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𝐒𝐈𝐗𝐓𝐄𝐄𝐍. I Need to Hate You


𝐒𝐈𝐗𝐓𝐄𝐄𝐍. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
Necesito Odiarte






      Todo atleta tiene un momento en donde las cosas repentinamente caen en su lugar, un lapso de tiempo en que eres agitado por la actualización y la memoria de por qué haces lo que haces. Incluso más allá de los deportes, todos tienen un despertar. Ya sea un artista descubriendo a su musa o un descubrimiento que sacude el suelo de alguien cuando saben que lo que hacen es algo que quieren continuar haciendo por tanto como puedan. El disparador puede ser la cosa más normal; el surgimiento de desesperación en tus venas te recuerda lo mucho que lo quieres, cómo estás dispuesto a luchar sin importar las consecuencias que te esperan. Cada momento que tomaste garantizado ahora son momentos que lamentas, que desearías poder olvidar porque, que algo cuestione tu dedicación, es una vergüenza con la que nadie quiere vivir.

      Ver a Asahi jugar con el equipo de la Asociación Vecinal fue un momento de desesperación, un llanto por borrar la vergüenza que una vez lo embargó. Su grita parecía hacer al gimnasio temblar, afectando los huesos y corazones de todos allí. A Minako, que nunca le hablaba a Asahi, la hacía comprender un poco más las alas del rematador. La hacía entender el dolor de todo el dolor que cargaba en su corazón, el peso profundo en su interior, y la vergüenza que se acurrucaba en las sombras.

      Pero algo en su interior despertó, un deseo, tal vez la desesperación, por ver algo de su equipo volver a la vida.

      —¡Buen trabajo! —Kyoga, de pie al lado de Minako, animó. Minako lo siguió y aplaudió las jugadas de ambos lados que eran éxitosas. A pesar que aún no le importaba mucho el volleyball, ver al equipo lentamente entrar en un zurco era gratificante.

      Mirar a Nishinoya y Asahi unirse se sentía como los viejos tiempos cuando Minako no era una máanger y era llevada a las prácticas solo para que Kyoga pudiera mirarla. La confianza sin palabras y el vínculo entre los compañeros de equipo, las jugadas sin esfuerzo, todo era gratificante y fascinante. El gesto y mirada más pequeña podía significar cualquier cosa.

      Sabiendo que tendrían un partido de práctica con Nekoma los ponía de los nervios y emocionados. Dada la historia entre el coach de Nekoma y coach Ukai (no el rubio mánager de la tienda que siempre le dá su última bun de frijoles rojos a Minako), todos estaban alterados, desesperados por lograr algo.

      Había algo sobre el equipo ahora que los volvía puros. El aire y la atmósfera se volvieron más tensos, pero de la mejor manera posible. Dejaba a todos nerviosos, hambrientos por hacer lo mejor como si cada partido fuera a ser el último. Todo lo que Minako sabía era que, desde que los nuevos de primer año se habían unido, las cosas habían cambiado ya que la posibilidad de ganar se volvía más factible.

      Justo cuando cambiaron a otro set, el celular de Minako vibró, alertándola de que debía irse por su tiempo sobre el hielo. Ella lo tomó y maldició, sin percatarse del poco tiempo que tendría. Estaba a media hora de la pista e, incluso entonces, solo tendría dos horas de prácticas, un cuarto de ello invertido en ayudar a Seina con su programa.

      —¿Todo bien? —Kyoga preguntó mientras Minako guardaba el teléfono en su bolsillo.

      —Necesito irme para mi tiempo en el hielo —Minako murmuró bajo su respiración mientras comenzaba a cerrar su anotador con todas sus notas y observaciones del partido de práctica—. Estoy yendo tarde, y le prometí a Seina que la ayudaría con su programa y toda esa mierda.

      —Pero ni siquiera terminamos con el partido —Kyoga protestó, su voz captando la atención de los otros jugadores en la banca. Incómodo, los saludó con la mano y les hizo señas para que miraran a otro lado antes de continuar—. No puedes simplemente irte, ¡eres una mánager!

      —Daichi-san ya sabe que hoy me voy temprano —Minako discutió con una voz pequeña, sus ojos mirando de reojo al capitán que estaba gritando órdenes y guiando a los otros jugadores—. Estoy segura que sobrevivirán sin mí.

      —Pero después de eso vas a volver a casa sola —Kyoga espetó como un hecho, haciendo a Minako suspirar. Él se cruzó de brazos y la miró con atención, como un padre lo haría. Solo que su padre no sería tan protector de Minako como lo es Kyoga—. ¿Qué si te pierdes?

      Minako lo miró con diversión—. Eres consciente que solo me fui por un par de años y que vivía aquí, ¿cierto?

