041.
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Axton y Jira se abrazaron en la cama. La noche cubría ya el cielo de Coruscant, pero él no había podido escaparse antes para verla. Era una pena que estuviese siempre tan ocupado, porque la echaba de menos cada vez que no la tenía delante.
La estaba echando de menos ahora, que estaba junto a él, tumbada en su pecho. La echaba de menos porque ya anticipaba cómo le quemaría el corazón cuando tuviera que volver al frente. Cuando tuviera que decirle adiós a la mujer que necesitaba, que se había colado bajo su piel y lo había teñido todo de blanco con su amor.
—Dicen que puede que la guerra acabe pronto —susurró él contra su pelo.
Ella se movió débilmente, pero tardó en responder. El comandante sabía que estaba despierta, porque llevaban minutos hablando en vez de durmiendo. El tiempo a su lado le parecía malgastado si no se quedaba despierto para observarla y sentirla.
—Lo sé —respondió la mujer—. Ahora que el Sith Dooku ha muerto...
La habitación volvió a quedar en silencio, la negrura inmensa envolviéndolo todo. Axton dejó un beso sobre su coronilla antes de volver a hablar.
—No sé qué pasará con nosotros entonces. Con los clones —aclaró.
Jira volvió a tardar en responder.
—Podríamos irnos a Thunij —le sugirió—. Casarnos de verdad, si el Senado lo acaba aprobando.
—Tienes demasiadas esperanzas en que nos acaben viendo como personas.
Ella acarició su pecho desnudo con la palma abierta de su mano.
—Es lo que sois. Personas.
Compartieron otro silencio lleno de incertidumbre. Puede que todo apuntara a que la guerra acabaría pronto, pero nadie podía estar seguro. Seguía habiendo la posibilidad de que Axton muriera en el frente, de que algo malo pasase.
Él intentó no pensar en ello.
—Te noto preocupada, cielo —susurró.
Ella pasó saliva.
—Es el Senado —respondió con voz queda—. Mañana voy a tener un día lleno de reuniones: es probable que le den más poderes ejecutivos al Canciller Supremo.
Axton se quedó en silencio un momento. Había aprendido muchas cosas sobre política desde que la había conocido, pero muchas veces seguía sin entender las implicaciones de ciertas cosas.
—¿Y qué quiere decir eso?
—Tendrá más poder para tomar decisiones unilateralmente —respondió ella—. Puede que eso ayude a que la guerra termine más rápido... Pero si se aferra a esos poderes, puede constituir un peligro para la democracia por la que luchamos. Yo creo que ya lo constituye: se ha aferrado a su mandato incluso después de que expirara.
Axton asintió.
—Entonces votarás en contra —adivinó.
Ella le dio una pequeña sonrisa antes de inclinarse hacia arriba y besar su boca.
—¿Qué importa tener algunos enemigos más?
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Dhejah dio una reverencia hacia los Maestros que se despedían de ella al finalizar la reunión. Se acercó a la mesa de transmisiones, desde donde Obi-Wan le dio una sonrisa mientras cerraba el holograma desplegado en la sala.
Anakin Skywalker entró, bajando las escaleras, cuando el último de los otros Jedi había salido. Obi-Wan no tuvo que girarse para reconocer su presencia, y Dhejah vio en su rostro el suspiro que quería tragarse.
—Te has perdido el informe sobre los asedios del Borde Exterior —le informó.
Anakin y Dhejah intercambiaron una mirada, el caballero Jedi se inclinó levemente hacia delante en una muestra de respeto.
—Lo lamento, me retrasé. No tengo excusa.
Dhejah sonrió.
—Te lo resumiré, Skywalker —le dijo—. Van muy bien. Saleucami ha caído y el maestro Vos ha trasladado sus tropas a Boz Pity.
Anakin asintió, mirando hacia Obi-Wan, que estaba muy serio y cruzado de brazos.
