𝐅𝐎𝐔𝐑. Modern Day Rom-Com
𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
Comedia Moderna
A Minako le gusta creer que se había acostumbrado al extraño comportamiento de Tanaka y su naturaleza protectora y cauta. Después de todo, había enfrentado el otro extremo de la actitud fría y hosca de Tanaka. Aunque nuevamente, ella era media responsable porque si indiferencia no había sido de ayuda en lo más mínimo. Pero en algún momento, los dos se volvieron amigos (Minako no tiene idea cómo sucedió, pero le gusta pensar que es porque él la salvó de un tipo raro y molesto de otra escuela o porque nunca se callaba y le encantaba molestarla) y el resto era historia. Por supuesto, tenía sus favoritos en el equipo, primordialmente eran Suga o Ennoshita porque no la molestaban, pero Tanaka siempre estaba en segundo lugar. Él siempre la incluía en todo lo que hacían y tenía el hábito de chequear cómo estaba siempre que tenía la oportunidad. Sin mencionar que Minako no censoraba sus palabras, volviéndola un blanco fácil para los chicos que no tomaban un no por respuesta, lo que incitó a Tanaka a asustar a todo chico que tuviera el más mínimo interés en ella. Los dos formaron un vínculo en base a su ira interna que siempre era desaprobada por Daichi, y por el hecho que la hermana mayor de Tanaka es la mejor y siempre mimaba a Minako por sobre Tanaka para el descontento del rematador. Aún, no significaba que Minako siempre tomaba el lado de Tanaka, simplemente era más divertido estar discrepar con él y ver su reacción.
Esto no era decir que era una amiga terrible, en su defensa, Tanaka hacía lo mismo siempre que ella y Kyoga peleaban públicamente frente al equipo. Él siempre se ponía del lado de su hermano para provocarla. En cierta forma, Tanaka era como un segundo hermano. Después de todo, la molestaba tanto como Kyoga lo hacía, pero también era leal y protector. Era prudente y reservado a diferencia de lo que otros esperaban de él, y con eso, Minako sabía que siempre tenía las intenciones correctas en su corazón.
Sin embargo, no significaba que podía soportar sus quejas fácilmente. Por el contrario, Minako aún necesitaba descifrar cómo ignorar las diatribas de su amigo sobre como algunas personas son sospechosas y sus razones detrás. Nunca creyó que conocería a alguien que hable tanto como Kyoga. Pero ya no era tan solitario como solía serlo. A veces Tanaka le mandaba mensajes incluso en los días que no tenían escuela ni prácticas para ver si seguía viva.
No está tan sola como solía estarlo. Las horas que Minako solía pasar practicando y entrando ahora estaban repletas con chicos ruidosos que nunca fallaban en sorprenderla. Meses llenos de nada excepto ser mánager del club y la rehabilitación la hicieron percatarse de lo sola que estaba. Minako nunca culpó al patinaje por su falta de vida social, tampoco lamentaba el tiempo pasado en la pista. Pero no podía mentir y decir que no quería una vida como la de Kyoga dónde estar con amigos era diario y su mayor preocupación eran sus calificaciones en lugar de perfeccionar un salto.
Tener esta sensación de camadería era lo que había anhelado después de vivir en mundo donde todos estaban por sí solos. Minako creyó que estaría bien con una vida tan competitiva, donde todo en la vida no es menos que una competencia para intentar ser la mejor. Pero incluso los aliados más formidables pueden tener un cuchillo tras la espalda, esperando al momento en que bajes las defensas.
Minako no podía culpar a Tanaka por ser tan precavido, ella haría lo mismo si estuviera en su lugar. Sin mencionar que nadie podía negar que los dos nuevos chicos de primer año resaltaban en comparación al resto de ellos.
—¿No crees que hay algo mal con esos dos de primer año? —Tanaka pregunto a Minako mientras los dos terminaban de limpiar el piso. Él tenía una profunda mueca pero, conociéndolo, probablemente estaba molesto por lo alto que era Tsukishima.
—No, pero creo que hay algo severamente mal contigo por ponerte tan mal por dos de primer año —rió Minako mientras limpiaba sus manos. Hizo una cara cuando una cantidad considerable de polvo se alzó al aire—. Seamos honestos, estás un poco preocupado por el partido del sábado ahora que viste contra quién jugarás.
—¡Cállate! ¡Eso no es cierto! —soltó Tanaka antes de seguir a Minako fuera de la habitación de almacenamiento—. ¿Puedes ser alentadora solo una vez? Ponte de mi lado, ¡es lo único que pido!
Kyoga se rió de sus discusiones usuales mientras él y Suga terminaban de juntar las últimas pelotas de prácticas. Los dos se miraron el uno al otro con conocimiento, la diversión titilando en sus ojos—. ¿Qué? ¿Aún no estás acostumbrado, Tanaka?
—¿A tu hermana demonio? Nunca —gruñó Tanaka mientras trotaba hasta donde estaba Narita para empujar el carro de pelotas hasta la habitación de almacenamiento—. ¿La mataría ser una amiga que me anime?
Minako sonrió antes de cruzar los brazos por sobre su pecho—. ¿Qué tiene eso de divertido? Me gusta cuando te molestas por mí.