      —Oye, te pierdes fácil, lo hago por tu bien.

      —Eres graciosísimo, pero ya me voy y tú vas a contarme después cómo fue el resto del juego —Minako lo calmó y colocó su anotador contra los brazos de Kyoga—. Recuerda, me guardaste un gran secreto, ¡me lo debes!

      —La cagas una vez y de repente eres el malo de la película —Kyoga murmuró mientras echaba a Minako.

      Y a pesar que sus palabras decían lo contrario, Minako sabía que él estaba feliz por ella, que ella estaba creando una especie de normalidad para sí misma allí. Aunque no era nada comparado al horario agotador e intenso que tenía en Francia, era algo para ella. Este era un recordatorio que no se había rendido por completo en sus sueños, que habían oportunidades para que lo arreglara y produciera algo en esta situación.

      Después de lograr escaparse sin hacer una gran escena, Minako comenzó a dirigirse a la parada del autobús. A diferencia de las usuales mariposas en el estómago y la ansiedad que sentía antes de dirigirse a la pista, ella se sentía sorprendentemente ligera, casi emocionado por pararse en el hielo y pasar horas allí.

      Llevar a Daichi a la pista podía ser considerado perjudicial para su ya ocupado horario, pero no pudo evitarlo. Por la primera vez en meses, se divirtió en la pista y no fue por un nuevo programa o por perfeccionar un salto o secuencia. Ver a Daichi esforzarse por mantener el equilibrio y dar los pasos más pequeños para llegar a algún lugar era hilarante. Por un pequeño momento, ella no era Manon Clavette o esta nueva versión de patinadora, ella solo era una chica patinando con un chico.

      Si alguien viera a Minako justo ahora, probablemente la observarían y susurrarían tras su espalda. Ella no los culparía. Mientras bajaba por la colina, giraba y cantaba la canción de su programa, imitando los saltos y secuencias lo mejor que podía en una acera llena de baches. Mientras ella saltaba, su mochila golpearía su espalda, la sensación de sus libros golpeándola suavemente. Por sobre sus movimientos, no ayudaba que ella lucía como un estudiante normal (nuevamente, ella no está segura de si usar un vestido haría la gran diferencia de todas formas).

      Para el momento en que alcanzó la parada del autobús, parecía una niña risueña, su emoción era tan palpable que las puntas de sus dedos zumbaban. Ella tenía un largo camino antes que su programa estuviera siquiera cerca a terminar, mucho más para que fuera perfecto, pero siempre ha tomado los desafíos que se interponen en su camino.

      Tal vez pueda mostrarles mi programa al equipo cuando esté terminado, Minako pensó con emoción. ¡Mostrarles lo que puedo hacer, y en qué soy buena!

      La idea de tener al equipo apoyándola (ha visto a Tanaka en su auge cuando él y los otros chicos de segundo año la bañaron con aplausos e infinitos cumplidos cuando comenzó a caminar sin las muletas) era algo que no podía esperar por tener. Sin saber que ellos la veían como parte del equipo, incluso si ella solo era la molesta hermanita de Kyoga.

      —¡Ma fifille! —francés—. ¡Manon!

      Girando su cabeza hacia un lado, se encotró con la vista de un vehículo desconocido parando no muy lejos de donde estaba de pie. Saliendo del lado del copiloto y de la parte trasera estaban sus abuelos, su abuela Eloise la saludaba felizmente con un pañuelo de seda, y su abuelo le daba una sonrisa cálida mientras acomodaba su camisa de vestir. Ellos resaltaban con su ropa cara y elegante, pero no fue eso lo que congeló a Minako.

      ¿Qué estaban haciendo Miyagi de todos los lugares posibles? Por tanto como Minako recordaba, sus abuelos raramente tomaban el esfuerzo de viajar a Japón, siempre discutiendo con Basile para que la familia viajara en lugar de lo contrario. Minako lo atribuía a que sus abuelos eran de la ciudad y no tenían el estómago para soportar la comida japonesa con la que ella se crió. Porque Dios prohiba que ellos coman algo que no fuera costoso o de un restaurante de lujo. La última vez que vinieron a Japón fue a recoger a Minako para llevarla a Lyons y entrenarla con un nuevo compañero.

      Minako apenas podía comprender el beso de su abuela sobre su mejilla y la sensación de Eloise aferrándose a sus hombros. Encontrar las palabras correctas con las que comenzar era difícil.

      Ella ama a sus abuelos, pero la visión de ellos fue un balde de agua fría que la bañó con felicidad. Su último encuentro no fue completamente placentero con Minako peleando con Eloise por quedarse en Miyagi para apoyar a Kyoga y su falta de un plan por la próxima temporada. Claro que se enmendaron (bueno, era más que su abuela actuaba como si nada hubiera pasado), pero además de eso, ella raramente les hablaba en los ocasionales mails de actualización. Su abuelo, Hugo, por el otro lado, era alguien con quien no hablaba seguido. A pesar que él siempre le cubría con amor y devoción como Eloise, él respetaba su espacio y nunca peleaba contra sus decisiones.

