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𝐓𝐖𝐎. Teenage Angst

𝐃𝐎𝐒. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
Angustia Adolescente






      Ella y Kyoga earn completamente diferentes cuando see trataba de la importancia otorgada a los deportes. Eran una familia atlética -excepto por su madre que no podía comprender cualquier tipo de deporte, y Yua que lloró en su primer lección de natación- con su padre retirado, ganador de las Olimpiadas, Kyoga con su amor por el voleybol, y Minako con su obsesión con patinaje artístico. Los dos compartían los mismos sentimientos por los deportes, el mismo tipo de amor y gratitud. No había fin para el trabajo duro, nada que detuviera su dedicación tampoco. Sus padres prácticamente tenían que arrastrarlos de la pista y la cancha antes que sobreexigieran sus cuerpos. Pero sus piernas siempre temblaban, desesperadas por volver y perfeccionar sus imperfecciones de las últimas prácticas. El amor que compartían por sus deportes era casi como si fuera un salvavidas al que necesitaban aferrarse con desesperación. Pero Kyoga no veía al voleybol como su vida por siempre. Para él, voleybol siempre había sido un deporte, una actividad de club que no podía continuar por el resto de su vida. Minako no compartía esa visión en lo absoluto, ella estaba trabajando con un objetivo sin fin. Patinar no era solo un hobby o una actividad, pero su vida, lo único que podía verse haciendo.

      Ahora Minako estaba en una encrucijada con las piezas del rompecabezas a su alrededor, insegura de qué piezas necesitaba para arreglar lo que estaba vacío. Todo lo que sabía era patinaje sobre hielo, su prioridad sobre cosas que otros encontrarían más importantes era un deporte. Siempre creyó que lo había valuado más que a cualquier otra cosa. De alguna forma Kyoga se convirtió más importante que la única cosa que ella sabía que nunca la abandonaría. Después de su accidente, tenía este miedo en su interior, algo más grande que la idea de perder su oportunidad de volver a patinar: la idea de tener a su hermano herido y ella no estar allí la aterraba.

      Kyoga se había roto la clavícula, amorotonado alguna de sus costillas, y dejado con una contusión que aún la hacía contener su respiración de vez en cuando. Fue alrededor de febrero y un mes antes del campeonato de voleybol de la prefectura de Miyagi, y Kyoga se suponía que sería parte de la alineación inicial. Recordaba cómo su hermano lloró, pero no por el dolor, sino por darse cuenta que no iba a poder jugar con los estudiantes de último año. Minako recordaba pedirle al Capitán que le permitiera unirse como una mánager, incluso si el año escolar había terminado, incluso si la temporada ya casi terminaba, ella rogó por la primera vez en su vida.

      Kyoga iba a volver a jugar al voleybol, iba a poder hacerlo en un par de meses después de su rehabilitación y sus chequeos diarios. Él estaría bien. Pero estaba esta idea en el fondo de su mente que necesitaba estar allí para él hasta el final, después de todo, no cree que ella podría haber superado su herida si no fuera porque él estuvo a su lado. Él había sacrificado un par de semanas de prácticas para asegurarse que ella estuviera bien, una hermana ausente que solo estaba allí a través de llamadas por teléfono y videollamadas.

      ¿Cuál siquiera sería su plan después que Kyoga se graduara? Sabe que ya no será necesitada como máanger, especialmente porque primordialmente era Kiyoko quien hacía el trabajo. Sin mencionar que Kyoga no iba siquiera a intentar jugar voleybol durante sus años de universidad, así que no había necesidad de preocuparse por si se lastimaba.

      ¿Pero siquiera iba a ver una oportunidad para volver a su mundo una vez que todo terminara? Había perdido tantas prácticas valiosas que tal vez tomarían años para refinar y perfeccionar una vez más. Probablemente no iba a haber una oportunidad para que Minako siquiera volviera a la competencia mundial. Sin mencionar que su competencia probablemente ya había mejorado más que ella, sus heridas ya la habían retrasado, pero su decisión de tomarse un año iba a dañarla incluso más.

      Se suponía que pasarían un par de años más antes que fueras ordinaria, Minako pensó para sí misma mientras cerraba la chaqueta atlética que se había puesto. Pero ahora, probablemente sería un par de meses para volverse ordinaria. Qué divertido.

      Kyoga esperándola cerca del gimnasio no fue una sorpresa. Incluso a pesar que Minako había sido una estudiante en Karasuno por casi un año, él aún la esperaba como si temiera que fuera a perderse. Mientras el gesto parecía lindo, la hacía sentir más como una hermanita malcriada. El encantador bloqueador central la saludó con una enorme sonrisa en su rostro.