Tanaka hizo una mueca mientras se mofaba de Minako y sus palabras—. Ya veo por qué tus únicos amigos en esta escuela somos nosotros. Si fuera una chica, estaría aterrada de ti.
—Ya estás aterrado de ella —rió Kinoshita, causando que Narita y Ennoshita rieran en respuesta. Ellos solo pararon sus burlas cuando Minako los miró, a lo que Kinoshita alzó las manos en defensa—. Pero no está equivocado. No digo que tenerte aquí no es genial, pero tal vez tener un par de amigas sería mejor para ti.
—Minako probablemente cree que es demasiado buena para tener amigas —agregó Narita con gracia.
—Qué atrevido al asumir que nosotros somos amigos —disparó Minako con sarcasmo mientras gesticulaba entre los chicos y ella misma. Cruzó los brazos altivamente antes de alzar una ceja filosa—. No olviden quién les ayudó a estudiar para su final de inglés. Y no creo que soy "demasiado buena", solo no tengo la necesidad de rodearme con otros. No tengo otra opción a estar con ustedes.
—Ouch.
—Pórtense bien —le dijo Suga a los estudiantes de segundo año con una sonrisa en el rostro—. Tanaka, no te quejaste de ella cuando te ayudó a lavar tu uniforme.
Kyoga envolvió los hombros de su hermana con su brazo antes de despeinarla e ignorar sus quejas para que parara—. No sé equivocan, Miko-chan. Deberías ampliar tus horizontes y hacer amigos, ¿sabes? No te lastimaría intentarlo.
Minako hizo una mueca antes de empujar a su hermano a un lado.
—No, gracias —bufó ella bajo su respiración mientras arreglaba su cabello. Colocó sus manos sobre su cintura antes de enfrentar a Tanaka—. Además, ¿por qué estás tan molesto? No es como si fueras débil. Solo cállalos en el juego del sábado, no es como si no fueras capaz de hacerlo.
Y mientras Tanaka la observaba con curiosidad, los otros solo sonrieron entretenidos. Era uno de los momentos extraños en que podían ver la verdadera persona de Minako. Los pequeños pedazos en el tiempo en que bajaba las paredes que la rodeaban como si fuera un ser inmortal, donde se abría con el resto de ellos. Era de aquellas instancias particulares en que veían las buenas partes de la humanidad en los ojos de ella, que la suavizaban en sus circunstancias de vulnerabilidad y sinceridad. Comparado a la primera vez que la conocieron, el contraste entre la chica que era antes y ahora era obvio.
A Kyoga le recordaba a los días antes que Minako se mudara a Francia, antes de los leotardos, los tutús brillantes y el maquillaje vistozo, los días en que no era conocida como la famosa patinadora de élite Manon, sino que su hermanita. Ver a su hermana menor discutiendo con Tanaka y los demás le recordaba a las veces que Minako no dudaría en pelear con sus primos por los crayones y juguetes o a cuando no tenía miedo de decir lo que pensaba a una joven edad.
Kyoga está más que consciente de los deseos de Minako de volver al patinaje artístico, especialmente con sus sueños de ir al Grand Prix y las Olimpiadas de Invierno algún día. Pero no puede mentir y decir que no desearía que esta fuera su realidad permanente, que Minako solo fuera una adolescente regular que no vive su vida como si tuviera el peso del mundo sobre los hombros, como si constantemente tuviera que estar buscando la perfección.
Por ahora, todo lo que puede hacer es reír y agradecer en silencio a sus compañeros de equipo por derrumbar poco a poco el agobio y sus ideales de perfección.
—Sabes que todo hubiera sido mejor si solo hubieras dicho eso antes —se quejó Tanaka. Minako rodó los ojos antes de arrojar otra pelota en su dirección, que él atrapó con facilidad.
—Pero eso no sería divertido —señaló Minako antes de sonreírle—. Además, verte enojado con el mundo me ayuda a dormir mejor.
Antes que Tanaka pudiera emitir otra palabra, toda su atención rápidamente se desvío a las puertas del gimnasio. De pie se encontraba nadie más no nadie menos que Yori Ajibana, la novia de Kyoga, que arrojó una sonrisa brillante al jugador de volleyball y saludó. Como Kyoga, ella también tenía obligaciones con un club que la hacía quedarse hasta tarde algunos días. Yori casi era vista como la chica de al lado, la estudiante perfecta, y una de las chicas más codiciadas de la escuela. No solo era una estudiante de honor, pero también era parte del club de tenis femenino. Con su lindo cabello marrón y sus grandes ojos como de muñeca, casi era el epítome de la inocencia y belleza, como una flor.
Sin embargo, nada de eso hizo algo para prevenir a Minako de odiarla por completo.
—¡Kyocchi! —Yori saludó emocionada al ingresar al gimnasio. Agitó su mano hacia los otros chicos, principalmente a los de tercer año, que devolvieron el gesto mientras los de segundo solo asintieron en respuesta debido a su alianza con Minako—. ¿Ya terminaron?
Kyoga sonrió antes la visión de su novia, ignorante de la forma en que Minako pretendía vomitar—. Casi. Seguimos ordenando y limpiando, pero ya casi terminamos.