—Son buenas noticias —asintió—. Pero no pareces contento, Maestro. ¿Qué ocurre?
Mirando brevemente a Obi-Wan, Dhejah perdió momentáneamente la sonrisa.
—El Senado muy posiblemente conceda más poderes ejecutivos al Canciller —le informó.
Anakin sacudió la cabeza con confusión.
—Eso significará menos deliberaciones y más firmeza. ¿Acaso es malo? Creo que la guerra así terminará antes.
Kenobi alzó brevemente las cejas en un signo de frustración. Dhejah suspiró.
—Anda con cuidado con tu amigo Palpatine —dijo Obi-Wan muy despacio.
Con eso, comenzó a subir las escaleras hacia la salida.
—¿Cuidado con qué?
Anakin anduvo detrás de Obi-Wan, y Dhejah no pudo hacer más que seguirles.
—Ha solicitado tu presencia.
—¿Para qué?
—No lo ha dicho.
—¿No ha informado al Consejo? Eso es inusual, ¿no?
Previendo la respuesta cortante de Obi-Wan, Dhejah se adelantó a responder.
—Nada de esto es habitual, Skywalker —le dijo con un tono de voz algo conciliador—. Por eso Obi te sugiere que estés alerta. Sabemos que el Canciller es tu amigo, pero también es un político.
—Tu hermana es política —soltó él a la defensiva.
Dhejah sonrió levemente.
—Y yo nunca he dicho que confíe plenamente en ella cuando su lado político está en auge.
Kenobi suspiró una vez en el pasillo, cortando su conversación.
—Todo esto me causa inquietud, Anakin —le dijo con voz cansada—. Solamente pido que tengas cuidado.
El joven pareció ceder.
—Está bien, maestro. Iré al Senado entonces.
Se excusó, y Dhejah le observó mientras se iba. Había percibido alegría en él, pero también mucho miedo y preocupación. Pasó saliva con el ceño fruncido.
—Voy a comprobar el avance de Ahsoka en Mandalore —le dijo Obi-Wan.
Ella se volvió hacia él. Aprovechando que el pasillo estaba desierto, le dio un corto abrazo.
—Yo debo contactar a Brandar.
El otro Maestro asintió.
—Nos vemos pronto entonces.
—Sí, Obi.
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Obi-Wan quería arrancarse el pelo de la cabeza. Puede que la guerra pareciera estar cerca de acabar, sí, pero cada vez le parecía que más cosas se le escapaban al Consejo. Tras la visita de Anakin al Canciller, se había declarado una reunión. Porque el político había querido posicionar a su antiguo aprendiz como su representante personal ante el Consejo Jedi.
—Permitir este nombramiento alegremente no lo hace el Consejo —declaró Yoda desde su asiento—. Preocupante es esta medida del Canciller Palpatine.
Obi-Wan posó uno de sus tobillos en la rodilla opuesta. Yoda tenía razón: el Consejo elegía a sus propios miembros, y aquello era una clara intrusión del Canciller en los temas Jedi.
—Sí, lo entiendo —dijo Anakin.
Mace Windu le miraba con mucha seriedad.
—Pertenecerás al Consejo —le dijo—, pero no se te concede el rango de Maestro.
Obi-Wan contuvo el aire brevemente en el pecho, esperando la reacción de Anakin. Sus facciones pasaron de la sorpresa a la furia en un segundo.
—¿Qué? —Y su cabeza se giró para mirar a Obi-Wan, quien frunció los labios en su dirección—. ¿Cómo podéis hacer eso? Es indignante. Es injusto. ¿Cómo pertenecer a este Consejo sin el rango de Maestro?
—Toma asiento, joven Skywalker —ordenó Windu con voz de hierro.
Obi-Wan suspiró levemente mientras Anakin se inclinaba a regañadientes y se sentaba.
—Perdóneme, Maestro.
Kenobi negó con la cabeza, pero la reunión continuó con normalidad tras eso.
