𝐍𝐈𝐍𝐄𝐓𝐄𝐄𝐍. And There You Stood
𝐍𝐈𝐍𝐄𝐓𝐄𝐄𝐍. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
Y Allí Estabas
Todo atleta, lo admita o no, es supersticioso. Para muchos significa una rutina inquebrantable antes de cada competencia o partido. Aunque pueda que no garantice la victoria, calma al individuo el saber que tienen el control sobre un aspecto del día, y que están esforzándose por alcanzar sus metas. Minako no era severamente supersticiosa como varios de sus compañeros patinadores. Ha visto a chicas planear meticulosamente cada segundo de su día porque creer que romper su rutina significa la posibilidad de arruinarlo todo. Por ejemplo, Minako está segura que Lisette Boucher siempre es la última patinadora en irse de la pista después de la sesión de práctica previa al comienzo de la competencia. Y mientras Minako fácilmente podría burlarse de ella por ser tan supersticiosa, sabía que ella tenía sus propias supersticiones de las que otros se burlarían sin merced. Sabe que es lo suficientemente buena con o sin estos rituales, pero a sus ojos, no vale la pena tomar el riesgo.
Uno de ellos era su necesidad por escuchar música clásica el día de la competencia. La familia de Minako sabía que no debía intentar conversar, sino que simplemente la dejaban estar en silencio. Basile ni siquiera pestañeaba mientras su hija del medio se sentaba en la mesa para desayunar en silencio. Incluso Kyoga, que no había presenciado la rutina de Minako en mucho tiempo, permaneció callado mientras Minako se preparaba. Pero nadie podía ignorar lo distinto que era hoy, y lo tensa que estaba la atmósfera. Porque tanto como se esforzaban por dejar que Minako se prepare mentalmente, también esperaban que la gota se deslizara por el borde del vaso y todo se rompiera.
No los malinterpretes, ellos saben lo importante que es esto para Minako. Después de años de ir a competencias y presentaciones, se habían acostumbrado a los ritules y a las supersticiones de Minako, como su necesidad estricta por atarse primer el patín izquierdo y, luego, el derecho. En los años previos, antes de su mudanza a Francia, nadie pestañeaba ante nada de esto. Pero no fue hasta las vacaciones cuando volaron sobre el océano y presenciaron una presentación allá que se percataron de lo mucho que una persona podía cambiar en tan poco tiempo.
Ella no se molestó en pelear o discutir con ellos sobre su cambio de actitud. Después de todo, ellos no eran los que estaban en una habitación verde antes de cada presentación o competencia, ellos no eran los lo que salían a dar un show, y ellos no eran los que ponían su cuerpo y mente en riesgo por el deporte que ama más que nada. No importaba si tenía que desestimar su valor en base a la idea única de la perfección.
Minako miró a través del espejo a Mathis ingresar a la pequeña habitación verde. Bajó su brocha de maquillaje y se giró justo cuando él reveló un pequeño bouquet de flores de detrás de su espalda. Envueltas en un papel color marrón claro había un par de tulipanes blancos, sostenidas por un moño lila.
Lucía casi idéntico al primer bouquet que él le había dado.
—No era necesario —fue lo primero que cayó de sus labios al aceptar el bouquet—. Solo es una presentación...
—Es tradición —Mathis respondió con timidez, una mano viajando a su cuello lentamente. Las manzanas de sus mejillas tornándose rojas mientras sus ojos viajaban entre las flores y ellas, casi como si estuviera intentando decidir cuál era menos intimidante—. Son un poco pequeñas, ¿no? Es mi culpa por no ordenarlas por adelantado, y hacer señas con las manos no te lleva muy lejos en Japón.
Minako solo pudo asentir en respuesta, insegura de qué decir. Aunque agradecerle parecía ser lo ideal, su relación estaba demasiado dañada como para que esas palabras tuvieran un significado real. Con vergüenza, se giró y regresó a colocar el labial rojo sobre sus labios, esforzándose por distraerse e ignorar su presencia mientras se ubica en la silla a su lado.
Solo quedaban un par de horas más previas a la presentación, y este capítulo de su vida finalmente acabaría.
Dio lo mejor de sí para no pensar mucho sobre este acto de bondad. Le recordaba mucho a su pasado, cuando Mathis se aseguraba que siempre tuviera un bouquet después de cada presentación que tenían juntos. Su estúpida pequeña tradición nació en la primer presentación de la temporada con Mathis, cuando ningún conocido asistió a mirarla. Al final, cuando observó a los demás ser regalados flores por sus seres queridos, ella permaneció con amargura en el fondo, ya ni siquiera le importaban los resultados. Al día siguiente, él apareció en las prácticas con un montón de tulipanes, y cada presentación resultaba en hermoso tulipanes.
—Nunca me disculpé —Mathis comenzó suavemente, temiendo que si alzaba más la voz, la alejaría. Ella ha visto a su compañero en varios escenarios con distintas emociones inundando sus ojos. Pero el miedo nunca fue una de ellas hasta ahora.
Ella observó por el rabillo del ojo a Mathis removerse en su asiento, su mirada hacia el suelo y sus hombros encorvado hacia abajo mientras sus codos reposaban sobre sus rodillas. Él la miró de reojo y le dio una sonrisa débil, tan contrastante con su usual postura firme.
—No me disculpé... —Mathis pausó, físicamente teniendo problemas con encontrar las palabras correctas. Sus labios se giraron y formaron una mueca, frustrado por su incapacidad de entender—. No tendría que haberte engañado, y lamento haberte lastimado así. Sé que ninguna cantidad de lo sientos va a enmendar lo que hice ni hacer que me disculpes. Pero, lo lamento de verdad, así que perdón, Manon.
—No tengo una razón por la que hice lo que hice —Mathis continuó lentamente mientras frotaba las manos juntas, intentando evitar hacer algo que la molestara más—. Porque me importabas de verdad. Te lo juro. Y - y no era que quería algo más ni que ella era mejor, yo solo... no sé, no puedo decirte por qué lo hice. Ella solo estaba allí y... y en ese momento lo quería, y no sé por qué.
