𝐅𝐈𝐅𝐓𝐄𝐄𝐍. Are We Enough?
𝐅𝐈𝐅𝐓𝐄𝐄𝐍. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
¿Somos Suficiente?
Eran momentos como esos que le recordaban a Sawamura Daichi lo puramente plano que es. No era inseguro, tampoco encontraba el tiempo para disectar todo lo que estaba mal en él. A Daichi le gusta creer que es una buena persona. Mientras no era nada especial como Oikawa Tooru, le gustaba creer que estaba bien en su prpoia forma. Pero de alguna forma, ver a Minako tan feliz y libre le hacía sentir que no es suficiente. Entendía por qué era tan fácil para ella hablar con alguien como Hirano Ryuta. El chico es uno de los individuos más sencillo y amable. Y después de estar en el mismo salón de clases que él por los últimos tres años, era fácil reconocer su corazón dorado. Pero le molestaba que él podía pasar a través de las paredes de Minako como si no fuera nada.
Daichi no debería estar sorprendido. Minako resaltaba inmediatamente, en la mejor forma posible. El aura que la envolvía la hacía parecer intocable y alguien fuera de este mundo. Y últimamente, ella ha estado dentro de su alcance, e incluso a veces era como si estaban en el mismo plano de dimensión. Pero era verla con alguien más que le recordaba lo distinta que es a él, cómo él apenas es una partícula en el universo de ella. Tal vez era su culpa por permitirse creer que es especial para ella, incluso un amigo cercano. No mentiría y diría que Minako acercándose a él para conversar no lo hacía sentir bien. El sentimiento cálido que se sentaba en su pecho lo hacía creer que tal vez, como ella, él también es especial.
Sin embargo, la verdad no es nada como eso. Él no resaltaba como Minako, tampoco era un jugador ostentoso. Él es promedio y ella es especial. Y mientras muchos podían decirle que todos son especiales en su propia forma, nadie era tan especial como Minako.
Daichi fue un idiota por creer que resaltaba entre la masa de gente.
Hirano Ryuta había sido su compañero por varios años, y aunque los dos habían tenido solo un par de conversaciones, la vista de él de repente lo molestaba. No había nada malo con su compñaero, de hecho, no lo conocía lo suficiente como para tener una razón para estar irritado con él. Pero tal vez todo volvía a sus propis inseguridades y su posición en la vida de Minako.
Él es reemplazable, y su posición en la vida de Minako no es significativa. Pero individuos especiales y bondadosos como Ryuta le recordaban lo completamente promedio que realmente es.
La caminata de vuelta a su casa fue silenciosa. Kyoga había propuesto comprar snacks para celebrar el "regreso" de Nishinoya al equipo. Daichi lo rechazó debido a sus hermanitos. No era una mentira total, pero lo último que quería era meditar sobre sus pensamientos mientras todos estaban encima de él. Por suerte, Suga se las arregló para que todos liberaran el cambiador mientras molestaba a Daichi porque él tendría que cerrar esta noche.
Lo último que quería era ver a Minako.
Suga probablemente diría que tiene un crush en Minako. Honestamente, Daichi no está seguro. No habían muchas chicas que habían atrapado su ojo. ¿Había sentido atracción por una chica antes? Sí, por supuesto. Entre sus días en la escuela junior y ahora, habían habido un par de chicas en sus clases que lo congelaron. Podía mencionar un par de memoria: desde su compañera de mesa en su segundo año de escuela junior hasta Michimiya que él eventualmente comenzó a ver como una amiga. Pero además de la última, nunca había conocido personalmente a ninguna como conocía a Minako.
Hay muchas razones por las que tener un crush en Minako es problemático. La razón más grande e importante es que es la hermanita de Kyoga. Cualquiera podía ver lo mucho que a él le importaba. Y aunque muchos discutirían que a Kyoga probablemente no le importaría si Daichi tiene un crush en su hermana (de nuevo, sigue sin estar seguro de eso), esa no es una línea que está dispuesto a cruzar para descubrir. La segunda rzón, él disfruta la amistad que tiene actualmente con Minako. Ella tiene un cierto nivel de confianza en él, y si eso no lo enorgullece, entonces no sabe qué lo hará.
Justo cuando alcanzó el final de la colina, Daichi se detuvo.
¿Por qué?
