002.
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Brandar estaba listo para salir a la batalla, Dhejah podía verlo perfectamente. Tenía esa cara que siempre ponía antes de cada misión: más serio de lo normal, los ojos verdes oscuros y concentrados en todos y en todo.
Ambos se habían puesto las capas Jedi, pero Dhejah sabía que la suya no duraría mucho puesta. Odiaba cómo la tela la entorpecía y limitaba sus movimientos. Dhejah disfrutaba de las acrobacias del combate que había perfeccionado con los años gracias a su conexión con la Fuerza. Disfrutaba de saltar de droide en droide, y la capa era un estorbo para eso.
Los dos Jedi se sujetaron bien a los manillares de la nave de asalto a tierra. Estaba llena de clones de la Legión 335, entre ellos Axton, el comandante marshal. Destacaba porque su armadura era la más pintada de gris oscuro, con una raya vertical que le atravesaba el casco, y las hombreras y el pecho decorados del mismo color. En la hombrera izquierda llevaba, grabado en blanco, el símbolo de la Compañía Tormenta: el rostro de un oso.
—¡Compañía Tormenta! —habló Dhejah. La luz roja de la nave que se tambaleaba la hacía ver más mortífera de lo normal—. ¡La misión es clara: destrozar a esos hojalatas y recuperar la luna! ¡Nos reuniremos con los otros dos generales antes de movernos entre estas montañas! ¿Alguna pregunta? —Nadie respondió. Dhejah se subió la capucha con la mano libre, y Brandar la imitó—. Que la Fuerza les acompañe, soldados.
Todos hicieron un saludo militar, y Dhejah miró por la rendija de la pared de la nave. Algunas de las cañoneras de la República ya habían aterrizado en esa explanada de piedra para poder librarse de los droides que estaban de patrulla. La información del Consejo era clara: la luna era pequeña, y los Separatistas habían resguardado a sus tropas en un templo abandonado tras las montañas de vertiginosos picos que había más allá de donde se encontraban. Dhejah las veía bien: grises, oscuras, insólitas. Los Separatistas también habían mandado droides a la zona exterior, probablemente como primera oposición a las tropas, y de ellos se iban a encargar ahora. Estaban a punto de aterrizar. Giró la cabeza levemente para mirar de reojo a Brandar y le dio un pequeño asentimiento con la cabeza.
En un segundo, sintió la nave bajo ella, aterrizando. Se repitió el Código en la cabeza. Las luces se volvieron verdes. Las puertas se abrieron. Axton lideró a los hombres fuera, y cuando los clones hubieron salido, ella y Brandar se precipitaron al exterior.
Los droides más cercanos ya les habían empezado a disparar. Los hombres de Skywalker y de Kenobi, que acababa de llegar con su crucero, ya se ocupaban de ellos. Dhejah asintió en dirección a Axton, y este se unió con sus hombres a la lucha. Brandar pasó a su lado, corriendo y lanzándose a la batalla con el sable láser verde desplegado y la capa ya perdida.
Dhejah se tragó una sonrisa y sacó su espada. La encendió, el sonido ya tan familiar como su luz azul.
Se lanzó hacia los droides sin más dilación. Se encargó de los más cercanos a sus hombres primero, dándoles tiempo para encontrar algún sitio donde apalancarse a disparar.
Dio un salto y aterrizó en un superdroide de combate. Atravesó su cabeza con la espada láser y saltó al suelo. No tardó en divisar a Skywalker junto a su Padawan no lejos de ella. A su lado, otro Jedi luchaba junto a los clones. Dhejah se quitó la capa justo en el momento en que Obi-Wan Kenobi reparaba en su existencia. Ella levantó las cejas a modo de saludo y se giró para seguir destruyendo droides, dando una pirueta hacia atrás para acabar en la cabeza de uno de los grandes, para poder atravesarlo con el sable como al otro. Uno tras otro, cada vez quedaban menos.
Brandar y ella tenían un estilo de lucha algo distinto. Mientras ella brincaba de droide en droide con acrobacias gracias a la Fuerza, él prefería correr de un lado para otro devolviendo disparos y cortando cabezas. Gran estamina, desde luego.
El primer batallón quedaba a sus espaldas, destrozado, mientras se ocupaban del segundo. Los clones se ocupaban de los droides de combate B1 mientras que Dhejah devolvía disparos como si se tratara de un juego de niños.
Las cosas se complicaron en un momento: se acercaban droidekas. Vio por el rabillo del ojo dos grandes rocas, y le pareció que usarlas era la opción más rápida y sencilla.
