𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄. Doe-Eyed Girls
𝐓𝐑𝐄𝐒. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
Chicas con Ojos de Muñeca
El registro demuestra que Minako siempre da todo en lo que sea que haga. Incluso de joven, la idea de la perfección estaba gravada en su cabeza. No era algo en lo que sus padres habían insistido, ellos solo querían que sus hijos se divirtieran en todo lo que hacían. Pero tal vez su mentalidad de ganadora vino de mirar los viejos videos de su padre él era un patinador. Ver a Basile Clavette en su mejor momento, patinando y haciendo lucir cada salto y secuencia tan simple y agraciada, era algo algo que quería replicar lo mejor posible. Al mismo tiempo, Minako no quería que el nombre de su padre cargara con su peso. Si iba a ser la mejor, quería que fuera porque era la mejor, no porque su apellido la seguía. Hasta ahora, Minako se las había arreglado para hacer justo eso. Ganó casi todas las competencias en las que había participado, tenía más trofeos y premios de los que sus padres podían guardar, y dedicaba su vida al deporte que la hacía sentir más viva que el propio acto de respirar.
A pesar que no podían quedarse en la lista de hielo por más de una hora (los dos estaban muy agradecidos que el dueño les haya permitido quedarse con la promesa que su padre vendría a visitarlos pronto), no descansó ni un minuto. Aunque Kyoga le ofreció su asistencia al quedarse en el hielo por un rato para asegurarse que no se lastimara, eventualmente se fue a las gradas, observando el rostro arrugado de su hermanita con tanto concentración mientras patinaba sus viejas secuencias.
Y los pequeños moretones que decoraban sus piernas eran un recordatorio de que no estaba donde solía estar. Minako ni siquiera intentó un salto y eso no pasó desapercibido por Kyoga. En el fondo de su mente, no había duda que seguía temiendo caer. Hay un trauma que la sigue, el miedo que impactará contra el hielo y se romperá dentro. O peor. Tal vez no perfeccionar los saltos que cargaban si nombre en el mundo del patinaje simplemente mostraría que no era quien solía ser, que ya no puede serlo.
Aún, estar de vuelta en el hielo le daba a Minako paz mental y la hacía sentir tranquila. No pasó desapercibido por los demás, especialmente Kiyoko que notaba el pequeño salto en su paso.
—Minako-chan, tus piernas —Kiyoko observó mientras las dos chicas se volvía a colocar el uniforme de la escuela—. ¿Estás bien?
Minako bajó la mirada y notó los pequeños moretones morados que se alineaban a los lados de sus rodillas. Con el uniforme de la escuela, podía ocultarlas con sus medias altas al igual que con la ropa de gimnasia que ella y Kiyoko usaban durante las prácticas. Pero ella no pensó mucho al respecto cuando se estaban cambiando. Se había caído un par de veces la noche anterior cuando intentó mantener el ritmo de una secuencia rápida con giros. El último giro requería que subiera la pierna tanto cómo podía desde atrás mientras giraba a una velocidad ridícula. En su defensa, no había estirado apropiadamente en años y no fue sorpresa que se cayera un par de segundos desde de intentarlo.
—No es nada. Estaba jugando con Yua anoche y se puso salvaje —Minako mintió fácilmente mientras subía las medias hasta su rodilla. Arrojó su cabello tras su hombro al colocarse su abrigo—. No podía dormirse así que me quedé con ella.
—Lucen dolorosos —comentó Kiyoko al colocarse sus gafas.
—Na, en lo absoluto —rió Minako—. No son nada. ¡Estoy bien!
Kiyoko asiente, aunque insegura de si confiar o no en el juicio de Minako. Aún, las dos se refrescaron y dejaron el cambiador de chicas para dirigirse a clases antes que sonara el timbre. Era extraño ver a Minako uniéndose a sus prácticas de la mañana y nunca la habían culpado por ello tampoco. Kiyoko no siempre estaba disponible para unirse tampoco, pero asistía más que la menor.