      —¡Vamos, Miko-chan! Vamos a llegar tarde y no quiero que Daichi se moleste conmigo —le recordó Kyoga antes de golpear su reloj imaginario.

      Minako hizo una mueca ante el apodo, caminando hasta donde él estaba—. Ese no es mi nombre, y deja de decir "chan". Solo porque estoy viviendo en Japón otra vez no significa que necesitamos continuar haciéndolo, especialmente cuando nunca lo hicimos antes —murmuró bajo su respiración mientras los dos comenzaban a caminar hacia el gimnasio—. Y la práctica no va a comenzar hasta dentro de media hora, así que.

      —Sí, pero sabes cómo es él, el viejo pesado quiere que revisemos un par de cosas sobre la práctica —explicó Kyoga, moviendo sus manos alrededor—. Probablemente está pensando demasiado, sabes cómo es.

      —Probablemente es por eso que es el Capitán, Kyo.

      —¿Te mataría usar honoríficos conmigo? No te lastimaría llamarme onii-san —la molestó Kyoga.

      Minako ignoró el pedido de su hermano como siempre. Le incomodaba llamarlo así, después de todo, siempre había sido solo Kyoga para ella. Incluso cuando eran niños, ella raramente se refería a él así, encontrando "Kyo" mucho más sencillo que "onii-san." Sin mencionar que era incómodo llamarlo así cuando no estaba en Japón. Aún habían muchos choques culturales a los que aún no se había ajustado. Estar de vuelta en Miyagi era una transición rara a la que aún no se había acostumbrado, a pesar de haber nacido allí.

      Pero necesitaba hacerlo. Se prometió a sí misma que al menos lo intentaría hasta que Kyoga se graduara y fuera a la universidad. Solo entonces pensaría en volver a Lyons. Por ahora, eso significaba que Minako tenía que cumplir con su rol de ser una hija obediente y una hermana menor, una mánager perfecta para el equipo de voleybol de su herrmano, y el rol de ser la mejor mitad de lo que una vez fue la mejor pareja en patinaje artístico junior.

      No, no lo que una vez fue.Sigue siendo, Minako se dijo a sí misma. Nada había cambiado aún. No estaba fuera del juego para siempre, solo era temporal. Estaba lastimada, debía rehabilitarse, necesitaba cuidar a su hermano como él la había cuidado.

      Solo necesitaba tomarse un tiempo.

      Por Kyoga. Por su amor por el voleybol, ella puede hacer este sacrificio.

      —¿Kageyama? —Minako levantó la mirada para ver a dos alumnos de primer año frente al gimnasio con aparentes gestos de frustación. Sin embargo, el rostro del chico de cabello oscuro se suavizó ante la visión de su hermano mayor, un flash de reconocimiento en su rostro se alzó inmediatamente—. ¡Sabía que eras tú!

      —Saito-san —respondió Kageyama antes de bajar la cabeza ligeramente, solo para detenerse cuando vio a Kyoga agitar su mano para evitar que continuara con las formalidades—. Olvidé que ibas a esta escuela...

      —Sé que no soy tan memorable como ese armador que admiras, pero estoy un poco herido porque no me recuerdas —bromeó Kyoga. Aún sonrió afectuosamente ante la vista del chico que iba a su vieja escuela. Él estrechó la mano de Kageyama—. Y ya no hay necesidad de llamarme por mi apellido, es un poco raro. Solo llámame Kyoga. Además, si me llamas Saito, será confuso para nosotros dos.

     —¿Nosotros dos...?

      —¡Perdón! Olvidé que nunca se conocieron. Ella es mi hermana, una estudiante de segundo año, Minako Saito. Es una de las mánagers del equipo —presentó Kyoga antes de referirse a Minako, que solo observó a los dos chicos más jóvenes, a diferencia de la calidez y simpatía de su hermano, ella era lo contrario.

      ¿Hermana? Entonces igualmente, Kageyama no sabía mucho sobre la vida de Kyoga y él tampoco hablaba mucho de su vida personal. Todo lo que sabía sobre él era que era un buen bloqueador central, uno de los mejores en su año junto con Oikawa e Iwaizumi. Siempre solo asumió que Kyoga había ido con ellos a la misma preparatoria o que había abandonado el voleybol porque no había escuchado nada sobre Kyoga desde que se graduó de Kitagawa Daiichi.