El maestro Mundi, o su holograma, más bien, comenzó a hablar:
—Hemos inspeccionado todos los sistemas de la República sin hallar rastro del general Grievous.
—Oculto en el Borde Exterior está —declaró Yoda—. Los sistemas exteriores debéis inspeccionar.
Kenobi frunció los labios.
—No hay demasiadas naves disponibles.
Mundi volvió a intervenir.
—¿Y qué hay del ataque droide contra los wookies?
Yoda asintió, pero no dijo nada. Windu se adelantó.
—Es fundamental que enviemos una fuerza de asalto inmediatamente.
—Sí, es cierto —intervino Obi-Wan—. Es un sistema que no nos podemos permitir perder.
Las orejas de Yoda se movieron levemente, pero acabó asintiendo.
—Allí yo iré. Buenas relaciones con los wookies yo tengo.
Windu asintió hacia el Maestro.
—Entonces, ya está decidido. Yoda tomará un batallón de clones y prestará apoyo a los wookiees en Kashyyyk. Que la Fuerza nos acompañe a todos.
Con eso, la reunión se dio como finalizada. Anakin se levantó en silencio, y Obi-Wan se dio prisa en seguirle. Decidió no hablar hasta que estuvieran alejados de la entrada a la sala del Consejo, pero Anakin tomó la palabra en cuando descendieron al nivel inferior.
—Es absurdo —se quejó de nuevo—. ¿Admitirme en el Consejo y no nombrarme Maestro? Es algo que jamás había ocurrido, es un insulto.
Obi-Wan no pudo evitar mirar a su alrededor para ver si alguien estaba reparando en su conversación.
—Tranquilízate, Anakin —dijo entre dientes—. Se te ha concedido un gran honor. ¡Nunca nadie a tu edad había formado parte del Consejo Jedi! —Se detuvieron, y Obi-Wan se cruzó de brazos, intentando hacerle entender—. El problema en el fondo es que estás demasiado unido al Canciller. Al Consejo no le gusta que él se inmiscuya en los asuntos de los Jedi.
Anakin frunció los labios.
—Te juro que no le pedí formar parte del Consejo.
—Pero es lo que deseabas. Tu amistad con el Canciller Palpatine parece haber dado sus frutos.
Obi-Wan se giró y volvió a andar, Anakin detrás.
—Eso no tiene nada que ver —debatió el más joven.
—La única razón por la que el Consejo ha aprobado tu nombramiento es porque el Canciller confía en ti.
—¿Y?
Obi-Wan frunció los labios. Buscó las palabras con lo que decir lo siguiente.
—Yo estoy de tu parte, Anakin. No quise ponerte en esta situación —le aseguró.
—¿Qué situación? —demandó él con voz firme.
Kenobi se tragó un suspiro.
—El Consejo quiere que informes sobre todo lo que haga el Canciller. Quieren saber qué está tramando.
Obi-Wan dio un par de pasos hacia la ventana más próxima, esperando la respuesta de Anakin.
—¿Cómo? ¿Quieren que espíe al Canciller? Eso es traición.
—Estamos en guerra, Anakin.
Él negó con la cabeza, como si no pudiera creérselo.
—¿Por qué el Consejo no me asignó este cometido en la reunión?
—Esta misión es extraoficial. No constará en ningún acta.
Anakin elevó el labio superior con disgusto.
—¿Te estás oyendo? Esto no es algo propio de los Jedi.
Obi-Wan suspiró. Dhejah había hecho un comentario parecido cuando Kenobi le había informado del tema. Y sabía que en el fondo tenían razón.
—Anakin...
—El Canciller no es un hombre malo, Obi-Wan —interrumpió él—. Me ha convertido en su amigo; ha velado por mí desde que llegué.
—Por eso tu ayuda es importante. Anakin, debemos lealtad al Senado, no a su líder, quien se mantiene en el cargo mucho después de que haya vencido su mandato.