La forma en que su hermano estaba tan envuelto alrededor del dedo de Yori, lo empedernidamente enamorado que lucía, hacía a Minako mirarlo dos veces y dudar de si realmente ese fuera su hermano. No porque Kyoga era un novio terrible (aunque Minako podía pensar en varias razones por las que no debería tener permitido tener novia), definitivamente veía por qué las chicas lo encontraban atractivo: 1.) es atlético, 2.) tiene facciones eurocéntricas que llamaban la atención (a Minako le gustaba creer que ella y sus hermanos eran los fetiches de la escuela), y 3.) era un tonto que tomaba consejo respecto a su vida amorosa de tontas comedias americanas.
No obstante, Yori definitivamente no era la protagonista de esta comedia.
—¿Está bien si te espero aquí? —preguntó Yori, una mano sobre el cinto de su mochila y otra detrás de su espalda con inocencia. Minako solo quería mofarse de la fachada que ponía frente a su hermano.
—Sí, por supuesto —brilló Kyoga en respuesta. Rápidamente comenzó a ayudar a limpiar el piso, causando que los otros chicos rieran por lo enamorado que estaba su compañero.
Minako intentó distraerse de la presencia de Yori al pretender que las notas de Kiyoko eran muy interesantes. Por supuesto, eso no detuvo a la novia de su hermano, que casi sabía lo mucho que irritaba a Minako. Tomaba todo de la joven el contenerse mientras Yori se le acercaba, una sonrisa en su rostro mientras miraba por sobre el hombro de Minako para poder mirar las notas.
Yori dio una pequeña sonrisa mientras murmuraba con interés—. Noto que tú y Shimizu-san estaban trabajando muy duro cuando se trata del club de volleyball.
—Sip —respondió Minako cortante mientras chequeaba las notas al pie que Kiyoko había agregado sobre las prácticas de hoy—. Todo es parte del trabajo.
—¿Sabes? Cuando Kyocchi me dijo que ibas a ser mánager, me pregunté si podrías hacerlo —rió Yori. Si no fuera por el ligero tono de burla, Minako podría haberlo tomado como un chiste—. Ya que no te mudaste a Japón hace mucho, y todo eso.
—No es como si fuera ingeniería cuántica —gruñó Minako entre dientes, intentando lo mejor para no dejar que la sonrisa falsa cayera de su rostro.
—Lo sé. Solo me preocupa que, sumando tus responsabilidades de mánager, la escuela pueda ser muy desafiante para ti —Yori se encogió de hombros, sin ignorar el brillo asesino en los ojos de Minako.
—No te preocupes, estoy bien.
Yori musitó—. Eso es bueno. Puedo ayudarte a organizar las notas la próxima. ¿O puedo ayudarte de alguna otra forma?
—Está bien, Ajibana —Daichi intervino al volver a entrar al gimnasio después de su caminata con Takeda sensei—. Kyoga, puedes ir si quieres, no hay mucho más por hacer.
Minako agradeció en silencio a Daichi por quitarle a Yori de la espalda. A diferencia de su hermano, el resto del equipo no eran ignorantes de los sentimientos de Minako hacia Yori. Por supuesto, todos tenían sus propias opiniones sobre la novia del rematador, pero al menos fingían mejor que Minako la felicidad.
Movió la boca, formando "gracias" a Daichi, quien solo asintió de regreso, sacudiendo la cabeza ligeramente y dándole una pequeña sonrisa.
— ¡Genial! —exclamó Kyoga, tomando su mochila del suelo.
Trotó hasta su hermana que intentó ocultar su mal humor, pero su molestia se disipó cuando su hermano le dio un rápido beso al costado de la cabeza y la despeinó—. Portate bien y no molestes mucho a Daichi, ¿sí? Y no le des helado a Yua esta noche, ya le di ayer.
—Ya vete a tu cita. No soy una idiota, y puedo cuidarme —bufó Minako, empujando a su hermano.
Kyoga rió por la irritación de su hermana antes de acercarse a Yori. En su camino al gimnasio, palmeó a Daichi en el hombro con un bajo gracias antes de gritar y despedirse del resto del equipo que respondió con el mismo entusiasmo. Sin embargo, la despedida sin ánimos de Minako pasó desapercibida por su hermano mayor cuya atención ahora estaba sobre su novia por completo.
Suga suspiró al caminar hasta Minako, que estaba mascullando maldiciones bajo su respiración—. Sabes que no es tan mala. Deberías darle una oportunidad.
—Eres imparcial, no puedes hablar —Minako frunció el ceño.
—Fui a la escuela media con ella, no es tan mala.
—Sigue siendo mala.
Suga rió antes de sacudir la cabeza, desaprobándola. Aún, no se molestó en discutir con Minako, sabiendo lo profundo que llegaba su odio y molestia con Yori Ajibana. Tal vez era una sobreprotección de hermanos o tal vez era su claro desinterés en las relaciones. No necesitabas ser un genio para saber lo agridulce que era Minako cuando se trataba del amor, después de todo, no tenía piedad cuando tenía que tomar los corazones de otros (incluso si no era intencional) y y hacer lo que quisiera con ellos.
A pesar que les gustaba bromear sobre ello y actuar como si Minako rompiendo corazones fuera un juego para ellos, el vice capitán aún se sentía mal siempre que veía las miradas sin espíritus en los rostros de los pretendientes que le confesaban su corazón. Tal vez era porque le gustaba creer en la noción del amor o la idea de que es puro. Tener a alguien tan angelical y pintoresca como Minako pisar el amor es impactante.
