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040.

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—Aquí Jefe Tormenta a Jefe Gris. Confirme estado y recepción.

—Aquí Jefe Gris a Jefe Tormenta —respondió Brandar—. Escuadrón Gris listo para despegar a sus órdenes.

Dhejah inspiró hondo. R4 pitó desde su compartimento en el caza, y ella accionó los controles pertinentes para que el motor de la nave se encendiera y rugiera con vida.

Desde el suelo, varios clones operarios les daban las luces verdes de salida.

—Aquí Jefe Tormenta a escuadrón. ¿Listos para despegar?

—Tormenta Uno a mando —dijo Axton por el sistema—: luz verde.

—Tormenta Dos a mando —respondió Sietes—: luz verde.

Backster, Liat, Ermon y Front dieron sus confirmaciones mientras los cazas formaban en el hangar antes de despegar. Dhejah pulsó el transmisor para dar un último aviso.

—Aquí Ernark. Escuadrones Tormenta y Gris listos a su señal, Maestro.

La voz de Obi-Wan traspasó claramente los altavoces de la nave.

—Aquí Kenobi. Tienen luz verde para despegar.

A la señal de Dhejah, todos los cazas comenzaron la salida del hangar en fila, ella a la cabeza. Tuvo unos segundos hasta que estuvo en el espacio exterior, con sus hombres formándose detrás y con el escuadrón bajo el mando de Brandar justo al lado.

En esos segundos, repitió parte de su código.

El equilibro es lo que me mantiene unido.

No hay bien sin mal, pero al mal no se le debe permitir prosperar.

En la vida está la libertad.

En la muerte está el propósito.

Porque la Fuerza son todas las cosas, y yo, soy la Fuerza.

Su Delta-7 viró hacia el fragor de la batalla, y por el rabillo del ojo pudo ver los cazas de Skywalker y de Kenobi dirigiéndose hacia la nave capital, donde Grievous tenía al Canciller.

Ya les había explicado su misión a los chicos: ellos se encargarían de ganar todo el tiempo posible en la batalla espacial mientras los otros dos Jedi se infiltraban en la nave separatista principal y rescataban al Canciller. Utilizarían el "plan barrido" diseñado por la teniente Riane Unmel, la variación dos de ofensiva. Seguirían el liderazgo de Dhejah y Brandar mientras los demás escuadrones de la República cubrían la infiltración de los Jedi.

—Formen —les recordó.

Cuando pudo sentir que todas las naves estaban alineadas como deberían, comenzó la acción.

A Dhejah le encantaba volar. Se sentía libre sobre los controles, la batalla era un baile memorizado para ella, lleno de cálculos y de giros estrategas que podían acercarla, poco a poco, hacia la victoria.

Oía, más o menos, la conversación de Obi-Wan y Anakin por la radio, aunque sólo estaba medio escuchando, demasiado sumida en la Fuerza como para darle toda su atención.

Dhejah nunca había visto tantas naves sobre Coruscant. Tantos acorazados de la República, pero también enemigos, robándole al espacio su negrura para inundarla con disparos que contrastaban con las luces que se adueñaban de la superficie del planeta bajo ellos.

—Maestro, la nave del general Grievous está justo delante... Es la que está escoltada por droides buitre.

—Sí, ya la veo. Esto será muy sencillo.

Dhejah alargó la mano y apagó la radio. Ahora solamente podría oír lo que le dijeran directamente a ella. Viró su nave y comprobó el estado de sus chicos, luego siguió disparando.

R4 pitó.

—Sí, pequeño —respondió—. Tenemos que ayudar a Anakin y a Obi con esos buitres.

El droide no respondió, y, por dos milésimas de segundo, lo único que escuchó Dhejah fueron los disparos a su alrededor y el sonido del motor de su nave llenándole los oídos.

—Aquí Odd Ball a Jefe Tormenta, nos unimos a su ofensiva.

—Marque mi posición y únanse en posición de ataque.

—Sí, general.

Justo cuando los clones estuvieron preparados, la marea de droides buitre se precipitó hacia ellos. Dhejah dio órdenes, escuchando cómo Brandar hacía lo mismo, y su ofensiva se desplegó.

Los bombarderos estaban siendo cubiertos por los cazas estelares, la nave de Axton giraba en su cola cubriendo su flanco, como un ángel guardián. Dhejah intentó no sonreír.

—Aquí es donde empieza la diversión —dijo Anakin por el canal—. Vamos dentro, Dhejah.

Esta vez sonrió.

—Dame espacio, Skywalker —pronunció con orgullo y descaro—. Ha llegado la caballería.