Minako apretó la brocha de maquillaje en su mano—. Ella... ¿La amabas?
Ella está aterrada de su respuesta.
—No.
La tensión en su pecho no disminiyó, el dolor en su corazón tampoco. En su lugar, seguía aferrándose a su cuerpo con fiereza, casi burlándose porque había creído que las respuestas la librarían del dolor que persistía como el toque de un fantasma. Su falta de respuesta, entonces y ahora, seguía tomándola incluso cuando él estaba lejos. Pero ahora que él está aquí, ella prácticamente podía sentir su toque sobre su piel.
—Eso no es suficiente para mí —Minako susurró con dificultad. Tragó el nudo en su garganta y se esforzó por alejar las lágrimas que inundaban sus ojos. Pero mirarlo ahora solo le recordaba todo lo que había tirado por nada, todo—. Solo necesito algo de ti. Solo, dame algo, lo que sea. Porque tiene que haber una razón por la que me engañaste.
Mathis pasó sus manos por su cabello, sin importarle que se estuviera despeinando—. Tal vez quería algo que no se sintiera solo como compañeros —Mathis admitió en voz baja. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos. Y por la primera vez en mucho tiempo, Minako vio el arrepentimiento en sus ojos—. Yo... eras mi novia, mi compañera. Pero a veces la línea se volvía demasiado borrosa y se volvió confuso para mí. Y la cagué.
Ella se quedó quieta en su silla, insegura de qué decir o hacer. Era la respuesta a una pregunta que había tenido en su cabeza por meses. Minako sabía que la razón que le diera nunca iba a hacer que todo se fuera: la duda, los qué sis, y los nuevos frutos de inseguridad que habían crecido. Porque Mathis siempre será parte de su vida. Ya fuera por ser compañeros, o porque trabajar con él había creado una nueva versión de ella, o porque sus inseguridades habían cortado todas las hermosas flores que solían estar en su corazón, Mathis siempre será una parte de ella.
—Pero te juro que para mí también fue real —Mathis respiró, como temiendo que, si hablara más alto, sus palabras fueran a perder la sinceridad. Ella se esforzó por ignoar la tensión en su pecho el minuto en que vio sus ojos llenarse de lágrimas y el tono suave de su voz—. Todo lo fue. Lo decía en serio cuando dije que eres la mejor chica, la más hermosa que he conocido.
Los oídos de Minako pitaban por la conmoción. Odiaba el hecho que creía cada palabra que le decía. Él no le ha dado razones para confiar en él ni en sus palabras.
—Bueno —Minako tragó mientras se levantaba. Tomó su chaqueta del club que reposaba en la silla y se dirigió a la puerta, intentando ignorar las lágrimas que dificultaban pestañear. Sus dedos se aferraron a la chaqueta negra con fuerza, como si fuera su única forma de salvación de esta pista de hielo, pero en muchas formas lo era. No tenía a nadie en quien confiaba cerca, sino que solo tenía la chaqueta negra.
—Todavía pienso lo mismo —Mathis la llamó rápidamente, esperando que sus palabras la alcanzaran.
Minako miró por sobre su hombro solo para observarlo levantarse de su asiento y tomar un paso hacia delante. Ella rápidamente se giró. Él no la siguió, se detuvo casi como si supiera que hacerlo solo arruinaría la pequeña relación que les quedaba—. Todavía te amo. Y no lo digo porque sí. Yo... ocho meses atrás hasta ahora, he estado aquí, enamorado de ti.
—No sé qué quieres que te diga —Minako le dijo en voz baja, deteniéndose de girarse porque sabía que, si lo hacía, si lo miraba, volvería a arrojarlo todo.
—Dime.. yo... no necesito que me digas que también me amas... solo dí sí. Cuando salgamos de aquí, dí que sí... por favor.
Bilis se alzó desde el fondo de su garganta. Minako se empujó a sí misma fuera de la habitación, intentando ignorar el sonido rugiente del violín en su oreja derecha proviniendo de su auricular que amenazaba con caerse al suelo; intentando ignorar la tensión en su pecho mientras Mathis volvía a sostener su corazón; e intentando no romperse como todos esperaban que lo hagan.
Porque este era el final que quería cuando estaba en Francia. Esta es la confesión, la disculpa, la explicación que deseaba obtener al minuto en que lo atrapó engañándola. E incluso si no fue un gran engaño, incluso si solo fue un simple beso, la traición de Mathis seguía teniendo poder sobre ella. No fue la traición lo que dolió, era el hecho que se las había arreglado para arrebatarle la mejor versión de ella misma que había conocido, e incluso entonces (incluso después que Minako estaba completamente convencida de que esto era todo), seguía sin ser suficiente.
Ella sabe lo que él le está pidiendo. Pero la respuesta que Minako creyó que tenía ahora estaba decorada con signos de pregunta ya que una nueva opción forzaba su camino dentro de la pista.
Minako ni siquiera pestañeó dos veces mientras pasaba por al lado de su abuela y se dirigía a la salida más cercana. Y mientras su abuela jadeaba y demandaba que se diera la vuelta, Minako solo continuó caminando lejos de la pista y hacia el baño más cercano.
La puerta del baño abriéndose golpeó contra la pared sonoramente, la quietud reverberando el sonido más alto de lo que originalmente era. Mientras Minako estaba agradecida porque estaba ella sola en el viejo baño, no le podía interesar menos si alguien fuera a verla en este momento.
Pero arruinarías tu reputación, podía escuchar a su abuela llorar del coraje.
—¡MALDITA SEA! —Minako gritó mientras giraba alrededor y golpeaba uno de los casilleros.