Minako Saito parecía un personaje de película. Parada debajo del tenue poste de luz de la calle con el sol poniéndose tras ella, ella resaltaba en la mejor manera posible. Incluso con su uniforme de gimnasia, seguía logrando lucir completamente hermosa, tanto que él no podía evitar contener su respiración. Tal vez no era necesariamente la ropa que la hacía diferente o tan sobresaliente. Tal vez era solo porque él sabía que era ella. La misma mánager feroz y valiente que resaltaba y nunca fallaba en capturar su atención. Ella no le sonrió como normalmente lo haría. Sus labios estaban torcidos en una mueca, y sus ojos parecían temblar mientras se enfocaban en él.
—Daichi-san —Minako saludó, el tono de su voz horriblemente ligero y tan poco característico de ella. Ella intentó sonreír para él, pero los bordes de sus labios se rehusaron a girarse hacia arriba y temblaron cuando ella intentó ampliar su sonrisa falsa.
—Hola —Daichi regresó el gesto, una pequeña sonrisa en su propio rostro mientras se paraba frente a ella—. ¿Sigues aquí? Creí que irías con los demás.
Minako pareció relajarse un poco ante sus palabras y la falta de fiereza en su tono—. No, te espere —le dijo. Su honestidad nunca fallaba en tomarlo con la guardia baja, y él le agradeció a los dioses porque ella no notó su sorpresa—. Yo... no se sentía bien dejarte sin hablar contigo.
La calidez se extendió por su pecho. No pudo evitar que su sonrisa creciera. Verla tan vulnerable, tan abierta, sus rodillas casi se doblaron ante la idea. Tal vez nunca sería tan especial como Hirano Ryuta, y tal vez nunca estaría tan alto como para que el mundo lo viera. La mirada de ella era igual, no, más de lo que el mundo podía ofrecerle.
—Claro, no tengo que llegar rápido a casa de todas formas —mintió con calma mientras mentalmente se disculpaba con su padre y su hermano y hermana. ¿Estaba siendo un terrible hermano mayor e hijo al ignorarlos momentáneamente por una chica? Tal vez.
Daichi asintió hacia la tienda tras ellos, sabiendo que el resto del equipo probablemente ya se había marchado—. ¿Quieres ir a comprar algo?
Minako pareció iluminarse ante su respuesta. Ella negó antes de abrir su mochila. Daichi observó la botella de jugo y las diferentes bolsas de comida (probablemente papas fritas y galletitas).
—No conozco muchos restaurantes cercanos —Minako admitió avergonzada mientras volvía a cerrar el cierre de su mochila—. Tomé un par de cosas. No tenían bolas de arroz ni sándwiches, así que esto fue lo mejor que conseguí. ¿Supuse que podíamos comer algo? Tal vez en el parque o cualquier lugar está bien para mí.
Idealmente, a él le encantaría ir al parque con ella. Ahora no habrían niños, y sabe que el gigante carrusel de metal sería el lugar perfecto para comer. Pero las posibilidades de encontrarse con alguien de la escuela (específicamente Kyoga o Ryuta) eran altas. Sin embargo, no podía importarle esos detalles. Sin sobreanalizarlo más, sin preocuparse por las fuerzas externas. Minako Saito es una chica que va de frente, ¿y quién era él para dudar?
—Vayamos al parque —finalizó él. El rostro de ella mostró una sonrisa que parecía iluminar la ciudad—. Tal vez finalmente podamos subirnos al carrusel sin que los niños molesten.
—¿Eso significa que tú vas a empujar? —Minako disparó juguetona mientras caminaban juntos. Ella incluso fue tan lejos como para codearlo, causando que Daichi exagerara tropezando hacia delante—. Soy una chica con necesidades, Daichi-san.
Sus orejas se ruborizaron con calor ante su comentario coqueto. Daichi aclaró su garganta y caminó más lento para permitirle que lo alcancé. Minako lucía orgullosa por su estado nervioso, casi satisfecha consigo misma al saber el efecto que tenía sobre otros. El capitán quería esconderse y desear que uno de los otros chicos estuviera en su lugar.
¿Han estado solos antes? No lo recuerda. Excepto por la última vez que la alcanzó a su casa, no se le ocurre otras ocasiones en las que estuvo con Minako sin nadie más cerca. Y la última vez que estuvieron solos, todo era distinto. Minako no resaltaba como lo hace ahora, ella no era más que la hermanita de Kyoga y una de las mánagers de su club. Pero ahora ella era mucho más. Todo lo que no notó antes ahora tenía fruto. Las curvas de sus mejillas, la intensidad de sus ojos y la amplitud de sus labios, todo era puesto bajo una luz que Daichi no sabía que existía.