No obstante, le gustaba creer que Minako era capable de amar, justo como Kyoga. Que sus ojos son tan brillantes y llenos de vida como los de su amigo cuando está enamorado.
Daichi no estaba tan cómodo con Minako Saito como el resto del equipo. A diferencia de los de segundo año que ya tenían una relación personal con su segunda mánager, y Suga que prácticamente molestaba a Minako como si fuera su hermanita; el capitán del equipo de volleyball era el extraño del grupo. Esto no quiere decir que no estaba cómodo con ella pero, a diferencia de Kyoga, Minako era mucho más intimidante a pesar de ser más joven. Tal vez era por su naturaleza franca y dura, que rivalizaba la tonta y gentil de su hermano. Aún, él se encontraba a sí mismo caminando sobre cáscaras de huevo a veces cuando se trataba de Minako. Pero Daichi sabía que Minako no daba tanto miedo como pensaba, después de todo, no podía ignorar las instancias en que ella sonreía y reía por las bromas de Tanaka antes de llamarlo un idiota.
Tal vez era la idea de que ella era la hermanita de uno de sus amigos más cercanos que lo hace sentir que debe tener cuidado. Por lo que vio, Minako no era de quienes se ponen emocionales fácilmente. Por la mayor parte siempre era neutral, como Kiyoko (aunque ambas actuaban distinto cuando estaban solas) y su mayor reacción era cuando la pelota se le acercaba demasiado o cuando Yori visitaba. Y aunque veía más de la personalidad juguetona y molesta de Minako, solo era porque Kyoga usualmente animaba a su hermana. Raramente estaba él solo con Minako, casi con miedo, como si estuviera cruzando alguna clase de línea prohibida al ser la hermanita de Kyoga.
A pesar que no estaba completamente cómodo al estar con ella, Daichi intentaba lo mejor de si para hacerla sentir cómoda. Tal vez tomó las palabras de Kyoga para cuidarla un poco demasiado en serio, más que el resto. Pero desde el accidente de Kyoga, el capitán sentía la necesidad de aligerar las responsabilidades de Kyoga.
Y si tener citas con Yori Ajibana hacía a Kyoga feliz, entonces que así sea. No le molesta caminar con Minako (aunque ambos saben que ella es más que capaz de volver sola a casa), porque él sabe que Kyoga lo haría por él y su hermano y hermana menor.
Así que si eso significaba pasar por esta caminata incómoda, entonces que así sea.
—Gracias —dijo Minako mientras aceptaba la botella de te negro y limón de Daichi. Se alzó de la banca fuera de Sakanoshita y colgó la mochila de su hombro—. Probablemente deberíamos irnos antes que se ponga más oscuro.
Daichi negó—. Está bien. Podemos quedarnos un poco más.
—Huh--.
—Perdón, estoy un poco cansado —Daichi la interrumpió. Miró de reojo a las piernas de ella antes de rápidamente desviar la mirada para rascarse el cuello. Aclarando la garganta, continuó—. Las prácticas de la mañana fueron duras. Solo quiero tener una pausa corta antes de volver a casa, ¿sabes?
El capitán del club de volleyball sabe lo orgulloso que Kyoga es, y si Minako es parecida a su hermano (y sí tienen varias similitudes), ella es igual en ese aspecto. Daichi no podía señalar como notó su ligero tambeleo en su caminar y los moretones cuando alzaba su pantalón para atarse los cordones. Y aunque probablemente no le duelen tanto como lucen, es mejor estar seguro que lamentarlo. Así que si significaba dejar que Minako creyera que solo está cansado por las prácticas rigurosas, que así sea.
Minako lo miró con sospecha, pero igualmente cedió. Recuperó su lugar y rápidamente tomó un trago de la botella de té que trajo con ella. Daichi la siguió, pero dejó una distancia razonable entre los dos que probablemente era suficiente para tal vez dos personas se sentaran entre ellos.
El sabor dulce del té le recordó a ella que ya no estaba en Francia, que la realidad es que seguía en Miyagi. El dolor pesado en sus piernas ya no la molestaba tanto ya que lo único que tenía como prueba de su entrenamiento eran los moretones que decoraban sus rodillas y los costados de sus piernas. Pero era un dolor familiar que había crecido a amar, uno que casi buscaba porque era la única confirmación de que estaba alcanzando el mínimo de lo que necesitaba.
Sin embargo, los moretones se van y la marca que dejan atrás desaparecerá para siempre, no dejando trazo de que alguna vez estuvieron allí.
—Kyoga aún tiene cicatrices del accidente —Minako mencionó de la nada. Daichi fue tomado con la guardia baja, e incluso se detuvo de tomar su bebida energética—. Estaba ayudando a bañar a Yua y ella lo mojó, entonces se quitó la remera y vi su costado. Tiene está gran y fea cicatriz áspera, y solo verla me recordó a esa noche, ¿sabes?
Daichi bajó la cabeza y se forzó a tragar el nudo incómodo en su garganta mientras recordaba esa noche—. Sí, lo sé. Me llamaste en medio de la noche.
—No fue exactamente digna, ¿no?
—Está bien. Yo también hubiera enloquecido.