      —Has ganado peso —Eloise notó, un tinte de decepción en su voz mientras una de sus manos pasaba por sobre el estómago de Minako. Ella sintió escalofríos en su piel—. ¿Otra vez estás comiendo más carbohidratos? ¡Te dije que eso solo te engorda! ¿Qué hay de tu régimen de entrenamiento? ¿Aún lo haces o te rendiste?

      Hugo suspiró ante los regaños de su esposa—. Eloise, déjala. Se ve bien.

      —Bueno, ¡perdón por preocuparme por su figura! —Eloise disparó de vuelta mientras tomaba a Minako en otro abrazo sofocante. Ella se alejó solo para volver a gesticular al cuerpo de Minako—. ¡Mírala, Hugo! ¡Luce más pesada de lo que lucía cuando se fue!

      Su abuelo simplemente sacudió la cabeza antes de girarse y darle a Minako una pequeña sonrisa cálida—. Ignórala, Manon, te ves bien.

      Tal vez había estado demasiado tiempo lejos de Francia. Diablos, del mundo de competición en general, porque ella sabe que perdió su filo. Si fuera cualquier otra de la escuela que hacía esos comentarios, Minako no tendría problemas para callarlos con un comentario sarcástico, sin importarle las repercusiones. En su cabeza, ella sabe que es mejor con el secreto de su doble vida prácticamente colgando sobre ellos. Pero el hecho que estos eran sus abuelos, las personas que la vieron en su mejor momento y la ven ahora, es aterrador.

      Comentarios sobre su peso ya no molestaban tanto a Minako como solían hacerlo. Estaba acostumbrada. Pero escucharlo lanzó a su estómago en picada. ¿Ya era material de patinadora que incluso su propia abuela lo notaba? Sabe que no ha estado cumpliendo con su rutina, sabe que no está trabajando tanto como antes, ¿pero no era suficiente?

      —¿Qué hacen aquí? —fue lo primero que salió de la boca de Minako.

      —Cariño, no nos has visto desde el año pasado —Eloise frunció el ceño, casi decepcionada por las palabras de Minako como si no acabara de insultarla.

      —Solo estoy confundida —Minako dijo con una voz mansa. Sus rodillas estaban a punto de rendirse en cualquier segundo—. ¿Por qué están aquí? Creí que los veríamos en--.

      —Manon —no.

      Girar la cabeza parecía imposible. Cada fibra de su cuerpo gritaba que ignorara la voz y solo observabara a sus abuelos. Pero Minako no podía ignorar la forma en que su cuerpo reaccionó ante el mero sonido. Su cuerpo se congeló, sus manos se enfriaron, y sus pies se volvieron estáticos. Se preguntó qué pasaría si se girara y mirara.

      Flashes vinieron y se fueron, recuerdos que quería olvidar reaparecieron como un montaje terrible para encender su curiosidad y deseo natural. Escodiendo comida chatarra antes de ir a la pista d ehielo, observando los amaneceres antes de cada práctica matutina, viajando a competencias, apretando su mano por buena suerte como una superstición estúpida que haría que todo saliera bien, y vivir por la primera vez en tu vida. Cada emoción conocida por el hombre embargó a Minako, y no sabe qué mierda hacer.

      Pero ella miró igualmente.

      Mathis.

      Minako lo observó. Han pasado meses desde que físicamente lo vio y las fotografías del periódico no le hacían justicia. Sino que luce igual, tal vez incluso mejor que la última vez que lo vio en el hospital. Él fácilmente resaltaba, incluso con simples jeans negros y una remera de mangas largas verde oliva. Su cabello marrón claro brillaba en el atardecer y su piel tan angelical y bronceada como ella recordaba. Su memoria la traicona cuando sus ojos la observan. Recuerdos de cómo él la pasaba en altura al punto en que podía colocar su barbilla sobre la cima de su cabeza y la forma en que sus brazos la envolvían como una sábana como un recuerdo doloroso de lo seguro que la hacía sentir. Nada cambia el hecho que él sigue siendo uno de los hombres más atractivos que ha visto.

      De repente sintiéndose insegura, Minako colocó sus manos frente a ella para intentar ocultar la "panza" que su abuela había mencionado. Era ridículo sentirse consciente e insegura frente a un chico que la había tratado mal, pero la necesidad de sentirse perfecta y suficiente para Mathis seguía presente.

      Y ella odiaba eso.

