007.
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El buque insignia del Maestro Plo Koon, el Triunfante 2, había roto el bloqueo con ayuda de las naves de apoyo de la República. El comandante Wolffe, del afamado escuadrón Wolfpack, fue el encargado de darle a los Maestros Jedi la noticia de que el camino estaba libre para la invasión terrestre al planeta.
—Se resistieron, general, pero no hay nada de lo que la Legión 104 no pueda ocuparse —le aseguró a Dhejah.
La mujer asintió al lado de Axton, que se alegraba de ver a su amigo sano y salvo, aunque lo ocultaba todo bajo una mirada seria y estoica.
—Perfecto, comandante —dijo la Maestra—. Se lo comunicaré al general Kenobi de inmediato. Llegaremos enseguida. —El clon asintió—. Dele mi más sincera enhorabuena al Maestro Plo.
El clon se puso el casco, gris como el de Axton pero con decoraciones tribales, y le dio a Dhejah un saludó militar.
—Así lo haré, señora.
La transmisión se cortó. Dhejah miró por los ventanales del puente, respirando hondo ante la bella imagen de la nave viajando en el hiperespacio.
—¿Quiere que busque al general Kenobi? —preguntó Axton a su lado.
Dhejah suspiró. No sabía dónde estaba Obi-Wan, pero no tardarían en llegar a Astarte y ni si quiera tenían un plan de acción. Miró al clon con una sonrisa.
—Me harías un gran favor, Axton.
El clon asintió, poniéndose el casco y dispuesto a irse. Dhejah le puso una mano en el hombro antes de que se alejara. Axton llevaba un parche de bacta en el corte de la frente, pero era pequeño y nada de lo que preocuparse. Le miró con preocupación evidente.
—¿Has descansado desde lo de ayer? —El clon asintió al instante—. Bien. Muchas gracias de nuevo, Axton.
Él le dio un vago saludo militar, haciendo que la Jedi sonriese con las cejas hacia arriba.
—Siempre haciendo mi deber, general.
Ella asintió.
—Por supuesto, comandante.
Se dio la vuelta mientras esperaba a que Obi-Wan decidiera presentarse en el puente de mando. El almirante Segura se paseaba de aquí para allá con papeleo mientras gritaba órdenes a los oficiales. Dhejah se estaba poniendo de los nervios.
Oyó la puerta abrirse a sus espaldas, pero no se giró. Brandar, su Padawan, se reía de algo que decía Kenobi. El chico había llegado de su misión a Kamino justo antes de que El Resistencia despegase, y Dhejah le había explicado la misión sobre la marcha. Había intentado darle los detalles hasta que Kenobi había llevado al Padawan a ver "algo más interesante que mapas de estrategia". Dhejah pensaba que Obi-Wan no se parecía en nada a Anakin, pero la labia que tenía les hacía parecer hermanos gemelos de vez en cuando, cada uno más distraído que el otro.
—¡Maestra!
Dhejah se giró, intentando darle una sonrisa al Padawan. Llegaba dando pasos rápidos, con Kenobi detrás, vestido en sus ropas de batalla. Dhejah también se había enfundado el mono de combate.
—Hola de nuevo, Brandar. ¿Por dónde andabais? —dijo como si no tuvieran prisa.
Obi-Wan le puso una mano en el hombro al joven con una sonrisa ladeada.
—¡El Maestro Kenobi me ha enseñado un nuevo movimiento con la espada láser! —gritó el niño emocionado.
Dhejah alzó la ceja izquierda mientras miraba a Kenobi con atención.
—Así que un nuevo movimiento, ¿eh?
—¡Sí! Es...
Dhejah alzó la mano, pero sonreía.
—¿Por qué no me lo enseñas en el campo de batalla? Estamos a punto de llegar y es hora de trazar un plan.
—Eso es una gran idea, Maestra Ernark —musitó Obi-Wan.
Dhejah aún le miraba con cara de estar a punto de reírse de él, pero simplemente puso los ojos en blanco y los tres se plantaron frente a la mesa principal. Justo entonces llegaron los comandantes clon, quitándose los cascos y listos para trabajar en la estrategia.
—Justo a tiempo, caballeros —dijo Obi-Wan sonriendo.
Dhejah le miró de reojo.
—Sí, no podemos decir que todos se presentan cuando deben.
Obi-Wan la había oído. Se giró hacia ella, y se encogió de hombros con esa sonrisa inocente que le daba a todas horas. Dhejah sacudió la cabeza mientras hacía que un holograma del planeta apareciera en la mesa.
—Como ya saben —empezó la mujer—, este es el planeta de Astarte, en el Borde Exterior. Llegaremos al sistema Tarte dentro de poco. Nuestra misión es recuperar la superficie del planeta —dijo mientras el mapa se ampliaba—: el Maestro Plo Koon y la Legión 104 han roto el bloqueo. Nuestro objetivo son las dos bases de la República, una a cincuenta klicks de la otra.
La mujer le hizo un gesto a Obi-Wan para que tomara la palabra.
