042.
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—Gracias por esperarme —le dijo Dhejah a Brandar con una sonrisa.
—¿Ha pasado algo?
—No, sólo quería despedirme. Me marcho a Kashyyyk para apoyar a los wookies y a las tropas del Maestro Yoda.
—Entiendo, Maestra.
Dhejah miró a espaldas del joven. Los clones vestidos de blanco y gris, parte de la 335 pero a mando de Eross, preparaban las últimas cañoneras para subirlas a bordo de un crucero de la República.
—Ten cuidado —le dijo con una sonrisa a su antiguo aprendiz.
Él sonrió.
—No tienes de qué preocuparte: el capitán Aster me cuida las espaldas.
Dhejah asintió, mirando hacia el hombre en cuestión. Era un buen soldado, elegido por Axton en persona para liderar aquella compañía con el antiguo Padawan de Dhejah.
—No lo dudo.
—Es un honor que el Maestro Yoda te pida su ayuda.
Dhejah perdió ligeramente la sonrisa. La verdad era que nunca había estado tan inmiscuida en los asuntos del Consejo hasta ese momento. Hasta que había comenzado su amistad con Obi-Wan, aunque creía que era lo natural.
No sabía si le incomodaría servir junto al dirigente del Consejo Jedi, cuando ella misma desaprobaba la mayoría de sus decisiones, pero se dijo que no importaba. Sentía en sus huesos, en sus músculos, que el final se acercaba.
—Supongo que sí —acabó respondiendo—. Intentaré mantenerte al tanto.
Brandar asintió.
—¡General! —gritó el capitán Aster, unos metros más allá—. Todo listo para que el crucero parta.
—Estaré a bordo en seguida, capitán.
El clon les dio un saludo militar y se dio la vuelta.
—Quizás, la próxima vez que nos veamos, esto haya acabado —susurró Brandar, como leyéndole la mente.
Dhejah inspiró profundamente.
—Espero que estemos preparados para ello.
Brandar le dio otra sonrisa, esta vez ensanchada por la confianza que había entre ellos.
—Yo definitivamente lo estoy: y todo por tus enseñanzas, Maestra.
Ella sonrió también, acercándose para abrazarle, aunque era algo muy poco propio de una Jedi.
—He tenido al mejor aprendiz.
Brandar le devolvió el abrazo con fuerza, y, cuando se separaron, ambos se inclinaron hacia el otro con respeto, aun sonriendo levemente.
—Que la Fuerza te acompañe, Maestra Ernark.
—Y que te acompañe a ti, general Eross.
Dhejah observó cómo Brandar se daba la vuelta y andaba hacia la rampa del crucero, y esperó en silencio hasta que dejó de poder ver su pelo rubio y su túnica crema. Después, alisó la suya propia y se dirigió hacia el transporte más cercano, para salir del cuartel del GER y dirigirse, una última vez, al Templo Jedi de Coruscant.
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Dhejah sonrió levemente al ver que Obi-Wan estaba sentado en su lugar usual de La Sala de las Mil Fuentes. No se había citado con él, simplemente se había dejado llevar por la Fuerza a su lugar usual, y allí le había encontrado.
—Quería despedirme antes de irme —le dijo en voz baja.
Kenobi se giró sobre su hombro y asintió, sonriendo.
—¿Kashyyyk, finalmente? —preguntó.
—Sí, el Maestro Yoda prevé que va a necesitar refuerzos.
—Hace bien el llamarte a ti, entonces.
Dhejah ensanchó su sonrisa y se sentó a su lado.
—Me tienes en demasiada alta estima —bromeó.
—No lo creo.
Ambos observaron el riachuelo ante ellos en silencio. Aquel era un lugar mágico para ella: sentía la Fuerza más presente que en cualquier otro lugar del Templo.
O puede que fuera por la presencia de Obi-Wan, ante la cual se sentía en calma.
Fuera como fuere, aquel invernadero era especial para ambos.
—¿Sabes ya a dónde partirás?
Él le miró con curiosidad antes de responder.
—Es lo natural, ¿no? Todos los Jedi siendo enviados para ver si acabamos ya con esta guerra... —suspiró—. No. Tendré que esperar a que el Consejo sepa algo sobre la ubicación de Grievous. Entonces decidiremos qué hacemos.