—Creí que dejaría el club. Quería que lo dejara —Minako sonrió con amargura, casi avergonzada de mirar a Daichi—. Verlo en el hospital me asustó y solo la idea que se vuelve a lastimar por el volley y que lo empeore... estaba aterrada.
—Pero no lo dejó.
Daichi no iba a mentir, él había estado aterrado de la idea de que uno de sus amigos más cercanas se fuera incluso si sabía que era por una buena razón. Su sueño siempre fue ir a las Nacionales, pero con sus amigos a su lado. Aún, no podía imaginar el miedo que los Saitos pasaron durante ese periodo de tiempo.
—No, no lo hizo —Minako rió suavemente antes de colocar un mechón de cabello tras su oreja—. Pero, tiene el hábito de sorprender a todos, ¿no?
—Fuiste afortunada de estar aquí cuando vomitó en el gimnasio en nuestro primer año —Daichi se encogió mientras rememoraba el incidente. La imagen de Suga entrando en pánico y corriendo para tomar un balde solo para tropezar y caer al lado de la pila de vómito seguía clara en su mente.
Minako arrugó la nariz con disgusto—. Suena a Kyo.
—Pero es fuerte —Daichi le recordó antes de darle una sonrisa gentil.
—Lo sé —murmuró Minako mientras pateaba la grava bajo sus pies—. No es como si hubiera planeado ser mánager, ¿sabes? Rogarle a Tashiro-san para que me dejara entrar al club no era exactamente lo que quería hacer, pero sabía que, si estaba al lado de Kyo, podía ayudarlo.
Minako se detuvo de continuar, sintiendo sus palabras desvanecerse cada vez más a medida que contaba lo que sucedió. No acostumbraba rogar, no era ella. Fue enseñada a ser modesta, que si quería algo debía trabajar por ello, no rogar para que se lo den. Seguro, tal vez ni siquiera necesitó rogarle al capitán del club de volleyball para aceptarla, después de todo, solo tenían a Kiyoko e incluso así fue difícil. Pero Minako no estaba pensando racionalmente y todas esas reglas estúpidas la abandonaron cuando se dobló tan bajo como pudo, sus manos frente a ella y su voz firme cuando le pidió a Tashiro-san que le dejara unirse.
Fue entonces que su atención cambio del patinaje artístico a su hermano. Tal vez fue la culpa de no estar con Kyoga lo suficiente que la llevó a la decisión espontánea. Minako necesariamente no se arrepentía de su elección de unírseles, volvía interesante ir a la escuela, pero no era exactamente su plan.
—Si te hace sentir mejor, pensé que eras cool cuando hiciste eso —Minako giró su cabeza a Daichi, que le sonrió—. Sé que el espíritu escolar no es tu estilo, pero fue cool que hicieras eso por Kyoga.
—¿Incluso aunque apenas entiendo cómo funciona el volleyball?
—Sabes que no tiene muchas tecnicalidades, ¿cierto? —dijo, riendo.
—No presto mucha atención —se defendió Minako antes de contener su sonrisa—. Además, tanto tú como yo sabemos que mi único trabajo es ayudar a Kiyoko-san con lo que necesite. Así que, solo soy la chica del agua.
—Bueno, aprecio que llenes nuestras botellas.
Minako se rió de lo ridícula que su conversación se había tornado, pero estaba agradecida que Daichi aligeró la situación. De alguna forma, la atmósfera tensa e incómoda del comienzo de su caminata ahora era algo del pasado. Y el sabor del té ahora solo era más dulce que antes, el aire ya no tan cálido sino que una brisa fresca que enviaba escalofríos por sus piernas desnudas.
Lo que separaba a Daichi de los otros chicos en su escuela era su habilidad para conectar con los demás, su habilidad para hacerse cargo y controlar los problemas. Tal vez era porque era mayor (aunque no era nada como Kyoga o Suga) o porque era un capitán, pero le dio una respiración de aire fresco que la hacía creer que avanzar era posible, que incluso los momentos más oscuros y tristes de su vida pueden ser hermosos si les da la oportunidad.
—Ya sé por qué Kyoga elige volleyball por sobre todo lo demás. ¿Qué hay sobre ti? —inquietó Minako con curiosidad.
—La idea de rendirme no es fácil para mí —Daichi comenzó lentamente, intentando encontrar las palabras correctas para explicar su hilo de pensamientos—. Desde la escuela media, mi sueño es ganar las Nacionales y supongo que no voy a rendirme.
—¿Como puedes seguir? —Minako cuestionó.
No era necesariamente un tema delicado, pero el resto del club no era ignorante del hecho que no eran el mejor equipo en la prefectura. Lo que llevó a una pregunta sin responder sobre por qué Kyoga eligió a Karasuno de todas las otras escuelas secundarias en la prefectura. Su hermano fue a una escuela-potencia antes, sin mencionar que era considerado un jugador fuerte que podía rivalizar a un estudiante de Aobajohsai o tal incluso Shiratorizawa. Pero aún, de todas las opciones frente a él, eligió la que sus amigos ni siquiera miraban: Karasuno.
—Porque aún no hay razón para rendirnos —finalizó Daichi. Casi se rió de la expresión perpleja en el rostro de ella—. Lo creas o no, en realidad tenemos un buen equipo. Si Kageyama y Hinata pueden trabajar juntos, entonces creo que tenemos una buena oportunidad.
