𝐄𝐈𝐆𝐇𝐓. The Lies We Tell
𝐎𝐂𝐇𝐎. 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐁𝐈𝐑𝐃
Las Mentiras que Contamos
¿Minako es lo suficientemente competente como para ser un coach? Sí, las medallas y los trofeos en casa mostraban su punto de forma tremenda. ¿Eso significa que es capaz? Le gusta creer que sí, pero Kyoga siempre dijo que era mala para ayudar a alguien que no fuera ella. Minako lo considera amor duro mientras que su hermano lo pinta como ser mandona y poco realista, pero nuevamente, ¿Minako hubiera llegado a dónde está si coach Anya hubiera sido compasiva con ella? Por supuesto que no. Y aunque no hizo un examen en sí ni pensó en ser un coach (tal vez después de un par de medallas olímpicas lo consideraría), no duele ayudar a Seina con saltos y trucos que sabe que puede hacer bien. Tal vez su enojo provocó lo mejor de ella, escuchar todas esas crueldades le recordaron a su propio comienzo. Hay un punto en que tus acciones son lo que callan a la gente, hacerlos morderse la lengua, y mostrarles por qué te mereces todo lo que tienes.
Por la primera vez en meses, Minako nunca se sintió más viva que en ese mismo momento. Todos los ojos estaba sobre ella, y se sintió como sí estuviera de vuelta en la pista, lista para impresionar a todos y dejarlos sin aliento por su acto (incluso si esa audiencia solo era su hermano, Yori, Tanaka, Akina y unas chicas malas, y Seina. Era suficiente para probar su punto, para hacerles saber a un par de individuos que está lejos de ser ordinaria.
Tal vez no era el mismo nivel de reconocimiento y gloria a la que estaba acostumbrada, pero fue una linda llamada para despertar y percatarse que siempre sería differente. Las personas a su alrededor se graduarían de la escuela, tal vez incluso irían a la universidad, conseguirían trabajos estables y tendrían un sueldo estable, se enamorarían y crearían una familia, y entonces tendrían su propia casa. Pero la idea en sí era incómoda para alguien que nunca quería desacelerar, alguien que no puede verse a sí misma en una cocina cocinando para un hombre al que solo vería cuatro horas antes de ir a la cama y despertar sola. No se veía como una ama de casa o alguien con un trabajo normal (seamos honestos, nunca fue lo suficientemente lista como para ir a la escuela normal y apenas está aprobando ahora) porque todo lo que conoce es el patinaje artístico.
Tener una vida, una vida "normal", todo eso lucía como una vida aburrida que no merecía la pena ser vivida.
Tal vez las cosas serían diferentes después que vuelva a Francia, tal vez no sería lo mismo entre ella y Mathis. Pero sabiendo que aún tiene lo que se necesita para ser el centro de atención era suficientemente bueno para ella.
Así que por ahora, actuaría como la patinadora artística diligente y trabajadora, y ayudaría a Seina Arashima con su patinaje sobre el hielo.
Oh, y ver la cara de Akina cuando la destroze.
Kyoga frunció el ceño ante la sonrisa en su rostro. Sacudió la cabeza mientras golpeaba el bowl con sus palillos.
—Deja de sonreír, es raro —comentó él antes de ser regañado por su mamá. Kyoga alzó las manos en defensa—. Solo digo que es raro. Puedo tener mis propias opiniones.
—Deja que tu hermana sea feliz —Ayame Saito le dijo a su hijo mientras acomodaba el cuello de su saco. Peinó el cabello de Kyoga una vez más y ligeramente retó a Minako por clavar sus palillos en su bowl de arroz—. Voy a ir rápido a la oficina, así que ustedes disfruten la cena, ¿sí? Asegúrense que a papá no se le explote una vena después de su llamada con sus abuelos, y que Yua-chan termine su comida.
El hermano Saito mayor asintió mientras llevaba otra una cuchara con porridge de zanahoria a la boca de Yua, y ella jugaba con su juguete de camión sobre la mesa—. Cuídate —dijo Kyoga, casi imitando a un padre preocupado—. Los buses no deberían estar muy llenos ahora, pero si me necesitas, llámame.
Ayame rió ante la preocupación de su hijo pero igualmente asintió. Presionó un beso sobre la corona de su cabeza antes de hacer lo mismo con sus hijas—. Cuídense, chicos, ¿okey? —Ayame ordenó gentilmente. Sus hijos, incluso Yua, asintieron al unísono—. Tanaka-kun, come, ¿sí? Si necesitas algo, diles a Kyoga-kun o Minako-chan.
Tanaka, que estaba ocupado empujando nikujaga por su garganta, asintió con emoción antes de tragar—. ¡Lo haré! Gracias por tenerme aquí —le agradeció antes de sonreírle.
—Por supuesto. Asegúrate de llevarle un par de sobras a tu hermana, ¿okey?
—¡Okey!
Minako, ocupada jugando con su comida en lugar de comerla, rápidamente se detuvo una vez que su madre apartó un mechón de su cabello de frente a su rostro. Ayame le sonrió a su hija mayor antes de acercarse y presionar otro beso cerca de su mejilla.
—Kyoga me contó lo que hiciste hoy —susurró en francés—. Estoy tan, tan orgullosa de ti, mon minou. Fuiste increíble, bebé.
Incapaz de ocultar la sonrisa, Minako asintió—. Gracias —respondió en voz baja—. ¿No estás enojada?
—Nunca podría estar enojada, Manon —Ayame aseguró antes de levantarse. Con una mirada de reojo al reloj, fue rápida para dirigirse a la puerta mientras soplaba besos a sus hijos—. Bueno, chicos, diviértanse, ¿sí? Llámenme a mí o a papá si necesitan algo.
