031.
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Los hombres de Dhejah se replegaron, y sólo su Padawan Brandar y Axton se quedaron junto a ella mientras hablaba con Sassun. El hombre parecía realmente preocupado, pero eso no hacía que el comandante clon y Brandar le quitaran un ojo de encima. Por otro lado, Dhejah no estaba muy preocupada. Sabía que, aunque tuviera intenciones de hacerlo, Sassun no atacaría. Había quedado muy claro que sus hombres y él estaban en desventaja, y, además, Dhejah podía sentir el miedo en él.
También percibía que no era ni a ella ni a la República a quien temía.
Como los hombres de Sassun también se habían alejado, Dhejah permitió que se sentaran todos a hablar en unos troncos caídos, cerca de donde se habían encontrado. El antiguo líder de la Resistencia se sentó frente a ella y Brandar, mientras Axton se posicionó tras los Jedi, aún en guardia.
—Está bien, Sassun —suspiró Dhejah—. ¿Qué es tan importante como para traerme aquí en medio de esta guerra?
El hombre se frotó las manos morenas con preocupación.
—Entiendo el inconveniente, Maestra Jedi. Pero creo que una imagen vale más de mil palabras, y no podía arriesgarme a mandar esto a la República, de ninguna manera.
Bajo la atenta mirada de Axton, que vigilaba en todo momento que no desenfundara un bláster, Sassun metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un pequeño transmisor holográfico. Lo dejó a sus pies, para que todos pudieran ver la grabación bien, y activó la imagen.
Las sospechas de Dhejah se confirmaron al instante: la imagen del Conde Dooku, algo borrosa pero inconfundible, apareció ante todos ellos. No había manera de no fijarse en la sonrisa autosuficiente que el Sith portaba en la grabación. Sin embargo, Dhejah podía ver perfectamente que aquella no había sido una grabación consensuada de la conversación: esa era la razón tras la calidad mejorable. Por eso Sassun no se había arriesgado a enviarle el archivo: temía lo que Dooku pudiera hacer si lo descubría.
Se concretó en escuchar lo que decía.
—No me interesan los asuntos que tengas con los Jedi —declaraba la voz de Sassun en la grabación.
La sonrisa de Dooku se ensanchó.
—Dhejah Ernark no es una Jedi —rebatió él—: es por eso que a mi Maestro le interesa tanto. Podría convertirse en mi nueva aprendiz.
Dhejah sintió a Brandar tensarse a su lado. Sin embargo, no se dejó intimidar por las implicaciones de aquella declaración. Aun así, aquello aclaraba mucho el secuestro que ella y sus tropas habían sufrido en el pasado. Siguió escuchando.
—Está bien, Conde Dooku —respondía Sassun—: dígame cómo la Resistencia puede ayudarle.
El Conde cruzó las manos frente a él con gesto de satisfacción. Agachó la cabeza cortamente antes de continuar.
—Necesitaré que tú y tus hombres seáis el cebo. —Arrugó la nariz—. Hasta que te vuelva a contactar, manteneos en el sistema y no llaméis la atención de la República.
La grabación se cortaba ahí. Dhejah se giró hacia Sassun, quien había palidecido al ver las imágenes de nuevo, al parecer.
Carraspeó antes de hablar.
—No sé lo que el Conde puede hacerme por enseñarle esto... —Sacudió la cabeza—. Pero creí necesario hacerlo. No quiero más problemas con la República, ni con los Jedi. El objetivo de los míos acabó cuando conseguimos las elecciones. Los que siguen llamándose con nuestro nombre y usando nuestro símbolo son radicales.
—¿Más incluso que usted? —preguntó Brandar con tono enfadado.
Levantar la barbilla, aun mirando hacia Sassun, fue suficiente reprimenda de parte de Dhejah. Brandar no añadió nada más, y Dhejah suspiró.
—Sabemos que Dooku tenía un nuevo aprendiz tras deshacerse de Asajj Ventress —le explicó a Sassun—. Sin embargo, este individuo parece haber decidido... convertirse en una amenaza independiente. La República ya está en ello.
Sassun sacudió la cabeza.
—Desconozco por qué Dooku no me ha vuelto a contactar: quizás ese nuevo aprendiz era su primera opción... —El nerviosismo hizo que se pasara las manos por el pelo—. Pero sea como sea, la cosa es que quizás ahora intente buscarla a usted, Maestra Jedi. Y yo no pienso entrometerme en nada de esto...
Suspiró, como si no pudiera seguir hablando.
Fue entonces cuando Dhejah se giró a mirar a Brandar. Ahora el niño también parecía preocupado.
Ella misma respiró hondo antes de hablar. Cuando habló, lo hizo para tranquilizarles a los dos.
—Hace falta mucho poder para hacer que alguien se pase al lado oscuro en contra de su voluntad, señor Sassun. Y puedo asegurarle que, Jedi o no, la fuerza de voluntad que me une al equilibrio es mucha.
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Decir que estaba cansado no era decir suficiente. Kenobi estaba agotado, consumido física y emocionalmente por haber reabierto heridas del pasado. Y sabía que sus problemas seguirían multiplicándose a partir de ahora, guerra o no. Maul y Savage habían escapado. Y él se había tenido que aliar con Asajj Ventress para salir de la obvia trampa con vida.
Aun así, vivía para luchar un día más.
Aunque eso no le quitara el dolor de espalda que tenía.
Tras hablar con el Consejo hacía unas horas, ahora esperaba por Dhejah Ernark en el hangar principal del GER. Su Buque Insignia acababa de llegar a Coruscant, y Obi-Wan también había pensado en ella durante su viaje, al saber que se estaba enfrentando a una misión completamente desconocida, donde cualquier cosa podría pasar.