—¿Pero y si son una causa perdida? —Minako preguntó con franqueza, sin intentar de suavizar las palabras duras que vertieron de sus labios—. ¿Y si no son lo que creías? Ya sabes, ¿si Kageyama no es tan bueno como solía serlo?
Sabe que eso no es ni remotamente cierto. Kageyama probablemente es incluso mejor que en sus días de escuela media. Pero que Daichi tuviera absoluta confianza en su equipo era profundamente confuso para Minako. Su equipo solía ser genial y sabe esto por sus discusiones pasadas con Kyoga sobre cómo Karasuno solía ser una escuela-potencia gracias al coach Ukai. Sin embargo, el equipo actual no es algo que alardear. Ya no tenían gloria en su nombre, nada merecedor de mirar dos veces. Pero el hecho que Daichi cree que hay algo merecedor de ser salvado, algo lo suficientemente bueno como para ayudar a resucitar el buen nombre era... sorprendente.
—Entonces, practicaremos —dijo Daichi fácilmente, como si no siquiera necesitara pensar sobre su pregunta.
—¿Y si Kyoga no puede ser tan bueno como solía serlo?
¿Y si yo no puedo ser tan buena como solía serlo?
¿Qué hago entonces?
—No importa —Daichi sacudió la cabeza—. Porque no está haciendo esto solo. Volleyball no es un deporte donde juegas solo, y Kyoga no lo sabe. Pedir ayuda es normal y admitir que la necesitas no te debilita.
Minako cerró los ojos con fuerza, sus manos aferrándose a la botella de plástico mientras intentaba razonar sus palabras. Tiene razón de tantas formas. Pero el trabajo en equipo le falló a Minako, intentó solo para ser dejaba abierta y vulnerable cuando menos se lo esperaba.
Si equipo es diferente.
Ellos son diferentes.
Él es diferente.
Daichi la observó mientras Minako abruptamente se levantaba, estirando sus brazos por sobre su cabeza. Y al colocarlos de vuelta a sus costados, miró por sobre su hombro para darle una pequeña sonrisa.
—Vamos a casa —propuso Minako—. Probablemente deberíamos ir para que puedas descansar.
Él no tiene el corazón para decirle que quiere quedarse un poco más. Pero Daichi asintió la cabeza y se puso de pie, pasándole la bolsa que ella agraciadamente aceptó.
Y por la gran parte de su camino de vuelta a la casa de Minako, los dos pasaron el topo compartiendo las snacks que Daichi había comprado (los buns de frijoles rojos que le gustan a Minako al igual que los pockys sabor matcha) y hablando sobre las prácticas. Por ejemplo, Minako tomó esto como una oportunidad para hablar con Daichi sobre lo mucho que Tanaka dormía en clases y cómo Kyoga siempre era ruidoso en la noche porque practicaba en el patio justo fuera de su habitación. Entonces la conversación cambió a Daichi cuando fue a la escuela media y cuando comenzó a jugar volleyball.
Se sentía como si Minako finalmente entendía a Daichi un poco mejor. Él no era el capitán estricto que ella había visionado en su cabeza. Es amable y no teme a darlo todo. Podía ver por qué el equipo funciona tan bien como lo hace, y es gracias a él. Él mantiene a todos en control y, aunque hay veces en que las prácticas son tensas por su severidad y ligero enojo, Minako ahora sabe que es él que hace lo mejor a pesar de no tener un coach que los ayude.
Tal vez lo malentendió.
—¿Cómo estás acostumbrándote? —cuestionó Daichi mientras le pasaba la caja de pocky.
Ella musitó antes de tomar una mordida de la galleta en forma de palito—. Sigo intentando memorizar las rutas de los buses y las calles. Ha sido mucho tiempo desde que estado en Japón por tanto tiempo.
—Solías vivir en Francia, ¿cierto?
—Sí, vivía con mis abuelos y fui a la escuela allí —no era una completa mentira—, y solo volví por el Año Nuevo ya que mis padres, Yua y Kyoga van a Francia por Navidad.
Daichi silbó con admiración—. Debe ser lindo. Nosotros tenemos una tradición en que el equipo pasa tiempo durante las fiestas. Kyoga nunca podía ir, pero a veces nos llamaba cuando estábamos juntos para decir hola.
—Navidad aquí debe ser hermoso —musitó Minako, una sonrisa anhelante en su rostro mientras rememoraba el invierno en Miyagi. Los tres serían decorados con luces por los dueños de las tiendas locales, los niños corrían y reían, y las panaderías estaban llenas con órdenes de pasteles para las fiestas—. La nieve en Japón siempre fue más linda para mí.
—¿Por qué?
—No sé, solo brilla distinto —respondió Minako suavemente—. Creo que nunca pase Navidad en Miyagi.
—Tal vez podremos pasarla juntos este año —ofreció Daichi. Percatándose lo que sus palabras implicaban, sintió sus orejas quemar de vergüenza mientras rápidamente desviaba los ojos de Minako y su mirada burlona—. Ya sabes, así Kyoga puede ir a una de nuestras fiestas de Navidad antes de que nos graduemos.
—Eso suena bien —rió Minako. Rodeando su cuerpo con sus brazos, pensó en su hogar en Lyons—. No hay mucho que extrañe de Francia. Supongo que solo estoy tan acostumbrada a la rutina que tenía que es difícil ajustarse a la vida aquí.