Tan pronto como Ayame dejó la casa, Tanaka fue rápido para tomar su teléfono. Kyoga miró con curiosidad a su compañero escribir con furia en su teléfono. Con las cejas juntas y su lengua saliendo de su boca, Tanaka estaba altamente concentrado en lo que sea que tenía su atención.
—¿Qué estás-? —Minako lo miró mal cuando Tanaka le siseó para que se callara. Antes que pudiera reaccionar por ello, se detuvo una vez que escuchó la canción familiar salir de su teléfono.
Era la canción de la rutina de patinaje libre de ella y Mathis en el 2011.
—Santa mierda, eres una atleta profesional —Tanaka suspiró con admiración. Giró su cabeza y miró a Minako asombrado, casi como si no pudiera creer que la chica en su teléfono era la misma que estaba frente a él con salsa de soya en su barbilla.
—¡Tanaka-niichama, dijiste una mala palabra! —Yua regañó antes de apuntar con un dedo acusatorio al jugador de volleyball. Se giró a Kyoga, quien le envió a su amigo una mirada de advertencia—. ¡Dijo una mala palabra, niichama!
—Lo sé, ¡y está siendo un chico malo! —Kyoga estuvo de acuerdo con su hermana bebé. Llevó otra cucharada a Yua antes que le diera una gran sonrisa—. ¡Pero Yua-chan es una buena chica! Mejor que él, ¿cierto?
Yua asintió con emoción antes de seguir jugando con sus autitos.
Tanaka murmuró unas disculpas rápidas antes de colocar el teléfono frente al rostro de Minako—. ¿Entonces eres una patinadora artística profesional? —demandó—. ¿De Francia? ¿Eres Mary?
Minako apartó el teléfono de su rostro, pero no pudo ocultar su arrogancia mientras le daba una sonrisa—. ¿Por qué? ¿De repente te impresiono? —lo molestó mientras se llevaba un guisante a la boca—. Y es Manon, no Mary. Es mi nombre francés, y uso el apellido de mi papá y todo eso. Sabes que es un ex-olímpico, ¿no?
—¿NO? —Tanaka gritó solo para ser regañado por Minako por hablar demasiado alto. Él pasó sus ojos de Minako a Kyoga, casi para ver si alguno de ellos mentía, pero para su molestia, no lo estaban haciendo—. Creí que solo era un tipo europeo.
—Desafortunadamente no, papá era un patinador de pareja como Minako-chan —informó Kyoga. Con su mano bajo su barbilla y la otra alimentando a Yua, lucía bastante aburrido, como si las noticias no fueran la gran cosa como muchos lo creerían—. Se retiró un par de años antes de casarse con mamá y que me tuvieran a mí, y entonces se mudó a Miyagi con ella.
—Ganó la medalla plateada en unas Olimpiadas, y la de oro a la siguiente —Minako fanferroneó con orgullo mientras Kyoga rodaba los ojos. Por supuesto, si Basile hubiera sido un jugador de volleyball, sería distinto—. ¡Y yo voy a hacer lo mismo!
Tanaka frunció el ceño y bajó su celular—. ¿Eso significa que volverás a Francia?
Su boca se secó ante su preguna. Era simple y sabe que Tanaka no tenía malas intenciones, pero ser confrontada por sus planes la ponía incómoda. ¿Cómo puede mirarlo a los ojos y decirle que se irá de Miyagi sin ningún prospecto de volver pronto?
Desde que volvió a Miyagi, Tanaka siempre había sido una constante a través del caos que fue ubicarse en un área desconocida. Podía ser un poco brusco y es evidente que su fuerte no es la interacción con chicas, pero siempre hacía un esfuerzo por incluirla y, a pesar que podía ser porque era la hermana de Kyoga, ella lo apreciaba. Minako siempre creyó que lo único que extrañaría de Miyagi sería a la gente, y eso incluía a Tanaka.
Después de todo, es difícil olvidar a alguien tan caótico y único como Tanaka Ryuunosuke.
—Tal vez —Minako mintió a pesar que ya tenía la respuesta. Se distrajo al tomar otra pieza de carne de su bowl—. Por ahora, el plan es volver después que Kyoga se gradúe, así que no sé. Tal vez me vaya antes o después, supongo que depende de cómo vaya la temporada para el equipo.
No era mentira, era la verdad. La única razón por la que Minako se había quedado más tiempo de lo que había planeado fue por la herida de Kyoga. Tal vez quería mantener un ojo sobre su hermano, al que siempre había visto como el tipo protector, el tipo de hermano que la defendería y protejería sin importar el costo. O tal vez era por su propia culpa por no estar allí cuando tendría que haberlo estado. Tal vez esta era su forma de enmendarlo.
Sus abuelos dirían que está corriendo de sus responsabilidades.
Y odia que tengan razón.
—Gracias a Dios, serás menos molesta entonces —Tanaka suspiró antes de tragar más comida. La apuntó con sus palillos—. Para ser alguien famosa, eres menos educada de lo que imaginaba.
—¿Sabes? Deberías ser mucho más bueno conmigo ahora —señaló Minako—. ¿Y qué quieres decir? Soy la misma persona del video. Por cierto, el vestido me hacía ver gorda así que no digas nada, y mi maquillaje estaba horrible ese día.
Tanaka la miró con incredulidad, como si acabara de escupir un sinsentido—. La chica en el video luce como un ángel, y la persona frente a mí parece que puede asesinarme y salirse con ello.
—¿Entonces crees que soy bonita? —Tanaka parecía que quería vomitar o estrangularla en ese mismo instante—. Como sea, la escoria de mi compañero sigue en Francia, así que me estoy tomando un tiempo para estar lejos de él.
