𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍𝐓𝐄𝐄𝐍. End of This Road
𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍𝐓𝐄𝐄𝐍. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
El Fin de Este Camino.
Minako se esforzó por pretender que no pasaba nada. Pero por supuesto, su abuela hizo un alboroto y Basile pasó toda la noche intentando consolar a su madre. Y cuando su llamada finalmente terminó alrededor de las dos de la mañana, ella entonces lloró por su cena fallida. Por suerte, Basile está acostumbrado a su histeria (con los mocos y el balbuceo), y no pensó dos veces en reconfortar a su hija. La noche la pasó llorando en silencio entre los brazos de su padre, sollozando y sorbiendo por la nariz mientras intentaba aceptar la decepción de sus abuelos. Cuando se trata del patinaje artístico, Basile era quién la entendía mejor. Sus abuelos nunca habían patinado (solo para fotos por el Año Nuevo cuando ella probablemente tenía seis años), y solo se sentaban en las gradas para apoyarla a ella y a Basile. Como resultado, la mayoría de las discusiones de Basile con sus padres se relacionaban con Minako y su carrera, algo que ella sabía que empeoraba incluso más su relación.
Basile ni siquiera pestañeó cuando Minako faltó a la escuela y se quedó en casa, tampoco mencionó nada cuando ella decidió quedars en su habitación todo el día. En su lugar, él simplemente golpeó la puerta, le llevó comida, la colocó sobre su escritorio antes de irse y, además de eso, logró que Yua no la moleste.
Ella no pudo ni convencerse de tomar un mordisco. La comida japonesa podía ser considerada una de las gastronomías más saludables del mundo con sus ingredientes naturalmente sanos y la falta de comidas procesadas. Pero incluso observando la simple sopa miso y el mackerel asado la hacían sentirse enferma mientras las palabras de su abuela se repetían en su cabeza como un disco rayado. Minako sabía que estaba lejos de ser gorda con su entrenamiento lo más consistente posible y su hábito de comer saludable. Sin embargo, eso no la detuvo de pasar su mano por sobre su estómago en repetidas ocasiones, como si el pequeño bulto de grasa fuera indicativo de algo más que su cuerpo en su estado natural.
Crecer siendo una atleta no fue muy difícil al principio. Era divertivo que su abuelo le diera tips con sus saltos de conejo y que su abuela le preparara pequeños bentos que saciaban sus necesdades. Patinar se volvió serio solo cuando se percató que era lo suficientemente buena como para ganar lo que quisiera. Pero ese breve momento de felicidad y emoción se atenuó cuando se percató que sus padres la habían resguardado de la realidad de lo que significaba ser una atleta. Ser profesional significaba sacrificar cosas normales como ir a la escuela, hacer amigos que no van a traicionarte en la mínima oportunidad que tengan, poder comer lo que quieras sin preocuparte por las consecuencias, y cometer errores sin que el mundo esté observando cada movimiento tuyo para juzgarte.
Minako ama tanto a su abuela Eloise. La madre de su mamá murió antes que Kyoga y Minako siquiera nacieran, así que Eloise era la única figura de abuela con la que habían crecido. Ella era la abuela cool, elegante y rica de Francia que siempre los bañaba con ropa lujosa, perfumes y dulces deliciosos que costaban una cantidad ridícula de dinero. "No" nunca fue parte del vocabulario de su abuela cuando se trataban de cosas que ella o Kyoga querían. Sin importar si eso significaba comprar la última mochila que querían o la muñeca más nueva del mercado, Eloise se los daba sin dudarlo. En algún punto, ella perdió esa figura de soporte, ese hogar donde ser una niña siempre era una opción.
Al final del día, ella sabe que su relación con su abuela se enmendará y este obstáculo en el camino no será nada drástico. Eloise se disculpara cortamente, Minako la aceptará, y entonces el ciclo continúa cuando Minako vuelva a decepcionarla de alguna forma. Pero no está segura de cuánto tiempo pasará hasta que su abuela vuelva a hablarle.
—¿Sabes que no tienes que volver a Francia? —Basile mencionó en voz baja mientras observaba a Minako guardar cosas en su mochila para ir a las prácticas—. Si quieres volver, está bien, pero no tiene que ser sí o sí de vuelta a Lyons o con tus abuelos. Mamá y yo podemos enviarte a otro lado, como Marseille o Bordeaux. Tengo un par de amigos que pueden ayudarte--.