      Kyoga se giró al individuo de cabello naranja que solo lo observó con envidia, casi como si fuera a desmayarse ante la visión de la chaqueta negra que estaba usando. Le ofreció su mano para estrechar—. Un gusto. Soy Saito Kyoga, de tercer año y bloqueador central. Te vas a unir a nuestro equipo, ¿no?

      —¡S-SÍ! —respondió sonoramente, tomando la mano de Kyoga y bajando la cabeza al mismo tiempo—. ¡SOY HINATA SHOYO, DE PRIMER AÑO!

      Minako se encogió ante el volumen de su voz y pateó sus zapatos al prepararse para entrar al gimnasio. Ya había visto este tipo de atletas, los entusiastas que tenían valor y estaban dispuestos a hacerlo todo para ser los mejores. Ella una vez fue así, bueno, excepto por el griterio y el entusiasmo.

      Kyoga solo sonrió ante la visión antes de palmear el hombro de Hinata—. Lo recuerdo ahora. Vimos tu juego, ¿sabes? Una horrible cantidad de espíritu, ¡pero me gusta! Aunque nunca chocaría contra la red, ¿sabes lo que mucho que puede doler? Jesús.

      —Eso es porque te rompes con facilidad, Kyo —dijo Minako fácilmente, atando su cabello. Frunció el ceño—. ¿No se supone que los de primer año comenzaran sus actividades de club la semana que viene? Creí que tomé sus aplicaciones esta mañana.

      El sonido de las puertas abriéndose captó la atención de los hermanos. Parado en el umbral estaba Tanaka, quien los saludó—. Estos dos aún no pueden unirse, están en un período de prueba de Daichi-san o algo así.

      Minako miró de reojo a los dos chicos, que miraron a otro lado con vergüenza. Apenas recordaba a Kyoga hablar sobre un torneo por el que estaba emocionado; un partido entre los alumnos de primer año de su escuela media y alguien nuevo que podría no ser tan talentoso, pero estar igual de animado. Parecía demasiada coincidencia que ambos se unieran a la misma escuela secundaria, pero si sabe algo sobre los deportes, es que es difícil olvidar el pasado solo por el trabajo en equipo. Aún, tal vez voleybol es distinto del patinaje artístico.

      —Eso apesta —silbó Kyoga, sobando su nuca. Se giró a Kageyama y pinchó su mejilla como lo haría una madre regañando a su hijo—. ¡Kageyama, será mejor que arregles esto! Después de todo, ¡espero verte en la cancha conmigo algún día! Será mejor que vuelvas ese sueño una realidad antes que envejezca--.

      —Tienes 18, no 80, Kyo —le recordó Minako, tomando a Kyoga por el collar de su chaqueta. La Saito menor asintió la cabeza en despedida a los dos chicos de primer año antes de arrastrar a su hermano dentro del gimanasio, prácticamente tirándolo dentro antes que pudiera despedirse de Kageyama y Hinata—. Terminemos con esto.

      Cerró la puerta tras ella, sin percatarse cómo Hinata y Kageyama intentaron mirar dentro del gimnasio. Aún, ella estaba más enfocada en llevar al idiota de su hermano a su práctica y ayudar tanto como fuera posible. A pesar que ser una mánager era lo último que Minako quería hacer con su tiempo, prefiría intentarlo. Después de todo, nunca hacía las cosas a media y esta no iba a ser la excepción.

      —Oh, están aquí —se percató Daichi cuando las puertas se cerraron. Le sonrió a Minako, sabiendo que ella probablemente había arrastrado a su hermano después que se percató que Kageyama era uno de los posibles reclutas—. Gracias Minako por traerlo.

      Minako se encogió de hombro mientras amarraba su cabello—. Se estaba poniendo molesto. ¿Kiyoko-san no está aquí todavía?

      Sugawara sacudió la cabeza mientras rodaba el carrito del armario de almacenamiento—. No aún, pero tampoco los demás así que no pasa nada. Por cierto, ¿puedes decirles a tus enamorados que no vengan al gimnasio? ¿Sabes lo desalentador que es tener un montón de chicos pasar por aquí y hacernos creer que quieren unirse pero solo vinieron para ver si estás? En serio, incluso se le pedí a Ennoshita que trajera una cesta para poder guardar tus cartas de amor.

      —Oh, sí, eso me recuerda —Tanaka chasqueó los dedos antes de mirarla con malicia—. ¿Sabías que Iwakura de la clase 2-4 te escribió una también? Es sorprendentemente romántico, digo comparó tus ojos con--.

