Cuando tenía tres años me robé un peluche de tu habitación. Me había gustado por que era un oso rojo, de un color parecido a mi cabello.

Nunca te diste cuenta que te faltaba, hasta el día en que mamá me preguntó de donde había salido aquel peluche.

Le dije que lo había tomado de tu casa, y que entonces era mío.

Cuando mamá lo devolvió, mentiste, te echaste a llorar y dijiste que habías estado buscándolo durante una semana.

¿Como podías haberlo estado buscando todo ese tiempo si lo había tomado la tarde anterior?

Siento haber tomado tu oso Rose, incluso aunque luego lo dejaste olvidado en mi casa unas semanas después.

Ahora, cada vez que lo veo, solo recuerdo lo mucho que te dañe.