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Capitulo 2

–Preparate, Frisk.

Frisk y Toriel se miraban cara a cara, ese fuego tan oscuro que ardía sobre la mano de aquella cabra, hizo que el niño retrocediera unos pasos y agarrara su cuchillo con fuerza y apuntando a la contraria. Esto causo que la sensacion en el aire se tornara incómoda.

–¡Espera! ¿Que no me ibas a cuidar? ¡No sirve si solo me das un maldito cuchillo y ya me quieres quemar vivo! ¡Siquiera entrene un poco! ¡Ese muñeco no ayudó en nada!

Todas y cada una de las palabras que acababa de gritar Frisk, hicieron eco en el corazón de Toriel. Sus pupilas se dilataron un poco. El fuego se apagó y ella bajo el brazo. Ambos se quedaron quietos sin decir nada por unos segundos. Ella rompió el silencio diciendo…

–Sí, volvamos a casa, pero que ni se te ocurra volver a hablarme así, de ahora en más voy a ser tu madre y te voy a cuidar.

–Bueno, si es posible, yo te pediré que nunca me vuelvas a encarar de esa manera, no tengo intención de que ninguno de los salga herido por eso. Vamos, presiento que aun queda bastante de camino.

Los dos siguieron su camino por los pasillos de las ruinas, Toriel ni le prestaba atención al niño, más bien, estuvo sería todo el camino, o eso se parecía. Frisk iba con su cuchillo en la mano pues de vez en cuando se topaban con algún monstruo que lo atacaba, por suerte, el filo de su arma se hacía notar cuando el niño defendía haciendo un corte al atacante, acabando con él rápidamente. Siguieron caminando, pasaron puzzles, más monstruos (Que había veces que Toriel vencía con una bola de fuego) y finalmente llegaron hasta la puerta de la casa.

–Bueno.. “Mamá”.. ¿No vas a abrir la puerta?

Ella lo miró, y luego abrió la puerta. Ambos entraron. La casa tenía un estilo que tranquilizaba, muy distinto a las ruinas, que con sus puzzles y monstruos hacía que uno cayera en el miedo y el estrés si pasaba mucho tiempo solo perdido o jugando por esos lados. La casa tenía paredes de madera oscura, el piso era de un color parecido al del techo así que hacían una combinación linda para los ojos. La mayor parte de los muebles eran grises oscuro, aunque había algunos que parecían desgastados y eran un gris más claro. En la entrada había unas escaleras que parecían llevar a algún sótano, o algo por el estilo. Toriel y Frisk caminaron hasta el comedor, el niño se sentó en una de las sillas y ella fue a la cocina a buscar algo que había cocinado. En esa sala había un sofá oscuro junto a un gran estante lleno de libros. Había un cuadro de otro niño, estaba abrazando a un monstruo, se parecía un poco a Toriel.

–Eh… ¿Mamá?

–¿Si? ¿Que pasa niño?

–¿Quienes son los niños de la foto? Esa que está arriba del estante en el cuadro negro.

–…

Un silencio incomodo lleno el comedor y la cocina. Se quedaron así por unos minutos, hasta que Toriel entró al comedor con un delantal y unos guantes de cocina que sostenían una bandeja con un pastel de canela y caramelo, tenía crema por arriba y una cereza en el centro. Lo puso en la mesa, luego fue a la cocina, agarró 2 cuchillos, 2 tenedores y 2 platos, puso los cubiertos y platos en donde cada uno se sentaría (Que era uno enfrente del otro. La mesa era rectangular, y estaban sentados en los lados más largos de la mesa, enfrentados). Frisk cortó una porción para cada uno y la sirvió. Empezaron a comer y Toriel dijo..

–Ellos eran mis hijos, tuvieron algunos problemas en su niñez y terminaron pereciendo hace unos años, aunque tenemos esperanza en que aún siguen aquí de alguna manera.

–¿Tenemos?.... Tu… y quien más?

–Un hombre temerario llamado Asgore, es mi ex esposo. Con el tuvimos al niño monstruo que ves en la foto, y al otro que ves, es uno que él encontró en el principio de las ruinas, con heridas leves. Decidimos adoptarlo como nuestro segundo hijo.

–¿Puedo saber por qué es que ellos murieron?

–Prefiero esperar el momento correcto para contarte la historia. Cuando ese momento se dé, voy a mostrarte algunas cosas.

Ambos terminaron su porción de la torta y se levantaron. Toriel le mostró a Frisk su nuevo cuarto. Se acomodo un poco y luego salió de ahí. Fue al comedor donde estaba la torta tapada con un repasador (Por si no saben, una tela para secar las manos, para no quemarse tocando el horno y para tapar cosas como comidas o lo que sea). Toriel estaba sentada leyendo un libro, miró al humano y mostró una sonrisa tierna pero nerviosa. Frisk la ignoró.

–Mamá, voy a salir a jugar a las ruinas.

–Está bien, pero ten extremo cuidado y recuerda que todos los monstruos aquí son peligrosos usando su fuerza, incluso yo. Si puedes, preferiría que lleves tu cuchillo para defenderte por si algo te pasa, pero intenta no usarlo, no intentamos matarlos a todos.

–Está bien, lo iré a buscar y saldré por unas horas.

Él se dirigió hacia su cuarto, agarró el filoso y reluciente cuchillo, lo guardó en su bolsillo de atrás en el short y luego caminó hasta la puerta de la casa, salió y la cerró. Inhaló una gran cantidad de aire y luego exhaló. Se sentía un olor a tranquilidad, pero no una tranquilidad pacífica, se sentía el miedo a distancia, como cuando estás solo en una sala oscura, totalmente negra, sin salida y sin entrada, solo tú y la oscuridad, se sentía ese tipo de miedo u incomodidad. Frisk avanzó hasta el lugar donde estaban aquellas telarañas junto a un cartel con precios para comprar cosas. Él no tenía dinero así que solo pasó de largo la sala. Hizo el largo camino hasta el comienzo, donde había caído, sobre la alfombra de flores doradas (No literalmente). Notó la sangre, aunque ya estaba seca, y se había desteñido sobre los pétalos de las flores, haciéndolas de un color rosa amarillento, no todas, pero algunas sí. Se recostó sobre ellas y miró hacia la luz que provenía de arriba de la montaña.

–¿Enserio así ha terminado? ¿Tendré que dejar toda mi vida atrás?... Sí, tengo que hacerlo, vine aquí para acabar con mi vida, y por así decirlo, ha acabado y empezado una nueva.

Una lágrima cayó de los ojos de Frisk, haciendo que con las gotas algunas flores se limpiaran. Él cerró los ojos y se quedó pensativo, aunque luego de unos minutos, se había dormido.

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