—¡Brandar!
El Padawan acabó con otros dos droides y se acercó corriendo. Dhejah señaló las piedras. Él asintió y la ayudó a levantarlas gracias a la Fuerza, ambos las estrellaron contra las droidekas y todo lo que había alrededor. Ahsoka Tano pasó saltando hasta un superdroide a su lado. Lo destrozó y le dio una sonrisa a la Maestra Ernark.
—¡Buena idea! —le dijo.
Brandar puso los ojos en blanco.
Tras eso, los droides estuvieron perdidos. No eran más que un par de batallones de reconocimiento, así que lo peor había pasado. Cuando el último droide hubo caído, Dhejah se acercó a Axton, que ayudaba a Sietes a levantarse del suelo.
—¿Bajas? —le preguntó.
Él negó con la cabeza.
—Sólo es un rasguño, señora —dijo Sietes bajo la mirada de la general mientras se sujetaba el brazo izquierdo.
—Que te lo curen de inmediato —suspiró, girándose hacia su Comandante—. Vamos, Axton, es hora de trazar un plan con esos generales.
Él asintió y le puso la mano en el hombro derecho a Sietes antes de seguir a Dhejah.
—Sí, general.
Mientras caminaba hacia los otros Jedi, Dhejah pudo echarle otro vistazo al antiguo Maestro de Skywalker. Era un poco más mayor que ella, guapo, pero sin intentarlo. Ahora estaba serio, y tenía ojos azules enigmáticos. El pelo castaño, pero a la vez rojizo. Vestía como Skywalker, pero con colores parecidos a los de Dhejah.
Ahora que distinguía sus rasgos, estaba segura de que le había visto antes, como Padawans, quizá, pero no podía recordar ningún momento en concreto. También sabía que estaba en el Consejo, pero no sabía mucho de él. Después de todo, antes de la guerra Dhejah sólo se había encargado de misiones menores que no le importaban demasiado al Consejo, y no recordaba la última vez que había hablado frente a todos sus miembros. Sin embargo, estaba segura de que Kenobi no se podía parecer mucho a Skywalker (aunque hubiese sido su Maestro), así que esta iba a ser una misión movediza.
Dhejah siempre estaba dispuesta a tener algo de diversión.
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Obi-Wan Kenobi había llegado tarde a una misión: no era su estilo, pero por lo menos Skywalker y Ernark se habían ocupado del bloqueo perfectamente. Los cruceros se habían quedado en órbita con sus respectivos almirantes, esperando para ver si llegaban más naves separatistas, pero Kenobi no pensaba que ese fuera a ser el caso.
Tras destrozar a los droides que estaban de patrulla, Obi-Wan y Anakin habían pedido que sus hombres se reagruparan. Los de Ernark habían seguido el mismo ejemplo inmediatamente, y ahora esperaban a que la Jedi llegara al improvisado punto de encuentro entre sus naves de lucha terrestre.
No les hizo esperar mucho. Kenobi se permitió estudiarla de nuevo, porque apenas le había podido dedicar un vistazo en la batalla.
Tenía el pelo castaño terriblemente revuelto, los ojos oscuros y encendidos con adrenalina, y la piel blanca como la suya. Se había quitado la capa Jedi para dejar al descubierto su mono de combate, ajustado, blanco y marrón, y con hombreras con el símbolo de la Orden en gris oscuro, como su cinturón. Se había colgado la espada láser al cinto, de manillar recto y muy sobrio, y Kenobi se preguntó cómo era que nunca habían coincidido antes en el campo de batalla, sobre todo teniendo en cuenta que sus Maestros habían sido buenos amigos hasta la muerte de Qui-Gon Jinn.
La seguía su Padawan, un joven diestro con la espada láser y rubio como lo había sido Anakin, con la trenza de aprendiz colgándole cerca de la oreja derecha. Tenía una gran sonrisa en los labios, mientras que su Maestra estaba muy seria. Detrás de ella también llegaba un clon, probablemente un comandante marshal, porque su armadura estaba decorada de gris oscuro, el color de la Compañía Tormenta.
A Kenobi le pareció que formaban un trío interesante.
La mujer se detuvo a su altura, con el Padawan y el clon esperando detrás, y lo primero que hizo fue una pequeña reverencia. Kenobi recordaba que el Maestro Geral Treye también había sido un Jedi muy respetuoso, y se veía que la Maestra Ernark había aprendido la cortesía de él.
