y tiempo para sanar.

Tras volver de Mustafar, Obi-Wan se había pasado días meditando. Dhejah intentaba no sumirse en la Fuerza. Hacerlo le causaba demasiado dolor. Pero Kenobi le había confesado que había visto a su antiguo maestro, Qui-Gon Jinn, y que aquel hecho le causaba demasiada curiosidad, aunque aún no lo comprendía del todo.

Ernark decidió no indagar: ni siquiera para eso tenía energía.

Jira entró en su habitación una noche especialmente oscura.

—Es Padmé.

Salieron hacia una de las salas médicas. Los poli massanos eran expertos sanadores, y trabajaban con droides de la más alta tecnología.

Todos estaban frente a la sala donde la tenían (incluso C-3PO y R2-D2). Un droide médico salió para explicarles la situación.

—Desde el punto de vista médico, está completamente sana —les explicó—. Pero por razones que no nos podemos explicar, la estamos perdiendo.

Jira se acercó al cristal con los ojos llenos de lágrimas. Dhejah entendía su dolor, eran buenas amigas. Axton, vestido en pantalón y camiseta negras, le puso una mano en el hombro a su esposa.

Dhejah intercambió una mirada de preocupación con el maestro Yoda.

—¿Se está muriendo? —preguntó Kenobi con sorpresa.

Organa se pasó las manos por la cara mientras el droide respondía.

—No sabemos por qué. Ha perdido las ganas de vivir. La tendremos que operar urgentemente si queremos salvar a los bebés.

—¿Bebés? —preguntó Dhejah con incredulidad.

—Está embarazada de gemelos.

Dhejah se acercó al cristal.

—¿Está despierta? —preguntó.

—Sí —respondió el droide—. Puede entrar a hablar con ella si gusta, maestra Jedi.

Dhejah miró a su hermana, pero Jira negó con la cabeza. Rompió a llorar más fuerte y Axton la apartó del cristal.

—No soy la persona indicada para hablar con la senadora Amidala.

Obi-Wan suspiró.

—Yo estaré presente en el parto.

Fue él quien sostuvo a los bebés cuando nacieron, quien se los acercó a Padmé para que les viera y los bautizara con nombres. Luke y Leia Skywalker.

Y fue quien estuvo frente a Padmé cuando murió.

Cuando pronunció sus últimas palabras.

"En el fondo era bueno. Sé que lo era."

Los demás lo presenciaron al otro lado del cristal. Dhejah sintió en la Fuerza cómo la vida de la senadora se desvanecía.

Cómo Padmé Amidala moría por un corazón roto.

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El cuerpo de Padmé fue enviado a Naboo para que recibiera los ritos funerarios del planeta y fuera enterrado allí. Mientras, sus bebés se quedaron con los Jedi, quienes, junto a los senadores y el antiguo comandante de la Legión 335, decidieron sus destinos.

—Escondidos y a salvo a los niños hay que mantener —declaró el maestro Yoda.

—Hay que llevarlos a algún lugar donde los Sith no perciban su presencia —aportó Kenobi.

Dhejah asintió.

—Siendo los hijos de Anakin, tendrán una presencia muy fuerte en la Fuerza.

—Juntos, más potente esa presencia será —dijo Yoda—. Separarlos deberíamos.

Organa arrugó el gesto. Había estado muy callado desde la muerte de su amiga.

—Mi mujer y yo nos quedaremos con la niña —les dijo—. Llevamos mucho tiempo queriendo adoptar a una. Con nosotros se sentirá muy querida.

Los Jedi se miraron entre ellos y asintieron.

—¿Y qué haremos con el niño?

Dhejah se giró hacia Axton y su hermana. Estaban sentados en la otra punta de la mesa, dados de la mano. Jira tenía los ojos y las mejillas rojas de llorar, y Axton estaba muy serio. El clon miró a su mujer. Ella negó con la cabeza.

—Con nosotros no estará a salvo de momento —les dijo con pena—. Axton será considerado un traidor, así que también necesitaremos un lugar donde escondernos.

Dhejah asintió, dándole una débil sonrisa de apoyo a su hermana.

Yoda se giró hacia Kenobi.

—En ese caso a Tatooine, con su familia envíalo —le dijo al Jedi.

Dhejah y Obi-Wan se miraron. Ella volvió a asentir.

—Yo le llevaré allí y velaré por él —aceptó Obi-Wan.

Los senadores y Axton se pusieron de pie, y Obi-Wan y Dhejah les imitaron.

—Hasta que llegue el momento, desaparecer debemos.

Organa, la menor de las Ernark y su marido salieron por la puerta. Obi-Wan y Dhejah estuvieron a punto de hacerlo también, hasta que Yoda les detuvo.

—Maestro Kenobi, maestra Ernark, un instante esperad.

Se volvieron a sentar con expectación.