      Sin hablar, él caminó hasta ella y envolvió sus brazos a su alrededor. El olor de su colonia era intoxicante, pero Minako nunca pensó que extrañaría lo reconfortante y cálido que era. Minako no necesita devolverle el abrazo, ella es incapaz de hacerlo. La calidez se vertió a través de la fábrica de su remera, y de alguna forma se transfirió a través de su gruesa chaqueta del club.

      Mathis alzó la cabeza y presionó un beso contra su mejilla—. ¿Salud, ça va?

      —Bien —Minako respondió en un susurro una vez que él se alejó. Él seguía sosteniéndola cerca mientras sus ojos la observaban. Ella sabía que lucía distinta. Sus mejillas se llenaron y ya no seguía siendo tan pálida como lo era cuando estaba en Francia. Se pregunta si él la sigue encontrando atractiva y si parte de él la sigue creyendo extraordinaria a pesar de lo aburrida que era su vida ahora—. Yo... estoy bien.

      —Te ves bien, Manon. En serio.

      Minako se liberó de su agarre e ignoró la mirada curiosa que recibió de su abuela que prácticamente le preguntó qué estaba haciendo. Ella aclaró su garganta y aplastó los finales de su chaqueta. Completamente consciente de que seguía en su uniforme de gimnasia y sin maquillaje, evitó la mirada de Mathis y se giró a sus abuelos. Pero nada cambió el hecho de que podía sentir los ojos de Mathis quemar el costado de su cabeza, casi forzándola a mantener en mente que él seguía allí.

      —Debería irme, estoy yendo a la pista por mi tiempo en el hielo y ya estoy yendo tarde —Minako comentó débilmente. Sus rodillas iban a vencerse en cualquier segundo si no se aleja—. Pero puedo decirles dónde está casa y--.

      —Oh, ¡tonterías! Estamos aquí para llevarte a cenar —Eloise la calló. Su abuela no notó el pánico en el rostro de Minako—. ¿Por qué no vamos todos a un lugar que te guste, Manon? ¡Puedes elegir!

      —Realmente no debería, estoy llegando tarde y —sintiendo el brazo de Mathis deslizarse alrededor de su cintura la calló inmediatamente. Minako giró su cabeza a él y se esforzó por mirarlo mal, pero cualquiera con ojos podía detectar el pánico escrito en su rostro. Mathis no fue disuadido por el brillo asesino en sus ojos, pero en su lugar, él la sostuvo con más fuerza.

      Mathis era un idiota, él podía sentir la ola de nervios emitiendo de Minako. Esta no era la primera vez que la salvaba de un argumento desagradable con sus abuelos, pero ella nunca creyó que volvería a hacerlo.

      —Vi un restaurante no muy lejos del hotel en el que nos estamos quedando —Mathis mencionó mientras le daba una sonrisa a Eloise y Hugo. Minako deseó que les hubiera contado todo, que no lo tuvieran en un pedestal. Pero lo último que quería era causar una conmoción—. Creo que es el lugar perfecto para que hablemos y nos pongamos al día con Manon.

      Eloise juntó sus manos—. ¡Perfecto! Les daremos un momento a los dos y esperaremos en el auto, ¡pero no se tarden mucho!

      Minako abrió la boca, lista para protestar, pero sus palabras cayeron cortas cuando sus abuelos rápidamente se dirigieron al auto. No ayudó que Mathis apretara su cadera, la acción haciéndola titubear y dudar. Justo cuando sus abuelos desaparecieron en el auto, Minako fue rápida para intentar removar sus manos de ella. Mathis se giró y se alejó antes que Eloise o Hugo pudieran ver a Minako intentar empujarlo.

      —Tranquila —murmuró Mathis—. No queremos que tus abuelos se preocupen.

      —Te odio —fue todo lo que Minako pudo soltar.

      Ella lo observó incrédula, casi insegura de por qué él estaba allí y por lo natural que estaba actuando. Ella odiaba que sonara sin remordimientos, que lucía bien cuando ella tenía problemas y sentía el dolor que experimentó por meses.

      Minako no podía confiar en sí misma. Quería irse, correr colina arriba y volver a la seguridad de ese estúpido gimnasio oloroso. Ellos estaban lejos de ser desconocidos, pero eran individuos que le recordaban de su caída y lo mucho que se había desviado de la perfección que alguna vez fue.

      —Manon, solo escúchame —su mano rozó su hombro antes que ella golpeara su brazo para alejarlo.

      —Tú escúchame —ella sisieó al acercarse. Minako apuntó un dedo contra su pecho—. Necesito odiarte, así que mantente lejos de mí, ¿de acuerdo? Tenemos esta cena y, entonces, tú y yo seguimos con nuestras vidas. Tú vuelves a Lyons y te quedas con Lisette, y yo me quedo aquí y hago lo que necesito hacer.