Siempre que los chicos (menos Tanaka y Nishinoya) la veían, le sonreían y celebraban como si hubieran ganado la lotería para llevar una sonrisa a su rostro. Pero en su intento de hacerla reaccionar, Minako nunca hacía más que rodar los ojos o hacer una mueca que no tenía ninguna mala intención contra ellos. Pero incluso Tanaka y Nishinoya se sentían un poco más alegres de lo normal cuando ella estaba allí, principalmente porque provocarla era divertido, y porque a veces ella practicaba con ellos mientras que Kiyoko se rehusaba.
Minako no iba a mentir, ser mánager no era tan malo como había creído que sería. Por la mayor parte, su trabajo era bastante fácil, simplemente atender a los chicos no era un gran problema. Los únicos momentos en que se volvía duro era cuando Kiyoko tenía que irse de la escuela para hacer mandados como comprar más chaquetas y jerseys, ordenar más suplementos, y arreglar para partidos de prácticas. Sin mencionar que no eran los peores con los que estar. Diablos, Ennoshita la ayudó a estudiar para sus finales el semestre anterior porque estaba desaprobando literatura japonesa. Y Nishinoya y Tanaka asustaron a un chico que no tomaba el no como respuesta. Era seguro decir que ellos no dudaban en lo más mínimo cuando se trataba de ayudarla.
Después que ella y Kiyoko tomaron caminos separados para sus clases, la mánager más joven intentó formular un horario para el día.
Hoy era el día de la cita de su hermano, lo que significaba que volvería a casa con Daichi. No que le molestara, pero no ayudaba que aún había un poco de incomodidad siguiéndolos siempre que estaban solos. El hecho que ambos eran seres ligeramente introvertidos no facilitaba las cosas. Pero no eran cercanos, al menos, habían otros chicos en el equipo con los que ella se sentía mucho más cómoda. Como los chicos de segundo año o Suga (en la extraña ocasión en que él no está molestándola), y con ellos era mucho más sencillo.
Pero sin importar qué tan cercana se vuelva al equipo, Minako se rehusa a dejarlos saber sobre su doble vida. En Japón, ella es Minako Saito, la hermana del chico encantador por el que las chicas se derriten porque es medio europeo. Era la sombra de su luz, regodeándose en la tranquilidad que su vida le ofrecía. Nunca comete errores; aunque suene extremadamente engreído, es cierto. En Francia, ella es otra persona. Es Manon Clavette, una extraordinaria patinadora artística con una pasión y elegancia nunca antes vista. Pero esa caída, ese accidente, fue su primer gran error por el que se culpa una y otra vez.
Lo último que necesita es que ellos la vean como alguien rota. Justo ahora no la ven así, solo es la hermana de Kyoga y estaba más que bien con eso. Mantener esas dos identidades, esas dos vidas, separadas es esencial para descifrar sus prioridades. Cuanto más compliquen sus planes, más difícil será distinguirlos.
Sin importar cuando se apegue, sin importar qué tan amigos sean, nada cambiará el final. Minako vivirá si vida y se quitará la piel falsa con la que se cubrió por meses. Regresaría a la gloria bajo el nombre Manon, se olvidaría de los pequeños recuerdos que hizo en Miyagi con estas personas, y continuaría como si nada hubiera cambiado. Se alzaron de las cenizas aunque los demás no lo quisieran.
No es ningún secreto que necesita practicar. Minako planea dirigirse a la pista de hielo después del pequeño partido para practicar sus saltos. Pero por el resto de la semana, la mánager de segundo año duda que tendrá tiempo para ir. Claro que es para eso que tiene su spinner y los patines. Aunque no sería tan satisfactorio como el hielo, no hay tiempo para malgastar.
—Llegaste tarde —notó Tanaka mientras Minako se sentaba a su lado. Él bostezó y estiró sus brazos tras su cabeza antes de colocar una pierna sobre su escritorio—. ¿Hiciste la tarea de inglés? Intenté hacerla--.