—Todo porque estés feliz, Minako —Daichi le dijo con un tono suave.
Minako frunció el ceño ante sus palabras y él ni siquiera pretendió no notar la mirada en su rostro. Casi ofendida, Minako no dudó en tirar de su brazo, no lo suficiente para evitar que camine pero sí para captar su atención y la mirara a la cara.
—No quiero hacer nada que te ofenda o te moleste —Minako espetó firmemente, la nitidez de su voz recordándole lo directa que es—. Ya lidias con demasiado, y sacrificas mucho por otros.
—Perdón, no quise--.
—Y no te disculpes por cosas por las que no necesitas disculparte —Minako lo interrumpió mientras él la observaba sorprendido. Él se preguntó si ella era consciente que seguía tomando su brazo—. Quiero que sepas que lo lamento. De verdad.
—Solo son las prácticas. Está bien.
—¡Pero no está bien! —Minako exclamó mientras arrojaba las manos al aire. Se paró frente a él, forzando a ambos a detenerse en el lugar. Incluso cuando él era más alto, la presencia de Minako lograba ser dominante—. Me comprometí con ustedes cuando me volví su mánager. Se supone que soy alguien que ayuda al equipo y vuelve las cosas más sencillas para ustedes, y no fui. Y sé que solo fue una práctica, pero... no quiero rendirme. No cuando son ustedes.
Las mejillas de Daichi se tornaron rojas y calientes ante la visión del enojo rugiendo en los ojos de Minako. Sus labios estaban fruncidos, pero su frustración no estaba dirigida a él sino que a ella misma. Él se le acercó inmediatamente y colocó una mano sobre su hombro, esforzándose por mostrar que no estaba enfadado con ella y que no era un gran problema.
—Oye, oye, lo sé —Daichi le aseguró en voz baja, nervioso por cómo actuar. La última vez que Minako estuvo así de vulnerable probablemente fue cuando peleó con Kyoga, e incluso entonces sintió que tenía que tener constante cuidado—. Te guste o no, estás atrapada con este equipo por cuánto duremos.
Minako asintió lentamente—. Eres una gran parte de este equipo —ella incitó con honestidad—. Así que no... no te sacrifiques por nosotros, ¿sí? No hagas parecer que estás bien con todo por mí - por nosotros.
Él ni siquiera notó que hizo eso. Poner sus necesidades sobre las de él fue casi como una reacción automática para confortarla. A pesar que no es el mayor en el equipo, está acostumbrado a ser el que está a cargo de las necesidades de los demás. Tal vez provenía de su deseo de ganar, para asegurarse que su equipo alcanzara la cima sin importar qué. Ellos querían la oportunidad más que nada, y él quería ser la persona que se las otorgara.
Nunca nadie le dijo que parara. Tenía sentido que Daichi fuera responsable, tenía sentido que fuera elegido para ser capitán. Aún, aquí hay alguien que cuestiona sus elecciones y lo hacía reconsiderar qué es lo importante.
—No me refería a eso —Daichi se defendió. Minako arqueó las cejas en desafio—. Solo porque nosotros elegimos dedicar tiempo en el equipo no significa que tú también debes hacerlo. Deberías divertirte, disfrutar y hacer nuevos amigos.
—Pero también me gusta estar con ustedes —Minako comentó dócilmente mientras le daba una pequeña sonrisa. Él no pudo evitar notar lo triste que era—. Solo no quiero que estés enojado conmigo. Eso es todo.
Daichi frunció el ceño, confundido. ¿Enojado? ¿Con Minako? Intentó recordar alguna instancia dónde podría estar enojado con ella.
—¿Por qué estaría enojado?
—¡Porque la cagué! —Minako exclamó mientras arrojaba las manos al aire—. ¡Cagué el trabajo más fácil del mundo! ¿Quién hace eso?
—Sabes que solo somos un club de escuela, ¿cierto? —Daichi bromeó. Minako le arrojó un ceño fruncido que solo lo hizo reír—. Oye, en serio, no estoy enojado.
—¿Seguro? Porque lucías bastante enojado en ese momento —siempre tan honesta, pensó para sí mismo.