—En tu soledad en Tatooine —le dijo a Obi-Wan—, quiero que adiestramiento recibas.

Obi-Wan le miró con confusión.

—¿Adiestramiento?

—Un viejo amigo el camino de la inmortalidad bien ha aprendido —sonrió Yoda—. Uno que ha regresado del averno de la Fuerza. Tu antiguo maestro.

Kenobi abrió la boca, impresionado.

—¿Qui-Gon?

Yoda asintió.

—A estar en comunión con él yo te enseñaré.

Obi-Wan se frotó la barba, impresionado y confundido, porque quizás comenzaba a entender las visiones que había tenido desde que había llegado a la colonia.

El gran maestro Yoda se giró hacia Dhejah.

—¿Elegido el camino que seguirás has?

Ernark suspiró.

—Debo atar cabos sueltos, maestro —admitió—. Y debo continuar el aprendizaje al que me asomé hace muchos meses.

Yoda frunció levemente el ceño, pero no parecía que quisiera reprenderla.

—Un aprendizaje lejos de la Orden fue, ¿uhm?

Dhejah asintió.

—Sí, maestro. —Luego miró a Obi-Wan—. Cuando acabe, me reuniré con Obi-Wan en Tatooine. Juntos velaremos por el pequeño Luke.

Él aún parecía turbado por las noticias que le había dado Yoda, pero asintió hacia Dhejah con una sonrisa. Si Yoda estaba sorprendido por la ligera confesión de Dhejah, no lo mostró. Simplemente asintió y se despidió de ellos, quizás para siempre.

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Obi-Wan acompañó a Dhejah a la sala donde tenían los bebés. Leia aún estaba en su cuna junto a su hermano, y Jira y Axton los miraban desde arriba, despidiéndose de ellos.

Los Jedi les esperaron fuera, y Obi-Wan entró a la sala cuando ellos salieron, para darles intimidad en el pasillo.

Dhejah intercambió la mirada entre su antiguo comandante y su hermana. Ambos parecían tristes y perdidos, pero se daban la mano con la seguridad de que, al menos, estaban juntos.

—Dhejah... —empezó Jira.

Su hermana mayor la interrumpió.

—Vengo a despedirme —declaró—. Debo buscar algunas respuestas, y después me exiliaré.

—¿Sabes a dónde? —preguntó su hermana.

Ella asintió.

—Sí, pero es mejor que nadie lo sepa. No deberíamos juntarnos de nuevo, Jira... el futuro es demasiado peligroso para todos nosotros.

Axton miró sobre su hombro hacia Kenobi. Quizás intuía el plan de su general, pero no comentó nada. Jira bajó la cabeza, apesadumbrada, pero asintió de todas formas.

—Lo entiendo. Nosotros tendremos que encontrar un lugar seguro también.

Dhejah asintió. Axton carraspeó para atraer su atención.

—General, yo...

—Llámame Dhejah, Axton —dijo ella con una pequeña sonrisa—. Hemos pasado demasiadas cosas juntos como para despedirnos utilizando formalismos.

Él asintió, pasando saliva antes de continuar.

—Quiero agradecerte lo que hiciste por mí en Kashyyyk —le dijo—. Sé que lo hiciste por tu hermana, pero te lo agradezco de todas maneras.

La Jedi suspiró.

—También lo hice por ti. Ni tú ni tus hermanos os merecíais lo que ha pasado. Nadie lo merecía.

Se quedaron en silencio. Jira vio el gesto preocupado de su hermana y supo que no había razones para alargar aquello más. Puede que Dhejah fuera una Jedi, pero sabía que aquella despedida le dolía tanto como a ellos. No habían crecido juntas, pero se habían convertido en verdaderas hermanas con el paso de los años.

Se abrazaron.

—Gracias por todo, Dhejah. Que la Fuerza te acompañe.

La mayor de las Ernark cerró los ojos con fuerza, apretando a su hermana por última vez. "Te quiero."

—Y que te acompañe a ti, Jira.

Cuando se separaron, Axton y Dhejah intercambiaron asentimientos de cabeza. Después, el hombre cogió la mano de Jira, y, sin mirar atrás, caminaron por el pasillo hasta girar en una esquina y desparecer de la vista de la Jedi.

Obi-Wan salió de la sala.

—¿Estás bien?

Dhejah suspiró.

—Todo lo bien que se puede estar ahora mismo.

Miró hacia las cunas a través del cristal. A los hijos del hombre que había conocido en la Luna de Clytia. Igual que al hombre que tenía a su lado. Había pasado tanto tiempo... Y todo había cambiado.

—Ten cuidado en tu viaje —le pidió Kenobi.

Ella volvió a asentir.

—Esta no es una despedida, Obi.

El hombre la estrechó entre sus brazos, asintiendo. Después bajó la cabeza y susurró sobre sus labios:

—Lo sé.

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