Minako no dijo nada al tomar su tarea de su mochila y pasársela. Tanaka le sonrió y, antes de tomarla, le dio un saludo—. ¡Eres la mejor! Te voy a comprar buns de carne o algo después de las prácticas. Pero solo uno porque estoy en bancarrota.
—Qué atento —musitó Minako, colocando su mochila en el colgante al lado de su mesa—. Pero no puedo. Primero, no como carne roja; y segundo, Daichi tiene que llevarme a casa después de las prácticas porque Kyoga tiene una cita con Yori.
—¿Por qué Daichi-san?
—Porque vivimos cerca, y porque Daichi es el único confiable en el equipo —señaló Minako—. Seguido por Ennoshita, obviamente. Dios, va a ser tan incómodo.
—¿Por qué? —cuestionó Tanaka mientras rápidamente copiaba las respuestas—. Kyoga y él son cercanos, ¿no?
—Sí, Kyoga y él, no él y yo —aclaró Minako mientras tomaba el cartón de leche cerrado del escritorio de Tanaka antes que él protestara. Ella le dio un sorbo antes de suspirar—. Es raro. Por alguna razón es súper protector conmigo. Digo, ustedes también, pero nosotros estamos forzados a estar juntos porque estamos en la misma clase y todo eso.
—¿Y? Lo ves tanto como a nosotros.
—Supongo —murmuró Minako mientras Tanaka recuperaba su leche—. Solo me siento mal porque él es tan vergonzoso conmigo. Como si estuviera obligado a estar conmigo, lo que en parte es cierto ya que Kyoga casi lo obligó a acompañarme como si fuera su responsabilidad o algo.
—No, él es más amable contigo —razonó Tanaka y la apuntó con su bolígrafo—. ¿Quieres que te grite igual que como nos grita a nosotros? Él nunca te grita.
—Puede que sea porque soy chica.
—Deja de discutir conmigo. ¿Puedes aceptar el hecho que no eres una mala persona?
—No, especialmente cuando eres tú quien me está dando cumplidos.
—Bueno, alguien tiene que hacerlo —sonrió Tanaka.
Mientras él continuaba copiando su tarea, ella miró por la ventana. La escuela pública no era tan mala como había creído que sería. Ciertamente no era tan aburrida como la escuela online (aunque hacer trampas era mucho más sencillo) pero Minako no corría hacia la pista de hielo en la tarde como normalmente lo haría. Sin mencionar que no había tantas personas tan dedicadas como ella al patinaje. Por ejemplo, su antiguo compañero tenía las mismas horas que ella. Aunque nuevamente, él siempre había sido más social que ella en más de una manera.
Pero además de eso, ella tenía que acostumbrarse a muchas cosas como almorzar con los otros. En casa, ella tendría un pequeño bowl de pasta con su abuela antes de ir a practicar. Ahora, Minako estaba comiendo bentos con Kyoga y sus compañeros de equipo, regañando a Tanaka cada vez que hablaba con la boca llena, robándole galletas a Suga, y yendo a las máquinas expendedoras con Ennoshita, Kinoshita y Narita para comprar yogurt o té. En cierta forma, ellos se habían vuelto en más que solo los compañeros molestos de su hermano, y ahora eran amigos (aunque nunca lo admitiría frente a ellos).
Aún así, había algo a lo que Minako no se había acostumbrado y eso era hablarle a gente nueva. Si fuera posible, Minako elegiría solo hablarle a su hermano y sus compañeros de equipo ya que son los únicos individuos a los que le habla y se permite sentirse cómoda. En su opinión, el resto de la escuela podía irse a la mierda por todo lo que le importaba. No era del tipo que intentaba hacer nuevos amigos, después de todo, no tenía sentido cuando ella planeaba dejar todo por Francia. Por supuesto que ellos no lo saben y ella decida que se ofendan por haberle ocultado el secreto. Después de todo, primero son los amigos de Kyoga, después los de ella. Para ellos, Minako probablemente solo es la hermanita molesta y malhumorada de su compañero.