—Maestro Kenobi —se volvió a erguir con una pequeña sonrisa, mirado a Obi-Wan—. Es un placer conocerle.
—Lo mismo digo —él mismo le devolvió la reverencia—. Aunque algo me dice que ya nos habíamos visto antes, Maestra Ernark.
La sonrisa de la mujer se ensanchó. Kenobi reconoció la curiosidad en los ojos de Dhejah, que le observaban, pensativos.
—Quizás —concordó—. Sé que mi Maestro fue buen amigo del suyo.
—Así es —sonrió Obi-Wan.
Iba a añadir algo más, pero Anakin dio un paso adelante para hablar. Parecía tener prisa respecto a algo; por destruir más droides, probablemente.
—Siento interrumpir —dijo, y Kenobi supo que estaba haciendo un gran esfuerzo por no poner los ojos en blanco—. Pero hay unos droides al otro lado de esa montaña que están esperándonos. —Acabó apuntando a las montañas.
Dhejah asintió, y le hizo un gesto al clon que iba con ella. Él le pasó un pequeño transmisor holográfico.
—Este es Brandar, mi aprendiz —señaló al joven, que hizo una reverencia hacia los Jedi—, y este es comandante Axton, de la Legión 335.
El clon hizo un saludo militar, y después de las presentaciones, Dhejah encendió el holograma. Todos pudieron ver el templo que les esperaba al otro lado de las montañas. Se lo mostró a los presentes, y Kenobi se pasó la mano por la barba mientras pensaba.
—Los espías de la República nos han comunicado que los droides han establecido su base en este templo —señaló Anakin—. Sabemos que esta es su única base, pero no si tienen tropas escondidas en los alrededores o si esperan refuerzos.
—Los almirantes pueden intentar ocuparse de las naves si algo sale del hiperespacio —declaró Obi-Wan—. Nuestro objetivo es deshacernos de esta base y acabar con la ocupación de la luna.
Dhejah le pasó el holograma a Ahsoka para que lo sujetara. Después, se cruzó de brazos y miró a Anakin con una pequeña sonrisa.
—¿Qué? —musitó él moviendo la cabeza.
Ella se encogió de hombros.
—Tengo entendido, general Skywalker, que es usted de los que les gusta trazar los planes. Yo soy más partidaria de hacer las cosas sobre la marcha, así que dejo la estrategia en sus manos.
Kenobi intentó tragarse la sonrisa, aunque le estaba costando, y Anakin arrugó el ceño, asintiendo. Dhejah subió las cejas hacia Obi-Wan, reconociendo su expresión divertida.
—Bueno —empezó Skywalker—. Está claro que primero debemos cruzar las montañas. Podríamos llevar las cañoneras, pero eso acabaría con el factor sorpresa.
—Eso si no se han enterado de que estamos aquí —musitó Ernark, señalando a los droides destrozados que había por toda la explanada de piedra gris.
Anakin se encogió de hombros.
—Confiemos en que no saben cuántos somos, al menos —zanjó—. Si traspasamos las montañas a pie, será fácil llegar al templo y entrar por esta puerta.
Señaló el holograma, a la puerta más grande que estaba en la fachada principal.
—Hay otras dos puertas principales: aquí y aquí —aportó Ahsoka mientras señalaba la estructura; había una a cada lateral.
Dhejah asintió.
—Quizás podríamos dividirnos y encontrarnos en la sala principal. —Apretó un botón del objeto que Ahsoka sostenía y el mapa cambió para ser un esquema del interior del templo—. Aquí.
Kenobi asintió, observando la gran sala circular para después girarse hacia Anakin. Alzó una ceja castaña y se encogió de hombros.
—Podría funcionar —le dijo.
Skywalker asintió, y Ahsoka le pasó el transmisor apagado a la Maestra Ernark.
—Somos cinco, ¿cómo nos dividiremos? —apuntó Ahsoka.
Anakin le puso una mano en el hombro a la togruta para que esperara.
—¿Cómo de buenos son sus hombres, Axton? —le preguntó Kenobi al clon.
Él se quitó el casco, dando un paso hacia adelante. Una gran cicatriz en la mandíbula le cruzaba la cara desde el mentón hasta casi la oreja izquierda. Tenía los ojos de sus hermanos, pero el pelo corto, negro, y peinado hacia atrás con cuidado y a conciencia. Le miró con la expresión seria que siempre le daba Cody, cuadrándose.
—La Compañía Tormenta sólo tiene a los mejores, general.