Y dejó de hablar, porque entonces tuvo que concentrarse en no morir. Varias naves explotaron, la mayoría enemigas, pero también de las suyas, y algunos clones gritaban en apuros mientras ella y los demás hacían lo que podían para proteger todos los lados.

—¿Necesitáis ayuda? —dijo Anakin angustiado.

—Tus órdenes son rescatar al Canciller, Skywalker —le recordó Dhejah.

—Nos las apañaremos —añadió Brandar.

El Caballero Jedi no insistió más, aunque ella sabía que había pensado en darse la vuelta. Miró a su alrededor y activó un canal para Brandar.

—Jefe Gris, estás en cabeza. Me preparo para suspensión.

Brandar no respondió inmediatamente.

—Recibido.

Y entonces Dhejah inspiró de golpe, fundiéndose con la Fuerza, y apagó los propulsores.

Viró a la desesperada varias veces mientras R4 gritaba y las naves a su alrededor zumbaban lejos, pasando peligrosamente cerca de ella, casi a punto de colisionar por haberse detenido de pronto.

Y entonces dejó de tener a los buitres en la cola para tenerlos frente a ella, giró la nave y R4 encendió los propulsores al máximo. Voló todos los droides enemigos que estaban encima de sus hombres y libró el tren trasero de la formación de problemas.

Algunos de los clones gritaban eufóricos, pero Dhejah tenía la vista clavada en la nave de Obi-Wan, con dos misiles de seguimiento detrás.

—Voy a por él —informó a Brandar.

Él ni siquiera preguntó a quién se refería.

Rompió la formación y aumentó la velocidad.

—R4, ten preparados de nuevo los motores de inversión. Aumenta la velocidad al máximo.

El droide dio un pitido lastimero, pero obedeció.

Dhejah pasó la nave de Obi-Wan, y, volviendo a calcular, se concentró.

—Ahora, R4.

El droide invirtió la nave de golpe, y, boca abajo, casi colisionando contra la nave de Obi-Wan frontalmente, ella disparó dos veces y voló los misiles por el aire.

Sonrió mientras la nave de Obi-Wan pasaba su posición y se reincorporaba a la de Anakin.

—Gracias, querida —le dijo—. Pero la próxima vez, intenta que parezca que no vamos a colisionar en el espacio.

Dhejah volvió a la formación y chasqueó la lengua.

—Tienes que divertirte más, querido.

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La batalla duró horas, o por lo menos eso le pareció a Dhejah. Objetivamente, no pudo durar horas. Al menos no pudo durar horas el tiempo que Dhejah pasó en la nave, hasta que vio cómo el acorazado se precipitaba hacia el planeta bajo ellos.

¿Qué estaba pasando dentro de él? Imposible saberlo. Lo único que reconocía con certeza era el pánico que se extendía por sus venas.

Dhejah apretó su propulsor de emergencia para ganar unos segundos e ir tras la nave. No había nada que pudiera hacer desde su caza, pero eso no le importó.

—La nave enemiga se estabiliza, señora —le informó Axton.

Eso Dhejah podía verlo. Su caza frenó, y ella tomó aire. Intentó contactar a Obi-Wan. No hubo respuesta. Probó con el otro Jedi.

—Anakin, aquí Dhejah. Responda. —Esperó un par de segundos, nada—. ¿Anakin? Responda.

Acabó rindiéndose. Observó cómo la nave volvía a mantener un rumbo horizontal, algo más cerca de la superficie, pero al menos de manera estable. Se alejaba de la batalla ligeramente, probablemente porque había sufrido graves daños.

Dhejah estaba de acuerdo con eso, ya la volarían por los aires cuando Obi-Wan y Anakin hubieran salido de allí. Con o sin el Canciller.

—Señora, estamos rodeados, la necesitamos...

Dhejah seguía observando la nave... porque se había dado cuenta de que la estaba absorbiendo el campo gravitatorio de Coruscant. Y, en su estado, era difícil que el acorazado lo escapase.

—Bran —habló por el intercomunicador—. Voy a seguir al acorazado hasta la superficie, necesito que tú y tus cazas apoyéis al escuadrón Tormenta.

No sabía si Brandar estaba de acuerdo con su decisión, pero probablemente no estaba sorprendido.

—Si, Maestra.

Tomó aire, pulsó los controles.

—R4, vamos a entrar de manera forzosa en la atmósfera, activa todos los escudos.

El droide pitó de vuelta, quejándose, y Dhejah activó todos los propulsores mientras su nave salía disparada hacia el acorazado, y, consecuentemente, hacia Coruscant.

