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012.

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.

Tras otra batalla más, las tropas de la República acordonaron la zona que acababan de capturar. La capital había sido desalojada antes del ataque separatista, pero la familia más importante del planeta había sido retenida en la residencia del gobernador.

Dhejah observó el gran edificio desde la azotea donde estaba. Era enorme, una especie de construcción con forma de pica ovalada de gran altura y decorada completamente con ventanales que reflejaban la luz del sol, el cual descendía de manera gradual para darle paso a la noche. También les dejaba el calor, y ahora sentía un frío húmedo que le helaba los huesos.

Se mordió el labio con nerviosismo. Llegar hasta allí había sido demasiado fácil.

—Es una trampa —le dijo Dhejah a Obi-Wan.

Brandar les había dejado para trabajar junto a los clones, que estaban curando a los heridos y movilizando a las tropas para preparase para tomar el edificio.

—Por supuesto —dijo el hombre con seriedad—. Pero llegados a este punto, creo que estás muy acostumbrada a que Ventress te tienda trampas.

De manera inconsciente, Dhejah se tocó la pierna en la que había sido herida en la Luna de Clytia. Había sanado perfectamente, pero recordaba el dolor como si aún tuviera la herida fresca.

—Esta vez seremos más listos que ella —declaró la mujer.

—¿Qué tienes en mente?

Entre los dos, trazaron un plan. Dhejah sería la distracción, y Obi-Wan lideraría a las tropas para sorprender a Ventress: era muy probable que estuviera dentro del edificio ella misma. Para eso, debían esperar otra hora estándar: a que el sol se pusiera y saliera la luna.

Obi-Wan miró a su alrededor. Era extraño haber dejado la selva atrás. La capital de Tursa estaba completamente repleta de edificios grises y cristales azules. En cierto modo, le recordaba a Mandalore: las dos ciudades estaban construidas con exquisita arquitectura, pero ésta en concreto dejaba atrás las líneas rectas y abrazaba las curvas de la naturaleza, reflejándolo en todas las estructuras, que tenían tejados curvos y de picos entornados como conos.

Kenobi miró de reojo hacia Dhejah. Había contactado a Brandar para que informara del plan a las tropas, y ahora miraba seriamente hacia la residencia de su familia. Obi-Wan siguió su mirada. Allí hubiese sido donde Dhejah se habría criado si no hubiese sido llevada a la Orden. El hombre se concentró, intentando sentir algo en el interior de su amiga, pero ella parecía estar intentando transmitir una sensación de calma que no conseguía engañar a Kenobi. Después de ese par de meses, la conocía ya lo suficientemente bien como para saber cuándo todo era una fachada.

Suspiró.

—Dhejah —la llamó en voz baja.

Ella no se giró, pero Obi-Wan sintió la conexión de igual manera cuando ella se abrió un poco para él. Estaba nerviosa, pero también decidida a llevar acabo la misión sin percances. Había algo más, algo que Obi-Wan no fue capaz de distinguir, porque Dhejah conseguía disipar la sensación lo suficiente como para que fuera muy tenue.

Le pareció que era miedo.

Iba a decir algo, pero ella se adelantó.

—Quizás venir fue un error —dijo ella en un murmuro—. Estoy muy implicada emocionalmente.

Obi-Wan quería acercarse, pero decidió darle su espacio.

—Eso es de lo que Ventress va a intentar aprovecharse —aportó él—. Debes suprimirlo.

Ella estiró más aún la espalda. La melena castaña le caía, completamente despeinada, por ella. Al Jedi le costó entender lo que le respondía, porque hablaba tan bajo que parecía estar pensando en voz alta.

—Es más difícil de lo que parece —le dijo a Obi-Wan—: reprimir tus sentimientos.

Kenobi la entendía a la perfección, pero no se lo dijo.

—Si alguien es capaz de hacerlo: eres tú —respondió él.

No mentía. Si alguien era capaz de caminar entre la fina línea que separaba la luz y la oscuridad, esa era Dhejah. Si alguien era capaz de sentir adrenalina y serenidad a partes iguales, esa era su amiga. Si alguien era capaz de enfrentarse a su pasado y salir indemne, a Obi-Wan le parecía que tenía que ser ella también.

No conocía caos más perfecto que el de Dhejah Ernark, y, por un instante muy corto, deseó decírselo.

En vez de hacerlo, se giró para ir a ver a Cody y echarles un ojo a las tropas.

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La noche había caído por fin, envolviéndolo todo en un manto oscuro y tenebroso. Dhejah se había puesto la capa sobre el uniforme de combate, y, para la sorpresa de Obi-Wan, se había recogido su maraña de pelo en una coleta que se lo dejaba muy tirante. A él le pareció que le quedaba muy bien, porque ahora podía verle los rasgos sin problemas, pero no dijo nada al respecto.

Se despidieron en la oscuridad, las tropas habían quedado atrás, escondidas tras unos edificios. Dhejah daría la señal a través del transmisor cuando llegara el momento.