La piel de sus nudillas dolía por el dolor del impacto duro y sus oídos sonaban por el sonido. Minako deslizó su espalda contra la pared de casilleros, las palmas de sus manos presionadas contra sus ojos mientras intentaba estabilizar su respiración temblorosa. Algo apretaba sus pulmones, dificultando su respiración. Y a medida que su cabeza se volvía ligera, los pensamientos solo parecían crecer y crecer con cada segundo.
No había razón para rendirse, no había razón para echarse atrás en lo mejor que había tenido. Porque por más que fuera difícil y destructivo pararse bajo esas luces, la sensación era intoxicante y no se comparaba a ninguna otra cosa que Minako había sentido. La gente la respetaba cuando tenía a Mathis justo a su lado, la veían como alguien poderosa y hermosa.
Pero el miedo de ser defraudada otra vez, el miedo de cumplir con expectativas irreales se alzó por su garganta. Encontró hogar en sus huesos, la paralizó, y rasgó su piel.
Minako ignoró el sonido de pasos acercándose más y más a su posición en el suelo. Cuando finalmente removió sus manos de sus ojos, lista para gritarle a la persona que se alejara, se detuvo.
Shiori estaba frente a ella, su rostro estoico, y sus ojos imposibles de leer. Pero antes que Minako pudiera sentirse avergonzada por actuar tan infantilmente frente a ella, Shiori le ganó. La mayor tomó su mano y la alzó entre ellas, y entonces, Minako notó la piel rasgada que cubría la cima de sus nudillos.
—Golpear cosas es lo primero que haces antes de arruinarte —Shiori murmuró. Metió la mano en el bolsillo de su saco marrón de pana y sacó de el una caja de vendajes que tenían caritas de Hello Kitty—. No les importará ni el antes ni el después, solo los momentos en los que estás sobre el hielo porque es entonces en que debes ser perfecta. Pero nosotras antes y después, no importamos.
Minako no dijo nada, solo podía mirar mientras Shiori colocaba la caja de vendas a su lado antes de volver a llevar las manos a sus bolsillos. La caja estaba casi por la mitad, y Minako miró de reojo las manos ocultas de la chica antes de preguntarse si sus nudillos igualaban el rojo de su propia piel.
—No la cagues allí afuera —Shiori dijo de repente mientras volvía a levantarse. Era como una torre, mirándola desde arriba. Sus ojos estaban unusualmente tristes y vacíos, casi como si Shiori fuera incapaz de descifrar qué quería sentir. O tal vez la tristeza era un sentimiento más sencillo con el que lidiar en comparación a sentirse abrumada o frustrada—. Descubrirás que el público aquí es muy distinto al público de Francia.
—¿Es una advertencia?
Una pequeña sonrisa rompió el rostro de Shiori antes de que se encogiera de hombros. Minako creyó que lucía incómoda cuando sonreía—. No. Solo la experiencia, supongo. Espero con ansias poder ver finalmente cómo es la famosa Manon. No me decepciones.
Minako rió. Observó a Shiori marcharse del baño sin despedirse. Mientras sus dedos se curvaban alrededor de la caja de vendas, todo lo que Minako pudo hacer fue intentar enfocarse en los murmullos de música clásica que salían de los auriculares que colgaban de su cuello. Se contrajo al flexionar sus dedos, esforzándose por ignorar el suave picor alrededor de sus nudillos por su actuar sin pensar. No había forma que pudiera colocarse las vendas ahora, no cuando las cámaras iban a hacer zoom en cada parte de su cuerpo.
Sin importar lo mucho que quisiera negar lo que Shiori había dicho, no pudo evitar estar de acuerdo. La escena de patinaje en Japón es distinta a la de Francia. Y aunque comenzó su carrera en la prefectura, nunca la vieron crecer y convertirse en la patinadora que es ahora. No iban a tener merced solo por su lista de logros, sino que iban a tener ciertos estándares solo por ser quién era.
Toda la razón para hacerlo bien, podía imaginar a su padre musitar.
Con su mano libre, Minako tomó su celular y tipeó.
Para: Sawamura Daichi
Buena suerte.
Perder se convirtió en algo a lo que Daichi se había acostumbrado. Aunque era triste admitir que no pudieron siquiera ganar un set, nadie podía negar que Nekoma era el mejor equipo justo ahora. Su química, su habilidad para resolver problemas, todo eso era algo que a Karasuno le faltaba. Aún, el partido de práctica dio a luz a la esperanza para su equipo, porque fueron capaces de seguirle el ritmo al fuerte equipo de Tokyo, y eso debía significar algo. Sin embargo, parte de él no puede negar que la pérdida pesaba en él más de lo que debería debido al mensaje de Minako.
Incluso con ella ausente, Daichi aún se las arreglaba para pensar en ella. Pero pensar en Minako de esta forma era algo con lo que el Capitán no debería siquiera bromear. Gustar de Minako, verla en una nueva luz, era un juego peligroso, uno que nunca pretendió jugar. No debería desear su presencia, no debería sentirse tan alegre por un simple mensaje, pero lo hace, y ahora está inseguro de cómo detener este sentimiento.
Mientras el equipo cargaba el bus para volver a la escuela, Daichi notó a tres de sus compñaeros juntos cerca del vehículo. Inmediatamente reconoció a Kyoga, Nishinoya y Tanaka, y la idea de los tres planeando algo envió a su cerebro en pánico.
Soltando un suspiro cansado, Daichi se acomodó la tira de su bolso sobre el hombro antes de acercarse al pequeño grupo—. Sea lo que sea que estén pensando hacer, no lo hagan.
Kyoga giró la cabeza y sonrió tímidamente—. No es nada ilegal, lo prometo —dijo, alzando las manos para que su Capitán lo viera. Daichi notó un poster enrollado sobresaliendo de su mochila—. Ustedes pueden volver a la escuela. Tanaka, Nishinoya y yo vamos a irnos, pero nos vemos mañana en las prácticas.
Daichi arqueó una ceja—. ¿Tienen planes? ¿Justo después de pasar todo el día practicando?