No podía culparlos. Ya que Minako irrumpió en sis visas tan abruptamente air ellos ni siquiera tuvieron tiempo para estudiar sus intenciones o su carácter.
Es mejor si nadie sabe, Minako musitó para sí. Una triste y suave sonrisa floreció en su rostro. Con su barbilla reposando sobre la palma de su mano, ella nuevamente observaba en blanco a través de la ventana. Mientras la estudiante de segundo año extraña su vieja vida, no puede negar que sigue teniendo una pizca de miedo en la cárcel de su frío corazón. Miedo porque nunca alcanzará la gloria que una vez tuvo en sus manos. Miedo por, sin importar lo que haga, nunca podrá regresar a ser quien alguna vez fue.
Es mejor así.
—¡Manon! —Minako giró la cabeza ante la mención de su nombre, sus ojos abiertos y su boca caída. De pie bajo el marco de la puerta había una chica desconocida a la que le faltaba la respiración y lucía emocionada por ver a Minako a pesar que ésta nunca había visto a la chica en su vida. Sin mencionar que ella era lo única chica en todo Miyagi (hasta donde ella sabía) que la conocía como Manon en lugar de Minako. De repente, todas las miradas estaban sobre la desconocida frente a toda la clase. Murmullos y curiosidad se alzaron mientras intentaban descifrar quién era o a quién buscaba.
Sin pensarlo dos veces, Minako se levantó de su asiento y apuró el paso hasta la chica que la miraba con admiración. Sin mediar palabra la llevó al pasillo y cerró la puerta de su salón, no queriendo que alguien intentara espiar su conversación. Minako incluso tomó a la chica por la muñeca para llevarla hasta el final del pasillo para ocultar a ambas. Su corazón latía contra sus oídos, tan alto y poderoso que sintió que iba a salirse del pecho. Pensamientos sin fin corrían por su mente con todas las posibilidades de lo que podía estar pasando.
No le había dicho a nadie sobre ser Manon, y está más que seguro que Kyoga nunca compartiría la información sin su permiso.
Así que la pregunta es: ¿cómo?
Cuando finalmente alcanzaron un corredor vacío y silencioso, Minako soltó la muñeca de la chica. Sin molestarse porque Minako la arrastrara, la chica sonrió brillantemente como si Minako fuera una deidad que cumpliría todos los deseos en el mundo. Estaba demasiado expectante con Minako que no procesó la completa frustración en el rostro de la mayor, casi como si las estrellas en sus ojos la cegaran de todo.
—¡Eres Manon! —exclamó la chica con entusiasmo. Minako rápidamente la calló y presionó un dedo contra sus labios antes de mirar alrededor para asegurarse que nadie estaba cerca.
—No sé quién eres, pero mi nombre es Minako, no Manon —susurró Minako con dureza, el tono de su voz no logrando apaciguar a la joven—. Digo, sí es mi nombre, ¡pero no aquí!
—Oh, ¡bueno! Eres Minako A.K.A. Manon —la desconocida susurró el último nombre. Requirió toda la convicción de Minako para no golpearla—. ¡Mi nombre es Seina Arashima! ¡De primer año!
—Mira, no sé qué es lo que quieres de mí, pero--.
Seina de repente se dobló en un ángulo de noventa grados, sus manos dobladas frente a ella, y una expresión de seriedad en su rostro—. ¿Me enseñarías y me ayudarías a pasar mi prueba de Patinaje Libre Junior?
Minako se encogió ante el pedido. Así que es una patinadora, se percató. Sabe que soy una patinadora de dúo, "en rehabilitación", que no estuvo activa la última temporada, ¿cierto? Sin mencionar que no estoy cualificada para ser un coach en lo absoluto.