—Está bien, papá —Minako interrumpió a su padre antes de darle una suave sonrisa—. Solucionaré esto cuando sea el momento. Por ahora, solo voy a enfocarme en esta temporada, y decidiré qué quiero hacer más adelante.
Basile suspiró antes de pasar una mano por su rostro—. Tu grand-mère es difícil, lo sé. Nosotros... ella se dará cuenta de que estás hablando en serio. No digo que tienes que lidiar con esto por siempre, pero tarde o temprano, ella se dará cuenta. Verá que puedes hacerlo.
Minako sonrió con fuerza ante sus palabras, insegura de cómo responder. Era consciente de lo que incómoda que era la dinámica con la familia de su padre, Minako intenta no estar muy decepcionada de la situación. Eloise y Hugo creaban ganadores, vencedores que disfrutan destacar, y si ella, la hija del mejor, no continúa con la gloria, entonces ella no es suficiente. Su padre fácilmente puede decir que ganar no importa, que es el viaje lo que hace a la persona y no la medalla, pero él es considerado "invicto" con su récord casi perfecto de victorias.
Ella es una pequeña mancha en la perfecta y pintoresca imagen que Eloise ha creado para ellos.
Con una despedida concisa y un beso en la frente para Yua, Minako se dirigió a la escuela. A pesar que debería tomarse el tiempo para practicar para probarle a todos (es decir, a sus abuelos y Mathis) que se equivocan, lo último que quería era abrumarse con un enfoque tan idiota y estrecho. Y estando con el motivado y alegre club de volleyball de Karasuno cambiará su humor. Tanaka sin dudas la molestaría y se volvería en el responsable de su frustración, Suga la molestaría por la nube oscura que flota sobre su cabeza y lo utilizaría como táctica para asustar a los otros equipos, y de alguna forma Hinata la haría arrepentirse de su enojo con sus preguntas.
Kyoga no cuestionó su ausencia en la escuela gracias a la corta explicación de su padre, mencionando que sus abuelos estaban en el pueblo. Y a lo largo del día, ella recibió un par de mensajes de rostros inesperados, como Seina, Ryuta, y por supuesto que algunos miembros del equipo. Esperaba con ansias el descanso mental que las prácticas del equipo de volleyball le proveen.
Pero la seguridad que buscaba en su escuela no estaba allí cuando fue recibida por un pequeño telediario fuera de su escuela. El terror tomó poder de sus huesos y lentamente caminó hacia delante, rogando por que estuvieran allí por alguien más. Tal vez Minako estaba siendo engreída al creer que era por ella, pero después de vivir en completo silencio en un pueblo pequeño, aprendió rápido que incluso la diferencia más pequeña captaba la atención de los demás como un incendio. Lo que confirmó sus miedos fue que Mathis estaba de pie frente a todos.
—Ah Manon —Mathis la saludó con emoción cuando la notó. Alzó su mano y, en un instante, el pequeño grupo se separó de él para acercarse a ella. Como buitres hambrientos esperando a su presa caer, sus ojos vigilantes se enfocaron en cada detalle.
Minako se esforzó por no mostrar su sorpresa. Con una sonrisa pintada y un beso en la mejilla de regreso, tuvo problemas para mantener su almuerzo en su estómago mientras se alejaba del toque de Mathis. Extrañamente, no era la presencia de Mathis la que hacía que cada cabello en su cuerpo se levantara, sino que la consciencia de que todos la estaban mirando. Similar a antes, nadie podía mantener sus ojos apartados de ellos, solo que esta vez era por las razones equivocadas.
—¿Qué haces aquí? —Minako le preguntó tirante, sus labios amenazando con doblarse por la intensidad de sus mejillas—. En mi escuela... —en otras palabras, ahora no es el momento para que hagas una escena.
Pero antes que Mathis pudiera darle la más breve idea, uno de los reporteros en el público alzó la voz.
—Manon, ¿es cierto que Mathis y tú van a trabajar juntos otra vez? —habló con un acento inglés.
Minako se tensó cuando el brazo de Mathis envolvió su cintura, hasta que ella se percató que estaban cumpliendo con sus roles. Era rutina que ellos actuaran frente a las cámaras, ser el dúo pintoresco de Francia que ellos querían que fueran, y llevar medallas y reconocimiento a su hogar. Solo que esta vez el escenario no tenía límites.
