Advertencia.
Esta historia tocará temas sensibles, como lo son abuso sex*al, suicid*o y violencia. Si no te gusta este contenido abstente de continuar con la lectura.

Llegar a una nueva ciudad, empezar de cero intentando alejarte de todo y todos junto con aquellos recuerdos y sentimientos que te hicieron trizas durante meses era una de sus opciones y claro la más cuerda en ese momento pero, después de llegar y concluir la mudanza, conocer todo lo que había a sus alrededores y darte la oportunidad de conocer a todos tus vecinos llegó a tí ese interés por querer acercarte a uno de tus vecinos.

Kim Thal se había quedado embobada por un hombre que parecía no saber sobre su existencia a pesar de coincidir más de una vez en su día a día.

—Si mamá, prometo que iré la próxima semana.

—De acuerdo pero ven sola, no quiero más animales en mi casa.

—Esta bien. Ya me tengo que ir, hablamos después.

—Thal por favor no adoptes más. Hablo en serio.

—Ya entendí, adiós.

Suspiro soltando una risa tenue, su mamá estaba tan cansada de ella por el simple hecho de que para Thal era imposible no querer ayudar a todos lo animales que encontraba y más cuando sus padres vivían en el campo y tenían un hogar bastante grande para cuidar a todos esos animales que al final terminaban yendo se al ser adoptados.

Cómo todos los días después de un mes, ella salió para correr un poco antes de comenzar a trabajar, abrochó su suéter, ajusto su tenis y se ato su cabello en una coleta alta.

Al salir a la calle el aire frío golpeó su rostro, miro a los alrededores y camino por un tiempo hasta llegar al parque al que siempre iba.

Después de un calentamiento corporal empezó a correr, su recorrido duraba alrededor de 30 minutos y después con tranquilidad volvía a su hogar, pero ese día, después de su cotidiano recorrido, el sonido en una de las casas frente a la suya llamo su atención.

Quejidos y golpes se escucharon seguidos de un conteo en retroceso hasta llegar al número uno y continuamente escuchar el sonido de una campana.

Ella miro hacia la casa con más pisos de su cuadra, hasta arriba justo en el tercer piso un hombre se acercó a la orilla mientras se limpiaba el sudor con una toalla y después bebia lo que parecía ser agua.

Thal se quedó quieta a mitad de la calle mirando el torso desnudo del hombre y como los tatuajes lo hacían resaltar.

Ese día ella descubrió algo, tenía un vecino que practicaba boxeo y en segundo que había caído rendida a sus pies desde ese momento.