Una vez frente a Maul, se había obligado a no pensar en ella. No quería reconocérselo a sí mismo, pero desconocía lo que Maul podía percibir sobre él, incluso llevando tantos años aparentemente medio-muerto. No había querido mostrar preocupaciones, sólo una férrea intención de acabar con él y con su hermano.
Pero aquellos dos seguían desatando el caos por la galaxia. Porque Kenobi había fallado. Una vez más.
Pudo divisar el speeder de Dhejah Ernark acercándose a donde estaba. Respiró hondo, deshaciéndose de todos esos pensamientos, y le dio una sonrisa cuando estuvo a su lado. Tenía el pelo suelto, despeinado como era costumbre, y se había vuelto a poner su túnica en vez del mono de batalla. Por lo demás, estaba tan radiante como siempre, y Kenobi sintió una calma indescriptible al ver que estaba bien.
Le puso una mano en el hombro.
—¿Muchas aventuras, querida? —preguntó como saludo.
—Siempre, Obi.
Compartieron unas sonrisas hasta que Brandar llegó a su lado. El Padawan intercambió unas palabras con su Maestra, y, tras saludar a Obi-Wan, se excusó para ir en busca de Ahsoka Tano.
Dhejah y Obi-Wan comenzaron a caminar en dirección a otro speeder para ir al Templo Jedi de inmediato.
—¿Has hablado con el Maestro Yoda? —preguntó Kenobi.
El speeder despegó y los edificios de Coruscant comenzaron a pasar rápidamente bajo ellos.
—No creo que esto sea algo seguro de hablar con ellos.
—Dhejah —advirtió Obi-Wan.
Después suspiró. Bajó la velocidad del speeder, y, aprovechando que estaban solos y podían hablar, se giró a mirarla con gesto preocupado.
—¿Qué ha ocurrido?
—Sassun —explicó ella cortamente—: Dooku quería utilizarle para atraparme, pero, en cambio, ha decidido advertirme. Ya he intercedido para que le trasladen a Coruscant bajo vigilancia y le pongan en el programa de protección de testigos militar. Sé que el Consejo no tardará en preguntarme por qué, pero hasta entonces...
Kenobi sacudió la cabeza con confusión.
—¿Dooku? ¿De nuevo? ¿Atraparte para qué?
El gesto de Dhejah ensombreció. Sus ojos marrones se encontraron con los de Obi-Wan, y le sorprendió no ver duda en ellos.
—Porque necesita una nueva aprendiz.
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Esta era la primera vez que Axton volvía a Coruscant para verse con su mujer. Su primera vez, porque ahora podía llamarla así. Jira y él habían contraído matrimonio hacía meras rotaciones, en cuanto él había vuelto de la misión junto a las fuerzas de la general Luminara Unduli.
No les había costado encontrar a alguien que les casara a través del rito mandaloriano. Jira tenía muchos contactos en Coruscant, y había encontrado fácilmente a un antiguo sacerdote originario de Mandalore que podía realizar la ceremonia. Les había cobrado extra por no contárselo a nadie, pero Jira había asegurado que no había ningún problema con el dinero.
No había ningún registro que acreditara que Axton y Jira estaban casados. Sin embargo, habían intercambiado alianzas de matrimonio en la terraza de su piso, con las luces de Coruscant como testigos.
Jira había reemplazado su anillo de compromiso por uno de plata casi blanca, con una pequeña piedra encima. Axton tenía uno igual, un poco más ancho y sin abalorios, y lo llevaba dentro del mono durante los combates, colgado de una pequeña cadena plateada. Era la única forma de asegurarse de que nadie lo veía.
—Cariño —saludó Jira en cuanto él entró al piso.
Se abrazaron cortamente, y Axton comenzó a quitarse la armadura en cuanto se separaron. Ya no la soportaba, no si estaba con ella. Era un recuerdo constante de su realidad.
—¿Cómo estás? —le preguntó él.
Ella le estaba ayudando con las protecciones, cogiéndolas y poniéndolas en un armario reservado para eso en su dormitorio.
—Bien, te estaba haciendo la cena. Te ducharás antes, ¿verdad?
—Sí, mi amor.
Suspiró, quitándose la última pieza de la armadura, la del pecho. Jira se acercó de nuevo y se volvieron a abrazar. Se besaron, ahora que podían sentirse más fácilmente.
—¿Misión dura? —le preguntó ella al separarse.
—No —respondió Axton—. Pero estoy preocupado por tu hermana.
Eso hizo que Jira se separara de él completamente, con sorpresa en los ojos oscuros.
—¿Dhejah? ¿Qué le ocurre?
Viendo la agitación de su mujer, Axton sacudió la cabeza un par de veces para tranquilizarla.
—No, nada —suspiró—. Pero su contacto dijo algo, sobre Dooku queriendo capturarla para hacerla una Sith, o algo así...
Decidió no decir que Sassun había sido el contacto. Ya bastante había tenido él con tener que verle la cara al secuestrador de su mujer como para decirle a Jira que su hermana había confiado en él.
Para su sorpresa, su dulce Jira soltó una risita.
—Oh, Axton —dijo—. ¿Dhejah? ¿Una Sith? —Negó con la cabeza un par de veces, aún sonriente. Aquella imagen hizo que Axton se sintiera menos cansado. Le acarició el pelo mientras la escuchaba hablar—. No tienes de qué preocuparte: Dhejah puede ser muchas cosas, pero Sith no es una de ellas.
Él asintió despacio. Ahora que lo decía así, ella parecía tener razón. La general Ernark era una gran Jedi. Y, además, ella misma había dicho que ni siquiera Dooku lograría doblegarla hacia el lado oscuro.
—Tienes razón —admitió, besándole la mejilla—. ¿Una ducha, decías? Suena genial ahora mismo.
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