Ella colocó su mano sobre la de Mathis. Con la sonrisa más grande que pudo conjurar, respondió—. Todavía no estamos seguros, pero quién sabe lo que pasará en el futuro. Solo me sorprende que Mathis esté aquí para visitarme.
La reportera no lucía convencida con su respuesta vaga—. ¿Cómo te sientes sobre él siendo compañero de Lisette Boucher?
—Estoy segura que ellos crearán programas increíbles, y no puedo esperar a verlos —no, no quiero verlo.
—Mathis, ¿qué te trae a Miyagi? ¿Manon y tú aún planean trabajar juntos? ¿O hay algo más que deberíamos anticipar para la próxima temporada? —la sonrisa de Mathis pareció crecer ante la pregunta, casi como si lo hubiera esperado. No había forma que pudiera garantizar que trabajarían juntos, no cuando Minako estaba lista para negarlo.
—Solo quería verla después de su herida —Mathis respondió con facilidad mientras le daba un apretón en la cintura. Pretender siempre había sido fácil para él—. Manon es una de las mejores compañeras con las que he trabajado, y una patinadora increíble.
—¿Entonces qué podemos esperar de ustedes dos? Ojalá podamos verlos patinando juntos de vuelta —esa es la pregunta pesada que Minako estaba esperando. Estos reporteros no eran los únicos preguntando. Sus abuelos, Anya, Mathis; todos esperaban que ella volviera al estrellato y jugara el rol tan familiar.
La verdad es que ni siquiera ella lo sabe.
—Nos gustaría dar una última presentación juntos —Mathis dijo por ambos. La miró de reojo antes de sonreírle a las cámaras—. Creo que será sentimental si nos presentamos al menos una vez en el pueblo natal de Manon ya que siempre nos presentamos en Francia. Este lugar ha sido su hogar, y creo que sería bueno que vean lo talentosa que es.
Minako ya no podía ocultar su indignación. Giró la cabeza y lo miró incrédula. Nunca habían discutido esto. Diablos, nadie siquiera lo mencionó la noche anterior. Él la estaba atrapando, sabiendo perfectamente bien que si ella lo negaba solo la haría lucir mal a ella. Patinar con Mathis significa colocar su confianza en sus manos una vez más, y darle el poder de llevarlos a la línea final.
—¿Cuándo?
—¿Será en Sendai?
—Minako-san, ¿también encontrarás un nuevo compañero?
En lo único que podía pensar era en estar bajo las luces con Mathis una última vez. Tal vez le daría el cierre que necesitaba con desesperación para confirmar sus ideas de patinar sola. Pero tal vez le daría una añoranza por algo que sabe que solo la destruirá. Sería terrorífico desear las luces que la llevaron a su caída. Pero aún, la mera idea de recibir el título dorado, la atención, la adoración - tal vez la idea de caerse valía la pena.
Minako nunca había sido buena con la prensa. Anya siempre dijo que era porque hablaba antes de pensar, lo que comprendía. No tenía snetido contentar a aquellos que no les interesaba su talento sobre el hielo, y Minako no estaba segura de por qué necesitaba tener una buena actitud para patinar. Aún, Minako se esforzaba y siempre se portaba bien mientras Mathis lidiaba con las preguntas y la prensa. Y a pesar que ella ha pasado los últimos par de meses puliendo sus viejas habilidades, lo mismo no se puede decir de su actitud frente a la prensa.
—Yo —pero antes que Minako pudiera responder, sintió la mano de Mathis apretar su cintura con gentileza.
—Nos aseguraremos de anunciarlo pronto, pero por el momento, nos retiramos —Mathis anunció mientras alejaba su brazo de ella y colocaba su mano sobre su hombro, y la giró al sentido contrario del grupo. Mientras entraban e ignoraban las preguntas que parecían seguirlos, él bajó la cabeza hasta su oreja—. Perdón.
—Me mentiste. Tenías esto planeado desde el principio.
—Juro que no —susurró él mientras continuaban caminando colina abajo—. Nunca te haría eso--.