—Recuerda lo que te dije —musitó él.

Ella asintió mientras se colocaba la capucha de la capa.

—Nos vemos pronto.

Con eso, se dio la vuelta para comenzar a trepar el edificio por una zona exterior con salientes y sin ventanas. Obi-Wan la miró durante un momento, pero después se obligó a darse la vuelta y volver junto al Padawan y los clones.

Dhejah continuó trepando.

El calor que quedaba en el planeta se había disipado con la luz, y según seguía subiendo el viento frío la sacudía con fuerza. O quizás estaba temblando por los nervios, no estaba segura. Inspiró hondo, pensando en las palabras de Obi-Wan, y se aupó una vez más, alcanzando una terraza en la parte media del edificio.

Según los escáneres, ahí era donde tenían a la familia del gobernador y a él mismo. Ahí era donde estaba su familia, pero, cuando se dispuso a entrar, intentó hacerlo como si no se tratase de sangre de su sangre. Al fin y al cabo, nunca había hablado con su padre, y había intentado dejar la relación con su hermana en una simple amistad. Ahora se daba cuenta de que quizás se preocupaba por ella más de lo que le hubiera gustado admitir.

Saltó la barandilla de piedra y se acercó a la puerta de cristal. Sentía el lado oscuro de la Fuerza al otro lado, esperándola.

Era hora del baile.

Encendió el sable láser y rompió el cristal con él, lanzándose en la habitación al instante.

Hacía mucho frío, más que afuera, y aquello la sorprendió. Las luces estaban apagadas, las cortinas corridas para que no entrara la luz de los astros.

Sabía que Ventress la observaba, así que apagó el sable láser y se concentró. Intentó no mirar a su hermana, sujeta por las manos y los tobillos por un generador de fuerza. ¿Dónde estaba el gobernador?

Inspiró profundamente, quitándose la capa y dejándola caer al suelo. Se movió por la habitación con la delicadeza y el silencio de una bailarina. Su hermana estaba ahora despierta, pero no había dicho nada hasta el momento. Era probable que no la hubiese visto entrar, pero que el ruido la hubiese despertado y que ahora no pudiera verla entre la oscuridad de aquella sala.

Dhejah se preguntó por qué no había muebles mientras miraba a su alrededor. Sus ojos comenzaban a acostumbrarse a la penumbra, pero seguía sin saber dónde estaba Ventress.

La sentía, muy cerca.

Oyó unos pasos rápidos a sus espaldas, y se giró en silencio.

La voz de la asesina llegó del otro lado. Se volvió de nuevo.

—Me alegra ver que has aceptado mi invitación —dijo Asajj Ventress.

Dhejah encendió el sable láser: su azul rompió la oscuridad con determinación. Le pareció que su hermana luchaba contra las ataduras con renovada energía.

—La última vez que nos vimos —la ignoró ella—, me dijiste que mi nombre no merecía ser recordado, Ventress. ¿Qué te ha hecho cambiar de idea?

Dio vueltas sobre su cuerpo, concentrándose en la Fuerza para intentar sentir dónde estaba la aprendiz de Dooku. La oía moverse, pero no sabía a dónde.

—No seas tan vanidosa, Ernark —escupió ella desde algún rincón de la habitación rectangular—. Yo cumplo las órdenes de mi Maestro, y puedo asegurarte que no estoy aquí por gusto propio.

Ernark sonrió, haciendo como que no había descubierto sus movimientos. Se encogió de hombros, balanceando el arma en su mano, girando la empuñadura con delicados movimientos de muñeca y generando un familiar sonido quedo.

—Vaya, qué pena —le dijo casualmente—. Y yo que pensaba que era tu tipo, amiga mía.

La asesina soltó un grito desgarrador y Ernark alzó el sable para parar los dos rojos. Lucharon por un minuto mientras Jira las miraba con terror. Un sable chocó contra el suyo y otro se acercó por la derecha, se agachó, esquivando el golpe y devolviendo el sablazo por el otro lado. Ventress fue más rápida y rodó por el suelo.

Dhejah saltó hacia atrás, activando el comunicador y dando la señal cuando los droides comando comenzaron a salir de detrás de las tupidas cortinas que cubrían todas las paredes de arriba a abajo.

Ventress se abalanzó hacia la Jedi de nuevo.

—¡Dooku te quiere muerta! —gritó.

Dhejah intentó ignorar aquello mientras luchaban, pero no pudo ocultar su sorpresa.

Los droides comando se acercaban, pero no estaban disparando. Dhejah aceleró sus movimientos, no dejando que las espadas de Ventress se acercaran a su cuerpo. La mujer calva gruñó con esfuerzo mientras retrocedía, Dhejah se movía con determinación y técnica impoluta hacia ella, ganando terreno con sus duros golpes.

—¡Papá! —gritó Jira.

Dhejah se giró, y, por un momento, se quedó congelada.

