02
Me quedo impactada por lo que mis dos bellos ojos observan.
No sé si es un ángel caído del cielo o un demonio surgido del mismísimo infierno: de cabello negro y un poco largo, portador de fanales color marrón y labios de ensueño. La bella piel de su rostro es blanca y tersa, mis manos me provocan tocarlo para cerciorarme si es real pero me contengo lo mejor que puedo. Mi mirada viaja más abajo de su exquisito rostro y me doy cuenta que el saco del traje sastre a punto que viste lo tiene desabrochado, al igual que los primeros tres botones de su camisa blanca, dejando entrever una clavícula definida y bastante sexy.
Instintivamente me muerdo el labio inferior mientras pienso si realmente Dios me ha otorgado la dicha de ser espectadora de tan semejante hombre.
Creo que he hecho algo malo cuando noto cómo el ceño de aquel sujeto se frunce, pero al parecer no soy la única que escanea al otro. Sus rasgados ojos recorren mi cuerpo de arriba a abajo sin pudor ni disimulo. No puedo hacer más que sonreír ladina ante el fuego que aparece de inmediato ante aquella curiosa vista.
No me malinterpreten, no soy una puta o una prostituta que se va con cualquiera que le muestre el pito, simple y sencillamente me gusta vivir la vida, disfrutar de los placeres carnales para saciar el hambre y la sed que tengo de sexo duro y desenfrenado.
Por otro lado, nunca está de más ser un poco risueña con los clientes. Siempre viene bien una buena propina por una sonrisa extra.
—¿No tienes trabajo, Soo Jung? —Seungmin interrumpe mi "amable" sonrisa. Viro mis ojos hacia él pensando que es un pecado dejar de ver a tal dios griego frente a mi.
—Sí, ya me voy —giro sobre mi eje pero no logro dar ni un paso cuando una mano grande y poderosa sostiene mi brazo.
«¡Pero qué manos, caray!»
—La señorita puede quedarse —como lo esperaba, tiene un tono de voz tan hipnotizador que me eriza la piel en cuanto lo escucho de cerca.
—No se preocupe caballero, tengo trabajo que hacer —aguanto las ganas de no reírme ante tal idiotez pero es cierto, tengo que regresar a trabajar. Aunque... no pongo peros por permanecer un par de minutos más con él.
—Quiero que se quede —lo que sale de su boca no es una pregunta, es una orden... ¡Y me fascina! —Espero que usted pueda traerme un poco de suerte —sus dedos recorren mi brazo hasta llegar a mi mano, en donde la acuna con la suya y la eleva hasta su boca dejando un beso tranquilo en el dorso de ella.
Una maldita sensación electrizante me recorre por toda la espalda y se queda allí, palpitando en mi zona baja.
El muy tonto ha de leer mentes (o ha de saber muy bien lo que sus acciones provocan) porque me guiña un ojo con aire de grandeza y obscenidad, logrando que quede en completo shock.
Vuelve a colocar mi mano en su sitio y con un porte que solo un hombre como él puede tener, saca una chequera de la parte interna de su saco y lo veo escribir rápidamente una cantidad bastante horrible que ni en mis más bendecidos sueños podría imaginar.
Posiblemente me he de ver como una idiota, bueno sí, para cualquiera que me viera apostaría que lo soy: parada en mi lugar y con la boca abierta, pero no puedo creer que esté apostado lo que costaría una casa de tres pisos completamente amueblada ubicada en Gangnam. «¡Maldita vida de ricos!»
—No se preocupe por el dinero... confío en usted —¿Acaso hablé en voz alta?
—Haré... mi mejor esfuerzo —un nudo se coloca en mi garganta y me imposibilita hablar con claridad.
—¿Qué desea en esta ronda, señor Hwang? —Minnie habla fuerte y claro, haciendo que salga del ensimismamiento.
