043.
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Anakin y Obi-Wan caminaron juntos por una de las pasarelas del cuartel del Gran Ejército de la República. De vez en cuando eran sobrepasados por los hombres de Cody, que corrían de un lado para otro, asegurándose de que todo estaba listo para la partida de su general a Utapau.
—Me necesitarás en esta campaña, Maestro —le dijo Skywalker.
—Yo también lo creo. Aunque quizás solo sea una pérdida de tiempo.
—Maestro. —Obi-Wan asintió, girándose hacia Anakin e invitándole a que hablara—. Sé que te he decepcionado. Tendría que haberte agradecido más tu entrenamiento. He sido arrogante, y te pido disculpas. Me sentí muy frustrado con el Consejo... Y después de lo de Ahsoka...
Kenobi levantó las cejas con sorpresa, pero no pudo evitar sonreír. Le agarró de los hombros con ambas manos.
—Anakin, tienes fuerza y sabiduría y estoy muy orgulloso de ti. Te he adiestrado desde que eras un niño, te he enseñado todo lo que sé. Sin embargo, jamás seré el gran Jedi en el que te has convertido. —Anakin sonrió, turbado y mirando al suelo—. Pero sé paciente, Anakin. Cuando menos lo esperes, el Consejo te nombrará Maestro.
Intercambiaron sonrisas. Obi-Wan asintió, dando la charla por terminada, y se giró para dirigirse a la pasarela que llevaba a su nave, El Negociador.
—Obi-Wan. —Se dio la vuelta al escuchar la voz de su antiguo Padawan de nuevo—. Que la Fuerza te acompañe.
—Adiós, viejo amigo —respondió él—. Que la Fuerza te acompañe.
Una vez en el puente, Obi-Wan comprobó su transmisor. Tenía un breve mensaje en clave de Dhejah. Dejó que el sistema lo decodificara con su huella dactilar y lo leyó.
"Suerte en Utapau, aunque no creas en ella. Te veré cuando todo esto termine. D."
Se permitió una pequeña sonrisa bajo la barba hasta que oyó una voz detrás de él.
—General Kenobi, los chicos están listos para su charla en el hangar, y su caza está listo.
Él asintió.
—Perfecto, gracias, Cody.
Dentro de poco tiempo, estaría en Utapau. Y quizás la guerra fuera a terminar pronto.
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—Hemos ganado territorio en el último asalto, Maestra. Los droides se han reagrupado y estamos preparándonos para dirigir un asalto quirúrgico a su base.
Dhejah asintió.
—Buen trabajo, Brandar.
El joven se pasó una mano por el pelo rubio.
—¿El Maestro Kenobi? —preguntó.
—Ya ha establecido contacto con el general Grievous —respondió ella—. Y Ahsoka, el comandante Rex y la capitana Unmel han capturado al Sith renegado, Maul. La regente Bo-Katan Kryze tomará el control del planeta.
Brandar sonrió levemente.
—Recibí un mensaje de Ahsoka informándome de ello, sí.
Dhejah vio por el rabillo del ojo cómo Yoda se acercaba a la transmisión. Brandar se inclinó al verle.
—Maestro —saludó.
—Un buen trabajo estás haciendo, joven Eross —respondió el Gran Maestro—. Informar del resultado de tu asalto a la base Separatista debes hacer cuanto antes.
El joven general asintió.
—Por supuesto, Maestro.
Yoda se giró hacia Dhejah.
—El general Chewbacca de una base de transporte Separatista a varios clics de aquí ha informado. Un escuadrón de reconocimiento debes de llevar allí de inmediato.
Dhejah asintió.
—Por supuesto, Maestro.
Yoda se giró, alejándose de la transmisión, y Dhejah volvió a mirar la imagen de Brandar.
—Estoy muy orgullosa de ti —le dijo con una sonrisa—. Celebraremos esto en cuanto la guerra acabe.
—Gracias, Maestra. Que la Fuerza te acompañe.
—Y que te acompañe a ti, Bran. Adiós.