—Como ha dicho la general Ernark, hay dos bases de la República que debemos de recuperar para que la ocupación del planeta sea fructífera —comenzó él, pasándose una mano por la barba—. Aunque la 335 y el 212 vayan a trabajar juntos, creo que sería peligroso separarnos.
Dhejah asintió.
—Concuerdo. —Señaló la primera base—. Si recuperamos la primera base entonces podemos avanzar a la segunda y limpiarla de hojalatas.
Axton asintió.
—Me gusta cómo piensa, general.
Obi-Wan acordó que los dos grupos de clones irían juntos para tomar una de las bases primero.
—En ese caso —comenzó Cody—, sugiero que las naves de asalto a tierra se encuentren en este punto. —Señaló el mapa—. Las bases sólo tienen una entrada principal gracias a la geografía del territorio, así que acabaríamos con los droides del exterior antes de avanzar adentro. Tendremos que esperar a ver cuántos son y cómo se han organizado para trazar los próximos pasos.
Los generales y los comandantes acabaron de trazar un esquelético plan. No tenían mucha información sobre el planeta invadido gracias al bloqueo que los Separatistas habían establecido hasta entonces, pero sabían que era posible que las tropas estuvieran comandadas por el general Grievous, uno de enemigos más peligrosos de la República. Kenobi ya se había enfrentado a él varias veces, y concordaba con que era escurridizo. Sin embargo, su misión era clara: debían recobrar el control de Astarte para poder asegurar el paso de la República en el sistema, y para ello debían de limpiar las dos bases militares de droides.
Dhejah respiró hondo y se recordó el Código.
Era hora de prepararse para la batalla.
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—Maestro Kenobi, la Maestra Ernark se prepara para dividir a los hombres en el hangar.
La voz del joven Brandar hizo que Obi-Wan se girara con una sonrisa. Asintió, avanzando a través del puente y dejando al almirante Segura a cargo de El Resistencia. Le puso una mano en el hombro al Padawan mientras se dirigían a la compuerta.
—No queremos hacer esperar a tu Maestra, ¿verdad?
El niño y él intercambiaron sonrisas de entendimiento.
Cuando llegaron al hangar principal, los hombres de Axton y Cody estaban firmes y en formación; cascos sobre la cadera izquierda, agarrándolos con fuerza mientras hacían un saludo militar. Los dos comandantes estaban al frente, y Dhejah les miraba con los brazos cruzados desde encima de una caja de provisiones.
Brandar y Obi-Wan decidieron quedarse algo más apartados para observar.
—¡Descansen! —A la orden, los clones de los dos batallones relajaron los hombros y observaron a su general sin romper la formación—. Estamos a punto de llegar al planeta de Astarte. Nuestra misión es clara: recuperar dos bases de la República que han sido tomadas por los Separatistas. —Se le volvió el gesto más sombrío mientras miraba las caras de los clones; todas iguales, y a la vez diferentes entre sí—. Es posible que hoy veáis los cuerpos de vuestros hermanos en estas bases. Va a ser duro: no os voy a mentir, pero luchando al máximo es como podéis salvar más vidas en esta guerra. —Les dio una solemne sonrisa a los hombres—. Confío en ustedes, caballeros. Que la Fuerza os acompañe.
Obi-Wan miró de reojo a Brandar mientras Dhejah descendía de la caja de un salto para acercarse a ellos. Axton y Cody habían comenzado a movilizar a los soldados a los transportes. El Padawan le dio una sonrisa a Obi-Wan y se encogió de hombros.
—La Maestra Dhejah hace esto antes de cada misión.
Antes de que Kenobi pudiera responder, Ernark ya estaba a su lado. Le pidió a Brandar que cogiera un transporte con Axton y el niño se apresuró a cumplir sus órdenes.
—¿Listo para irnos entonces, Kenobi?
El Maestro Jedi miró a Ernark levantando las cejas mientras se dirigían a una nave de asalto a tierra.
—Bonita charla la que le has dado a los chicos.
Ambos se subieron en una de las naves con otros clones. Las puertas se cerraron tras ellos y la luz roja iluminó todo. Se agarraron a las barras sobre sus cabezas. Dhejah no se había molestado a recogerse el pelo; como siempre. Movió la cabeza hacia atrás para apartar la melena de la cara y torció la boca en una pequeña sonrisa.
—Muchos de ellos no volverán a El Resistencia —murmuró.
Kenobi asintió solemnemente. Cualquiera que viera luchar a Dhejah se daba cuenta de que le importaban las vidas de sus soldados tanto como al Maestro Plo Koon. Obi-Wan entendía su modo de verlo: eran seres vivos, humanos, cada uno con la Fuerza en ellos. Otros generales pensaban de ellos como droides, pero Obi-Wan tenía claro que eso no era lo que pasaba con Dhejah. ¿No era esa una de las cosas que les diferenciaba de los Separatistas? Kenobi esperaba que sí.