      —Solo quiero hablar, eso es todo.

      —¡No necesito escuchar lo que tienes para decir! —Minako siseó. Pestañeó para apartar las lágrimas mientras intentaba calmar su respiración—. No voy a darte la oportunidad de arruinar las cosas para mí incluso más. Puedo hacer esto sin ti.

      Mathis sacudió la cabeza, una expresión de frustración en su rostro que estaba lejos del gesto calmado y sereno que tenía cuando sus abuelos estaban cerca.

      —Siempre has sido una buena patinadora, Manon —Mathis finalizó mientras una sonrisa triste colgaba de su rostro, casi como si supiera que forzarla solo la provocaría—. Sé que puedes hacerlo, esa nunca fue una duda, y espero que lo sepas.

      —Y yo espero que te des cuenta que no tengo nada para decirte, ya no más —Minako se forzó a girarse y caminar hacia el auto, su expresión neutra para apabullar cualquier sospecha de sus abuelos, y sostuvo su cabeza en alto.

      Estarás bien, puedes hacerlo, intentó decirse. Y mientras se colocaba en el asiento del medio al lado de su abuela y esperaba a que Mathis la siguiera, solo puede pensar en cualquier cosa para superar esta horrible situación.

      Pero solo podía pensar en las palabras de Mathis que se repetían como un disco rayado:

      Ella es una patinadora increíble. ¿Pero por qué eso no era suficiente para él?



      Tanto como ama a sus abuelos, rápidamente recuerda lo sofocantes que son. Especialmente su abuela, Eloise. A Minako se le enseñó a amar a su familia sin importar qué, e incluso a pesar que todos eran conscientes de la mala relación de su padre con sus abuelos, ella siempre fue apoyada a contruir una relación con ellos. Hugo la mimaba como todo abuelo, comprando todo en lo que posaba sus ojos y nunca fallaba en ofrecerle dinero cuando la veía. Por el otro lado, Eloise adoptó otro enfoque y se involucró en las cosas que Minako ama. Su abuela siempre fanfarroneaba sus logros como si fueran los suyos propios, y cada victoria de Minako eran escuchadas por todas las amigas de Eloise. Tanto como ella aprecia que Eloise se preocupe por su carrera (la mujer pagó sus clases privadas y todo lo demás), Minako solo deseaba que no metiera la nariz en todo. No había dudas que su abuela ya no era paciente con la estadía de Minako en Japón y su ausencia en el mundo del patinaje. Después de todo, esa debe ser la única explicación sobre por qué Minako estaba en la habitación privada de un restaurante lujoso con sus abuelos, Mathis y su ex-coach, Anya.

      —Manon, apenas has comido —Eloise notó mientras empujaba el plato de verdes hacia Minako. Sus cejas se juntaron en un ceño profundo mientras limpiaba las esquinas de sus labios con una servilleta—. No podrás practicar si no tienes energía--.

      Minako levantó un poco de espinaca con sus palillos y lo colocó en su plato para callarla. No estaba segura de si quería comer solo para contentar a su abuela o comer tan poco como fuera posible para evitar otro comentario sobre su ganancia de peso. Sin embargo, Minako no cree tener apetito para empezar.

      —Manon siempre ha tenido energías en las prácticas —Anya Nikolaev comentó, bajando los palillos antes de darle una cálida sonrisa a Minako—. Siempre lista y llena de energía durante el tiempo en el hielo, incluso temprano en las mañanas. ¿Cómo estás ahora? ¿Las prácticas están bien?

      Anya Nikolaev era su antigua coach, pero más importante, ella era - es la coach de Mathis. Desde que Mathis comenzó a competir, su familia había contratado a Anya, una antigua Olímpica que representó a Rusia. Hasta el día de hoy, ella sigue siendo la mejor coach que Minako ha tenido y, a pesar de lo dura que Anya puede ser, ella era dedicada y final a Minako. Anya creía en su patinaje en una forma que nadie más lo hacía, ni Mathis, ni siquiera su propio padre. Dejar a Anya fue más duro que dejar Francia, porque Minako no podía verse trabajando con otra coach que no fuera Anya. Pensar que Lisette Boucher había tomado su lugar y podía entrenar con la mejor entre los mejores. Incluso sus insultos a Lisette eran algo que no se atrevería a tocar porque, si Lisette iba a ser entrenada por Anya, no había dudo que incluso ella llegaría lejos.

      Tragando el nudo en su garganta, Minako evitó su mirada colocándola sobre su plato—. No —finalmente respondió antes de levantar la cabeza con una sonrisa cansada—. Recientemente comencé a practicar de vuelta, y me tomé un par de meses de descanso.

      —Innecesario si me preguntas a mí —Eloise murmuró antes de tomar un trago de su copa de champán.