Se sonrieron, y Dhejah apagó la transmisión. Axton se acercó, cuadrándose en saludo militar frente a ella.
—¿Señora?
—Prepara un escuadrón de reconocimiento de inmediato —ordenó—. Los wookies han informado una base oculta de los Separatistas, pero no se han podido acercar. Necesitamos saber cuántos droides hay ahí dentro.
—De inmediato, señora.
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Las planicies del planeta se extendían ante Brandar, solamente recortadas e interrumpidas por los lagos que llenaban gran parte del planeta, reflejando el cielo azul que se extendía sobre sus cabezas. Sus hombres y él habían sido enviados, como muchos otros Jedi, al Borde Exterior en busca de Grievous. No habían encontrado al general en aquel planeta tomado por los Separatistas, pero la batalla siempre estaba a la orden del día.
Después de bastantes rotaciones enfrentándose a los droides, habían librado la capital de Obeira de los Separatistas. Tan solo tenían que comprobar que las fuerzas que se habían reagrupado en una base a las afueras de la capital eran eliminadas.
Después, su trabajo allí habría terminado.
Aún le costaba creerlo, pero por lo que había dicho la Maestra Ernark, la guerra estaba avanzando a buen paso. Puede que incluso acabara pronto.
Pensó mucho en aquello durante aquellas horas. Pensó en Ahsoka, en lo feliz que le había hecho volver a verla y de que hubiera demostrado su valía capturando a Maul. Habían mantenido una amistad alejada de la Orden cuando ella se había ido, pero desde que Brandar había dejado de ser un Padawan, no se habían visto. Él comenzaba a tener más responsabilidades y sabía que ella necesitaba espacio.
Quizás, si todo esto acababa bien, ella volvería a los Jedi. Le haría muy feliz volver a hablar con ella como hacían antes.
Pensó también en Dhejah. Le había dicho que estaba orgulloso de él, y mentiría si dijera que aquello no le había llenado de satisfacción. No sabía qué pasaría con su antigua Maestra cuando la guerra acabara. Quizás dejaría la Orden.
¿Se alejaría del Maestro Kenobi? Brandar no lo tenía claro, pero siempre había sabido que el interior de Dhejah estaba lleno de sorpresas.
El Maestro Kenobi acabaría con Grievous, estaba seguro. Era uno de los mejores espadachines que había conocido nunca.
—General, estamos listos para el ataque a la base.
Bradar se giró hacia el capitán Aster. Era un buen hombre: tenía el pelo negro cortado como mandaba la regulación, y aunque llevaba siempre un gesto serio en la cara, sabía escuchar órdenes y era un soldado muy leal. Brandar confiaba en él tanto como su Maestra confiaba en Axton.
Por eso no lo vio venir. Ninguno de los Jedi lo hizo, y él no fue excepción.
—Perfecto, capitán. Usted y yo lideraremos el asalto.
Quizás hubiera podido escapar, si todo se hubiera desatado antes, o unas horas después. Pero todo ocurrió en medio del asalto.
Brandar estaba al frente de sus hombres, los chicos vestidos de gris, cuando todo se desencadenó. Su sable verde estaba extendido frente a él, mientras devolvía disparos a los droides que les atacaban, cada vez quedaban menos a las afueras de la base.
Estaban a punto de ganar, y casi cuando la batalla estaba terminada, los clones dejaron de disparar a los droides.
Brandar sintió cómo se le levantaba el vello del cuerpo, mientras la Fuerza le advertía, demasiado tarde, de un peligro inminente. Se giró hacia sus hombres con confusión. Los pocos droides que quedaban en pie cesaron el fuego también, casi tan confusos como él.
—¿Que ocurre? ¿Aster?
El capitán Aster guardó su transmisor en el cinturón de su armadura, como si acabara de recibir noticias a través de él. Después alzó su bláster, apuntando hacia Brandar, y el resto de los clones hicieron lo mismo.
El Jedi sintió pánico, confusión y decepción agolparse en su estómago.