La nave tembló durante el descenso al planeta. La vegetación de Astarte era exuberante, llena de colores y tonos que Dhejah pudo comprobar desde las rendijas de la nave durante el descenso. Pudo mirar tranquilamente hasta que empezaron las explosiones.
—¡Nos atacan! —gritó el piloto por las comunicaciones internas.
Kenobi y Dhejah apretaron los dientes mientras se miraban con preocupación. Los clones agarraron las armas de los compartimentos sobre sus cabezas mientras el piloto intentaba hacerles llegar al suelo de una pieza.
Las explosiones y los disparos continuaban, y una de las naves se estrelló no muy lejos de ellos. Dhejah esperaba que Brandar y los dos comandantes clon estuvieran bien.
Su transporte estaba lleno de novatos, las armaduras blancas brillantes y nuevas. Kenobi agarró el hombro de Dhejah para estabilizarla cuando la nave volvió a sacudirse violentamente.
En el acto, su meñique le había tocado el cuello a la mujer. Tenía las manos frías.
Dhejah contó los segundos hasta que estuvieron en el suelo. La luz se volvió verde, las puertas se abrieron, y Dhejah saltó fuera.
No todas las naves habían alcanzado el punto de aterrizaje, pero los disparos habían acabado, y Axton llegó corriendo con sus hombres para explicar la situación.
—Tras esta arboleda llegaremos a la primera base. Nos estaban disparando desde los cañones que han colocado alrededor.
Los dos Jedi asintieron mientras los hombres se reagrupaban. Cody y Brandar llegaron enseguida, y el clon negó con la cabeza en dirección a Obi-Wan.
—Dos naves han caído, señor. No parece que haya supervivientes.
Dhejah se pasó una mano por el pelo.
—Mandaremos a alguien a comprobarlo tras ocupar la primera base.
Fue así cómo los clones se reagruparon para traspasar la vegetación de altas flores y arbustos de vibrantes colores, y se enfrentaron a los droides que se habían apuntalado en las afueras de la base. La estructura del edificio y la localización de los cañones hacía que los droides no pudieran alcanzarles con ellos. El edificio era algo parecido a una bóveda gris, acoplada a la colina como si hubiese sido creada naturalmente.
Cuando estaban acabando con los droides del exterior, las compuertas se abrieron para dar paso a los refuerzos de los hojalatas. A Dhejah le apetecía gruñir, pero entonces Obi-Wan pasó como un tiro por su lado, asegurándose de que la mujer veía su sonrisa socarrona.
—Deben de estar comprobando que no te aburres, Dhejah.
Ella puso los ojos en blanco. Brandar se unió a su Maestra, la espada láser verde destrozando droides a diestro y siniestro. Dhejah mantenía un ojo en él mientras luchaban. Se fijaba en que hacía un nuevo giro con la espada de vez en cuando: probablemente obra de Kenobi.
Cuando los refuerzos parecieron estar totalmente destruidos, los Maestros Jedi se llevaron a los Padawans y a algunos de sus mejores hombres para investigar el interior mientras que los médicos se ocupaban de los heridos y dos hombres comprobaban los vehículos que habían caído antes de la invasión. Quedaban pocos droides dentro, principalmente en la sala de mando, y se ocuparon de ellos rápidamente.
—Han destrozado las comunicaciones —musitó Kenobi—. Aunque parece accidental.
Dhejah asintió. El panel de comunicaciones principal estaba agujereado por disparos.
—Me pregunto para qué querrían una base en un planeta desolado entonces —dijo ella—. Si ni siquiera las comunicaciones funcionan.
—Maestra...
La voz de Brandar hizo que Dhejah se girara. El joven había abierto otra puerta, y lo que había al otro lado hizo que Dhejah se mordiera el labio para no soltar una maldición.
Los cuerpos de los clones que se ocupaban de esa base habían sido amontonados dentro, uno encima de otro.
Dhejah se acercó para ponerle una mano en el hombro a su Padawan. El joven se giró hacia ella con cara de espanto, negando. Dhejah sólo había visto ese terror en los ojos verdes del chico durante la misión al sistema Nartu. A Dhejah no le gustaba recordar esa batalla. La mayoría de la compañía Tormenta no había sobrevivido: había sido una masacre.
Dhejah le miró con algo parecido a la compasión mientras Kenobi y los dos comandantes clon entraban para inspeccionar los cadáveres.
—¿Qué monstruo haría eso? —gruñó Brandar.
La mano de su Maestra se volvió algo más fuerte en su hombro.
—Es por eso que el mejor guerrero nunca siente furia, Padawan.
El chico apretó los dientes, pero no dijo nada más. Dhejah le había repetido muchas veces que la venganza no era el estilo Jedi.
—General —dijo Axton con voz apagada desde dentro—. No les mataron los droides.
Dhejah soltó a Brandar para acercarse a la puerta. Intentó ignorar los cascos, las armaduras apiladas...
Kenobi negó la cabeza desde dentro. Sus ojos azules, profundos y grisáceos como el cielo encapotado, se encontraron con los de Dhejah, y vio la preocupación en ellos.
—Esto lo ha hecho una espada láser.
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