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CAPÍTULO 2

乁⁠༼⁠☯⁠‿⁠☯⁠✿⁠༽⁠ㄏ

Mientras Mc Rastas va conduciendo por el camino oscuro que lleva al castillo, Amy va meditando lo sucedido.

—Oye, apa...

—¿Qué pasa, mija?

—Creo que ahora que somos de la realeza, debo aprender modales y todas esas cosas que hace la gente fifi...

—¿Lo dices por lo que pasó en la fiesta?

—Si apa, me sentí como bicho raro... —hace un pequeño puchero de tristeza y voltea a ver su padre—. No quiero cambiar mi forma de ser, estoy a gusto como soy, pero la mera neta... aquí la gente es bien diferente.

—Te entiendo, Amy... Vamos a ver cómo lo arreglamos, tal vez puedes tomar clases para que te comportes mejor en las fiestas y esas cosas, pero con los demás puedes seguir siendo tú —voltea a verla sonriente.

—Gracias, pa, tú siempre estás para apoyarme, dándome tus consejos... Seguro que si mamá estuviera aquí, estaría muy feliz de ver al padre que tengo.

Mc Rastas regresa su mirada a la carretera, pues nunca le ha dicho a su hija que él no es su padre biológico.

—¡Neta, pa'! —exclama la joven viendo por la ventanilla de la Cheyenne—. ¿Este va a ser nuestro cantón? ¿Un castillo rascuacho en medio del bendito bosque donde Dios perdió la chancla?

El castillo se podía apreciar al pie de la colina, custodiado por un frondoso y verde bosque, aunque por la noche se tornaba oscuro y tenebroso, cosa que a Amy le emocionaba.

—¡Mija, por favor! —pide el padre carcajeandose—. Habla bien, hay que ir empezando con la habladera, que se te entienda mejor, ahora somos de la realeza, los meros meros, los picudos —Le recuerda el rapero—. Vas a ver como te voy a consentir en nuestro nuevo caserón, mi niña.

—¡No soy una niña apa! Acuérdate que ya voy a cumplir veinte y soy legal —comenta acomodando su cabello ligeramente esponjado por la humedad.

—Bueno, la Amy, para mi siempre serás mí niña —Le sonríe, al mismo tiempo que se asombra cuando se estacionan en la entrada del castillo.

Aunque el castillo da la apariencia de ser viejo por su fachada grisácea, no deja de ser imponente por sus metros y metros de altura, los grandes ventanales cubiertos de las aperladas cortinas y enmarcados de vibrante vegetación.

—¡Vieja el último! —grita Amy bajando a prisa, para entrar corriendo al castillo—. ¡Esto si que esta de pocas tuercas! —suelta un silbido y se apresura a recorrer el lugar, ignorando a los sirvientes qué los reciben en la entrada.

—Disculpen a mi hija, esta requete emocionada por el lugar, la mera verdad pensamos que sería una pequeña mansión y no tremendo castillo.

—Descuide, su majestad, es natural que la Princesa esté emocionada —explica una de las mucamas—. Nosotros nos encargaremos de acomodar sus cosas en las habitaciones, por supuesto que usted tiene la habitación principal, la que tiene vista al lago...

—¡Nada de eso! —Se impone el Rey—. La habitación principal será para mi niña, a mi denme la que era para ella.

—Será como usted diga, su majestad —recalca la mucama principal, Dory, haciendo una pequeña reverencia.

—Y no me digan así, soy igual que ustedes, solo díganme Mc Rastas. —Se carcajea caminando a las escaleras, justo por donde se fue su hija—. Estaré en mi habitación, alguien por favor traigame un atolito de arrozzzz...

El mayordomo Cadbury lo sigue para ayudarle a cargar sus maletas e indicarle el lugar de su habitación, mientras las cocineras regresan a la gran cocina para preparar el atole del Rey.

En lo más recóndito del castillo se encuentra la bella princesa, recorriendo los pasillos y abriendo todas las puertas que encuentra a su paso.

—¿Para qué hay tantas habitaciones? —deja las puertas abiertas—. Aquí podría vivir todo el barrio con todo y arrimados.

Camina por los pasillos admirando los cuadros que encuentra en el camino, alagando a las bellas flores que adornan el lugar, sube y baja escaleras hasta que llega a su alcoba y se encuentra con el enorme jardín que da paso al bosque.

—Pero que chulada de jardín... —sonríe ampliamente desde el balcón, admirando lo poco que se ve del jardín, pues la noche oscura oculta los vivos colores—. Es tan grande que no sé dónde se acaba y dónde empieza el bosque... ¿El bosque también será nuestro?