—Parece demasiado lindo, como esos estúpidos chicos de ciudad —Tanaka gruñó bajo su respiración mientras regresaba sus ojos a su teléfono. No pudo evitar suspirar sorprendido mientras Minako es prácticamente arrojada al aire y atrapada por su compañero—. ¿Sabes? Creería que esto es mucho más cool si no te conociera.
Kyoga rió ante su comentario y, mientras los demás se hubieran ofendido en nombre a su hermana, él no—. Es una persona distinta en la pista, ¿no? —preguntó antes de levantarse para poner el bowl vacío de Yua dentro del fregadero—. Miko-chan siempre se vio más feliz sobre el hielo.
—Tal vez es por eso que siempre me veo muerta cuando voy a las prácticas de volleyball —Minako murmuró mientras se servía más nikujaga. Antes que pudiera comer, se percató de algo y rápidamente miró a Tanaka—. No te atrevas a decirles a los demás. Ni del patinaje sobre hielo ni de Manon ni de Arashima Seina.
—¿Por qué? —cuestionó Tanaka—. ¡Lucías genial! ¡Además, cómo le cerraste la boca a esa chica fue increíble!
—Porque Daichi-san va a enojarse conmigo y porque no quiero que la gente sepa sobre mis asuntos —contestó Minako antes de masticar sus vegetales. Sus mejillas se ruborizaron ante la idea de recibir atención porque es Manon y no por ella misma—. Además, no voy a estar en esta temporada de todas formas, así que no es la gran cosa.
—Pero eres la coach de la chica de primer año —Tanaka señaló. Pausó por un momento, intentando pensar dónde había visto a Seina antes—. Creo que la vi a ella y a Hinata practicando recibir en los recesos por almuerzo.
—Ah, ¿ella también tiene una bola de volleyball por cabeza? Qué vergüenza —Tanaka estaba listo para chocar sus palillos.
—Tanaka, manten este secreto entre nosotros, ¿okey? —Kyoga pidió gentilmente mientras regresaba a la mesa. Miró a su hermana, quien lo observó con curiosidad, antes de volver su mirada a su compañero—. Minako solo quiere tener un tiempo normal aquí antes de volver, así que lo ideal sería que todo siga siendo un secreto.
¿Este era un gran secreto? Tanaka se preguntó mientras miraba entre Kyoga y Minako. La mirada en el rostro de Kyoga hacía claro que era serio sobre mantener en secreto la vida atlética de Minako, y mientras tenía curiosidad y creía que sus logros eran algo de lo que deberían fanfarronear, sabía que no debía seguir presionando. Además, Kyoga raramente pedía cosas, ¿así que, quién era él para ignorar sus deseos?
—Okey —Tanaka accedió lentamente. El alivio en el rostro de Minako no pasó desapercibido—. Cuando vuelvas a Francia y ganes, asegúrate de enviarme algo, ¿sí? Después de todo, no hubieras sobrevivido en Miyagi en lo absoluto si no fuera por mí.
Minako rió—. Seguro, te mandaré chocolates y dulces.
—O tal vez búscale una novia francesa —Kyoga bromeó. Su comentario consiguió una mirada horrorizada de Tanaka, quien dejó caer sus palillos y práctcaiemtne lucía como si fuera a desmayarse —. Dios sabe que los chicos en el equipo necesitan una novia.
—¡No hay otras chicas! ¡Solo Kiyoko-san! —exclamó Tanaka.
—¡Y yo! —agregó Yua con ánimo apuntaba al techo con su cuchara—. ¡Yo también!
—¡Y Yua-chan!
Mientras Kyoga y Tanaka discutían sobre chicas, Minako no pudo evitar relajarse en ese momento. Todo parecía estar mejorando, y aunque nada encajaba en la agenda que había creado para ella, no le importaba. Después de un largo tiempo sin patinar ni saltar, ella lo hizo. Y sí, solo era porque estaba a punto de explotarle una vena debido a Akina y sus amigas (tal vez ella no tiene derecho a tener un ego tan grande), pero lo hizo casi perfecto. Ser coach de Seina Arashima tampoco estaba planeado, pero no podía ser tan malo. Después de todo, solo necesitaba ayudar a Seina a pasar su examen junior que fácilmente podía hacer.
Minako no competiría en esta temporada, y tal vez eso dañaría su carrera por quién sabe cuánto tiempo.
Pero justo ahora está feliz, y eso es más de lo que podía pedir.
Tal vez los deseos se vuelven realidad. No por las estrellas fugaces, sino por estar sobre una colina con alguien que cree en ti.
A quien que esté escuchando ahí arriba, gracias, pensó.
Minako está lejos de ser una persona de mañana, pero si despertarse temprano significaba que tendría más tiempo sobre la pista de hielo para ella (con Seina, claro), entonces no le importa. A Kyoga no le importaba decirle a DAichi que ella no podía atender laspráctica de la mañana, y, ya que no era necesariamente una obligación para ella ni Kiyoko estar allí, el capitán no presionó mucho con el asunto. Ir a la pista justo antes del amanecer le recordaba a su vieja vida de dormirse temprano y despertarse temprano para dirigirse a practicar. Todas esas prácticas matutinas que tomó como garantizadas eran ahora algo que esperaba con emoción. Y aunque la mayoría se la pasaría ayudando a Seina, era mejor que no practicar en lo absoluto. Además, le permitió a Minako perfeccionar sus básicos mientras ayudaba a la novicia con su próximo examen.
Seina llegó cinco minutos más tarde de lo planeado, Minako no la retó mucho por eso, y de alguna forma se vio peor que el sábado. Tal vez tenía que ver con la autoestima baja o Akina llegando pronto para sus pŕacticas, pero todos que miraban a la de primer año podían señalar lo frágil y vacilante que Seina se veía.