—Deja de actuar como si fueras un santo y te importara —Minako soltó frustrada, antes de apartar sus manos. Ya no estaban en el campo de visión de las cámaras, pero sí lo suficientemente cerca como para ser atrapados con facilidad—. Vienes a mi escuela, ¡a mi vida aquí donde nadie sabe nada de esto! Tengo otra cosa, y no puedes venir y arruinarlo.
—¿Novio nuevo?
—¡Maldita sea, cierra la boca! No es asunto tuyo si tengo novio. Nada de lo que haga es asunto tuyo —Minako gruñó—. Si me hubieras hablado de esto, entonces tal vez lo hubiera pensado--.
—No lo hubieras aceptado —Mathis interrumpió con calma—. Y no fue mi idea, ¿de acuerdo? Tus abuelos lo sugirieron, y ya se lo contaron a un par de sus amigos en Francia, y sabes que ellos se lo dirán a alguien más, y las noticias se hubieran esparcido de todas formas.
Claro que sus abuelos intervinieron. Eloise no podía soportar dejar que Minako tuviera la última palabra en nada. Bendecido sea el corazón de su abuela, pero Minako nunca antes quiso ponerla en un asilo tanto como ahora.
—Cúmpleme el capricho —Mathis intentó, torciendo la cabeza en un intento que ella lo mirara—. Sé que patinar conmigo es lo último que quieres hacer, pero hay una razón por la que somos ganadores, por qué todos nos miran a nosotros y solo a nosotros.
—Parece que olvidas que no te debo ningún favor.
—No me debes nada. ¿Pero es tan malo que quiera patinar contigo solo una vez más? ¿Para testear las aguas?
Habían momentos, momentos específicos, que recordaban a Minako por qué había amado a Mathis. La desesperación de sus palabras, el suave brillo en sus ojos, todo sobre él la hacían vulnerable.
Minako suspiró mientras arrojaba las manos al aire y se giraba para enfrentar a Mathis. Sus palmas sudaban y los latidos de su corazón se rehuzaron a calmarse después de su anuncio, pero no había forma de cambiar la realidad—. Lo hacemos en una semana. Tengo prioridades en las que necesito enfocarme, y no necesito que esto tome más tiempo del que ya ha tomado.
Mathis lucía aliviado por su respuesta.
El patinador solo sonrió descaradamente y alzó una ceja—. Alguien está confiada. ¿Crees que puedes volver a aprender uno de nuestros viejos programas en una semana?
—Oh, sé que puedo. Los tres días extra son para que tú te pongas al corriente —Minako murmuró bajo su respiración, girándose y comenzando a caminar.
La idea de ir a la práctica de volleyball ahora escapaba de su mente. Todo en lo que podía pensar era en estar bajo el foco de luz nuevamente, con el pretexto de alguien que es un completo fraude. Miró por sobre su hombro y entrecerró los ojos sobre él. Porque tanto como odia admitirlo, Manon Clavette no es nada más que una ilusión que ya no puede alcanzar.
—Dí cualquier cosa sobre la pista o yo, y cancelo todo.
—Entendido, ma'am —Mathis sonrió mientras la seguía.
Se sentía incorrecto en muchas formas contactar a Daichi después de haber estado con Mathis. Daichi representaba el pasado, la idea brillante de caminar hacia delante y aceptar lo que ya estaba hecho y buscar mejorar. Él era la encarnación de "no dejar que lo que te marcó se apodere de tu vida por mucho tiempo". Tal vez parte de esa culpa provenía de la culpa de solo ir a él durante los momentos más bajos y sabiendo que él no se atrevería a ponerla en vergüenza. O tal vez la culpa era por sentir que lo había decepcionado. Pero la necesidad de guía y seguridad de Minako tapaban su culpa fácilmente cuando Basile mencionó el anuncio que, de alguna forma, había llegado a las noticias locales. Ella ya no solo era Minako Saito, ahora era la notoria Manon Clavette, hija de un Olímpico y candidata a medallista Olímpica.
Pero la idea de ser ella misma, de ser la persona que es ahora no es tan aterrador cuando se trata de enfrentar a individuos como Daichi. A veces es mucho más fácil que jugar el rol de alguien que necesita ser perfecta sin importar el costo. Tal vez ella estaba viviendo una farsa al actuar como si fuera un inviduo perfecto, hecho a mano, alguien que podía ser considerada un diamante entre piedras en un pequeño pueblo como este. Sin embargo, era mucho mejor a dejar que alguno de ellos vieran el monstruo que era en ese entonces, la dictadora obsesionada con la idea de alcanzar la perfección sin importar qué.