—¿Qué está pasando aquí? —Suga cuestionó mientras él y otro par se acercaban. El vice-capitán tenía una sonrisa socarrona, y parecía un niño que quería descubrir un secreto—. ¿Vamos a algún lado?
—No —Tanaka soltó. Su rápida respuesta provocó que cejas se alzaran inmediatamente, y su rostro abrumado y asustado no pasó desapercibido por nadie del equipo—. Debes irnos ahora--.
—Oh, ¡vamos! ¡Dígamoslo! —Nishinoya se quejó, cruzándose de brazos. Miró a Kyoga, quien lo miró advirtiéndole. El libero solo se encogió de hombros y soltó un bufido—. ¡Cuántos más seamos, mejor! Y como dijiste, Matthew va a estar ahí, será más fácil callarlo si todos estamos ahí.
—Es Mathis —Kyoga siseó.
—¡Eso es lo que dije!
—Oi, ¿de qué están hablando? —Coach Ukai preguntó mientras él, Takeda y Kiyoko se acercaban a donde todos se encontraban. El coach rubio les dio una mirada aburrida, notando el bus vacío a su lado—. Apúrense. Debemos volver a la escuela y analizar el partido de hoy para poder prepararnos para los partidos oficiales que se acercan.
—En realidad —Kyoga intervino, alzando un dedo—. Um, nosotros tres no podemos ir. Debemos estar en otro lado justo ahora, y es importante.
—¿Pasó algo? —Takeda preguntó preocupado, mirando entre los tres chicos frente a él. Kyoga suspiró y Nishinoya golpeó su frente mientras Tanaka miraba alrededor, esforzándose por evitar hacer contacto visual.
—¡Es Minako! —Nishinoya finalmente exclamó. De repente, todas las miradas estaban sobre el libero, que lucía aliviado porque la respuesta finalmente había sido revelada—. Vamos a ir a ver a Minako, que es una atleta famosa en secreto. Es una patinadora importante de Francia y se lastimó, que es por qué volvió a Japón y por qué se transfirió a nuestra escuela. Pero ahora su compañero de mierda, Matthew, volvió y está todo mal. Pero hay buenas noticias, va a volver a patinar y tiene esta enorme presentación importante, ¡y vamos a ir a verla!
Todos se quedaron quietos. Excepto Kyoga, que arrojó los brazos al aire y le dio la espalda al grupo, casi frustrado porque las noticias habían salido a la luz.
—Bueno, al menos no fui yo quién les dijo —Tanaka suspiró mientras tomaba el poster enrollado de su mochila. En grandes letras oscuras estaban las palabras "Manon Clavette" escritas con terribles dibujos de ¿tal vez pájaros? a su alrededor—. Creo que escribí bien su nombre, pero no estoy seguro.
Daichi se esforzó por procesar todo lo que Nishinoya había soltado. Mucho tenía sentido, y cuadraba con la repentina transferencia de escuelas y por qué Minako estaba en una silla de ruedas. Todo lentamente se movió, como un rompecabezas con las piezas cayendo en su lugar. Recuerdos de los primeros días de Minako volvieron a su mente, y Daichi casi pudo colocar la emoción tras cada mirada tímida y cada mueca de disgusto. Porque no era un individuo indiferente el que había estado frente a ellos, sino que una chica emocionalmente frustrada y cansada, a la que la habían apartado de su mundo sin advertencia.
Pero en lugar de recordar a la chica que había conocido en primer lugar, la mente de Daichi se aceleró hasta la chica que lo había llevado a la pista de hielo por primera vez. La misma chica cuya voz poseía un triste anhelo mientras observaba la pista, y ahora tenía sentido cuando dicho que la pista era como su segundo hogar. No por su padre, sino porque era el lugar que la había formado.
Él encontró los ojos de Kyoga, que lo miraban excusándose. El gesto en el rostro de Kyoga fue suficiente para confirmar que lo que Nishinoya había dicho era cierto.
—Ella no creía que podría volver a hacerlo —Kyoga habló en voz baja, esforzándose por excusar el silencio de su hermana por tanto tiempo. El bloqueador central sonrió con tristeza—. Solo volvió a pasar, todo esto. Así que no... no la culpen por no haberles contado, chicos. Ninguno de nosotros creía que volveríamos a verla patinar, al menos no tan rápido.
Asahi fue el primero en hablar.
—¿Ahora está bien? —preguntó el Ace, la preocupación tiñendo su voz.
Kyoga asintió lentamente—. El dolor casi ya no está. Ha estado practicando por un par de semanas. Solo necesita apoyo, supongo. Las cosas no terminaron en buenos términos entre ella y su compañero después de su accidente.
—Vamos para asustarlo —Tanaka agregó—. Kyoga es el intérprete.
Kyoga ignoró su comentario y miró a Ukai y Takeda. Bajó la cabeza en perdón—. Perdón por no quedarme, pero mi hermana me necesita. Y necesito estar allí para ella.
Takeda solo negó y le sonrió al chico de tercer año. Sorprendentemente, incluso el coach no lucía molestó por el hecho que no iban.
—Minako-san es tu hermana y ella es parte de este equipo —Takeda comentó suavemente. Sus palabras fueron suficientes para desmoronar la fachada valiente que Kyoga intentaba no romper, pero ante la mención de su hermana, todos podían ver lo cercano que estaba a fallar.
—¿Podríamos ir? —Ennoshita clamó desde atrás. Los otros chicos de segundo que se encontraban a su alrededor asintieron—. Como Takeda-sensei dijo, ella es parte de este equipo.
—No, no, está bien, nosotros tres podemos ir y--.
—Deberíamos estar allí para ella —Daichi se encontró interrumpiendo a su amigo. Su voz finalmente volvió a su cuerpo, pero permanecía baja, casi como si hablar de ella fuera un pecado que no podía cometer—. Somos un equipo por una razón.
Kyoga lo miró sorprendido. Los sentimientos en sus ojos eran difíciles de descifrar, pero no fue mucho antes que Daichi pudiera detectar lo que su amigo intentaba expresar. La mirada de gratitud fue suficiente para confirmar la decisión de Daichi. Esto no era solo su equipo, es su familia.