Si estuvieran en Francia en lugar de Miyagi y Minako estuviera en su punto más fuerte, ella probablemente no hubiera ni pensado en una patinadora como Seina. Todo sobre ella gritaba débil e insegura, que es una patinadora frágil que nunca saldrá de la pista de su hogar. Es considerada una patinadora fácil de olvidar, alguien que, sin importar lo hermosa que sea su rutina, nunca tendrá su nombre grabado ni oro demostrando su gloria. Y todo el brillo y destello desaparecerán justo frente a los ojos de Seina porque no era lo suficientemente especial.
Sin embargo, eso era antes y esto es ahora. ¿Quién era Minako para juzgar a Seina cuando ella misma había perdido casi todo en cuestión de meses? Después de todo, era Manon Clavette quien tenía toda la gloria y fama y atención. Pero ahora ella es Minako Saito, una estudiante regular que solo resaltaba por sus facciones birraciales en lugar de la belleza que emanaba en el aire. Ya no había nada que mostrara su esfuerzo, nada para probar a nadie que seguía teniendo el mismo talento que antes.
—Lo primero que debes hacer como una patinadora es confiar en ti misma —instruccionó MInako mientras giraba alrededor de Seina—. Ya calentaste, ¿cierto?
—Me estiré y masajeé mis pies —Seina ofreció con timidez. Rascó su nuca antes de bajar la cabeza con vergüenza—. No practiqué mucho ayer. Estaba practicando recibir con Kageyama-san y--.
Minako alzó una mano y evitó que continuara—. Seina, ¿eres una patinadora artística o una jugadora de volleyball?
—Bueno, en realidad jugué en volleybal en la primaria - perdón. Um, ¿soy una patinadora? No, sí, lo soy —confirmó Seina firmemente antes de alzar sus puños y asentir—. Soy una patinadora artística, sí.
—Bien. El patinaje artístico no se trata solo de practicar saltos y giros —Minako comenzó mientras cruzaba sus pies para acostumbrarse a la sensación del hielo suave—, también significa cuidar tu cuerpo al comer saludablmente, estirando, y más. Seguro tienes un docente de ballet y un docente de yoga para ayudarte, ¿cierto?
—Sí, uh, ¡totalmente! ¡No te preocupes! —Minako la miró con duda, pero continuó igualmente. Debe confiar que Seina quiere esto tanto como dice que lo quiere.
Por la próxima media hora, Seina y Minako prepararon un horario para practicar y en lo que Seina necesitaba trabajar más (que era casi todo). Era evidente que no tenían mucho tiempo para perfeccionarlo, pero necesitaban lograr ciertos movimientos y saltos que eran requisitos en el examen. Después de revisarla un par de veces, Minako fue capaz de detectar cuáles eran los defectos de Seina y que necesitaba más enfoque.
Ser la coach de Seina en el patinaje artístico era muy distinto a su rol en el club de volleyball. Aquí, ella apuntaba hasta los más pequeños detalles que Minako necesitaba mejorar ahora en lugar de más tarde. Ya fue el aterrizaje torpe de Seina o su inhabilidad para mantener el balance tras un giro complicado, habían muchas cosas en las que Minako tenía que concentrarse. Mientras que en el club de volleyball ella tenía que rellenar las botellas, asegurarse que Nishinoya y Tanaka no tomaran mucho tiempo de la práctica, o incluso comunicarse con otros clubes de deporte que el gimnasio iba a estar ocupado.
Se sentía importante en la pista de hielo.
Su hermano y el equipo siempre la habían incluído en lo que sea que hicieran, incluso es sus salidas tardes en la noche después de las prácticas para comer buns de curry o ir al resturante local Okonomiyaki. Era un tipo de atmósfera distinta a la que estaba acostumbrada. No tiene muchos amigos y, los pocos que tenía, son hijas o hijos de los trabajadores de la pista. Era raro que tuviera amigos patinadores. Ser parte del equipo, incluso si solo era una mánager, era una sensación genial.
Pero no era ningún secreto que ella no pertenecía necesariamente. Minako era vergonzosa con ellos, siempre insegura y demasiado fría o ruda para comunicarse con ellos. Aún, ellos intentaban incluirla durante sus conversaciones por el último episodio de anime o el manga más nuevo. Estaba acostumbrada a hablar de panaderías francesas, el último drama sobre patinaje, o quién cambió de compañero y quién se retiró. No esto.
—Puedo ver por qué ganaste —habló Seina durante uno de sus descansos. Las dos estaban sentadas en las cajas de hockey, hidratándose antes de prepararse para otra ronda de axels dobles—. Me refiero al campeonato. Tú y Mathis Lévésque ganaron la medalla plateada en la divisón junior, ¿cierto?
—Nuestro primer año participando, además —Minako no puedo evitar agregar. Aunque su recuerdo de Mathis era amargo, aún recordaba lo entumedica que estaba su piel estando en el centro de la pista por tanto tiempo. Pero el peso de la medalla alrededor de su cuello borraba todo el frío que sentía, todo el dolor que disparaba desde las bases de sus pies—. Íbamos a intentar ir al Granx Prix Junior la última temporada, pero... me lastimé.
—Oh —dijo Seina—. Lo... lamento escuchar eso. Pero eres lo suficientemente buena como para unirte a la divisón senior. Estudié tus actuaciones antes, y creo que tienes una oportunidad para entrar al Grand Prix.
