Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

001.

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.

Dhejah sentía una perturbación en la Fuerza. No era algo malo, algo que les pusiera a ella y a sus hombres en peligro inminente.

No. Era la sensación de anticipación a una batalla. Algo estaba a punto de suceder. Pronto.

Se puso de pie de un salto, agarrando con la Fuerza su espada láser, la cual había dejado en el suelo de su camarote, oscuro y lleno de penumbra. Al abrir la puerta, vio a un clon que se aproximaba por el pasillo de la gran nave. Intercambiaron un saludo escueto y la mujer torció por el pasillo a toda prisa.

A la general del Buque Insignia El Resistencia no le llevó mucho tiempo entrar en el puente de mando.

—¡Atención! —exclamó el almirante Segura—. ¡General en cubierta!

La Jedi hizo un gesto con la mano mientras les sonreía a los clones que se habían levantado de sus asientos para ponerse firmes.

—Descansen.

Dhejah Ernark se giró hacia el almirante con gesto serio, señalando la mesa de transmisión.

—Me han informado de que el Maestro Yoda quiere hablar conmigo —le dijo.

No la habían informado de nada, claro, pero ella misma lo había sentido en la Fuerza, y estaba segura de que se trataba de Yoda, quien la había entrenado durante años desde que era una niña hasta que se había convertido en Padawan.

El hombre asintió, acercándose a la mesa para establecer la conexión.

—Así es, general.

En un abrir y cerrar de ojos, la figura del Maestro Yoda estaba en el holograma. Dhejah le conocía bien: era un sabio Jedi, y probablemente, uno de los más poderosos que habían existido nunca. Su conexión con la Fuerza era increíble, y la mujer le admiraba tanto como había admirado a su Maestro, Geral Treye.

—Maestro Yoda —saludó con una reverencia—. Es un placer volver a hablar con usted.

El pequeño hombrecito verde le sonrió, apoyándose en su bastón.

—El placer mío es, Maestra Ernark. —Se le volvió el gesto más serio—. Entendido tengo que en el Borde Medio estás.

—Así es, Maestro —respondió ella con voz seria.

Él pareció aliviado, mientras asentía con cortos movimientos de cabeza.

—Bien. En una misión tus hombres y tú debéis de inmediato partir —le dijo—. El Caballero Jedi Anakin Skywalker vuestra ayuda necesita para romper un bloqueo en la Luna de Clytia.

La mujer arqueó las cejas castañas. Los ojos oscuros le relampaguearon con curiosidad imperturbable.

—¿La Luna de Clytia? —preguntó.

—Los Separatistas la luna han tomado, por los planetas cercanos tememos. —La mujer asintió, entendiendo—. Ayudar a Skywalker debes de inmediato, Maestra Ernark.

Ella asintió. De repente, le latía muy rápido el corazón, como si hubiera echado a correr de pronto y sin tomar aire antes. Aún así, no dejó que le cambiara la expresión.

—Por supuesto, Maestro —aseguró—. Partiremos de inmediato, mis hombres y yo nos encargaremos del bloqueo.

El Jedi cerró los ojos un instante, complacido.

—Bien. Yo a Skywalker avisaré.

—Perfecto, Maestro Yoda.

La transmisión se cortó y Dhejah se giró hacia el almirante Segura, que la miraba esperando sus órdenes. Era un hombre alto, buen amigo de la general, siempre con el pelo castaño meticulosamente peinado. Dhejah creía que era demasiado serio, muy chapado a la antigua, pero era leal e inteligente: siempre dispuesto a seguir a la Jedi en sus alocados planes. Tenía agallas, eso Dhejah no podía negarlo.

—Ponga rumbo a la Luna de Clytia, almirante.

—Sí, general.

La mujer se dio un momento, suspirando, para reflexionar. Nunca había luchado junto al general Skywalker, pero sí había oído hablar de él. Muchos decían que podría ser el Elegido, pero Dhejah no sabía qué pensar. Supuso que ahora tendría una oportunidad para conocerle en persona. Aunque si los rumores eran ciertos, entonces él se saltaba las normas incluso más que ella.

—Maestra Ernark —dijo su Padawan a sus espaldas.