Para Minako, era claro que la chica no había estado patinando por mucho tiempo o no había patinado en competiciones. Uno, cualquiera que era serio con la competencia buscaría un coach de verdad, no alguien como ella. Sí, Minako tenía trofeos y medallas como evidencia de su lugar en el mundo del patinaje. Pero es bien sabido que Minako es egoísta y no tiene ni la más mínima certificación como coach. Sin mencionar que es una patinadora en pareja, no sería de ayuda a alguien que probablemente patina en singular.
Diablos, esta chica tiene una mejor oportunidad yendo sin entrenador en lugar de pedirle ayuda a ella. Minako era una persona codiciosa y apenas tenía tiempo para cuidarse a sí misma como para ayudarla. Además, Minako ni siquiera estaba segura de si ella misma tiene un coach. No ha decidido cuando volverá a Francia y si aún tendrá un entrenador. Después de todo, su coach no era necesariamente suyo, sino que Matthis y sus padres le habían pagado. Hablando de Matthis, Minako no sabía si seguían siendo compañeros técnicamente. Después de todo, se lastimó después de que la descubrió engañándola (claro que solo habían estado saliendo por un mes, pero aún dolía) y se lastimó justo antes del comienzo de la temporada incapacitándolo de participar.
—¿Minako? —nunca pensó que estaría tan agradecida por ver a Daichi. El capitán del club de volleyball paró en el medio de su caminata por las escaleras y lucía intrigado. No todos los días veía a una chica bajando la cabeza frente a Minako, quien había vuelto su misión no oficial el evitar a todos—. ¿Todo está bien?
Daichi se sorprendió un poco cuando Minako caminó hacia él con rapidez, una sonrisa apretada en sus labios mientras asentía. Le daba la espalda a la otra chica, ni siquiera importándole que no le había respondido apropiadamente. Aún, le tomó por sorpresa que ella usara su llegada como una excusa para evitar a la chica. Cualquiera fuera el problema, fue suficiente para hacer a Minako Saito alejarse de la confrontación.
—Todo bien —le respondió. Minako volvió a girarse a Seina y le dio una pequeña sonrisa—. Mi respuesta es no, por cierto. Lamento si creíste que tendría el tiempo o la capacidad para ayudarte. Ya estoy ocupada con el equipo de volleyball.
Seina levantó la cabeza y frunció el ceño. A pesar que lucía como que tenía más por decirle, rápidamente se detuvo. En su lugar, Seina enderezó su postura y le dio una gran sonrisa antes de asentir—. Volveré y te preguntaré después de clases. ¡Que tengas un buen día, Minako-senpai!
Oh, genial, es de las súper entusiastas, Minako pensó con sarcasmo. Seina bajó la cabeza en dirección a ambos como despedida antes de bajar las escaleras para seguramente dirigirse de vuelta a su salón. Antes que Minako pudiera decirle a Seina que no volviera, ella ya se había ido, evitando que ella siquiera procesara lo que le había dicho. Chasqueó la lengua, molesta.
—Luces molesta —notó Daichi mientras Minako apoyaba su frente contra la pared—. ¿Es un buen momento o...?
—Está bien —suspiró Minako, separándose de la pared para darle una pequeña sonrisa—. Entonces, ¿qué te trae aquí? Hasta donde sé, Ryu todavía no hizo nada estúpido.
—Nunca sé con él —musitó Daichi mientras permanecía de pie en el lugar al lado de ella, sus brazos cruzados contra su pecho—. Solo quería decirte que, si aún no estás de acuerdo con que te acompañe a tu casa, puedo decirle a tu hermano que lo hice.
—Algo me dice que, aunque diga que sí, Kyoga nunca te creería —musitó Minako al colocar sus manos en los bolsillos de su abrigo. Tomó una pieza de su dulce sabor leche de frutilla y se lo ofreció a Daichi—. Además, no eres tan molesto como lo hago parecer.
Daichi aceptó el dulce, ofreciéndole una sonrisa como agradecimiento—. Me alegra saber que no te molesto.