—El plan era ir al Grand Prix Junior, y si eso no funcionaba, entonces intentaríamos una vez más el año siguiente antes que Mathis cumpliera 19 —explicó Minako en voz baja mientras jugaba con la botella de agua. Rió con amargura mientras sacudía la cabeza—. No funcionó, pero diríamos que, sin importar qué, volveríamos a intentarlo antes de intentar pasar nuestros exámenes senior. Practicamos también y, honestamente, hubiéramos pasado. Solo creímos que sería más fácil para nosotros entrar al Grand Prix Junior si esperábamos.
—¿Y esta temporada?
—Obviamente no vamos a competir. Digo, estoy aquí hasta el final del año escolar. El año que viene, tal vez —conociendo lo arrogante que es ese idiota, probablemente está malgastando el tiempo mientras yo estoy aquí practicando hasta que se me congele el trasero, Minako pensó amargamente.
Minako sacudió la cabeza, lista para cambia de tema y superar cualquier mención del estúpido Mathis. Forzó una sonrisa a su rostro antes de empujar el patín de Seina con el suyo—. ¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu historia? —preguntó a la joven.
—¿A qué te refieres? —Seina rió con nervios. Juntó las manos—. Um, tuve lecciones de patinaje sobre hielo cuando era una niña y lo odie. Mi hermana mayor era innata. Yo jugué volleyball, me di cuenta que no era tan divertido como el patinaje artístico, y uh, aquí estoy.
—¿Sabes? No eres tan mala.
—Solo estás diciendo que no soy tan buena como tú, pero que soy decente.
—Tú lo dijiste, no yo —las dos chicas rieron y, de repente, la tensión y el frío de la mañana no fueron tan insufribles como lo eran antes. Si sus prácticas continuaban así todos los días, entonces tal vez no sería tan malo como Minako había creído.
Estaba de vuelta en el hielo y nada podía cambiar eso.
Tanto Seina como Minako giraron sus cabezas al escuchar el sonido familiar de las largas puertas del cambiador abrirse. Maldiciendo bajo su respiración y preparándose para la llegada de Akina, Minako se levantó, lista para responder a lo que sea que la patinadora tuviera para decir sobre ella o Seina. Estaba acostumbrada a lidiar con chicas con la boca grande como Akina que decían más con sus palabras que con su patinaje. Mientras Tanaka y Ennoshita no estaban alrededor para evitar que se metiera en peleas, ella no estaba lista para que le prohibieran la entrada de la pista a causa de Akina.
Era Akina, pero no estaba sola. Caminando con ella había otra chica, no una de las amigas de Akina del viernes.
Esta chica lucía como alguien que verías en un drama de televisión japonés. Con cabello largo y oscuro como tinta que flotaba bajo su espalda y un rostro delgado con facciones distinguidas y delicadas, era difícil no verla. En cierta forma, su belleza era comparable con Kiyoko, ambas consideradas lo que sería el standard de belleza para la sociedad japonesa.
A diferencia de Akina que llevaba sus leggings para practicar y una remera ajustada, este chica tenía un uniforme standard japonés con su saco blazer blanco y falda de color beige. Aún, estaba claro que era una patinadora ya que tenía su propio par de patines blancos en lugar de los feos de renta que ofrecía la pista.
Akina miró a las dos chicas y bufó mientras ataba su cabello y se dirigía al centro de la pista sin mirarla dos veces
—Akina, da un par de vueltas y calienta —la chica nueva ordenó antes de pararse sobre el hielo. Permaneció en la entrada, cerca de la caja de hockey donde Minako y Seina estaban—. Hoy practicaremos la primera mitad de tu rutina, así que recuerda las secuencias.
Minako se acercó a Seina y susurró—. ¿Quién es ella?
—Creo que es Kihara Shiori. Patinadora senior, y casi fue a las Nacionales —respondió Seina en voz baja—. Creo que es una de los coaches de Akina para esta temporada, no estoy segura.
Casi como si las hubiera escuchado, Shiori giró su cabeza hacia ellas mientras Akina se prepraba para su práctica matutina. Sin una exxpresión en su rostro, alzó su mano hacia Minako para estrecharla. Pero el agarre firme que le dio a la mano de Minako ya envió escalofríos a su espalda. Había algo extrañamente frío sobre ella. Le recordaba a Minako de otro tipo de patinadoras: Shiori podía ser calificada como el tipo serio y frío, a los que solo les importaba su arte y nada más. Mientras que a las patinadoras como Akina les gustaba provocar a otros con críticas, patinadoras como Shiori callaban a todos con una presencia intimidante que demandaba la atención de la gente.
—Kihara Shiori —ella se presentó antes de remover su mano—. Akina me dijo que patinaste increíblemente el sábado. Lamento no haber tenido la oportunidad de verlo por mí misma.
—Yo soy Mi--.
—Manon Clavette —interrumpió Shiori—. Lo sé.
No me sorprende, Minako tuvo que controlarse para no decirlo en voz alta. Enterró las uñas en las palmas de sus manos.
—Entonces, ¿tú eres la coach de Akina en esta temporada? —Minako cambió de tema, esforzándose por mantener la situación calma. Después de todo, iba a ser difícil enseñarle a Seina si tenía que discutir con Akina todo el tiempo.
—Perdón si Akina salió de la línea el sábado, sé que es un poco demasiado, pero estamos trabajando en ello —espetó Shiori fríamente mientras miraba hacia Akina que acababa de aterrizar un flip doble—. Mi hermana tiene muchos problemas que necesitamos corregir, pero estoy seguro que, conmigo como coach, lo arreglaremos.
¿Hermana?
—¿No vas a patinar esta temporada? —balbuceó Seina. Minako no podía culparla, la presencia de Shiori por sí misma era abrumadora, incluso si no estaba patinando.
El rostro de Shiori se endureció ante la pregunta de Seina. Minako no pudo evitar notar la forma en que su mandíbula se tensó, casi como si se estuviera controlando de gritarle a la de primer año. En un pestañeo, la fría y controlada Shiori estaba de vuelta con otra expresión monótona en su bello rostro.