Ni siquiera devolvió los disparos de los clones cuando llegaron a él. Sólo observó sus cascos, esos rostros artificiales e impasibles, mientras sus hermanos de gris acababan con su vida.
Y, en el resto de la galaxia, muchos otros Jedi siguieron su destino.
La Fuerza aulló con pena y dolor mientras sus usuarios se abalanzaban a la muerte, todos a la vez.
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Dhejah lo sintió.
Cuando Obi-Wan y ella se conocieron, él había alabado su conexión con la Fuerza. Sin embargo, en ese momento, sólo le trajo dolor. Un dolor que la acompañaría el resto de su vida.
Los cinco clones que la acompañaban se habían tumbado a su alrededor en una de las colinas de arena, observando la ubicación donde, supuestamente, se encontraba la base Separatista. Axton, Lore, Helios, Mont y Parr esperaban sus órdenes con paciencia.
—El general Chewbacca informó de que podría estar entre los árboles —le dijo Axton, pasándole los prismáticos.
Dhejah asintió.
—Tendremos que acercarnos más.
Se llevó el instrumento a los ojos.
Fue en ese momento. En ese instante de silencio, ella lo sintió.
Un dolor tan puro, tan animalístico, humano y primitivo, que jadeó con estupor y soltó los prismáticos. El instrumento rodó por la arena.
Vio de reojo cómo Axton se llevaba la mano a la cabeza, como si estuviera escuchando algo, justo cuando el dolor se le esparcía desde el pecho a todo el cuerpo. Entonces lo escuchó desde el intercomunicador de Parr, que estaba tumbado a su lado.
—Ejecute la Orden Sesenta y Seis.
Por alguna razón, pensó en Brandar, pero no persiguió el instinto de inmediato, sino que se dejó llevar por el de supervivencia. No pensó, simplemente dejó que la Fuerza la guiara.
Saltó desde el suelo, haciendo una acrobacia mientras los clones se incorporaban y respondían "sí, mi lord", a una voz que Dhejah había escuchado antes.
Aún adolorida y llena de estupor, observó atónita cómo sus hombres levantaban sus blásters hacia ella, sin miramientos.
Le hubiera gustado decir que dudó. Que el dolor de aquella traición le hizo que le costase decidir cómo actuar. Pero la verdad era que fue justamente la carencia de indecisión lo que se salvó la vida.
Actuó rápida y mecánicamente. Desplegó uno de sus sables, el que era el original y algo más corto, y su brillo azul paró los disparos de los cinco hombres a duras penas. Después, alzó la mano y agarró el bláster de Mont, activando el modo aturdir y disparando hacia los clones en cuanto tuvo oportunidad.
Tomó aire cuando los cinco cayeron al suelo aturdidos. Pero no podía permitir pararse. Tiró el bláster al suelo, desarmó a Axton, quitándole su intercomunicador y dejando su casco atrás, porque quizás podrían trazarle a través de él, y le alzó a través de la Fuerza.
Tenía que irse antes de que llegaran hasta ella. Fuera lo que fuera que estuviera pasando.
Cargando el cuerpo del comandante, caminó hasta la lanzadera. R3 la recibió con pitidos angustiados. Las puertas se cerraron tras ella, que caminó por los pasillos, frunciendo el ceño por el esfuerzo que le suponía cargar con el cuerpo de Axton después de lo que había pasado.
—Los clones se han vuelto contra mí, R3. —El droide pitó de nuevo, sin entender—. No, no lo sé, pero he sentido algo horrible en la Fuerza... —Sin darse cuenta, lágrimas le cruzaron las mejillas—. Por el Creador, creo que ha ocurrido algo horrible.
Ordenó a R3 despegar y salir del planeta. Recordó al Maestro Yoda, pero volver a por él sería demasiado arriesgado. Le dijo al droide que eliminara cualquier posible baliza de seguimiento y encerró a Axton (inconsciente y desarmado) en una de las cápsulas de escape, aunque no la liberó al espacio. Le ordenó a R3 que la bloqueara y sellara para que el clon no pudiera salir hacia la nave o activarla por sí mismo.