      —De acuerdo, eso es suficiente —interrumpió Kyoga, sobando su nuca de donde la chaqueta lo había tirado. A pesar de ser bastante pequeña, Minako tenía fuerza—. Lo último que necesito escuchar es cómo otros chicos ven a mi hermana. Me gustaría que todos mantengamos la imagen de mi fea y sucia hermana pequeña, por favor y gracias. Haría todo más fácil para el resto de nosotros.

      El resto del equipo rió. Si estuvieran en la posición de Kyoga, se sentirían igual. Cuando se trataba de Minako, todos sabían sus límites. Incluso así, aún la consideraban como a una hermana. Tal vez era porque todo lo que podían ver era a la hermana menor de Kyoga en lugar de a la chica tan raro como sonara.

      —Las guardamos en caso que estuvieras interesada —le dice Daichi, apuntando a la pequeña pila al lado del armario. La vio apretar la mandíbula antes de girarse y bajar su mochila.

      No era ningún secreto que Minako era lo que otros llamaban una devora-hombres. Mientras otros podían ver su indiferencia como fría y sin corazón, Daichi la veía como ser cautelosa. Minako no era tonta ni parecía el tipo que aludaba a cualquier chico que profesaba sus intenciones con ella. Ella era calculadora y analítica con todos. Era lo que la hacía una buena mánager, ella estudiaba sus patrones, sus límites y sus necesidades, y era rápida para adaptarse lo mejor posible.

      —No es necesario —respondió Minako cortamente. Le dio una sonrisa presumida—. Después de todo, no es como si necesitara una relación justo ahora. Además, tengo suficientes chicos a los que cuidar. Ustedes están muy cerca de hacerme perder todo el interés en los hombres.

      Kyoga solo le pudo sonreír con tristeza a su hermana. Para otros, lucía como esta chica dura que no tenía intención de depender en nadie más. Pero era porque una vez había dependido en alguien como si fuera un salvavidas que causó que se quemara tan mal. Él no sabe si ella podrá confiar en alguien otra vez, incluso en él, porque justo ahora su hermana no tenía intención de cometer el mismo error que antes.

      Tal vez algún día se permitiría depender en alguien como lo había hecho en el hielo.

      —Deberías haber visto a Daichi —le dijo Sugawara cuando los dos estuvieron lejos del campo de audición de los demás. El chico de tercer año le dio una sonrisa atrevida a la chica más joven mientras la ayudaba a empujar el carrito lleno de pelotas—. Por Hinata y Kageyama, el vice-director le habló después que fue golpeado por una pelota de voley. No ayudó que, después de eso, tus chicos vinieron a entregar sus cartas, haciendo que Daichi creyera que venían a aplicar para el club.

      Minako se encogió—. Yikes. ¿Estamos en problemas?

      —Afortunadamente, no —respondió Sugawara con una respiración de alivio—. Pero como resultado, tenemos el partido de los de primer año este sábado. Si Kageyama y Hinata ganan, pueden unirse al club, pero si pierden, Kageyama no puede ser armador mientras que Daichi esté en el club.

      —Entonces me estás diciendo que tengo que venir aquí un sábado.

      Sugawara arrojó la cabeza hacia atrás y rió—. ¿Eso es todo lo que escuchaste de lo que dije?

      Minako sopló un mechón de cabello de su rostro. Colocó sus manos sobre su caedera y le dio una sonrisa a Sugawara—. Supongo que tengo una excusa para los chicos que me invitaron a salir. "Perdón, estoy demasiado ocupada cuidando a mis chicos." ¿Crees que aún me querrán?

      —Ah, sí, yo y mis nueve chicos.

      Sugawara no se perdió la mirada de Minako hacia los demás. Tanaka estaba ayudando a cerrar las persianas mientras Kyoga y Daichi conversaban, probablemente actualizando al primero sobre lo que había pasado. Una pequeña sonrisa permanecía en su rostro, pero Sugawara sabía que no era por confort o felicidad, pero tristeza. Casi como si ella hubiera aceptado todo lo que estaba pasando o extrañando la normalidad de su vida pasada.

      No estaba seguro de cómo era su vida antes y, como el resto de los miembros en el equipo, no preguntaba. Cuales fueran los secretos que Kyoga y Minako escondían, eran suyos. Aún, Sugawara no podía negar que estaba agradecido de tener a Minako como mánager. Era un paso más del día que la habían conocido, cuando ella se rehuzaba a tener nada que ver con ellos. Pero no podía negar que no era egoísta en el sentido donde quería que ella se quedara con ellos por tanto como fuera posible. Sugawara la veía como a una hermana menor, alguien nueva que los apartaba de la rutina a la que estaban tan acostumbrados. Además, Kyoga sonreía mucho más con su hermana presente.