Kenobi pareció complacido con la respuesta.
—No os preocupéis por nosotros —dijo Dhejah poniéndole una mano en el hombro a Brandar—. Si va a ir solo, Maestro Kenobi, Axton puede dejarle la mitad de nuestros hombres. Estoy segura de que mi Padawan y yo nos las arreglaremos sin problema.
Todos aceptaron, y Axton partió para hablar con el comandante Cody y con el capitán Rex para reorganizar a los soldados.
—En ese caso, será mejor que nos movamos —acabó Dhejah sonriendo—. Nos vemos en ese desfiladero, caballeros.
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Atravesar las montañas fue, sin duda, la parte más fácil de la misión. Aunque los desfiladeros eran angostos, los clones marchaban a buen ritmo, e incluso pudieron hacer que pasaran los tres caminantes que habían traído del Buque Insignia de Skywalker.
Axton había destinado a Back, Liat y a Ermon junto a un par de novatos más a las filas de Kenobi, bajo el mando del comandante Cody. Eran buenos hombres, y Dhejah aún se lamentaba internamente por la muerte de Holl, que había sido, además, un gran piloto. Los conocía a todos bien, había luchado junto a la Compañía Tormenta desde el principio: ella era la general fundadora. Sabía que el cariño que les tenía a sus hombres más veteranos podría conducirles a todos a la muerte, y por eso trataba de reprimirlo, aunque a veces no funcionaba.
No tardaron en atravesar el último desfiladero. No les habían salido droides al paso, y los hombres se reagruparon antes de ser visibles para los centinelas del templo.
Dhejah había traído a su droide astromecánico, un R3 gris, y éste pitaba de vez en cuando, preocupado, mientras avanzaban. Brandar no se separaba del lado de su Maestra, y cuando ambos encendieron sus espadas láser, ella le dio una pequeña sonrisa. Dhejah se giró hacia Axton, señalando una cuesta estrecha que llevaba hasta la puerta en la que ella y su equipo tenían que traspasar.
Skywalker era el que tenía más hombres y el que iba a pasar por la puerta del medio, mientras que Kenobi y Dhejah tomarían cada uno un lateral. Por eso, Anakin fue el que se ocupó de la distracción, usando los caminantes. Mientras el capitán Rex y sus hombres disparaban a las almenas y Skywalker y Ahsoka se ocupaban de los droides de a pie, Dhejah dio la señal a su equipo.
Los hombres de la Compañía Tormenta disparaban mientras corrían, y Dhejah y Brandar devolvían a los droides los disparos que iban dirigidos a sus filas. R3 avanzaba sin despegarse del Padawan, pitando enloquecido entre el caos.
—¡Brandar! —gritó Dhejah cuando atravesaron la última línea de droides del lateral y ya llegaban a la puerta—. ¡Ocúpate de esa compuerta!
Se volvió a girar para cubrir a sus hombres, y vio cómo Kenobi llegaba hasta su puerta y Skywalker seguía abriéndose paso hasta la suya, friendo a los droides que quedaban.
—¡Ya está! —oyó a sus espaldas.
El joven rubio apuntó al agujero en la puerta con una sonrisa de entusiasmo: había usado su espada láser para crearlo. Dhejah quiso poner los ojos en blanco, pero se limitó a gruñir entre dientes mientras avanzaba.
—¿Para qué hemos traído a R3 si vas a hacer las cosas así?
Él se limitó a encogerse de hombros. Axton les hizo una señal a sus hombres para que siguieran a los Jedi dentro.
—R3, un poco de luz, por favor —le pidió el Padawan, que se alumbraba con la espada como su Maestra.
Los clones encendieron las luces de sus cascos también, y entonces Dhejah pudo ver el pasillo con claridad.
—Estamos dentro —dijo Kenobi por el intercomunicador.
Dhejah apretó el botón en su muñeca para responder.
—Y nosotros.
Dio un par de pasos al frente mientras señalaba en dirección a Axton para que alumbrara el techo. Había dibujos de criaturas extrañas, con largos dedos de apariencia viscosa y ojos grandes y negros, terriblemente negros. La mujer negó con la cabeza mientras apartaba la mirada.
—Hemos acabado con los droides del exterior —dijo Anakin—. Estamos entrando. Los caminantes se quedarán uno en cada puerta para cubrir el exterior.
—Maestra —susurró Brandar—. ¿Por dónde vamos?
Ella le miró de reojo.