Mientras Kyoga no había dicho nada sobre el desarrollo de la amistad de Daichi y Minako, no cambia el hecho que sigue siendo su hermano. Kyoga estaba lejos de ser un hermano sobreprotector, y aunque siempre insistía que Minako no volviera sola a casa, Daichi ahora sabe que es por la culpa que debía haber sentido a consecuencia de todo lo que Minako había pasado. No había duda que Kyoga confía en ellos con su hermana, pero ahora le están pidiendo que confíen en ellos con la parte oculta de Minako, una que es más frágil que la otra.
—¿Están seguros? —Kyoga preguntó una última vez, sus ojos sosteniendo la inseguridad—. Ella es... distinta cuando está sobre el hielo. No un distinto bueno, solo distinta.
Esta vez fue Kiyoko quien habló.
—Está bien —aseguró la mánager—. Me gustaría ver a Minako-chan patinar.
—¡A mí también! ¡A mí también! —Hinata intervino con emoción, casi como si no hubiera estado corriendo y saltando todo el día—. Y si Minako-san necesita que asustemos a este chico Matthew, ¡entonces podemos ayudar!
Kyoga miró al resto del equipo, aquellos que no habían hablado. Los de segundo año asintieron sin dudarlo, y Daichi supo que su amistad y lealtad jugaban un rol en su decisión. Respecto a Asahi y Suga, no había dudas, después de todo, ellos adoraban a Minako y Kyoga es uno de sus amigos más cercanos. Pero para su sorpresa, Yamaguchi y Tsukishima no objetaron. O mejor dicho, Yamaguchi estuvo de acuerdo y Tsukishima lucía indiferente.
Finalmente, Kyoga se giró al Coach Ukai y Takeda-sensei para la confirmación final.
Coach Ukai suspiró y se rascó la nuca con su mano libre—. Bueno, mocosos, se consiguieron un descanso de todas formas, así vamos a hacer esto —concluyó. Le sonrió a Kyoga, que lucía aliviado por su respuesta—. Además, si ir te motiva, hagámoslo. Vamos a necesitarte en el futuro.
Nishinoya arrojó las manos al aire y saltó emocionado—. ¡Sí! ¡Gracias a Dios, ya todos sabemos! ¿Saben lo molesto que era ser el único que sabía todo? ¡Vamos!
Mientras todos comenzaban a abordar el bus con emoción, listos para dirigirse a la pista, Daichi se quedó con Kyoga, que daba vueltas afuera. Por primera vez, Daichi fue incapaz de leer a su amigo. Tal vez lo habían forzado demasiado y él no quería que fueran a la presentación de Minako a diferencia de lo Tanaka y Nishinoya habían dicho. A pesar que habían sido compañeros por años, no significaba que el lazo que tenían con Kyoga era más importante que el que él tiene con su hermana menor.
Y Daichi sabe que Kyoga va a dejarlo todo por su familia.
—No estés decepcionado —Kyoga dijo con simpleza.
—¿Por el patinaje de Minako? —Daichi preguntó—. Ya la vi patinar--.
—Con la decisión que tome al final —Kyoga corrigió, sacudiendo la cabeza—. Conozco a mi hermana y sé que, para ella, nada es más importante que el patinaje. No yo, ni mis padres, no este escuela. Todos lo aceptamos, pero ustedes no. Ella es distinta sobre el hielo.
—Pero sigue siendo Minako.
Kyoga exhaló bruscamente antes de enfrentar a Daichi—. Amo a mi hermana, pero incluso yo admito que la persona que era antes era mala. Todo lo que le importaba era el patinaje. Había una razón por la que ninguno de ustedes la conocieron antes de que se lastimara, por qué nunca volvió a Japón por tantos años. La persona que ustedes conocen ahora es una versión mucho más domesticada de lo que solía ser. Pero esa persona no patinó por meses, esa persona estaba perdida porque no tenía oportunidades. Y ahora las tiene, y va a arriesgarlo todo por volver a patinar.
La seriedad que se aferraba a las palabras de Kyoga hicieron a Daichi querer creerle, querer confiar en su amigo y lo que tenía para decir. Pero otra parte, la parte que lo está haciendo dudar, es el idiota que caminó con Minako, que rió con Minako por las cosas más tontas, que se volvió la persona que ella llamaba primero cuando estaba en problemas, y quién patinó con ella y la vio enamorarse del patinaje. Esa era la parte que le hacía dudar lo que Kyoga le estaba diciendo.
Y tal vez la Minako que Daichi conoce es falsa. Tal vez es estúpido de su parte bajar la guardia por una chica que sacrificaría todo por un sueño. Tal vez esta era una señal superior, implorando que despierte.
Siempre supo que una chica como Minako era demasiado buena para ser verdad. Pero el deseo de querer verla triunfar y volverse la mejor le ganaba a todo deseo egoísta de querer quedársela para él.
Llegar a la pista de hielo fue una experiencia adversa, después de todo, ninguno de ellos podría haber predecido la magnitud del mundo de Minako. Fueron recibidos por enormes pancartas colgadas que mostraban a varias patinadoras artísticas en sus hermosos vestidos. Pero la que se encontraba en el medio era Minako, con un chico justo a su lado. Aquello tomó a todos con la guardia baja, con una Minako hecha una muñeca con costosos vestidos enjoyados. Comparado a la mánager que conocían en su uniforme simple de Karasuno y sin maquillaje, este era un nuevo mundo por completo. Incluso Tanaka, que sabía el secreto de Minako, continuó murmurando bajo su respiración que incluso el diablo podía lucir como un ángel.
Mientras caminaban hacia el frente donde Basile Clavette los esperaba, varias personas que seguían esperando en la fila los miraron mal.