      —Bueno, yo creo que fue necesario —Minako disparó de vuelta. Arqueó una ceja, desafiando a su abuela a que le discutiera pero fue complacida cuando Eloise no dijo nada—. Decidí que voy a renunciar del patinaje en pareja y competiré en la división de individuales.

      El silencio parecía llenar la sala privada al punto en que, si ella fuera a arrojar sus palillos sobre su salvamantel de tatami, se escucharía. Minako observó los rostros de todos, parte de ella increíblemente satisfecha porque finalmente tenía su atención, y la otra parte queriendo vomitar. Parecía que su abuela iba a vomitar su pescado, su abuelo simplemente lucía sorprendido como si ella le acabara de decir que iba a cambiar de color de pelo, y Anya parecía desconcertada mientras sus cejas se fruncían confundidas. La reacción de Mathis contentó a la venganza que había anhelado por meses de dolor. La sonrisa de él cayó y la mirada de incredulidad y confusión fue suficiente para saborear la victoria. Por primera en su relación - no, asociación, finalmente estaba en la delantera. Él finalmente entendía lo que significaba perder a alguien, sentir que el mundo se resbala de debajo de tus pies.

      Sorprendentemente, fue Anya quien habló primero.

      —¿Entonces volverás a ser una patinadora individual? —Anya preguntó suavemente, su rostro no mostrando señales de crítica, sino intriga. Ella juntó las manos y se estiró hacia delante—. Han pasado años para ti, ¿no? Todo va a ser distinto.

      —¡Estás jodidamente en lo cierto que todo va a ser distinto! —Eloise chilló, arrojando su servilleta sobre su falda sobre la mesa. Su rostro lucía siete sombras más oscuras de rojo, y si su ira no estaba dirigida a Minako, entonces tal vez se hubiera reído—. ¿Individual? ¿Estás bromeando? ¡Eres una patinadora de pareja, Manon!

      —Lo que intento decir es que has progresado en una dirección diferente en relación a tu patinaje —Anya aclaró después de dispararle a Eloise una mirada fea—. Las habilidades que has practicado, todo lo que entrenaste fue para patinaje en parejas. Renunciar y volverte una patinadora individual no es imposible, pero significa tiempo perdido.

      Minako se encogió de hombros—. No por completo. Planeo competir esta temporada. No es imposible, porque seamos honestos, hablamos de mí. Puedo ocuparme de mi programa con facilidad.

      —Solo estamos sorprendidos, Manon —Hugo intentó explicar—. Estuviste interesada en el patinaje en pareja desde una edad tan joven. Sé que estos últimos par de meses no fueron fáciles, pero aún lo amas, ¿no?

      —No le veo el punto a confiar en otro patinador cuando me tengo a mí misma —Minako finalizó, sin perder la oportunidad de mirar a Mathis de reojo. El rostro de él se endureció ante sus palabras y su mandíbula se tensó como si estuviera conteniendo sus palabras—. Encontrar otro compañero será difícil. Muchos de los patinadores en Francia requieren que me vaya de Lyons para entrenar en una ciudad distinta, y es otro proceso conocer a alguien y construir química. Es más fácil si soy solo yo.

      —¡Podríamos haberte encontrado otro compañero! —Eloise espetó, frustrada.

      —Y lo aprecio —Minako dijo con calma, estirando su mano hacia delante y colocándola sobre la de Eloise—. En serio. Aprecio todo lo que han hecho por mí, y no podría haber llegado tan lejos como lo he hecho sin ustedes ni la ayuda de grand-père. No sé si voy a competir nacionalmente para Japón o Francia, pero lo descifraré. Pero Mathis tiene una nueva compañera, y yo voy a quedarme en Japón a entrenar por tanto como pueda.

      Anya suspiró antes de ajustar su saco alrededor de su cuerpo—. En realidad, queríamos hablarte de eso —mencionó en voz baja. La coach miró de reojo a Mathis, cuya mirada estaba vertida sobre la mesa. Después de percatarse que Mathis no diría nada, Anya continuó—. La asociación con Lisette ha sido confirmada para solo una temporada. No fue anunciado, pero nuestro acuerdo con Lisette es que ella y Mathis competirán juntos una temporada para ver cómo funciona. Pero no hay duda en nuestras mentes que amaríamos tenerte de vuelta.

      Minako tensó la mandíbula—. No era consciente ya que nadie me mencionó siquiera que Mathis tendría una nueva compañera. Tuve que enterarme por el periódico.

      —El momento no fue bueno —Minako miró mal a Mathis, insegura de si estaba enojada porque había hablado ahora o porque si quiera había hablado—. Nosotros - yo iba a decírtelo, pero yo... no quería hacerte enojar. Pero ella tiene razón, tú y yo somos increíbles juntos. Nadie puede recrear lo que nosotros hacemos juntos. Ninguna compañera puede cambiar eso.

