019.
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Supo que era un sueño desde el principio, porque era vivido, y, a la vez, terriblemente confuso.
Brandar caminaba por los pasillos del Templo Jedi, hacia lo que creía que era la sala de entrenamiento central. Sus piernas le llevaban solas hacia el lugar.
Su trenza de Padawan ya no estaba colgando de su cabeza, pero era incapaz de subir las manos para cerciorarse de ello.
No se encontró con ningún Maestro o Padawan durante su excursión, lo cual le extrañó. Aun así, cuando la puerta de color crema se abrió ante él, se dio cuenta de que su Maestra le esperaba dentro.
Los pies de Brandar se acercaron a la mujer, que estaba meditando, de rodillas sobre el suelo. Sus ojos la estudiaron. Tenía el pelo recogido en un moño, lo cual le pareció también muy raro. Su cara era la de siempre, impertérrita mientras sus ojos cerrados daban a entender que su mente se encontraba en otro lugar, lejos de allí.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que en su cinturón descansaban dos espadas láser, en vez de una. Reconoció una de las empuñaduras, la de durita, más clara que la otra. La nueva era cilíndrica, con un emisor largo y poco convencional en su forma casi cónica. Quiso seguir estudiándolo, pero su Maestra se puso de pie, abriendo los ojos con una sonrisa para mirarle.
—Forma cuatro —le dijo de inmediato—: ataru. Empieza las repeticiones.
Brandar quería preguntar respecto al nuevo sable, pero su boca no le obedecía. Sintió cómo sus apéndices se movían solos, comenzando con las repeticiones de la forma cuatro. ¿Por qué estaban practicando algo que Brandar no solía utilizar? Era la forma más agresiva, con ataques rápidos y poderosos a través de la Fuerza, y, aunque era muy útil en un combate frente a un sólo adversario, era difícil utilizarlo de manera prolongada o en espacios cerrados.
Su Maestra simplemente le observaba mientras él repetía los ciclos una y otra vez, la espada láser verde brillante en la casi oscura habitación. ¿No estaban las luces encendidas cuando él había entrado?
Dhejah se giró hacia uno de los tapices Jedi, aparentemente observándolo con atención, y, aunque le daba la espalda, Brandar no era capaz de frenar o detener los movimientos que hacían que comenzara a sudar.
Ni siquiera fue capaz de parar las repeticiones cuando la Maestra Ernark se llevó las manos al cinturón y agarró sus dos espadas para después encenderlas.
Brandar tenía un mal presentimiento.
El brillo de la espada derecha era el mismo que siempre: azul, puro y convencional entre los Jedi. Sin embargo, el otro era de un añil tan claro que le deslumbraba. Pestañeó (por lo menos aquello era capaz de hacerlo) y, cuanto más tiempo pasaba mirando el sable, más blanca le parecía que era su luz.
Dhejah alzó las manos, aun dándole la espalda, y pareció cruzar los filos frente a ella. Brandar apretó los dientes, previendo el movimiento de la mujer: sus reflejos le aconsejaron que se agachara, que rodara lejos o que moviera su propia espada, pero su cuerpo no respondió.
Su Maestra dio un salto hacia atrás, atacando en un fluido movimiento. Brandar intentó de nuevo mover los brazos a la desesperada, pero los dos sables cayeron en dirección a su cabeza sin pausa.
Antes de que impactaran contra su rostro, vio que eran rojos. Y también se dio cuenta de que, en vez de Dhejah Ernark, era Asajj Ventress quien los blandía.
La visión cambió justo antes de que muriera a manos de la aprendiz de Dooku.
Boqueó con ansiedad mientas intentaba calmarse y situarse. Aún estaba en el Templo, pero esta vez había personas a su alrededor.
—¿Estás bien?
Se dio cuenta de que Ahsoka estaba frente a él. Sí, era ella. Estaban sentados en un banco, en una de las terrazas exteriores del Templo. Parecía ser primavera: un árbol de largas ramas se mecía ante ellos, y algunos pétalos de sus flores blancas volaban más allá de la barandilla.
—Sí —le dijo, dándose cuenta de que, ahora, podía hablar—. Perdona. ¿Qué decías?
La sonrisa de Ahsoka se ensanchó. Parecía muy calmada, entusiasmada por la vida, como solía estarlo cada vez que pasaban tiempo juntos.
—Te estaba diciendo que últimamente Rex y Riane pasan mucho tiempo juntos —recapituló con una sonrisa divertida—. Creo que a Rex le gusta la teniente, pero los dos son demasiado aburridos como para admitir nada.
Frunció los labios como si aquello de verdad le molestara. Brandar comenzaba a olvidarse de lo que acababa de pasar, de Asajj Ventress y del nuevo sable de Dhejah Ernark. Ahora era él quien sonreía.
—Bueno, los dos están ocupados con la guerra: es normal que no puedan centrarse en esas cosas...