—Bueno, no has exactamente hecho algo para molestarme, así que por ahora estás a salvo —lo molestó gentilmente—. Solo, por favor, deja de ser tan vergonzoso. No sé si estás siendo tan formal porque cuando nos conocimos estaba en una silla de ruedas o porque te doy lástima.
—No me das lástima.
—Qué bueno. Porque ya estoy bien —dijo Minako, sus ojos se apartaron de él y aterrizaron en la pared frente a ellos—. Pero... gracias, supongo. Por intentar y todo.
A pesar que ella hablaba con una voz suave, Daichi podía detectar la sinceridad en sus palabras. Tal vez había estado siendo sobreprotector con ella, pero recordar haberla visto en una silla de ruedas encendió muchas preguntas que seguían sin respuesta. Él y el resto del equipo respetaban la privacidad de su familia y nunca incomodaron a Minako y Kyoga.
Como el resto del equipo, Daichi primero vio a Minako como esta chica con ojos de muñeca que era demasiado frágil para este mundo. No era solo la silla de ruedas que daba esa impresión, pero el aura que la envolvía como una capa. Poco sabían que ella era un lobo disfrazada de oveja. Su ferocidad la hacía salvaje, tan independiente de todo. La libertad con la que vivía su vida fue lo hizo a muchos cuestionar a la chica en su primer encuentro. Minako era más que capaz de cuidarse, nunca se echaba atrás ni estaba asustada de nada.
Sin embargo, él no podía evitar ver que aquellos ojos no habían cambiado desde el día en que la conoció. Sí, ella tenía esta presencia indomable, este salvajismo sin límites que la volvía tan impredecible. Pero aquellos ojos de muñeca seguían allí incluso hoy.
Hay algo triste en sus ojos, y eso no ha cambiado incluso si todo lo demás estaba curado.
—Minako —los dos giraron sus cabezas hacia el salón de Minako, dónde Tanaka asomaba la cabeza tras la puerta. Él saludó a Daichi, a lo que su capitán devolvió el gesto—. La clase está a punto de empezar. Apúrate.
—Ya voy —respondió Minako al empujarse lejos de la pared contra la que se estaba apoyando. Antes de alejarse, le dio a Daichi una pequeña sonrisa y una pequeña inclinación de su cabeza como despedida—. ¿Te veo en las prácticas?
—Sí. Te veo entonces.
Incluso cuando ella sonreía, sus ojos seguían tristes, pensó él para sí mismo mientras subía las escaleras hacia su salón.
Habían muchas cosas a las que Minako aún no se había acostumbrado por completo desde su retorno a Miyagi. Ya conocía el shock cultural que había experimentado cuando se mudó a Lyons. Por ejemplo, dejó de dar una reverencia cada vez que conocía a alguien por primera vez y cambió a estrechar las manos o intercambiar besos en las mejillas con los que ya conoce. Se acostumbró a que la hora de la comida fuera más extensa de lo usual y a no tener arroz con cada comida - los primeros par de meses fue difícil cuando su desayuno no era natto y arroz, sino que fruta y yogurt (raremente se le permitía comer cosas horneadas porque su abuela decía que los carbohidratos no son buenos para su regimen de entrenamiento, lo que apesta.) Minako no se había ajustado al desayuno salado que comía cada día o a cómo saludar, y a beces tenía problemas con los honoríficos.
La ciudad en la que vive también cambió. Incluso antes de atender Karasuno, había vivido lo suficiente en el área para conocer las tiendas y los parques. Pero al regresar se percató que mucho había cambiado durante el tiempo que no había estado. Muchos amigos que solía tener iban a diferentes escuelas en Miyagi, algunos incluso se mudaron a un región distinto sin mucho más que un adiós. Aunque nuevamente, Minako no puede exactamente culpar a nadie. Descubrió que una de sus marcas favoritas de chocolate ya no estaba a la venta. Por sobre todo, ahora tiene una hermanita con la que necesita conectar. Sus días de ser la bebé de la famlia ahora fueron reemplazados por la carísmatica Yua que tenía a todos besándole los pies.