Y Minako sabía que no pasaría mucho para que la verdad saliera a la luz. Hasta que su burbuja de seguridad fuera rasgada por el fantasma de sus errores pasados.
Minako no se percató que estaba conteniendo la respiración hasta que Daichi contestó la llamada. Se sentía como una niña pequeña esperando a que su crush atendiera el teléfono solo para que pudieran hablar de cosas mundanas como el colegio y esas cosas—. ¿Hola? ¿Daichi-san?
—¿Minako? —ella lo escuchó susurrar al otro lado de la línea. Probablemente se está preparando para acostarse y lo atrapó en el peor momento posible—. ¿Todos están bien?
—Yo- sí. No. ¿Tal vez? —Minako se golpeó la frente y se sentó en la cama—. Perdón, solo tengo un mal día.
—Suena duro. ¿Quieres...? ¿Quieres hablar de ello?
—En realidad es por eso que te llamé —Minako murmuró, llevando sus rodillas contra su pecho y comenzando a dibujar patrones en sus pantalones—. No sabía a quién más llamar. Es difícil hablarle a Kyoga, y no sé cómo hablar con los otros sin que se preocupen por mí.
Hubo silencio al otro lado de la línea. Una bocanada de aire. Tal vez una de duda. Minako podía imaginar a Daichi del otro lado, listo para ir en contra de su palabra. Pero para su sorpresa, no lo hizo.
—Si estás ocupado está bien, puedo--.
—¡No! No, no, es - está bien. ¿Todo está bien? ¿Necesitas algo?
—¿Kyoga alguna vez habló de mí? —preguntó mansamente, avergonzada por una pregunta tan egoísta—. No ahora. Digo, ya sabes, antes del accidente. ¿Él...? ¿Alguna vez les habló de mí?
—No mucho. Era muy reservado cuando se trataba de ti. Te mencionó una o dos veces antes de ir a Francia a visitarte.
—Oh.
—Pero siempre sonaba orgulloso —Daichi agregó suavemente—. Siempre nos decía que estabas haciendo cosas grandes, que te estabas haciendo un nombre.
—¿Supongo que no mencionó nada sobre mis problemas de ira o lo terrible que era con él?
—No, se quejaba de ti con nosotros —su carcajada llenó sus orejas—. Pero Kyoga nunca dijo algo malo de ti. E incluso si quisiera, no hay nada malo de ti para decir.
—Puedo decir varias cosas. Soy ruidosa, desconsiderada, grosera--.
—Organizada y segura de quién es —ella sintió sus mejillas quemar ante sus palabras. Debajo de su usual tono amable, su nivel de firmeza volvía difícil negarlo—. Necesitamos trabajar en este hábito tuyo.
—¿Hábito?
—Lo autocrítica que eres —ella prácticamente podía verlo frunciendo el ceño al otro lado de la línea, con una mano sobre su cadera.
Minako le quitó importancia—. Llámalo mi sentido del humor europeo.
—¿Por qué piensas tan mal de ti misma?
—No creo que soy una mala persona —Minako murmuró avergonzada, insegura de cómo responder su pregunta. Sus mejillas estaban rojas y calientes—. No estoy... molesta por quién soy. Solo sé que no soy la persona más sencilla con la que lidiar.
—¿Por qué lo haces?
—Porque es más fácil. Supongo que, si yo lo digo primero, entonces no dolerá tanto cuando los demás lo digan —Minako se levantó de la cama y observó el vestido de patinaje artístico que colgaba de su vestidor. Era uno de los pocos vestidos que se había traído y que le seguían quedando bien.
Gracias abuela por la dismorfia corporal.
—Perdón, esto es raro, ¿no? La hermanita de tu amiga solo te llamó porque está triste.
—Yo - no lo eres. No eres solo la hermana de Kyoga. También eres mi amiga. Espero que lo sepas.
El corazón de Minako se detuvo ante sus palabras, y respirar de repente parecía difícil. Tiró del cuello de su polera y caminó alrededor de la habitación, intentando recordar cómo respirar. Él lo había dicho tan despreocupadamente, tan fácilmente que ella no tuvo tiempo para procesarlo.