      —Vas a hacerme quedar como una idiota si crees que me uniré de vuelta contigo después de que compitas con la jodida Lisette Boucher —Minako siseó, olvidando que no estaban solos. Soltó una carcajada seca—. ¿Qué? ¿Un segundo tú y Lisette compiten juntos después que nosotros la humillamos y derrotamos en temporadas pasadas, y al siguiente tú y yo volvemos a patinar  juntos? ¿Quién crees que parecerá un idiota? ¿Tú o yo?

      —¡Manon! —Eloise jadeó, horrorizada por la falta de modales de su nieta.

      Minako y Mathis nunca hablaron sobre lo que pasó entre ellos. Todo lo que los demás saben es que (excepto Kyoga y algunos de los chicos del equipo) ellos simplemente tuvieron una terrible ruptura que dejó a su asociación en el borde. Tanto como Minako amaría exponerlo y humillarlo, sabe que ella recibirá el final de la reacción. Y honestamente, prefiere no ser conocida como la chica que fue engañada por su compañero barra novio.

      —¡No hemos patinado juntos en meses! —Minako intentó defenderse, incluso si sabía que su excusa era terrible. Se estiró en su asiento y cruzó sus brazos por sobre su pecho—. ¿Pretenden que espere a que Mathis pase su test senior y vuelva a por mí? ¡Me rehuso a entrenar para un examen que no me garantiza tener un compañero ni que podemos hacer lo que hacíamos!

      —Y es por eso que estoy aquí —Anya le recordó gentilmente—. Retomaremos todo, empezaremos en donde nos quedamos y comenzaremos de vuelta. No tendrás que esperar nada. Te conseguimos a alguien más para que te ayude con tu examen, pasas, y entonces esperamos a la siguiente temporada.

      —¿Entonces solo pongo mi carrera en pausa? —Minako cuestionó furiosa, levantándose abruptamente. Arrojó sus manos al aire y soltó un gemido de frustración—. ¿Solo espero a que Mathis termine su temporada perfecta con Lisette y entonces puedo volver? ¡Eso no es justo!

      —Manon, esto es algo —Eloise enfatizó con fuerza—. Esto - ¡esto es mejor que tu sueño de patinar individualmente! ¿Sabes lo competitivo que es el campo? ¿Todo lo que tienes que hacer?

      —¡Prefiero hacer eso a solo sentarme aquí y hacer lo que todos esperan que haga! —Minako exclamó sonoramente, sin importarle que la gente afuera pudieran escucharla con facilidad—. ¡Quiero volver a patinar, pero quiero hacerlo bajo mis términos! ¡Quiero empezar de vuelta y divertirme! Ninguna dieta alocada, ni preguntarme si soy la razón por la que otro perdió, ¡y tampoco preguntarme si soy suficiente!

      —Estás tirando a la basura algo especial, Manon —Eloise la condenó lentamente. Sus ojos de repente se suavizaron ante la vista de Minako, casi como si de repente recordara que es su nieta quien está frente a ella—. Tienes algo especial en Francia esperándote, una oportunidad que otros amarían tener.

      Minako sonrió con tristeza—. Tengo algo especial aquí también. Sé que ahora no es la situación perfecta, pero funciona para mí. ¡Tengo un sistema de soporte genial! Voy a la escuela y - ¡y tengo amigos, y voy a clubes!

      —Eres una atleta, ¡sabes que tienes que hacer algunos sacrificios!

      No podía pelear a su abuela en esto, pero no podía echarse atrás. Minako sacudió la cabeza y comenzó a tomar su mochila y prepararse para escapar. Sabía que debería lidiar con todo esto después (seguramente mañana, una vez que sus abuelos llamaron a su papá para quejarse de lo que había hecho), pero no le importaba. Todo lo que quería hacer era volver a casa o ir a cualquier lugar donde no estuvieran sus abuelos ni Anya ni Mathis.

      —No quiero seguir sacrificando nada —Minako les dijo, pestañeando para alejar las lágrimas—. No me importa si ninguno de ustedes cree que puedo hacerlo, pero yo lo creo y eso es todo lo que me importa. ¿Y quién dice que Mathis y yo podremos patinar como solíamos hacerlo? No hay ninguna química. Así que, antes que alguno de nosotros diga algo que lamentemos, voy a irme. Disfruten su cena.

      Ignorando a sus abuelos, Minako rápidamente salió de la sala y lanzó su mochila por sobre su hombro. Bajó la cabeza para evitar cruzar miradas con las personas que susurraban sobre ella, indudablemente porque escucharon el ruido. No ayudaba que el hotel era pequeño. Diablos, Minako también tendría curiosidad si escuchara gritos en un idioma extranjero. Pero todo lo que Minako sentía era vergüenza y frustración pura.

