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CAPÍTULO 6

乁⁠༼⁠☯⁠‿⁠☯⁠✿⁠༽⁠ㄏ

La princesa regresa al castillo y habla con su padre para informarle sus planes.

—Ahora si perdiste la razón, Amy. —El Rey luce molesto y algo preocupado—. ¿Cómo te vas a ir a vivir con siete desconocidos? Que además son hombres y sabrá Dios que intenciones tienen.

—Sé que es un plan de locos, pero solo así puedo conocerlos mejor, apa, ellos no tienen mucho tiempo para romper el hechizo.

—¡Quiero mirarlos! —Se pone de pie y camina hasta la puerta, toma su abrigo y le arroja otro a su hija.

—¿Qué? —Amy alcanza a tomar el abrigo y se lo pone un poco dudosa—. ¿Segurolas?

—Pa' luego es tarde, Amy, amonos. —El Rey sale al jardín y la Princesa lo sigue apurada—. Vamos a ver qué quieren esos fulanos.

—¡Ellos no tienen nada que ver con mis locuras! —Amy corre detrás de él, entrando por el sendero del bosque—. Yo sólita pensé en vivir con ellos, apa...

—El que nada debe, nada teme.

Llegan hasta el manantial y el Rey se detiene de golpe, Amy choca contra su espalda y ambos se detienen a observar el baile de los siete jóvenes.

—Mija... No me dijistes que... Que habías encontrado a grandes bailarines...

Los siete jóvenes se detienen al escuchar al Rey y hacen una reverencia en conjunto.

—Bienvenido sea, Rey. —Nam habla en nombre de sus hermanos y esperan un momento antes de retomar su postura.

—Gracias gracias, muchachos. —Los observa detenidamente y después voltea a ver a su hija—. Ahora entiendo por qué quieres venir a vivir con ellos...

—Todo ha sido idea de su hija, su majestad —aclara Jin para evitarse problemas.

—Nosotros preferimos esperar a que usted de su aprobación, Rey. —Agust aclara la situación y el Rey los observa.

—Mi hija me ha informado de todo, pero pos pa' mi es difícil dejarla venir aquí... Entiendo que ella los quiere ayudar, y en eso no me opongo, pero es una señorita...

—¡Apa! No estas bien informado... —Amy se cubre la boca y ríe—. Quiero decir... Yo me puedo defender sola  he he... —nerviosa voltea a verlos a todos.

—Bueno el punto es que ella es una señorita y no la puedo dejar aquí rodeada de siete machos desconocidos —camina rodeando el manantial y observa la cascada que cubre la cueva.

—Gracias por sus halagos, su majestad, pero no somos siete machos... —ríe Hope nervioso—. Solo somos siete jóvenes que conocieron a la persona equivocada en el momento equivocado.

—Veamos si me convencen —toma asiento en una roca e invita a los jóvenes a sentarse junto a él, lo mismo que a la Princesa—. Echense el cuento con detalles.

Los jóvenes toman asiento a su alrededor y Nam cuenta la historia de su transformación.

—Vivíamos en Corea, ya saben, antes de que los continentes se unieran, trabajábamos en el teatro de la ciudad, estábamos dando la puesta del lago de los cines, por el invierno y las fechas decembrinas. Una noche que salíamos del teatro después de dar nuestra última función, vimos a este hombre en el callejón... —Nam se pone de pie con la mirada al vacío, como recordando la escena—. Era un hombre viejo y sucio, nos acercamos a hablar con él, solo queríamos ofrecerle ayuda, pero en cuanto nos vio se puso de pie y se transformó en un hombre más joven, nos dijo que nos había tocado la mala suerte y a continuación dijo unas palabras que fueron un hechizo para nosotros...

—Dijo que envidiaba nuestra belleza y que viviríamos bajo un hechizo poderoso —interviene Tae colocandose a lado de su hermano—. A partir de ese día nos transformamos en cisnes en cuanto sale el sol y al atardecer volvemos a ser humanos.

—Nunca supimos por qué nosotros fuimos hechizados —agrega JK con trisgeza—. Solo queríamos ayudarlo... No teníamos malas intenciones.

—Tal vez el anciano no lo sabía. —El Rey sigue sin creer cien por ciento en la historia—. Todo suena muy extraño.

—¿Dónde está ese bato? —Amy los observa intrigada.

—Realmente no sabemos dónde vive, porque cuando nos transformó él nos trajo aquí, después de que ocurriera la explosión y los continentes se unieran —asegura Jin más relajado.

—Lo vemos una vez al mes, viene a vernos y a preguntar si hay novedades —agrega Jimin volteando a ver el sendero–. Solo se aparece de repente y habla un momento con nosotros.