—Tienes experiencia con ese general separatista —le dijo Dhejah—. Quizás deberías ir tú a por él.
Obi-Wan sonrió.
—Me tienes en demasiada alta estima.
Ella le devolvió una sonrisa privada, y se dio unos momentos más para observar el agua. La corriente corría y corría sin detenerse, y Dhejah deseó que su vida fuera tan sencilla. Que pudiera dejarse llevar por la Fuerza, sin normas, sin guerra... Sin los Jedi.
Todo sería más sencillo entonces.
Pero su vida no era así: no podía estar con el hombre a su lado, como deseaba; no podía escapar de la guerra, no podía... No podía dejar atrás el Templo Jedi, no tan fácilmente.
¿Sería algún día lo suficientemente valiente como para hacerlo, si sobrevivía a aquella guerra?
Miró de reojo hacia Kenobi. Quizás no.
Y eso la asustaba, de cierta manera.
Decidió dejar esos pensamientos atrás. Se pasó las manos por las perneras de la túnica, suspirando.
—¿Te has despedido de tu hermana? —preguntó Obi-Wan.
—A través de una transmisión: no nos ha dado tiempo a hacerlo en persona. Está muy ocupada con los poderes extraordinarios del Canciller, y con todo lo que está pasando.
Kenobi asintió, y ambos sabían que se les acababa el tiempo. Dhejah tenía que irse ya, tenía que volver al Cuartel, donde Axton estaba preparando a las tropas para partir a Kashyyyk de inmediato.
Quizás, precisamente por saber eso, Obi-Wan alargó su mano a lo largo del banco y cogió la de Dhejah. Envolvió sus dedos con los suyos y le dio una caricia de cariño, lo más íntimo que los dos se permitían ahora. Repetir aquel efímero beso, aunque fuera sólo un roce de nuevo... Sería demasiado peligroso. Dhejah sentía la Galaxia inestable a su alrededor, como si algo estuviera a punto de estallar, y sentía lo mismo en su interior.
Así que acarició de vuelta los dedos de Obi-Wan y soltó su mano, poniéndose de pie.
—Te intentaré mantener al tanto de lo que pueda, aunque te veré en las reuniones del Consejo —le dijo a su amigo.
Él se puso de pie también.
—Claro. Que la Fuerza te acompañe, Dhejah.
—Y que te acompañe a ti, Obi-Wan.
Se miraron. Ella reprimió las ganas de abrazarle, y parecía que a él le pasaba lo mismo. Ambos se dieron unas reverencias cordiales y Dhejah comenzó a caminar hacia la salida.
Se hubiera quedado un minuto más (aunque fuera unos segundos), si hubiera llegado a saber que aquella sería la última vez que le vería antes de que todo cambiara.
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Kashyyyk era verde. Estaba cubierto de árboles wroshyr, tenía un clima templado y estaba ubicado en el cuadrante occidental de la Galaxia.
—General Ernark, aterrizaremos enseguida —dijo el piloto de la cañonera.
El Resistencia había quedado en órbita con el almirante Segura al mando, y, en ese momento, las tropas de Dhejah bajaban a la superficie para reunirse con los hombres del Maestro Yoda.
—Déjeme cerca del centro de mando.
El piloto obedeció, haciendo descender la cañonera en una de las playas cercanas. Axton y Dhejah salieron del transporte, siendo inmediatamente rodeados por clones de armaduras de camuflaje, preparadas para las aguas y arenas del sistema. La 335 había recibido una armadura similar en colores grises.
También había wookies por doquier, con sus propias armas y transportes listos para la lucha continuada.
—Hable con el comandante al mando y unifiquen a las tropas: espere mi orden —le dijo a Axton.
—De inmediato, señora.
Un wookie se dirigió a ella. Dhejah le reconocía, había repasado sus apuntes en el buque. Le dio una reverencia y una sonrisa. Escuchó su bienvenida y que le decía que el Maestro Yoda la estaba esperando.
—Gracias, general Chewbacca.
Anduvo detrás del alto wookie hasta uno de los árboles, alrededor del cual los wookies habían construido una estructura compleja que servía como base. En el interior, otros wookies estaban reunidos alrededor de Yoda.
