Segunda Parte: El Origen de un Amor
Los Señores Celestiales fueron creados por Dios para servirle de compañía y para que le ayudarán a regir sobre los mundos y criaturas que él había creado, carecían de una forma física estructurada, solo eran un cúmulo de energía y materia que levitaba, pero tenían pensamiento y conciencia.
Los mundos que Dios había creado eran variados, al igual que sus habitantes, pero había algo que tenían en común: sus acciones, sus decisiones, sus vidas, ya estaban predichas, eran actores que seguían al pie de la letra su guion; su nacimiento y su muerte ya estaban escritos.
Esto hacía que la labor de los Señores Celestiales, y del mismo Dios, se tornara monótona, y por ende, aburrida. Así que Dios tomó la decisión de darles libre albedrío, de darles la capacidad de poder elegir por ellos mismos, sus vidas serían un cincuenta por ciento predestinadas y un cincuenta por ciento responsabilidad de ellos. Estarían destinados a enfrentarse a diversas situaciones pero ellos decidirán cómo reaccionar ante ellas, y estas reacciones a su vez modificarían su destino.
Esto hizo que el trabajo de los Señores Celestiales incrementará, algunas veces haciendo acto de presencia frente a las criaturas terrestres, en su forma original, o tomando otras igual o similares a la del ser vivo al cual se presentaban.
Con el tiempo y evolución de las especies, nacieron los Guardianes Celestiales, productos del deseo de los seres vivos que habitaban los mundos.
A veces confundiendo a los Señores con los Guardianes, otras diferenciándolos, dándoles nombres iguales o diferentes; cada mundo se creó sus propias creencias, y sus propias divinidades.
Todo esto, a la larga, provocó la creación del mal. Las decisiones y los caminos que los seres vivos tomaron más los deseos que tuvieron provocaron la primera revuelta en el Reino Celestial (reino habitado por Dios, los Señores Celestiales, los Guardianes Celestiales, y criaturas divinas que más tarde formarían su propio reino). Esta revuelta fue nombrada la Guerra de la Limpieza, durante esta guerra muchos guardianes fueron arrojados del Mundo Celestial, pues creyéndose superiores a Dios habían ido en su contra con criaturas divinas que les servían de compañía, y que también fueron expulsadas.
Uno de los Señores Celestiales resultó herido de gravedad, irónicamente este fue el Señor de la Muerte, su energía se iba apagando, su color pasó de ser claro y brillante a oscuro y opaco, fue auxiliado por el Señor Noche, naciendo así una amistad entre los dos. El Señor de la Noche traspasó su energía al Señor de la Muerte, salvándole de ella, pero este conservó la tonalidad oscura, diferenciándose aún más de sus contemporáneos.
Cuando la guerra terminó se dedicó a cuidarlo sin descuidar sus responsabilidades, desde ese momento ambos se volvieron inseparables, y la muerte empezó a llegar en la noche, pues así podía mantenerse siempre uno al lado del otro. Pero esto no siempre era posible.
Al tablero de juego ahora se sumaba un nuevo bando: el Reino Infernal, conformado por aquellos que fueron arrojados del Reino Celestial y que ahora se encargaban de plantar maldad en el Mundo Terrenal.
Algunos guardianes expulsados se convirtieron en Señores Infernales, su poder equivalente al de los Señores Celestiales, y repartiéndose el control del Reino Infernal. Otros se convirtieron en Diablos, cuyo poder equivalía al de los Guardianes, otros Diablos nacieron del deseo humano, pues ahora en sus mentes bien y mal luchaban por prevalecer.
Demonios y criaturas oscuras nacieron, la energía resentida ganaba terreno; celestiales e infernales luchaban día a día.
El Señor de la Muerte llegó a ser confundido con un Señor Infernal, provocando repudio entre algunos humanos, otros le alabaron, llegando incluso a adorarlo. Debido a esto la esencia del Señor de la Muerte fue volviéndose oscura, y la energía resentida dejo de verlo como enemigo, sino como parte de ella.
La fe que podían los seres vivos en los celestiales les servía de alimento y fuente de poder; la creencia de los vivos sobre los celestiales infería en ellos, por esto al ser alabado como un Ser Infernal, Muerte se estaba convirtiendo en uno. En todo momento tuvo el consuelo de Noche, quien se presentó en sueños a algunos para dejar claro que Muerte era celestial no infernal, que así como la vida existía debía existir la muerte, no se podía ser inmortal. La primera falta del Señor de la Noche.
El Reino Celestial empezó a ser doloroso para Muerte, por lo que empezó a pasar tiempo en el Mundo Humano, ya no se sentía cómodo en el Mundo Celestial, las miradas que recibía no le gustaban, algunas criaturas huían ante su presencia, y el mismo mundo parecía querer desterrarlo, pues aunque no se convirtió en un Señor Infernal, gran parte de su poder se volvió oscuro, nutrido por la energía negra.
Se escabullía cada que podía a la morada de Noche, y en una de esas le convenció de bajar al Reino Humano y mezclarse entre ellos para tener un merecido momento de paz.
El Señor de la Muerte tomo forma humanoide: figura esbelta, cabellos finos y lacios del color de la noche más oscura, ojos grises de brillo peculiar, y una piel bastante pálida; por su lado Noche tenía un largo y fino pelo plateado como los rayos de la luna, unos ojos de intenso azul, y una piel con un poco más de color que la de su compañero.
Y lo que se suponía iba a ser un solo viaje para descansar, se convirtió en varios que repetían cada que podían.
Mezclándose entre los seres vivos empezaron a visitar el Mundo Humano, un planeta tierra fue su favorito, estableciéndose allí, se escapaban contentamente, jugaban, comían, reían, cualquiera que los viera pensaría que eran hermanos o grandes amigos. Y al principio esa era su relación, no se veían de otra forma, pero en algún momento lo que se supone no deberían de sentir empezaron a sentirlo.
Ellos carecían de emociones, lo único que podían experimentar era un amor filiar, ese deseo de bien y responsabilidad, pero estar tanto tiempo fingiendo ser humanos pareció convertirlos en unos. No se podría especificar el momento cuando empezaron a verse de forma diferente, Muerte fue el primero en sentirlo pero prefirió callarlo, pues no entendía lo que sentía. Con Noche fue igual, calló hasta tener claro lo que sentía.
Un día simplemente ya no pudieron callarlo más, no eran buenos guardando secretos entre ellos, aquel extraño sentimiento era mutuo pero entendieron que no era debido, por lo que prometieron que sería un secreto de dos, los dos se amarían en la clandestinidad.
Pero sin importar que tan bien guardes un secreto, que tanto te esfuerces porque nadie lo sepa, tarde o temprano este se revelara.
Fueron descubiertos, vieron la vergüenza y desilusión en su Padre Creador, pero aquello no le produjo dolor, no como el que sintieron al saber el veredicto: su amor no debía ser, por lo que tenía un solo final: su destrucción.
—No importa cuánto corramos o cuanto intentemos escapar, no hay lugar donde nos podamos esconder. Es mejor afrontar la situación y aceptar nuestro destino.
—Me niego a rendirme, si nuestro destino es el fin de nuestra existencia, moriré peleando por lo que mi corazón anhela, moriré defendiendo este sentimiento que me ha unido a ti.
El peli plateado se acercó a su amado, acunando una de sus mejillas le sonrió.
—Yo también lo haré, pereceré luchando en nombre de nuestro amor.
—Te amo mi amada Noche.
—Te amo mi amada Muerte.
Con un profundo beso sellaban esa determinación que les llevó a perecer sin arrepentimientos.
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