—Solo estaba estresado —Daichi se encontró mintiendo. Lo último que quería era que Minako supiera de estos pensamientos conflictivos suyos y su descubierta inseguridad con personas como Ryuta Hirano—. Por Nishinoya y Asahi, y qué hacer supongo. Pero no era ti.
Mentiras, solo era por ti.
Minako parecía dudosa mientras intentaba descifrar el mensaje oculto tras sus palabras. Por suerte para Daichi, ella no llegó lejos. Ella confiaba en él, y la sensación cálida en el pecho de él volvió a florecer. Él no confiaba en sus emociones cuando estaba cerca de ella. Era extraño. Daichi confiaba en ella con todo. No había secretos ni engaños cuando se trataba de Minako Saito. Pero la idea de dejarle saber algo tan vulnerable era aterrador.
—¿Estamos bien entonces? —Minako inquieto. El brillo de esperanzas en sus ojos fue suficiente para alejar todos los malos pensamientos—. ¡Porque puedo darte una disculpa mejor! Limpiaré el gimnasio mañana y--.
—Siempre estuvimos bien —Daichi la interrumpió con gentileza—. Lo prometo.
Ella lo observó una vez más y, entonces, sonrió, casi como si estuviera satisfecha con su respuesta. Minako brilló antes de girarse y comenzar a caminar hacia delante. No obstante, no se detuvo en la esquina donde estaba el parque, y en su lugar continuó hacia la parada del bus.
Con el ceño fruncido, Daichi la alcanzó—. ¿A dónde vamos?
Minako se giró y le disparó una sonrisa mientras comenzaba a caminar de espaldas, todo la vida y felicidad emitiendo de ella como un farol brillante para que todos vieran.
—¡Vamos a la pista de hielo! —respondió animadamente.
¿La pista de hielo?
Llevar a Daichi a la pista de hielo era algo que Minako había planeado hacer. Para ella,la pista era un lugar sagrado y especial, un lugar feliz donde se rehuzaba a dejar que cosas negativas o reales quebrantaran su fantasia. Sobre el hielo, ella es capaz, feroz y está por sobre todos los demás. Todos creen que saben quién es en la escuela, que es un inidividuo con el corazón congelado sin deseo ni pasión. Pero el patinaje artístico es una de las cosas por las que peleará, es la razón por la que arriesgará todo. Minako estaba feliz con nadie sabiendo su secreto, con su su otra (y mejor) vida, a ella no le molestaba la opinión de otros. Estaba orgullosa de sus logros y hasta dónde había llegado en su carrera. Pero la punzada de vergüenza que permanecía, lo único que la contenía de bramar sobre sus logros era ese único fracaso que la envió en una espiral de la no sabe cómo recuperarse.
Pero ella quería mostrarle a alguien, a cualquiera, esta parte de su vida. Tal vez parte de ello era porque quería salvar esa pequeña felicidad que recibía en la pista. Hoy en día, pararse en el hielo casi era humilante y aterrador. Ella es un ex-patinadora de pareja, intentando comenzar de nuevo con nuevos recursos y un comienzo fresco para auxiliarla en este viaje confuso.
—No sé patinar —es lo primero que salió de la boca de Daichi al minuto en que entraron al edificio. Daichi resaltaba con sus ojos yendo a cada cosa que se movía, y su estatura tensa lo hacía asemejar a un niño perdido.
—Qué bueno, supongo que eso significa que puedo alardear —Minako bromeó mientras los dirigía a ambos a las gradas. Ella asintió hacia el par de patinadores que caminaron a un lado y les ofreció pequeños saludos a los niños pequeños que la saludaron emocionados—. Lo que te falta en patinaje compensa mi falta de experiencia en volleyball.
Daichi mordió su labio para contener la sonrisa provocada por el tono engreído de Minako.
Todos los que los rodeaban eran impresionantes, y no solo de una forma física. Como Minako, rebosaban de confianza y presunción como él nunca había visto. Algunos llevabas ropa de deporte casual, pero enfatizaba sus cuerpos tonificados y musculosos. Otros llevaban vestidos hermosos y excéntricos que Daichi solo había visto de reojo en las Olimpiadas de invierno. Se sentía mal estar en la pista, casi como si fuera un forastero entrando a un oasis prohíbido e intocable que alguien como él no estaba destinado a encontrar.
Minako lucía casi como él, con solo su ropa de deportes reservada para sus clases de gimnasia y prácticas con el nombre de su escuela adornando su espalda, ella lucía igual que cualquier estudiante de secundaria. Nadie la miró dos veces, y la trataban como si fuera uno de ellos.