Incluso esta corta introducción al mundo de Minako era tensa. Daichi podía imaginar una versión más pequeña de Minako siendo apurada en la mañana para prepararse entre los crueles y perversos. No era ninguna sorpresa que en tal ambiente ella se viera forzada a escudarse.
—Dios, ¿y es feo? —Tanaka preguntó incrédulo mientras observaba la pancarta sobre ellos. Con los brazos cruzados y una pesada mueca de disgusto en su rostro, estudió al compañero de Minako—. Ya les digo, Minako tiene un gusto terrible de chicos. Debería haberle dicho que sí a ese chico del equipo de soccer o-- ¡oye! ¿Por qué fue eso?
—¡Porque nadie sabe que salieron! —Kyoga, que había codeado el costado de Tanaka, siseó entre dientes—. Es un secreto por una razón. ¿Realmente crees que el niñito dorado podría hacer esta presentación sin repercusiones?
El resto del equipo alzó las cabezas para inspeccionar la pancarta, sin dudas intentando aceptar el hecho que Minako y su compañero, Mathis, no Matthew, habían salido.
—No es feo —Suga comentó con una mano en la barbilla—. Definitivamente el tipo de chico bonito que probablemente le gusta a Minako.
—¿Estás bromeando? ¡Fujita del equipo de baseball es mucho más lindo y Minako lo rechazó dos veces! —Tanaka exclamó antes de recibir un golpe en el brazo por parte de Kiyoko. Inmediatamente, el rematador se calmó y observó a su manáger aturdido—. Perdón, me callo.
Mientras el resto del equipo conversaba sobre Minako y su supuesto ex, Daichi no pudo evitar observar sus rostros. Tanaka estaba equivocado, no había nada de feo en Mathis Lévésque. El compañero de Minako era encantador, y sin duda el tipo de chico por el que muchas chicas caerían, y no necesitabas ser un genio para entender por qué ella había estado con él.
No seas inseguro. Terminaron por una razón, intentó razonar consigo mismo.
Pero no podía sacarse de la cabeza el hecho de que lo que habían tenido probablemente había sido extraordinario. Su carrera y éxito había sido llevado por su química, su habilidad para trabajar juntos, y sus sentimientos. A pesar que su relación fue mantenida oculta del público, la idea siempre había estado en el fondo de las mentes de todos cuando los observaban patinar porque algo tenía que pasar entre ellos.
—¿Qué clase de presentación es? —Takeda-senpai preguntó mientras ojeaba el pamfleto que habían sido entregados en cuanto llegaron.
—La presentación es solo el frente para el evento principal, que es el programa de reunión de Mathis y Miko —Kyoga respondió—. Es una cosa de publicidad para mostrar que los dos siguen teniendo una buena relación y todo eso, especialmente porque la nueva compañera de Mathis solía ser su vieja rival.
La expresión oscura en el rostro de Kyoga solo preocupó a Daichi incluso más. Mientras los demás estaban exaltados por el nuevo escenario y cambio de ritmo, era claro que Kyoga lo odiaba.
—¡Jérémie! ¡Por aquí! —llamó una voz sonora. Todas las cabezas se giraron en dirección del sonido, y no fue solo el equipo quien observó con admiración a Basile Clavette caminar con la pequeña Yua Saito en sus brazos.
—El papá de Kyoga-san y Minako es un Olímpico —susurró Tanaka—. También es un patinador de pareja.
Nishinoya ignoró los murmullos mientras caminaba con confianza y se agachaba con los brazos abiertos—. ¡Yua!
—¡Ya! ¡Ya! —Yua exclamó emocionada, luchando contra el agarre de su padre antes de ser bajada—. ¡Ya-kun! ¡Estás aquí! ¡Estás aquí!
—Yua, eso es descortes, no puedes decirle Ya —Kyoga la regañó. Sin embargo, sonrió brillantemente ante la visión de su hermanita saltando a los brazos del libero y abrazándolo. Él enfrentó al resto del equipo, quienes prácticamente se derretían ante la pequeña Yua—. Esta es mi hermanita, Yua. Ella es la buena. A veces. Créanlo o no, es hermana de Miko-chan.
—Yo soy su favorito —Nishinoya alardeó, levantando a Yua.
Daichi sonrió a la Saito más pequeña. Tomando su mochila, sacó una barra de granola que había guardado—. Creo que prometí traerte comida, ¿no?
Yua abrió los ojos y aceptó la barra con ambas manos. Sonrió y sus grandes ojos de muñeca se arrugaron a los lados por la felicidad—. Gracias, Dai-niichama. ¡Te amo!
—Gracias a todos por venir —Basile habló con calidez—. Significa mucho que hayan venido a apoyar a mi familia.
Sorprendentemente para un Olímpico, lucía tan simple, pero no había duda que la atención seguía colocada sobre él mientras espectadores ccercanos observaban y susurraban entre ellos. Kyoga era el más parecido a su padre, con su mandíbula marcada y rasgos faciales acentuados. Sin mencionar lo alto que Basile es, casi garantizando que Kyoga sería igual. Y mientras Minako no heredó muchos rasgos de Basile, tenía la misma mirada intensa de Basile.
—¿Habla japonés? —Tanaka clamó un poco demasiado alto. Siseó en dolor después que Narita lo codeara al costado, haciéndolo percatarse lo tonto que su comentario había sido.
Pero en lugar de lucir ofendido, Basile rió, rascándose la nuca—. Mi japonés no es el mejor. Pero puedo arreglármelas la mayor parte del tiempo. Además, mi esposa es japonesa.
—Lamento sus malos modales —Suga se disculpó, dando un paso adelante y estrechando la mano de Basile. Daichi se estaba pateando por no haber sido el primero en hacerlo—. Soy Sugawara Koshi, el vice-capitán del equipo. Es un gusto conocerlo. Lo lamento, llegamos tarde, fue algo de último momento.
Basile regresó el gesto y negó—. No te preocupes, el evento principal no comienza hasta dentro de media hora más o menos. Ustedes llegaron justo a tiempo.