      Ver a Mathis no inició ninguna amargura o enfado que la hiciera querer gritar. Sorprendentemente, fue capaz de ignorarlo por la duración de la cena y pretendió no notar la forma en que la mirada, desesperadamente intentando captar sus ojos o atención al involucrarla en nuevas conversaciones.

      Escuchar a su antigua coach y a su abuela decir que ir a individuales era una opción demasiado tarde para considerar fue, tal vez, incluso más devastador. En ciertas formas, Minako finalmente había aceptado que nunca volvería a patinar con Mathis y, más allá de que fuera un bastardo mentiroso, seguía siendo un compañero jodidamente bueno. Decidir volver a patinar, competir en un nuevo campo, y empezar de nuevo no era fácil, pero ella creía que podía hacerlo.

      —¡Manon, espera! —Mathis llamó, siguiéndola fuera del hotel. Trotó para alcanzarla y no se perdió el ceño fruncido en su rostro el segundo en que lo vio—. Solo escúchame--.

      Minako hundió un dedo en su pecho—. Tú de todos deberías saber que no voy a quedarme sentada como tu jodida alfombra. No voy a esperar a que tú y Lisette terminen de jugar a la casita para que me vengas a buscar.

      Mathis empujó su dedo a un lado y sostuvo su muñeca. Incluso bajo la luz sombria de las luces de la calle, ella podía apreciar lo bellos y claros que eran sus ojos. O tal vez simplemente era su memoria, recordándole lo completamente perfecto que él es, como un amargo recuerdo que ella la había cagado con alguien tan hermoso.

      —Nunca te haría eso--.

      —No, pero sí me engañarías, ¿no?

      Él solo pudo mirarla ante su reacción. No había nada que Mathis pudiera decir para defenderse, tampoco había nada que pudiera hacer para convencerla de que él la escogería por sobre Lisette cualquier otro día. Y eran momentos como estos cuando Mathis era completamente consciente de que Minako odiaba el hecho que aún lo colocaba en un pedestal invisible que debería haber sido demolido mucho tiempo atrás. Ella sabía que él conocía sus limites, y que eso era lo mínimo, pero también sabía lo profundo que su amor llegaba, que apenas una pequeña provada era suficiente para satisfacerla.

      —Necesito odiarte —Minako sususrró, sin molestarse en pelear contra su agarre—. No porque me engañaste, pero porque me convertí en una versión de mí misma que ya no me gusta.

      Mathis sacudió la cabeza mientras daba un paso adelante—. No necesitas ser alguien más. Nunca necesitaste--.

      —Sí si quiero sobrevivir. Porque después de lo que me hiciste pasar, no sé si puedo.

      —Manon...

      —No lo entiendes. Tú... me hiciste sentir tan hermosa, tan perfecta como si pudiera hacer todo lo que quisiera en este mundo. Tú fuiste la primera persona que me hizo sentir que, cuando estoy en el hielo, nada puede detenerme.

      —Eso sigue siendo cierto hasta el día de hoy —Mathis insistió. Sus ojos se aguaron ante su vulnerabilidad, pero rápidamente pestañeó y desapareció—. Sigues siendo hermosa.

      —Me lo quitaste. Ya no me siento hermosa —Minako tembló mientras se alejaba de su agarre. Ella tomó la muñeca que él había sostenido como si piel la quemara—. Continué patinando, esforzándme, intentando cualquier cosa para entender por qué lo hiciste. Y no quiero saberlo ahora. No quiero escucharte justificar lo que hiciste. Pero sé que tú ya no eres bueno para mí.

      —Lo lamento.

      Minako se sintió físicamente temblar ante sus palabras. Incluso si estaba siendo sincero, incluso si su corta disculpa era genuina, no hizo nada para curar las heridas cicatrizadas que cubrían su corazón marchito.

      —Ya no voy a hacer esto. Prefiero sentirme como la persona más estúpida y horrible en el mundo a continuar en esta espiral contigo.

      Sus pasos pesados la forzaron a girarse y caminar en la dirección contraria. No sabía cómo llegar a su casa ni si estaba lejos. Todo lo que Minako sabía era que alejarse de Mathis parecía la decisión correcta de hacer, incluso si era lo más difícil que había hecho. Irse de Francia fue fácil porque no tuvo que verlo, no tuvo que escuchar su voz llamando su nombre o convenciéndola de que seguía siendo una de las mejores. Pero de alguna forma, a pesar que habían pasado meses, la dulce respiración de su voz seguía aterrorizando los huecos abandonados en su pecho.

      —Nunca fuiste fea —Mathis dijo en voz alta, seguido por un suspiro—. Y... y espero que lo sepas.

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