Tuvo que ser curioso para los empleados que Minako se acercara al área de renta de patines y les pidió unos patines del número de Daichi. Lo que fue incluso más vergonzoso fue cuando él se sentó y Minako se agachó frente a él para atar sus cordones. La mirada de él se enfocó en el jumbotron detrás de ella, esforzándose por concentrarse en que uno de los números lucía más como un 0 en lugar del 8 que debería ser.
—Sé que es raro, pero preferiría que no te caigas porque tus patines están sueltos —Minako dijo como si hubiera leído su mente. Se levantó y se limpió las rodillas con las manos antes de colocarlas sobre su cintura—. Créeme, esas caídas son brutales.
—Solo no estoy acostumbrado a usar patines —mintió él.
Minako se rió, pero no lo presionó más. Ella se sentó a su lado y tomó su propio par de patines de su mochila. Daichi la observó colocárselos y atar los cordones rápido y eficientemente. Sus dedos se movieron entre los cordones y los enganchó.
—Debes patinar seguido —Daichi notó con admiración.
La cima de las mejillas de ella se tornaron rosas al levantarse. Ella le quitó las guardias a sus patines y las guardó en su mochilla para comenzar a estirarse un poco.
—Sí, papá lo ama, así que crecí patinando —ella se encogió de hombros. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras observaba a los patinadores sobre el hielo. Daichi no recuerda verla tan pacífica—. Fue como mi segunda casa, ¿sabes? Mamá y papá siempre tenían problemas para sacarme del hielo, pero no podía evitarlo. Tengo esta adrenalina. No puedo explicarlo.
—Lo entiendo.
—Las patinadoras artísticas lucen hermosas cuando están sobre el hielo —Minako susurró, un matiz de amargura colgando del final de la oración. Daichi no lo hubiera notado si no fuera por la ligera caída de sus labios—. Tienen esta elegancia, una confianza que nadie más puede replicar.
—Bueno, por suerte tú ya tienes eso —Daichi contestó casi instantáneamente. Minako giró la cabeza a un lado y lo observó con sorpresa, pero antes que pudiera soltar palabra, Daichi se puso de pie—. Vamos, creí que íbamos a patinar. Por mi bien, hagámoslo antes que lo piense mucho.
Minako rió, pero igualmente se levantó.
En muchas formas, Daichi parecía un niño dando sus primeros pasos en la vida cuando se paró sobre el hielo. A diferencia de otros patinadores, él no se deslizaba ni tenía la confianza para llevarse a intentar. Minako estaba frente a él, sonriendo y asintiendo con emoción mientras patinaba hacia atrás y animaba a Daichi a continuar hacia delante. Ni una vez se rió de él ni lo hizo sentir más pequeño o incompetente.
Daichi no pudo evitar observarla como si fuera una clase de diosa con la forma en que patinaba hacia atrás, ocasionalmente cruzando un pie sobre el otro mientras lo rodeaba. Ella se deslizó sin esfuerzo, ni siquiera necesitanto mirar sobre su hombro para chequear dónde pisaba. No había miedo ni duda en sus movimientos. El nivel de confianza que tenía en sí misma, la confianza de saber que estaría bien sobre esta superficie congelada, era evidente en sus ojos.
Justo cuando Daichi dio un paso adelante y levantó un pie para seguir, tropezó hacia delante. Cerrando los ojos y preparado para golpearse la cara contra el hielo, fue atrapado con la guardia bajo cuando dos manos lo tomaron por los hombros y lo enderezaron.
Calidez.
Vacilante, abrió los ojos. Daichi tenía un idea ligera de lo que había pasado y cómo no estaba sobre el hielo sufriendo. Minako lo sostuvo con firmeza y sus cuerpos, apenas unos centímetros el uno del otro, dejó poco lugar para que él se moviera. Sus reflejos rápidos lo satraparon justo antes que su peso corporal lo enviara al hielo.
El corazón de él estaba acelarado con una velocidad increíble, pero no estaba seguro si era por la adrenalina que cruzaba su cuerpo o por lo cercanos que estaban. De repente, todo se sentía más. Daichi casi podía sentir su latido contra sus brazos, pulsando un patrón rítmico que ralentizaba el tiempo. El sonido de fondo de otros patinadores y sus coaches gritándoles estaba lejano. Y las luces brillantes, blancas y cegadoras resaltaban las motas de los ojos de Minako.