—Estoy retirada —aclaró Shiori. Aclaró su garganta antes de mirar a Minako y, de repente, una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Pero algo le decía a Minako que no le ofrecería nada bueno—. Lamento saber que tú también, Manon. Qué lástima. Miré tus videos antes, y creo que eres una increíble patinadora de pareja. Una pena, en serio.
¿Qué?
¿De qué estaba hablando?
—¿Retirada? Yo - no me retiré —trinó Minako.
Minako podía escuchar sus latidos y sus manos se volvieron frías ante las palabras de Shiori. El sonido ensordecedor incluso en el silencio, sentía que se estaba ahogando. Era como si su corazón estuviera listo para salir corriendo de su pecho y caer sobre el hielo. La de segundo año se levantó lentamente mientras miraba a Shiori incrédula.
¿Conoces la sensación cuando estás a punto de recibir malas noticias? Sabes que va a pasar, lo ves venir a kilómetros e, incluso a pesar de las señales de advertencia son tan brillantes y las sirenas están sonando, no puedes llevarte a moverte antes del impacto. Quieres desesperadamente creer que te esquivará, que las posibilidades de que tú salgas lastimada son cero.
Pero no hay forma de evitar la colisión, no hay oportunidad que las noticias no te lancen al suelo del golpe hasta que no puedas respirar. Las tuercas en sus cabezas trabajando furiosamente, intentando pensar en cualquier otra cosa para prevenir que las noticias vinieran.
Ningún milagro, ningún deseo podía prevenir nada de esto.
Los deseos son falsos. No se vuelven realidad.
No existen.
No tenía sentido gritar con todos sus pulmones sobre esa estúpida colina de mierda.
Son falsos.
Completamente falsos.
Nada importa.
No tiene sentido.
Ninguno.
No.
Vete.
Estás acabada.
Solo vete.
Para.
Por favor.
Seina miraba con desesperación entre Minako y Shiori, tan perdida como su nueva coach sobre lo que estaba pasando. Pero Minako lucía como si el peso del mundo entero de repente estuviera sobre sus hombros con ningún salvavidas que pudiera evitar algún dolor.
Shiori tomó su teléfono de su bolsillo y escribió antes de girar la pantalla para que Minako lo viera.
—Me sorprende que no te hayas enterado, Manon. Es todo lo que se habla en el mundo del patinaje —comentó Shiori con calma, casi como si no estuviera diciendo algo importante.
Casi como si no acabara de aplastar el mundo de MInako en cuestión de minutos.
[ EL MUNDO DEL PATINAJE ARTÍSTICO.
NUEVA TEMPORADA, NUEVA COMPAÑERA
PARA MATHIS LÉVÉSQUE. ]
Ningún otra oportunidad para la gloria, no más lugares para redimirse. Todo se había ido.
Ni siquiera tuvo una oportunidad.
—La noticia se conoce hace rato —continuó Shiori, tomando de vuelta su teléfono. Se encogió en su blazer, ni una honza de simpatía o pena en sus ojos mientras tomaba el estado congelado de Minako. En su lugar, la patinadora retirada encaró a la practicante Akina—. Escuché que la nueva compañera es buena también. ¿Lisette Boucher?
—¿Lisette Boucher? —Minako repitió con la voz pequeña. Miró a Seina, csi como si esperara a que la joven le explicara todo. Pero ella lucía tan confundida como Minako—. Mathis... ¿Mathis tiene una nueva compañera?
—Es una patinadora genial por lo que me contaron —Shiori miró a Minako—. Una pena, en serio. Esperaba verte en el gran escenario algún día. Ya sabes, a partir de todo lo que Akina me dijo, sonabas como la perfecta patinadora artística. Supongo que me equivoqué.
Fue como si un balde de agua fría fuera arrojado sobre su cabeza y fuera golpeada con la verdad fría como el hielo. Sus dedos estaban entumecidos, ¿eso era siquiera posible? ¿Por qué...? ¿Por qué sus pies estaban tan vacíos? ¿Por qué se siente como si su pecho va a hundirse? ¿Cómo es que su corazón está latiendo tan rápido? ¿Tenía permitido ir tan rápido?
Minako quería vomitar.
¿Realmente todo estaba acabado?
¿Esto era...? ¿No puede volver?
Volvió a sentarse y colocó sus guardias sobre las cuchillas de sus patines. Minako tomó la mochila que estaba en el suelo y recogió su chaqueta de Karasuno que descansaba sobre el banco antes de dirigirse a la salida de la caja de hockey.
—¿Minako-san? ¿Minako-san? —Seina entró en pánico mientras intentaba seguir a su coach—. ¿A dónde vas? Notras-- ¡creí que teníamos una hora más de prácticas!
No hubo respuesta.
¿Por qué yo? la pegunta se quemó en la mente de Minako mientras se dirigía al cambiador para poder quitarse los patines. ¿Por qué yo? ¿Acaso... me equivoqué? ¿Ya no soy lo suficientemente buena? ¿Fue muy tarde?
Un par de meses más. Solo unos meses más y ella hubiera vuelto. Solo iba a ser una temporada más y regresaría a Francia inmediatamente. Haría cualquier cosa para ir al Granx Prix.
Pero lo deseé, Minako se dijo a sí misma. Lo deseé. Lo grité al mundo. Se suponía que me escucharían, se suponía que volverían mis deseos realidad.
¿Fue todo mentira?
Deseos... ¿eran solo una gran mentira?