Pero hoy en día, Minako creó una rutina para sí misma. Sus días primordialmente consistían en ir a la escuela, mucho entrenamiento fuera del hielo, y actividades del club de volleyball. Y aunque dudaba en aparecer la mayoría de los días, no era tan malo como había pensado que sería. Incluso si significaba observar a chicos sudados jugar volleyball por horas mientras ella se quedaba a un lado, intentando terminar su tarea.
Mientras los chicos estiraban, Minako estaba coleccionando las botellas para llenarlas con agua. Aunque usualmente espera a que Kiyoko llegue al gimnasio para poder hacerlo juntas, Minako quería alejarse del equipo antes que intentaran involucrarla en el estiramiento. Y aunque no le molesta tanto, lo último que quiere es que el equipo le pidan practicar recibir los saques (especialmente porque Kyoga reveló que solía forzar a Minako a hacerlo cuando eran niños y, con el tiempo, se volvió media-decente).
—¡Hola! —oh no. Minako giró la cabeza del montón de botellas que ella y Ennoshita habían juntado hacia la puerta. De pie estaba nadie más y nadie menos que Seina Arashima en un traje de una pieza (probablemente porque iba a la pista pronto) con la sonrisa más ridícula en su rostro.
Tanto Suga como Daichi se miraron el uno al otro, confundidos. Antes que el capitán pudiera abrir la boca y hacerle una pregunta a la chica, Minako ya estaba corriendo hasta ella con el montón de botellas en un lado y empujándola hacia afuera con el otro.
—¡No la lastimes! —gritó Kinoshita, bromeando.
—¡Minako, estás siendo un mal ejemplo! —agregó Narita.
—¡Todos van a saber lo temible que eres! —Ennoshita rió.
Minako los observó antes de salir del gimnasio con Seina mirándola, confundida. Aún, la joven no protestó ni peleó cuando Minako la empujó afuera o cuando la siguió empujando más allá de la salida hasta donde se encontraban las máquinas expendedoras.
—No puedes venir al gimnasio —Minako ordenó con firmeza—. Para ellos, solo soy su mánager, ¿ok? No quiero arriesgar que se enteren porque van a sentirse culpables y creerán que son la razón por la que no regresé a Francia.
—No sabía que estabas en el equipo —murmuró Seina—. Creí que solo eras la novia de alguno de ellos.
—Asqueroso, mi hermano está en el equipo —corrigió Minako, su nariz arrugada en disgusto—. Están demasiado concentrados en el volley como tener novia.
—Creí que el chico de hoy temprano era tu novio.
—Apenas tengo tiempo para practicar. ¿Te parece que tengo tiempo para un novio? —preguntó Minako. Antes que Seina siquiera pensara en una respuesta, ella alzó una mano para detenerla—. No importa. ¿Qué haces aquí? Estoy ocupada.
Seina enderezó la postura y tomó una respiración profunda—. Quiero que seas mi coach.
Minako se mofó ante el pedido absurdo antes de caminar hacia el lavamanos para distanciarse de Seina—. Ya dije que no--.
—¡Eres la mejor! —discutió Seina mientras seguía a Minako, teniendo problemas para mantener la pesada mochila en un brazo y su mochila en la otra—. Vi tus videos y estudié tu secuencia de serpentina religiosamente. ¡Sé que Matthis y tú son el dúo más probable a ir a Nacionales! ¡Probablemente puedes ir al Junior Grande Prix también!
—Felicitaciones, eres una de las 40000 que miró uno de mis videos en YouTube —Minako dijo con sarcasmo mientras comienza a llenar las botellas con agua fría—. Ni siquiera voy a competir esta temporada. ¿Y tú eres qué? ¿Una patinadora? Lo último que necesito es ser tu niñera y sostener tu mano, esperando que pases. Tú deberías saber mejor que nadie cómo es la competencia. Nunca vas a lograrlo si no tienes un coach de verdad.