      El armador solo podía esperar que las cosas siguieran como estaban ahora. Con todos ellos juntos.

      Todos.



      Había algo casi único cuando se trataba de Daichi Sawamura. Minako notó que era como dos personas completamente diferentes dentro y fuera de la cancha. Cuando estaba fuera, era casi como el arquetipo del chico de al lado: confiable, amable y positivo. Siempre que él la veía en la escuela cuando no era durante las prácticas, él la saludaba y le preguntaba si estaba bien. Sin mencionar que Daichi siempre caminaba con ella y Kyoga después de las prácticas ya que vivían bastante cerca entre ellos. También había ido un par de veces a su casa y cuidado a Yua con Kyoga cuando sus padres se iban. Aún, al capitán de volleybol no le molestaba y jugaba con Yua con entusiasmo, incluso si la fiesta de té se estaba saliendo de control. Pero cuando estaba en la cancha era serio hasta cierto punto. Él era el pilar del equipo, alguien a quien el equipo se giraba cuando era difícil porque ¿cómo podían rendirse si él no lo había hecho? Era consistente en casi todo lo que practicaba, refinandolo a un punto donde parecía que solo podía volverse mejor. En cierta forma, Daichi es el atleta perfecto con la mentalidad correcta que le permitiría hacer lo que quisiera.

      A pesar que lo ha conocido por un par de meses, aún no podía entender su lógica. Claro, Daichi siempre había sido estricto con el equipo, pero cada acción en la que se decidía también tenía sentido en la mente de ella. Él los forzaba de forma razonable que los hacía trabajar más que nunca. Pero su severidad con Kageyama y Hinata era confusa.

      Aunque no tenía sentido intentar comprender las intenciones de Daichi. Después de todo, no era necesariamente su equipo del que necesitaba preocuparse. Cuando se trata de patinaje sobre hielo, normalmente solo necesitas confiar en ti mismo. Cuando se patinaje en parejas, las parejes necesitan confiar el uno en el otro. Ya fuera por los levantamientos o la sincronía que debían conjurar para los saltos o la secuencia con una consistencia perfecta. Había una diferencia en confianza, ya que si ella y su compañero no confiaban en el otro, él probabelemente la arrojaría al hielo.

      Igualmente, Minako no molestó en cuestionar a Daichi, al fin y al cabo, no era su lugar el hacerlo. Sabía meor que nadie que él tenía buenas intenciones con todo lo que hacía y que siempre tenía en cuenta la opinión de los demás. Asímimsmo, los resultados de los riesgos que tomaba usualmente eran buenos. Él único que tenía un problema con su última solución para hacer que Kageyama y Hinata trabajaran bien juntos era Kyoga.

      —Solo digo que podría haber jugado con ellos —se quejó Kyoga mientras Daichi le pasaba la bolsa blanca de papel con buns de carne. Los otros se habían ido más temprano mientras Kyoga se quedó para ayudar a Daichi a limpiar el lugar, lo que significaba que Minako no tenía otra alternativa a quedarse también. Como era usual, Daichi caminó de vuelta a casa con los hermanos Saito ya que sus vecindarios no estaban muy lejos el uno del otro. Se volvió una rutina para los tres volver juntos de la escuela (bueno, a veces excluyendo a Minako, porque ella no se levantaba para las prácticas matutinas).

     Daichi sacudió la cabeza y suspiró—. Lo último que necesitamos es que su emoción haga que te sobreesfuerces. Además, Tanaka probablemente puede lidiar con ellos mucho mejor que tú.

      — ¿Qué significa eso? —cuestionó Kyoga con una mueca mientras Daichi le pasaba a Minako otra bolsa de papel llena de buns de frijoles rojos sabiendo que ella no comía carne roja. Ella se lo agradeció en voz baja antes de tomar un bun y comenzar a comerlo, siendo cuidado para no quemarse la lengua con mordidas pequeñas.

      —Significa que eres débil y probablemente no podrás seguirles el ritmo —disparó Minako mientras abandonaban la tienda Sakanoshita. Ella saboreó la dulzura del puré de frijoles rojos mientras Daichi y Kyoga comían sus buns de carne—. Tu hombro aún duele de vez en cuando, ¿no?