—Señor, no tenemos tickets —Daichi admitió excusándose, mientras se removía en su lugar incómodo.
—Está bien, ustedes no los necesitan. Ya me encargué de eso —Basile aseguró con amabilidad. No había vanidad o superioridad colgando de sus palabras—. Después de todo, es la presentación de mi hija. Lo menos que puedo hacer es tener a sus amigos aquí para apoyarla. Ustedes significan mucho para ella.
Todos estaban muy sorprendidos para hablar. Después de todo, era Minako Saito de quien estaban hablando, la misma mánager cuya indiferencia siempre los confundia. Y mientras podrían no comprenderla ni lo que ella pensaba de ellos, sabían que era ferozmente leal y protectora con ellos.
Ahora era su turno de devolver el gesto.
El minuto en que entraron a la pista y se dirigieron a sus asientos en las gradas, la atmósfera cambió. No tomó mucho para que la tensión tomara lugar en sus huesos mientras sus ojos observaban a los patinadores sobre el hielo. Nada sobre la pista y su ambiente eran remotamente similar a una cancha de volleyball. El velo de perfección que rodeaba a los patinadores casi parecía falso mientras saltaban en el aire sin esfuerzo antes de aterrizar sobre una pierna y giraban sus cuerpos en posiciones ridículas. Y debajo de su belleza, Daichi notó su fachada rompiéndose, dejando ver el individuo mordaz debajo.
Todos ellos se sentían fuera de lugar con sus arrugados uniformes de volleyball debajo de sus chándales. Comparada a la fotografía casi perfecta de los patinadores debajo, ellos resaltaban en una mala manera. Pero entre todos en el equipo, Kyoga permanecía indiferente ante la vista de los patinadores presentando frente a ellos. De hecho, casi lucía aburrido.
—Ese último salto fue una locura —Asahi susurró con admiración. Sus dedos seguían aferrándose al pamfleto con fuerza, casi como si perderlo fuera a afectar la presentación. Con los ojos abiertos, miró a sus compañeros, preguntándose si ellos también acaban de ver lo que él—. Giró dos veces en el aire.
Kyoga se miró las uñas y se rió—. Miko puede hacer tres...
Tanaka asintió—. La vi hacerlo una vez. En realidad parece buena cuando está patinando. No sé--.
—Su papá está justo allí —Ennoshita le recordó antes de señalar con su pulgar en la dirección en la que Basile se encontraba. Por suerte, el Olímpico estaba demasiado enamorado con la presentación (y la ocasional distracción y comentario de Yua) para siquiera escuchar el comentario de Tanaka.
—¡Estoy emocionado! —soltó Takeda-sensei. El profesor se acomodó los anteojos mientras se estiraba hacia delante y observaba a los últimos patinadores calentar—. Todo esto es tan excilarante.
—No lo es cuando tienes que venir a las 6 de la mañana a competición para que tu hermanita se peine y se maquille —Kyoga culminó. El bloqueador central se encogió ante el recuerdo antes de sacudir la cabeza furiosamente—. Gracias a Dios está representando a Francia. ¿Se imaginan si representara a Japón? Digo, sería famoso en la escuela, pero eso significaría viajar a través del país para mirarla. Y hay cierta cantidad de veces que puedo mirar un programa antes de aburrirme.
Basile sonrió ante su hijo—. Que no los engañe, Kyoga viene a estas competiciones más que todos. A Minako no le gusta mucho porque dice que la distrae.
El equipo miró a Kyoga antes de asentir en concordancia, para el disgusto de Kyoga. Pero antes que pudiera protestar, Tanaka rápidamente lo calló y Nishinoya saltó de su asiento y comenzó a señalar al hielo.
—¡Es Minako! ¡Es Minako! —Nishinoya exclamó, tomando a uno de los miembros que estaba sentado a su lado—. ¡Rápido, Ryu! ¡Abre los posters!
—¡WHOO! ¡MINAKO-SAN! ¡WHOO! —Hinata gritaba desde las gradas mientras forzaba a Kageyama a pararse junto con él.
El bloqueador central bajito animó con entusiasmo, y tomó mucho tiempo para que el resto del equipo lo imitara. Incluso Daichi no pudo evitar ponerse de pie y gritar el nombre de la mánager junto con los demás. Pero para su sorpresa, no era solo ellos quien la animaban y gritaban ante su presencia. De hecho, muchos de los que estaban en las gradas aplaudían y animaban, excepto porque ellos gritaban Manon en lugar de Minako. Daichi juró que vio a una chica con un abanico que tenía el rostro de Minako.
El volumen del equipo rápidamente captó la atención de aquellos cerca, y el equipo de cámara envió una cámara en su dirección. Finalmente, sus gritos alcanzaron a Minako quien, después de patinar alrededor de la pista saludando y sonriendo a sus fans en las gradas, se detuvo al alcanzar su posición.
Los observó incrédula, su sonrisa cayendo junto con sus brazos que fueron a parar a sus costados. Pero la sonrisa volvió al instante, esta mucho más grande que la previa. Minako arrojó su cabeza hacia atrás y rió ante los posters que Tanaka y Nishinoya sostenían sobre sus cabezas. También se rió del resto de los de segundo año, que no dudaron en gritar paalbras de apoyo a su amiga.
—¡No seas muy intimidante! ¡No dejes que los demás vean lo que nosotros siempre vemos! —Kinoshita la molestó.
—¡Muestranos tus movimientos! —Narita agregó.
—¿Esto significa que ahora nosotros tenemos que llenar tu botella de agua? —llamó Ennoshita.
Minako solo rió con más fuerza ante sus palabras, sus carcajadas siendo escuchadas incluso por las personas que se encontraban en la altura media de las gradas. Su diversión terminó rápido, con el compañero de Minako tomándola por la cintura y gentilmente tirando de ella para continuar con su calentamiento. Minako asintió, la enorme sonrisa en su rostro ahora desaparecida mientras los seguía con deber. Pero no antes de mirar por sobre su hombro y saludar en su dirección. Juntos, los dos patinaron alrededor de la pista por un par de vueltas más mientras estiraban sus brazos por sobre sus cabezas y liberaban cualquier nervio que podrían haber tenido.