Seina tragó con dificultad ante sus palabras.
Minako sabe que esta siendo demasiado dura y, que si Kyoga escuchara la conversación, probablemente le diría que se disculpe por ser tan mala. Pero es la verdad. Todos necesitan pelear con dientes y garras para tener oportunidades como estas, y era claro que la chica no estaba muy emocionada por aprender de ella porque tiene una pasión por el patinaje, sino por su nombre y la gloria que seguía a Minako.
Esperaba que Seina se rindiera, que tomara la dureza de Minako como una razón para irse. Pero para la sorpresa de la mayor, no lo hizo.
La chica de primer año seguía con la cabeza en alto—. Sé que no estoy ni cerca a ser tú ni las otras personas con las que compites. Pero puedo mejorar, sé qué puedo —insiste, su voz amenazando con romperse por la desesperación—. No te pido que seas mi coach por siempre, sé que es ridículo siquiera quererlo. Todo lo que te pido es que me ayudes a pasar mi examen de patinaje nivel junior. Necesito competir en el nivel junior esta temporada.
—Lo lamento —dice Minako firmemente. Dejó de llenar las botellas y se giró para enfrentar a Seina —. No sé qué esperabas escuchar, pero no puedo entrenarte. Yo hago patinaje en parejas. A veces dependo más de mi compañero que de mí misma.
—Lo sé —murmuró Seina, bajando la cabeza. Pero en lugar de sentirse rechazada, volvió a levantar la mirada con la determinación fresca en sus ojos—. Aunque hagas patinaje en pareja, aún creo que eres una de las patinadoras más hermosas. No hablo de tu apariencia, hablo de tus saltos y tus secuencias. Haces que luzca tan fácil... eso es todo lo que quiero.
Ella podía identificarse con su desesperación, la necesidad de lucir como otros. Por la mayoría de su vida, Minako quería nada más que ser mejor que su padre, probar que no era solo su nombre lo que la llevaba a lugares. Pero no podía ayudar a alguien más, no cuando apenas puede entender sus dilemas.
—Lo lamento —repitió Minako, su tono más suave esta vez—. Seguro eres una patinadora estupenda, pero no puedo ayudarte. No soy tan buena como crees. Hay una razón por la que no competí en la última temporada ni en esta.
Minako movió la cabeza a un lado, una sonrisa triste en su rostro mientras observa a Seina. Tenía una falta de chispa, algo que Minako reconocía demasiado fácil. Era como si la fogata en su interior se hubiera apagado, y ahora solo era una pequeña flama que luchaba por mantenerse con vida, un sentimiento que le era demasiado familiar.
—Deberías irte —sugirió Minako con la voz pequeña—. El tiempo sobre del hielo será para difícil de conseguir si no llegas temprano.
Seina tu o problemas para encontrar las palabras correctas para seguir intentando convencer a Minako. Pero por ahora, sabe que la mayor tiene la razón. Si no se dirige pronto a la pista, duda que tendrá tanto tiempo como suele tener. Después de todo, los patinadores son viciosos con el tiempo y espacio en la posta. Minako no extraña la forma en que su agarre sobre su mochila se endurecía.
—Volveré y te preguntaré otra vez —asentó Seina. Dio una referencia profunda una vez más y, cuando se volvió a enderezar, le dio a Minako otra gran sonrisa—. ¡Nos vemos!
—Es-espera un minuto —Minako apenas pudo emitir esas palabras antes que Seina se fuera, ni siquiera volviendo a mirarla para escuchar lo que tenía para decir.
—Miko-chan, ¿ya estás lista? —Kyoga se acercó a su hermana, confundido por el punto fijo al que Minako estaba mirando y por qué tardaba tanto en llenar las botellas—. ¿Estás bien? ¿Qué quería Seina-san?
—Un coach —Minako tornó su atención de vuelta a llenar las botellas de plástico, ni siquiera percatándose que ya estaban llenas y el agua se derramaba.
Nadie quiere tener a una perdedora como coach.
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