Ella se giró para mirar al joven. Aún recordaba claramente cuando había encontrado a Brandar Eross en los barrios bajos de Coruscant durante una misión encubierta. Eso había sido bastante antes de la Guerra de los Clones, y él había sido sólo un niño, pero el número tan minúsculo de Jedi vivos le habían hecho convertirse en Padawan bastante rápido. Había sido el honor de Dhejah aceptarle a él como su primer aprendiz.

Al lado del joven rubio estaba Axton, el comandante clon marshal de la Legión 335 y de la Compañía Tormenta. Aunque era un clon, era uno de los mejores hombres que Dhejah había conocido nunca, leal hasta la médula, y también era para ella un honor luchar a su lado.

—Brandar, Axton —les saludó a ambos—. Necesito que os aseguréis de que el Escuadrón Tormenta está listo para luchar.

—¿Vamos a una batalla, Maestra? —le preguntó Brandar.

Siempre sediento de lucha y violencia, el carácter de Eross era algo que Dhejah aún intentaba pulir. Era muy impulsivo, más incluso que ella, y necesitaba aprender paciencia para mantener la armonía en su interior.

—Sí, Padawan. Ayudaremos al general Anakin Skywalker a romper un bloqueo en la Luna de Clytia, y algo me dice que querrá usar los bombarderos.

Axton asintió, volviendo a ponerse el casco blanco y gris. Se cuadró, levantando la mano derecha y llevándosela a la frente en un saludo militar, aunque Dhejah siempre insistía en que se dejara de formalismos.

—Me encargaré de preparar las naves, general.

Sin más, se fue con el Padawan detrás. El niño comenzaba a hablar de Skywalker con emoción, y el comandante negaba con la cabeza, hasta las narices de la habilidad del Padawan para dar la lengua continuamente.

—Llegaremos enseguida, general —avisó Segura.

Ella se giró para mirar a través del ventanal del puente mientras la nave viajaba a través del hiperespacio.

La galaxia estaba frente a ella, infinita, llena de posibilidades. Las estrellas se estiraban para sus ojos en haces de luz: rápidos, letales. Como un disparo.

—Muy bien —dijo—. Póngame entonces con el general Skywalker.

━━━━━━━━━━━

Anakin Skywalker y Ahsoka Tano estaban hablando con el Maestro Jedi Obi-Wan Kenobi a través de una transmisión. Originalmente era él quien tenía que ayudarles a romper el bloqueo, pero no había podido partir a la hora prevista y no llegaría hasta después de que hubieran destrozado las naves separatistas en la superficie de la Luna de Clytia. Eso significaba que el Consejo Jedi había llamado a otra maestra para que les echara una mano.

—¿Conoces a la Maestra Ernark? —le preguntó Anakin a su antiguo Maestro.

Este se pasó una mano por la barba castaña y rojiza, negando con la cabeza.

—Hace muchísimos años que no la veo, y estoy seguro de que no la reconocería si lo hiciera ahora —dijo—. Pero mi antiguo Maestro, Qui-Gon Jinn, se llevaba muy bien con el suyo: Geral Treye. Era un buen hombre, un gran Jedi —afirmó—. Murió en la batalla de Geonosis. Si no me equivoco, fue tras eso que el Consejo nombró a Ernark Maestra.

Anakin asintió. La Padawan Ahsoka Tano, una togruta llena de energía, añadió algo a la conversación.

—El Maestro Yoda aseguró que era una de las mejores pilotos de la República.

Anakin puso los ojos en blanco.

—Ya veremos —murmuró.

Obi-Wan chasqueó la lengua, mirando con gravedad a su antiguo aprendiz.

—Anakin —le reprendió—, recuerda que vas a lidiar con una Maestra Jedi: no seas descortés.

—¡No iba a serlo! —aseguró él.

—Por cierto —le ignoró Kenobi—, lo poco que recuerdo sobre Dhejah Ernark es que le gusta saltarse las normas e improvisar todo lo posible —dijo sonriendo—. ¡Quizás hasta os llevaréis bien!

Antes de que Anakin pudiera responder, uno de los clones del centro de mando le avisó de que les estaba llegando otra transmisión.

—Debe de ser ella —le dijo a Obi-Wan.

Él asintió.

—Hablaremos luego. Que la Fuerza os acompañe.