      Kyoga guardó silencio, ignorante las miradas observantes de su mejor amigo y su hermana. No podía siquiera mentir sobre ello, incluso si quisiera. A pesar que sus palabras no eran más que amables, él no pudo evitar pensar que Daichi no lo puso en el juego del sábado con Kageyama y Hinata porque se había debilitado desde su accidente. Pero Kyoga lo conocía mejor, sabíaq ue la realidad era porque quería darle más tiempo a Kyoga para curarse y practicar a solas antes volver a jugar tanto como acostumbraba.

      —No tanto —suavizó Kyoga, tomando su segundo bun. Lo apuntó a Daichi, que sacudió la cabeza hacia sus palabras—. ¡Oh, vamos! ¡Lo juro! Me conoces, no mentiría sobre esto.

      Minako empujó a su hermano gentilmente, que estaba entre ella y Daichi. Ella rió mientras Kyoga farfulló en sorpresa antes de tropezar, intentando detenerse a sí mismo de caer sobre su rostro. El capitán de voleybol no pudo evitar la sonrisa en su rostro ante la visión. No habían muchas ocasiones en las que Minako se expresaba abiertamente como justo ahora. Usualmente era debido a Kyoga que actuaba así. Era raro verla sin la duda escrita en su rostro o la seriedad que la hacía lucir más madura de lo que es.

      Linda, es lo que pensó al apartar sus ojos de ella, forzándose a sí mismo a morder su bun para esconder la sonrisa en su rostro.

      —¿Eso está bien, Daichi? —el capitán salió de su cabeza antes de encarar a Kyoga que acababa de hablar. El bloqueador central frunció el ceño en confusión ante la cara de su amigo—. ¿Estás bien? Parece ido.

      Incluso Minako lucía preocupado por él. Daichi se giró para ocultar sus mejillas enrojecidas, fingiendo una tos como excusa de su acción—. Lo siento, solo estoy cansado. ¿Qué decías?

      —Kyoga va a encontrarse con Yori después de las prácticas de mañana para otra cita estúpida —se mofó Minako, ni siquiera intentando esconder su molestia con la novia de su hermano. Su mandíbula estaba apretada y sus labios estirados en una fina línea—. Te está pidiendo que me acompañes de vuelta a casa mañana porque su cerebro del tamaño de un maní cree que me voy a perder a pesar que he estado caminando de vuelta a casa con él por casi un año entero.

      —Aún tienes problemas leyendo kanji —discutió Kyoga mientras los tres se detenían frente a una luz roja. Se giró y se paró frente a ellos antes de señalar la señal de tráfico sobre ellos fránticamente—. ¡Probablemente no puedes leer eso! Y si te pierdes, es mi culpa, y papá va a enojarse.

      Daichi lo observó sin expresión, casi como si no pudiera creer sus palabras—. Tu casa no está tan lejos de la escuela, e incluso si se pierde, estoy seguro que podrá encontrar el camino de vuelta en un par de minutos.

      Minako cruzó sus brazos sobre su pecho, torciendo la cabeza a un lado en dirección a Daichi—. Ya veo, incluso él sabe que no soy una idiota. Voy a cumplir 17, no 7.

      Kyoga farfulló sin poder creerlo mientras Daichi y Minako pasaban a su lado y siguieron caminando el minuto en que la luz se tornó verde. Él se apuró para alcanzar—. ¡Ni siquieras has estado en Japón un año aún! ¿Quién sabe qué puede pasarte? ¿Qué si te secuestran? ¿O si un desconocida te molesta--?

      —Vivimos en Miyagi, no la ciudad —señaló Daichi antes de mirar por sobre su hombro para mirar a Kyoga. Suspiró y le sonrió a su amigo—. Acompañaré a tu hermana de vuelta a casa si eso hace que dejes de preocuparte tanto.

      Minako rodó los ojos antes de bufar—. ¿Entonces no tengo permitido decir nada? ¿Qué si tenía planes después de las prácticas o algo? ¿Eso significa que Daichi-san también vendrá?

      —Eso significaría que tienes amigos, Miko-chan —cantó Kyoga, burlándose, antes de tocar su nariz. Él colocó su brazo alrededor de los hombros de su hermana y, a pesar que ella lo miró mal, tampoco lo empujó—. ¿Sabes? Si tuvieras novio, podrías ir en una cita doble con Yori y yo.

      —Eso requeriría que te agrade alguno de los chicos que me invitan a salir —Minako le recordó con un tono de obviedad. Su nariz entonces se arrugó ante la idea—. Y que a mí me importe una mierda alguno de ellos.