No había un momento en el que Kyoga se arrepintiera de la decisión de Minako en convertirse en una patinadora artística profesional. Ella era más que talentosa, innata en el deporte que desafiaba las posibilidades y mucho más. No muchos encontraban su propósito, pero a una edad joven, Minako lo descubrió en la pista de hielo. Cualquier padre o miembro de la familia estaría orgulloso de alguien que tomaba un riesgo como el que Minako tomó. No estaba necesariamente siguiendo los pasos de su padre, sino que formando su propio camino como una atleta. Él no podía ir a ninguna de sus competencias y la única vez que pudo verla actuar en la temporada fue a través de videos que sus abuelos subirían a YouTube para que él mirara. Incluso a pesar que estaba a kilómetros de ella, eso no borraba la hinchazón de orgullo que estaba en su pecho cada vez que Minako hacía lo suyo.
Pero había este miedo en su interior por días desde que descubrió esa estúpida noticia. Kyoga quería volar a Francia y estrangular a Mathis con sus propias manos no solo por lastimar a Minako pero por entonces reemplazarla sin siquiera avisarle. Eso lo molestaba más que nada, porque tal vez entonces su hermanita no estaría practicando sin esperanzas como si su vida dependiera de ello, especialmente cuando Mathis ya había tomado su decisión.
Era fácil mantener la fachada de actuar como si todo estuviera bien. Minako no tenía una curiosidad que la quemara y la forzara a estar atenta a todo lo que sucedía en el mundo del patinaje. Tampoco tenía un interés por saber lo que estaba pasando en la vida de Mathis.
No obstante, Kyoga sabía que no iba a durar por siempre. Que algún día lo descubriría y las paredes que había bajado volverían a dispararse hacia arriba. No podía mantenerlo en secreto por siempre e, incluso si así lo quería, solo era cuestión de tiempo a que ella lo descubra a través de alguien más.
Deseó haberle dicho la noche en que lo descubrió.
Tal vez las cosas hubieran sido distintas.
El sonido de las puertas del gimnasio abriéndose captó la atención de todos. De repente, todos los ojos estaban sobre Minako. Pero la sonrisa en el rostro de Kyoga se desvaneció al notar la expresión en pánico y errática. Sus ojos estaban abiertos y prácticamente rogando por respuestas, su cuerpo mostraba señales de agotamiento que Minako sentía. No era su hermana, casi no podía reconocer a la persona frente a él.
—¡Oi, Minako-chan! —Suga saludó con emoción mientras agitaba la mano hacia su mánager. Él comenzó a caminar hacia ella con una gran sonrisa en su rostro, feliz por vez a la chica—. Creí que no vendrías--.
—¿Lo sabías?—Minako demandó, su voz ardúa y filosa mientras sus ojos se entrecerraban sobre su hermano, que tenía una pelota entre manos. Ella marchó a Kyoga hasta que estuvo frente a él para que él pudiera ver el enojo y dolor en sus ojos.
—¿Saber qué? —Kyoga respondió calmadamente mientras tomaba un paso hacia atrás. No podía mentir aunque su vida dependiera de ello. Ella lo sabe y no había nada que él pudiera hacer para prevenir todo esto.
Sintiendo las miradas de sus compañeros sobre ellos, Kyoga les dio una pequeña sonrisa antes de tomar el brazo de Minako y se dirigieron a la puerta. Dando una rápida disculpa murmurada, excusó a ambos. Incluso si Minako no hubiera hablado en francés, no necesitabas ser un genio para saber que algo estab mal. El tono de su voz, la mirada estresada, casi todo era una señal de problemas. Y Kyoga solo podía desear que él estuviera en la misma posición desinformada que sus compañeros, pero no había forma de esconder el hecho que lo sabía y que ahora todo estaba cayendo.
Tal vez debería haber tomado el consejo de su papá.
Tal vez debería habérselo dicho, salvar a ambos de esto.
Cuando estuvieron afuerta, Minako arrancó su brazo de su agarre. Kyoga colocó sus manos arriba en defensa para mostrar que no tenía intención de volver a agarrarla. Ni siquiera necesitaba decir nada. Tal vez era telepatía de hermanos que le decía que él sabía o tal vez era porque tenía el hábito de meter la nariz en sus asuntos sin importar cuántas veces ella le dijera que no lo haga.
—Mathis, Lisette. Todo. ¿Sabías o no, Jérémie? —Minako repitió una vez más, cada sílaba volando como bala—. ¿Sabías que me reemplazó?
—Necesito que mantengas la voz baja —Kyoga pidió con calma a pesar que su voz estaba a punto de temblar.
—¡Solo responde la estúpida pregunta! —ella se exasperó al tomarlo del cuello de su remera. De cerca, Kyoga finalmente pudo ver la desesperación en sus ojos, el frenesí que amenazaba con cortar el hilo suelo que sostenía todo—. ¿Sabías o no que me reemplazó? ¿Por favor?
Silencio.
—Fue por tu propio bien, Manon —Minako soltó su remera antes de tropezar hacia atrás.
Sus ojos abiertos y temblando, Minako lo observó incrédula. Casi podía físicamente ver el interruptor apagarse. La fachada dura y resistente a la que se aferraba por su vida hasta que llegó allí cayó. Y ahora la hermana frente a él no era nada más que una niña revuelta y asustada, cuyos sueños ahora estaban rotos frente a sus propios ojos.
Yendo de adelante hacia atrás, Minako se esforzó por mantener la mente nivelada, pero mientras tomaba las raíces de su cabello, era obvio que oficialmente había perdido el juicio.
—Manon —comenzó Kyoga, la culpa en el fondo de su estómago royendo su camino hasta su garganta—. Perdón--.