Una vez la transmisión de Obi-Wan se hubo acabado, Skywalker hizo un gesto con la mano para que el clon diera paso al otro canal de comunicación.

En la mesa apareció la imagen de una mujer más joven de lo que Anakin se había esperado. No era tan joven como él, claro, pero sí parecía tener unos años menos que Obi-Wan. Tenía el pelo castaño suelto, ondulado, pero no como a veces lo llevaba Padmé, sino que lo había dejado caer como si no le importara cómo le quedara, en una maraña alocada y totalmente libre. Tenía los ojos igual de oscuros, que le combinaban con la piel blanca. No llevaba puesta una capa o una túnica Jedi. Había optado por lo que parecía ser el conjunto más cómodo para una batalla, un uniforme ajustado y flexible, blanco y marrón, con la espada láser a la cintura y hombreras gastadas, las dos con el símbolo de los Jedi en gris oscuro. Su gesto serio y sereno estudiaba a Anakin Skywalker desde el otro lado de la llamada.

A sus espaldas esperaba un niño algo más mayor que Ahsoka. Alto para su edad, rubio y de ojos verdes, vestido con túnica, y con una trenza Padawan cayéndole por la mejilla derecha.

—Usted debe de ser Anakin Skywalker —dijo la mujer—. Es un honor conocerle.

Ella y su Padawan hicieron una reverencia que Anakin y Ahsoka devolvieron, aunque no tan naturalmente.

—Así es —respondió el hombre para después señalar a Ahsoka—. Esta es mi Padawan, Ahsoka Tano.

La mujer le dio una pequeña sonrisa a la niña togruta.

—Soy la Maestra Dhejah Ernark, y este es Brandar Eross, mi aprendiz. —Parecía no querer perder el tiempo con muchos formalismos, porque cambió de tema inmediatamente—. Mi escuadrón de bombarderos está listo para romper el bloqueo —le informó—. Estamos llegando.

Anakin asintió.

—Mi equipo y yo utilizaremos los bombarderos también.

Ahsoka y el otro aprendiz se estudiaron mientras sus Maestros discutían el plan a seguir. Sus miradas sólo podían significar un cierto número de cosas: curiosidad, competición, retos y seguridad.

Los ojos azules de Ahsoka le miraron de arriba a abajo con escepticismo. Decían: seguro que yo lucho mejor que tú.

Los verdes de Brandar se encogieron mientras levantaba una ceja rubia en dirección a la togruta. Respondían: me gustaría verlo.

Ambos quedaron muy decepcionados cuando supieron que el plan de sus Maestros requería que ambos se quedaran en los puentes de los buques.

—Muy bien —dijo Dhejah al acabar su charla sobre tácticas con Anakin Skywalker—. En ese caso, General, nos veremos ahí fuera enseguida.

Anakin asintió con una sonrisa torcida. Se iba a divertir, estaba seguro: Obi-Wan no hubiera aceptado ni loco ese plan.

—Cuento con usted, Maestra Ernark.

Ahsoka alternó la mirada entre los dos. Dhejah levantó una ceja, de manera muy parecida a como lo hacía su Padawan, que debía haberlo aprendido de ella; pero también estaba sonriendo.

—No se preocupe, general Skywalker —dijo despacio—. El Escuadrón Tormenta es el mejor de la galaxia.

La transmisión se cortó. Anakin se giró hacia Ahsoka y levantó las cejas. Ella pareció leerle la mente.

—Ya veremos —citó a su Maestro.

Él asintió antes de irse del puente, camino a su nave.

—Exacto, chulita.

━━━━━━━━━━━

Dhejah estaba lista para saltar al campo de batalla. Era allí donde podía descargarse, por lo que siempre estaba esperando el próximo asalto, y, sin embargo, no podía sino maldecirse por ello.

Aún recordaba el día en el que había jurado el Código Jedi.

No hay emociones: hay paz.

No hay ignorancia: hay sabiduría.

No hay pasión: hay serenidad.

No hay caos: hay armonía.

Tenía que repetirse el Código cada vez que se subía a la nave. Cada vez que estaba lista para blandir el sable láser. Cada vez que su corazón se aceleraba más de lo debido, cada vez que sentía cómo los sentimientos la invadían.