      Daichi no podía imaginar a Minako saliendo con nadie. No por decir que no era bonita, pero siempre parecía tan independiente que la idea de ella yendo en citas, estar en una relación, todo lo que parecía tan normal en una relación, era casi inimaginable. Los chicos que intentaban conquistar a Minako no tenían las intenciones correctas en su opinión. Simplemente querían presumirla, no porque querían estar con ella y tratarla como su igual. En sus ojos, Minako era esta cosa preciada que nadie podía tocar, y por tener "posesión" de ella, podrían ser vistos como importantes y poderosos.

      El capitán aclaró su garganta, tomando a Minako y Kyoga con sus guardias bajas. Percatándose que habían colocado a Daichi en una situación incómoda, Kyoga se rascó la nuca y le dio una mirada de disculpas a lo que Daichi sonrió en respuesta. A pesar de haber escuchado sus discusiones muchas vecs, no estaba acostumbrado a la infantilidad de Kyoga o el hábito de Minako de dejar de usar honoríficos cuando se refería a su hermano mayor. Pero no significaba que lo molestaba.

      Eran divertidos.

      —Uno de los chicos del equipo de soccer me invitó a salir hoy —habló Minako, su tono frío y desinterasado. Ambos chicos giraron sus cabezas y la miraron con incredulidad—. ¿Qué? Fui buena y no le dije nada malo. Solo dije "no, gracias" y me fui. Fui amable.

      —Supongo que el equipo de soccer también va a odiarnos —suspiró Kyoga dramáticamente—. ¿Qué deberíamos hacer?

      —¿Fuiste buena? —le preguntó Daichi es casi un tono de regaño. En algún momento del último año escolar, un chico del equipo de beisbol se le había confesado a Minako en el medio del pasillo solo para que ella lo rechazara frente a tantos otros. El capitán del equipo de beisbol siempre los miraba mal cuando tenían que correr alrededor del campo para calentar.

      Minako, acostumbrada a los hábitos como paternales de Daichi, rodó los ojos y asnitió antes de responder—. Sí, papá, por supuesto. No te preocupes, Daichi-san, no hice nada malo.

      —¿Qué puedo decir? Es el encanto Saito —presumió Kyoga, alzando las cejas sugerentemente. El molesto bloqueador central incluso flexionó sus músculos.

      —No es el "encanto Saito", es ser media-blanca y que todos crean que eres hermosa porque luces exótica —espetó Minako con honestidad, sin molestarse en suavizar la verdad. Se encogió de hombros—. Creo que es estúpido, pero vivimos en buen y viejo campo donde la gente no son expuestos a criaturas como nosotros.

      La expresión de Kyoga era casi dolorosa. Daichi no podía culparlo. A partir de lo que había escuchado de su infancia, probablemente habían sido sujetos a miradas y susurros porque no lucían completamente japoneses. De acuerdo a Kyoga, Minako lo tenía un poco más fácil ya que ella lucía más japones que europea. Él, por el otro lado, recibió menos que su hermana porque lucía menos japones que ella. Kyoga se había acostumbrado a ello después de vivir en Miyagi por tanto tiempo, pero a Minako no podía importarle menos.

     Caminaron el resto del trayecto en silencio, pero era uno cómodo. Fue una sorpresa para Minako lo fácil que se había acostumbrado a la presencia de alguien más además de Kyoga. Y para los chicos, era un nuevo cambio. Desde la secundaria y, cuando se unieron juntos al club de voleybol, Daichi y Kyoga siempre habían regresado juntos ya que vivían cerca. Creció de charlas sobre las prácticas a clases e incluso chicas, pero nunca había silencio. No hasta Minako. Pero Daichi no podía ver que no disfrutaba el nuevo cambio, era pacífico y casi relajante no tener nada por lo que preocuparse.

      Incluso Kyoga parecía gustarle el nuevo cambio que había traído de su hermano. Tal vez era porque Minako era más madura que ellos (aunque también podía ser que a ella no le interesaba ser parte de sus conversaciones sobre idols y si sus remates eran débiles) o podía ser porque no se sentían cómodos conversando si ella no participaba.

      No pasó mucho para que alcanzaran el punto de separación, el parque local donde su familia pasaba casi todos los fines de semanas jugando con Yua. Pero Minako podía contar las veces que tuvo que ayudar a empujar a Kyoga por la entrada del pequeño tobogán o las veces que él le rogó que lo empujara en los columpios para que pudiera intentar bajar saltándose. Incluso habían veces en las que Daichi tenía reuniones de voleybol para los estudiantes de tercero en ese parque, a lo que Minako nunca iba y solo se dirigía a su hogar.