—El Senado pidió que conservara el cargo.
—Y yo te pido que uses tu intuición, Anakin. Algo no encaja.
Anakin suspiró, girándose hacia la ventana con gesto duro.
—Me pides que haga algo que viola el Código Jedi —declaró—. Que va contra la República, contra un mentor, y contra un amigo. Eso es lo que no encaja. ¿Por qué me pides esto?
Obi-Wan frunció los labios.
—Te lo pide el Consejo, no yo.
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Tras la marcha de Yoda a Kashyyyk, Obi-Wan volvió al Templo. Estaba de camino a su habitación cuando vio a Dhejah y a Brandar acercarse por el pasillo. Se detuvo a un lado, esperando a que llegaran hacia él.
Brandar se inclinó hacia delante en cuanto estuvieron a su altura.
—Maestro Kenobi —saludó—. Me alegra volver a verle.
—Lo mismo digo, joven Eross.
Dhejah y Obi-Wan intercambiaron una mirada. Brandar, sintiendo que querían hablar a solas, volvió a inclinarse.
—Iré a preparar mis tropas, Maestra —le dijo a Ernark.
Ella le dio una sonrisa al joven.
—Está bien. Que la Fuerza te acompañe.
—Y a vosotros.
Se despidió de Obi-Wan y continuó por el pasillo. Kenobi y Ernark comenzaron a andar hacia la habitación de él.
—¿Se marcha?
Ella asintió.
—Borde Exterior, en busca de Grievous —declaró—. Puede que el Maestro Yoda pida mi ayuda en Kashyyyk, un holograma suyo me llegó hace poco. La situación parece delicada.
Kenobi asintió de vuelta, abriendo la puerta de su habitación.
—Hablemos antes de que te marches, entonces.
Ambos pasaron dentro, Dhejah se sentó bajo la ventana y suspiró.
—Se lo ha tomado mal, imagino.
—¿El que no le hicieran Maestro o que le hayan ordenado espiar al Canciller? —preguntó Kenobi con sarcasmo.
—Ambos —declaró.
—A veces creo que podría haberle entrenado mejor —suspiró Obi-Wan mientras se sentaba frente a ella—. Que he fallado...
Ella no respondió durante un segundo.
—Le entrenaste bien, Obi —dijo—. Si Anakin realmente es el Elegido, entonces, que haya acabado bajo tu tutela no ha podido ser un error. Tú debes de tener un destino propio.
Vio en los ojos de Kenobi que él no parecía creer lo mismo.
—Tienes una manera muy positiva de verlo.
Sonó como un reproche, pero no era lo que pretendía. Estaba frustrado y preocupado, no podía evitarlo. Toda aquella situación invadía su mente.
—Debes confiar en él, Obi —le dijo—. Si Anakin está destinado a grandes cosas, sólo el tiempo lo dirá. Las pruebas no paran tras convertirnos en caballeros. Siguen llegando, día tras día.
—Lo sé.
Se miraron, y ambos acabaron sonriendo.
—Gracias, Dhejah.
Se dieron la mano, y ella acabó levantándose. A Kenobi le dio un tiro el corazón, porque quería pedirle que se quedara con él, que pasara más tiempo a su lado.
Su piel le pedía repetir el efímero beso que le había dado en la terraza del Senado, pero su cabeza le aconsejaba todo lo contrario. Supuso que Dhejah era una de sus pruebas. Reprimir los sentimientos que tenía por ella era una de gran calibre.
—El Maestro Windu me ha pedido que me reúna con él —le explicó—. Vendré a despedirme si Yoda necesita mi apoyo finalmente en Kashyyyk.
Él asintió, levantándose, y se conformó con darle un corto abrazo. Intentó memorizar su fragancia, algo ya familiar para él.
—Está bien.
Dhejah se dirigió a la puerta sin una palabra más.
—Que la Fuerza te acompañe, querida —dijo él en el último momento.
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