—Pues si, mija —Mc Rastas entra a la habitación y se para a su lado en el balcón—. El bosque viene incluido en las escrituras, también un dichoso lago pero no lo veo —entrecierra los ojos y en medio del bosque alcanza a distinguir un poco de agua.

—Apenas y lo veo pa', mañana iré a explorar, estaría chido que el lago se congelara, pero con eso de que no hay nieve...

—Bueno mijita, ya ve a dormir que mañana nos espera un gran día —jala a su hija al interior de la habitación y cierra los ventanales—. Y ya mero va a ser tu cumpleaños veinte, podemos armar un buen pachangon hora que hay lugar, invitaremos a todo el pueblo.

—¿Puedo invitar a mis viejos amigos? —La Princesa camina a lado de su padre hasta la puerta.

—¡Pa luego es tarde! —Le sonríe entusiasmado—. Clarines que si, mi princesa, nada más que hay que mandar traerlos, porque esta retirada la venida.

—¡Voy a ir organizando todo para que en dos semanas se arme el toquin! —La Princesa esta muy feliz por celebrar su cumpleaños.

—Y también ya es tiempo de que vayas pensando en matrimonearte, Amy.

—¡Apa! No arruines mi felicidad —Amy cierra la puerta y su padre se carcajea—. ¡No me lo recuerdes!

—¡Mañana puedes ir mirando candidatos! —Aunque el Rey habla en serio, no deja de reír, pues sabe que a su hija no le agrada la idea del matrimonio—. ¡Hasta mañana, princesa!

—¡Buenas noches, apa! —Molesta le responde, cruza los brazos y resopla por la nariz—. ¡Ha! ¿Casada yo? Ni loca que estuviera...

Camina hasta el armario donde encuentra sus prendas y un closet lleno de vestidos y ropa digna de una princesa: conjuntos de diseñador, calzado para toda ocasión, accesorios y un centenar de joyas.

Abre el cajón de las pijamas y toma un camisón de algodón en color marfil, de inmediato se lo pone y camina al aseo para prepararse para dormir.

Al día siguiente todo el pueblo se hace presente en el gran salón del castillo, el cual ha sido arreglado por el personal del lugar, mientras que las cocineras han preparado un gran banquete para el termino de la ceremonia.

Todo el personal del palacio sabe cómo llevar a cabo ese tipo de ceremonias y se encargan de ayudar al Rey y la Princesa a que todo salga muy bien, incluida la música, la cual es cortesía de la orquesta del palacio.

—¿Estás segura de que este vestido es el que debo ponerme, Lila? —cuestiona la Princesa viéndose al espejo—. Está re grande y se ve muy cariñoso, pero me agrada que tiene bolitas secretas, aquí podré cargar mis chunches.

—Es perfecto, Princesa —asegura la mucama—. Voy a guardar las zapatillas, ya que no las va a usar, pero le enseñaré a usarlas.

—Ta gueno, ya vamos que es tarde y mi apa se va a enojar.

Ambas salen rumbo al gran salón donde ya hay varios invitados arribando.

El padre se hace presente con su monaguillo, ambos llevan las coronas que colocarán al Rey y la Princesa.

El Rey usa un elegante traje que lo hace verse realmente guapo, sus peculiares rastas están sujetas en una coleta baja y esta vez no usa sus famosas gafas oscuras, mientras que la princesa porta un elegante vestido parecido al de la cenicienta, a juego con un peinado digno de la realeza, eso si, lleva tenis bajo el vestido, ya que no esta acostumbrada a usar zapatillas.

La ceremonia de coronación da inicio mientras los medios de comunicación la transmiten por todo lo alto, los asistentes se conmueven ante las palabras de agradecimiento del Rey y la fiesta de celebración da inicio.

Mientras todos disfrutan del banquete, la curiosa princesa pasa la vista por los jóvenes que han asistido, todo aquello le parece extraño, pues nunca había asistido a un evento de tal magnitud, los hijos de los grandes empresarios se han esmerado en su arreglo y todo le parece tan cursi en medio de la música de los violines.

—¿Mirastes a alguien que te mueva el tapete, Amy? —susurra su padre sentado a su lado en la mesa principal.

—¡Apa! Solo estaba viendo... si-si todos se divierten... —nerviosa regresa la vista a su plato a medio terminar—. Además aquí hay puro junior hijo de Papi, nada que ver conmigo.

—Ha ha, que exigente me saliste, Amy.

—Si voy a buscar marido, que sea un buen partido, alguien digno de mi, apa...

Una pequeña campana anuncia el inicio del baile y la Princesa comienza a ponerse nerviosa, pues ella abrirá la pista con los jóvenes casaderos que han asistido.

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