—Luce distinta —Suga observó mientras todos en el equipo volvían a sentarse.
Él tiene razón, sí luce distinta, y Daichi no sabe qué creer.
Su largo cabello oscuro que normalmente caía por su espalda ahora estaba sujetado en un ajustado e intricado moño que estaba adornado con pequeñas joyas a los costados. Minako tenía un vestido de terciopelo verde oscuro, con mangas de malla color nude con oscuras joyas decorando los puños y su cadera. Cada movimiento repentino que hacía parecía revelar otro punto brillante en su vestido. Sus ojos marrón claro estaban enmarcados y acentuados con pesada sombra gris que relucía sus intensos rasgos faciales, y un oscuro labial rojo que destacaba sus labios. Pero más allá de la ropa elegante y el maquillaje bonito, la mirada en el rostro de Minako era nueva para él.
Era un lado de Minako que nunca había visto antes, solo a través de videos y fotografías que había buscado no hace mucho. Pero verlo con sus propios ojos era completamente distinto.
Estaba acostumbrado a Minako en el uniforme de su escuela o el uniforme de las prácticas. Estaba acostumbrado a una Minako indiferente que no era afectada por los hábitos de Tanaka y Nishinoya. Estaba acostumbrado a que Minako se emocionara por la comida de la tienda.
—Dios, odio su estúpida cara —Kyoga, que estaba sentado al lado de Daichi, murmuró. Kyoga se enterró en su asiento, un brazo sobre el reposabrazos con una mano bajo su barbilla. La mueca en el rostro de Kyoga resultó inquietante, hasta que Daichi se percató que su disgusto estaba dirigido al chico al lado de Minako.
Mientras Minako resaltaba con su apariencia ostentosa, su compañero lucía más tranquilo. Sin embargo, Mathis aún destacaba con su camisa blanca y pantalones negros. Viéndolos uno al lado del otro, Daichi comprendió su dinámica un poco mejor, porque incluso parados juntos era evidencia que se veían bien juntos.
La idea molestó a Daichi profundamente.
—Está comenzando —Kyoga murmuró cuando su hermana y su compañero se colocaron en el medio de la pista.
Minako estaba frente a Mathis con un brazo apuntando al aire, y el otro sobre su cadera. Mathis reflejaba su pose, mientras ambos se miraban a los ojos.
Los suaves sonidos de violines llenaron la pista de hielo ahora silenciosa, mientras una desconocida canción clásica iniciaba. Instantáneamente, el par comenzó a moverse en sincronía, alejándose el uno del otro solo para volver a acercarse mientras patinaban por las partes externas de la pista.
Daichi no podía utilizar la terminología correcta para describir lo que presenciaba. Pero todo lo que sabe es que se sentía ligero. Mirarlos patinar juntos era como observar una hermosa película que te hace descubrir un nuevo lado tuyo que estaba esperando a ser descubierto y aclamado por el mundo. La música aumentó la intensidad de la rutina, mientras la desesperación fácilmente se despidió de ambos. Todos en las gradas observaban con las respiraciones contenidas mientras Minako se alejaba de Mathis con un brazo afuera. Contaba la historia de una chica marchándose, y un chico la perseguía con desesperación.
Mathis la giró y, justo cuando la llevó a su cuerpo, la levantó. Con una pierna suspendida en el aire y la otra abrazada al cuerpo de él, Minako relajó su cuerpo sobre sus manos. Sonrió brillantemente al aire mientras él giraba. En lugar de bajarla, Mathis la arrojó hacia arriba. Minako giró tres veces en el aire antes de perfectamente aterrizar sobre una pierna y patinar hacia atrás.
Continuaron patinando antes que Minako giraba y le diera la espalda a Mathis. Él fue rápido para seguirla por detrás antes de asentarse cerca. Con una mano presionada sobre el estómago de ella y la otra sobre su brazo, los dos comenzaron a girar en círculos antes que Mathis la alzara para otro giro, solo para que Minako aterrizara en una pierna.
La pareja continuó con su programa lleno de giros y saltos. Y a pesar de no haber trabajado juntos por meses, era casi imposible notarlo. Todo lo que hacían era en sincronía, y ni una vez estuvieron fuera de ritmo o distinto por un paso del otro.
Minako comenzó a arrojarse hacia atrás con un brazo apuntando hacia su pierna y el otro estirado por sobre su cabeza. Mathis tomó su mano libre y la giró mientras ella levantaba una pierna. Los finales de su vestido se desplegaron, causando que lucieran como una flor floreciente.
Justo cuando el crecesdo comenzó a terminar, sus movimientos ya no eran poderosos, sino que gentiles. Mathis volvió a colocarse sobre sus pies y se enfrentaron el uno al otro, los dos separados, y comenzaron a patinar en direcciones contrarias. Una historia estaba siendo contada, sobre dos individuos finalmente separándose y teniendo que vivir con la decisión que habían tomado.
Pero no tomó mucho para que Minako volviera a Mathis, quien patinaba hacia atrás y esperaba que ella cayera en sus brazos. Y ella lo hizo.
Él la sostuvo por el torso, y todos celebraron y gritaron con emoción cuando Mathis la levantó con un brazo. Su mano firmemente tomaba la parte plana de su cadera mientras la otra permanecía a su lado. Minako, que descansaba de costado, con una pierna estirada cerca a su rostro y la otra en la dirección contraria.
Mientras la presentación arrivaba a su final, la pista de hielo estaba en silencio, casi como si supieran lo que se avecinaba.
Ellos se detuvieron en el medio del hielo, y Mathis la acercó a él una última vez. Sus frentes juntas, ambos individuos con sus brazos en el aire, aferrándose al otro antes de derretirse.
Finalmente, había acabado.
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