Dhejah se inclinó ante los presentes.
—Maestro Yoda, líder Tarfful.
El wookie de pelo más oscuro emitió un saludo, y Yoda asintió en dirección a la Maestra.
—Rápido habéis llegado: vuestras tropas necesitamos.
—Por supuesto, Maestro. El comandante Axton y yo estamos listos para movilizar a la 335 en cuanto sea necesario.
Yoda asintió de nuevo, pero le hizo acercarse a la mesa transmisora delante de él.
—Una transmisión del Consejo debo atender. Presente deseo que estés.
Dhejah asintió de nuevo. Los wookies salieron de la sala, dejando sólo al líder Tarfful y al general Chewbacca con los Jedi.
Enseguida, las sillas del Consejo aparecieron en la mesa, con sus integrantes sentados en ellas. Como Dhejah no era una miembro del Consejo, se inclinó respetuosamente, casi hasta la mitad del cuerpo.
La reunión parecía haber comenzado hace unos minutos.
—¿El Canciller Palpatine cree que el general Grievous está en Utapau? —preguntó el Maestro Mundi.
Anakin asintió.
—Un mensaje incompleto fue interceptado en una valija diplomática del presidente de Utapau.
Yoda frunció los ojos frente a Dhejah. Ella y el holograma de Obi-Wan intercambiaron una mirada.
—Actuar debemos —declaró el Gran Maestro—. La captura del general Grievous pondrá fin a esta guerra. Rápida y decisivamente debemos proceder.
Dhejah volvió a mirar hacia Anakin cuando volvió a hablar.
—El Canciller ha solicitado... que yo lidere la campaña.
Dhejah se tragó un suspiro. Yoda no dijo nada, pero Windu habló con voz dura.
—El Consejo decidirá por su cuenta quién irá, no el Canciller.
Yoda asintió.
—Se precisa un Maestro, con más experiencia —declaró.
Entonces miró a Dhejah, y ella elevó las cejas al ver que le estaba pidiendo su opinión. Dhejah dudó, pero acabó aclarándose la garganta.
—Estoy de acuerdo, Maestro —musitó.
No se le escapó la sonrisa divertida en la cara de Obi-Wan.
—El Maestro Kenobi ha luchado varias veces contra el general Grievous —dijo Mundi—. Creo que él sería una buena opción.
Windu asintió.
—Estoy de acuerdo.
—De acuerdo yo también estoy —declaró Yoda.
El resto del Consejo dio su aprobación, y Dhejah intentó comunicarle al decepcionado Anakin con la mirada que tuviera paciencia. No sabía si lo había conseguido.
—Muy bien, se levanta la sesión —acabó Windu.
La transmisión se apagó, y Yoda se levantó de la silla justo cuando Axton entraba a la terraza. Dio un saludo militar y se agachó junto al Gran Maestro Jedi para informarle.
—Los droides han activado sus generadores principales, señor.
—El momento de atacar entonces es, comandante.
El Jedi se giró hacia Dhejah, y ella y Axton asintieron.
—Axton, da la señal —ordenó Ernark—: yo lideraré el asalto.
—Sí, señora —respondió el clon.
—Le veré después de la acción, Maestro —dijo Dhejah en dirección a Yoda.
Dhejah se inclinó, y mientras Axton bajaba las escaleras hacia el transporte que le llevaría al frente, Dhejah dio un salto con la Fuerza hacia la arena bajo ella. Se montó en el speeder más cercano, y se preparó para la batalla.
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Obi-Wan escuchó pacientemente el informe de las tropas en Mandalore. No tuvo más remedio que hacerlo en el cuartel del GER, mientras Cody y sus hombres preparaban todo para su marcha a Utapau.
—Aún hay algunos tiroteos en el sector once —informó Bo-Katan—. Pero, en general, tus clones han sido tan efectivos como prometiste —le dijo a Ahsoka—. Aun así, si Maul anda suelto, esta situación podría durar poco.
—Riane está rastreando los túneles donde tuvimos contacto con él —dijo Rex—. Si ve algo, será nuestro objetivo principal.
—Debemos capturarlo antes de que escape —añadió Kryze, mirando a Kenobi.
Antes de que él pudiera responder, Ahsoka intervino.