      —Nos vemos mañana en la mañana —Kyoga sacudió su mano hacia su amigos mientras él y su hermana comenzaban a caminar para atrás—. ¡Te debo una!

      Daichi rió mientras también agitaba su mano—. Será mejor que no llegues tarde a las prácticas de la mañana. ¡Nos vemos!

      Minako regresó el gesto, demasiado cansada como para responder. Ella y Kyoga ralentizaron el ritmo y esperaron a que Daichi doblara la esquina antes de oficialmente tomar el camino de vuelta a casa. Pero antes que ella pudiera girarse, Kyoga la tomó por el cuello de su sweater y la detuvo.

      Ella se encogió ante el tiro repentino contra su cuello e hizo una mueca antes de golpear sus manos para que la soltara—. ¿Qué te pasa? Estoy cansada, solo quiero ducharme e ir a la cama.

      Kyoga sonrió antes de traer su mochila al frente y abrir el cierre. Buscó por unos segundos, pero pronto, sacó un par de patines sin tocar que habían estado en el fondo de su armario. Era su par más nuevo, uno que no llegó a amoldar antes de accidentarse. Tenían pequeños rayones y marcas, pero las guardias blanco perla de los patines estaban envejeciendo.

      Los ojos de ella estaban cautivados con sus patines, y su corazón latía tan rápido que creyó que se le saldría del pecho. Con sus manos extendidas, se acercó a los patines, pero dudó y tornó sus ojos a su hermano mayor.

      —¿Qué haces con eso? —preguntó Minako con una voz pequeña—. ¿Cuándo los tomaste?

      Kyoga se encogió de hombros mientras volvía a cerrar la mochila y colocaba los patines sobre las manos de Minako—. Los tomé cuando estabas en el baño esta mañana. Supuse que no los buscarías de todos modos, así que los tomé. ¿Y no es obvio? ¡Vamos a ir a patinar!

      —Kyo... son las ocho. Mamá y papá nunca nos dejarán salir, y es un viaje de como media hora en el bus hasta la pista más cercana —contó Minako mientras sus manos se aferraban a los patines con tanta fuerza que su piel palideció por la falta de circulación de sangre—. ¿...Por qué? 

      Kyoga sonrió con tristeza.

      —Has estado aquí para mí un buen rato ya —admitió Kyoga mientras su mirada se posaba sobre el suelo con vergüenza—. Diablos, se suponía que volverías a Francia en el invierno, pero te quedaste porque tuve un accidente estúpido. Te volviste la mánager del equipo en el que estoy y sigues aquí. Sé que estas malgastando mucho tiempo por estar aquí, y sé que ni siquiera puedes practicar, y sabemos que tu carrera de patinaje sobre el hielo es mucho más importante que un tonto club de voleybol.

      >>Supongo que también es mi forma de disculparme por mimarte y abandonarte mañana por una cita —continuó Kyoga, levantando la cabeza. Sonrió y le mostró su pulgar alzado—. Soy un buen hermano mayor, ¿no? Ya llamé a papá y le avisé. ¡Estuvo de acuerdo y dijo que probablemente necesitas descargarte!

      Minako solo observó a su hermano, insegura de qué decir. No eran un par de hermanos tradicionales. Ella había estado lejos por años con los encuentros ocasionales en las vacaciones, pero además de eso, ellos no eran exactamente tan cercanos como se esperaría. Pero había esta confianza no mencionada que tenían el uno con el otro, una compresión que nadie, ni siquiera ellos mismos podían descifrar.

      Ella asintió, girándose y comenzando a dirigirse a la parada del bus—. Será mejor que vayamos antes de cerrar. Quiero al menos media hora para ver si puedo hacer un triple lutz o al menos un triple salchow.

      Kyoga asintió y sonrió antes de seguir a su hermana, que ya estaba caminando más rápido con un salto acompañando sus pasos. Tal vez no eran hermanos tradicionales, pero su relación se basaba en entender al otro más de lo que alguien más podía hacerlo. Ella es su hermana menor, a quien debe proteger, su responsabilidad. Tal vez ahora mismo no es el mejor hermano mayor, tal vez no ha hecho lo suficiente por ella mientras que ella había hecho más que suficiente por él. Pero no había nadie más que entendía su amor y necesidad por el patinaje sobre el hielo como él.

      —¡Sigue usando términos que no conozco y solo voy a llamarlos tres saltitos giratorios!

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