—¿Te refieres al cambio de vivir en una gran ciudad a un pequeño pueblo como este?
—Bueno, eso, pero no tengo muchos recuerdos de Miyagi —Minako comenzó llanamente. Jugando con las puntas de sus dedos, continuó—. No sé... Miyagi es diferente a Lyons, en una forma buena. Vivir en una ciudad grande es sofocante, sientes que nadie te conoce de verdad. Definitivamente no extraño eso. Y respecto a amigos, bueno, ni siquiera tengo amigos aquí así que no hay nadie en casa que me espere además de mis abuelos.
—Tanaka va a enojarse si te escucha —Daichi le advirtió, juguetonamente—. Me sorprende que ustedes dos se lleven tan bien.
—En mi defensa, ustedes son los amigos de Kyoga y, de alguna forma, yo terminé involucrada en todo esto —defendió Minako antes de girarse y comenzar a caminar hacia atrás. Arrojó sus manos al cielo despreocupadamente antes de encogerse de hombros—. Pero sigue siendo mucho mejor a almorzar solo con él. Ustedes no son tan malos.
—Tendré eso en mente la próxima vez que un chico coqueteé contigo y ruegues por ayuda.
—Tú y yo sabemos que puedo encargarme sola.
—Touché.
Daichi sabía que podría haberla dejado en el parque, ya que la distancia a su casa era bastante corta. Podría haber ido en la otra dirección, hacia su casa. A pesar que su cuerpo dolía y la fatiga comenzaba a surtir efecto, todavía no podía permitirse dejar a Minako ir. Sabiendo que probablemente Kyoga quería que Daichi la llevara hasta prácticamente el frente de su casa en lugar de solo asegurarse que llegara al parque. Incluso a pesar que sabía que las posibilidades de que algo mall pasara eran nulas gracias a su pueblo tranquilo, no quería tomar el riesgo conociendo la personalidad feroza de Minako que nunca le permitía evitar las confrontaciones incluso cuando era necesario.
Después de todo, no sería exactamente un buen amigo si no se aseguraba de la seguridad de Minako. El capitán no podía negar el hehco que quería pasar un poco más de tiempo con Minako. Incluso a pesar que sabía que no tenía solo este día para ser amigos, Daichi tampoco quería malgastar más. aAdemás, el futuro era incierto con este siendo su último año de escuela secundaria y la posbilidad de que ella volviera a Francia algún día. Pero eso era más razón para rápidamente construir su amistad.
—Sabes que no tienes que alcanzarme justo hasta mi puerta—, señaló Minako. Con las manos detrás de su espalda, le dio una pequeña sonrisa antes de asentir mientras alcanzaban la calle —. No está tan lejos del parque, hubiera estado bien.
—Estoy bastante seguro que tu hermano suponía que te lleve hasta la puerta y me asegure que entres, y no que solo te deje en el parque—, rió Daichi.
—Mi hermano también supone que si estornuda, es porque alguien está hablando de él—, replicó Minako antes de mirarlo con un destello atrevido en los ojos —. Pero, lo aprecio.
—También lo hice porque extrañaba a Yua—, Daichi mintió con humor, observando a Minako rodar los ojos por su comentario.
—Ah, sí, la favorita chica Saito de todos—, dijo Minako, su tono ligero y entretenido.
— ¿Crees que cuando sea más grande le interese ser mánager del club de volleyball?
—Hmm, me gustaría creer que Yua es más asertiva e intentaría unirse al equipo en lugar de ser mánager.
— ¿Armadora o receptora?
— ¿Ace?—, la expresión insegura y tímida en el rostro de Minako lo hizo reír incluso con más fuerza. Y mientras la mayoría estarían avergonzados por su reacción, el orgullo llenó el pecho de Minako por hacer reír al capitán estricto y un poco tenso.
De alguna forma, el peso en su pecho se aligeró, ya no estaba más allí. Desde conocer a Seina Arashima hasta el estrés de su entrenamiento personal, los últimos cuarenta minutos que pasó con Daichi lograron que todo se fuera, lo conviriteron en no más que una idea pasante que ya no ocupaba su mente. Ahora lo único en que podía pensar era un escenario imaginario tonto sobre una Yua adolescente jugando volleyball (tal vez no tan tímida como su ace) o de Kyoga gritando que alguien debía estar hablando mal de él, lo que explica por qué estornudó cuatro veces seguidas.
¿Cuándo fue la última vez que se sintió tan libre? ¿Donde no tenía que preocuparse por aterrizar su siguiente salto o preocuparse por perfeccionar una rutina? ¿Aunque el patinaje sobre hielo no era una constante?
De cierta forma, Minako sentía que estaba tracionando al deporte, como si no estuviera trabajando lo suficiente si podía divertirse tanto en el tiempo que podría haber pasado entrenando. Pero se encontró no importándole en lo absoluto, y eso no la provocó en lo más mínimo.
— ¡Dai-niichama!—, la pequeña Yua Saito lloró con emoción al correr de la puerta del frente de la residencia Saito hacia donde estaba el chico mayor.
Daichi no pudo evitar la enorme sonrisa en su rostro al atrapar a Yua y alzarla justo como ella demandó. El capitán tuvo que prevenirse de enternecerse ante su inhabilidad de pronunciar la "s" y confundir "sama" con "chama".