—Gracias —ella respondió genuinamente, observando su reflejo en el espejo. Sus labios se curvaron en una sonrisa y bajó su cabeza—. Eres... un muy, muy buen chico, Daichi-san. Estoy agradecida porque somos amigos.
—Lo haces sonar como si nunca hubiéras tenido amigos que te traten así.
—Ninguno bueno —Minako dijo secamente—. Esto me hace sonar como si no hubiera tenido amigos.
Daichi musitó. Ella podía imaginarlo conteniendo una sonrisa—. No diría eso. ¿Cómo era tu vida en Francia?
Minako se esforzó en rememorar sus años en Lyons. Mientras indudablemente era una hermosa ciudad, no pudo evitar pensar lo apagada que se había vuelto con el tiempo. Tal vez los lentes de color rosa con los que solía verla ahora se habían ido, o tal vez finalmente había crecido para darse cuenta de la fácil que era odiar una ciudad. Ahora que lo piensa, no puede recordar lo que hacía para divertirse o cómo era la vida cuando no giraba alrededor de las prácticas y el patinaje.
—Distinta —finalmente respondió—. No salía mucho. Lo creas o no, no tenía muchos amigos allá. Tal vez uno o dos, pero no muchos.
—Eso es difícil de creer.
—¿Por qué?
Nadie quiere ser amigos con una perfeccionista que se enoja por los fallos más pequeños, es lo que quería decir. En cambio, tomó una respiración cortada antes de exhalar, y respondió—. Estudié en casa. No tuve la oportunidad de hablar con chicos de mi edad, supongo. Mis únicos amigos eran los chicos del vecindario que iban al mismo parque que yo —en otras palabras, otros patinadores que también habían sacrificado todo por estar en la cima.
Percatándose de lo sombrío que había vuelto el ambiente, rápidamente cambió de tema—. Pero recuerdo que exploraba mucho. Porque no tenía muchos amigos, iba a la ciudad y explora yo sola.
—Seguro es hermoso. ¿Cómo es?
—Hay muchos edificios altos. Son un poco antiguos, pero cuando vas por la calle, sientes que estás en una película —Minako respondió. Su mente conjuró la imagen de Daichi caminando por Rue de la République—. Hay muchas tiendas y cafeterías.
—Supongo que tendrás que prometer que, cuando todos vayamos a Francia, nos darás un tour.
—No sé si quiero llevar a Noya y Tanaka con nosotros.
—Ah, sí, nuestros idiotas con energía infinita —Daichi suspiró como si hubiera envisionado el desastre que los dos crearían si fueran en esta vacación hipotética.
Minako sonrió—. Esto es raro, ¿no? ¿La hermanita de tu amigo te llama para pedirte ayuda? Supongo que no soy tan grande y dura como creí.
—No lo eres.
Su corazón se detuvo.
—¿Qué?
—Que no eres solo la hermana de Kyoga. También eres mi amiga.
Debe haber algo seriamente mal con ella si palabras tan simples como esas eran suficientes para hacerla llorar. Intentó detenerse, contener las feas lágrimas que amenazaron con desbordar de los bordes de sus ojos, así como los miserables sollozos que querían escapar de su garganta. Pero solo era humana, y no podía pretender tanto. Tal vez su niña interior finalmente está saliendo, lista para lucir vulnerable porque ha estado privada de hacerlo por tanto tiempo. No lloró, no se lo permitió. Pero sí dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
—Solo estoy tan cansada —Minako logró decir, hablando lentamente para que él no notara el temblor en su voz—. Sé que la cagué en el pasado y... estoy intentando arreglar las cosas, pero siento que lo estoy haciendo mal. Y cada vez que intentó avanzar y ser alguien, siempre hay alguien que me recuerda que no puedo ser nadie más.
—¿Quién te dijo eso? —Minako quiso reírse por lo protector que es.
—Solo gente que no puede dejarlo ir —mi ex-novio barra compañero. Mis abuelos, específicamente abuela, que Dios bendiga su corazón. Y todos los demás en el mundo del patinaje.