—A mi no me pregunte... —el llamado "señor Hwang" me sonríe de lado y me señala la mesa —¿Con qué me harás ganar hoy, pequeña Soo Jung? —mi nombre saliendo de su boca... Uffff, provoca desconocidos espasmos en el centro de mi vientre y siento como el estúpido color escarlata inunda de inmediato mi rostro. «¡Estoy más que jodida!»
—Black... Blackjack —muero. Está claro que no puedo verme peor.
—¿Estás segura? —el crupier interroga pero no lo veo, yo solo estoy observando ese par de constelaciones cafés.
Asiento y ruego a todo lo sagrado y lo no sagrado que hoy sea mi día de suerte.
Le entregan la primera carta al señor Hwang y sonríe de lado. Tengo tanto miedo que no puedo siquiera voltear a la mesa.
«¿Qué pasa si pierde todo su dinero? ¿Me hará pagar por esa cantidad?»
—Una más —atisbo por el rabillo del ojo como la mano de Seungmin le entrega una segunda carta y el hombre portador del delicioso perfume que entra por mis fosas nasales sonríe victorioso.
—¡Blackjack! —la estruendosa voz de Kim me hace dar un pequeño brinco en mi sitio y de inmediato bajo la mirada. Atónita, y sin poder creerlo, veo un az de diamante y un diez de corazones.
Me encuentro tan emocionada de saber que no tendré que pagar un dinero que no tengo, que comienzo a dar saltitos en mi lugar, sin percatarme que mi falda poco a poco está subiendo.
Unas manos se aferran a mi cintura y me fijan al piso. Aquel sujeto se pone de pie y se acerca a mi oreja.
—No deberías dejar que cualquiera vea esas hermosas piernas —un suspiro imperceptible emana de mi. Ambos movemos el rostro hasta que noto cuan alto es, tanto que posiblemente me saque más de una cabeza. Nuestros fanales están en perfecta sincronía, tratando de descifrar los pensamientos del otro.
Mi instinto me dice que quiero que me folle de una maldita puta vez por todas. Este hombre grita sexo por todos y cada uno de sus poros, pero por otro lado... mi corazón comienza a palpitar rápidamente. Es como si un baterista hubiese tomado diez Red Bull en cinco minutos y no dejara de tocar su preciado instrumento.
Me siento cohibida y hasta cierto punto avergonzada.
«¡¿Qué se supone que es esto?!»
—L-Lo siento... Yo...
Siento como su mano recorre la zona de mi mentón hasta llegar a la parte trasera de mi cuello.
Ese sutil y pequeño gesto hace que cierre mis ojos y suelte un leve y casi silencioso gemido.
Me muerdo mi labio y deseo que él lo tome entre su boca y haga lo que se le apetezca.
Deseo besarlo.
Deseo tocarlo.
Deseo que me haga suya.
Mi momento lujurioso termina como una cubetada de agua fría en cuanto escucho carraspear a alguien. Como loca desquiciada abro mis orbes y si tuviera la misma posición económica que aquel hombre, apostaría la misma cantidad a que mi rostro es de completo pánico.
Me suelto de su agarre y me inclino un poco. Mis pies los siento como si se hubiesen convertido de concreto, pero no me impide caminar hasta la puerta y salir volando como alma que lleva el diablo. Bajo como puedo las escaleras y llego de nuevo hasta la barra, recargándome un momento en un taburete vacío.
Me falta el aire, mis manos tiemblan, mi pecho duele y lo peor de todo, mis bragas están tan mojadas que creo que de un momento a otro el líquido bajará por mis piernas.
—Si tu idea es esconderte... no estás haciendo un buen trabajo, Soo Jung. Felix te ve desde aquí —doy un salto de miedo al escuchar a Jisung tan cerca. Al posar su atención en mí, sus fanales se abren como platos —¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —toma mi rostro y me examina por todos lados —¿Ocurre algo?
—Creo... —me cuesta la vida hablar pero no quiero que mi amigo se preocupe —Creo que acabo de tener un orgamo con un hombre que no me folló.
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