Él río mientras Yua le sonreía con emoción antes de señalar a Minako —. ¡Viniste con Dai-niichama!
Minako rió y asintió mientras estiraba sus brazos para sostener a su hermana —. ¡Sí! ¿Fuiste una buena niña hoy con papá, mon bébé?
Mientras Yua era indiferente al sobrenombre y asintió, Daichi sintió sus mejillas enrojecerse ante el sonido de Minako hablando otro idioma. Y observando a Minako intectuar con Yua lo llevó a ver un lado mucho más suave y gentil de la mánager de volleyball que nunca había visto. Nunca creyó que una simple caminata a casa cambiría el curso de su amistad y la forma en que veía a Minako.
No era tan dura o fría como era cuando estaba en la escuela. Es libre y juguetona en las formas más tontas, se ríe de las cosas más infantiles, y tiene la costumbre de escuchar todo lo que tengas para decir.
Tal vez no la conocía tan bien como había creído, pero había algo certero, Minako Saito no era solo la hermana de su amigo, también es su amiga.
—Yua-chan—, llamó Ayame Saito al aparecer. Con una mirada ligeramente cansada sobre su rostro y su uniforme de trabajo, se paró con las manos sobre su cadera y un ligero ceño fruncido. Su pantalón de vestir y el moño ajustado la hacían lucir sofisticada, y entonces la expresión severa le recordó a Daichi de Minako y sus facciones definidas —. No corras porque ves a Daichi-san y tu hermana. Espera a por mí la próxima, ¿ok?
—Sí, mami—, susurró Yua antes de bajar la cabeza con vergüenza.
Ayame suspiró, pero no podía evitar la sonrisa en su rostro ante el acto adorable de la más pequeña de sus hijos. Se giró a Daichi y le dio una sonrisa cálida antes de que él diera una reverencia educada —. Hola, Daichi. Gracias por acompañar a Mina-chan hasta casa. Lamento desperdiciar tu tiempo.
—No, no es nada—, aseguró Daichi mientras Yua se movía entre sus brazos para llegar al alcance de Minako —. En serio, no me molesta.
—Me aseguraré de hacer razonar a Kyoga para la próxima que Minako es perfectamente capaz de caminar de vuelta a casa—, Mianko no pudo evitar sonrrojarse con vergüenza por la sobreprotección de su hermano y la habilidad de su madre para hacerla sentir como una niña incompetente —. Asegúrate de decirle hola a tu mamá de mi parte, ¡y la próxima quedate a cenar!
—Gracias, lo tendré en cuenta—, dijo Daichi con aprecio, una sonrisa cálida en su rostro. Se agachó para igualar la altura de Yua y le ofreció una mano para chocar los cinco —. Nos vemos la próxima, Yua-chan. La próxima te traeré algo, ¿sí?
— ¡Bueno! Nos vemos la próxima, ¿lo prometes?—, preguntó Yua antes de inocentemente alzar su dedo pequeño para que él lo entrelazara. Daichi asintió y lo hizo, dándole un pequeño apretón.
—Minako, asegúrate de darle las gracias a Daichi-san, ¿sí?—, Ayame le dijo a su hija mayor antes de gesticular a Yua para que volvieran a entrar. Justo antes de marcharse, le dio una última despedida a Daichi, y las dos volvieron a la cálida casa ligeramente iluminada, la visión de paredes verde matcha desapareció con la puerta casi cerrada.
La incomodidad se abrió paso entre los dos, sus miradas ya no enfocadas en la del otro sino que en sus zapatos. Ninguno sabía qué decir o cómo despedirse aunque lo habían hecho muchas veces antes. Este vez se sentía diferente, en una forma en que no podían explicarlo. Tal vez era porque los dos lo sintieron: el comienzo de una amistad era algo que creían que ya habían alcanzado, pero de alguna forma, con las botellas de té frío y las snacks dulces, un nuevo nacimiento llegó.
—Gracias por--.
— ¿Sabes--?
Ellos se observaron el uno al otro, aturdidos por interrumpir al otro con una terrible sincronización.
—Ve primero—, Daichi ofreció gentilmente, sus ojos incapaz de dejar los de ella mientras ella jugaba con su reloj.
Minako asintió lentamente antes de remover sus pies con incomodidad —. Gracias—, dijo una vez que finalmente levantó la cabeza para encontrar si mirada —. Sé que habrá sido raro cuidar a la hermanita de tu amigo, pero... realmente lo aprecio. Me divertí mucho también.
—Yo también—, asintió Daichi, su voz en un volumen mucho más bajo a lo que ella estaba acostumbrada. No era tan alta y segura como durante las prácticas, sino que lo suficientemente calma como para que solo sus orejas lo escucharán, algo que se sentía más personal —. Yo también me divertí mucho. Y para que sepas, no te veo como la hermana de Kyoga. Eres nuestra mánager... una amiga.
Sintiendo el calor alzarse a su rostro, Minako rápidamente volvió a bajar la cabeza, agradecida que su cabello cubría sus mejillas rojas de su visión. Ella gesticuló hacia su casa y comenzó a caminar hacia atrás —. Probablemente debería irme...
—Sí...
—Nos vemos--.
—Mañana. Nos vemos mañana.
—Sí. Sí, suena bien.
—Perfecto.
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