El día en el que había jurado el Código Jedi había prometido a la Orden que viviría toda su vida fiel a esas normas; pero también se lo había prometido a sí misma. Entonces, se preguntó mientras encendía los contactos y R3 se preparaba para el despegue, ¿cómo era que necesitaba la violencia para descargar su energía? ¿Por qué no le valían la meditación y el contacto con la Fuerza para desahogarse? Respetaba a todos los Jedi a los que eso sí les servía, porque Dhejah meditaba a diario, y aunque conseguía entenderse, nunca era capaz de cambiarse.

Pero también se respetaba a sí misma. Se respetaba a sí misma por mantener a la mayoría de sus hombres con vida, teniendo una de las fichas de bajas más escasa de la guerra. También por completar el ochenta y nueve por ciento de sus misiones con éxito.

Se respetaba a sí misma porque, aunque a veces no podía evitar hacer las cosas a su manera, no había roto el Código de manera explícita. Aunque antes de que la guerra hubiera estallado Dhejah estuvo a punto de dejar la Orden, había prometido en su día proteger la galaxia. No puedes dejar la Orden, se había dicho entonces, no ahora, que Geral ha muerto por esta causa, que todos los otros Jedi están en peligro. Ahora debes luchar. Por eso estaba allí, como General en la Guerra de los Clones.

Puede que en ella hubiese conflicto, puede que sintiese con más intensidad de la que debiera, pero nunca había dejado que eso se interpusiera en su misión. Seguía entrenando a Brandar, seguía luchando en esa guerra. Y si vivía hoy, entonces podría luchar mañana. Se dijo que eso era suficiente para ella, aunque mentía.

—Jefe Tormenta a escuadrón —dijo Dhejah mientras tecleaba los controles, encendiendo el sistema, y R3 pitaba para darle la salida libre—. ¿Listos para despegar?

Brandar se había quedado en el puente mientras el crucero entraba en la zona espacial de la Luna de Clytia. Dhejah había aceptado el plan de Skywalker porque sabía que había cuatro naves separatistas esperándoles. Era una misión arriesgada, les superaban por doble número, pero Ernark era famosa por conseguir éxito a la desesperada.

—Tormenta Uno a mando —dijo Axton por el sistema—: luz verde.

—Tormenta Dos a mando —ese era Sietes—: luz verde.

A continuación, el resto de sus hombres, Holl, Backster, Liat y Ermon, dieron la luz verde para despegar también. Dhejah activó el transmisor mientras su interceptor Delta-7, gris oscuro como su escuadrón, se elevaba para atravesar la compuerta del hangar principal.

—Skywalker —dijo por el intercomunicador—, aquí Jefe Tormenta. Lista para el ataque.

—Aquí Jefe Oro —respondió Skywalker—. Nos vemos ahí fuera.

Aunque se verían desde lejos.

El caza salió al espacio abierto con seis bombarderos detrás. Dhejah ya podía sentir la adrenalina en sus venas cuando se dirigieron a la primera nave separatista. Los droides cazas no tardaron en salirles al paso, y Dhejah esperaba que los Padawans hubiesen ya dado la orden de colocar los cruceros con los cascos hacia el campo de batalla para proteger los puentes y los hangares principales. Este tenía que ser un trabajo rápido. Ella y su escuadrón se tenían que encargar de esos dos cruceros mientras que Anakin lidiaba con los demás, así que no había tiempo que perder.

Los controles gélidos entre sus dedos la hacían temblar de emoción.

—Escuadrón Tormenta, ¡formación de ataque en siete!

—¡Recibido, general! —respondió Axton.

Las naves rompieron la formación por un momento sólo para juntarse en grupos de tres, con el Delta-7 al frente. Acabar con los cazas que se acercaban del primer crucero había sido pan comido. Dhejah tenía los controles interiorizados.

Giro a la izquierda, disparo, vuelta, disparo, a tu derecha, dispara.

Ahora se trataba de acabar con el primer crucero, pero los bombarderos estaban preparados. Dhejah inspiró, manteniendo la mente libre y serena, pero sólo olía gasóleo.

—¡Formación destructor!