—¿Estás bien? —Minako preguntó, rompiendo el silencio. Ella dio un paso atrás y lo soltó—. No estás lastimado, ¿cierto?
Daichi tragó—. No, no, estoy bien. Perfecto.
Minako no lucía convencida, pero no discutió. En su lugar, dio un paso atrás y le ofreció una mano, sus palmas hacia arriba. Daichi la observó confundido mientras ella simplemente sonreía en respuesta. Ella rodó los ojos y estiró su brazo incluso más.
—Sosten mis manos —le dijo gentilmente. Minako lo miró a los ojos y le dio una sonrisa nerviosa, insegura de si estaba sobrepasando los límites.
En medio segundo, ella no era la hermana de Kyoga ni la mánager del equipo o siquiera la amiga que se está obligando a considerar. No. Ella solo es una chica hermosa frente a él, patinando con él. Esto lo congeló como nada más. El pensamiento llenó su pecho con tanta calidez que casi se olvidó lo entumecidos que estaban las puntas de sus dedos por la pista. Cada recuerdo cometido a su corazón, cada imagen de Minako del pasado, cada interacción de repente se repitió como una película en cámara lenta. Los detalles parecían más completos, más profundos de lo que solían serlo, e incluso las ideas blandas y minúsculas por las que no solía ni pestañear ahora lo hacían gritar.
—Sí, claro —susurró él mientras colocaba sus manos sobre las de ella.
Minako pareció sonreír más brillantemente cuando él lo hizo.
Ella se aferró mejor a él y le dio un guiño descarado mientras comenzaba a patinar hacia atrás, moviéndose de un lado al otro y mirando sobre su hombro mientras lo llevaba con ella. Y a pesar que habían patinadores (todos alrededor de su edad) haciendo trucos locos y saltos, Daichi no podía verlos. Minako lo enfrentaba y reía mientras aceleraba.
—Es divertido, ¿cierto? —le preguntó ella.
Daichi sonrió—. Sí, sí, realmente lo es.
Creo que puedo imaginarme gustando de ti, él pensó.
Esta no era su primer competencia ni sería la última. Pero eso no volvía la experiencia menos angustiante, ni menos aterradora, ni más fácil para ella. A Minako le gustaría mentir y decir que se las había arreglado para encontrar un mecanismo de supervivencia para ayudarla a través de todo esto, o alguna clase de ritual para calmarse como todos los otros patinadores hacen. Honestamente, ninguna de esa mierda de meditación la ayudaba. De hecho, solo la enojaba y asustaba más. Era fascinante que lo que la hacía sentir hermosa, como si estuviera en la cima del mundo, casi la hacía sentir como un fracaso total. Muchos discutirían que eso es una mentira en sí misma, algo envuelto en su propio espiral de inseguridades para achicarla y forzarla a siempre hacer lo mejor. Ella tenía los premios, las cintas y los trofeos para probar lo contrario. Pero la pequeña voz que la regañaba en el fondo de su cabeza nunca fallaba en sacar lo peor de ela.
Ella solo se sentía mal porque Mathis tuviera que lidiar con la peor parte de su temperamento.
—Oye, estuvimos increíbles —Mathis le dijo mientras la seguía al cambiador. Él la observó desde la puerta mientras Minako arrojaba a un lado la flor falsa que estaba enganchada a su cabello, y comenzó a quitarse los pines que sostenían su peinado—. Obtuvimos el tercer puesto por el programa corto, Manon. Eso es algo por lo que estar orgullosos.
Minako se giró y lo observó incrédula. Él recibió todo: la expresión en su rostro con el corazón roto, las mejillas manchadas con el rímel, y sus labios temblorosos. ¿Cómo alguien tan hermosa y joven puede lucir tan triste?
—Pero no es suficiente —Minako soltó mientras se giraba de vuelta hacia él. Ella observó el tocador, sus dedos aferrándose al borde en busca de estabilidad—. Si no alcanzamos un puesto lo suficientemente algo, no podemos avanzar, y es mi culpa--.
—Oye, oye, oye —Mathis interrumpió mientras se acercaba a ella rápido. Él tomó su mentón y la forzó a mirarlo. Dándole una pequeña sonrisa, él negó y limpió las lágrimas que cubrían sus mejillas de porcelana—. Es nuestra primer competencia juntos, ¿sí? Relájate. Lo descifraremos. No sé cómo hacías las cosas en Japón, pero somos un equipo aquí, ¿de acuerdo?