—Miren muchachos, yo no puedo quedarme a ver si tratan bien a mi Amy, ahora que soy Rey tengo muchas obligaciones que cumplir, así que...

—¿Qué? —Amy se emociona y sonríe.

—Voy a dejar que mi niña se quede, siempre y cuando prometan cuidarla bien —accede el Rey, recibiendo un fuerte abrazo de su hija.

—¡Gracias apa!

—Muchas gracias, su majestad —corean los chicos felices.

—Solo díganme Mc Rastas, alguno de ustedes es el afortunado que se juntará con mi niña. —El Rey sonríe ampliamente abrazando a los chicos.

—Es usted muy amable —Jimin es el último en abrazarlo—. Gracias a usted y la Princesa, podremos regresar a la normalidad.

—Eso espero, ya llevan un año viviendo así, es injusto morros —comienza a despedirse y se detiene en el sendero—. Vengan en un rato al cantón, les prepararé una carnita azada a todos y así también me despido de mi hija.

—¡Ay apa! —Amy se abraza a él y deja escapar una lágrima—. Yo también te quiero mucho.

—Ya mijita, vamos al cantón, hay que arreglar todo. —El Rey acaricia el cabello de su alocada Princesa y le sonríe, ella asiente entre sus brazos—. Los esperamos en un momento, morrillos, entren por el jardín.

—Ahí lo vemos, Mc Rastas. —Jimin habla por todos y se despiden.

El Rey y la Princesa regresan al castillo, movilizando a todo el personal para que preparen la carnita azada, colocan una gran mesa en el salón cerca de la puerta, la cual dejan abierta para colocar afuera el azador y todo lo necesario para la comida.

El Rey prefiere dejar el formalismo para otro momento y decide usar un conjunto de Gucci en color negro; pantalón y sudadera a juego con una gorra y todo su bling bling, y la Princesa se cambia a un bonito vestido en color lila, sin dejar de lado su tiara, mientras que los jóvenes buscan sus mejores trajes para llegar presentables a la cena.

Lo que nadie sabe es que, a lo lejos Von Rothbart  los observa, intenta descubrir los planes de los jóvenes y el motivo de la cercanía del Rey y la Princesa, su apariencia esta camuflada bajo el disfraz de un hombre común y corriente, que ha estado en contacto con el Rey en los últimos días y cuyo objetivo es atrapar la belleza de los siete jóvenes y la corona del Rey.

—Padre, ¿sigues empeñado en obtener esa corona? —El joven hijo del hechicero se coloca a su lado, escondidos entre los arbustos—. Y la dichosa juventud de esos ineptos...

—¡Calla! Que nos descubrirán. —Von Rothbart alcanza a ver a los siete jóvenes caminando por el sendero, y saliendo al jardín del castillo—. Esa juventud me hará eterno —susurra—, y esa corona me pertenece por principio.

—¿A qué te refieres, padre? —El joven lo observa extrañado.

—La mujer que fue mi esposa antes de tu madre... Era la reina de Forever Alone, así que yo debí ser el rey.

—¿Qué sucedió con ella?

—Murió porque alguien la envenenó y yo fui el principal sospechoso —voltea a verlo y hace su camino lejos del castillo, seguido de su hijo—. Me desterraron y un hechicero me salvó, él decía que la verdadera culpable había sido la madre de mi entonces esposa, pero yo no tenia cómo comprobarlo.

—¿Y después pasó lo del mal manejo del reino? —El joven observa a su padre con otros ojos, siempre lo vio como alguien malvado, pero nunca conoció las verdaderas razones detrás de sus planes—. ¿Es verdad que el Rey, o sea el padre de tu ex esposa, perdió la corona en una apuesta?

—Así es —confirma Von Rothbart—. La corona fue ganada por un matrimonio joven que se aburrió de este lugar, por eso la rifaron en la lotería, así que en cuanto me enteré que la había ganado ese famoso rapero, decidí que era momento de regresar a mi trono.

—Pero... Padre... Ese lugar ya no es tuyo. —El joven se detiene frente a su padre, cuando han llegado al pueblo.

—¡Es mío! —Von Rothbart lo observa con furia en los ojos—. Y lo voy a recuperar cueste lo que cueste.

—No cuentes conmigo... —El joven da la vuelta, pero su padre lo toma con fuerza del brazo.

—Si no me ayudas, tú destino será peor que el de esos jóvenes.

—No te atreverías —duda un poco antes de verlo, pero al voltear se da cuenta de que sus ojos irradian maldad—. Soy tu hijo...

—Obtendré esa corona sin importar lo que me cueste.

Von Rothbart da la última palabra y camina hasta su limusina, su hijo lo sigue aterrado, sabiendo que no puede negarse a los planes de su padre, así que ahora solo le queda obedecer.

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