—¡ESTUVE ALLÍ POR TRES JODIDOS AÑOS TRABAJANDO HASTA LA MUERTE! —rugió Minako, enfrentando a su hermano. Tenía alzados tres dedos, agitándolos frente a su rostro—. ¡TRES! ¡ESTUVE SOLA EN FRNACIA POR TRES AÑOS PORQUE QUERÍA ESTO MÁS QUE NADA EN TODO EL MUNDO!
—Hay otras oportunidades —Kyoga intentó razonar tomando un paso adelante, intentando detener a Minako de lastimarse más a sí misma—. Eres buena, puedes hacerlo--.
—¡Nadie va a quererme! —Minako lloró con lágrimas en los ojos—. Mathis era el conocido y yo fui arrojada con él y llegué tan lejos por él. ¡Soy una patinadora de pareja!¡No puedo hacerlo sola!
—¡Puedes encontrar otro compañero!
—¿Y entonces qué?¿Empezar de nuevo? ¿Desde el fondo? No sabes cómo funciona esto, ¡¿okey?! —Minako intentó igualar la respiración para prevenir sufrir de un ataque de pánico. Tomó las raíces de su cabello e intentó alejar el entumecimiento que embarga a todo su cuerpo—. ¡Deberías habérmelo dicho! ¡Deberías habérmelo dicho! Dios, ¿por qué no me lo dijiste?
—¿Cuál hubiera sido la diferencia? —razonó Kyoga, su garganta estrecha por todas las emociones—. No podrías haber prevenido nada de esto.
—¡Hubiera vuelto a Francia! ¡Hubiera vuelto y hablado con él, y hubiera hecho cualquier cosa para recuperar mi puesto!
—Manon...
—¡No puedes solo hacer decisiones por mí! ¡No puedes - decidir lo que es mejor para mí! —Minako jadeó. La cabeza se volvió ligera. ¿Estaba deshidratada? ¿Cansada? Tal vez finalmente la golpeó que todo estaba acabado—. ¡Tengo dieciséis! Puedo tomar las decisiones de mi carrera, ¡lo he hecho antes! No puedes decidir esto, ¿me entiendes?
—¡Te engañó! ¡Rompió tu corazón! ¡Te hizo sentir como la mierda y tuviste que ir a probarle algo cuando no le importa nada! —gritó Kyoga agitando los brazos, haciendo todo para hacerla escuchar y entender—. ¡Él solo te necesita para ganar y, el minuto en que salen de la pista, te trata como la mierda! ¿Qué? ¿Vas a abandonar tu orgullo y volver con ese pedazo de mierda?
—¡ESE PEDAZO DE MIERDA ERA MI BOLETO GANADOR A LA JODIDA GRAND PRIX, IDIOTA! —Minako lo tomó por el cuello de la remera una vez más, forzando a su hermano a mirar el dolor que le había causado. Lo sacudió mientras sus mejillas se manchaban con las lágrimas—. ¡Estaba tan cerca! ¡Estaba tan jodidamente cerca de ganar y estar allá arriba y hacer algo con mis propias manos!
Kyoga no sabía qué decir. ¿Qué puede decir para ayudarla? El dolor que ella siente es incomparable con algo que él haya experimentado. Y lo que lo hacía peor era que ella tenía la razón por completo. Era su carrera, no solo un hobby o actividad como el volleyball. Él no tenía en mente seguir con el volleyball después de la escuela, pero el patinaje artístico era la vida de Minako, era todo para ella.
Sabía que no era enteramente su culpa. ¿Debería haberle dicho a Minako antes? Sí.
Pero eso no cambia el hecho que fue Mathis quien decidió cambiar de compañera, dejar a Minako y tener a alguien nueva a su lado. No importaba si no estaban juntos románticamente o que él gustara de ella. Nada podía cambiar lo que había pasado, que el primer amor de Minako rompió su corazón y la utilizó y ganó su confianza solo por la buena química para sus estúpidas presentaciones.
No estuve allí para protegerla, pensó él. Tal vez si hubiera estado allí, podría haberle advertido sobre salir con él. Tal vez podría haberla convencido de mantener su relación profesional.
Habían tantos sis, pero no había nada que pudiera hacer para cambiar lo sucedido.
El agarre sobre su cuello se suavizó, pero su puño derecho golpeó contra su pecho. No lo suficientemente fuerte como para hacer daño, pero para liberar sus frustraciones mientras repetidamente golpeaba su pecho una y otra vez.
—Confíe en ti —él no estaba seguro si esas palabras estaban dirigidas a él o Mathis—, se suponía que estarías de mi lado. Se suponía que me ayudarías.
—Perdón —fue todo lo que Kyoga pudo decirle, pero sus palabras fueron recibidas por oídos sordos.
Ya no iba a escuchar lo que tenía para decir. Ya no le importaba.
Minako se alejó de su hermano. Lo observó, sus ojos rojos esforzándose por enfocarse. Él no podía leer lo que estaba pensando ni hacer suposiciones sobre cómo estaban. Era la primera vez que Kyoga no podía descifrar si Minako y él estaban en buenos términos o no. El área gris ahora se expandía exponencialmente a medida que el tiempo avanzaba y, pronto, se volvió más y más inseguro sobre dónde están en el espectro.
Sin otra palabra, Minako se giró y se alejó. Y Kyoga no tuvo alternativa a mirar a su hermanita irse, no siquiera molestándose en quedarse en la escuela. A dónde iba era desconocido para él, pero también sabía que correr tras ella solo incrementaría la tensión entre ellos. A dónde sea que fuera, él solo podía esperar y rogar que estuviera tomando la decisión correcta al no seguirla.
Las mentiras que contó, los secretos que guardó, todo eso se suponían que la protegerían.
Pero de alguna forma, las mentiras que contamos solo se vuelven en nuestra contra cuando menos nos lo esperamos.
Porque se acabó el tiempo y ahora la música comienza.
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