Las naves se pusieron en forma de V, y al pasar por el puente, destruyeron el hangar principal y el centro de control del primer crucero separatista. La nave de Dhejah viraba para esquivar los disparos de otros cazas y de los pocos cañones que aún podían disparar.

—¡Los hojalatas mandan refuerzos! —indicó Axton mientras se dirigían al segundo objetivo.

—¡Tengo a dos en la cola! ¡No me puedo librar de ellos! —pudo oír Dhejah por el intercomunicador.

Era Sietes. Ella misma dio la vuelta a su nave, rompiendo la formación, y aprovechándose del giro, destrozó uno de los cazas. Axton se ocupó del otro tras un par de giros a los lados.

—Gracias —dijo Sietes.

Dhejah sacudió los hombros. Tenía la frente bañada en sudor, pero el corazón le palpitaba rápido gracias a la adrenalina.

—De nada, Sietes.

Pero los cazas seguían rodeándoles, venían de cualquier parte de ese sector.

Dhejah los esquivaba fácilmente, pero los bombarderos, aunque podían acabar con facilidad con una nave de gran tamaño, eran más lentos. Tras romper la formación para esquivar al enemigo, perdieron a Holl. Dhejah observó de reojo cómo su nave volaba en pedazos. Maldijo, virando y acabando con dos cazas en apenas segundos tras dejarse llevar hacia atrás, desactivando los reactores.

Trago saliva mientras giraba para esquivar los disparos del siguiente buque separatista. Sólo quedaba ese, y cada vez se acercaban más. Axton acabó con el último caza que les estorbaba.

—¡Formación destructor! ¡Vamos a por ellos, caballeros!

—¡Recibido, Jefe Tormenta!

Las manos de Dhejah trabajaban en los controles con maestría.

Un giro. Esquiva el cañón. Un caza a la izquierda: vira, dispara, explota.

Los bombarderos hicieron estallar el puente, y después, el hangar. Lo habían conseguido. La nave caía en llamas, destruida. Era cuestión de instantes que los reactores implosionaran.

—¡Nos retiramos! —anunció con satisfacción.

Los bombarderos volvieron a la formación defensiva. Al girar, Dhejah vio que el plan de Skywalker había triunfado. Aunque les superaban en número, no eran más que droides, y la posición de los buques insignia había hecho que los bombarderos pudieran rodear las naves enemigas y destruirlas. Además, aunque los cascos de sus cruceros iban a necesitar reparación, los puentes, los cañones y los hangares habían quedado a salvo. Skywalker parecía haber tenido tanto éxito como Dhejah, así que la mujer condujo a sus hombres de vuelta al hangar mientras Brandar parecía hacer que El Resistencia volviese a una posición convencional.

—Buen trabajo, Maestra Ernark —oyó a Skywalker decir mientras aterrizaba en el hangar.

—Lo mismo digo, general. Ha sido un honor contribuir a su plan.

Podía oír la sonrisa en su voz cuando le respondía.

—Oh, no se preocupe, el placer de idear esto ha sido mío.

Dhejah saltó de la nave, sujetándose la cabeza de inmediato. No hacía falta ser Jedi para sentir a Axton a su lado: siempre era el primero en venir a verla después de cada asalto, incluso cuando él había estado presente, lo cual era la gran mayoría de las veces.

—Felicidades, general, la misión ha sido un éxito —le dijo con su voz seria.

Dhejah abrió los ojos castaños. Tenía el pelo más liso de lo normal, siempre se le quedaba así por la energía de la nave.

—Hemos perdido a Holl —le dijo a su Comandante con pesar.

Él asintió. Se quitó el casco blanco y gris y Dhejah se vio reflejada en esos ojos marrones que Axton compartía con todos sus hermanos. Asintió otra vez, como si necesitase hacerlo sin el casco puesto. Bajo la luz del hangar, la cicatriz que le cruzaba la barbilla, larga y blanca, se le marcaba mucho.

—Lo sé, general.

No dijo nada más, porque la conocía lo suficiente como para saber que no le gustaban las condolencias o la pena. Ella estiró los hombros, y se serenó al instante. El gesto de hierro le volvió a cruzar las facciones.

Cambió de tema como si no hubiera pasado nada.

—Muy bien, comandante —le dijo a su buen amigo—. Es hora de recuperar esa luna, ¿no cree?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro