Te pedí que fueras mi novia y con una gran sonrisa aceptaste. Me hiciste tan feliz. Aún recuerdo estar contigo a las afueras del mall, en la hora de tu descanso, siendo rodeado por tus delgados y delicados brazos.

Y justo ahora, mientras muero de frío en mi celda, que en ocasiones me gusta llamar habitación para hacerme la idea de que no está tan mal, me siento realmente mal. Daría mi vida para tenerte en frente para poder sentir tu tacto.

Si Luis, el tipo latino con el que comparto celda llegara a leer todo lo que escribo, se reiría de mí.