—Recto —subió la voz un poco para que los clones pudieran oírla—. Mantened los ojos abiertos, caballeros. Un par de droides me parecen poco.
—Ya la habéis oído, ojos abiertos, chicos —repitió Axton para los de atrás.
Dhejah se dispuso a tomar la delantera, con Axton y Brandar pegados detrás. Sostenía la espada en alto, en guardia, preguntándose por qué no aparecían más droides.
No se oía nada más que las botas de los clones contra el suelo. Los hombres caminaban despacio y con los blásters alzados, y el aire estaba viciado y polvoriento. Olía a humedad.
Siguieron caminando, y Dhejah rememoró el mapa del templo para guiar a su equipo hacia el punto de encuentro. Todos habían asumido que iba a haber bastantes droides dentro, y por eso se iban a separar, pero no parecía haber nadie allí más que ellos.
—Tengo un mal presentimiento —murmuró para sí misma.
Oyó un chasquido antes de girar a la derecha, y alzó el puño para que los clones se detuvieran. Miró a Brandar y le hizo un gesto con la cabeza para que se pusiera contra la pared. Ella cambió el sable de posición para cubrirle, y asintió para que ambos saltaran al otro lado del pasillo, más allá del cruce.
Estaba a punto de ponerle el sable en el cuello al primer hombre que divisó cuando vio que él tenía una espada láser también. Suspiró mientras daba un paso atrás y les hacía una seña a sus hombres, la de "todo despejado".
—Bah, sois vosotros —dijo Brandar como si hubiera preferido droides.
Anakin Skywalker y su Padawan se miraron. Rex y su equipo iban detrás. R3 soltó un pitido de alegría mientras salía de detrás de las piernas de Axton. Era un droide cobarde, pero Dhejah le tenía cariño: había pertenecido a Geral Treye, después de todo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el Jedi—. Este no es el punto de encuentro.
—Está claro que nuestros planos no están actualizados —dijo Dhejah con molestia.
Ahsoka dio un paso a la derecha para separarse de Brandar, que estaba demasiado cerca para su gusto.
—Espero que el Maestro Kenobi pueda encontrarnos entonces —murmuró la togruta.
Dhejah arrugó los labios. Anakin se giró hacia la Maestra Jedi.
—¿Os habéis encontrado con algún droide? —Ella negó con la cabeza—. Como nosotros. Bueno, sigamos avanzando entonces.
Los clones se reagruparon en un solo grupo, con el capitán y el comandante al frente. Anakin y Dhejah avanzaban codo con codo, y Ahsoka y Brandar habían decidido que R3 podía andar entre ellos, para mantener las distancias.
Dhejah no quería perder el tiempo diciéndoles que no se comportaran como críos, así que se limitó a blandir el sable láser y a intentar ignorar las estatuas y las pinturas que les vigilaban desde la penumbra. Todas representaban a esas criaturas que le helaban los huesos. Le recordaban a los geonosianos, pero eran más alargados y finos que estos, algunos con la piel más violácea de lo que a Dhejah le hubiera gustado. Muchos tenían muecas de horror, y otros sonrisas que brillaban con esencia asesina.
—Es una trampa —le dijo Skywalker en un susurro cuando todos oyeron un chasquido, un susurro, algo que no pudieron distinguir—. Lo sabe, ¿no?
Ella le dio una sonrisa de lado. Anakin pestañeó, sorprendido.
—Claro que lo sé, Skywalker.
Él sacudió la cabeza y la inclinó para poder susurrarle algo más con tono cargado de ansiedad.
—¿Y por qué no nos reagrupamos con Obi-Wan? ¿Qué estamos haciendo?
—Es obvio, joven Jedi. —Pestañeó antes de mirarle con gravedad—. Estamos cayendo en la trampa.
Dieron un par de pasos más, giraron a la izquierda por el oscuro y frío pasillo.
—¿Qué? —parecía estar enfadándose, pero Dhejah no estaba segura: siempre parecía tener cara de molestia—. ¿Por qué?
Ella chasqueó la lengua. ¿Era así de lento siempre?
—Es obvio que alguien os ha traído a Kenobi y a ti aquí: yo y mis hombres somos el factor sorpresa.
Antes de que Skywalker pudiera decirle que estaba loca, todos escucharon una compuerta abrirse al otro lado del pasillo. Unos pasos más, y estarían en la sala central, en el punto de encuentro. Aún así, Dhejah Ernark estaba segura de que su percepción no fallaba: quien había atravesado esa compuerta no era Obi-Wan Kenobi.
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