Intentó acercarse más, pero se tuvo que apartar cuando la nave... se partió por la mitad.

—R4, manda un SOS urgente a Coruscant e intenta establecer comunicación con el puente de mando.

Dhejah maniobró entre escombros, Coruscant cada vez más cerca, el acorazado cada vez en peor estado. Su nave se rodeaba de llamas debido a la fricción en el descenso forzado. R4 le avisó de que había conseguido contactar.

—¿Obi-Wan? —intentó.

—¡Dhejah! —le costaba entenderle entre el ruido—. Estamos ocupados, pero tenemos al Canciller...

Dhejah quería suspirar y decir que le daba igual el Canciller, pero se contuvo. La nave tomó velocidad al perder el tren posterior, así que ella tuvo que aumentar la potencia de la suya.

En cuestión de segundos vio unas fragatas aproximándose, echando agua encima del acorazado en llamas en cuento entraron en la atmósfera.

Una de las naves bombero contactó a Dhejah.

—Los escoltaremos, general.

Ella inspiró, separando su caza de la nave para darles espacio.

—Recibido.

Y observó, los labios arrugados en un gesto de nerviosismo y casi grima, cómo Anakin y Obi-Wan aterrizaban la mitad del acorazado en una pista de aterrizaje, llevándose por delante al menos dos torres de control.

Volvió a abrir el canal.

—¿Estáis vivos?

—Otro aterrizaje feliz —respondió Kenobi.

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Mientras Anakin escoltaba al Canciller al Senado, Obi-Wan y Dhejah se subieron a una lanzadera que los llevaría de vuelta al Templo Jedi.

La batalla había acabado sobre la superficie: Grievous se había dado a la fuga. Y Dooku...

—Anakin le mató —susurró Obi-Wan cuando estaban llegando a la lanzadera.

Dhejah se pasó una mano por el pelo con gesto preocupado. Kenobi ya le había dicho que había estado inconsciente durante parte del asalto, incluyendo ese momento.

—Y eso acaba con nuestras posibilidades de saber quién es el verdadero Lord Sith —acabó ella.

—Sí —admitió Obi-Wan—. Destruye, al menos, un buen trozo del vínculo.

"Mi Maestro lleva muchos años tras una presa más fácil. Y no hay nada que ni tú ni tu Orden podáis hacer al respecto, pequeña Ernark."

Dhejah recordaba claramente aquella visión, en la que había visto a Dooku y había escuchado una risa familiar que le había helado los huesos. La risa del Lord Sith.

De la persona que había orquestado la guerra, y, ahora sabían, había jugado en ambos lados desde el inicio de esta.

—Tiene que haber otra manera —le dijo a Obi-Wan—. Otra manera de descubrir quién está detrás de todo esto, para acabar con la guerra.

Él asintió.

—Puede, pero esa manera se nos escapa.

Se bajaron del transporte, y ambos estuvieron en silencio hasta que habían atravesado varios pasillos.

—Creo que Dooku tenía esperanzas de derrocar a su Maestro, como cualquier Sith antes de él, cuando el nuevo aprendiz estuviera listo. Hacerse con el poder.

Obi-Wan frunció los labios.

—Sí —le dijo—. En Geonosis, cuando empezó la guerra, intentó convencerme de que, juntos, lo conseguiríamos. Y sospecho que tu persecución era un intento de lo mismo, de él, y no de su Maestro. Vio en ti otra oportunidad de derrotarlo. Sea como sea, Dooku ya no forma parte del juego. Fue una marioneta, como su Maestro planeó. Y ahora falta otro aprendiz.

Dhejah pensó en Ahsoka.

—¿Piensas en Maul?

—¿Que pueda reutilizarle? No contemplo la posibilidad —suspiró Kenobi.

Ella le detuvo.

—Maul es otro vínculo —señaló.

Obi-Wan asintió.

—Uno inaccesible —dijo—. No hay manera de que colabore con la República.

Dhejah asintió, porque tenía razón. Acabó poniéndole una mano en el hombro cuando vio que estaban frente a la habitación de Obi-Wan. Apreciaba esa charla, porque sabía que, aquellas cosas, normalmente sólo las diría frente a miembros del Consejo: la estaba informando de manera extraoficial.

—Deberías descansar —le dijo—. Puede que, de todas maneras, la guerra acabe pronto. En cuento atrapemos a Grievous.

Él intentó sonreír, besándole brevemente la mano, antes de entrar a su habitación.

—La guerra... acabando... —dijo bajo su aliento—. Había perdido la esperanza de oír eso.

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