Ahsoka frunció el ceño esta vez, ladeando la cabeza con confusión.
—¿Guerra? —Volvió a sonreír—. ¡Brandar, aquí no hay guerra!
Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, Ahsoka ya no estaba frente a él.
Pestañeo varias veces, pero todo lo que apreciaba ante él era oscuridad. No, espera, no todo. Volvía a ver dos luces azules: los dos sables de su Maestra. De repente, lo que había pasado hace minutos le volvió a la mente. El corazón se le apretó con angustia. Se lanzó hacia adelante, distinguiendo a duras penas el cuerpo de Dhejah entre la oscuridad.
—¡Maestra! —gritó mientras corría—. ¡Ventress está aquí!
Ella pareció no oírle. Se tuvo que detener, dándose cuenta de que, aunque intentaba avanzar hacia adelante, Dhejah seguía estando a una distancia constante. Tragó saliva.
Tenía mucho frío.
Las espadas láser de Dhejah seguían encendidas mientras la mujer miraba hacia el frente, como esperando algo. Fue entonces cuando otra luz se encendió frente a su cuerpo y Brandar pudo distinguir el cuerpo de Obi-Wan. Él avanzaba hacia ella a paso firme.
—¡Maestro Kenobi! —intentó de nuevo, desgañitándose la garganta en el proceso—. ¡Es Ventress! ¡Estaba en el Templo!
Él también le ignoró, así que no le quedó más que mirar mientras ambos se encontraban frente a él. Dhejah apagó sus espadas, colocándolas en su cinturón antes de rodear el cuello de Obi-Wan con sus brazos. Él no se movió ni un centímetro, y la Maestra de Brandar se separó despacio, con cuidado de esquivar la espada láser de Kenobi, que seguía encendida y ante él.
—Has venido a salvarnos —le dijo ella con voz de agotamiento—. Gracias.
Incluso a aquella distancia y con la oscuridad a su alrededor, Brandar podía distinguir la expresión de alivio en el rostro de Dhejah. Aun así, Kenobi estaba muy serio, más incluso de lo normal.
Una voz resonó entre sus cuerpos, y al niño le costó darse cuenta de que era Obi-Wan quien hablaba.
—¿Qué has hecho, Dhejah?
Brandar dio un paso hacia atrás, pero no era capaz de acercarse o de alejarse de la escena.
—¿Obi-Wan? —ahora su Maestra parecía tener miedo.
Aquella era una emoción que Dhejah raramente mostraba.
—¿Qué has hecho? —repitió él, casi gritando—. ¡Esto es tu culpa!
Brandar agarró su espada láser, y aunque apretó el interruptor, el filo no se encendió. Sacudió el arma con ansiedad, pero parecía haber dejado de funcionar.
Volvió a alzar la cabeza.
—¿Qué quieres decir, Obi?
Kenobi volvió a hablar. No era su voz, no, incluso si había dejado de gritar y ahora usaba un tono casi conversacional.
—Dhejah Ernark —le dijo—: tus sentimientos te llevarán a la tumba.
Y entonces Obi-Wan Kenobi alzó su sable láser y atravesó el pecho de Dhejah Ernark con un movimiento practicado. Incluso así, muriendo, la mujer pareció intentar avanzar para aferrarse a él.
Brandar gritó, pero ya era muy tarde. Axton estaba frente a él, en la celda, agarrándole de los hombros para que volviera en sí.
Se había despertado, y, aunque la pesadilla quedaba atrás, la imagen que acababa de ver se repetía una y otra vez ante sus ojos.
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—General —anunció el comandante Cody cuando los Jedi entraron en la sala de guerra—. Tenemos información nueva respecto a la ubicación de la general Ernark.
El capitán Rex y la teniente Riane Unmel le habían ayudado a contactar con diferentes puestos de inteligencia de la República. Toda la información que pudieran recabar respecto al sistema al que se dirigían era poca. La verdad es que había sido un trabajo largo y tedioso, pero parecía que por fin comenzaban a unir las piezas del puzle ante ellos.
Cody nunca había visto a su general en aquel estado. Nunca había visto tantas sombras bajo sus ojos, los cuales lucían oscuros y apagados. Su ceño estaba fruncido de manera constante, y parecía distraído de continuo.
El comandante sabía que estaba preocupado por Dhejah Ernark, que, aunque Kenobi nunca lo fuera a admitir frente a él, había motivaciones para rescatar a aquel equipo que iban más allá de que Ernark fuera una Maestra Jedi. Eran motivaciones personales de su general. La guerra se cobraba muchas vidas, aquella era una realidad. Obi-Wan Kenobi parecía haberla aceptado hasta ahora, que la vida de su amiga era la que estaba en riesgo.
Aun así, ninguno de ellos estaba dispuesto a dejar a aquellas tropas a su suerte. El mismo Cody tenía amigos entre los hombres de Ernark. ¿Cómo no iba a tenerlos, después de tantas misiones conjuntas? El mismo comandante Axton se había convertido en un amigo cercano para él. Puede que no tanto como Rex, quien siempre sería, de sus hermanos, con quien iba a tener un vínculo más estrecho, pero era un buen hombre al que debía ayudar si estaba en su mano.
Aquello era la República, y no dejaban a nadie atrás. ¿Verdad?
—Bien, Cody —dijo Obi-Wan mientras Anakin Skywalker y Ahsoka Tano se ponían a su lado, alrededor de la mesa transmisora—. Adelante.
El comandante pulsó los controles para que una imagen del sistema se desplegara ante los ojos de todos.
—Sistema Gasteh —comenzó de inmediato—. Bajo ocupación Separatista durante las últimas dos semanas: la general Ernark y sus hombres se embarcaron en una misión hace siete rotaciones para recuperar el planeta. Hace dos ciclos y medio, perdimos el contacto total con las tropas. La última comunicación establecida fue la siguiente.
Pulsó otro botón en la mesa. La imagen cambió para ser un vídeo grabado de Dhejah, con su Padawan Brandar Eross detrás. A Kenobi no le cambió la expresión: seguía serio, como siempre en esos días. Ahsoka frunció el ceño mientras miraba el vídeo. Después de todo, Brandar y ella eran buenos amigos.
—Aquí la Maestra Ernark —dijo la mujer de la grabación—, transmitiendo hacia el Consejo Jedi del Templo en Coruscant y el Gran Ejército de la República. —Cruzó los brazos sobre el pecho—. Mis tropas han capturado la capital del sistema Gasteh. No hemos encontrado núcleos de población hasta el momento, así que nos disponemos a buscar a los habitantes de la ciudad en las viviendas. —El comandante Axton se acercó desde atrás, diciéndole algo en voz baja. Dhejah asintió y volvió a mirar hacia la unidad R3 que había grabado el mensaje—. Retransmitiré de nuevo cuando hayamos encontrado algo. Ernark, cambio y corto.
Con una pequeña variación en la transmisión, ésta se cortó. Anakin pareció tragarse un suspiro. Cody le hizo una señal con la mano a Rex, para que transmitiese a los generales la información que había hallado. El capitán sujetó su casco contra su cadera izquierda, carraspeando antes de comenzar.
—Hemos conseguido acceder a algunos servidores de información del área de inteligencia —les dijo a todos los presentes mientras tecleaba nuevamente sobre los controles de la mesa—. Siguiendo las instrucciones del general Kenobi, hemos hecho que un equipo de reconocimiento avance hasta la última posición de las tropas. Con la información que hemos podido recolectar... —Pareció dudar por un momento—. Hemos llegado a la conclusión de que ha sido una trampa Separatista. —El capitán calló un momento, dejando que un silencio algo dramático se hiciera paso en la habitación antes de acabar. Una imagen de dos hombres morenos apareció en la pantalla. Caminaban por una calle hecha de piedra gris—. El escuadrón de reconocimiento Águila nos ha enviado las imágenes de varios escuadrones de droides y de un grupo de hombres que parecen estar colaborando con ellos.
Kenobi se pasó la mano por la barba.
—Reconozco el símbolo en su chaqueta —dijo, tocando un control para que la imagen se acercara. Cody distinguió el emblema de una paloma verde alzando el vuelo—. Estos hombres son de Thunij: del planeta natal de la Maestra Ernark.
Anakin asintió.
—Debemos entender que esto es algo más bien personal, entonces.
Obi-Wan asintió con un suspiro. Rex tomó la palabra de nuevo.
—No debemos olvidar la presencia Separatista —les recordó—: parecen haberse aliado para tomar a las tropas cautivas. Además de los thuneses, los propios habitantes de Gasteh parecen estar cooperando.
Kenobi los miró a todos con ojos duros.
—Podremos investigar las razones de este ataque más adelante —zanjó—. Lo importante ahora mismo es rescatar a la Maestra Ernark y a sus hombres.
Rex volvió a asentir, haciendo una seña hacia Riane.
—La teniente Unmel ha trazado un plan de extracción —anunció, asintiendo hacia Riane cortamente.
La chica se quitó el casco clon y dio un paso hacia adelante. Llevaba varios meses en el Gran Ejército de la República, sirviendo bajo el mando de Rex, y se había forjado una reputación como una de las mejores estrategas de la República.
Con el gesto serio, la mujer hizo que la mesa mostrara los planos de la ciudad.
—Hemos encontrado la posición de las tropas: la prisión central de la capital. —El holograma mostró el plan trazado con una línea roja—. Utilizaremos el plan Escriba. —Miró hacia Kenobi con una sonrisa débil pero firme, como para tranquilizarlo—. Pocas bajas y máxima efectividad.
Kenobi se cruzó de brazos y asintió una sola vez.
—Comandante Cody, capitán Rex —anunció—: preparen a sus hombres.
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