Uno de los droides comando puso al gobernador de rodillas frente a su hija menor, sujetándole el pelo grisáceo hacia atrás para que mirara a la mayor. Dhejah inspiró de golpe, viendo aquellos ojos que se parecían tanto a los suyos. La cara de su padre estaba distorsionada en una mueca de dolor y de puro pánico. No reconocía su rostro, pero no importaba. Veía a Jira en él, y también se veía a sí misma.

Tuvo que girarse para parar los sables de la asesina una vez más. Había malgastado el progreso que había hecho hasta ese momento, pero no se amedrentó. Calculó el momento adecuado y la empujó hacia una pared usando la Fuerza justo cuando los clones se abalanzaban por las ventanas, apartando las cortinas y disparando a los droides.

Dhejah se movió rápidamente al ver que Obi-Wan se estaba encargando de Ventress mientras Brandar cubría a los soldados que seguían entrando por los cristales, ahora rotos.

—¡Axton! —exclamó Dhejah—. ¡Ocúpate de la senadora!

El comandante se abrió paso entre los comandos con la ayuda del Padawan y disparó hacia el generador de energía, agarrando a la senadora Ernark justo antes de que se diera contra el suelo.

Con ella en brazos, avanzó hacia una esquina, y Dhejah le cubrió hasta que estuvieron a salvo. Se giró hacia su padre: un comando tenía un pie sobre su espalda para retenerle mientras disparaba.

Oyó los sables láser chocar a sus espaldas, después, sólo disparos.

—¡Dhejah, cuidado! —gritó Obi-Wan.

Ventress le había esquivado y ahora se dirigía hacia ella. Dhejah blandió el sable con más fuerza, pero la mujer dio un salto sobre su cabeza para avanzar más allá.

La Jedi no era su objetivo.

El droide comando se había apartado y era Ventress quien sujetaba ahora al gobernador. Dhejah sintió cómo se ponía pálida ante la mirada divertida de la asesina, que levantó una de las manos para que los droides pararan de disparar. Los clones lo hicieron también, esperando una orden que les dijera cómo actuar, pero esta no llegó nunca.

Obi-Wan se colocó junto a Dhejah, alzando el sable por encima de su cabeza en su típica pose de lucha, el otro brazo extendido frente a él.

—Has perdido, Ventress —negoció él—. Ríndete.

Tenía razón: muchos droides habían caído, y allí había dos Maestros Jedi y un Padawan. Sin embargo, huir sin una salida triunfal no era el estilo Separatista.

Ventress sacudió la cabeza, chasqueando la lengua mientras alzaba al gobernador con la Fuerza, tomándole del cuello. Las manos arrugadas del hombre se lo agarraron como acto reflejo, arañándoselo en un intento inútil de soltarse. Sus ojos marrones se encontraron con los de su hija mayor mientras boqueaba.

—Hija... —consiguió decir entre gemidos de dolor—. Dhejah...

Dhejah se había quedado congelada en el sitio de nuevo, pero, esta vez, no era capaz de pensar en nada. Sólo veía a su padre ante ella, a punto de morir. Agarrándose el cuello una y otra vez con los ojos marrones desencajados y las ropas dignas de un rey sucias y andrajosas. Boqueaba, seguía intentando respirar, pero se ahogaba. Se ahogaba frente a ella.

—Oh, querido Kenobi —murmuró Ventress—. ¿Quién dice que he perdido?

Kenobi se lanzó hacia adelante, pero ya era muy tarde. Ventress apuñaló con su sable al gobernador en un practicado movimiento, atravesándole el pecho completamente.

—¡No! —aulló Jira mientras Axton la sujetaba por el brazo.

Dhejah no reaccionó cuando los ojos del hombre, aún clavados en los suyos, se abrieron de sorpresa y dolor. Estaba tan concentrada en él que sintió cómo la vida le abandonaba. Sintió en la Fuerza cómo se moría.

Era como Geonosis. Otra vez. Había vuelto a fallar.

Se moría, se moría.

Obi-Wan persiguió a Ventress hasta la ventana, pero Dhejah se había quedado en el sitio, viendo cómo la asesina soltaba el cuerpo sin vida de su padre al suelo.

No se movió ni siquiera cuando los droides que quedaban comenzaron a disparar, ni tampoco cuando Obi-Wan saltó por la ventana para seguir a Ventress, que intentaba huir. Los clones se acercaban para cubrirla de los disparos, porque el sable láser seguía encendido, pero estaba quieto en su mano. Ni siquiera intentaba parar los disparos que la rozaban.

—¡General! —le gritó Ermon, uno de sus hombres más veteranos.

Ella despertó de su ensoñación, partiendo a un droide por la mitad de un mecánico movimiento, y giró la cabeza hacia Brandar. Detrás de él, la senadora se desgarraba la garganta a gritos de furia mientras el comandante Axton la sujetaba con una mano, intentando que no saliera corriendo hacia el cuerpo de su padre en medio de la batalla, y disparaba una pistola con la otra.

Le gritó una orden a su aprendiz.

—¡Acaba con esos droides!

Él asintió y ella se precipitó por la ventana más cercana.

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