—Pero te estoy decepcionando y--.
—No estás decepcionando a nadie —Mathis insistió firmemente. Sus pulgares se pasearon por sus mejillas, intentando mantenerla enfocada en ese sentimiento en lugar de sus nervios. Ella sollozó mientras intentaba contener las lágrimas—. Ni a mí, ni a Anya, ni a nadie. Trabajamos hasta el cansancio preparando nuestro programa. Lo tenemos. Tú y yo sabemos que somos mejores que todos los demás aquí, ¿no? ¿De qué tienes miedo?
—No quiero que esto termine —Minako admitió con una voz pequeña. Ella cerró los ojos, rehusándose a mirarlo, como si eso fuera a enviarla en picada. Y podría hacerlo—. Yo - ¡eres mi compañero y amo patinar y quiero seguir haciendo esto! ¡No quiero que la gente crea que no puedo hacerlo!
Mathis soltó su rostro y deslizó sus manos por sus brazos. Se acercó y besó el costado de su cabeza antes de bajar su slabios a su oreja derecha.
—No sé a quién quieres probarle que puedes hacerlo —susurró gentilmente, sus palabras bordeando su usual humor—. Pero quiero que sepas que yo creo que eres una jodidamente buena patinadora, Manon Clavette. Vas a cambiar el mundo. Vamos a cambiar el mundo.
—No entiendes —Minako soltó en una respiración mientras se apartaba de su agarre. Ella lo miró, sus manos cerradas con fuerza hasta que su piel se tornó roja. Sacudió la cabeza y se encogió de hombros mientras intentaba evitar llorar—. ¡Ellos esperan a una increíble patinadora junior legendaria! ¡La hija de Basile, la hija de un Olímpico! Y tú... tú hiciste algo por ti mismo en este mundo, y yo no. No quiero quedarme atrás.
Mathis solo podía mirarla, intentando tomar cada grano de su palabra. Ellos lucían ridículos en sus disfrazes. El vestido excesivamente rosa y con demasiados volados de Minako que la hacía parecer una especie de hada de los bosques, mientras que él llevaba algo que lo hacía asemejarse a Adam de la Bella y la Bestia. Pero no era un cuento de hadas, no había una transformación mágica ni un hada madrina que fuera a conceder sus deseos y volver todo realidad. Porque para conseguir el final feliz, ellos necesitaban pelear para triunfar en este cuento.
El chico francés suspiró al acercarse, esforzándose por no tirar de su cabello, pero queriendo liberarse de esta frustración. No era frustración por cómo ella se sentía, sino que por la situación en sí.
—El primer día que te conocí, creí que eras una de las chicas más hermosas que conocí —Mathis admitió. Minako frunció el ceño y él continuó sonriendo mientras recordaba—. No pude evitar pensar "Wow, ella es hermosa. ¿Ella es mi compañera? Imposible." Entonces estaba asustado porque los rostros bonitos hay por docenas. Pero te vi patinar. Cualquiera con ojos podía ver lo hermosa que lucías sobre el hielo. Que perteneces allí.
>>Y sé que estás aquí enloqueciendo por estos ¿qué si?, pero yo no —Mathis continuó. Él dio un paso adelante y tomó la colita de pelo que sostenía el moño antes de soltarlo. Oscuros bucles de cabello marrón cayeron y besaron sus hombros pálidos mientras él pasaba su mano a través de su cabello—. Porque tú, Manon, eres mi compañera. Y confío en ti. He confiado en ti desde el primer día que practicamos, y confío en ti ahora. ¿Tú confías en mí?
—Sí, confío en ti.
—Bien. Porque no voy a permitir que te quedas atrás —le prometió con una voz pequeña. Sostuvo su cabeza por detrás y presionó sus frentes juntas, forzándola a mirarlo a los ojos—. Después vamos a salir allí, y quiero que mires a la audiencia y te des cuenta que todos los ojos están sobre ti. No porque esperan que falles o la cagues. Pero porque saben que eres hermosa y que eres la mejor. Siempre eres la mejor, ¿entendido?
—Somos los mejores.
—Sí, lo somos. Somos un equipo. Y si te quedas atrás, me quedaré contigo. Podemos hacerlo.
—¿Somos... somos suficiente?
—Por supuesto que sí.
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