—Mencionó un nombre: Darth Sidious.
Obi-Wan frunció el ceño.
—¿Quién es el tal Sidious? —le preguntó Bo-Katan.
—No sé gran cosa —respondió Obi-Wan—, pero os diré lo que sospecha el Consejo. —Rex desconectó el holograma de la ciudad que estaba siendo proyectado, y envió al droide lejos—. Darth Sidious es el Lord Sith que orquestó la Guerra de los Clones y jugó a dos bandas desde el principio. El primero que me dio su nombre fue el conde Dooku, aunque ya no podremos saber nada más de Sidious a través de él.
—¿Por qué? —preguntó Ahsoka.
—Porque el conde Dooku está muerto. Anakin lo mató al rescatar al Canciller. —Ahsoka elevó las cejas con sorpresa—. Desaparecido Dooku, Dhejah observó que Maul podría ser la única manera de entender el misterio de Sidious, y esto nos confirma que tenía razón: Si podéis capturar a Maul, podría darnos las piezas que faltan del rompecabezas.
—Envíame más hombres —pidió Ahsoka.
—Por desgracia, no puedo. Me envían a Utapau, a capturar al general Grievous.
—¿Y Brandar? Quiero decir... ¿el general Eross? O la Maestra Ernark.
Obi-Wan negó de nuevo con la cabeza.
—La 335 está dividida: Eross lidera un asedio en el Borde Exterior, y Dhejah está en Kashyyyk, apoyando al Maestro Yoda.
Ahsoka frunció el ceño con disgusto.
—¿Y Anakin? ¿No puede venir con refuerzos tampoco?
Kenobi tragó saliva, bajando la cabeza y pensando un momento.
—¿Puedo hablar con Ahsoka a solas? —les pidió a Rex y a Bo-Katan. Ambos se alejaron de la transmisión, saliendo del edificio para darles intimidad—. Anakin tiene una misión especial por orden del Consejo Jedi —le explicó.
—¿Qué tipo de misión? —preguntó ella con escepticismo.
—Le han ordenado que observe al Canciller e informe de sus hallazgos.
—¿Observar? Querrás decir espiar. —Le dio la espalda, molesta, y Obi-Wan se tragó un suspiro—. ¿Le han pedido que espíe al Canciller Supremo? ¿Por qué?
—El Senado ha aprobado que el Canciller Supremo siga en el cargo mucho más de lo que dicta su mandato. El Consejo quiere conocer sus verdaderas intenciones.
Ahsoka se volvió hacia la transmisión violentamente.
—El Canciller ha sido un gran amigo y mentor para Anakin. No creo que esto le haga mucha gracia.
Kenobi negó levemente con la cabeza.
—No, no se la hace —respondió—. Por eso, quizá lo mejor sea que hables tú con él.
Ahsoka le miró con incredulidad.
—¿Yo? ¿Y qué hago? —respondió, ofendida—. ¿Defiendo las acciones del Consejo? No creo que sea la persona adecuada para eso.
No lo era, no. Eso Obi-Wan lo sabía. Y en su interior se peleaban el orgullo de ver que Ahsoka había crecido mucho, muchísimo, y la pena de que, aunque podría ser una gran Jedi, lo estaba haciendo lejos de la Orden. Precisamente por las decisiones del Consejo.
—Ahsoka, el Consejo no siempre acierta —admitió en voz baja—. Por eso te pido ayuda.
Antes de que Ahsoka pudiera responder, el comandante Rex irrumpió en la sala violentamente, algo poco propio de él. Kenobi le observó, viendo pánico en sus rasgos y oyendo miedo en su voz.
—Perdonen, pero ha habido un ataque —informó, casi tropezándose con sus palabras—. Hemos recibido una señal de socorro de la capitana Unmel...
—Será mejor que vayas —decretó Kenobi en dirección a Ahsoka.
Ella asintió, dando un paso antes de volverse hacia la transmisión con expresión preocupada.
—Dile a Anakin que...
Kenobi asintió.
—Lo haré.
Ahsoka Tano asintió de nuevo, se giró hacia el comandante Rex, y ambos salieron corriendo por las grandes puertas de cristal de su base en Mandalore.
Kenobi suspiró y apagó su transmisor.
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