El silencio llenó el otro lado. Minako se preguntó si Daichi estaba reformulando la imagen que tenía de ella en base a lo que había dicho. Él nunca vio su lado feo y sucio, el individuo competitivo prístino que ella adoraba y odiaba al mismo tiempo. Todo lo que él ha conocido es la imagen que ella le presentaba. E incluso a pesar que la estudiante fría y hermana de su mejor amigo es todo lo que ha visto, seguramente ha notado las rupturas en su armadura. Y con cada pedazo de información que ella le da, cada vistazo a Manon que le ofrecía con duda, ella está segura que él está logrando observar la foto de más lejos.
—No voy a decir cosas como "todo mejorará" o "puedes hacerlo", porque no tiene sentido si tú misma no lo crees —Daichi comenzó—. Pero quiero que sepas que hay muchos que creen en ti. No tiene sentido cuestionar quién eres ahora solo por quién solías ser.
Daichi no endulzó nada ni intentó darle palabras y consejos dulces para que se sienta mejor. Pero de alguna forma, sus palabras significan más para ella que cualquier otro consejo que alguien le había dado. Aquí está, alguien que no conoce la situación por completo, alguien que no tiene idea de qué clase de persona era, pero le aconseja en base a quién es ahora.
—Tengo miedo de arruinar todo.
—Si lo arruinas, podemos arregrarlo —no tú, pero nosotros—. Nada es permanente, todo se puede arreglar.
Minako cerró los ojos con fuerza y enterró sus uñas en la palma de su mano. Intentó ese estúpido ejercicio de respiración interna que Anya le enseñó para controlar sus nervios, pero más importante, para prevenirla de cagarla frente a la prensa.
—Todos me están mirando, esperando que la cague otra vez —Minako graznó. Cómo Daichi lidia con sus palabras vagas es incomprensible para ella, pero ella continúa—. Y no sé cómo volver a empezar sin caer de vuelta en malos hábitos.
—Entonces pueden empezar de vuelta y de vuelta hasta que lo hagas bien —respondió con simpleza—. Y nosotros te esperaremos hasta que nos necesites.
Certo.
Ella no estaba sola. Minako no ha estado sola por meses. Por qué había estado tan en contra ded volver a Japón era desconocido para ella. Desde que se mudó a Francia, nunca se esforzó por volver a Miyagi y, mientras que siempre lo hacía pasar como su renuencia a dejar una gran ciudad por Miyagi, parte de ella sabía que era por sus miedos. Miedo de tener nostalgia, miedo de dejarlo todo porque ella no era suficiente, y miedo de regresar con alguien que no tiene nada para devolver.
—Voy a recordártelo, ¿sabes? —Minako gruñó mientras limpiaba sus lágrimas con el dorso de su mano.
Daichi rió, pero rápidamente se cortó cuando el sonido de una puerta se escuchó de su lado. Minako escuchó al capitán hablarle suavemente a uno de sus hermanos más jóvenes sobre que tenía que golpear antes de entrar y pedir algo. La conversación estaba demasiado ahogada como para que ella descifrara qué estaban diciendo, pero a juzgar por el suspiro que Daichi soltó, parecía que sus responsabilidades iban más allá del equipo de volleyball.
—Perdón, fue mi hermano —Daichi se disculpó bajo su respiración—. Tengo que ir a ayudarlo. Perdón...
—No, no —Minako le aseguró mientras tragaba su decepción—. Lo entiendo. Gracias... por siempre hacer esto. Realmente significa mucho para mí.
—Yo —dudó, una pregunta colgando de la punta de su lengua—. Este problema tuyo... sé que no puedo resolverlo, pero... ¿hay algo más que pueda hacer?
—Daichi-san...
—Perdón porque no puedo hacer mucho, pero si me dices qué quieres, ¿tal vez pueda ayudarte?
Minako sacudió la cabeza y soltó una pequeña respiración—. No, no, has hecho un montón. En serio. ¿Pero puedes darme una cosa?
—Cualquier cosa.
—Yo... por favor, ¿solo cree en mí? ¿Sin importar qué?
Él no respondió y, con cada segundo que se tomó para responder, ella sintió que su corazón estaba listo para escapar de su pecho.
—De acuerdo. Lo prometo.
Y de alguna forma, esta promesa fue suficiente para sostener las piezas de su estima destrozada. Porque Minako no necesitaba fans que la adoren ni la apreciación de sus compañeros de Francia; ella ya tiene la validación de alguien que nunca dudará en ayudarla a levantarse cuando se caiga.
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