Se sentó de inmediato a los mandos de la nave. Pensó en Brandar, durante un largo segundo que le dolió en el alma. Algo estaba mal. Y quiso contactarle, pero eso le hubiera dado su posición a los clones, así que no lo hizo. Además, en el fondo, sabía qué significaba aquello.
Lo había sentido con su antiguo Maestro, Geral Treye, y ahora estaba ocurriendo con su aprendiz.
Vio Kashyyyk, cada vez más pequeño en el oscuro espacio, y siguió llorando. R3 pitó de nuevo, y Dhejah se limpió la cara con las manos.
—Axton despertará pronto —le dijo al droide—. R3, abre un canal de comunicación con el código 913.
El droide le dio la confirmación y la nave activó el canal de comunicación.
—Esta es una comunicación de emergencia, aquí la Maestra Ernark: sin contacto en ninguna frecuencia.
Una figura apareció en la transmisión.
—Maestra Ernark. —Dhejah le reconocía: era el senador Organa, de Alderaan: era buen amigo de Padmé y de Jira, y por un momento pensó que, quizás, su hermana estaba con él—. ¿Me recibe?
—Senador Organa —respondió ella con alivio—: mis tropas me han atacado, necesito su ayuda.
—Acabamos de rescatar al Maestro Yoda y al Maestro Kenobi. Esto es una emboscada general, Maestra Jedi. Le enviaré nuestras coordenadas.
Dhejah negó con la cabeza sin poder creérselo. ¿Todos los clones? ¿Atacando a los Jedi? Apenas registró con algo de alivio las noticias de que Obi-Wan estuviera vivo.
—Necesito hablar con mi hermana, la senadora Ernark. ¿Está con usted?
Él asintió con algo de reticencia, se apartó de la transmisión y, tras unos segundos de espera, Jira apareció en la pantalla.
—¡Dhejah!
Ella no le dio tiempo a hablar.
—Jira, tienes que escucharme. Tengo a Axton en la nave, aunque está inconsciente. Le llevaré junto a los demás, pero debe permanecer bajo la tutela del Senador Organa. No sé qué está pasando... Pero puede ser un peligro para los demás si no le controlamos.
Jira se inclinó hacia la transmisión. Su hermana mayor vio que ella también estaba llorando.
—Por el Creador, Dhejah, sabes que Axton nunca te atacaría... No entiendo qué está pasando, y tengo tanto miedo...
Dhejah levantó una mano para pararla.
—Habrá tiempo de hablar de esto, hermana. Por favor, no temas. Haz que tengan una celda preparada para él: descubriremos qué está pasando, te lo prometo.
Jira se pasó las manos por la cara, un gesto idéntico al de su hermana.
—¿Y Brandar?
Dhejah apretó los labios.
—Está muerto —declaró—. Lo sentí en la Fuerza.
Jira sollozó, R3 pitó con incredulidad y tristeza ante las noticias.
—No puedo creerlo.
La mayor tragó saliva a duras penas y se obligó a despedirse. Volvería a llorar si seguía hablando con alguien. Necesitaba el trayecto para procesarlo todo, aunque fuera a duras penas.
—Te veré en las coordenadas que me ha mandado Organa. Prepáralo todo.
—Sí, Dhejah.
Ella cortó la transmisión y se giró al droide.
—R3, haz que la nave salte al hiperespacio a las coordenadas que nos ha dado Organa.
El droide obedeció. Las estrellas se estiraron frente a Dhejah, como muchas veces en el pasado, aunque esta vez todo era diferente. Escuchó golpes a sus espaldas, la voz de un hombre que conocía muy bien pidiendo ser liberado, llamándola traidora.
R3 pitó con lástima.
—No podrá salir de ahí —le calmó Dhejah—. Cierra las compuertas para que no pueda oírle.
Cuando el sonido desapareció, volvió a llorar. El droide se giró levemente, como si necesitara la intimidad.
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